19.MAR.20 | Posta Porteña 2094

Sendic de Samuel Blixen/ comenta Amodio (XII)

Por AMODIO

 

Publicamos los comentarios que ha ido realizando sobre este libro Héctor Amodio Pérez

(54) 20 de diciembre de 2019

Blixen: Sendic comprende que solo cabe instrumentar una retirada, un repliegue, lo más rápido posible. En sus primeras conversaciones con Engler, Rosencof, Marenales, Wassen, Mujica, Efraín Martínez, Sendic asume la realidad: el ritmo de detenciones y de allanamiento de locales es vertiginoso, impresionante. La tortura da resultados, porque algunos militantes están desmoralizados y porque la estructura está completamente descompartimentada. La organización ha perdido importantes cuadros militares y tiene escaso armamento. Además, las detenciones provocan nuevas tandas de clandestinos a los cuales cada vez es más difícil fabricarles documentos. De hecho, cada día es necesario recomponer la estructura, evaluar las detenciones y rescatar los sectores que van quedando aislados. Poner orden en el caos es casi una utopía. Sin embargo, Sendic sostiene que es necesario conquistar un respiro, cuestión de analizar dónde están las fallas, porque de ninguna manera acepta la derrota. Al principio se pretende un repliegue militar, es decir, instalar en la calle algún tipo combate, de resistencia, un plan de acciones que obligue al Ejército a frenar su ritmo, a tener cuidado, a adoptar una actitud más cautelosa. Pero no se llega a instrumentar. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 234.

Amodio: Esto es una mentira descarada. En primer lugar, hasta el 10 de mayo, Sendic no apareció por Montevideo. Ese mismo día fue detenido Píriz Budes y cuando nos enteramos ya había formalizado el acuerdo con Trabal. No sé en qué días se entrevistó con los compañeros que se mencionan, pero conmigo y con Alicia Rey se entrevistó el 12 de mayo (1972), y “curiosamente” Blixen no nos menciona. Hasta ese día, quienes debieron hacerse cargo de poner orden en el caos, fueron Marenales y Engler, los que se vieron desbordados por los acontecimientos.

Marenales en todo momento me mantuvo informado y me consultó repetidamente acerca de la puesta en marcha de lo que la Dirección consideraba un plan de acciones tendentes a contener el accionar de las FF.AA. De esa información y por las reuniones con Marenales entre el 15 y el 20 de abril, pude ver que la situación alcanzaba la categoría de desastre: los compañeros eran detenidos por oleadas, los locales caían uno tras otro y carecíamos de lo elemental no ya para actuar, sino para subsistir.

El apoyo que antes recibíamos se esfumó en menos de quince días, fruto del temor desatado por la represión. Las versiones que circulaban acerca de la crueldad de las torturas hicieron que antiguos colaboradores nos cerraran las puertas de sus casas en nuestras narices. Ante ese panorama, no solo era impensable actuar, sino que era necesario replegarnos, y para eso era imprescindible parar, desaparecer de las calles. Marenales terminó convencido, y junto con Engler intentaron rescatar lo que quedaba. Tarea inútil, ya que se habían cortado todas las líneas internas de comunicación, sin dar tiempo a establecer otras nuevas.

Mientras, Rosencof viajó inútilmente durante días intentando contactar con Sendic, hasta que decidió volver a Montevideo. Finalmente, Marenales me planteó que hiciera una recopilación de mis argumentos para discutirlos en una reunión del Ejecutivo y que ha sido publicada como anexo a la carta 4. Producida esa reunión, se me anunció que Sendic y el propio Marenales discutirían conmigo la situación y las eventuales medidas de futuro.

En ningún momento Sendic entendió necesario un repliegue, todo lo contrario. Consideró que no se debía detener el accionar, so pena de ser tratados de aventureros, por haber desatado una reacción que luego no supimos controlar. Así que nada de replegarnos. Había que seguir pa’delante. Marenales, que ya había cambiado de opinión, ante mi pregunta de cómo lo haríamos, soltó otra de sus arengas, más fruto de su voluntarismo que de su razón: locales?, las cloacas; armas?, las granadas; militantes?, ya veremos. Si Sendic hubiese buscado el repliegue que Blixen le adjudica, nunca se hubiese llevado a cabo el ataque al Jeep en casa de Gravina, ni Wolff y Estefanell habrían salido del Santiso con la consigna recibida del propio Sendic: “le vamos a tirar a todo lo verde, hasta a las cotorras? ¿Se acuerdan?

(55) 21 de diciembre de 2019

Blixen: “En una lucha de este tipo también debe haber tiempo para la retirada, para seguir aquel principio que dice que tratar de conservar la fuerza significa retirarse para agruparse”, reflexiona el Pepe Mujica. Para reagruparse es necesario ganar espacios, y esos espacios se ganan combatiendo, disputando el terreno de la retirada; no había, en ese momento, el espíritu de combate imprescindible, sobre todo entre cuadros intermedios, aquellos que podrían haber dinamizado a los combatientes, muchos de los cuales clamaban algún tipo de resistencia. “Nos dimos cuenta que nos arrasaban, sintetiza Marenales, que tenía la visión de conjunto. Políticamente el MLN está muy aislado: para la noche del 14 de abril, el día en que fue herido en el berretín de la calle Amazonas, el Ñato Fernández Huidobro tenía prevista una reunión con Wilson Ferreira Aldunate: “Hacía tiempo que Wilson la solicitaba y me habían designado para que concurriera”. Pero el 15 de abril Wilson estaba votando la Guerra Interna y después también aprobaría la ley de Seguridad del Estado. Solo Héctor Gutiérrez Ruiz, entre los blancos, mantendrá un contacto con el MLN; y en el Frente Amplio serán fundamentalmente Enrique que Erro y Zelmar Michelini.  Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 234.

Amodio: Decir que para reagruparse es necesario combatir, disputar el terreno de la retirada, es un soberano disparate: lo único necesario es la voluntad de hacerlo. Esa voluntad no solo no se tuvo, sino que se ridiculizó a quienes planteamos el repliegue. Todo esto que se pone en boca de Fernández Huidobro, de Marenales y de Mujica, son las razones que con Alicia le expusimos a Marenales y Sendic. Serán las mismas que Fernández Huidobro le dará a Sendic para justificar su planteo de rendición incondicional de junio de 1972.

Ya estábamos siendo arrasados desde el mismo 14 de abril, pero se negaron a escuchar. Cuando ya no hubo remedio, hasta el mismo Sendic negociará. Ferreira Aldunate ya estaba en contacto desde agosto de 1970 y la designación de Fernández Huidobro para la entrevista fijada para la noche del 14 de abril, respondió al deseo de Wilson de que el representante del MLN fuera “un grande”, “un igual”

(56) 22 de diciembre de 2019

Blixen: La consigna es multiplicar los locales con salida a las cloacas, es decir casas desde donde, con trabajo que no sea excesivo, se pueda excavar un túnel hasta un caño cuyo diámetro permita el tránsito. Sendic no se interna en la red. Aunque dispone de locales –alterna entre el Complejo Colón en la avenida Lezica, un apartamento en Pocitos, una casa en Peñarol, una zapatería de la calle César Díaz, un rancho en Pando, y la casa de la abuela Blanca, que cuidó de Carolina cuando cayó Jenny, la madre– prefiere caminar la ciudad, casi siempre acompañado de Graciela Jorge, la compañera de Fernández Huidobro, que está embarazada. La Petiza será la intermediaria de Sendic para las comunicaciones y los contactos. “Caminábamos toda la ciudad, cada día una zona distinta. En cada caída evaluábamos qué otra cosa estaba en peligro.”... “Raúl estaba muy atento a la cárcel del pueblo, tenía la convicción de que iba a caer, y se planteaba qué hacer: por un lado la cárcel era un baluarte, un símbolo, y también lo era Pereira Reverbel, pero símbolo de la podredumbre del país. Sin embargo, consideraba que la situación era muy precaria como para agregar otro muerto”. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 236.

Amodio: Consignas, que no falten. ¿De dónde van a surgir las casas, si la colaboración ha desaparecido y la que proviene de la columna 70, nuestra fuente de abastecimiento, es un verdadero tembladeral? Además, se requiere que el trabajo para conectarlas con la red “no sea excesivo”, como si eso pudiera preverse de antemano. Voluntarismo puro. Hasta un par de meses antes, la gente estaba dispuesta a colaborar, a prestarnos sus casas, sus autos, lo que fuera, por la imagen que el MLN proyectaba hacia el exterior. En cuanto esa imagen comenzó a palidecer, el apoyo también. Y mientras los militantes se guarecen como pueden bajo un puente o tiritan en las cloacas, Sendic no se interna en la red. No lo necesita, ya que dispone de seis locales, casi uno por día de la semana. Por algo era el líder. Seis locales para él solito. De ser cierto lo que dice Graciela Jorge acerca de la cárcel del Pueblo, Sendic estaba más cerca de las conclusiones de Wassen que de las de Marenales, que dijo que Nepo se equivocó al decidir entregarla. Solo le importaba la muerte de Pereira Reverbel. La de los compañeros, no.

Blixen: La dirección se reúne en una cantina cerca del mercado agrícola, en Martín García y Porongos. El Papagayo es uno de los más seguros locales. El restorán popular, adelante, permite un gran movimiento sin llamar la atención. Atrás, en las dependencias de los encargados de la cantina está el berretín con acceso a las cloacas. Allí, en esa especie de puesto de mando, se redacta el comunicado dando cuenta del apoyo del MLN a la propuesta de tregua que ha lanzado a fines de abril el general Seregni, y que se viene discutiendo en todos los comités de base. Rosencof informa que en la Columna 70 y en el 26 de Marzo hay “ambiente” para esa tregua; los aparatos de masas del MLN aún no han sido “tocados” por la represión, pero se estima que solo es cuestión de tiempo. Los miembros de la dirección y del comando general, que frecuentan El Papagayo, advierten que será muy difícil imponer una tregua, que implica, antes que nada, la suspensión total de las torturas. El poder político, los partidos tradicionales, no tienen voluntad, no quieren detener la guerra; y el aparato armado del MLN no tiene capacidad como para presionar. Los militares, en principio, no encuentran razones para suspender las operaciones -y la tortura- que les están dando resultados. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 236.

Amodio: Pese a lo que se dice, a finales de abril ningún miembro del Ejecutivo consideraba la posibilidad de una tregua. Es más, se creyó que las palabras de Seregni debían interpretarse como “nos están pidiendo tregua” y eso los hizo reafirmarse en la necesidad de ir pa’delante. La desconfianza hacia Seregni era evidente y se pensaba que estaba más cerca de sus colegas que del pueblo. Es lógico que los partidos políticos tradicionales no quisieran parar la “guerra”: ellos la habían votado y los acontecimientos inclinaban la balanza hacia su lado y el aparato armado del MLN ya no existía. Bastante tenían sus integrantes con buscarse un sitio donde guarecerse, donde dormir unas horas abrazados a sus mochilas.

(57)  23 de diciembre de 2019

Blixen: Algo hay que hacer, porque recrudece el salvajismo en los cuarteles. Las informaciones del interior de la República, en especial Durazno, Tacuarembó, Soriano, Colonia y Treinta y Tres, son espeluznantes; ya hay casos de prisioneros que han muerto como consecuencia de las torturas. Los responsables de los grupos militares que se mantienen activos informan sobre los relevamientos de posibles objetivos. La dirección finalmente aprueba un ataque contra el domicilio del Comandante del Ejército, general Florencio Gravina, que después será conocido como “el caso de los cuatro soldados”. El estudio previo indicaba que la guardia estaba compuesta por un número variable de soldados apostados en un jeep estacionado frente a la casa, y que otros dos soldados habitualmente vigilaban desde el balcón del primer piso. Después de varias postergaciones, la acción se programa para el 18 de mayo, día de las Fuerzas Armadas. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 237.

Amodio: Algo había que hacer, se dice. ¿No habíamos quedado que se estaba buscando un repliegue? Falso. De acuerdo con los informes recibidos por nuestros contactos militares, se decidieron varias acciones contra objetivos de las FF.AA., para “ablandar al ejército”, se me dijo entonces. Los objetivos no se pudieron realizar, ya que los encargados de procesarlas eran detenidos uno tras otro, día tras día. La acción contra la guardia de Gravina fue la única que se pudo concretar, al lograrse reunir un grupo mínimo. La acción tuvo como consecuencia el efecto contrario al buscado, ya que un amplio sector del Ejército que todavía no practicaba la tortura, entre los que se encontraba el Florida, comienza a utilizarla.

El ataque no fue ni contra la casa de Gravina ni contra su persona: se creyó que ejecutando a la guardia se conseguiría amedrentar a los soldados custodias y que terminarían negándose a hacerlas. Nuestros informantes no nos advirtieron acerca de la posibilidad de que la oficialidad reuniera a la tropa en los patios de armas y les prometieran dar su vida para defender la de los soldados a su cargo, creando así un espíritu de cuerpo que fue muy importante. La discusión sobre si eran cuatro, cinco o seis los soldados de guardia es irrelevante, ya que lo que cuenta es el factor sorpresa. En cuanto al termo y el mate, nada tuvo que ver Trabal, aunque intentó atribuirse el “éxito” de la operación de propaganda. Fue el coronel D’Oliveira, que controlaba la redacción de los comunicados que se emitían por radio, y el que redactó la coletilla que me acompañó en esos días: “detenido a las órdenes del Estado Mayor Conjunto”, dándoles a mis camaradas más argumentos en mi contra. Con amigos así no se necesitan enemigos, ¿no les parece?

(58) 25 de diciembre de 2019

Blixen: Al día siguiente del ataque a la casa del Comandante, el 19 de mayo, la dirección decide reunirse en El Papagayo para resolver la cuestión de Amodio, porque éste le ha pedido a Mujica que lo trasladen a Chile, para incorporarse a la dirección de “La Guacha”, la Columna en el exterior que oficia de retaguardia. Pero Mujica no llega a la reunión. Ha debido evacuar su local de la zona de Villa Dolores, donde vive con Amodio y su compañera, y donde están escondidos unos cuantos clandestinos; el local tiene una buena cobertura de casa de familia y, además, cuenta con salida para las cloacas. Cuando el Ejército rodea la casa, los ocupantes se meten en las cloacas, y comienzan a desplazarse hacia la costa, cruzando, por debajo, el barrio La Mondiola, buscando los caños que corresponden a las avenidas o grandes arterias: Miguel Barreiro, Ellauri, avenida Brasil, por donde pueden desplazarse con más facilidad, aunque eso es relativo, porque llueve, y abajo “había correntada, teníamos la mierda hasta el cuello”. Mujica advierte que no pueden salir, son muchos, y cada vez que intentan subir, se encuentran con el Ejército, que vigila las probables salidas. Decide que suban dos hasta la calle, y salgan para buscar un contacto; designa a Amodio y a Rodolfo Wolff, Héctor, que conocen El Papagayo: Alicia Rey, que tiene un hombro enyesado por un accidente de tránsito, queda en los caños, con el grupo. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 238.

Amodio: Sigamos despacito. Estábamos en la casa de una compañera a la que conocíamos como “La gorda Teresa”, casa que nos había recibido cuando la fuga del 13 de abril, en la calle Manuel Haedo. Las cosas suceden más o menos como se cuentan, hasta que el estado físico de Alicia me hizo ver que no podíamos seguir. Hacía pocos días que le habían quitado el yeso de la pierna derecha, no del hombro, como se dice, consecuencia de un accidente de tráfico que la tuvo seis meses inmovilizada. Las manos y las rodillas en carne viva y el dolor le impedían avanzar al ritmo de los demás. Yo actuaba de guía y responsable y como tal acordé con Wolff que saldríamos en busca de ayuda.

Mujica no decidió nada, porque no tenía ni idea de dónde nos encontrábamos. El único del grupo que había pisado con anterioridad una cloaca era yo, que los estaba conduciendo en sentido contrario al que hicimos cuando la fuga y ese día había visto un lugar donde se podían quedar a la espera de que volviéramos con ayuda. Salimos y Wolff me llevó a casa de Estefanell, al que yo conocía por su apodo, Aramís, pero al que no había visto nunca.

(59) 26 de diciembre de 2019

Blixen: Sonia Mosquera está en El Papagayo, integrada a un grupo que se dedica a conectar, “desde arriba”, a la gente que se mueve “abajo”. “Estábamos preocupados por el grupo del Pepe Mujica, que se había atrasado y no daba señales de vida, cuando vemos llegar a la cantina a Amodio y a Héctor con las noticias de la evacuación del grupo encerrado en los caños. El Canario y Efraín salieron a localizar a los compañeros, para tratar de traerlos por abajo hasta El Papagayo, burlar el acoso del Ejército.” Amodio queda allí, en El Papagayo, esperando, mientras la dirección, reunida, analiza su caso, cuando en una radio que interfiere la frecuencia policial escuchan el anuncio de la detención de Alicia Rey. “Nos venían persiguiendo y nos acorralaban. Cada tanto, cuando nos oían desde arriba, los soldados bajaban y ametrallaban dentro de las cloacas. Tuvimos varios tiroteos, incluso una compañera fue herida. En uno de esos encuentros –estábamos a la altura de Kibon, en la rambla–, nos topamos con unos soldados que nos alumbraban con unas linternas. La Negra Mercedes se adelantó con las manos en alto y gritó ‘no tiren, no tiren, que me entrego’. Nosotros respondimos con unos tiros, y retrocedimos. No nos siguieron, caminamos a oscuras y finalmente nos metimos en un caño chico, donde rampamos hacia arriba y nos quedamos quietos. Esa noche llovió, y a la tarde siguiente levantamos una tapa y apretamos la primera camioneta que pasó. Estábamos en la calle Scosería, en Pocitos, cerca de la rambla.” Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 239.

Amodio: Sigamos despacito. Nada sucedió como se cuenta. Ignoro si Sonia estaba en el Santiso o no, porque no la conocía.  Pero el relato que Blixen le atribuye es completamente falso. Wolff y yo fuimos a la casa de Estefanell. Cuando salí de casa de Estefanell, con la dirección  y la contraseña para el Santiso, recibidas de Wolff, tomé un 191 fui hasta Cuñapirú y Gral. Flores y desde allí, al Santiso. En el Santiso me reciben y me hacen pasar a la trastienda. Se abrió la tapa del berretín y me recibió Efraín Martínez Platero. Todos los que estaban allí eran militantes de base, entre los que estaban Eraclio Recalde y Tabaré Rivero. El Canario que se menciona es César Long. El que informó de la caída del local de Teresa y la situación de los compañeros fui yo. De inmediato salimos Eraclio, Efraín, Long y yo en busca de los compañeros. Quizás nos haya acompañado alguien más, pero no estoy seguro. Hicimos el camino hasta Pocitos sin encontrar rastro de los compañeros, y volvimos al Santiso. Allí nos encontramos con Wolff. Luego de un intercambio de opiniones decidimos volver a Pocitos, sin ningún resultado. Habíamos pasado las últimas 24 horas en los caños, casi sin comer y el frío se hacía sentir. Otra vez en el Santiso, nos encontramos a Mujica, Rodríguez Ducós y a la hija de Teresa, (Graciela Dry) que tenía una herida en la espalda. Por la radio policial se había sabido de la detención de Alicia, y son Efraín y Mujica los que me narran los hechos. Poco después de haber salido Wolff y yo, un grupo de la policía, no de soldados, entró a las cloacas por la boca en que nosotros salimos, en la esquina de Miguel Barreiro y la Rambla, mientras otros controlaban las alcantarillas desde arriba. Algunos del grupo policial encontraron el rastro de los compañeros y lograron acercarse. Los únicos disparos fueron de la policía, ya que no teníamos armas. Uno de esos disparos hiere a la compañera, ante lo cual Alicia, consciente de que su estado es un lastre para los demás, le comunica a Mujica su decisión de entregarse. Nadie le discutió su decisión ni intentó convencerla para hacerla desistir, ofreciéndole su ayuda. Alicia a los gritos anunció que se entregaba, mientras los compañeros, protegidos por ese hecho, se alejaron del lugar y encontraron un sitio alejado donde esperaron para salir al exterior.

En el Santiso, Mujica me abrazó delante de todos, mientras lloraba. Yo todavía estaba vestido con la ropa con la que hice los dos viajes de ida y vuelta por los caños, y alguien me cubrió con una frazada. Tabaré Rivero, con el que tantas diferencias había tenido, me hizo sentar y trajo café. Así me vio Marenales, desde la planta alta, mientras pronunció unas palabras que lo señalan en su verdadera condición: “Bebe, sabés que me da asco verlo”; La piel del otro, página 192 de la primera edición y 194 de la segunda.

(60) 27 de diciembre de 2019

Blixen: Mujica llega finalmente al Papagayo, 24 horas después, e informa. Amodio se ha desplomado, tras la caída de su compañera. La dirección descarta toda posibilidad de confiarle la Columna en el exterior. “El Bebe plantea que hay que darle la baja, y así se resuelve. Si el Bebe no hubiera estado en la dirección, nadie se animaba a tomar una decisión de ese tipo”, concluye Mujica, quien fue el encargado de transmitirle a Amodio la resolución. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 239.

Amodio: Como ya he dicho anteriormente, mantuve con Sendic, Marenales y Engler una durísima discusión, en la que los llamé hijos de puta y los acusé directamente del descalabro que estábamos viviendo. Antes que huyéramos de casa de Teresa, hablando con Mujica de la situación que estábamos viviendo le manifesté que dado el nivel de discrepancias que me separaban del Ejecutivo, creía conveniente solicitar ser trasladado a Chile y hacerme cargo del servicio de documentación, notoriamente deficitario. A mí nadie me dio la baja, ni me expulsó ni me negó la ida a Chile. Todo lo dicho y escrito en este sentido es falso. Sendic me dijo “a un militante que ha ocupado los puestos que vos ocupaste, no se le puede dar la baja”. Y ahí se quedó todo. Cuando soy trasladado a Planimetría sigo siendo un militante del MLN, pese a lo que digan Wolff y Estefanell años después. Durante los días que compartimos el local de Maldonado y Gaboto participé en todo como un militante más.

Blixen: Esa misma noche Amodio y Rodolfo Wolff son evacuados hacia otro local. La decisión de darle la baja al comandante que había llegado a ser el hombre más poderoso en el MLN, se mantiene en reserva, mientras se dispone su evacuación para el exterior. A las pocas horas Amodio es detenido, junto con Héctor, que está ignorante de todo. Pero la dirección sabe que Amodio ha sido capturado en el peor momento, expulsado de la organización y con su compañera presa, desmoralizado y quizás con rencor. Si hasta este momento Amodio ha tenido actitudes ambiguas con la policía y los servicios de inteligencia, y en sus anteriores detenciones ha negociado, como se sospecha, un tratamiento “blando” a cambio de dinero y de información, ahora, cuando es trasladado al Batallón Florida, su actitud no tiene nada de ambigua: se pasa directamente al enemigo y comienza a trabajar para la destrucción total del MLN; pone toda su inteligencia, su memoria y su dedicación, a señalar clandestinos en las calles, a ubicar locales y a descubrir berretines. Los oficiales del Batallón Florida le comentarán a Marenales que la captura de Amodio “no tiene precio”. El efecto de la traición de Amodio se siente inmediatamente. Por lo pronto, la dirección y decenas de clandestinos que permanecían en El Papagayo deben evacuar, preventivamente. “El Bebe salió solo, y el Pepe se fue en bicicleta, vestido con un overol”, recuerda Sonia Mosquera, pero una veintena baja a los caños y se mantiene allí, a la espera. “Durante dos o tres noches, un compañero subía a la cantina y traía comida, todo parecía normal; estuvimos a punto de regresar, cuando una noche, desde distintas tapas, iluminan hacia adentro. Estábamos rodeados. Los milicos arrojaron gases en los caños. Primero comenzamos a vomitar y después nos desmayamos; los que iban adelante recibían aire fresco, no sintieron tanto el efecto de los gases y pudieron ayudarnos. Estuvimos cerca de diez días abajo, mientras se organizaba el rescate. Comíamos barras de chocolate que nos arrojaban desde arriba. “Arriba, el Ejército allana la cantina: Amodio en persona dirige a los soldados hasta el berretín; sabe que no encontrarán a nadie, todos habrán evacuado hacia el caño seco. Pero Amodio supone que allí, en los caños, está toda la dirección, no imagina que Sendic, Marenales, Engler y Mujica se arriesgaron a salir caminando por la calle. De modo que, personalmente, castiga e interroga, en el baño de la cantina, al Pitoto, uno de los militantes que da cobertura como trabajador de la cocina. El Pitoto no revela la ubicación del caño seco, así que el Ejército acordona toda la zona y comienza a disparar granadas de gases por las alcantarillas. El Pitoto es conducido al Batallón Florida; es el primero que tiene las pruebas de la traición de Amodio, pero no puede contarlo hasta mucho después, porque queda rigurosamente incomunicado en el cuartel. Amodio conoce buena parte de la estructura. Algunos de los locales que caen en los días siguientes son ubicados en base a información proporcionada por él, pero la dirección no maneja, todavía, elementos como para confirmar sus sospechas; se toman medidas preventivas y se tiene una premonición, pero pesa el argumento de que, aun resentido por la baja, aun “quebrado”, Amodio es un fundador del MLN, y quizás esté muy ligado a lo que ayudó a construir. Sendic y Marenales esperan de Amodio lo peor, porque conocen todos los pliegues de su historia, pero no imaginan, todavía, que Amodio, vestido con uniforme de soldado, sale a recorrer las calles en las camionetas del Ejército para señalar clandestinos; está descompartimentado con una buena porción de los militantes del aparato militar, que deambulan por Montevideo sin sospechar la dimensión de la traición. Amodio puede reconocer al Bebe en la calle, y ése es uno de sus objetivos. “Cuando me detienen en Paysandú, me interrogan por la fuga grande, el Abuso, y me doy cuenta que los milicos manejan información que solo conocíamos Amodio y yo, que estábamos en la comisión de fuga. Así que estoy prevenido. Amodio sabía que el Bebe solía esconderse en una zapatería de un viejo militante del Partido Socialista, y sabía que yo podía dar con el lugar. Dicho y hecho: un día me interrogó el capitán Jorge Silveira, que había venido expresamente hasta Paysandú para proponerme que hiciera un contacto con el Bebe, a efectos de evitar un derramamiento de sangre. Le dije que podíamos poner un aviso en el diario”, cuenta Zabalza. Pero hay personas e infraestructura que Amodio no conoce, porque corresponden a los períodos en que estuvo preso, o provienen de antiguas columnas para las que él estaba compartimentado, aun siendo miembro del Ejecutivo. Los oficiales del Batallón Florida, que perciben la “ventaja” que han sacado y la posibilidad de “monopolizar” los laureles de la guerra antisubversiva, están empeñados en localizar la cárcel del pueblo, donde permanecen recluidos Pereira Reverbel y el ex ministro Frick Davies. De hecho, la cárcel del pueblo y la captura de la dirección son los dos trofeos que Amodio propone a los oficiales del Florida para negociar su liberación y la de Alicia Rey. “En el regimiento de Infantería 1, los oficiales nos dijeron que Amodio había negociado su liberación desde el momento mismo que pisó el cuartel”, recuerda Mosquera. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, págs. 239-240.

Amodio: Lamentablemente, Sonia Mosquera no tiene ni la milésima parte de la honestidad de Nepo. Esos mismos momentos han sido narrados por otros supuestos testigos, y las versiones difieren. Sería bueno, por tanto, que se lograra un mínimo acuerdo. Pese a todo lo sucedido, me consideré un tupamaro más, precisamente hasta el día que Nepo me dijo que yo era “el cabeza de turco”. Con todo, no deja de extrañarme que me siguieran exigiendo fidelidad cuando antes dicen que me dieron la baja. Precisamente Sonia Mosquera, supo de primera mano, por Nepo, que entregar la Cárcel fue decisión suya. Todos los de la Dirección lo sabían. Marenales lo reconocerá personalmente en 2009. También saben que varias cosas que se me adjudican hay que atribuírselas a Marrero y Wolff.

Muchos saben que lo que digo es verdad, como lo supieron en su momento Becka y Jessie, quienes sin embargo prefirieron el “abrigo de la tribu”, como dijera Jessie, o el de “la barra”, como dijera el Chiquito. Estoy seguro en que un día alguien se sincerará. Quizás Wolff o Marrero lo hagan, aunque en la segunda edición de La piel del otro, Fontana pone en boca de Wolff una serie de falsedades que indicarían que ha preferido ponerse del lado del bando que hasta hoy ha logrado convertir la historia en un elemento de manipulación política y social.


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