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Sendic de Samuel Blixen/ comenta Amodio (XIII) final

Por AMODIO

 

Publicamos los comentarios que ha ido realizando sobre este libro Héctor Amodio Pérez, Esta es la última entrega de este trabajo

(61) 28 de diciembre de 2019

Blixen: Amodio no sabe dónde está el local de la cárcel del pueblo, pero sí sabe que Rodolfo Wolff conoce el lugar. Héctor aguanta la tortura hasta el límite de sus fuerzas, y los torturadores temen un ataque al corazón o un intento de suicidio, con lo que perderían la preciosa información. Entonces Amodio, que lleva años militando junto con Wolff, lo convence de que es necesario aportar la información, que hay una negociación y que todo depende de que se rescate a los prisioneros con vida. Wolff no sospecha, mantiene por su jefe el respeto y la admiración surgidos de una intensa militancia en la que ambos se han jugado la vida muchas veces, y le revela el secreto. El 27 de mayo el Ejército rodea la casa de la calle Juan Paullier; la ama de casa, que da cobertura, avisa desesperadamente a los cuatro tupamaros que están de custodia en la pieza subterránea ubicada debajo del garage, que el Ejército sabe que allí están los prisioneros, y que Amodio quiere hablar antes de que se cumpla la orden prevista de ejecución en caso de allanamiento. La caída de la cárcel del pueblo es un golpe desmoralizador para los militantes que sortean la represión en las calles, muchos de ellos durmiendo en las playas o en jardines y parques, a la espera de documentos de identidad y de directivas para retomar la militancia. A comienzos de junio ya se tiene la certeza de que Amodio está colaborando activamente con los militares; se difunde la noticia para que los militantes tomen las previsiones, pero muchos se niegan a creerlo, no pueden aceptarlo. También se confirma la traición de Mario Píriz Budes, el Tino, que ha sido detenido en la zona de Santa Bernardina, en Durazno, el 9 de mayo. El Tino es para el interior lo que Amodio para Montevideo: desde el momento de su captura se acelera el desmantelamiento de la infraestructura urbana y rural en varios departamentos del noreste. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 241.

Amodio: La tarde del 27 de mayo fue frenética en el Florida. Yo había perdido la noción del tiempo desde que había sido detenido, y todavía estaba en el barracón con los demás. Vinieron a buscarme y me llevaron a una habitación en la que estaban Wassen y Wolff. Luego de abrazarnos, cada uno puso en conocimiento de los demás lo que sabía de la situación. Yo informé lo del Valium, el acuerdo del Tino con Trabal y la proposición de otro acuerdo similar para mí. Wolff tenía las muñecas vendadas por su intento de suicidio y un moretón le subía desde la pelvis hasta el pecho. Wassen tenía golpes por todos lados. Los tres sabíamos que la situación era de desastre total y por eso, cuando Wassen nos dijo que creía que la caída de la Cárcel era inminente y que pensaba que era necesario evitar más muertes, tanto de un lado como de otro, le dimos nuestra aprobación.

Wassen nos dijo que era una iniciativa suya, tomada en los calabozos del 13 de Infantería y que nos la planteaba a nosotros porque confiaba en nuestro buen criterio más que en el de cualquier otro. Se trataba de señalar el local e ir a hablar con los compañeros para que no se cumpliera la directiva de ejecutar a los secuestrados en caso de allanamiento. Wolff se ofreció a ir él a parlamentar, dada su condición de responsable del local, mientras Wassen creía que tenía que ser suya la responsabilidad, por ser suya la iniciativa. Luego, Cristi decidirá otra cosa y seré yo el interlocutor de los compañeros.

Estamos a finales de mayo, y antes que acabe el mes, el MLN me habrá condenado a muerte, convirtiéndome en traidor. A principios de junio, contrariamente a lo que afirma Blixen, la dirección del MLN sabe, por boca del propio Wassen, que yo nada tuve que ver con ese hecho, pero trata de ocultarlo al resto de los militantes. Esto lo reconoció Marenales en 2009. Fue necesario convertirme en traidor para evitar que la responsabilidad de la debacle no recaiga en los verdaderos responsables sino en quien ha tratado por todos los medios de evitarla. La caída habrá tenido efecto desmoralizador, no lo niego. Pero más nocivo fue que los militantes, al sentirse libres de toda responsabilidad, me adjudicaran a mí las suyas, ya que las consignas provenientes del exterior así lo señalaban.

A partir del momento en que Wassen asume su responsabilidad, la condena no tiene razón de existir, pero los responsables de la debacle necesitan que se mantenga. Vendrán entonces otras acusaciones, para conseguir liquidarme, bien físicamente o en lo personal, desprestigiándome todo lo posible con un único fin: salvar su responsabilidad. El propio Wassen me lo confirmará en el Florida, en las jornadas previas al inicio de las negociaciones por la rendición incondicional: “Negro, yo asumí la mía. Vos sos el cabeza de turco”

(62) 29 de diciembre de 2019

Blixen: A mediados de julio de 1972 había mucha gente desasosegada porque algunos militares estaban negociando con algunos tupamaros. Las razones del desasosiego eran variadas: había quienes temían por su vida, unos veían peligrar su poder, otros, su fuente de trabajo, algunos estaban devorados por la envidia, unos pocos eran completamente tontos e interpretaban todo al revés, y un puñado estaba decidido a impedir cualquier cambio para preservar el privilegio. Así, el presidente Juan María Bordaberry hacía esfuerzos por negar lo evidente, y repetía una y otra vez que no existían negociaciones, con lo que debilitaba su posición; en la cámara de senadores el colorado Agustín Caputti desmentía al frenteamplista Zelmar Michelini con el axioma de que no podían existir negociaciones porque “con asesinos no se negocia”; Wilson Ferreira Aldunate decía “con toda sinceridad, me van a convencer de que es verdad todo lo que acá se dice”, cuando quince días antes le había pasado el chisme al general Florencio Gravina, comandante del Ejército; el general Esteban Cristi, jefe de la Región Militar 1, uno de los promotores de las negociaciones, saboteaba su propio trabajo para desgastar la posición del general Gregorio Álvarez, jefe del Estado Mayor; el coronel Ramón Trabal, jefe de la inteligencia, le informaba, mal, al presidente Bordaberry, sobre el complot del que él era parte; y el traidor Héctor Amodio, por una simple cuestión de salud, le informaba al periodista Federico Fasano que los militares tramaban un golpe contra los políticos: si los tupamaros acordaban con los militares, él, Amodio, iba a ser el pato de la boda. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 244.

Amodio: Bueno, agarrarse bien que vienen curvas. El tema de las negociaciones por la mal llamada tregua se ha zarandeado por ambas partes, para que no se sepa realmente en qué consistieron. Por otro lado, parte del zarandeo consiste en mezclar las conversaciones por la rendición incondicional con las de los ilícitos económicos, que si bien pueden considerarse las segundas continuación de las primeras, ofrecen una variante fundamental: en las de la rendición participan los mandos, apoyándolas, y en las de los ilícitos, los mandos, dejados al margen, son los que acaban con ellas

Rosencof se ha atribuido la paternidad de la idea, pero de acuerdo a la información que yo manejo, la idea surgió de las conversaciones que Wassen mantuvo con Carlos Legnani, tras la caída de la Cárcel, en el Florida. Legnani era un militar “legalista”, considerando como tal a un militar cuyo primer objetivo era defender la “patria”, considerando como tal no solo el territorio, sino también la cantidad de valores, incluso los intangibles, que constituían nuestro ser nacional, según sus palabras. Cuando las FF.AA. se suman a la lucha antisubversiva, Legnani asume la responsabilidad que le ha correspondido como el cumplimiento de una orden, pero se atiene a lo estrictamente necesario, dentro de los cauces legales.

Sin embargo, la muerte de los cuatro soldados introduce una cuestión fundamental y que lo llevará a cambiar su actitud, forzado por sus subordinados, de capitán hacia abajo. El hecho de que admitiera la tortura en una unidad bajo su mando no le impedía creer que “la guerra” MLN-FF.AA. podía tener una solución negociada y creyó ver en Wassen al interlocutor válido. Esto lo afirmo con rotundidad, ya que me consultó al respecto. Fui yo quien le informó acerca de la problemática relación entre Wassen y la gente del interior, es decir con Sendic, por lo que yo no creía que Wassen fuera el interlocutor más indicado. El MLN está liquidado como organización, le dije, pero sus dirigentes se han negado a admitirlo. El único capaz de convencerlos es Fernández Huidobro, es al único que escucharán.

Dentro de la desinformación sobre el MLN estaba la idea de su poderío, tanto militar como de infraestructuras, de intendencia, hablaba Legnani, por lo que creía conveniente una salida negociada para “parar esta guerra que puede durar años”, me decía, “ya que si usted tiene razón, no podían haber declarado la guerra como lo hicieron”. Legnani se negaba a admitir que el 14 de abril no se había tenido la intención de empezar la guerra.

Es a través de Queirolo que la idea de la “tregua” le llega a Cristi, quien será el que la traslade a Álvarez y a Trabal. Lo que estos tres acuerdan es plantear al MLN la rendición incondicional y la entrega consecuente de las armas, locales y dirigentes. A lo más que estaban dispuestos a admitir era que la Justicia civil retomara los expedientes de los presos y de los militantes aún en libertad para ser juzgados, apoyando un trato preferente para los que no tuvieran delitos de sangre. Esto es lo que Legnani traslada a Wassen y lo que Wassen comunica a Fernández Huidobro, trasladado al Florida. Serán ellos los que integren a Alicia Rey, Manera y Rosencof. Estos son los cinco que negociarán la rendición incondicional, cuyo informe publiqué meses atrás y serán ellos los que designen a Fernández Huidobro el interlocutor con el Ejecutivo, es decir con Sendic, quien a esas alturas ya tenía una idea clara de que sus ideas del Tatú y el Segundo Frente habían fracasado. Esto último no lo digo yo, lo dice Blixen.

Cuando Legnani me informó acerca de las condiciones para la “tregua” le dije que estaba convencido de que el MLN no las aceptaría y plantearía una alternativa de tipo político, con el único fin de ganar tiempo, lo que finalmente ocurrió. Pero hay que tener las cosas claras: lo que Fernández Huidobro sale a plantear es la rendición incondicional, sin más alternativa que el pase a la Justicia civil.

Todo lo demás que se diga acerca de las reuniones de junio de 1972 es falso. Todo el esfuerzo para convencer a Sendic y para que éste convenciera a Marenales y a Engler estuvo basado en la posibilidad de que los que no tuviéramos delitos de sangre seríamos tratados con benevolencia. A esos efectos se llegó a elaborar una lista de los presos que se verían beneficiados por tal acuerdo, lo que en la práctica fue señalar con el dedo a los que no podrían acogerse a él, acusándolos de forma indirecta. En esa lista no estábamos incluidos Píriz Budes, Alicia Rey y yo, “por razones internas”, dirá el Ñato. Me consta que hizo el mayor de los esfuerzos posibles para conseguir convencer a Sendic, pero hay que tener en cuenta que era uno de los mayores beneficiados por los posibles acuerdos.

Lo volverá a intentar en julio de 1972, momentos en el que junto con Marenales, Mujica, Wassen y Rosencof le montarán a Efraín un teatrillo para hacerle creer que están siendo torturados salvajemente y convencer a Sendic de la conveniencia de entrar al Florida para pactar su entrega y el fin de la “guerra”

Las reuniones en serio, para la primera tregua, con Zorrilla, Gravina, Pérez Caldas, Legnani, Trabal, Álvarez y Cristi fueron tres y desde el inicio Zorrilla, Gravina y Pérez Caldas se dieron cuenta de que estaban asumiendo un papel peligroso, a espaldas de Bordaberry. Cuando las tratativas trascendieron, se retiraron de inmediato, dejando huérfanos de apoyo a Trabal, Álvarez y Cristi, quienes se dieron cuenta de que el MLN los estaba utilizando para intentar reorganizarse. El que salió peor parado fue Legnani, el promotor de la “tregua”, quien terminó admitiéndome que yo llevaba razón en mis apreciaciones, máxime cuando entre Fernández Huidobro y Wassen tramaron el secuestro de Méndez ante un eventual fracaso de las negociaciones.

(63) 30 de diciembre de 2019

Blixen: Hubo de todo, menos ingenuos; algunos, como Wilson Ferreira, dirán después que se equivocaron, otros como Sanguinetti esgrimirán la mentira y la tergiversación al nivel de arte. El poder político prefirió la dictadura a los cambios, y esa opción, que lleva a sus principales representantes a negar la evidencia, a ignorar las propuestas del Frente Amplio, a darle la espalda a la negociación, tendrá un precio tan alto, que en lo que falta del siglo repetirán sus pactos con el diablo con tal de no asumir la pesada responsabilidad. A mediados de 1972 todavía era posible impulsar la paz, impedir el terrorismo de Estado, frenar los intentos golpistas y recomponer la convivencia democrática sobre la base de cierta justicia social, precisamente porque los tupamaros estaban seriamente golpeados. La mezquindad y la cobardía que algunos evidenciaron en aquellos momentos estaban en relación inversa al desprendimiento y la valentía que exhibió Raúl Sendic. No existen muchos antecedentes de jefes revolucionarios que, acosados, perseguidos, se hayan arriesgado a entrar desarmados en el cuartel enemigo para discutir los términos de una negociación, que además, sabían destinada al fracaso. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 244.

Amodio: Wilson estaba tan interesado como Sanguinetti en la destrucción del MLN. Ante eso, no hubo diferencias. También coincidieron en el error de creer que los militares, una vez cumplida su misión, se retirarían a los cuarteles. Subestimaron también la capacidad de un sector importante, aunque no mayoritario y mucho menos con poder dentro de las FF.AA., de entender que la razón de existir del MLN tenía causas políticas, que muchas de ellas eran válidas y eran provocadas por quienes se beneficiaban de ellas. Ahora bien, a mediados de 1972, lo que estaba en juego era otra cosa: era la rendición incondicional o continuar con una lucha que se había comprobado el MLN no estaba en condiciones de mantener. Y el MLN eligió continuar la lucha.

Reconocer que se había fracasado en lo político al no haber provocado en la población el apoyo que necesitaba para mantenerse, y que en lo militar la derrota era inapelable, era un trago muy difícil de asumir, pero hubiese significado un cierto grado de grandeza y de honradez intelectual. Pero pretender imponer a la fuerza vencedora tus condiciones, máxime cuando ellas son la razón del enfrentamiento, entra dentro de lo demencial. Porque demencial fue creer que no solo la fuerza vencedora, sino además el poder político que la sustentaba, iba a aceptar una contrapropuesta que convertía al derrotado en triunfador. Y si de cobardía y mezquindad se habla, Sendic y quienes lo secundaron son un ejemplo mayúsculo. No otra cosa se puede decir de quienes deciden continuar enviando a la tortura y a la muerte a militantes indefensos, tanto material como moralmente.

El tótum revolutum que Blixen intenta para mantener la idea de un Sendic líder político y moral no se sostiene en absoluto. En junio de 1972, Sendic no entró a negociar nada a ningún cuartel. El Ñato le hizo de intermediario, intermediario desairado, además, ya que el Ñato era acérrimo defensor de la rendición incondicional y Sendic será el que pondrá punto y final a las conversaciones decidiendo la ejecución del coronel Artigas Álvarez, sin conocer su nombre siquiera, por la simple razón de que su ejecución era más sencilla que otras.

(64) 31 de diciembre de 2019

Blixen: Entre muchas otras, la razón principal por la cual se ha puesto tanto empeño en ocultar aquellas negociaciones tiene que ver con la contrapropuesta que Sendic opuso a la propuesta de rendición incondicional: suspensión de las acciones, desmovilización de los combatientes y entrega de las armas a la Iglesia, si el Parlamento aprobaba una ley de Pacificación que incluyera la colonización del interior mediante la expropiación del latifundio improductivo y la creación de una industria pesquera en la costa atlántica. Sendic salió de los cuarteles como entró, clandestino, y eso habla bien de los oficiales que empeñaron su palabra; y al mismo tiempo habla muy mal de quienes le dieron la espalda a la pacificación. Las negociaciones, y en particular la decisión de Sendic de meterse en la boca del lobo son un instante crucial, determinante, de nuestra historia reciente. Y por su carácter de epopeya, de hito revelador, se mantiene en silencio, se oculta, se ignora y se sigue negando 28 años después. Sendic, acción y legado, Trilce 2010, pág. 245.

Amodio: Ya me he referido a la contrapropuesta, pero de la sucinta relación que Blixen hace de la misma surge con claridad lo desatinado del planteo. Ahora bien, cuando se dice Sendic salió de los cuarteles se pretende dar la idea de una voluntad y una actividad pacificadora que no existió. Sendic entró a un solo cuartel, El Florida, el 25 de agosto de 1972, cuando ya las negociaciones por la tregua no existían, se había reinstaurado la tortura y aquellos militantes que habían recibido la directiva de resistir las detenciones eran ametrallados sin miramientos. Es más, lo hace para reunirse con militares que no tienen ninguna capacidad de incidir en la marcha del proceso: son capitanes y tenientes, la mayoría de los cuales, con razón o sin ella, estaban señalados por varios militantes presos en el mismo Florida como los responsables de la muerte de otros detenidos, como Fachinelli y Pérez Lutz.

Entonces, ¿a qué entró Sendic al Florida en agosto de 1972? A participar de las reuniones en las que empezaron a forjarse las comisiones por los ilícitos económicos, que a su vez fueron el intento de “peruanizar” a un sector de las FF.AA., utilizando a los oficiales jóvenes del Florida como punta de lanza y de las que Fernández Huidobro hace mención en más de una ocasión. Cuando ya las comisiones estaban funcionando y militantes tupamaros presos salen a la calle acompañados por oficiales y se producen las detenciones de los involucrados en los ilícitos por los presos y sus informantes, es que empieza a tomar sentido la frase “entonces, ¿por qué peleamos”?

Comienza a pensarse en la posibilidad del “golpe bueno”, forzado desde abajo, por la joven oficialidad, pero carente de toda perspectiva de concreción dada la correlación de fuerzas interna, ya que el único oficial que aparece vinculado es el coronel Ramón Trabal, cuyas aspiraciones de desempeñar el papel de Juan Velázco Alvarado en Perú eran similares a las de Fernández Huidobro por convertirse en el portavoz del extinto MLN. Ambos convencerán a Wilson Ferreira Aldunate para que sea el portavoz civil del “golpe bueno”, el golpe a “la peruana”

Durante esas tratativas, oficiales y dirigentes tupamaros se otorgaron mutuamente algunas inmunidades, que se hicieron extensivas a quienes las facilitaron, prestando sus casas como puntos de reunión y se manejó la posibilidad de fraguar la detención de Sendic para evitarle a este la deshonra de su rendición. Finalmente, la detención de Sendic por un grupo de la Marina ajeno a las tratativas impidió que el simulacro se realizara y el “soy Rufo y no me rindo” era parte del simulacro y voceado por Sendic por si en el procedimiento que casi le cuesta la vida se encontrara algún oficial afín a las tratativas.

Solo me falta decir que el que se dijo que participaba en las reuniones con los militares, golpistas o no, y para una cosa o para la otra, era yo, como se encargaron de pregonar Wilson Ferreira Aldunate y Jorge Batlle, que ya contaban con el testimonio de Fasano, sin que Ettore Pierri, que entraba y salía del Florida a diario, lo sacara de su engaño. ¿O será que lo hacía a sabiendas, para aprovechar la acusación que pesaba contra mí?


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