16.ABR.20 | Posta Porteña 2103

Los Trotskistas y la Panacea del Impuesto-Anticrisis

Por ASTARITA

 

En una nota anterior (http://www.postaportenia.com.ar/notas/10960/sobre-acumulaci%C3%B3n-y-riqueza-en-tiempos-de-virus/) critiqué la idea, lanzada por partidos trotskistas, de que poniendo un impuesto a las grandes fortunas y ganancias se pueden mantener los ingresos de la población trabajadora, a pesar del cierre de la economía. Sostuve que eso es imposible y que el programa socialista frente a las crisis no pasa por los impuestos, sino por la expropiación de los medios de producción y su puesta en funcionamiento bajo control y administración de los trabajadores.

Rolando Astarita 15 abril 2020

 En los días que siguieron a la publicación de la nota los partidos trotskistas no solo mantuvieron  la propuesta, sino la ampliaron haciendo todo tipo de cuentas de cómo podría funcionar el asunto. Además, recibí críticas de gente del FIT, muy disgustada con mi enfoque. En particular un lector escribió: “[en el FIT] defendemos un programa de conjunto que plantea la expropiación de los capitalistas y el gobierno de los trabajadores (y lo defendemos con la palabra y con el cuerpo). Eso está fuera de discusión”. Respondo esta crítica porque expresa un pensamiento bastante generalizado en la izquierda argentina.

 Un problema sistemático: dicen que hacen lo que en realidad no hacen

Un problema que enfrento en las discusiones con los trotskistas es que no dicen la verdad acerca de lo que realmente dicen cuando se dirigen a la opinión pública. Así, mi crítico afirma que el FIT levanta el impuesto articulado en un programa y una perspectiva de “gobierno obrero” (¿revolucionario?; véase más adelante). Enfatiza incluso que eso “está fuera de discusión”. Pero esto no es cierto. Los representantes y dirigentes del FIT no hacen lo que él dice que hacen. Por el contrario, sistemáticamente, cuando adelantan sus propuestas y consignas en los medios, las presentan aisladas, como si fueran un avance en sí mismas y aplicables, con contenido progresista, por un gobierno burgués.Y este es el eje de mi crítica. 

Es que, como expliqué en otros escritos, la agitación de demandas transicionales  tiene un contenido burgués y reaccionario, si no se las enlaza a un programa revolucionario, y si no se dice qué clase social, y desde qué poder (no basta que sea un gobierno obrero), las va a aplicar. Desarrollé este asunto en mi Crítica del Programa de Transición y en otras notas. Puede verse una exposición sintética en la crítica de Engels a la agitación burguesa reformista de demandas transicionales (https://rolandoastarita.blog/2010/09/14/engels-y-el-arte-de-hacer-politica/).

Agitación burguesa-reformista en la que incurren, permanentemente, los trotskistas. La vinculación y subordinación de la demanda agitada con el programa y con el poder obrero la presentan, a lo sumo, en documentos internos. Nunca en los medios de comunicación masiva. Doy algunos ejemplos, que pueden rastrearse en este blog:

 Sobre impuestos directos / indirectos

Cuando critiqué la propuesta de Altamira y el PO de reemplazar los impuestos indirectos por los directos, sostuve que esa medida no tenía sentido progresista (o sea, favorable a los trabajadores) si la misma era aplicada por un gobierno capitalista. Extrañamente, el PO registró mi crítica y pareció aceptar que yo tenía razón. Sin embargo, sus dirigentes continuaron con la demanda -en la TV, por caso- sin decir palabra sobre el programa revolucionario, ni sobre la clase social que debería aplicarla. En consonancia, jamás explicaron que la medida en sí no era significativa para la clase obrera.

 Reparto de las horas de trabajo para acabar la desocupación

 Poco tiempo después apareció la manía (hay oleadas de consignas de moda) de pedir la reducción de la jornada laboral, con igual salario, hasta acabar con la desocupación. Ante esto dije, de nuevo, que la desocupación es inherente al capitalismo y que esto había que explicarlo a las masas; también sostuve que la reducción de la jornada laboral hasta acabar el desempleo debía ser aplicada por un gobierno obrero y revolucionario, y articulada en un programa de transición anticapitalista. Para eso incluso expliqué la diferencia de contenido con la demanda tradicional de las ocho horas de trabajo. E insistí en que no tiene sentido exigir medidas de transición al socialismo a un gobierno burgués.

A estas críticas no hubo la respuesta (volvimos a la normalidad) y los Del Caño y las Bregman siguieron con su milagrosa receta para acabar el desempleo en cuanto medio público tenían a mano. Por supuesto, nunca explicaron en los medios que no había forma de conciliar su solución con la teoría de Marx del ejército industrial de reserva. Así como tampoco citaron algún caso en que su propuesta hubiera tenido éxito en algún país capitalista. Hablaban como iluminados descendidos desde el Olimpo con la buena nueva para la humanidad. Por eso en el blog publiqué notas sobre la experiencia en Francia. En ese país se redujo la jornada laboral con el fin declarado de aumentar el empleo. Sin embargo, la medida fue utilizada por el capital para precarizar más el trabajo. Incluso los sindicatos denunciaron que la reducción de la jornada de trabajo había resultado ser un caballo de Troya de la patronal. Los milagreros hicieron prudente silencio sobre el tema y siguieron en lo suyo.

 El no pago de la deuda externa

 En varias oportunidades sostuve que esa medida, instrumentada por un gobierno burgués (de hecho, bajo la forma de default) no es salida para los trabajadores. La anulación de las deudas tiene un sentido progresivo si es asumida por un gobierno revolucionario, en transición al socialismo (y en esa eventualidad, habrá que ver cómo se instrumenta, como alguna vez explicó Lenin a los comunistas alemanes). Poco les importó. El no pago de la deuda, como medida “en sí” (esto es, no articulada a un programa, no subordinada a qué poder de clase la aplica) sigue siendo agitada como gran solución para la economía argentina (con los inevitables condimentos patrióticos, faltaba más).

 "Gobierno de los trabajadores" 

El escamoteo de la cuestión del poder para aplicar el programa de transición al socialismo se complementa con una más o menos repetida referencia al "gobierno de los trabajadores". Lo dice mi crítico en su comentario, y lo he escuchado en más de una oportunidad. Pero hablar de un gobierno de los trabajadores no significa nada si no se especifican las condiciones para aplicar un programa de transición al socialismo. Después de todo, el PT de Brasil o Solidaridad polaca fueron "gobiernos de los trabajadores". Como lo fueron también gobiernos laboristas en otras partes del mundo. Por eso la condición necesaria e imprescindible para aplicar un programa (no una consigna, sino un programa) de transición al socialismo es el quiebre revolucionario del poder del capital y su Estado por la clase obrera. Pero esa condición los oportunistas no la especifican en los medios. Aunque sí la admiten en documentos internos. Todo sea para mantener el espíritu rojo de la militancia,

Para que se entienda la crítica (que viene de Engels): lo central es explicar que no hay medida transicional, aplicada dentro del régimen burgués, o por un Estado burgués, que solucione los problemas de las masas trabajadoras. Y esto es lo que no se dice. Por eso no fue casual que Del Caño y Bregman, por caso, no explicaran que la desocupación en el capitalismo no puede ser suprimida reduciendo las horas de trabajo. No fue un olvido, un descuido. Sabían por qué decían lo que decían. Y en ese marco conceptual, hablar del gobierno de los trabajadores es declamación sin contenido socialista. 

De ahí también la contradicción de “exigir” al gobierno burgués la escala móvil de horas de trabajo, el impuesto al capital o la estatización de medios de producción, entre otras medidas.  Esto es, se le pide, de hecho, a un gobierno capitalista que inicie una transición a un régimen no capitalista. Una contradicción en los términos, que se mantiene despreocupadamente, y lleva a aberraciones.

Por ejemplo, pretender que se puede acabar con la desocupación votando leyes de prohibición de los despidos. Algo utópico Lo he dicho muchas veces, apelando a las explicaciones de Marx. Pero les importó un rábano: constantemente le han exigido al gobierno burgués que prohíba los despidos como respuesta a la crisis. Lo han propuesto en el Parlamento. Entonces... ¿de qué "gobierno obrero" están hablando? ¿Hay una forma más pura de cretinismo parlamentario que esta?

La última novedad: superar males de la crisis poniendo impuestos al capital

Ahora estamos con la nueva panacea para suprimir algunos de los principales males de la crisis y del freno de la actividad económica: los I-M-P-U-E-S-T-O-S  “a las grandes fortunas, los activos del capital y las ganancias”

Con semejante medida, afirman, se podría sostener nada menos que a toda la clase obrera que ha dejado de producir con la cuarentena; más, por supuesto, los gastos en salud pública. Tengamos en cuenta que el 50% de los trabajadores en Argentina está en la informalidad o es cuentapropista, con ingresos cero o casi cero por estos días. Y que muchos otros -en particular empleados en Pymes- están sufriendo caídas de salarios, suspensiones, cuando no despidos. ¿Qué nos dicen los reformistas toda solución ante semejante desastre social? Pues que el remedio (al menos para el mal más grave, la caída de ingresos de las masas trabajadoras) está al alcance de la mano. Repito, I-M-P-U-E-S-T-O-S para dar ingresos a más del 50% de la población obrera. ¿No es maravilloso? ¿Cómo no se nos había ocurrido? 

Por supuesto, una vez más, no explican que un impuesto aplicado por un gobierno burgués no es ningún progreso para las masas. Al respecto, y por enésima vez pregunto: ¿Qué poder de clase, estatal, aplicaría ese impuesto? ¿Qué poder de clase abrirá e inspeccionará los libros de contabilidad? ¿Qué poder de clase puede entrar en los paraísos fiscales tipo Panamá o Seychelles?

Pero además, ¿qué poder de clase dirigirá los eventuales recursos incautados para satisfacer las necesidades de la población? Como siempre, esas preguntas cruciales evitan formularse en los medios (otro asunto es un debate entre “entendidos”)

Por otra parte se insiste en que con ese impuesto “alcanza y sobra”

¿Para atender a las necesidades básicas de la población que quedó sin trabajar? ¿Atenderlas con billetes obtenidos del impuesto? ¿No se dan cuenta de que si no se producen valores de uso, no hay manera de “atender a las necesidades básicas de la población?” ¿Y que por lo tanto no basta con expropiar dinero atesorado (como si ese dinero fuera oro metido en bóvedas de bancos)?

La realidad (materialista, mal que les pese) es que para satisfacer las necesidades de las masas se necesita producir valores de uso. Y esta producción es el resultado de la combinación de medios de producción -que están en manos de la burguesía- con el trabajo.

Esta es una noción crucial. Para ver por qué, examinemos un momento el argumento de un peronista de derecha, Guillermo Moreno. En varias oportunidades ha dicho que “los ricos viven de su riqueza”. ¿Cierto? No, no es cierto.

La clase capitalista (no los ricos en general, sino la clase capitalista) no vive “de su riqueza”, sino del plustrabajo suministrado por la clase obrera. Y no solo vive de ese plustrabajo, sino acumula riqueza gracias a él. Una riqueza que principalmente tiene la forma social de derechos sobre futuras plusvalías, y derechos de propiedad sobre los medios de producción.

Por lo tanto, el origen de los problemas no es “riqueza acumulada” en algún sótano, sino la propiedad del capital; que no es otra cosa que coerción sobre la fuerza de trabajo para obligarla a rendir sobretrabajo.  Por eso para el marxismo la oposición no es entre “ricos y pobres” (concepción de los Moreno, de los Bergoglio, del socialismo burgués y pequeño burgués), sino entre la clase capitalista y la clase obrera. Oposición antagónica irreductible en la sociedad dividida en clases.

En consecuencia, el programa del socialismo plantea expropiar y poner a funcionar los medios de producción bajo control de los productores. Los impuestos instrumentados por un gobierno burgués, dentro del modo de producción capitalista, no arreglan nada esencial para las masas trabajadoras.

En última instancia, eso se reduce a una vulgar discusión de tenderos al interior de la clase dominante, en la cual los marxistas no tenemos por qué meternos. Esto aunque les pese a los reformistas, siempre atentos a descubrir “alas progresistas” en las filas del capital.

Por eso también un plan de impuestos progresivos tiene sentido a la manera en como lo presentaron Marx y Engels en El Manifiesto Comunista: como parte de un programa revolucionario a aplicar por un gobierno revolucionario. Pero los “socialistas siglo XXI” han transformado al programa socialista en un programa de impuestos. De ahí que se lo exigen a gobiernos y Estados capitalistas. ¿Qué sentido tiene esto? 

¿Por qué a Marx y Engels no se les habrá ocurrido?

Pero además, es ridículo sostener que los males de una crisis se solucionan poniendo impuestos al capital. ¿Por qué creen que a Marx o Engels no se les ocurrió aconsejar a los obreros que, ante una crisis, exigieran impuestos “a las grandes fortunas y a las ganancias” para sostener salarios o puestos de trabajo? ¿Tuvieron que venir las lumbreras de la agitación transicional para ofrecer a las masas la panacea?

Lo cierto es que a Marx y Engels no se les ocurrió por la sencilla razón de que una crisis es un fenómeno objetivo. Crisis y depresión significan desvalorización de capitales, medios de producción parados, elevado desempleo. ¿Cómo se les podía ocurrir que semejante situación se arreglaría, al menos en aspectos esenciales para las masas, poniendo impuestos al capital? ¿Tienen idea los oportunistas de lo que son leyes objetivas? Son leyes que se imponen a los seres humanos “con la misma fuerza con que la ley de gravedad se le impone a quien se le cae la casa encima”.

La ley del valor trabajo es objetiva; no la dominan a conciencia los seres humanos. De la misma manera son objetivas las leyes, descubiertas por Marx, de la acumulación y las crisis. Pero si la crisis significa una gigantesca desvalorización de activos, ¿cómo podía decir Marx que la solución a los principales males para los trabajadores (caída de ingresos), provocados por la crisis, pasaba por cobrar impuestos?

Los planteos deben tener alguna lógica. Marx vivió la crisis de 1848, 1857, 1866, 1873. ¿Pueden responder los genios del impuesto por qué Marx jamás sostuvo que las penalidades de las masas en una crisis podrían superarse en algún sentido fundamental aumentando los impuestos?

El autor de El Capital aconsejaba a partidos obreros y socialistas; fue principal animador de la Primera Internacional. ¿Por qué nunca dio esa receta-solución? ¿Acaso porque despreciaba las penurias de los trabajadores y no le importaba remediarlas? ¿O porque era un científico que no embaucaba a la opinión pública con estupideces? ¿Qué les parece?

Repito, ¿pueden responder esta simple pregunta?  Y lo mismo podemos plantear acerca de Engels y la Segunda Internacional; de Kautsky; Rosa Luxemburgo; Lenin; Pannekoek, y tantos otros. ¿Cómo no se les había ocurrido el impuesto-solución de crisis?

 ¿Colaborar con la burguesía para encontrar soluciones?

 Mi crítico agrega otra objeción que también es típica del oportunismo. Exige que los marxistas le digamos a la burguesía de dónde saca los recursos para satisfacer tal o cual demanda. Por ejemplo, de dónde salen los fondos para un seguro de desempleo, o cualquier otra reivindicación. O sea, los socialistas deberíamos compenetrarnos en cuánta plusvalía tiene acumulada el capital, y de qué manera debe administrarla y distribuirla para atender reclamos. Es el camino más directo hacia la colaboración de clases.   

 Para verlo más claro, supongamos que en una empresa estalla una huelga porque los trabajadores piden aumento de salarios. ¿Qué nos pide el socialismo burgués? Pues que los trabajadores aconsejen a la patronal de qué manera puede reunir los fondos para el aumento que están pidiendo. Lo cual termina en socialistas aconsejando a la burguesía cómo puede mejorar tal o cual situación desfavorable para los obreros. Siempre con afán de ser positivos, de aportar “con soluciones concretas”. Aspiran a que los consideren “estadistas”. Nada menos. ¿Será a esto a lo que mi crítico llama a “defender con el cuerpo”? Para usar una expresión pasada de moda, ¿no parece un ejercicio de filisteos?

 En cualquier caso, Marx y Engels nunca se asumieron como “estadistas” para aconsejar a la burguesía; y menos para engañar a las masas con “soluciones” burguesas. En el mismo sentido Lenin aconsejaba a los revolucionarios “no razonar como estadistas”. ¿Es tan difícil de entender la diferencia de criterios entre estos dos mundos? Sí, para esta gente es muy difícil entenderlo. Es que hoy, ser marxista no reditúa votos ni cámaras. En el ambiente imperante, lo lógico es que El Capitalsea reemplazado por los “focus group”


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