28.ABR.20 | Posta Porteña 2106

Oferta y Demanda y Crisis de Sobreproducción en Engels

Por ASTARITA

 

Algún lector del blog, crítico de Marx, se sorprendió de que en la nota anterior (aquí) haya puesto énfasis en la caída de la demanda y la sobreoferta del petróleo. No sin un dejo de indignación, preguntó cómo es posible que los marxistas hablen de la oferta y la demanda. Además, la oferta y demanda ¿no invalidan la ley del valor trabajo?  

Rolando Astarita  26 abril 2020

 La respuesta es que no la invalidan. Más aún, y como planté en otros notas, la ley del valor trabajo se impone a través de la competencia. Y es un hecho, objetivamente registrable, que si existe la competencia, hay oscilaciones de los precios según cambios de la oferta y la demanda. Marx jamás negó algo tan evidente. Lo que sí planteó es que la oferta y la demanda no explican nada cuando se igualan. Por ejemplo, si se ofrece el producto X por $100, y se lo demanda también por $100, la oferta y la demanda no explican por qué X vale $100.

O, para verlo de otra manera: si en promedio un automóvil de cierto tipo tiene un precio 500 veces superior al de una bicicleta de cierto tipo, y ambos son reproducibles mediante trabajo y capital, esa diferencia no puede explicarse por variaciones de la oferta y la demanda. Es necesario recurrir a alguna ley del valor que la explique. O para verlo de manera todavía más asequible para los adoradores de las curvas de oferta y la demanda: si los rendimientos en la producción son constantes (curva de oferta horizontal; y es un caso frecuente en la industria) ¿cómo pueden las curvas de oferta y demanda determinar el precio? Imposible. De nuevo, hay que recurrir a alguna teoría del valor que dé cuenta del precio, por fuera de las conocidas curvas.

 Oferta y demanda, sobreproducción y estancacionismo

 Lo anterior es sabido por cualquiera que esté familiarizado con El Capital. Sin embargo, existe otro aspecto del asunto, a saber, las crisis de sobreproducción (de sobreoferta generalizada) que Marx y Engels consideraban inherentes al sistema capitalista. Básicamente la idea de Marx y Engels es que los capitalistas, presionados por la competencia, tienden a aumentar la producción por encima de la demanda; llega entonces un punto en que se abarrotan los mercados; caen los precios y las ganancias, se frena la acumulación y la producción, y aumenta el desempleo. Es la crisis, seguida de la depresión; a la que luego sigue la recuperación, la expansión, y una nueva crisis.  

 El tema es que, si bien esta explicación recorre la obra de Marx y Engels, muchos marxistas la han puesto en un segundo plano. Por un lado, autores como Itoh (1987) y Bell y Cleaver (2002) admiten que esa teoría de la crisis se encuentra efectivamente en textos de Marx, pero sostienen que en su obra madura la habría reemplazado por otra explicación que pone el peso en la lucha de clases. Por otro lado, los marxistas partidarios del enfoque subconsumista afirman que el capitalismo padece una tendencia al estancamiento -debilidad crónica de la demanda, dado el bajo poder adquisitivo de las masas- y que las crisis deben explicarse a partir de este hecho fundamental. Sweezy (1976) es uno de los principales representantes de este análisis, popular en amplios sectores de la izquierda. Como veremos más abajo, la explicación de la crisis por sobreproducción, de Marx o Engels, no debería confundirse con el enfoque subconsumista.     

 A su vez, y desde un enfoque crítico de la tesis del subconsumo, muchos marxistas explican las crisis por la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Un ejemplo característico es Henry Grossmann, y su libro sobre la acumulación y el derrumbe, de 1929. Para lo que nos interesa ahora, destaco que, según Grossmann, incluso habiendo equilibrio entre la oferta y la demanda, la caída tendencial de la tasa de ganancia termina provocando la crisis y el derrumbe. La sobreproducción sería una consecuencia de la caída, pero no la causa. Shaikh (2000) siguió la misma línea de razonamiento. Mandel (1979), por su parte, explicó eventuales grandes ciclos de acumulación y recesión también por la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Tanto en Shaikh como en Mandel, el impulso a la sobreproducción quedó en un segundo plano. Y apoyándose en estos autores, muchos marxistas (es típico en el trotskismo) sostienen que la caída de la tasa de ganancia habría llegado a un punto en que se ha instalado, de forma permanente, el estancamiento. De nuevo, el impulso a la sobreproducción y sobre acumulación pasa a un segundo plano, o sale de la escena.

  Combinada con las anteriores explicaciones, también se ha sostenido que en el capitalismo contemporáneo los monopolios estrangulan el progreso tecnológico y controlan la producción y los precios. Puede verse, por ejemplo, Trotsky (1940) sobre monopolio y progreso tecnológico. Y Mandel (1969), sobre el control de producción, precios y ganancias por las grandes compañías. Un abordaje también imposible de cuadrar en el planteo de Marx y Engels sobre el impulso a la sobreproducción, y el carácter objetivo del mismo.

 Como no podía ser de otra manera, estas diferentes teorías sugieren programas de investigación muy diferentes. Es que si se impuso la tendencia al estancamiento, el problema a explicar es cómo puede haber períodos de crecimiento del capitalismo más o menos sostenido (para los defensores de la tesis del estancamiento crónico esta dificultad es máxima en relación al boom de 1950 a 1974). De ahí la inclinación a presentar las fases de crecimiento del capitalismo como “excepciones”; y a desconocer,  o minusvalorar, los datos que contradigan la creencia establecida. Inversamente, si el capitalismo tiende a la ampliación de la producción por encima de las capacidades de absorción del mercado, el problema a explicar es por qué ese impulso desemboca en crisis periódicas y de carácter cada vez más internacional. Pienso que esta última es la problemática esencial que anida en la teoría de la crisis de Marx y Engels.

 Interludio “personal”

 Debido a que actualmente soy crítico del enfoque Grossmann – Shaikh, considero necesario decir que durante mucho tiempo adherí al mismo. Esto es, defendí que las crisis, al menos las más profundas, son el resultado de caídas de largo plazo de la tasa de ganancia. Sin embargo, la Gran Recesión de 2008-09 me obligó a revisar la tesis. Es que en los 20 o 25 años anteriores a su estallido no se registra ningún movimiento claro de baja de la tasa de rentabilidad en EEUU (aquí). Lo cual me incitó a revisar también los datos previos a la crisis de 1930. Y lo que muestran esos datos es que en los 15 años anteriores a 1929 (antes de 1915 no tenemos información confiable) no se advierte tendencia alguna a la baja de la tasa de ganancia. Por otra parte, y considerando el asunto en retrospectiva, es claro que Marx no intentó explicar las crisis de su tiempo a partir de la ley tendencial de la tasa de ganancia. Lo cual parece lógico: si la ley actúa a largo plazo ¿cómo puede dar cuenta de la recurrencia decenal de las crisis del siglo XIX?

 En definitiva, estas cuestiones que no encajaban en los esquemas con que intenté entender las causas de la Gran Recesión,  me indujeron a orientar el estudio en otra dirección. Fue por eso que hace ya años emprendí una revisión de las varias teorías marxistas sobre las crisis, así como una relectura de los textos de Marx y Engels acerca de las crisis. Y comencé a recoger evidencia empírica sobre las tendencias a la sobreproducción que se manifiestan poco antes del estallido de las crisis. Parte de esta elaboración la volqué en las varias entradas de la nota “Teoría marxista de la acumulación y crisis” (ver aquí, aquí, y subsiguientes). Sin embargo, el estallido de la actual crisis interrumpió esa exposición.

Aunque también en cierto sentido la aceleró, ya que puso en primer plano la dinámica de la sobreproducción, y una cierta urgencia en tratar el tema. Por lo tanto, en lo que sigue amplío sobre la sobreproducción en la rama del petróleo, a la que me referí en la nota anterior, y presento lo esencial de la explicación de Engels de la crisis por sobreproducción. En futuras entradas presentaré más evidencia sobre la realidad de la sobreproducción, y abordaré los textos de Marx acerca de la crisis.

 La sobreproducción de petróleo es anterior a la irrupción del virus

 Efectivamente, bastante antes del estallido de la pandemia había síntomas claros de sobreproducción en el mercado del petróleo. Así, entre julio y agosto de 2019 la Agencia Internacional de Energía (AIE por sus siglas en inglés) destacaba que la oferta global del crudo había excedido, en los primeros seis meses, la demanda por unos 0,9 millones de barriles diarios. También informaba que la OPEP y Rusia habían mantenido fuera del mercado 1,2 millones de barriles diarios para no perjudicar más los precios. Lo cual aumentaba los stocks de acopio, y acentuaba la presión bajista en el precio del crudo.

 Pero había incluso algo más interesante: a pesar del contexto bajista del precio, la agencia esperaba que en 2020 la oferta por parte de los productores no OPEP se incrementara en 2,1 millones de barriles / día. Era un poco más que los 2 millones de barriles / día que se había incrementado la producción en 2019. La IEA decía también que una esperada caída de la demanda del crudo de la OPEP podría provocar una caída de la producción del grupo de 28 millones de barriles / día; el nivel más bajo desde los mínimos de 2003.

 A su vez la OPEP constataba que en 2019 los productores de estadounidenses se aprovechaban de los recortes de la producción que había hecho el cártel para elevar la producción y desplazar a Arabia Saudita como primer productor mundial. Esta creciente producción ponía más presión sobre el precio del WTI (West Texas Intermediate). Pero a su vez Arabia Saudita y Rusia presionaban por recuperar participación en el mercado, aunque preveían que la demanda no podría absorber la producción global. Todo lo cual podía llevar, preveían muchos analistas, a un colapso de los precios similar al ocurrido en 2014. 

Tengamos presente que a partir de junio de 2014 y hasta comienzos de 2016 el precio del crudo se hundió un 70%; pasó de u$s 115 en junio de 2014 a u$s 35 en febrero de 2016. Fue una caída bastante mayor que la que registraron otras materias primas, y por lo tanto no podía explicarse por la mera desaceleración de la demanda china. De hecho, el disparador de la caída de los precios fue el crecimiento de la producción en EEUU (más cambios en la política de la OPEP). Con el agravante de que la caída de los precios no impulsó la actividad económica en EEUU y China, y desaceleró las economías de los países productores. Además, se registró una fuerte caída de las inversiones petroleras. La inversión global en exploración y producción cayó de u$s 700.000 millones en 2014 a u$s 550 en 2015. A lo que se sumaron fuertes reducciones de la inversión en otros sectores. 

 Algunos hechos a destacar

 En primer lugar, la realidad de la guerra de precios. Contra lo que afirman los defensores de la tesis “los monopolios administran los precios”, las guerras de precios son una realidad. Es competencia “a muerte” entre grandes compañías, sean privadas o estatales (y los gobiernos que los apoyan)

 En segundo término, las guerras de precios pueden intensificarse aunque las ganancias estén cayendo.

 Lo cual nos lleva a una tercera cuestión: la producción también escapa del control de los capitales. Es que aquel que no produce pierde definitivamente; aunque todos sean conscientes de que no hay espacio en el mercado para todos.

 Esta dinámica la vemos en los textos de Engels que comentamos enseguida. Y se repite, con alcances cada vez más globales, en muchísimas ramas, en el capitalismo actual.

 Engels y la tendencia a la sobreproducción

 Sintetizo lo central sobre las crisis a partir de tres textos: el “Esbozo…” de 1843; el Anti-Dühring; y el Prefacio de 1884 a Miseria de la filosofía.

 Esbozo…

 En el “Esbozo de crítica de la Economía Política”, de 1843 Engels sostiene que las crisis comerciales “reaparecen con la misma regularidad que los cometas”; que “se reproducen, por término medio, cada cinco o siete años”, y provocan “mayor miseria y consecuencias más desastrosas” que las grandes pestes (p. 174). Explica que si los productores supieran cuánto necesitan los consumidores, y organizaran la producción y distribución según esas necesidades, no habría esas oscilaciones y crisis. “Pero mientras se siga produciendo como hasta aquí, de un modo inconsciente y atolondrado… seguirá habiendo crisis comerciales, cada una de las cuales será, necesariamente, más universal y, por lo tanto, más devastadora que las anteriores…”. Las mismas empujarán a la miseria a muchos pequeños capitalistas, aumentará la clase obrera y el proceso terminará provocando una revolución social (p. 175).

 Anti-Dühring

 La explicación parte de la característica esencial del capitalismo: una sociedad en la que cada cual “produce para sí con los medios de producción que casualmente tiene y para su individual necesidad de intercambiar. Ninguno de ellos sabe cuánta cantidad de su artículo está llegando al mercado, cuánta de ella se necesita y usa realmente, nadie sabe si su propio producto va a encontrar una necesidad real, si va a poder cubrir costes, y ni siquiera si va a poder vender” (268-9). Reina entonces la anarquía de la producción social. Sin embargo, por debajo existen leyes inseparables de la forma de producción que “se imponen frente al productor individual en forma de leyes constrictivas de la competencia”. Eso es, actúan “como ciegas leyes naturales de su propia forma de producción. El producto domina a los productores” (p. 269)

 Es esa constricción la que obliga a aumentar la producción a fin de sostener, o incrementar, si es posible, la participación en el mercado. “El que pierde es eliminado sin compasión. Es la lucha darwiniana por la existencia individual…” (p. 270). También: “La enorme fuerza de la expansión de la gran industria… se manifiesta ahora como una necesidad cualitativa y cuantitativa de expansión, la cual se impone a cualquier contrapresión. La contrapresión es el consumo, la salida de productos, el mercado de los productos de la gran industria”. Sin embargo, “la expansión de los mercados no puede producirse al ritmo de la expansión de la producción. La colisión es inevitable… la colisión se hace periódica” (pp. 272-3: énfasis agregado). Son las crisis de sobreproducción. Y lo ilustra con la historia del capitalismo:

 “Desde 1825… fecha en la cual estalló la primera crisis general, todo el mundo industrial y comercial, la producción y el intercambio de todos los pueblos civilizados y de sus apéndices más o menos barbáricos, salen de quicio aproximadamente cada diez años. El tráfico queda bloqueado, los mercados se saturan, los productos se almacenan tan masivos como invendiblemente, el dinero líquido se hace invisible, desaparece el crédito, se paran las fábricas, las masas trabajadoras carecen hasta de alimentos por haber producido demasiado, una bancarrota sigue a otra, y lo mismo ocurre con las ejecuciones forzosas en los bienes. Esta situación de bloqueo dura años, fuerzas productivas y productos se desperdician en masa, se destruyen, hasta que las acumuladas masas de mercancías, tras una desvalorización mayor o menor, van saliendo finalmente, y la producción y el intercambio vuelven paulatinamente a funcionar. La marcha se acelera entonces progresivamente y pasa al trote; el trote industrial se hace luego galope, y esta vuelve a culminar la carrera a rienda suelta de un completo steeple-chase [carrera de obstáculos] Industrial, comercial, crediticia y especulativa, para llegar finalmente, tras los más audaces saltos, a la fosa del nuevo crack. Y así sucesivamente. Todo eso lo hemos vivido desde 1825 cinco veces y lo estamos experimentando en este momento (1877) por sexta vez. (…) La contradicción entre producción privada y apropiación capitalista irrumpe en las crisis con gran violencia” (p. 273)

 Nótese la naturaleza interna, esto es, inherente al capital, de la crisis: “El mecanismo entero del modo de producción capitalista fracasa bajo la presión de las fuerzas productivas engendradas por él mismo” (p. 274). Es lo opuesto a las explicaciones de tipo neoclásico de las crisis, cuyas causas remiten siempre a shocks externos a la economía.

 La crítica al subconsumo en el Anti-Dühring

 Como alertamos más arriba, la explicación anterior no debe confundirse con la tesis subconsumista, que es criticada por Engels. Al respecto señala, en primer lugar, que la limitación del consumo de las masas no es nueva en la historia humana. A lo largo de la historia siempre las masas explotadas se encontraron “muy lejos de poder disponer de su producto anual para el consumo” (p. 283). De manera que si las crisis de sobreproducción se producen desde hace medio siglo, no pueden explicarse por el escaso consumo de los explotados, que tiene milenios de edad. Y agrega Engels: “El subconsumo de las masas es una condición necesaria de todas las formas de sociedad basadas en la explotación y, por lo tanto, también de la sociedad capitalista; pero solo la forma capitalista de la producción lleva ese subconsumo a elemento de una crisis. El subconsumo de las masas es, pues,  también una condición de las crisis…; pero nos informa tan poco de las causas de la actual existencia de las crisis como de las causas de su anterior inexistencia” (ibid.)

 A fin de reforzar su punto, presenta un ejemplo tomado de la vida real. En la ciudad de Oldham, dedicada a la industria algodonera, el número de husos dedicados a producir cierto tipo de hilo había pasado, en cuatro años, de 2,5 millones a 5 millones. Así, en esa sola ciudad había tantos husos de un solo tipo como los que poseía la industria algodonera en toda Alemania. Pero entonces era imposible explicar “el actual colapso de la salida del hilado de algodón y sus tejidos en Inglaterra por el subconsumo de las masas y no por la sobreproducción de los fabricantes de algodón” (p. 284).

  Engels y el “Prefacio…” de 1884

 En el Prefacio a Miseria de la filosofía Engels vuelve sobre la tendencia de la producción capitalista a superar a la demanda. De nuevo encontramos el impulso a producir con el objetivo de valorizar el capital, por encima y por fuera de toda planificación y control social. “En la moderna sociedad burguesa cada capitalista industrial produce por su cuenta y riesgo: lo  que quiere, cómo quiere y cuánto quiere. Pero las necesidades sociales son para él algo ignoto, tanto con respecto a la calidad y el género de los artículos que se requieren, como en cuanto a su cantidad”. Sin embargo, bien o mal se satisfacen las necesidades, y esto ocurre por la competencia, que obliga a los precios o subir o bajar según las variaciones de las necesidades sociales.

Precisa Engels: “Solo gracias a las oscilaciones de la competencia, y por lo mismo, de los precios de las mercancías, se abre paso la ley del valor de la producción mercantil y se transforma en una realidad la determinación del valor de la mercancía por el tiempo de trabajo socialmente indispensable” (p. 15; énfasis agregado). Poco después enfatiza que “la competencia pone en acción la ley del valor” Y señala el carácter anárquico de la producción capitalista: “Solo la desvalorización o el encarecimiento excesivo de los productos muestran de modo tangible a los diferentes productores qué y cuánto se necesita para la sociedad y qué no se necesita. (...)

Cuando la producción mercantil alcanza las dimensiones del mercado mundial, la correspondencia entre la producción… y el mercado… se establece por medio de la crisis comercial” (p. 16; énfasis añadido).

 Textos citados:


Bell, P. y H. Cleaver (2002): “Marx’s Theory of Crisis as a Theory of Class Struggle”, The Commoner, Autumn,https://www.researchgate.net/publication/246771683_Marx's_crisis_theory_as_a_theory_of_class_struggle/link/53d1b6dd0cf220632f3c496b/download
Engels, F. (1968): Anti – Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, México, Grijalbo.
Engels, F. (1981a): “Esbozo de crítica de la Economía Política”, Escritos de juventud, pp. 160 – 184, México, FCE.
Engels, F. (1981b): “Prefacio a la primera edición alemana” de Miseria de la filosofía, Moscú, Progreso.
Grossmann, H. (1984): La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, México, Siglo XXI.
Itoh, M. (1987): La crise mondiale. Théorie et pratique, Paris, Etudes et Documentation Internationales.
Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, México, Era.
Mandel, E. (1979): El capitalismo tardío, México, Era.
Shaikh, A. (2000): Valor, acumulación y crisis, Bogotá.
Sweezy, P. (1976): Teoría del desarrollo capitalista, México, FCE.
Trotsky, L. (1940): El pensamiento vivo de Karl Marx, Buenos Aires, Losada.


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