28.ABR.20 | Posta Porteña 2106

El cretinismo parlamentario y la tradición del marxismo

Por ASTARITA

 

Desde que estalló la crisis económica partidos de izquierda y dirigentes sindicales reclamaron al Congreso argentino,  una ley de prohibición de despidos. Finalmente, en mayo de 2016 el Parlamento aprobó una ley de prohibición de despidos por 180 días. Macri la vetó. Del Caño, del PTS, dijo que Macri había vetado “las únicas leyes [la otra era sobre tarifas] del Congreso que salieron a favor del pueblo

Rolando Astarita 28 abril 2020

 Con la subida del nuevo gobierno, en diciembre pasado, la situación no cambió. Sin embargo, a partir de la pandemia y el hundimiento de la actividad económica, el presidente Fernández dispuso, mediante  Decreto de Necesidad y Urgencia, DNU la prohibición “de los despidos sin justa causa y por los causales de falta o disminución de trabajo y fuerza mayor”,  y de “las suspensiones por los causales de fuerza mayor o falta o disminución del trabajo” (Página 12, 1/04/2020).

La izquierda consideró la medida insuficiente, y reclamó medidas más contundentes, hasta revolucionarias. Dijo Del Plá: “Desde la banca del Partido Obrero vamos a insistir con nuestro proyecto de ley, que establece la prohibición de despidos y suspensiones por un año en el sector público y privado, abarca a todos los trabajadores en actividad… y establece la reincorporación retroactiva de todos los despedidos en los últimos dos años. Para las empresas que se declaran en crisis o bancarrota, el proyecto establece la creación de una comisión de control obrero con plenos poderes para acceder a la información contable y financiera de la empresa, y para elaborar planes para la continuidad productiva, como la reducción de la jornada laboral sin afectar el salario, si fuese necesario” (aquí)

De manera que de imponerse este reclamo el Congreso prohibiría los despidos, las suspensiones y rebajas de salarios y otorgaría poder a los obreros para controlar y sancionar a los capitalistas, no vaya a ser que se hicieran los distraídos. Revolución vía Congreso, en un Parlamento con mayoría de representantes del capital. ¿No sería mágico?

Sin embargo, los diputados desoyeron el reclamo revolucionario, y los despidos, suspensiones y bajas salariales se multiplicaron. Por lo cual hubo que insistir. De nuevo Del Plá: “El DNU contra los despidos… no lo cumple nadie. Nuestra banca reclamará como prioridad… que se prohíban efectivamente los despidos por un año y que se garanticen la integralidad de los salarios de todos los trabajadores” (aquí, énfasis añadido).

“Prioridad, “garanticen”, “efectivamente”. ¿Cómo es que tardan tanto? Aunque Gabriel Solano informa que “el DNU es papel mojado” (aquí). ¿Insistir para que deje de ser papel mojado? ¿Por medio de una votación, “ahora sí”, de los diputados? 

A todo esto, y para no ser menos, Myriam Bregman, frente al DNU, decía “No puede perderse un minuto. Tienen que prohibirse las suspensiones y despidos. (…) El alcance de esa medida tiene que ser retroactivo al inicio de la crisis… ” (Izquierda Diario, 31/04/2020). “Urgente”, “no hay un minuto que perder”, “tienen que prohibir…” “que sea retroactivo”. ¿Relaciones sociales? ¿Intereses de clase? Son desvaríos teóricos. Con prohibiciones “en serio” y rápidas, esto se puede arreglar. Aunque poco después Bregman y Del Caño escribían: “se multiplican los reclamos y la bronca contra despidos, baja salarial y todo tipo de ataque patronal” (Izquierda Diario, 7/04/2020). Lo cual es expresión de un hecho socialmente objetivo en el capitalismo: la crisis, el cierre de empresas y la desocupación no se suprimen con decretos, ni con discursos y leyes. Pensar que pueda ser de otra manera, lo he planteado en otras entradas, es síntoma de esa “incurable enfermedad” que es el “cretinismo parlamentario”. Una expresión que rescatamos de las tradiciones del socialismo revolucionario, y mantiene plena vigencia. La presentamos brevemente.

Cretinismo parlamentario y la tradición del marxismo

Engels utilizó la expresión “cretinismo parlamentario” en Revolución y contrarrevolución en Alemania, para referirse a la actuación de la izquierda en la Asamblea de Frankfurt. Escribe: “desde el mismo comienzo de su carrera legislativa [la izquierda] ha estado más contagiada que cualquier otra minoría de la Asamblea de la incurable enfermedad denominada cretinismo parlamentario, afección que imbuye a sus desgraciadas víctimas la solemne convicción de que todo el mundo, toda su historia, todo su porvenir se rige y determina por una mayoría de votos emitidos en esa singular institución representativa que tiene el honor de contarlos entre sus miembros y que cuanto sucede extramuros de su sede: las guerras, las revoluciones, la construcción de ferrocarriles, la colonización de continentes enteros, los descubrimientos de oro en California, los canales de América Central, los ejércitos rusos y cualquier otra cosa más que pueda pretender a influir algo en los destinos de la humanidad no es nada en comparación con los inconmensurables sucesos que dependen de la solución de cada problema importante, cualquiera que sea, de los que ocupa justamente en esos momentos la atención de su honorable Cámara” (aquí).

A su vez Marx, en El 18 brumario de Luis Bonaparte, hizo referencia a “aquella peculiar enfermedad que desde 1848 viene haciendo estragos en todo el continente, el cretinismo parlamentario, enfermedad que aprisiona como por encantamiento a los contagiados en un mundo imaginario, privándoles de todo sentido, de toda memoria, de toda comprensión del rudo mundo exterior… (p. 81, edición Fundación Federico Engels, Madrid).

Para terminar este apartado, y al fin de evitar falsas polémicas, preciso que Marx y Engels jamás negaron la utilidad de la agitación parlamentaria en pos de reformas favorables a la clase obrera. Pero esto es una cosa, y otra muy distinta es el cretinismo parlamentario.

 Materialismo y el “crudo mundo exterior”

Destaquemos también que el fundamento último de la crítica de Marx y Engels al cretinismo parlamentario es su concepción materialista de la historia. Lo explica Marx en el “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la Economía Política: lo jurídico y político tienen como base real la totalidad de las relaciones que los seres humanos establecen en la producción social. Por lo cual “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia” (pp. 4 y 5, edición Siglo XXI). Pero por eso mismo hay que distinguir entre “el trastrocamiento de las condiciones económicas de producción” [por ejemplo, el que ocurre en una crisis y depresión económica] “y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en  suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen” (p. 5).

Traducido a lo que nos ocupa: el “rudo mundo exterior” no desaparece por más leyes o decretos “de necesidad y urgencia” se aprueben o dicten. Por eso, en tanto permanezca el dominio del capital, ese tipo de medidas son “papel mojado”, y “no las cumple nadie”. Y esto hay que decirlo a las masas.


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