06.MAY.20 | Posta Porteña 2109

Precisión sobre la historia del Primero de Mayo

Por ASTARITA

 

En la nota anterior (aquí) afirmé que el Congreso obrero socialista de 1889, reunido en París, votó organizar el 1º de mayo de 1890 una gran demostración internacional por la jornada laboral de las ocho horas.

Pensé que, desde el punto de vista de la historia, no era necesario extenderme, ya que mi intención era contrastar el contenido del Primero de Mayo en la tradición socialista, con el que luego le dio luego el peronismo. Sin embargo, un lector del blog objetó que el Primero de Mayo “es un día de luto por el asesinato de los ocho mártires de Chicago” [o sea, la lucha por las ocho horas habría sido un tema secundario] y “de clara raigambre anarquista”. Algo así como “qué tiene que hacer en esto el socialismo, o cualquier otra corriente que no sea el anarquismo”

Rolando Astarita 5 mayo 2020

En esta nota respondo a esta observación crítica, ya que excede una simple discrepancia de detalles sobre la historia. De hecho, no es casual que en sitios anarquistas se formule la misma queja, o crítica, del lector del blog. Palabras más o menos, se afirma que el Primero de Mayo tuvo su origen en la lucha por las ocho horas, protagonizada por el anarquismo. Prueba de ello serían las persecuciones que sufrieron los anarquistas, y en particular el asesinato de los mártires de Chicago, en 1887.

Los marxistas se habrían “apropiado” de la fecha, y de la lucha por las ocho horas; y hasta habrían claudicado por acordar una acción común con los sindicatos americanos de la reformista AFL.

Considero que esta lectura de los hechos históricos expresa un criterio sectario.

Es que el combate por las ocho horas fue del conjunto de la clase obrera. Se trató de una clara unidad en la acción de muchas corrientes obreras. En ella los anarquistas tuvieron un papel destacado, pero el movimiento excedió, y en mucho, los marcos de cualquier tendencia política. Para verlo, repasemos algunas cuestiones históricas.

Antecedentes de la lucha de 1886 en EEUU

La demanda de la jornada laboral de ocho horas fue levantada por la  Asociación Internacional de los Trabajadores (conocida ahora como la Primera Internacional) en 1866. En ese momento en la AIT militaban sindicalistas y socialistas (los anarquistas se incorporaron en 1868). Más aún, ya el socialista Robert Owen había planteado la necesidad de limitar la jornada laboral a ocho horas. Y él mismo introdujo la jornada de ocho horas en sus cooperativas.

Por otra parte, en los 1860, en EEUU, Ira Stewart, un obrero maquinista, promovió un amplio movimiento para que se estableciera el límite legal de las ocho horas. Steward fue principal animador de la Labor Reform Association, que en 1865 se transformó en la Grand Eight Hour League de Massachusetts; y promovió las “Ligas por las ocho horas” en varios estados. Stewart era un reformador que buscaba mejorar la situación de la clase obrera. Las Ligas colapsaron con la depresión iniciada en 1873.

Luego, en 1883 la organización Knights of Labor puso en primer plano la demanda de las ocho horas. Inspirada en la masonería, KoL buscaba mejorar las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, pero conservando el capitalismo. Muchos de sus líderes seguían al reformista Henry George, y la organización llegó a adoptar posturas racistas. Sin embargo, contribuyó a la difusión de la demanda de las ocho horas. También militaba por las ocho horas el Socialist Labor Party, que hacia fines de la década de 1870 había logrado algunos avances electorales. A su vez, en 1884 la Federation of Trade and Labor Unions (FOTLU), que agrupaba sindicatos de EEUU y Canadá, proclamó que las ocho horas debían ser la hornada legal a partir del 1º de mayo de 1886, y que era válido recurrir a la huelga general para lograr ese objetivo. La FOTLU tampoco era una organización revolucionaria. En 1885 reiteró el llamado, y fue respaldada por KoL. El Socialist Labor Party también apoyó la demanda.

El giro del anarquismo

En una primera instancia el anarquismo tuvo dudas sobre la demanda de las ocho horas, por considerarla demasiado reformista. Solo cambió de postura ante la masividad con que el movimiento obrero abrazó la demanda. En este respecto Gutiérrez (2017), escribe: “En un primer momento, los anarquistas y la IWPA [International Working People’s Association]… se opusieron a este movimiento, algunos en base a una argumentación principista. Decían que con esta reforma se buscaba frenar al movimiento revolucionario, que la revolución inminente no debía retrasarse, que esta reforma parcial era una manera de domesticar a la clase obrera. Otros, como Parsons y Spies, consideraban que era una batalla perdida. (…)

Pero a fines de 1885 los ánimos comenzaron a cambiar, primero en los compañeros más permeados y experimentados en la lucha sindical, como Parsons, Schwab, Fielden y Spies, después en el resto. La influencia de la CLU [Central Labor Union, fundada en 1884 y de orientación anarquista] fue decisiva: la clase obrera en su conjunto asumió esta lucha y arrastró con ella a los principales dirigentes anarquistas” (Gutiérrez, 2017; énfasis añadido).

Precisemos que “la clase obrera en su conjunto” significa la clase obrera y sus expresiones políticas e ideológicas, que incluían reformistas, sindicalistas “puros”, socialistas y anarquistas.

Las manifestaciones de 1886 y la represión

La crónica de lo ocurrido en mayo de 1886, en EEUU, es bastante conocida. Convocadas por los sindicatos y las organizaciones obreras, hubo movilizaciones a partir del 25 de abril en todo el país. El sábado, 1º de mayo, más de 300.000 obreros, de unas 13.000 empresas, hicieron huelga. En Chicago 40.000 trabajadores pararon y unos 35.000 marcharon por la ciudad; hubo choques con la policía. La huelga se extendió. Los anarquistas tuvieron un rol de vanguardia. El 3 de mayo la policía atacó una marcha de costureras, Ese mismo la policía y rompehuelgas atacaron a huelguistas de la metalúrgica McCormick, matando a, por lo menos, dos obreros.

En respuesta, los dirigentes anarquistas convocaron a una manifestación para el día siguiente en Haymarket. La concurrencia no fue masiva, y la policía comenzó a hostigar. En ese momento alguien arrojó una bomba a la policía, y hubo un muerto y algunos heridos. Hasta el día de hoy se discute si fue una provocación, o si la bomba fue arrojada efectivamente por algún militante anarquista.

En cualquier caso la policía reprimió brutalmente y detuvo a ocho dirigentes anarquistas, a quienes acusó de asesinato. El juicio que siguió fue un fraude, y cinco de los acusados fueron condenados a muerte. El 11 de noviembre de 1887 fueron ejecutados August Spies, Albert Parsons, George Engel y Adolf Fischer. El quinto, Louis Lingg, se suicidó en su celda la noche anterior. Decenas de miles de personas acompañaron al cortejo fúnebre en homenaje a los mártires obreros. Los otros tres acusados, Samuel Fielden, Oskar Neebe y Michael Schwab, fueron indultados en 1893.

Pero la represión fue más extensa. Hubo cientos de ataques a los sindicatos libertarios, e innumerables detenciones. Lo cual obligó al anarquismo a gastar muchas energías en actividades defensivas. Escribe Gutiérrez: “Uno de los efectos que tuvo la prolongada ola de persecución y represión para el movimiento en Chicago es que, aun cuando el martirio de los anarquistas propagó las doctrinas revolucionarias y libertarias como nunca antes, muchas de las energías y de las capacidades organizativas del movimiento anarquista… se volcaron a las tareas de supervivencia del movimiento, tales como los comités de defensa y asistencia legal”.

El movimiento por las ocho horas, sin embargo, no desapareció. En 1888 la American Federation ol Labor, heredera de la FOTLU, retomó el reclamo. En 1888 lanzó una campaña por las ocho horas, con un llamado a la huelga general para el 1º de mayo de 1890.

El Congreso de París y el Primero de Mayo

En 1889, y tomando como excusa el primer centenario de la Revolución Francesa, se realizaron en París dos congresos obreros rivales. Uno de tendencia reformista, organizado por los posibilistas Paul Brousse y Jean Allemane, y el otro de orientación marxista. El primero tuvo amplia mayoría de franceses, y participaron sindicatos ingleses. La composición del Congreso Socialista fue más internacional, y con fuerte peso de la Socialdemocracia alemana. En ambas reuniones la demanda de las ocho horas fue central. Delegados de la AFL asistieron a ambos eventos. Por fuera de la experiencia de EEUU, por otra parte, había otros antecedentes en el movimiento obrero europeo. Para mencionar dos: el Congreso Internacional del Trabajo, realizado en Londres en 1888, había votado la agitación por las ocho horas como demanda central. Y en febrero de 1889 los trabajadores franceses habían realizado un ensayo de manifestaciones simultáneas por las ocho horas.

Como resultado de estas confluencias, el Congreso socialista decidió que “se organizará una gran manifestación en una fecha fijada, de tal manera que, simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades, en el mismo día acordado, los trabajadores demandarán a las autoridades  reducir la jornada laboral a ocho horas”. Agregaba: “En vista del hecho de que una manifestación similar ya ha sido decidida para el 1º de mayo de 1890 por la AFL, en su Congreso realizado en St Louis en diciembre de 1888, esta fecha es adoptada para la manifestación internacional. Los trabajadores de los diversos países tendrán que realizar la manifestación bajo las condiciones impuestas sobre ellos por la situación particular de cada país” (Cole, 1963).

El Congreso Posibilista votó una resolución en términos muy similares, colocando la demanda del máximo de ocho horas, que debería establecerse por ley internacional, a la cabeza de su programa inmediato.

Como resultado, el 1º de mayo de 1890 se realizaron grandes manifestaciones en muchos países y ciudades, y hubo paros no solo en Francia sino también en Austria, Hungría, partes de Italia y España, Bélgica, Holanda, los países escandinavos, y EEUU (Cole, 1963). Este éxito consolidó la fecha. En 1891, el Segundo Congreso de la Internacional socialista declaró el Primero de Mayo día internacional de los trabajadores.

Movimiento obrero y unidad de acción

El repaso de estos hechos muestra que fue un movimiento del conjunto de la clase obrera. Por eso es sectario reducirlo a una “gesta anarquista”. Como también sería sectario decir que fue una gesta del socialismo, o de los sindicalistas. Las corrientes y partidos que participaron del movimiento no dejaron de plantear sus enfoques estratégicos, en tanto se movilizaban por las ocho horas.

Así, para los socialistas, la lucha por la jornada laboral se enmarcaba en el proyecto de acabar con el capitalismo y su Estado, y socializar los medios de producción.

Para los reformistas y posibilistas se trataba de mejorar las condiciones de vida y laborales de la clase obrera, sin trascender los límites del capitalismo. Para los sindicalistas revolucionarios –de mucha influencia en Francia- la demanda se integraba en su estrategia de formar sindicatos revolucionarios. Para los anarquistas era un paso en la organización de la clase obrera para derrotar al capitalismo y suprimir toda forma de Estado.

Estas diferencias no impidieron el avance del movimiento. La acusación del anarquismo de que los socialistas habrían claudicado a la AFL por haber votado la realización del acto internacionalista, no se sostiene.

En definitiva, fue la aplicación práctica del “golpear juntos aunque tengamos banderas distintas, y hasta opuestas”. Es una tontería –infantilismo sectario- reducir este grandioso movimiento de la clase obrera a una expresión política particular.

Textos citados:


Cole, G. D. H. (1963): The Second International, 1889-1914, Londres, Macmillan.
Gutiérrez, J. A. (2017): “Los mártires de Chicago: historia de un crimen de clase en la tierra de la ‘democracia y libertad’”, https://rebelion.org/los-martires-de-chicago-historia-de-un-crimen-de-clase-en-la-tierra-de-la-democracia-y-la-libertad/


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