22.MAY.20 | PostaPorteña 2114

UN VERDADERO ¡NUNCA MÁS!

Por Marcelo Marchese

 

Cuando pretendían masacrar a los indochinos con el superior propósito de robarlos, los cultos franceses descubrieron que una manera muy eficiente de limitar la resistencia de aquellas gentes era no devolver los cuerpos a las madres de los muertos en combate, pues eso desmoralizaba a la población

Marcelo Marchese / UyPress -22 mayo 2020

Los norteamericanos recibieron esa experiencia y la llevaron a la práctica en la Guerra de Vietnam y luego la extendieron cuando asesoraron, financiaron y educaron a los militares que perpetraron horrorosas dictaduras militares en América Latina.

¿Qué pretendían estos astutos asesores, financiadores y educadores imperiales? Destruir el tejido cultural de los pueblos de América Latina, pues el tejido cultural, la cultura, es lo que determina la capacidad de resistencia de un pueblo.

Las madres llamando aquí y allá, recorriendo comisarías, hospitales, morgues, las familias reunidas preguntándose hasta cuándo preguntar o si ya debían dar por muertos a sus hijos, si no sería matarlos del todo, preguntándose si vender la casa para ir a denunciar a un país civilizado lo que venía sucediendo en sus países, y mientras tanto, el vecino llamando a la comisaría cada vez que veía una reunión sospechosa, aquel otro que pensaba que aquellas torturas atroces eran sólo resultado de una imaginación calenturienta, el miedo, el no hablar con el otro, el no decir nada, el taparse la boca, el no contestarle nada al niño que preguntara, no sea cosa que se fuera de boca en algún cumpleaños, todo aquello era desmoralizador y actuaba como un ácido que se vierte sobre un tejido.

Los pueblos tienen largos procesos que cambian su sensibilidad, hasta que viene una dictadura y haciendo todas estas aberraciones, logra, en diez años, destruir el tejido cultural de una manera que, en tiempos normales, llevaría cien años.

Una cosa es que esta destrucción del tejido cultural a base de sufrimiento lo haga un imperio extranjero que luego se lleva todo lo afanado al Louvre o al museo que fuere, y otra cosa es que lo haga tu propio Estado, cuando la función del Estado es protegerte, precisamente, y no desaparecerte y castrarte y violarte y engañarte.

Hasta aquí la cosa es muy clara, pero ahora veamos este asunto de un verdadero ¡NUNCA MÁS!

Existen dos enfoques muy diversos entre aquellos que dicen ¡NUNCA MÁS!

Por un lado están los que denuncian el terrorismo de Estado que sufrimos, pero en absoluto denuncian el terrorismo de Estado si ese terrorismo de Estado lo ejerce China, Cuba o algún otro régimen autodenominado de izquierda.

Ahí ya no es terrorismo de Estado para estas gentes de muy dudoso odio al terrorismo de Estado. Si alguien les dice que sí, que es flor de terrorismo de Estado, te lo niegan, tal cual te lo negaban los ignorantes cuando en plena dictadura militar les decías que estaban torturando gente.

Pero aquí no acaba la cosa con estos dudosos amigos del ¡NUNCA MÁS!

Si el asunto es enfrentar la destrucción del tejido cultural, que es lo que pretendía el terrorismo de Estado, no es tema de su interés, van y apoyan a cualquier trasnacional que venga a arrasar, contaminar, robar, fundir, hundir, despoblar el campo y limitar nuestra soberanía, siempre y cuando quien habilite a esa trasnacional sea su partido, el partido de los buenos.

¿Entonces qué pasa con estos dudosos amigos del ¡NUNCA MÁS!?

Tranzan a escondidas, como todos sabemos, con los terroristas de Estado y los cobijan, los protegen, homologan sus horrorosos tribunales de honor, apoyan los comunicados 4 y 7 y cantan loas a los "militares progresistas" y hacen bochornosos Pactos del Club Naval para arrojar un tsunami de agua helada sobre un ascendente movimiento democrático, pero luego ponen caras graves y participan en las marchas del 20 de Mayo (esta vez privilegiaron la pantomima del Coronavirus) para cumplir con un ritual como cumple con un ritual cualquier religioso, pues se trata de eso, de un ritual religioso donde uno exculpa sus pecados: apoyar trasnacionales que nos destruyen y apoyar a Mefistófeles siempre que puedan, pero lavar las culpas el 20 de Mayo y así poder seguir empedrando el camino del infierno de nuestro pueblo y su cultura.

Por otro lado hay gente que odia el terrorismo de Estado, sea llevado a cabo por los malos o sea llevado a cabo por los que se autodenominan buenos, cuya gran diferencia con los malos, es que los malos admiten que son malos y no te toman por idiota. Te fajan de lo lindo, pero no te hablan de los Derechos Humanos.

Estos que odian el terrorismo de Estado de forma sincera, sospechan que si los buenos hubieran triunfado sobre los malos, se hubieran convertido en poco tiempo en nuevos malos, pues eso es lo que ha venido pasando a lo largo y ancho del planeta a lo alto y profundo del tiempo, y cuando estuvieron en el gobierno lo demostraron, pues fueron de rodillas a suplicarle a UPM que viniera a invertir acá, que les regalaríamos cinco mil millones de dólares, que les entregaríamos un río, que los dejaríamos redactar nuestros planes de estudio y que les dejaríamos perpetrar otras fechorías.

Los auténticos enemigos del ¡NUNCA MÁS! no necesitan participar de rituales religiosos para purgar tristes pecados, y sobre todo, se preocupan del ¡NUNCA MÁS! ahorita, pues el pasado es bastante irremediable, pero la entrega de nuestra soberanía, y la destrucción de nuestra cultura, que para eso vino el terrorismo de Estado de aquí, acá, y acullá, sucede justo ahora, y es algo que debemos enfrentar.

Cada cual sabrá si debe andar limpiando una vez al año sus culpas, o si le preocupan todas las madres, sean de donde sean, a las que los malvados les asesinan los hijos, pues los malvados se disfrazan de esto y aquello, pero sólo son vestiduras para engañar a los tontos, los malvados son malvados y logran su objetivo cuando destruyen nuestra identidad, y últimamente, lo vienen haciendo de lo lindo, y algunos de nosotros estamos dispuestos a enfrentarlos y por eso, no andamos con disparos de armas de fuego que luego despierten a espantosos monstruos, sino que nos plantamos de frente ante nuestra gente y le decimos lo que pensamos, ya que no tenemos nada que esconder, ni financiamientos que cobrar, ni pleitesías indignas que rendir.


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