04.JUN.20 | PostaPorteña 2118

DINERO QUE INCUBA DINERO (2)

Por Barbaria

 

grupo Barbaria  mayo de 2020

(segunda entrega de este trabajo continúa)

La mercancía

 

En el capitalismo, la riqueza se presenta como una inmensa acumulación de mercancías. Las relaciones sociales se organizan de tal manera que el producto del trabajo es inmediatamente una propiedad privada destinada a su venta. El capitalismo es una sociedad de productores de mercancías, productores privados, individuales y aislados de toda sociabilidad: en el capitalismo el ser humano sólo accede a la sociedad, sólo dota de un carácter social a su actividad cuando vende el producto de su trabajo - o, en su defecto, su misma fuerza de trabajo. En el capitalismo el ser humano es primero individuo aislado y sólo después, gracias al intercambio mercantil, un ser social.

A esto nos referimos cuando hablamos del fetichismo de la mercancía. Las relaciones sociales, la existencia social del ser humano, vienen creadas, organizadas y definidas por las cosas. La manera en que el producto del trabajo es creado y distribuido socialmente no está determinado por personas, sino por una lógica automática y ciega: la del propio producto del trabajo convertido en mercancía, en capital. El producto gobierna a su productor. El trabajo muerto dirige y organiza el trabajo vivo, la actividad humana; determina incluso quién vive y quién no importa si muere. Esto es el fetichismo de la mercancía: no una mera ilusión, no una falsa representación de las cosas que se hace nuestra conciencia alienada, sino una forma material y concreta de organizarse socialmente que hace que el ser humano esté subordinado a las cosas que él mismo produce.

La mercancía es esta forma de relacionarse cristalizada en un objeto, una relación social que se expresa a través de una cosa. La mercancía tiene por eso una existencia escindida: por un lado es una cosa y por el otro es una relación social. Una barra de pan expuesta en una panadería es al mismo tiempo una cosa con sus características naturales -peso, color, sabor- y una relación social, expresada en la etiqueta con su precio. Este precio es también una característica esencial en la mercancía, pero no es natural, sino social. Esta mercancía en forma de pan es al mismo tiempo valor de uso - sus características naturales, el fruto de una actividad productiva concreta - y valor de cambio - su precio, en última instancia.

Ocurre que el intercambio de una mercancía por otra, de una barra de pan por cinco cebollas, por ejemplo, supone algunos problemas. En sus cualidades naturales, como valores de uso, el pan y la cebolla no se parecen en nada. No hay nada en ellos que los haga intercambiables, es decir, no tienen nada en común que suponga que una barra de pan vale exactamente cinco cebollas, y no otra proporción diferente. Lo que los hace intercambiables tampoco es una mera convención, como sería que el productor de cebollas necesita o desea tanto una barra de pan que le merezca la pena pagar cinco cebollas. Lo que hace intercambiable dos valores de uso heterogéneos es una característica social que sí puede ser homogénea y común a ambos: la cantidad de trabajo que se requirió para producirlos.

De manera muy simplificada, es por esto que hablamos de tiempo de trabajo abstracto. Independientemente de las enormes diferencias entre la actividad destinada a producir pan y la destinada a cultivar cebollas, ambas se pueden reducir a una medida abstracta que deje a un lado todas las diferencias concretas: el tiempo de trabajo. Así pues, el valor de uso -las características materiales de la mercancía- sirve de soporte físico al valor de la mercancía, es decir, a la cantidad de trabajo abstracto que requirió su producción y que la hace intercambiable con otra mercancía que haya requerido un tiempo de trabajo equivalente.

En la mercancía conviven el valor de uso, lo concreto y material, y el valor de cambio, lo abstracto y social. En el proceso de intercambio entre mercancías diferentes, es lógico que llegado un punto se utilice una mercancía determinada, se la aparte de las demás y se la escoja para representar ese tiempo de trabajo abstracto. Esta mercancía que hemos apartado va a servir principalmente como un espejo de las demás: una barra de pan dejará de valer cinco cebollas y 1/5 de una camiseta para valer, por ejemplo, 50 g de oro. Una cebolla valdrá en consecuencia 10 g de oro y una camiseta, 250 g. Todo queda simplificado. Ha aparecido el equivalente general de las mercancías

No es que el oro sea, por naturaleza, dinero. El dinero es también una relación social, como lo es la propia mercancía. En lugar de haber apartado el oro del resto de las mercancías, podríamos haber apartado los granos de cacao, por ejemplo, y seguiría siendo lo mismo. Sólo cambiaría la cantidad de cacao requerida para representar una barra de pan, cinco cebollas y 1/5 de camiseta. ¿Por qué cambiaría la cantidad? Porque todo depende de cuánto trabajo abstracto que se requirió para producir el oro, que es mucho mayor que el requerido para producir granos de cacao. El oro contiene más valor que el cacao. Por eso, se necesita menos oro para representar el pan, las cebollas y la camiseta.

La oposición entre valor de uso y valor de cambio que contiene la mercancía se reproduce en la oposición entre la mercancía y el dinero, a la que subyace la oposición entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto. En el proceso por el cual la mercancía se intercambia por dinero y éste a su vez por otra mercancía, M-D-M, la mercancía representa puro valor de uso, pura materialidad, contra el dinero como puro valor de cambio. El valor de la mercancía se hace autónomo y se convierte en dinero contante y sonante. El dinero es la mercancía absoluta, porque él mismo como equivalente general representa a cada una de las mercancías en el mercado. Todo aquello que se vende, sea un bien o un servicio, se representa en él.

En el dinero desaparecen todas las diferencias materiales: él mismo es pura riqueza abstracta, puro trabajo abstracto. Aquello mismo que hace que en el capitalismo la actividad del ser humano adquiera su utilidad social, es decir, que pueda venderse para ser disfrutada por la sociedad, se autonomiza de la mercancía y se ve cosificado en el dinero. La mercancía representa al individuo aislado, el dinero a la sociedad.

Ambos se enfrentan en el proceso de intercambio. El vendedor, individuo privado de toda sociabilidad, ansía intercambiar el producto de su trabajo por aquello que le permite acceder a la riqueza producida por el resto de la sociedad. El comprador exhibe ante él su dinero como potencia social, como la llave que abre todas las puertas.

El dinero

 

Pero el dinero, que es el monarca absoluto del universo mercantil, el máximo representante de la riqueza social en el capitalismo, cumple funciones diferentes. En el paso de una función a otra, el dinero describe su proceso de autonomización de las mercancías, vale decir, su progresiva independencia del mundo material. El orden en que dibujaremos estas categorías no es un orden cronológico, sino lógico. Las cinco funciones del dinero estaban ya desde los comienzos del capitalismo, pero sin la primera de ellas no podremos entender la última /2

Este proceso de autonomización del dinero se basa en una necesidad real del capital. El movimiento D-M-D' que describíamos antes, el movimiento del capital, tiene sus tiempos y sus espacios. Para aumentar la ganancia -o para luchar contra su tendencia a caer históricamente, que para el caso es lo mismo- el capital necesita acortarlos. El tiempo de producción de M, en primer lugar, se irá reduciendo con el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Cuanto menos tiempo se tarden en producir, más mercancías podrán venderse. Acortar el tiempo en la producción empuja al capitalista a acortar el espacio en la circulación: aquí encuentra su papel el desarrollo de las telecomunicaciones y de la publicidad. Cuanto más lejos y en menos tiempo se compren las mercancías, más mercado tendrá el capitalista para realizar el plusvalor que contienen. Todo consiste en acelerar el paso por D y M para llegar cuanto antes a D' y volver a empezar: cuanto mayor es la velocidad de rotación del capital, mayor es la ganancia. La propia dimensión física y material del dinero supondrá un obstáculo que superar para el capital.

1) Medida de valor

En primer lugar, el dinero funciona como medida de valor. Como decíamos antes, el dinero sólo lo es porque una mercancía es apartada del resto para convertirse en el espejo de las demás. Históricamente esta mercancía particular ha variado mucho. En Mesopotamia se utilizaban granos de cebada. En la Mesoamérica precolombina se utilizaba el cacao. En la Europa del Este medieval se utilizaban pieles, y todavía hoy la moneda croata (kuna) hace referencia a la piel de marta que se utilizaba para el intercambio /3  En la historia del capitalismo serán el oro y la plata, que competirán entre sí en distintas regiones por imponerse como equivalente general.

Lo importante no es qué mercancía sea apartada, aunque el metal tenga cualidades naturales que facilitan su uso como moneda, sino cómo el resto de mercancías se referencian en ella como patrón, como criterio de medida. Son las mercancías las que convierten al oro en dinero. Lo que le permite cumplir esta función es que la cantidad de trabajo que supone producirlo sirve como patrón para medir la cantidad de trabajo que contienen el resto de mercancías: sirve para medir su valor. Si aparece alguna nueva máquina que haga más fácil extraer el oro de las minas, el valor contenido en el oro se reduce y por tanto el precio del resto de las mercancías aumenta. Si por el contrario, por cualquier motivo, se hiciera más costosa la extracción o el transporte del oro, entonces éste aumentaría su valor y el resto de las mercancías bajarían sus precios, porque menos oro representaría más mercancías.

Para cumplir su función como medida de valor, el dinero no tiene ni  siquiera que estar presente. En el ejemplo anterior, un pan vale 50 g de oro y una cebolla vale 10 g. No necesitamos que el oro esté ahí para saberlo. Podremos incluso intercambiar un pan por cinco cebollas con la absoluta certeza de que estamos intercambiando dos valores equivalentes, porque el oro como medida de valor está idealmente, aunque no comparezca en el intercambio. Esto, que parece un regreso anacrónico al trueque, no lo es tanto: cuando se tasa el valor de una vivienda para otorgar una hipoteca, se está usando el dinero como medida de valor. La hipoteca aún no ha sido pagada, el dinero no ha llegado a las manos del banco, pero el valor de la vivienda no ha sido determinado al azar, sino en función de la cantidad de trabajo abstracto que contiene - añadiéndose después los intereses del banquero, naturalmente.

2) Medio de circulación

Dos son las utilidades más primarias del dinero. Una es la de medir el valor de las mercancías. La otra, facilitar su intercambio: porque el dinero es medida de valor, puede ser medio de circulación, esto es, mediar el cambio de una mercancía por otra en el proceso de circulación

Ambas funciones, al ser las más primarias, se encuentran en el plano más abstracto de la sociedad capitalista: M-D-M. En este plano el dinero está subyugado a la mercancía y está muy lejos de autonomizarse. Si como medida de valor era un mero espejo, en este caso es un ser evanescente: aparece en el momento en que se vende la mercancía y desaparece cuando el vendedor compra otra con él. Aquí el dinero sólo sirve como mediación, como moneda /4

Ocurre que cuando funciona como medio de circulación, una pieza de oro pasa de mano en mano. Las manos la tocan, la golpean con otras monedas, la dejan caer sobre la mesa. El uso de la pieza de oro como medio de circulación la desgasta, la va haciendo cada vez más ligera: pese a que se llame libra, pese a que siga funcionando en el intercambio como una libra, su peso no será de una libra. Su contenido real se va desligando de su contenido nominal, o mejor, su existencia física se desliga de su existencia funcional. El valor de cambio que representa esa pieza de oro se va desligando del valor que efectivamente contiene. La pugna por tasar y ajustar adecuadamente el peso de la moneda a su valor nominal atravesará la historia del dinero en las sociedades de clase, y ahí será esencial el papel de la banca en los comienzos del capitalismo. No es por azar si durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna en Inglaterra los orfebres, dedicados a la fundición y refundición de monedas, se convertirían en la base del sistema bancario inglés.

Sea como fuere, la circulación provoca que el contenido real de la moneda se desligue de su contenido nominal. Su función como medio de circulación entra en conflicto permanente con su cuerpo. El oro se convierte en símbolo de sí mismo. Por este motivo, también puede adoptar una existencia simbólica en otros materiales como la plata o el cobre, especialmente allí donde circula mucho más y puede gastarse con mayor celeridad. Se trata de la moneda subsidiaria.

Cuando una pieza de oro se divide en fracciones, representadas a su vez por monedas de plata o cobre, éstas últimas no funcionan igual que el oro. La pieza de oro funciona como medida de valor gracias al propio valor que contiene. Por ello puede ayudar a su intercambio como medio de circulación. No ocurre así con la moneda subsidiaria, que es un signo del valor del oro, concretamente una fracción de su valor. La plata o el cobre «son símbolos de la moneda de oro no porque sean símbolos confeccionados con plata o cobre, no porque tengan un valor, sino porque no tienen ninguno» /5 Esta es la misma razón por la que el papel-moneda acabará sustituyendo a las monedas metálicas: como es más fácil de reponer que el metal, cumple mejor su función de medio de circulación como signo de otra cosa, del verdadero equivalente general.

Al hablar del papel-moneda no nos estamos refiriendo a los modernos billetes, donde entra en consideración el dinero de crédito y por tanto una esfera más compleja de la producción capitalista, regulada por leyes distintas. A éstos haremos referencia más adelante. Por ahora, se trata de comprender que en el signo de valor no importa su materialidad, ni la cantidad de trabajo necesario para producirlo, sino el valor contenido en aquello que representa. No importa si se trata de papel o de impulsos electrónicos, si se imprime o simplemente se teclea, sino de aquello que representa.

Es cierto que el signo de valor y el oro como equivalente general no funcionan exactamente igual. Como la moneda acuñada cuyo valor nominal estaba en tensión con su valor real, el signo de valor tiene que estar sancionado socialmente para poder funcionar y, por tanto, tener un curso legal: el oro se representa a sí mismo, no le hace falta la intervención del Estado, pero el signo del valor no puede ser una invención espontánea y sujeta a cambio. Requiere de un curso forzoso, de una sanción legal. Pero ello impone una segunda diferencia: cuando hay demasiado oro en la circulación - si no se debe a que haya reducido su valor por un aumento de la productividad sino a circunstancias coyunturales, y si no hay adulteraciones públicas o privadas de por medio - el oro tiende a ser expulsado de la misma. Deja de funcionar como medio de circulación para ser atesorado como reserva de valor o para tener un uso suntuario.

No ocurre así con el papel-moneda, pues nadie quiere guardar debajo del colchón un signo de valor si no está seguro de lo que valdrá mañana. Si hay una necesidad mayor de medio circulante, debido por ejemplo a un momento de excitación económica en que se acelera el metabolismo mercantil, un aumento de papel moneda está justificado y cumple su rol. Si no la hay, sin embargo, el hecho de que tenga un curso forzoso le impide salir tan espontáneamente de la circulación. El Estado se impone aquí como legislador del dinero. Toda la disputa del siglo XIX sobre la cantidad de reservas de oro en los bancos centrales y su mayor o menor desfase con la cantidad de medio circulante en el país tiene que ver con esto, con las dudas, las hesitaciones del Estado de cara a cumplir bien su papel. Esto significa precisamente que el Estado puede imprimir cuanto papel quiera, pero tiene serios problemas para crear dinero y riqueza de la nada: al ser signo de un valor que permanece constante, más signos seguirán representando el mismo valor

En definitiva, se producirá inflación: más signos de valor representarán la misma mercancía-dinero, por lo que el resto de mercancías subirán sus precios. El Estado no puede hacer nada contra esto. La capacidad de influencia que tiene su política monetaria en las leyes del valor termina en el momento en que los billetes salen de la imprenta.

3) Medio de atesoramiento

Comenzamos a percibir ya, en esta tercera función, el proceso por el cual el dinero se autonomiza de la mercancía. Hasta ahora estaba sujeto a ella, existía para ella. Como medida de valor, era simplemente su espejo. Como medio de circulación, era un mero intermediario. Ahora, como medio de atesoramiento veremos el primer paso hacia su constitución como mercancía absoluta.

No siempre se da que, nada más vender la mercancía y obtener dinero por ella, el productor lo gaste inmediatamente. Es decir, no siempre el movimiento M-D-M es inmediato. A veces ocurre que esta transacción se ve interrumpida, ya sea porque lo que se quiere comprar cueste más dinero del que se obtuvo con una sola venta y haya que ahorrar un poco, ya sea porque lo que se quiere comprar no cuesta tanto como el dinero obtenido y quede un remanente que se utilizará para futuras compras. El primer caso es propiamente tesoro, el segundo es moneda suspendida, pero de cualquier forma la función del dinero es la misma: medio de atesoramiento.

Al interrumpirse el metabolismo mercantil - el flujo de intercambios - y sacar el dinero de la circulación, éste deja de funcionar como espejo o intermediario para convertirse en representante absoluto de la riqueza, en mercancía absoluta, en puro trabajo abstracto separado del ir y venir de las mercancías. Aquí empezamos a ver aparecer el fetichismo del dinero, sublimación y desarrollo del fetichismo de la mercancía. Si éste implica que el valor, el producto del trabajo convertido en mercancía, determina y gobierna la vida de sus productores, el fetichismo del dinero supone que la mercancía se ha escindido, que el valor de cambio representado en ella se ha independizado y ha adquirido existencia propia, subordinándola a sí mismo

Esto tiene fuertes implicaciones. Las permanentes discusiones entre los economistas actuales sobre la inflación tienen que ver con ello. La derecha defiende que la desvalorización de los medios de producción, del capital mercantil y de la fuerza de trabajo es preferible a la desvalorización del dinero. Es decir, que ante una fuerte contracción económica hay que permitir que empresas caigan en bancarrota, las mercancías permanezcan invendibles en los almacenes y que aumente el paro y la explotación laboral. Todo ello no es un buen signo, pero es un sacrificio necesario para soltar lastre y salvar el valor de la moneda nacional

Lo contrario, lo que suele defender la izquierda, es que el Estado devalúe la moneda para mantener la competitividad en el mercado mundial y salvar los trastos como se pueda. En parte son discusiones baldías, puesto que con la crisis del valor el dinero también sufre su propio proceso de desvalorización, pero es un ejemplo ilustrativo del antagonismo material entre dinero y mercancía.

La función de atesoramiento será esencial en un primer momento, puesto que en la medida en que aún no se haya desarrollado plenamente el crédito los capitalistas tendrán que usar sus propios ahorros para hacer inversiones de capital. Desde luego, también tiene sus inconvenientes. Para funcionar, el capitalista sólo podrá depender de sus ahorros o en todo caso de los de su familia, lo cual ralentiza la obtención de ganancias. Tendrá que esperar a que refluya el dinero que invirtió al comprar materias primas y fuerza de trabajo -con el debido plusvalor, naturalmente -, apartar una suma de ese dinero y esperar a haber acumulado suficiente cantidad para invertir en mejoras productivas, ampliar la producción y ganar cuota de mercado. El desarrollo del crédito vendrá en su ayuda. Una de las funciones del crédito será la concentración de medios de atesoramiento y su puesta en disposición para el conjunto de la clase capitalista: los ahorros ya no serán privados, de tal o cual capitalista, de tal o cual rama de la producción y el comercio, sino que se acumularán sin distinciones en los depósitos bancarios

Con ellos, el banquero podrá ofrecer al capitalista - a cambio de un interés - una determinada suma para que no tenga que esperar al reflujo de su propio capital. Esto permitirá aumentar su velocidad de rotación y las consiguientes ganancias. En definitiva, si el medio de atesoramiento individual es un paso fundamental en el desarrollo del capital, acabará superado e integrado en el sistema crediticio como mecanismo de atesoramiento socializado.

4) Medio de pago

Un fabricante de ropa compra a su proveedor de telas una determinada cantidad, pero no le da el dinero inmediatamente, sino que acuerda con él dárselo a tres meses vista. La compra se ha producido, porque el fabricante de ropa ya tiene las telas en su poder, pero la venta, la entrega del dinero, tardará un tiempo en darse. Esto le viene muy bien al fabricante, porque podrá producir sus mercancías con esas telas, venderlas en el mercado y recuperar su inversión con una determinada ganancia, sin haber tenido que adelantar realmente el dinero. Si hubiera sido un caso normal de compraventa de mercancías, él sería un comprador y el proveedor sería un vendedor. Al abrirse un lapso entre la obtención de las mercancías y la entrega del dinero, pasan a relacionarse entre sí no como comprador y vendedor, sino como deudor y acreedor. Cuando finalmente el fabricante entregue el dinero a su proveedor, no le estará dando medios de circulación, sino medios de pago.

En resumen y simplificándolo un poco, el dinero funciona como medio de pago cuando se utiliza para pagar deudas. Esta categoría, que es la base natural del sistema crediticio, es clave para comprender el desarrollo del capitalismo y su agotamiento histórico. Al mismo tiempo, reúne en sí las tres categorías anteriores de medida de valor, medio de circulación y medio de atesoramiento, sintetizándolas y transformándolas al mismo tiempo.

1-) En primer lugar, cuando el fabricante compra las telas y se compromete con su proveedor a pagarle en tres meses, lo hace a un precio determinado. Aquí el dinero funciona como medida de valor, pero no estará sólo en la cabeza de los agentes como patrón de medida, sino también como una obligación contractual con el vendedor.

2 -) En segundo lugar, también en este caso podría decirse que el dinero funciona como medio de circulación, puesto que facilita el movimiento de las mercancías de las manos del proveedor a las del fabricante. Esto sin embargo lo hace de una forma peculiar: cuando las telas llegan al fabricante el dinero opera idealmente como medio de circulación, pero cuando éste llegue realmente al proveedor, ya no habrá mercancía que desplazar, por lo que habrá dejado de funcionar como medio de circulación.

3-) Para afrontar el pago de las deudas se constituye un fondo de reserva de medios de pago, que no es sino el atesoramiento de dinero que, cuando entre en la circulación, lo hará con esta función. Mientras se mantenga apartado, seguirá siendo medio de atesoramiento, pero comprometido ya en nupcias. Sin embargo, este fondo de reserva es un lastre del que el capital intenta liberarse, reduciéndolo a los mínimos imprescindibles. También el desarrollo del sistema bancario ayudará en esto. Por otro lado, el dinero como medio de pago se asemeja a su función de medio de atesoramiento, en la medida en que cuando entre en la circulación, cuando le llegue al proveedor, lo hará solo. No habrá mercancía que valga. Será dinero como mercancía absoluta, como verdadera riqueza. La gran diferencia es que en el atesoramiento esto ocurre porque el dinero ha sido sacado de la circulación: como medio de pago, el dinero es mercancía absoluta dentro de la circulación.

El dinero como medio de pago resulta muy útil para el capital en tiempos de bonanza económica. Como decíamos antes, la transformación del rol que cumple el dinero en la historia del capitalismo tiene que ver con la necesidad del capital de superar las limitaciones físicas a su valorización, reducir el espacio-tiempo para acelerar su rotación y enfrentarse así a la caída de la tasa de ganancia que se produce históricamente. A pequeña escala, esto ya ha sido ilustrado con la necesidad de apartar progresivamente el oro y la plata como medios de circulación y poner en funcionamiento signos de valor en forma de papel-moneda, mucho más fáciles y rápidos de producir, mientras los metales se mantienen en las reservas de los bancos centrales.

El funcionamiento del dinero como medio de pago es otra forma de reducir los costes de circulación. La deuda comercial que contrajo el fabricante de ropa con el proveedor de telas no es la única en el mercado. El fabricante entregará a su vez su capital mercantil en forma de ropa a los comercios mayoristas, con un pago acordado a tres meses vista. Los comercios mayoristas harán lo propio con las tiendas de ropa minoristas. La cantidad de dinero que es necesaria en esta cadena de deudas pueden reducirse mucho si las deudas de unos y otros se compensan entre sí, es decir, si lo que el fabricante le debe al proveedor le es debido a su vez por el comerciante mayorista. De esta forma, los papeles que tienen para demostrar las respectivas deudas - letras de cambio - se pueden llevar al banco y compensarse entre sí, de manera que la cantidad real de medios de pago que entren en la circulación sea mucho menor de la que se habría necesitado si esta operación se hubiera hecho con dinero contante y sonante, es decir, con medios de circulación. Podría ocurrir incluso que, si se cerrara el círculo y el comerciante minorista prestara dinero, pongamos por caso, al proveedor de telas, y si la suma y resta de unas deudas por otras diera por resultado cero, no hubiera que introducir en la circulación ni un solo medio de pago.

Las mercancías se mueven sin que el dinero comparezca. El dinero opera como pura medida de valor. Todo el mundo presta con una mano y toma prestado con la otra. Las deudas permiten no adelantar capital propio y por tanto realizar antes las inversiones, obtener antes las ganancias. Esto funciona.

Pero entonces estalla la crisis y aparece dolorosamente la diferencia entre medios de compra y medios de pago. El dinero pasa de su presencia puramente ideal, en la medida en que los diferentes compromisos de pago se saldan mutuamente, a su aparición en la circulación no como medio de compra, no como ser evanescente en la metamorfosis de mercancías, sino como mercancía absoluta. Y en el momento en que todo el mundo necesita dinero contante y sonante para pagar sus deudas, no pocos se encuentran con que no lo tienen. Las empresas se declaran en bancarrota, se dejan de pagar deudas, las mercancías se pudren en los almacenes, el crédito se contrae porque nadie confía ya en nadie. Hay escasez de medios de pago: crisis de liquidez, lo llaman los economistas burgueses. Todo el mundo clama por la mercancía absoluta, ante cuya ausencia la abundancia de capital en forma de mercancías invendibles no soluciona nada.

Por consiguiente, en condiciones de producción burguesa desarrollada, en las que el poseedor de mercancías se ha convertido, desde mucho tiempo atrás, en capitalista, conoce a su Adam Smith y sonríe con displicencia cuando oye decir que solo el oro y la plata serían dinero, o que el dinero en general, a diferencia de otras mercancías, sería la mercancía absoluta, el dinero reaparece súbitamente, no como mediador de la circulación, sino como única forma adecuada del valor de cambio, como la única riqueza, exactamente el mismo modo como la concibe el atesorador /6

5) Dinero mundial

Antes marcábamos el carácter político y nacional de la moneda, identificándola con los medios de circulación, y esto es verdad cuando pensamos en la moneda como un medio de la circulación interna de los países. Pero cuando el dinero actúa más allá de las fronteras nacionales, no es moneda, sino dinero mundial, y cumple todas las funciones previas en un nuevo plano: es medida ideal de valor para determinar el precio de las mercancías, medio de circulación internacional al favorecer su flujo, medio de pago cuando este movimiento se realiza a crédito y medio de atesoramiento, puesto que todos los bancos centrales tienen su fondo de reserva internacional para cumplir con sus obligaciones en caso de una balanza de pagos desfavorable. Cuando tratamos del dinero en el mercado internacional, éste se despoja de toda vestimenta regional y adquiere su carácter de dinero mundial.

Todavía más, la función de dinero mundial puede contraponerse a la del dinero como moneda nacional. En la moneda nacional, el Estado que la emite tiene cierto margen de maniobra. Hasta ciertos límites, puede depreciarla para ser más competitivo en el comercio internacional. También puede serle útil una devaluación si sus acreedores aceptan su propia moneda como medio de pago, puesto que reducir su valor reducirá a su vez el montante de la deuda. Pero como hemos explicado, esto no está libre de consecuencias. A la hora de lidiar con el dinero mundial, la moneda nacional revela sus vergüenzas. Así, una moneda devaluada podrá ser una estrategia a corto plazo para funcionar como medio de circulación, pero sus propios agentes tenderán a atesorar en dinero mundial, sus deudas habrán de ser saldadas en dinero mundial e incluso al interior del propio país habrá mercancías que sólo se compren como dinero mundial. Un buen ejemplo actual es la dolarización de la economía argentina. La naturaleza mundial del capital se impone a toda dimensión nacional, haciendo cumplir a los Estados, pese a sus ínfulas soberanas, la ley del valor /7

Por el lapso que abre entre la compra y la venta de la mercancía, por cómo ayuda a reducir la presencia misma de dinero facilitando la compensación mutua de deudas, el medio de pago es la existencia más adecuada del dinero en el plano mundial. Cuanto más intensas son las redes de comercio internacional, cuanto más confianza y mutua dependencia se desarrolla entre los diferentes capitalistas nacionales, más vemos actuar al dinero mundial como medio de pago.

Vemos así, expresado en el dinero mundial, cómo el carácter internacional del capitalismo hace a la clase capitalista una clase mundial, borrando las distinciones entre capitalistas nacionales y capitalistas extranjeros. Si el dinero como equivalente general, como mercancía absoluta, borra las diferencias materiales, las distintas proveniencias y utilidades entre unas mercancías u otras, el dinero mundial borra todo rastro de regionalismo para establecer una hermandad del dinero, una comunidad mundial del capital /8

Esta función es esencial. El dinero mundial contiene en sí mismo el universo de las mercancías producidas por todo el planeta. Al oponerse entre sí en el mercado internacional, el trabajo social contenido en esas mercancías se hace trabajo abstracto general y la tasa de ganancia se nivela entre toda la clase capitalista. El dinero mundial representa al mismo tiempo la potencia de socialización del capitalismo y su máxima negación, puesto que está separada y confrontada al ser humano.

Así pues, el dinero se despoja de toda vestimenta nacional. En la época de Marx, esto significaba que el dinero dejaba de ser la libra, el franco o el dólar en cuanto salía de sus fronteras, para convertirse en oro y plata. El oro primaba en Europa occidental y América, mientras que la plata era la forma de dinero mundial que adquirían las mercancías provenientes de Asia, Rusia y el Imperio Austrohúngaro. El dinero tiene que ser una - y sólo una - mercancía apartada de las demás. Por eso en los países en cuya circulación interna se mantenía un patrón bimetálico (oro y plata), como podía ser el caso de Francia, Argentina o Estados Unidos hasta mediados del siglo XIX, uno de los metales tendía a subordinarse al otro como mero símbolo, como moneda subsidiaria. Pero en el mercado internacional los distintos países se enfrentaban con oro y plata alternativamente, de tal forma que se daba una medida dual de los valores y las mercancías se traducían de plata en oro y de oro en plata. La relación entre uno y otro variaba constantemente. El dinero mundial tenía dos caras y operaba como tal.

A nivel de la circulación interna, el patrón oro conseguiría imponerse hacia 1870 en las grandes potencias capitalistas, pero no llegaría a durar cincuenta años. El tipo de cambio fijo con el oro se suspendería con la entrada en la Primera Guerra Mundial y a su término ya se había agotado. Se estableció entonces el Patrón Cambio Oro (Gold Exchange Standard), por el cual sólo Estados Unidos e Inglaterra tendrían que mantener una relación constante entre su oferta monetaria y las reservas en oro de sus bancos centrales. Esto supuso que el dinero mundial dejara de tener la forma de oro y plata para tomar la del dólar y la libra esterlina, siendo cada vez menos relevante el metal y más la cantidad de dólares y libras que se tenían en los fondos de reserva.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el tratado de Bretton Woods establecería la primacía del dólar como dinero mundial en todo el mundo occidental. Este proceso demuestra cómo la relación del dinero con su patrón metálico se fue haciendo cada vez más compleja a medida que se desarrollaba el propio capitalismo, de tal forma cuando Estados Unidos decidió en los años 70 romper con el tipo de cambio fijo con el oro esto no fue una decisión política, sino una constatación inevitable de la crisis del valor. Aunque la relación del dinero con su equivalente general es hoy mucho más compleja, no por ello ha dejado de funcionar como dinero mundial. El dólar sigue siendo la moneda hegemónica en que se efectúan las transacciones en el mercado internacional, lo que le permite mantener al mismo tiempo una economía importadora y enormemente endeudada, aunque cada vez más su papel viene disputado por otras divisas.

_______

2 /Aún más: la relación orgánica entre todas las funciones del dinero es inseparable, y no se puede comprender nada si se define el dinero unívocamente por una de ellas. Así, por ejemplo, la teoría cuantitativa —de la que son referentes desde Montesquieu hasta Milton Friedman, pasando por David Ricardo— reduce el dinero a medio de circulación y obvia el resto de sus funciones, cayendo en errores teóricos de calibre

3/ Las referencias al dinero en sociedades precapitalistas hay que tomarlas como meros ejemplos que sirven para ilustrar la explicación. El valor en sentido propio - y por tanto el dinero como medida de valor - es una relación social en la que la mercancía ha ocupado el corazón de la sociedad, determinando la producción y reproducción de la vida en su conjunto. Esto sólo es posible si tiene por base el trabajo asalariado, que no es el caso de las sociedades precapitalistas. El papel de la moneda en ellas es una discusión a la que no podremos dar lugar en este texto: ver aquíy aquí

4/ La moneda tiene una naturaleza nacional. El medio de circulación o de compra como moneda - sinónimos para Marx - se restringe a la circulación de mercancías de un solo país. Este hecho, que sólo dejamos apuntado aquí, cobrará su importancia cuando desarrollemos la quinta función del dinero: el dinero mundial

5 / Karl Marx: Contribución a la crítica de la economía política, ed. Siglo XXI, 2008, pág. 101

6 /I bid., pág. 136

7/ Rolando Astarita hace en este texto una buena crítica a los intentos keynesianos por reformar el capitalismo a través del control de la moneda nacional, señalando con claridad cómo esto no es posible por la función del dinero como dinero mundial

8/ «Así como el dinero se desarrolla para convertirse en dinero mundial, así el poseedor de mercancías se desarrolla para convertirse en un cosmopolita. La relación cosmopolita de los hombres entre sí no es, originariamente, otra cosa que su relación en cuanto poseedores de mercancías. De por sí la mercancía está por encima de cualquier barrera religiosa, política, nacional y lingüística. Su lengua general es el precio, y su comunidad es el dinero», ibíd., pág. 143


Comunicate