04.JUN.20 | PostaPorteña 2118

¿CÓMO SE HA ESTAFADO A LA HUMANIDAD?

Por Marcelo Marchese

 

Nunca jamás en la Historia se había acuarentenado a la gente sana. Los cuarenta días de aislamiento eran, naturalmente, para los enfermos. Nunca jamás en la Historia se le había aplicado un tapabocas a la gente sana con la ridícula excusa de que no contagie, pues los que contagian, son los enfermos

Marcelo Marchese

29.05.2020 UyPress

 

En la Historia humana ya se había practicado este asuntillo de poner en el dedo gordo de un cadáver una etiqueta de tal muerte, cuando en realidad la causa de la muerte era muy otra muerte, pero con certeza, jamás se había hecho en masa y como método y para generar una colosal histeria colectiva.

Jamás se había logrado, con un simple movimiento de batuta, detener la producción mundial de riquezas, lo que nos arrojará vaya a saber uno a qué abismos.

Jamás se había logrado anular por tanto tiempo la transmisión de conocimientos a cargo de las instituciones de la enseñanza, sean públicas o privadas.

Jamás se había logrado inducir este nivel de pánico que lleva al acto enajenado de apuñalar en un almacén a un médico que no usa tapabocas, y lleva a otro a trabajar a distancia, a enseñar y aprender a distancia, a tener sexo a distancia, si es que a eso puede llamárselo sexo.


¿Cómo es creída por multitudes una estafa tan escandalosa?


El engañado cree en el engaño sólo si necesita creer en el engaño. El que engaña lleva la mayor parte de la culpa, pero el engañado no es inocente.

El dolor, si reducimos el dolor sólo a este aspecto, es resultado de que en cierta parte de sí, el engañado sabe que es engañado y lo que es aún más doloroso, sabe que es engañado porque quiere, porque una parte suya, cobarde y espuria, esto es, mortífera, desea ser engañada.

Arribamos entonces a complejas regiones del alma, complejas regiones con las cuales, en el pasado, tuvimos trato directo, pero ahora, el progreso nos ha dejado desnudos y desarmados para intentar siquiera aproximarnos a nosotros mismos.

En el pasado teníamos religiones que a su manera nos explicaban el mundo y regían nuestro comportamiento, pues las religiones suelen venir acompañadas de dictámenes morales. En nuestro tiempo y en este mundo occidental (pues aunque sea en el borde de Occidente se supone que nuestro País se encuentra incluido en esa elevada geografía del espíritu) las religiones vienen perdiendo espacio, lo que se traduce en menos creyentes y poder. En algún momento de los años sesenta, en Occidente, la gente dejó de acudir a las Iglesias, sin embargo, el sentimiento religioso, la necesidad de creer en un dogma, y la necesidad de seguir las órdenes que impone el dogma, no ha retrocedido en absoluto, al contrario, se ha incrementado ¡Y cómo!

Ya no es la Iglesia la que explica el mundo y lo disciplina. Ese lugar ha sido ocupado por La Ciencia.

La Ciencia tiene explicaciones para todo. Incluso La Ciencia crea sus propias pruebas, pues el progreso, hermano, padre e hijo de La Ciencia, crea las pruebas acordes a la Ciencia, ya que, quienes pensaban de otra manera, quinientos años ha fueron llevados a la hoguera, y de los aborígenes que enfrentaron al progreso y fueron destruidos, nada quedó de ellos, sin embargo, esos otros aborígenes que por algo no fueron eliminados por el progreso, se han convertido en la fuente de estudio, en el material único con que contamos en nuestro laboratorio de antropología.

Esta historia viene de lejos, pues previamente fueron destruidas escuelas enteras del pensamiento y de ellas apenas si quedaron fragmentos y testimonios.

La Ciencia, que nos ha dado, afortunadamente, una explicación del mundo, algo que, con toda evidencia, debe estar asociado a nuestra paz interior, pues si hay algo inquietante son las preguntas sin respuestas, nos ha dado también sus normas de conducta y si tenéis la menor duda, ahí reluce el tapabocas, y el metro y medio o por las dudas, tres metros, o cuatro, o cinco de distancia ante el otro primate sin cola de andar erguido. Besos, mejor no, mate, un peligro, más de cuatro amigos en la mesa, una hecatombe ¿Por qué dudar? Ya La Ciencia ha hablado y ante su voz tronante todos se inclinaron y alabaron a los sacerdotes de La Ciencia, que cobran su buen sueldo, como todo buen sacerdote.

No hay que temer, o sí, hay que temer todo contagio, toda peste, la muerte, en suma, aunque la vida sea la misma muerte, pero no importa, ya lo dijo Dostoievski ante el pelotón de fusilamiento "¡Vivir, aunque sea en una roca en mitad del océano!"

Algo en nuestro ser desea ser engañado. Una parte nuestra domina primero y luego mata a la otra. Una parte de nuestro ser vive una vida que no es la suya y refuerza una vida que no es vida, sino una vida impuesta, la propia y misma muerte, amparada y alentada por la religión moderna, la Sacrosanta Ciencia.

Falta aún añadir algo a los motivos por los cuales la más escandalosa estafa que no puede sustentarse un segundo si uno analiza fríamente los hechos y piensa en función de las cosas que ha visto por sí mismo, pues, como sabemos, son mejores testigos los ojos que los oídos, la más escandalosa estafa en toda la Historia, decíamos, ha sido creída a pies juntillas por millones de feligreses.

Y esto que falta añadir es lo que acabamos de decir. Como la estafa es increíblemente monstruosa y sin asidero, salvo la fe en los sacerdotes de la nueva religión y salvo nuestro culto a la muerte, la estafa construye todo a partir de nada.

No hay lugar más oscuro que debajo de la lámpara. Es el propio horror que emana del monstruo lo que impide verlo ¿Cómo creer que haya sujetos tan malvados que por el mero hecho de reunir todavía más riquezas y todavía más poder, hayan puesto de rodillas a la humanidad entera y provocado millones de suicidios y una hambruna que traerá en su cortejo temibles plagas bíblicas? Jamás podría ser creído. Esa es la capa de la invisibilidad del Coronavirus.

En un célebre cuento de Edgar Poe llamado "La carta robada", la policía busca enloquecida una carta comprometedora que nunca encontrará ¿Por qué razón? Pues había sido escondida dejándola a la vista de todos.


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