29.JUL.20 | PostaPorteña 2132

Omicron, la fogosa criatura del Planeta Ultra

Por Tato López

 

Aquellos que son amantes del ocaso del neorrealismo italiano, o viejos como yo, deben de recordar aquella película de Ugo Gregoretti, de comienzos de la década de los 60's, dónde un ser intergaláctico, se apodera parasitariamente del cuerpo de un sencillo obrero italiano, apellidado Trabucco,(Renato Salvatori) y comienza a ejercer dominios sobre su conducta, con fines de experimentación lúdicos, y llevarlo a umbrales de riesgo de su propia vida, hasta al filo de su suicidio.

Entre la panoplia de disparates a que lo somete, es usar la visión del parásito interestelar, para convertirlo en un "As del Taylorismo", y desplazar puestos de trabajo, siendo tomado como padrón de productividad para la denuncia del convenio laboral por parte de la patronal, hasta usar su visión de rayos X, para ver a proteicas bellezas de la burguesía en bolas.

Si bien, se ubica en el ocaso del neorrealismo italiano, y se enmarca en un relato de ciencia ficción, conserva un solapamiento con aquel, y nos hace reflexionar desde la perspectiva de un alienígena, sobre el comportamiento humano desde el Otro.

Quizás, yo mismo este poseído por esa tensión binaria de la que era victima Trabucco, que anticipó Gregoretti en su filme, de 1963, Omicron, la fogosa criatura del Planeta Ultra, presagiando este disparate de velocidad paralizante del massmedia que nos lleva, como ciego a mear, a suponer que mediante la sobre exposición de información sesgada y sin digerir, que prescribe disolviendo la reflexión, en beneficio de la democracia de la emoción, incurrimos en comentarios ordálicos, sobre sucesos de opaca o inexistente evidencia empírica, que intenta laudar sobre subjetividades morales, o defensas apologéticas, es decir, a favor o en contra.

De esta manera, hace varios días que se nos revela que Daniel Viglietti, un símbolo icónico en la cultura latinoamericana, no era otra cosa que un patético y taciturno pedófilo.

De manera temeraria e impúdica, valiéndose de "datos" resultantes de la perversión intrafamiliar, de la cuál ironizaba Simón de Beauvoir, hace más de medio siglo, que dispara un francotirador con pocos escrúpulos, el finado Viglietti, ha convocado, obviamente sin saberlo, una legión de abogados, guardianes epistemológicos de su obra y proceder, ante una multitud de fiscales y censores, que se invisten, ante esta performatividad ramplona, entre la incredulidad y el repudio sobre esta ficción, a saber, "no lo creo", o "porqué no creerlo"?,es decir, un intercambio poseído no por la razón, sino por la buena fe, o la mala fe, dependiendo desde que acera se observe.

De eso se trata la conducta ordálica que se legitima como absurdo, porque no encuentro más que absurdos en esta histeria confrontativa, es un estereotipo de difamación que basta observarlo "ad hoc" lo que quiere vehiculizar esta ficción, aunque  la realidad misma también lo es, intentando reemplazarla por otra ficción real.

¿Qué sucedería si afirmo que Don José Batlle y Ordoñez, era voyeurista y "mano larga", en los baños del Café Brasilero a principios del siglo XX?

Seguramente algunos rabiosos antibatllistas podrían decir que lo creen, que ya, sabían que Don Pepe, la miraba con simpatía, no habiendo evidencia empírica que pueda desmantelar tal extremo.

Lo curioso, es que tampoco hay evidencia empírica, por lo cual yo lo pueda demostrarlo, en consecuencia, se podría suponer que dicho extremo que afirmo, es mediante los oficios de un familiar allegado, que fue transferido intergeneracionalmente, por un canillita de la Plaza Matriz, aunque aficionado, esto dejara un umbral de dudas.

El derecho penal, desde sus preceptos más conservadores y arcaicos, hasta los más avanzados, establece el "in dubio pro reo", el absurdo de los absurdos, es que al disolverse el sujeto del derecho, no existe el "in dubio pro mortius", si no fuera así, Don Pepe, podría retarme a duelo, o pegarme una patada en el culo, con sus zapatos de talle 47.

La verdad fáctica y el rigor, están heridos de muerte por el masmedia y las redes

Un muchacho pobre y desempleado de Paysandú, fue procesado hace pocos días acusado de instigar al odio y al magnicidio por una tonta leyenda, aludiendo al presidente.

¿Acaso, actuará de oficio la fiscalía pública para investigar los supuestos hábitos de bufarrón de Daniel Viglietti interpelando al periodista que lanzó tal especie?


Comunicate