14.AGO.20 | PostaPorteña 2138

LAS AVENTURAS DE JUAN PLANCHARD (II)

Por Jonathan Jakubowicz

 

EL AMOR

Salí de la fiesta de swingers físicamente satisfecho pero deprimido. La Brasileña se fue con un príncipe árabe que le prometió un yate. Yo me fui directo al aeropuerto. Me monté en el Challenger 300 y le pedí al piloto que me llevara a Nueva York, mi ciudad preferida.

El avión despegó con el amanecer y yo lloré. Lloré porque estaba solo. O más bien, en realidad, lloré porque se me había acabado el perico y la resaca me recordaba que estaba solo.

En ese momento pensaba que ella no escribiría. Posiblemente ya se había olvidado de mí. Estaba condenado a pasar mi vida con actrices brasileras que me abandonarían por príncipes y yates…

Por primera vez en mi vida pensé en el suicidio. Obvio que no en el suicidio inmediato; si decidiese matarme, primero me rumbearía los reales, que eran muchos, y para mucho rendirían. Pero sí, pensé que quizá no valía la pena esta existencia vacía de contenido, carente de objetivo, en la que todo giraba alrededor del dinero y la sensualidad.

Pensé que quizá me había equivocado al irme por el dinero fácil. Pero de inmediato recordé los tiempos en los que había pelado bola. Recordé a los panas caraqueños que todavía pelaban bola, marchando y tuiteando contra la revolución, como propios pendejos, y se me quitó la depre. Me cagué de la risa. Recliné mi asiento. Saqué mi iPad, lo encendí, y en ese instante llegó su e-mail:

Hi Juan,

We met in Vegas last night, at the poker table. Hit me if you are ever in LA.

Amor

Scarlet

Hola Juan,

Nos conocimos en Vegas anoche, en la mesa de póker. Avísame si algún día vienes a LA.

Amor

Scarlet

Puso la palabra AMOR en español. ¡AMOR!

Yo aquí elucubrando paja sobre el amor, reflexionando sobre cómo lo único que me falta es el amor, y la jeva me la canta así, mantequilla: ¡Amor! No dijo “Love”. Pudo haber dicho “Love”. Pero los gringos se dicen “I love you, man”, entre amigos. No es lo mismo. Love es Love, y Amor es Amor. Nuestra unión era ya definitiva.

Hola Scarlet–escribí–.Estoy en el avión, volando hacia Nueva York, pero si quieres venir conmigo, te recojo en Vegas o en LA.

Amor

Juan

NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados, vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su amiga Zoe.

@ScarletT45

Necesito tu ayuda.

@Zoe23

Cómo t fue con el gordo?

@ScarletT45

Horrible. Fue como 2 horas. Mil posiciones. Un asco.

@Zoe23

8 mil dólares, q remedio. Nadie dijo q sería fácil.

@ScarletT45

Lo bueno s q conocí a un chico q sí me gustó. En la mesa de Póker.

@Zoe23

En serio??? Y el Gordo no se dio cuenta?

@ScarletT45
Había ido al baño. Le dije al chico q el gordo era mi papá y me creyó. Q pena!

@Zoe23

Y d dónde es?

@ScarletT45

Es de Argentina o Colombia, un lugar de esos. Tiene avión privado. Me quiere venir a buscar para ir a NY!

@Zoe23

No puede ser! Yo puedo si tú no quieres o no puedes!

@ScarletT45

Idiota, no te estoy ofreciendo un trabajo. Te estoy preguntando si tú crees q debería ir. Ni siquiera lo conozco.

@Zoe23

Mhhhhmmm Obvio! Los psicópatas generalmente no tienen aviones privados : )

@ScarletT45

Jajaja cierto. Déjame ver q hago

Pasaron quince minutos desde que mandé el e-mail. Fueron los quince minutos más largos de mi vida. ¿Cómo me atrevía yo a invitarla a NY si apenas la conocía? Era una niña de familia, apenas habría cumplido la mayoría de edad. Seguro iba a una de las mejores universidades del mundo, sin duda estaría horrorizada de mi ofrecimiento.

Comencé a escribir un nuevo e-mail, disculpándome. Y estaba a punto de mandarlo, cuando llegó otro:

Estoy saliendo para LA. Si me buscas en la noche, puedo ir contigo a NY.

S.

“S”…Scarlet, mi princesa escarlata… me espera… y evidentemente sabe que no hay tiempo que perder.

Llevábamos un par de horas de vuelo, ya íbamos por Colorado. Pero sin pensarlo ordené al piloto dar vuelta al avión y seguir rumbo a LA…

Aterrizamos a las tres de la tarde en el aeropuerto de Burbank. Ella no estaría lista hasta las ocho, por lo que yo tenía varias horas que quemar. Así que me fui al Chateau Marmont.

El Chateau Marmont es una especie de institución en Hollywood.

Allí murió John Belushi de una sobredosis de tranquilizantes.

Allí se partió la espalda Jim Morrison por andar payaseando en un balcón. Allí vivieron Keanu Reeves, James Dean, Greta Garbo y Elizabeth Taylor. Allí se mató Helmut Newton, el fotógrafo preferido de Fidel.

Allí tuvo un paro cardíaco Scott Fitzgerald. En el Chateau Marmont está inspirada la canción “Hotel California” de The Eagles.

Lo bueno es que el hotel no ha perdido importancia con el tiempo, y basta ir al restaurante de la terraza para ver una que otra celebridad.

No es fácil entrar al Chateau. A mí me reciben porque desde hace un par de años se rumorea en Hollywood que tengo dinero y soy un potencial inversionista para películas independientes. El rumor lo regó Oliver Stone después de una rumba que nos tiramos en Venecia.

Apenas entré me encontré a Almodóvar hangeando con Laura Bickford, la productora de la peli del “Che” de Benicio del Toro.

Laura es una rubia súper elegante a quien conocí en el Nuevo Circo de Caracas cuando presentaron esa película. Era un buen grupito para pasar unas horas.

Hablamos de esto y lo otro. Llegó uno de los de “Piratas del Caribe”. No Johnny Depp, sino el otro; el que sale en “El señor de los anillos” y se casó con un culito modelo.

Las horas siguieron pasando. Llegó Dustin Hoffman con el papá de Ben Stiller.

Llegó el man de “300” que gritaba ¡¡¡SPARTAAAA!!! Y así entraron y salieron una constelación de estrellas mayores y menores, y todas pasaron a saludar a Almodóvar como si se tratara de Dios.

La verdad nunca he visto una película de Almodóvar. A mí me gusta el cine gringo, lo demás me aburre. Y ni hablar del cine venezolano. ¡Qué vaina tan mala! Una vez me tocó ir a la premier de “Zamora” en el Teresa Carreño. Me senté a dos filas del Comandante, y estoy casi seguro de que se quedó dormido. Al terminar se sintió culpable por el camarón que echó, y le volvió a aprobar un dineral al director para que siguiera haciendo películas.

Si el Comandante hubiese visto “Zamora” lo manda a fusilar. Encima el director es adeco. Todo mal.

Tomé sopita. Tomé té. Pero no me tomé ni un trago. Me tenía que preparar para mi cita de la noche.

A medida que pasaron las horas, la gente que vino se fue, y yo fui el único güevón que quedó para pagar la cuenta. ¡Novecientos dólares! Esta gente de Hollywood vive de la pantalla, pero en el fondo todos están pelando.

Pagué mi vaina y me fui. Le pedí al chofer que diera una vuelta por Sunset Boulevard, la legendaria calle que une a Hollywood con Beverly Hills.

Un pana me había dicho que en Los Ángeles hay más dispensarios de marihuana que McDonald’s. Yo no le creí pero me bastó con dar una vuelta por Sunset para comprobar que era así. Es una maravilla. Uno los reconoce por la cruz verde iluminada en la puerta.
Marihuana por todos lados, legal. Hay hasta vallas publicitarias que promueven el consumo de monte.

El chofer me explicó que los dispensarios solo requieren que uno diga que tiene dolor de cabeza para que te den un carnet, válido por un año, que te permite comprar toda la hierba que necesites para uso personal.

Así es el mundo... Miles muriendo en México por la guerra contra las drogas y, mientras tanto, el estado más importante de Estados Unidos fuma monte legal. El que le encuentre coherencia a esa vaina que me lo diga. Por eso uno no se puede estar matando por las leyes. Si las respetas o las violas no importa, total casi todas son temporales. Lo que importa es que no te agarren.

Scarlet vivía en West Hollywood, como a diez minutos del Chateau. La recogieron y me mandaron un texto confirmando que estaba en camino hacia el aeropuerto. Mi corazón parecía un solo de tambor urbano. ¿Cómo había podido ocurrir todo esto de manera tan rápida?
Hace apenas doce horas yo lloraba por mi inevitable soledad y ahora estaba en un Lincoln Town Car y ella en otro, rumbo al mismo avión para nuestra primera cita.

Me encomendé a la Virgen del Carmen, a San Miguel Arcángel, a Changó y a María Lionza. También le pedí a José Gregorio para que me diese salud, pues el ratón y la viajadera amenazaban con resfriarme.

Llegué al aeropuerto de Burbank y pedí acceso al avión lo antes posible. La tripulación siempre se encarga de limpiar los asientos para evitar cualquier rastro de perico o cualquier otra vaina que me pudiese meter en peos con las autoridades del imperio. Pero lo que no limpiaban a veces eran los rastros femeninos: pinturas de labios, pulseras, carteras, dibujitos, prendas de vestir, perfumes… cualquiera
de esas vainas que podían delatarme. No quería que Scarlet sintiera
que era una más entre las muchas amantes de un playboy. Este debía ser
el inicio de una relación seria y yo me debía mostrar como un profesional responsable, que no está acostumbrado a este tipo de encuentros fortuitos.

Ojo, también es cierto que culo bueno atrae culo bueno. Pero mis intenciones con Scarlet eran mucho más formales. Hacerle el amor era mi menor preocupación. Había penetrado seis mujeres de razas  diferentes en las últimas horas, lo último que estaba en mi mente era desnudarla. Yo la quería para toda la vida. La quería conocer. Quería
establecer esa comunión de almas en la que se oculta la felicidad, y que
no tiene nada que ver con el sexo.

Apenas terminé de limpiar el avión, me llegó el texto del chofer: Scarlet llegó al aeropuerto. El momento más importante de mí de mi vida estaba a punto de comenzar.

NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su novio Michael.

@ScarletT45
Hola amor.

@Michael31
Hola Bella.
@ScarletT45
Mi papá ganó anoche, nos vamos a quedar un par de días más en Vegas.

@Michael31
En serio? Q mal!

@ScarletT45
P q??? Deberías alegrarte por él!!!

@Michael31
Es q t tenía 1 sorpresa para sta noche.
@ScarletT45
Q lindo. Guárdala unos días.

@Michael31
Mmmmmm. Te extraño.

@ScarletT45
Yo también. Te tengo q dejar. Voy entrando a 1 show de Cirque du
Soleil.

@Michael31
Cuál?

@ScarletT45
Ka

@Michael31
Mejor es Zumanity, más sexy.

@ScarletT45
Hablamos luego.

@Michael31Me extrañas?
vida estaba a punto de comenzar.

Bajé del avión a recibirla. Salió del Lincoln Town Car con una maleta mediana Burberry de lo más coqueta. Tenía un sobretodo gris Dolce & Gabbana, una bufanda verde Valentino, y un traje blanco Prada de dos piezas. Caminó hacia mí despacio pero decidida, sobre unos enormes tacones blancos con incrustaciones rojas rojitas, de Christian Louboutin.

Parecía una súper modelo. Era la mujer que merecía. Una mujer de buen gusto que había nacido para este estilo de vida. Una mujer de mundo, no como las misses chaborras nuestras. Una dama como la soñó mi señora madre, Cristina del Carmen de Planchard, para su muchacho mimado del Cafetal.

Se veía más rubia bajo las luces del aeropuerto y eso me gustó. Se acercó sonriendo con timidez. Estrechó mi mano.

—Esto es tan raro –dijo como disculpándose por el atrevimiento de estar aquí.

Besé su mano como buen caballero: —Nada es raro si se siente bien. Bienvenida.

Sonrió agradecida. Le señalé las escaleras que subían al avión, y sin soltar su mano la llevé hacia ellas. Al tenerla a mi lado sentí el inconfundible aroma de CH de Carolina Herrera.

Debo reconocer que nunca me ha gustado Carolina Herrera. Siento que representa a esa oligarquía blanca, apátrida, esnobista, que dio sus  espaldas al pueblo y llevó a Venezuela a la ruina. Pero en Scarlet todo estaba bien. Si ella quería oler a Carolina Herrera, pues ese era el olor que yo quería respirar en ella. Estaba aquí para servirle como esclavo.
Mi ser, mi todo, mi amada inmortal.

Se sentó en la segunda fila, donde normalmente me siento yo.
Y así lo percibí, como si el trono de mi reino hubiese cambiado de dueño. Ya mi vida no se trataba de mí. Se trataba de Scarlet, con sus largas pestañas y su sonrisa cómplice y tímida.

La tripulación se le presentó y le ofreció Prosecco. Lo aceptó con alegría. Intercambiamos miradas mientras la nave se preparaba para el despegue. Yo estaba desesperado por hablar con ella, quería decirle que toda mi vida había esperado su llegada. Pero ella me calmaba con sus ojos.

“No hay apuro”, decían sus pupilas…

“Despeguemos. Las cosas que quieres decirme no deben ser dichas en
tierra”.

Y así fue, despegamos… subimos… pasamos por las nubes, admiramos desde arriba las desérticas montañas que rodean la ciudad de Los Ángeles, alcanzamos velocidad crucero… y sin que yo lo pidiese, tomando el mando de nuestros tiempos, desabrochó su cinturón de seguridad y cruzó la nave hasta encontrar el asiento vacío frente al
mío.

—¿Estoy secuestrada? –preguntó con su inglés californiano
exquisito.

—Estamos –respondí sin estrategia, hablando desde el corazón.

—¿Y quién nos secuestró? –dijo sonriendo, para seguir con el juego.

—No lo sé –susurré–, pero espero que nadie nos venga a  liberar.

Sacudió la cabeza como celebrando esta locura. Estaba a bordo de un Challenger 300 de veinticinco millones de dólares y, era evidente, se sentía en casa con su marido.

—Tengo que estar un par de días en Nueva York –añadí–, después podemos ir a donde tú quieras.

Miró alrededor, como evaluando la oferta.

—¿Aquí? –preguntó.

Yo afirmé con un gesto.

—¿Y esto a dónde llega? –inquirió sin exceso de coquetería.

—Desde Nueva York hasta Europa. Desde Europa hasta casi
todo el mundo.

—Y tú… ¿dijiste que eres de Argentina?

—Venezuela.

—Disculpa.

—No hay problema.

Me estudió por un momento y me dio las reglas del juego:

—No preguntaré qué haces. Ni a dónde vamos. Ni dónde dormiremos. Solo quiero saber si eso que siento es cierto.

—¿Qué sientes? –pregunté, asomando más ansiedad de la que
debía.

—Eso que tú sientes –respondió.

—Eso…
—Tampoco hablaremos de eso.

—Perfecto.

Hizo un silencio, respiró hondo y sentenció:

—No quiero hacer el amor hasta que nos amemos.

Sonreí, nervioso. ¡Qué frase tan maravillosa! Llevaba oculta la promesa del amor y el rechazo al deseo sin contenido. ¿Para qué tener sexo ahora, cuando podemos hacer el amor en unos días? Vaya concepto… Elegante, necesario…

Scarlet había llegado poniendo reglas, tomando el trono… yo ya era para siempre suyo, hasta que la muerte nos separe.

EL CULO DE GADAFI

Aterrizamos en el aeropuerto de La Guardia en Nueva York, a eso de las dos de la mañana. Cogimos un helicóptero Sikorsky S-92, un poco vulgar para mí gusto (pero era lo que había disponible) y sobrevolamos Manhattan… Esa maravilla arquitectónica con la que la humanidad intenta acariciar el cielo. Dimos media vuelta alrededor de la torre Chrysler, pasamos al lado del Empire State, bajamos lo más
posible hasta el Hudson River y lo rozamos bordeando Midtown, Chelsea, Tribeca, Battery Park, visitamos la Estatua de la Libertad y seguimos hacia el Lower East Side.

Finalmente aterrizamos en la orilla, en pleno muelle del East River, en un helipuerto exclusivo, a la altura de la calle 34.

Mi apartamento en Manhattan queda en el Museum Tower, en la calle 53, entre Quinta y Sexta Avenida. Se llama Museum Tower porque es la torre del Museo de Arte Moderno (MoMA). Yo no sé mucho de arte, y la verdad es que después de un año viviendo ahí, nunca he entrado al museo. Pero sé que tiene vainas de Picasso, Van Gogh, Dalí, Monet, Chagall, Kandinsky… y eso le da full valor al edificio. Parte de la colección de la camarada Patty Cisneros está también aquí. Y yo, gracias al sabio y oportuno consejo de mi adorada amiga Vera Góldiger, la gringa bolivariana,
había conseguido un apartamento de tres cuartos que estaban rematando, porque el banco se lo había quitado al dueño. Así fue que un hogar dulce hogar, que
normalmente costaría cuatro millones, yo lo coroné por un millón novecientos…

Esto y mucho más se lo debo a la Góldiger. Sin duda hablaremos de ella más adelante.

El valet movió la puerta giratoria con sus guantes blancos, y Scarlet cruzó el lobby como si este ya fuese su palacio. Subimos al piso 35, llegamos a la puerta de mi apartamento y antes de abrir me disculpé:

—Todavía estoy remodelando, perdona si hay algunas cosas
sin terminar.

Ella sonrió con ironía. Puede que sea una niña acostumbrada al buen gusto pero, debía admitirlo, entre el viaje en jet privado, el paseo en helicóptero y el apartamento en la Quinta Avenida, nuestra primera cita iba muy bien.

Abrí la puerta y mi pequeño tesoro se iluminó… Las ventanas panorámicas mostraban la zona sur de Central Park. Hasta el más valiente de los guerrilleros
quedaría sin aliento ante esa vista.

Estábamos, sin duda, en el corazón del imperio. El epicentro de todo.
El punto medio de la cruz de Cristo. El Aleph de la civilización occidental.


NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su amiga Zoe.

@ScarletT45
Esto s una locura.

@Zoe23
Cuenta!!!!

@ScarletT45
Avión, helicóptero, apartamento d lujo en Manhattan, este tipo tiene
todo!!!

@Zoe23
Cuánto le vas a cobrar????

@ScarletT45
No s así.

@Zoe23De q hablas???
@ScarletT45
No creo q le cobre : (
@Zoe23
Qué?????!!!!!!!!!
@ScarletT45
El no sospecha nada. No puedo. No quiero.
@Zoe23
Estás loca! Debe tener millones. Le puedes cobrar 50 mil por la
semana y ni se daría cuenta!!!

@ScarletT45
Es diferente, Zoe. No estoy trabajando. Ni siquiera hemos tenido sexo.

@Zoe23
Tienes novio, Scar, no seas imbécil. Michael t adora. Este indio t
quiere por unos días. Si no le sacas $$$ t quedarás sin nada.

@ScarletT45
Bueno, déjame ver q hago. No es indio. Es bello.

@Zoe23
No seas infantil. A mí también me ha pasado. No pierdas foco. Él ya
sabe. Ninguna mujer normal se monta en avión con un desconocido!

@ScarletT45
Está enamorado de mí.

@Zoe23
Cásate entonces. Haz lo que tengas que hacer pero no sueltes ese cochinito

Entró a mi ducha de masajes y se bañó durante horas. Yo me arrebaté suavecito con mi vaporizador Volcano, el mejor invento de la ciencia médica: si no lo tiene, ¡cómprelo ya! Te permite respirar vapor, no humo, sino vapor de marihuana. Es la vaina más sana del mundo porque no quema a la planta, solo le quita el juguito, el THC, que es el que te da la nota. Y es una nota súper ejecutiva. Nada de risitas
pendejas. Monte para gente seria.

Salió de la ducha en una dormilona de John Galliano azul eléctrica con rostros de payasos. Le indiqué dónde estaba el cuarto de visita y le encantó que se lo ofreciera, demostraba que era respetuoso y estaba dispuesto a seguir sus reglas.

Se sentó a mi lado y le dio un par de hits al vaporizador.
Disfrutó de la vista unos minutos. Luego agradeció mi cordialidad, dijo que estaba cansada y que se iba dormir a su cuarto. Besé su mano y le deseé dulces sueños. Se retiró con lentitud, yo contemplé sus delicados pies descalzos acariciando mi alfombra blanca de Armani/Casa…
Hasta que desapareció tras la puerta del cuarto de visita.

Me quedé vaporizado viendo las luces nocturnas y, por primera vez en años, agradecí genuinamente a Dios.

Desde que comencé a hacer negocios revolucionarios he vivido con remordimiento. Yo no soy militar, no he nacido para esto.
Mi padre es profesor jubilado de la UCV y mi madre maestra de una escuela primaria. Se mataron toda la vida trabajando con honestidad para que yo pudiese ir a la universidad.

Yo me gradué de administración en la UniMet y conseguí trabajo en Procter. Me pagaban  mil dólares mensuales. Tenía todo para seguir una carrera en el mundo de las corporaciones.

Pero no. No podía evitar sentir que era demasiado absurdo trabajar para que otro hiciese dinero. Despertarse a las seis de la mañana, llegar a la casa en la noche, trabajar y trabajar, por un sueldo miserable que te paga una corporación que al año hace billones de dólares en ganancia. Es una de las vainas más absurdas del
mundo.

Mucha gente dice que el venezolano es flojo. Pero el sueldo mínimo en Venezuela
está alrededor de los doscientos dólares mensuales.

¿Cómo carajo se le puede pedir a una persona, medianamente normal, que trabaje todo el día, todo el mes, por una cantidad de dinero que nunca le va a alcanzar para
vivir?

El venezolano no es flojo, lo que tiene es sentido común. Con sueldos tan bajos es absurdo ser empleado y el que lo hace es un idiota. Sobre todo habiendo tantas opciones para hacer dinero en ese país. Aun sin tener contactos en el gobierno se puede hacer mucho billete. Con secuestrar un carajito del Este y pedir cien mil dólares, ganas lo que ganarías en quinientos meses de salario mínimo, casi cuarenta y dos años de trabajo. No tienes ni que hacerle daño al carajito. Lo guardas unas
horas y cobras. Cuando lo devuelves, la familia hasta te lo agradece.
Porque cien mil dólares para esa gente no es nada. Porque ellos no trabajan a sueldo mínimo, ni siquiera trabajan en Procter...

Ellos trabajan en guisos, como cualquier venezolano medianamente sensato.
La naturaleza está llena de animales que buscan su propia supervivencia y nadie la anda juzgando, ni la tilda de amoral. El que quiera ser honesto que lo disfrute, pero que no se venga a quejar después cuando esté pelando, y que no venga a criticar…

Agradecí a Dios por todo lo que me había enseñado. Durante tres años me había vuelto loco por producir dinero. En tres años había resuelto el problema y había aprendido la lección más importante que  ser humano alguno puede aprender: el dinero no lo es todo en la vida. Y como si el universo fuese mi guía espiritual personal, Dios me había puesto a Scarlet en el camino.

¿Quién era Scarlet? ¿Qué hacía Scarlet? ¿Por qué se había venido conmigo a NY? Nada de eso importaba. Lo que importaba era lo que me había hecho sentir... me había liberado del vacío. Me había llenado. Me había hecho un ser humano.

Nos despertamos cerca de las once de la mañana, por aquello del cambio de horario. Caminamos juntos un par de cuadras y llegamos a desayunar en la Petrossian Boutique & Cafe. Ella vestía un abrigo de Gucci. Tenía unos leggings de colores que dejaban adivinar la forma de unos muslos tonificados por largas
horas en el gimnasio. Todo prometía.

Yo anoche sufría ante el terror de una soledad llena de nalgas
firmes. Hoy estaba lleno de amor, y parecía que con todo y amor, las
nalgas firmes seguirían siendo parte de mi vida.

Desayunamos bagels con salmón y caviar, croissants de
chocolate, jugo de naranja, café colombiano (no había Venezolano).

—¿Qué quieres hacer? –le pregunté.

—Es mi primera vez en Nueva York –dijo, a manera de confesión.

—¿Quieres que te dé un tour?

—Quiero verlo todo... y quiero ir a la Ópera.

—¿La Ópera?

Yo había escuchado que la ópera quedaba por ahí cerca. Saqué mi iPhone, le pedí a Siri, la asistente personal que me dejó Steve Jobs antes de morir, que averiguara qué había en la Ópera Metropolitana esa  noche y me dijo “Il Postino”, con Plácido Domingo como Pablo Neruda. ¡Neruda! Uno de mis grandes héroes revolucionarios. El poeta, premio Nobel, que murió de tristeza por el golpe del imperio contra Allende… Y ahora yo podía disfrutar de sus letras, gracias a la revolución, en plena Metropolitan Opera. Compré dos tickets por cuatrocientos dólares.

Se puso contenta. Me preguntó si conocía a Dudamel (“son del mismo país, ¿no?”) Le dije que sí y me lancé a elogiar a Dudamel…
Aunque la verdad es que no aguanto al tipo. No dudo que haya hecho mucho por los niños y por exaltar la imagen de la revolución en el mundo entero, pero no me lo calo. Es un guaro.

Un guaro tan egocéntrico que se regodea en su sencillez. Que sea bueno o malo en lo suyo, es lo de menos. Lo único que hace es mover la batuta y la melena, ni siquiera es compositor. Estoy convencido de que no es más que otro fenómeno de marketing diseñado por el imperio para musicalizar la lucha del proletariado, como Calle 13. Aunque Calle 13 es vacilón.

Pero son lo mismo. Celebran a la izquierda desde los poderes imperiales. Uno quiere meter lo más esnobista de la academia europea en los barrios; el otro, su música yankee con discurso revolucionario cobrado en dólares. Lo peor fue cuando tocaron juntos en el Grammy Latino, desde Las Vegas, por el canal del camarada Cisneros.

Descarados es lo que son.

Scarlet me contó que estudiaba Psicología en la UCLA. Había modelado en un par de photoshoots, pero no le gustaba el show business. Me dijo que siempre había querido ir a Venezuela. La invité.
Le dije que nadie podía enseñarle Venezuela como yo. Le hablé del Salto Ángel, la Gran Sabana, Los Roques…

Me dijo que a ella le gustaba el Comandante, porque le había dicho a Bush que olía a azufre. Le dije que a lo mejor se lo podía presentar... Dependía de su estado de salud. “¿Es verdad que se está  muriendo?”, preguntó. Le dije que no, “eso son rumores de enemigos”. Ahora es que queda revolución, “hasta el 2041”.

De allí nos fuimos a Columbus Circle en Central Park. Le mostré la estatua de Bolívar, le expliqué quién era, pero no me entendió. La verdad es que yo tampoco entiendo mucho. Bolívar era un blanco oligarca que puso a sus negros esclavos a pelear con los españoles porque no quería pagar impuestos.

¿Qué tiene eso de heroico?

Luego subimos al Empire State y vimos la ciudad desde arriba. Después pasamos por el hueco donde estaban las torres gemelas antes de que se las volaran. Almorzamos sushi en Nobu. Saludamos al chef Matsuhisa y a uno de los dueños, George Pérez, un cubano muy pana que conocí una vez en una rumbita en Saint Martin. Pérez nos invitó un par de tragos y elogió la belleza de Scarlet, a quien presenté por primera vez como la mujer de mi vida. Scarlet se sonrojó, pero sé
que le llegó al alma. Ella sabía que yo no exageraba. Sabía que todo indicaba que íbamos en esa dirección.

En la tarde me tuve que ir a una reunión. Un pana estaba tratando de sacar dos palos y medio de dólares en efectivo de Venezuela y me pidió que lo ayudara. Le di a Scarlet mi tarjeta de crédito gringa y le pedí un taxi para que la llevara a la Quinta Avenida.

—Cómprate el vestido que quieras para esta noche –le dije–, te busco a las siete y media para que vayamos a la Ópera.

Yo agarré otro taxi rumbo a Chelsea, que era donde vivía el pana. Desde el taxi llamé a la Góldiger:

—Vera.

—Juancito.

—¿Cómo andas?
—Bien, bien. ¿Ya estás Nueva York? –machucó en su limitado español.

—Sí, voy llegando a casa del pana.

—Llámate a Molina… yo más menos expliqué y me prometió que te va a ayudar.

—Buenísimo.

—Después cuadramos lo nuestro.

Llegué a casa del pana en un edificio burda de loco de cristales diseñado por Frank Gehry cerca del Chelsea High Line. El tipo se llama Eduardo Duarte y vive en un penthouse con vista al Hudson River, al lado del edificio de la agencia de noticias Reuters.

Duarte tiene burda de mérito: se fue del país con una beca de Fundayacucho para estudiar Ingeniería en la Universidad de Columbia, pero le cortaron los reales a mitad de carrera por el cambio de gobierno. El pana pudo haber tirado la toalla y regresarse al país; pero no, decidió quedarse y echarle bola. Abrió una arepera en Forrest Hills en Queens y se la jugó. Fue ganando unos dolarcitos pelo a pelo, friendo harina Pan para neoyorquinos millonarios a quienes no les importaba pagar quince dólares por una reina pepeada.

Lo cierto es que cuando comenzaron los guisos con las tarjetas de crédito de CADIVI, Eduardo comenzó a prestar su punto en la arepera. Y por allí se pasaron miles de tarjetas. A cuatro mil dólares el cupo anual de ese entonces, Eduardo terminó facturando dos millones de dólares en dos años. Con ese capital montó una agencia de viajes que llevaba gente a Aruba por el día, con tal de que le diesen su cupo de CADIVI… Y así hizo como cinco palos más.

Tenía tiempo que no hablaba con él. No sabía a qué se estaba dedicando desde que bajaron los cupos y cerraron ese chorro. Lo cierto  es que me había llamado para que lo ayudara con el beta del cash, y me ofreció trescientos mil dólares por la diligencia.

Llegué y vi que tenía una pequeña rumbita en su casa: un display, unos culitos, unas bolsas. Nada del otro mundo pero full calidad. Me di unos toquecitos suaves para no perder la costumbre y celebrar con él. Me ofreció una de las jevas, pero le dije que estaba empepado por una gringa y no iba pendiente.

Entramos a su oficina y le pedí el teléfono. Llamé al coronel Molina, a quien nunca había conocido personalmente. Era uno de los contactos de la Góldiger en la aduana y le había hecho un par de trabajitos.

Cuando Molina contestó estaba en el yate de Aristóbulo ruleteando por La Tortuga. Me dijo que iba a averiguar. Le dije que era urgente y se cagó de la risa: “Dos millones y medio no es nada urgente, catire, deja la mariquera”

Esperamos cinco minutos. Eduardo me contó que acababa de llegar de Caracas y que ahí había un gentío friqueado por lo de Gadafi.
El tipo lo tenía todo y terminó con un palo metido por el culo, humillado ante todo el mundo. Esa vaina no podía ser.

Lo tranquilicé:

—Gadafi se jodió porque confió en los europeos y les dio sus reales. ¿Y qué pasó? Le congelaron las cuentas apenas comenzó la guerra civil… se quedó sin cash y así es muy jodido gobernar. Pero ya el Comandante aprendió y se está trayendo las reservas pa’Caracas.
¡Hasta el oro se lo trajo! En el peor de los casos, cada quien agarra
unos lingotes y pira. Pero a nadie le van a meter un palo por el culo. Olvídate de eso.

—Igual hay que apurarse, bro –dijo con profunda  preocupación–. Yo ando pendiente de montarme en dos dígitos en cash el próximo año, antes de que termine el 2012. Hay muchos duros conspirando y en lo que se apoderen de esa vaina se acabó la
mantequilla, lo que tienes es lo que tendrás…

—Te tienes que diversificar, pana. Yo tengo una vende-paga en Las Vegas que me está dando casi tanto real como Venezuela.

—¿En serio?

—De bien.

—Suena buena esa. A lo mejor me meto en un peo con unos restaurantes. No vayas a creer, yo lo he pensado. Lo que pasa es que caga, todo el trabajo que eso significa.

—No vale, bro. Tú pagas lo que le tengas que pagar a un gerente y no te preocupas por nada. Te roban un pelo pero es parte del precio por tu tranquilidad.

Sonó el teléfono. Eduardo contestó en speaker. Era Molina.

—Catire, acaban de decomisar un container con Nintendos o Xbox, una vaina de esas, que venían sin permiso. Ochenta aparaticos. Si pueden meter los reales en esas cajas, se los mando.

Eduardo pensó por un instante. Lo miré esperando respuesta.

—¿Catire?

—Sí, maestro. Estoy aquí con el pana y lo está pensando.

—Pues que no lo piense mucho porque eso tiene que salir mañana en la mañana.

—¿Y tú crees que dos palos y medio caben en esas cajas?

—Dos no creo, pero me vas a dar uno, ¿no?
Eduardo tragó fuerte y amargo. Me hizo señas para que lo bajara.

—¿Uno completo, Molina?

—Coño, güevón, yo estoy en la playa. Si me vas a hacer trabajar no puede ser por menos.

—Pero es que la vaina no es pa’mí.

—¿Entonces pa qué me molestas?

—Ponlo en seiscientos, pues.

—Imagínate tú, te estoy poniendo las cajas, el container, el servicio, el permiso, el personal, y me vas a dar seiscientos mil. No joda.

—Ochocientos y vamos fino.

—Dale pues, pa’que no ladilles más. Anótate este número.

Molina nos dio el número del tipo que haría la diligencia. Le dimos las gracias. Eduardo me dijo que me quedara con los doscientos que negocié, más trescientos mil por el servicio, como habíamos quedado. Estaba golpeado por la negociación. Había tenido que soltar más de un palo para quedarse con un pelo más de un palo y medio.

—La vaina no es como antes –dijo–, todo el mundo se quiere mojar demasiado. Es muy jodido ver la ganancia así.

—Si quieres busca otra opción.

—No pana, tranquilo. Tengo días en esto. Y ese tipo se ve que resuelve.

No se habló más de negocios. Con comisión o sin ella… en la revolución el dinero fluye... hay para todos. El temor de Eduardo de  que se acabe la fiesta está poco justificado. Todos sabemos que las elecciones no se perderán. Y la enfermedad… bueno… ese es el culillo, pero nada se puede hacer. Está en manos de Dios. Y Dios, hasta ahora, ha demostrado ser revolucionario.

Volvimos a la rumbita, retocamos la nariz con un par de pasecitos y nos despedimos.
(continúa)


Comunicate