19.AGO.20 | PostaPorteña 2139

LAS AVENTURAS DE JUAN PLANCHARD (III)

Por Jonathan Jakubowicz

 

NALGADAS EN NUEVA YORK

Atardecía en Manhattan. Un taxi me llevaba hacia mi amada y yo gozaba imaginando: ¿qué vestido se habría comprado? ¿Qué imagen vería al llegar a mi hogar? Nada importaban los Xbox llenos de billete que sacarían de la aduana. Menos aún las modelos bailando en la obra de Gehry. Solo importaba ella. Había cometido el error de meterme unos pases y me arrepentía. No hacía falta perico para ser feliz junto a ella. ¿Para qué ponerle aditivos químicos a un manjar perfectamente
natural?

Llegué al Museum Tower a diez para las siete. Le pregunté al concierge si mi mujer había regresado y me dijo que sí, que había llegado como una hora antes.

Subí ansioso al ascensor, agradeciendo a Dios cada instante con emoción de adolescente. Abrí la puerta de nuestro apartamento (¡nuestro!) y la llamé:

— ¿Scarlet?

—Dame un segundo, quédate allí –gritó desde el cuarto de
invitados.

El apartamento estaba lleno de velas aromáticas. Scarlet las había comprado y las había encendido. Su aire cálido me adormecía y me hacia olvidar la amarga frialdad de la cocaína. También había encendido el equipo de sonido. Escuchábamos el saxo inconfundible del dark techno de Laurent Garnier. Nada mejor para la ocasión.
Finalmente Scarlet apareció caminando despacio por el
pasillo: tenía un vestido largo de Marchesa, lleno de brillantes, con tonos púrpura. Sus ojos verdes, maquillados por algún profesional, parecían tener vida propia. Se dio la vuelta por la sala para que la admirara, con una seguridad escalofriante. Luego se volteó, me miró, y con un leve destello de duda preguntó:

— ¿Te gusta?

“Me gusta” describe una sensación tan menor. A mí me gusta la carne mechada. Me gusta cuando gana Magallanes o cuando gana la Vinotinto. Me gusta facturar unos reales. Me gusta cuando no hay cola
en la autopista. Me gusta mi apartaco en Nueva York. Me gusta cagar en
la mañana leyendo Urbe Bikini. Pero esto no me gusta… ¡esto me vuelve loco…! Esto me convierte en otra persona… esto me convierte
EN persona… Antes era un animal guiado por el instinto de tener, de
poseer, de almacenar… ahora soy gente, ahora soy mente, ahora soy un rapero que te da por la frente…

—Mucho –le dije, pensando que mis ojos dirían el resto.

Dio un pequeño brinquito infantil como celebrando y se acercó.

—Salió un poquito caro, pero si quieres yo pago la diferencia
–dijo apenada.

¿Caro? ¿Existe alguna cantidad de dinero que pudiese compararse con la alegría de volver a mi hogar y ver a mi amada vestida de brillantes?

—Conmigo tendrás todo lo que quieras.

Me besó los labios por primera vez. Fue un beso pequeño, suave, corto, lento. Un beso que valía más que mil tiradas. Un beso que prometía el comienzo del amor… que invitaba a una vida juntos, sin apuros, sin angustia, sin temor.

La verdad es que yo nunca había ido a una ópera. Mi mamá siempre ponía discos de Mozart en la casa pero yo nunca les había parado mucha bola. Llegué con Scarlet de la mano a la Metropolitan y, francamente, el lugar me pareció alucinante. Nuestros asientos estaban
en el centro de la sección Orquestra, a unos metros de un Plácido
Domingo convertido en Pablo Neruda. Los versos del chileno, la voz
del español, los cristales de las lámparas de la sala más costosa de
Nueva York… todo era parte de una sinfonía infinita que nos contaba
una gran historia de amor. Un simple cartero aprendía a sentir la poesía a través de Neruda y de su propia pasión. Scarlet lloró al final. Yo lloré por dentro desde el comienzo hasta la última nota… No solo por la belleza del espectáculo, sino porque tenía la garganta vuelta leña por la resaca del perico de la tarde.

Salimos de la Ópera con un hambre horrible.

— ¿Qué quieres cenar? –le pregunté.

—Hice una reservación, pero a lo mejor es un lugar muy loco.

— ¿Loco en qué sentido?

—Es que estuve leyendo sobre un restaurante en el Lower East Side. Francés.

—A mí me encanta la comida francesa.

—Lo que pasa es que… el restaurante es S&M.

En mi corto recorrido por el mundo de la perversión que da el
exceso de dinero, había aprendido que S&M significa sadomasoquista.
Pero nunca había escuchado de un restaurante sadomasoquista, ni me lo podía imaginar.
Scarlet se dio cuenta de mi confusión.

—Si quieres vamos a otro lado –dijo–, solo pensé que podía ser diferente, divertido.

— ¿Cómo se llama?

—La Nouvelle Justine.

Carajo. La Nouvelle Justine. Esto se ponía bueno. ¿Qué será esa vaina?

—La novela “Justine” del Marqués de Sade –dijo–, es un restaurante inspirado por el genio francés de la literatura erótica del siglo diecinueve. De su nombre, Sade, viene la palabra sadismo.

—Vamos –sentencié.

— ¿Seguro?

—Mientras no olvides que tú lo elegiste.

—OK –sonrió.

Scarlet detuvo un taxi emocionada, muerta de la risa.
Arrancamos rumbo al Lower East Side, la única zona medio bohemia
que queda en la Manhattan que Giuliani y Bloomberg convirtieron en un
centro comercial.

La Nouvelle Justine es un restaurante relativamente pequeño.
En la puerta te recibe una mujer escultural, blanca, gótica, llena de
tatuajes, maquillada como dominatriz, vestida como cortesana del año
mil ochocientos, con las tetas a punto de brincar y un fuete que haría
morir de envidia a Douglas Valiente.

La mujer nos guió, a Scarlet y a mí, de manera ruda y seductora a la vez. Fue un paseo por oscuros pasillos y balcones de lo que parecía un antiguo templo sadomasoquista francés, con mujeres  espectaculares, semidesnudas en vitrinas, amarradas a cadenas de cuero y otros elementos de tortura. Yo no sabía cómo reaccionar. Scarlet estaba privada de la risa viendo mi cara de shock.

Llegamos a la mesa y se acercaron dos cortesanas pelirrojas,
mesoneras, una más bella que la otra, a llenar de agua nuestras copas.
Scarlet le dio un billete de veinte dólares a una de ellas y le dijo que yo
estaba muy nervioso y necesitaba unas nalgadas para relajarme.

La pelirroja me agarró por un brazo con fuerza y me pidió que la siguiera. Miré a Scarlet y ella con su mirada me ordenó que siguiera las instrucciones. Como yo a estas alturas era su esclavo, me fui con la
pelirroja y llegué a una especie de plataforma suspendida, dos metros por encima del nivel de las mesas. Del piso salieron unos barrotes y
nos encerraron, a mí y a la pelirroja, en una jaula.

Miré a Scarlet, pensando que quizá estaría celosa, pero ella no hacía más que reír. A su lado dos cortesanas comenzaron a bailar, seduciéndola y seduciéndome.

La pelirroja me amarró los brazos, uno a cada lado, hacia arriba, con cueros. Después me separó las piernas y también las ató a los barrotes. Me dijo que había sido un chico malo. Y seguidamente, con un artefacto
de cuero que debe servir para arrear caballos, procedió a caerme a nalgadas por una cantidad indeterminada de tiempo. Y ojo, eran nalgadas duras. Yo tenía un pantalón elegante, no un blue jean, no tenía protección. Las nalgadas conectaban mis glúteos: derecha, izquierda, derecha, izquierda. Hasta que me pusieron a gritar del dolor…

En frente, Scarlet, rodeada de cortesanas, se meaba de la risa.

Y fue así que en medio del castigo físico y del extraño placer
sensorial al que estaba siendo sometido, entendí el mensaje que mi
amada me estaba enviando: has sido un chico malo. Mereces recibir
nalgadas. Pero todo está bien porque estás conmigo, para regenerarte, para que salgas del lado oscuro de la fuerza.

El castigo terminó, afortunadamente. La pelirroja me llevó a la mesa y Scarlet me abrazó, me acarició el culo, y me dijo “pobrecito” mientras me besaba. Me senté en mi silla con las nalgas aún calientes.
Las cortesanas se fueron. Al estar solos, le pregunté a Scarlet si a ella
no le iban a caer a nalgadas. Se rio, tomó un poco de agua y se puso
seria.

—Solo tú –dijo.

La miré intrigado, sin saber si se refería a una cosa o a la otra.
Pero ella confirmó mi optimismo al decir:

—Mi cuerpo es solo para ti.


NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su novio Michael.

@Michael31
Dónde andas? Pq no contestas el tlf?
No entiendo
Llamé al Venetian, no había nadie con tu apellido. Si no escribes
pronto, me voy a molestar

___

Comimos escargots, foie gras con semillas de mostaza y cebolla verde en pato, quesos, paté... Bebimos champaña rosa Armand de Brignac Brut Rose. Nos emborrachamos. Nos reímos al ver los shows sadomasoquistas del restaurante. Nos besamos. Nos sedujimos. Y decidimos irnos a rumbear.

La llevé a un lugar nuevo llamado “Catch” en el antiguo meatpacking district. Está en un edificio de cinco pisos. En la planta baja está Sephora, que solo abre de día.

En  Los pisos dos y tres hay un restaurante. En el cuarto, una discoteca exclusiva, y en el quinto un VIP al cual no se entra con dinero sino con conexiones. Subimos directo al VIP.

Al entrar me saludó Paz de la Huerta, una bella actriz, gringa- española, que sale en “Boardwalk Empire” y que no puede ser más divertida. Estaba con dos de las jevas de Victoria Secret, pero no recuerdo sus nombres. Sé que ninguna era Alessandra Ambrosio, eran otras del mismo nivel.

Estaba mezclando David Guetta para un crowd de cien personas. Todos los presentes eran alguien en la escena neoyorquina.
El lugar estaba lleno de mujeres raquíticas, entaconadas a pesar de sus casi dos metros de estatura, luciendo prendas de otoño, bailando y celebrando el éxito…

Scarlet y yo nos pusimos a bailar. No hay nada mejor (ni más raro) que una gringa con buen ritmo. Sin duda el promedio de las latinas baila mejor, pero cuando una gringa sabe bailar, no hay latina que valga.

Scarlet deslizaba sus pies acariciando cada beat del house alegre con el que Guetta conducía la fiesta.
Su cuerpo hacía movimientos de stripper, con gracia de bailarina de ballet. Se me
pegaba de espaldas. Rozaba mis muslos con sus manos. Acariciaba mi rostro con su cabellera. Era como bailar con una hechicera en pleno ritual de Salem.

A las cuatro de la mañana me metió en el asiento de atrás de un taxi. Le dio una dirección al taxista (hindú, con turbante y todo) y arrancamos. Yo estaba profundamente alcoholizado… no podía ni hablar. Solo la miraba y me reía, dejando claro que iría adonde ella me llevase.

Ella me preguntó si la amaba. Le dije que con todo mi corazón.
Agarró mi blue jean, lo desabrochó, bajó mis interiores y me agarró la
paloma. Se agachó con rapidez y se metió mi güevo completo en la boca. Lo lamió, lo besó, lo acarició, lo sacudió hasta dejarme completamente frito de excitación… tanto que el hindú comenzó a reírse a carcajadas. Me miraba por el espejo retrovisor. Se parecía al man de “Quién quiere ser Millonario”, la película que se ganó el Óscar.
Confieso que era raro que la mujer de mi vida me estuviese dando su primera mamada, y yo tuviese, de repente sobre mí, los ojos fijos de un hindú con turbante, cagado de la risa. Pero así es la vida. No hay momentos perfectos. Es la imperfección la que nos hace felices. La asimetría es la morada de la belleza espiritual.

El taxi se paró en la dirección indicada. Scarlet pagó y dio propina al risueño taxista. Yo no tenía ni idea de dónde estaba. Scarlet me agarró por el brazo y me hizo correr tras ella. Entramos a un parque. Corrimos entre arbustos, hojas secas, alguna que otra rata neoyorquina que se despertó por nuestras risas y llegamos, finalmente, a la orilla.

Estábamos en Battery Park, el último parque al sur de Manhattan. Frente a nosotros, en una isla que parecía flotar en medio del calmado confluir de los ríos de la metrópolis, la escultura más famosa del mundo: ¡la Estatua de la Libertad!

Scarlet se apoyó en la baranda que separa al parque del río, se desabrochó el vestido, y me pidió que cumpliese su sueño: hacer el amor con el hombre de su vida, frente a la señora Libertad.

En una sola frase me llamó el hombre de su vida, me confirmó que lo que sucedería no era sexo, sino amor… y me invitó a celebrar nuestra unión conquistando al símbolo que durante años habían aborrecido todos los grandes revolucionarios que habían venido antes de mí.

Le terminé de quitar el vestido. Metí mi mano entre sus nalgas y confirmé, al tocar sus labios inferiores, que estaba completamente mojada. También noté que estaba toda depilada, probablemente a láser. Ni rastros de vello púbico. Solo piel. Pura y blanca piel imperial americana.

Comenzamos a hacer el amor. Scarlet gimió con voz de niña
sin quitarle la vista a su estatua preferida. Yo rocé su espalda, su rostro.

Acaricié sus labios y me mamó los dedos con la misma intensidad con la que me había lamido el miembro.

Me pidió que le diera nalgadas, confesó que ella también había sido una niña mala y que debió haber esperado todos esos años para entregarme, a mí, su virginidad. Usé mi mano derecha para sacudir sus nalgas con pasión, con cariño, con fuerza. Eso la excitó aún más. Y a mí también. Sentí que este proceso de liberación era mutuo. Éramos dos almas en pena que se habían encontrado para ser libres. Manhattan era nuestro Vaticano, la señora Libertad nuestro Cristo redentor, y la
oscilación descontrolada de nuestros cuerpos la ceremonia de comunión que necesitábamos para expiar todo pecado y comenzar una nueva vida justa, como ser indivisible y eterno.

Se volteó, se montó sobre la baranda y se metió mi sexo en su cálido refugio, ese que yo había buscado desesperado desde niño.
Llegamos al orgasmo juntos, mirándonos fijamente. Sus ojos bebían de los míos. Los espasmos luchaban porque nuestros párpados cayeran, pero ella me repetía “no cierres los ojos, nunca dejes de mirarme…” y así fue… llegamos al éxtasis unidos. Nuestra vista posada sobre el alma del otro, nuestros cuerpos fusionándose para siempre… hasta el dos mil siempre… viviremos y venceremos.

NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su novio Michael.

@Michael31
Ya me enteré d todo! Q descaro! No puedo creer cómo fue q caí. No t
fuiste con tu Papá sino c un cliente.

@Michael31
Eres 1 puta! Y yo el tipo más imbécil d California. Pero te las voy a cobrar.

@ScarletT45
De q hablas…???

@Michael31
Ahora sí contestas, no? pedazo de Puta. No lo puedo creer. 2 años me engañaste!

@ScarletT45
Q pasa? Pq dices esas cosas?

@Michael31

Tengo fotos tuyas. varias. Allí te va una

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@ScarletT45
D dónde sacaste esto?

@Michael31

Tengo 100 fotos tuyas y vas a tener q pagar para q no las publique por Internet hasta q todo el planeta sepa q eres 1 maldita puta!

@ScarletT45
Me puedes llamar en 5 min?

___

Nos despertamos abrazados, desnudos, sonrientes. Era el inicio de una vida sin temores, sin angustias, sin errores.

Sonó mi teléfono. El testaferro del pana necesitaba el avión, urgente, esa noche en Caracas. Y lo prudente era que me viniera, pues había varios contratos con chinos que estaban por firmarse. Si me quedaba por fuera me arrepentiría.

Le dije que me diese una hora para pensarlo.

Yo no andaba pendiente de hacer negocios con chinos.
Pa’empezar, no me gustan los chinos. Creo que se están apoderando del mundo, hechos los chinos, y tarde o tempranos nos van a clavar una lumpia de cerdo por detrás. Pero sin duda, los mejores negocios revolucionarios de esta era son con chinos. Podría darme una vuelta por allá, a ver qué se ofrecía. Y la verdad es que, si lo que decía Duarte era cierto y la vaina venía en picada, no me haría mal coronarme un último gran negocio, que garantizase mi estilo de vida para siempre.

Por otra parte, tenía meses sin ver a mis padres. La relación con ellos se había deteriorado en los últimos años. Mis padres, como casi toda la clase media caraqueña, son extremadamente antirrevolucionarios. Ellos van a todas las marchas, participan en todos los cacerolazos y guarimbas, y hasta le ligan en contra a Pastor
Maldonado –el único güevón venezolano que ha llegado a Fórmula Uno– porque dicen que llegó allí por financiamiento del gobierno. Son, en fin, furibundos opositores. Y les da arrechera que yo esté guisando con el gobierno.

Yo entiendo a mis padres. Son educadores, gente que cree en los sistemas tradicionales y compró el cuento de que, en el capitalismo, si estudias y trabajas subes de nivel social. Pero todo eso es paja, con el socialismo yo he llegado a facturar una cantidad con la que nunca podría ni soñar trabajando en el sistema capitalista. Ellos eso lo saben, pero me juzgan. Y bajo ninguna circunstancia aceptan mi dinero. Dicen que es dinero mal habido, etcétera.

Yo creo que en el fondo mi papá es adeco. Con su magnánima actitud, en un piche apartaco de ciento veinte metros cuadrados en la principal de El Cafetal, yo creo que anda pendiente de que regrese CAP. Pero bueh… es mi padre… le debo la vida y nunca podré dejar de amarlo.

Le comenté la posibilidad del viaje a Scarlet y se emocionó.
Dijo que si es por ella que nos fuésemos a Venezuela de inmediato. Le dije que Caracas no era como ella se imaginaba.

—La vaina está jodida, hay que andar en blindado, con
guardaespaldas.

—Suena emocionante –respondió.

—Pero allá no puedes andar con joyas, ni sola por ahí. Tú eres demasiado gringa y medio país te va a querer secuestrar.

—Decide tú. Yo contigo me sentiré segura en cualquier lado… Y siempre he querido ir a Venezuela.

En la noche arrancamos a Caracas.

CHINOS EN CRACKAS

Tenía su lado emocionante eso de mostrarle a mi amada la tierra que me vio nacer. Pero lo que más me gustaba era la idea de mostrarle a ese poco ‘e marginales, lo que era una dama de verdad. La mayoría de los revolucionarios andan todos lucidos con sus mamitas ricas y apretaditas criollas, pero ni sueñan conseguirse una gringa de las que ven en las películas. Algunos dirán que lo de ellos son las venezolanas, pero eso es cuento. Si hablaran inglés andarían con catiras importadas. En el fondo todo venezolano, sea de la ideología que sea, sueña con una gringa. Por eso casi todas nuestras actrices famosas, casi todas nuestras misses, casi todas nuestras locutoras de noticias y chicas Polar… son blancas, son rubias, o tienen facciones de blancas. Por eso Fidel Castro eligió a una catira de ojos verdes como esposa del
Comandante en las primeras elecciones. Para demostrarle al pueblo mestizo que ese zambo, Comandante valiente, pudo conseguir a una gringa como la que todos soñaban…

Llegamos a Maiquetía y bajamos por la rampa cuatro, la presidencial. Nos recibieron unos GN sin mucha ceremonia. No había luz en el aeropuerto, por lo tanto no había sistema. Al no haber sistema, no hubo que hacer inmigración, así que nadie se quejó de la falta de visa en el pasaporte gringo de Scarlet. Nos pasaron directo a un
helicóptero y arrancamos hacia La Carlota.

No sé qué pájaro nos llevó a la capital, era una carcachita de la Policía Nacional. Lo cierto es que el vuelo, por encima del glorioso barrio de Gramoven, cruzando el Ávila y entrando a la ciudad por  encima del 23 de Enero, para luego sobrevolar Catia, fue
verdaderamente hermoso. Scarlet estaba boquiabierta con la nocturna belleza de Caracas. Me preguntaba qué eran todas esas luces. Y yo le decía “son casas…”

No había motivos para explotar su burbuja y decirle que las lucecitas eran miseria, y que todo aquello que veía, y que parecía un pesebre, era una de las zonas más violentas del mundo. Ya llegaría el amanecer con su duro pesimismo. Ya habría tiempo para llorar por la injusticia social.

En el aeropuerto La Carlota nos recibió Pantera, mi pana del alma, mi guardaespaldas desde hace dos años… un negro con bigote blanco, feroz y heroico combatiente del 23 de Enero. A su lado, un comandante de la guardia cubana se me cuadró y lo saludé con cordialidad. Ambos dieron la bienvenida a Scarlet con respeto y me miraron con gestos de “el jefe siempre corona”

La Carlota estaba bastante activa, me imagino que la presencia de los chinos en el país había alborotado a todo el mundo. No me quise quedar a saludar. Estaba cansado y, confieso, un poco nervioso de tener a esta princesa de la realeza californiana entre tanto cubano comemierda.

No tengo nada contra los cubanos, que quede claro. Admiro a la dirigencia, que es quien manda en nuestro país. También a los de rangos medios, que son quienes controlan el día a día de nuestro gobierno. Pero en cuanto al resto, esos doscientos y pico mil cubanos que hay en Venezuela, son los esclavos de la revolución, y como tal se les desprecia. Sus dueños los mandaron a trabajar para nosotros y nosotros los utilizamos de la manera más respetuosa posible pero sin olvidar que son esclavos. Trabajan gratis. Su pago se lo lleva Fidel y si se equivocan, sus familias en La Habana son las que pagan. Eso ellos  lo entienden, y agradecen que por lo menos estén fuera de esa isla miserable. Si no fuera por Venezuela, Cuba estaría peor que África. Y los esclavos saben que tienen que hacer todo lo necesario para
mantener a los nuestros en el poder, porque si los nuestros caen, ellos mueren de hambre. Los Castro nunca van a caer. Eso ya está claro.

Nos montamos en una Toyota 4Runner, plateada y blindada. Le pedí al cubano que pusiera una moto que nos escoltara; y así fuimos, con la moto adelante, Pantera al volante y Scarlet y yo atrás.

Después de veinte minutos, tras atravesar la autopista a toda velocidad, llegamos a mi casa en La Lagunita. Una casa de sueños que diseñó Carlos Raúl Villanueva para uno de sus panas oligarcas, cuando Caracas era la sucursal del cielo y La Lagunita era el cielo.

Debo decir que me sigue gustando Caracas. Con todo y los peos, no hay nada como llegar a casa, escuchar los grillos con su sinfonía tropical… respirar la humedad selvática de la zona… caminar sobre mis pisos de mármol de Carrara recién pulido… Ser atendido por mi staff de choferes, vigilantes, servicios, cocinera, guardaespaldas, masajista… Comerme una cachapa con queso telita y tomarme un guayoyo Fama de América colado en una greca bien curada. Debo decirlo: en Caracas hay calidad de vida. Ese clima exquisito que nos consiente todo el año es solo parte insustituible de ser home club. del gusto

Scarlet saludó a todo el staff con su adorable sonrisa, machucando un español estilo chicano, que imagino había aprendido de la nanny que la crió mientras su papá hacía negocios con algún gringo parecido a Salas Römer.

Todos la recibieron como la princesa que es. Mis empleados están muy bien remunerados. Yo no creo en esa vaina de tener una cachifa por doscientos dólares al mes, que viva en tu casa, conozca  todos tus movimientos, tenga acceso a ti día y noche, y no tenga para la educación de sus hijos… es demasiado riesgoso. Todos mis empleados ganan más que lo que yo ganaba cuando trabajaba en Procter. Y eso los hace fieles a mí, hasta la muerte. Ellos saben que yo tengo, pero doy. Y esa es la clave de la revolución, el secreto que la oligarquía apátrida de la Cuarta República nunca logró comprender. Dando y dando, todos vamos mejorando, los de abajo van comiendo y los de arriba van pirando.

Scarlet salió al balcón de mi cuarto en el piso de arriba.
Caracas se veía de fondo, enmarcada por palmeras, chaguaramos, selva
tropical... Me acerqué y contemplé la ciudad que me vio nacer, al lado de la mujer que me hizo renacer.

—¿Qué te parece? –pregunté.

Respiró aire profundamente... ese aire puro de montaña que ella nunca podría respirar en Nueva York, Las Vegas o Los Ángeles… y dijo:

—Es el paraíso.

¡Qué bolas! Así es la vida. Uno pasa toda su juventud recorriendo el mundo, denigrando de su tierra y de su gente, para que venga la princesa que encontraste al final de la aventura, a recordarte que tú naciste en el paraíso.

Es verdad, mi pana, matan veinte mil carajos cada año. No hay MoMA, ni Ópera, ni Chateau Marmont; no hay restaurantes sadomaso, ni hoteles con fuentes coreográficas… la mayoría de las jevas no se afeitan el bollo y la tranca es infernal… pero esta vaina es el paraíso.
Y en honor a eso me tomo un whisky dieciocho años, con mi culito de veintiuno, en mi terraza diseñada por Villanueva

NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su amiga Zoe

@ScarletT45
stoy en Venezuela!
@Zoe23
Q qué?!

@ScarletT45
Historia larga, o corta. Necesito tu ayuda.

@Zoe23
stás bien? T hicieron daño?

@ScarletT45
Estoy perfectamente bien. No t preocupes por eso. El problema s
Michael. Se enteró d todo!
@Zoe23
D todo… D todo q?
@ScarletT45
D TODO! Nuestro trabajo!
@Zoe23
El mío también????
@ScarletT45
No creo… Solo habla d mí.
@Zoe23
Niégalo hasta la muerte.

@ScarletT45
Tiene fotos! Muchas. Graves. No sé ni cómo las consiguió.

@Zoe23
Q tipo d fotos

@ScarletT45
Privadas y públicas. Con clientes. Un desastre.

@Zoe23
Olvídate d él, q remedio.

@ScarletT45
El problema s q m está pidiendo $$$ para no publicar las fotos. Está
herido, dice q lo estafé, etc.

@Zoe23
Mierda. Cuánto quiere?
@ScarletT45
Está loco, dice q 100 mil ahora, y 100 mil cada año por los próximos 4.

@Zoe23
Jajajaja stá loco. D dónde vas a sacar tanto $$$?

@ScarletT45
Dice q es mi nuevo pimp y debo trabajar para él.
@Zoe23
Maldito.

@ScarletT45
No sé q hacer. Si esas fotos se publican se acaba mi vida.

@Zoe23
Trata de llegar a un acuerdo c él.

@ScarletT45
Está loco, te puedes imaginar. Y lo peor es q estoy aquí, de Luna de
miel… si este hombre ve esas fotos se acaba todo.

@Zoe23
A lo mejor ese tipo es la solución. Tiene mucho $$$!

@ScarletT45
Pero no le puedo pedir dinero para esto, sería el final.

@Zoe23
Obvio. Hay que pensar. A lo mejor hay una manera de sacarle el dinero
sin q sepa q s para eso.

@ScarletT45
No sé. Q horrible. Es todo tan bello acá. Me provoca quedarme y no
volver. El problema s q las fotos n Internet me matan aquí también.

@Zoe23
Q rollo, y d dónde sacó las fotos?

@ScarletT45
No sé. Quizá sería bueno q lo llames, que lo calmes.

@Zoe23
Ni loca, hablaría con Jacob, pondría a Jacob a sospechar.
@ScarletT45
Bueno, déjame ver q hago. Hablamos pronto

__

La reunión con los chinos fue en una suite del edificio anexo al Meliá Caracas. Se discutieron varios proyectos de infraestructura. Los chinos ofrecían autopistas,
puentes, trenes… mostraron fotos verdaderamente impresionantes de obras construidas en China en los últimos años. Todas eran necesarias para el crecimiento del país, y todas eran lo suficientemente espectaculares para atraer la atención de
Fidel, quien sabía que la cosa se estaba poniendo pelúa, y se hacía cada vez más urgente tener obras grandes que mostrar.

Escuché varias opciones, pero hubo una sola que me interesó: consistía en construir ocho cárceles, capaces de albergar hasta veinticuatro mil reclusos.

Siempre me han atraído los sistemas carcelarios. Me parece fundamental dar dignidad a los privados de libertad, pues esa gente está allí, en su mayoría, no por lo que hizo sino por lo que parece que hizo.

El sesenta por ciento de los presos de Venezuela no han sido procesados; por lo que a más de la mitad no los podemos considerar culpables. Las condiciones de nuestras cárceles son completamente inhumanas, no hace falta describir lo que ya todo el mundo sabe. Puede que parezca pose, pero lo juro: la posibilidad de que existan cientos de inocentes padeciendo aquellos infiernos carcelarios, es una de las cosas que siempre me han quitado el sueño en el país. Por ello la idea de montarme en un negocio chino, que a la vez contribuya de manera significativa a la dignificación de miles de personas, se me hacía irresistible.

Adicionalmente, desde la masacre de El Rodeo, la mejora de las cárceles se había convertido en una prioridad fundamental para los comandantes. No sería un proyecto difícil de pasar por aprobación, especialmente en el año electoral que comenzaba.
La construcción de cada uno de los ocho centros penitenciarios estaba presupuestada en seis millones de dólares. Pero el proyecto estipulaba dieciocho palos por cada una. La idea era dividir cada una en tres valores de pago: seis millones para que los chinos ejecutaran la obra, seis para el gestor gubernamental que nos daría el permiso y los fondos, y seis millones para mí por establecer el
vínculo.

Eso nos dejaría a cada uno, si completamos las ocho cárceles, La posibilidad de ganar cuarenta y ocho millones de dólares (cuatrocientos billones de bolívares fuertes), en tres años.

Obvio que no sería posible construir las ocho, por más chinos que fueran. En el proceso los fondos irían desapareciendo. Pero aún si solamente se lograse que nos aprobaran dos, mi parte quedaría en doce millones de dólares (cien billones de bolívares fuertes), y habríamos abierto espacios de dignidad para al menos seis mil privados de libertad.

Les dije que me interesaba. Firmamos un acuerdo de exclusividad de representación ante el gobierno bolivariano, por los próximos treinta días, y nos despedimos con cordialidad.

Bajé y me di una vuelta por el lobby del Meliá, espacio fundamental para desenvolverse en tiempos de revolución. Si usted vive en Venezuela y todavía está lo suficientemente agüevoneado como para no saber dónde están los guisos, dese una vuelta por el Meliá, seguro que algo pesca.

Ojo, también está el Hotel Alba Caracas, en el antiguo Hilton.
Pero esa es una movida mucho más ruda: con armas, con FARC, con iraníes, rusos y bielorrusos. Es una liga mayor que usted debe manejar muy bien si se quiere mojar.

En el Lobby del Meliá había dos ministros sentados con  representantes del gobierno colombiano, probablemente cuadrando las comisiones de la deuda fronteriza. Los ministros me saludaron con camaradería y me invitaron a una cena en el Palacio de Miraflores. No estaba confirmado que viniese el Comandante, pero estarían varios
chivos, gente necesaria. Era sin duda una buena oportunidad, no solo porque podría comenzar a palabrear mi negocio carcelario chino, sino también porque podría lucir a Scarlet en el pleno corazón revolucionario.

Agradecí la invitación, confirmé asistencia y me despedí.

Llamé a Pantera para que me recogiera y, mientras lo esperaba, en plena entrada del Meliá, me encontré a un pana de la Metro: Carlos Avendaño. Carlos no solo había sido mi compañero de clases, también había trabajado conmigo en Prócter, justo después de graduarnos. Yo había pirado hacia la vida revolucionaria y él se había quedado allí por varios años. Me imagino que ya sería uno de los
gerentes a nivel nacional.

Nos saludamos afectuosos, y cuál fue mi sorpresa al escuchar que esa noche se casaba. Recuerdo que me había llegado la invitación a su boda, pero se me había olvidado por completo. Le dije que tenía una cena de trabajo y que no podía ir a la ceremonia religiosa. Pero sin falta me daría una vuelta por la fiesta alrededor de media noche.

Me dio un abrazo y se montó en una Cherokee de hace un par de años, sin blindaje, sin chofer… pero bueno, yo no me voy a poner a criticar a los panas. Cada quien hace lo que puede y al menos el chamo se está casando con una jeva. Por ahí hay varios panas metidos a maricos y eso sí que es chimbo. De hecho, hay un proyecto para legalizar el matrimonio gay en Venezuela. Pero no creo que lo aprueben porque la enfermedad acercó al Comandante a la Iglesia y a la Iglesia solo le gustan los carajitos.
Regresé a la Lagunita un pelo antes del mediodía, planeando llevar a Scarlet a comerse una pizzita en El Hatillo. Al llegar a mi casa casi muero del shock: ¡Scarlet había salido a trotar hace media hora!

¿Trotar? ¿Sola? ¡Una gringa en mono deportivo (¡o en licras!) corriendo por la principal de La Lagunita!

¡Se jodió la vaina!

Insulté a todo mi equipo: “inconscientes, anormales, envidiosos, malintencionados, hijos de perra…” y me arranqué con Pantera a buscarla.

Entramos por la avenida principal, que tiene un paseo peatonal
por el que alguno que otro loco decide hacer ejercicio. Pero nada, no la veíamos.

Avanzamos un kilómetro hasta el final. Vimos una jeva trotando que se parecía de lejos… nos acercamos… pero no era.

Dimos la vuelta a la redonda. Seguimos bordeando la principal en dirección contraria, buscándola desesperados. Pero nada.

Pantera intentó calmarme.

—Por más que sea es el mediodía, jefe. Los choros seguro están almorzando. Tenga fe que ya la vamos a encontrar… y cualquier cosa montamos un operativo.

“Cualquier cosa”. Yo sabía lo que significaba “cualquier cosa”. Habían secuestrado más de quince personas en La Lagunita en los últimos dos meses. Se estaba convirtiendo en zona roja. Solo la idea de pensar en esa posibilidad me estremecía. Una gringa bella como ella, en manos de malandros caraqueños, no duraría ni veinte
minutos sin que se la violaran. Era una joya para la fauna local. Y yo de güevón que la traje a la selva y encima la dejé sola… ni siquiera le dije  que no se le ocurriese salir. Pero es que ¡cómo coño se le ocurre salir a trotar en plena calle!

Recorrimos la principal completa hasta llegar a la garita que da hacia El Hatillo. Nada. Le preguntamos a un par de viejitos sifrinos que caminaban por ahí, y nada. Nadie la había visto.

Se jodió la vaina. Ese era… mi castigo había llegado. Toda esta bailadera revolucionaria era pecado y Dios me castigaba con esto… con el hampa.

El desate del hampa común es una herramienta de control social que planificó el G-2 cubano y con el que se logró que más de un millón de votantes antirrevolucionarios
abandonaran el país.

El malandreo desbordado, además, permitió al Comandante sustituir al otrora necesario toque de queda militar. “La inseguridad ciudadana debe ser total –había dicho Fidel–, funcionará como un ente amorfo, anónimo e invisible, que mantendrá a la población encerrada en sus casas en las noches, sin poder reunirse, sin poder conspirar”.

Salimos de La Lagunita hacia El Hatillo y nos metimos por las
callecitas. Pantera iba manejando despacio y yo me asomaba en los cafés, en las tiendas… Decenas de imbéciles comían helados, paseaban, reían… nadie había visto a Scarlet…

Llegamos a la plaza de El Hatillo y me salí por el quemacoco del carro a ver si la veía. Había una catira del otro lado pero se veía oxigenada. No era mi princesa…

Yo nunca había ocupado cargos oficiales. La seguridad de la población nunca había sido mi responsabilidad. Mi opinión no se tomaba en cuenta en ninguna decisión del Ejecutivo. Pero sin duda yo era cómplice. Yo era un hijo de la revolución y, como tal,
había entendido la necesidad de fomentar la violencia callejera para garantizar el control total del país. Como beneficiario pensaba que  podía mantener esa violencia a raya con mis escoltas, choferes, carros blindados, alarmas, rejas electrificadas, códigos de caja fuerte y contactos en el alto gobierno…

Pero no. Todo se había ido al carajo. Un momento de distracción y me robaron mi alegría, probablemente para siempre. Aun si la salvaran, ya seguro me la habían violado. Y de ahora en adelante toda su vida miserable sería culpa mía.

Salimos de El Hatillo y volvimos a La Lagunita. Una vez más recorrimos el paseo peatonal. Yo comencé a perder las esperanzas. Me embriagó una enorme tristeza.
cerebro…

Las estadísticas retumbaban en mí

Cada veintisiete minutos un venezolano pierde la vida en un hecho violento… 91% de los homicidas andan libres, sin haber pasado siquiera por un juzgado en condición de sospechosos… Hay quince millones de armas ilegales regadas por todo el país... 20% de nuestros delitos son perpetrados por policías... Hay veintiséis mil secuestros al año en el territorio nacional… Menos del 2% del producto interno
bruto del país se invierte en seguridad ciudadana… Ciento ochenta mil compatriotas han sido asesinados en trece años de revolución…

Pantera me miró preocupado. Su cara lo decía todo: ¡esto está raro! A mí se me aguaron los ojos. Por mi mente pasaron los rostros de las ciento ochenta mil madres llorando, trescientos mil hermanos guardando luto, quinientos mil amigos perdiendo un alma querida…
Hasta hoy, todos me habían importado poco porque los veía como bajas necesarias de toda guerra. “Toda revolución es una guerra”, decía Fidel. Stalin mató diez millones. El Che mató a miles con su propio fusil. Era normal que hubiesen bajas. El cambio social se siembra con la sangre del pueblo, y se riega con la sangre de los enemigos… Así lo  habíamos aprendido, así se había planificado y así se había ejecutado… Hasta que me tocó. Mi Scarlet amada, ¿dónde estarás? ¿Te están haciendo daño?

Me armé de valor. Agarré el teléfono, marqué un número, estaba listo para llamar a mi contacto en el círculo militar para que comenzase de una vez un operativo de búsqueda… cuando en mi mano el aparato comenzó a vibrar. Llamaban de mi casa.

—Doctor –dijo el vigilante.

—Sí.

—La señora ya llegó.

—¿Y está bien?

—Sí… la verdad es que está chévere.

El coño de su madre. Me estaba dando la mejor noticia que me habían dado en la vida, pero mientras lo hacía me dejaba claro que se estaba buceando a mi jevita.

—Dile que no se mueva. Voy para allá.

Pantera respiró aliviado, dio la vuelta y metió la chola para llegar a casa.

La abracé al llegar y se me salieron las lágrimas. Ella pensaba que yo estaba completamente loco. “Esta zona se parece a Beverly Hills”, decía la muy coneja.

“No, mi amor, no se parece a Beverly Hills”, pensaba yo pero no lo decía, “no tienes ni idea de lo poco que se parece esta vaina a Beverly Hills”.

Vestía un mono deportivo Adidas bien pegado. Estaba sudada  de tanto correr. Tomaba agua de coco de una botella, con un gusto increíble, y se reía diciendo que yo era un sobreprotector. Me prometía no volver a salir sin mí, pero decía que sin duda exageraba. Varios vecinos corrían por donde ella corría. Estaba a plena luz del día. Era imposible que le pasase algo.

Me serví un Buchanan’s Red Seal con agua de coco, mientras ella se metió a bañar. Reuní a todo el personal y, ahora sí, les di órdenes de no perderla de vista: “Es una gringa y no tiene ni idea de dónde está. Lo último que necesito es que me la secuestren”. El personal se disculpó, y yo me disculpé con ellos. Era mi culpa. No
había dado órdenes claras y, en medio de la angustia, los había ofendido.

Cada cual se fue a continuar sus labores, y yo subí a contemplar a mi amada… viva… alegre… sana… en mi poder… para siempre.

Nos comimos una pizza y paseamos por El Hatillo bajo la fiel mirada de Pantera. Le conté de la cena en Palacio y se emocionó. “Ojalá venga”, dijo en referencia al Comandante. Le pregunté si quería otro vestido y sugirió repetir el de Marchesa… “No creo que haya nadie aquí que me haya visto en NY”, dijo con picardía.

Esa es la clase que tiene el dinero antiguo. Eso nunca lo diría una nueva rica revolucionaria. Siempre andan con el cuento de no repetir vestido. Scarlet está por encima de eso, y sabe que yo también.

Le dije que después de la cena quizá iríamos a una boda y le pareció bien.

NOTA DEL COMPILADOR

Lo que sigue es la traducción de los mensajes privados intercambiados,
vía Twitter, entre la señorita Scarlet y su novio Michael.

@ScarletT45
Michael.

@Michael31
Qué?

@ScarletT45
T voy a conseguir el dinero, pero tienes q darme tiempo.

@Michael31
Cuánto tiempo? Cuánto dinero?

@ScarletT45
No sé todavía, stoy tratando.

@Michael31
Necesito un depósito d al menos 50 mil, en las próx 48 hrs.
@ScarletT45
Estás loco.

@Michael 31
Tú tienes + q perder q yo.

@ScarletT45
Pero tú tienes + q ganar. No ganas nada con publicar esas fotos ahora.
Me das tiempo + y ganas $$$.

@Michael31
Tienes años mintiéndome, no tengo razones para creer n ti.

@ScarletT45
Lo sé, y te pido disculpas, aunque sé q nunca me perdonarás. Es dura
esta vida, no creas q mentía para hacerte daño…

@Michael31
Ridícula

@ScarletT45
Mentía porque soñaba con tener una vida normal. Nunca trabajé por
placer. Necesitaba el $.

@Michael31
Eres una asquerosa, hoy me fui a hacer una prueba de sangre a ver q
cochinada me habrás pegado.

@ScarletT45
No seas grosero… Siempre me he cuidado.....

@Michael31
Si me pegaste algo t mato.

@ScarletT45
Dame + tiempo, t consigo el $$.

@Michael31
Cuánto tiempo?

@ScarletT45
T puedo depositar 20 mil mañana. Mándame tu número d cuenta (contnúa)


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