12.SEP.20 | PostaPorteña 2146

La huelga de policías de la provincia de Buenos Aires

Por Sartelli / Poletti

 

La Cámpora, la CTEP, la huelga de policías y el golpe de Estado

 

La huelga de policías es el emergente de un fenómeno más amplio, del que hablaremos más abajo. Pero empecemos diciendo que, si se trata de algo más que de un reclamo por condiciones salariales y de trabajos malos por dónde se lo mire, Alberto Fernández debiera explicárselo a la población. Igual que sucedió con los planteos militares a Alfonsín, la población en masa debiera salir a la calle a defender la democracia burguesa

Por Eduardo Sartelli 10/9/20 RyR

 Simplemente, porque nada bueno podría salir para los trabajadores de un golpe de Estado militar o de sectores derechistas como los que suelen contener las cúpulas policiales, quienes, eventualmente, no actuarían solas sino con apoyo y dirección de fuerzas mucho más amplias, tanto sociales, como económicas y, eventualmente, militares. Va de suyo que costaría mucho ofrecer una explicación convincente de la existencia de un peligro de ese tipo, toda vez que no se observa ninguna estructura política capaz de crear semejante situación. Salvo que algún tarambana crea que, efectivamente, el PRO es golpista y necesita recurrir a los «cuarteles» desnutridos de las FF.AA. argentinas actuales para obtener lo que es muy probable que consigan en las urnas en poco tiempo. Dicho de otro modo, Fernández tendría que inventar una escena hoy imposible.

No resulta inverosímil, sin embargo, que tal estrategia esté en la mente del presidente o sus allegados, o bien de la vicepresidenta. Es la excusa típica, a esta altura, de todos los «populismos» latinoamericanos y sus aliados: Lula no es un ladrón y un gerente del FMI, al cual sus compatriotas le dieron la espalda cansados de años de miseria, política de la identidad y corruptela petista, no. Dilma fue víctima de un golpe de Estado. Que Bolsonaro le haya ganado las elecciones a su candidato, no les parece, a los defensores del hombre al que le falta un dedo, recuerdo de épocas en las que gastaba la vida de un modo bastante más digno, un evento capaz de sintetizar y exponer el hastío político de las masas brasileñas con más de una década de gobierno del PT. Lo mismo se puede decir de Evo Morales: el manoseo sistemático, la cooptación prebendaría de cuanto movimiento social legítimo hubiera, la represión, la incapacidad de manejar una economía que resolviera problemas reales de las masas, otra vez, la nefasta política de la identidad, el asqueroso fraude electoral, nada de eso tuvo que ver con su caída. No hubo rebelión de las masas, no hubo marchas multitudinarias, no hubo huelgas ni enfrentamientos callejeros. No, fue un «golpe». Ni hablemos de Venezuela. Eso que se suele llamar «populismo», que en la Argentina está hoy en el gobierno, el kirchnerismo, no acepta ninguna responsabilidad por sus actos. Todo es culpa de los otros, por «odio»

Ellos son infalibles y sus recetas las mejores para las masas. Si Macri ganó, fue un «golpe», esta vez, «mediático». No se sabe qué indigna más, si que nos traten de idiotas, haciéndonos creer que basta con Clarín para cambiar el mundo, o que realmente se lo crean y estemos, en efecto, gobernados por un conjunto de idiotas homéricos. No es el tema de este posteo, pero estoy tentado: bastaría hacer el ejercicio que el «General» supuestamente habría planteado alguna vez, para poner en cuestión algo tan obvio. Se supone, estoy citando de memoria, que el fundador del movimiento de todos los que creen en dirigentes que cada tanto los masacran, o sea, Juan Perón, habría aclarado que «cuando tuve todos los diarios en contra, gané las elecciones, cuando los tuve todos a favor, me echaron a patadas».

Cristina podría decir exactamente lo mismo, pero al revés. Basta con Clarín, ya cansaron. Están sometiendo a la Argentina a un ajuste bestial. No esperen que lluevan rosas. No le echen la culpa a  nadie. Gobiernan Uds. Uds. tienen congelados los salarios de los obreros estatales, Uds. ajustaron a los jubilados peor que Macri, Uds. abandonan a la gente al contagio y la muerte y encima le echan la culpa, Uds. le entregan el país a los chinos por cuatro chanchos, Uds. le regalaron casi 20.000 millones de dólares de más a los acreedores, Uds. acaban de declarar que quienes no tienen dónde aposentar sus huesos son delincuentes.

Todo eso mientras liberan ladrones de guante blanco y someten a la población al asqueroso espectáculo del operativo impunidad de una «abogada exitosa» que estaría presa ya en cualquier país decente. Podría seguir, pero no quiero que se escape esta conclusión: no señalen a nadie con el dedo, simplemente mírense al espejo. Hay una sociedad que camina, cada vez más apresuradamente, hacia el hartazgo.

La maniobra «golpista» ya empezó. C5N y voceros todavía marginales ya comenzaron a agitar el espantajo del golpe. Ya salió el descarado de Baradel, que no movió un dedo por los docentes. Ya está convocando ATE, que censuró a los huelguistas del CONICET que se movilizaron en la calle llamándolos irresponsables por «violar» una cuarentena que el mismo Alberto dice que no existe. Ya hay una marcha «de la paz», para apoyar al gobierno contra quienes «conspiran». Ya fue Grabois con su patotita y la Cámpora, a joder a los policías movilizados al grito de «Alberto presidente». Dicho de otro modo, ya han debutado como rompehuelgas.

Puede ser, reconozco que a mí me pasa, que no resulte desagradable ver cómo los policías reciben un poco de su propia medicina. Seguramente es una experiencia que tal vez los ayude a eso que suele invocarse como «empatía». Tal vez, incluso, acelere un proceso de toma de conciencia de clase. Las consecuencias del garrote se aprenden mejor cuando se lo siente en la cabeza que cuando se lo empuña. Pero eso no quita que esas acciones son propias de rompehuelgas y de carneros. «Crumiros», voz rusa que se popularizó después de 1917 en todo el mundo y que usaban los anarquistas en Argentina.

Tal vez esto quede más claro cuando sean los docentes los que salgan a la calle. O los médicos y enfermeros. En ese momento se dirá que son «troskos» funcionales a la «derecha» y, por supuesto, se van a pasar ya se sabe por dónde, todas las zalamerías que agrupaciones que se reivindican tales han estado haciéndole al kirchnerismo en particular y al populismo latinoamericano en general. En especial, avalando esa excusa de las excusas que describimos más arriba: el «golpe».

Ahora van a decir que no. Que estoy delirando. Pero hace 8 meses cuando toda la izquierda se alineaba con Alberto y con Evo para denunciar el «golpe», recibí un cúmulo de insultos variopintos. Ahora va a pasar lo mismo. Pero la Argentina va entrando en una crisis política demoledora.

La huelga de la policía es apenas un capítulo, el más llamativo, de una tendencia a la rebelión de las masas contra las condiciones que se generaron con la cuarentena y que simplemente aceleraron las tendencias que vienen aflorando desde el último año del gobierno Macri y que explota entre los obreros estatales, porque el resto o está desocupado o teme estarlo. Un mismo hilo une la huelga del CONICET, con la toma de tierras, la huelga policial, la presión ya incontenible que se siente en torno a los trabajadores de la salud. Esto no se puede tapar con relato. Convendría ir abriendo la cabeza y tratando de pensar en aquello que puede doler, pero que tal vez sea cierto.

Kicillof y Berni ceden ante el motín de la policía bonaerense

 

Guido Poletti  Sep 09, 2020 Izquierda Socialista     

Durante todo el día martes se lanzó una protesta, que tomó forma de amotinamiento, por parte de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Los voceros del motín exigen recomposiciones salariales, elementos de protección contra el coronavirus y también más “equipamiento”. El reclamo comenzó en el Gran Buenos Aires y, a lo largo del día, se fue extendiendo por toda la provincia. Al momento de escribir esta nota la protesta continuaba y podía extenderse a otras provincias ( se llegó a un acuerdo)  

Ante este reclamo, la reacción del gobierno peronista de la provincia, de su gobernador Axel Kicillof, y del secretario de Seguridad, Sergio Berni, fue dar una respuesta inmediata, anunciar que le conceden un aumento a la policía, aunque sin dar más detalles sobre el porcentaje.  

La “celeridad” de la respuesta de Kicillof y Berni llama poderosamente la atención. Una velocidad que no tuvieron frente a los reclamos de los trabajadores de la salud, de los docentes, de los judiciales o del conjunto de los estatales de la provincia, que siguen con salarios de hambre y congelados.

Esto demuestra la política ajustadora del gobierno y la necesidad de, para esto, tener siempre aceitado y dispuesto el aparato represivo. Ante la crisis social global que recorre todo el país, tanto el gobierno nacional como los gobernadores provinciales desnudan su política, continuar y profundizar el ajuste, lo que requiere tener plenamente “alineado” al aparato represivo para mantener a raya los reclamos de los trabajadores y demás sectores populares. Y esto no es “para el futuro”, basta recordar en estos mismos meses de cuarentena la represión de la propia bonaerense contra los trabajadores del frigorífico Penta. O la predisposición al desalojo ante las tomas de tierras realizadas por sectores desesperados ante las consecuencias de la crisis social.

¿Impulsado por “la derecha”?

Sectores que apoyan al gobierno, en particular de los medios de comunicación afines, y de la burocracia sindical, han salido a afirmar que este amotinamiento está impulsado por el macrismo. Algunos incluso lo relacionan con el posible “golpe de Estado” del que habló Duhalde la semana pasada.

Rechazamos totalmente que este motín policial sea parte de un “intento de desestabilización antidemocrático”. No tenemos que confundirnos. Sí ratificamos, desde ya, que la policía y el conjunto del aparato represivo (las policías Federal y provinciales, Gendarmería, Prefectura, etcétera) están al servicio de todos los gobiernos de turno y sus políticas antipopulares y propatronales.

El reclamo policial es una parte más de la crisis social que se vive en el país, que sin duda abarca también a los policías. Crisis social provocada por el gobierno peronista de Alberto Fernández que, frente a la pandemia, favorece a las patronales, a las multinacionales y a la banca mientras que crece la desesperación de los sectores populares.

No se trata de un “plan desestabilizador”, sin duda. Lo que sí es cierto es que la respuesta “inmediata” de Kicillof y Berni, el reconocimiento de todos los periodistas afines al gobierno de la “justicia de los reclamos”, lo que generó fue el envalentonamiento de las jefaturas de los policías amotinados. Así, durante el martes 8 de septiembre hemos visto a Luis Tonil, presidente de la Defensoría Policial, teniendo cámara en todos los medios de comunicación para defender el accionar de la bonaerense en el caso de Facundo Castro y quejándose de los policías que van presos porque la izquierda denuncia los casos de gatillo fácil.

¿Qué es la policía bonaerense?

Esta pregunta descubre el problema de fondo, la policía bonaerense siempre ha sido un aparato corrupto, vinculado a la trata, la prostitución, el narcotráfico y las bandas de piratas del asfalto. Fuerza de choque contra los trabajadores ante los centenares de conflictos que recorren la provincia, se destaca también por su “gatillo fácil” contra los sectores populares.

Hoy está más cuestionada que nunca por el terrible crimen de Facundo Castro, donde algunos de sus miembros están bajo total sospecha de haber perpetrado el asesinato y otros tantos de haberlo encubierto. Y no es un caso aislado, las historias de los casos de gatillo fácil de la bonaerense se cuentan por centenares. Por eso no podemos dejar de destacar que, detrás del reclamo salarial y por elementos de protección contra el Covid-19, hay un intento de presionar para que no se avance con la investigación del caso de Facundo Castro y, en general, con el conjunto de los casos de gatillo fácil. Varios voceros destacaron el rol de Sergio Berni, incluso llegando a decir que “se sacaban el sombrero” ante lo bien que, según ellos, había estado el secretario de Seguridad ante lo que denominaban, cínicamente, “el caso de Bahía Blanca”

En sus declaraciones, sus voceros están muy lejos de reconocer los casos de gatillo fácil ni el papel que ha cumplido siempre la bonaerense reprimiendo huelgas y manifestaciones populares.

Lo más probable es que el gobierno peronista de Kicillof y Berni va a terminar otorgando, a la policía bonaerense, un aumento salarial, el mismo que se le niega a los trabajadores de la salud y de toda la provincia, mostrando que la política del gobernador y su ministro de Seguridad es fortalecer el aparato represivo, sea como en este caso la bonaerense, o también la Federal, la Gendarmería y las otras fuerzas armadas y de seguridad.

Por eso esto no está desligado con el anuncio de un nuevo plan de seguridad

Desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad seguimos denunciando al aparato represivo y exigiendo su desmantelamiento, en particular el rol nefasto de la policía bonaerense, con su historia de gatillo fácil y represión al pueblo trabajador. En estos días, denunciando su rol en el crimen de Facundo Castro, exigiendo que se investigue hasta el final y se castigue a los culpables, como reclaman la propia madre de Facundo y los organismos de derechos humanos nucleados en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Exigiendo que se vaya Berni y se conforme una comisión investigadora independiente para que se vaya a fondo y se termine con los cómplices encubridores. ¡Basta de policía represora y gatillo fácil!

 

Ideas no tan de izquierda: Yuta puta

 

La Hoja Socialista 15/03/2018

(NdePosta: reproducimos esta nota por su impresionante actualidad)

Una de las máximas del izquierdismo es que los policías no son obreros sino “desclasados”. Así, su posición como miembros del aparato represivo los convierte política e ideológicamente en “anti-obreros”. Tampoco hay que apoyar sus reclamos, porque eso “refuerza” su capacidad represiva. Es más, ni siquiera conviene sindicalizarlos. Todo se resume entonces con una consigna fácil: “yuta puta”.

Esta idea tiene varios problemas. En principio, supone que es el policía el que “reprime” y no la burguesía y su Estado. Se los considera lo mismo. De ese modo, no hay posible contradicción alguna entre uno (el policía) y otro (el Estado burgués). Al mismo tiempo, suponen que el policía está destinado a ser reaccionario, como si la mayor parte de la clase obrera fuera por sí misma revolucionaria y no votara candidatos patronales.

Pero el asunto es más profundo: se encuentra atado a la idea que estos izquierdistas tienen del problema de la “seguridad” y la represión. Para ellos, los obreros son enemigos declarados del policía. Sin embargo, la realidad es más compleja: los obreros continuamente reclaman “mayor seguridad”. El laburante también es asaltado en la calle y está más expuesto a los robos que el burgués. El problema de la delincuencia lo puede afectar de mil maneras diferentes.

Pero, en definitiva, ¿a qué clase pertenecen los policías? Para resolver esto, no hay nada más equivocado que observar su “función”. Por el contrario, hay que mirar las relaciones sociales. El policía suele proceder de filas obreras, incluso de las más empobrecidas (¿quién, sino, va a arriesgar su vida todos los días por un sueldo miserable?). Lo único de lo que dispone es de su capacidad para trabajar. Tiene miles de vínculos sociales y hasta culturales con la clase obrera, desde su vida en un barrio obrero hasta el consumo de los mismos bienes o servicios.

Y es que la burguesía apela a fracciones de la clase obrera para ejercer su dominio. Sobran ejemplos al respecto: en un sentido ideológico, puede apelar a los docentes para educar a los obreros en la conciencia burguesa. ¿O alguien cree que la escuela siembra ideas revolucionarias? Al fin y al cabo, un docente reprime la conciencia.

Lo mismo ocurre con las fuerzas de seguridad, aunque acá la represión sea física y más visible. Sin embargo, tarde o temprano, las capas más bajas de la jerarquía (soldados o gendarmes, suboficiales, incluso algunos oficiales inferiores) pueden comprender que hay algo que los separa del cuerpo que los obliga a reprimir. Claro que es más difícil. Históricamente, la burguesía les ha negado los más mínimos derechos democráticos: de reunión y agremiación, de libre expresión, de intervención política, de huelga. Por eso mismo requieren más que nunca una política acorde a las necesidades del caso.

¿Parece una locura? Bueno, ejemplos históricos hay de sobra. No habría existido revolución rusa sin quiebre del aparato represivo, para el cual se trabajó desde mucho antes de las jornadas revolucionarias. En numerosas ocasiones, policías senegaron a reprimir. Quebrar el aparato policial es posible y la sindicalización sería un buen paso. Permitiría que las bases entren en contradicción con la oficialidad, que comprendan que sus intereses de clase se encuentran ligados a las luchas de los trabajadores, escapar a los manejos turbios de sus superiores y denunciarlos o incluso rehusar de la lumpenización. En definitiva, permitiría luchar contra el aislamiento que la burguesía impone a los policías de base, cuando busca encerrarlos en espacios donde no entre otra in?uencia que no sea la suya.


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