22.SEP.20 | PostaPorteña 2149

Es la cuarentena, no (solo) la pandemia

Por Uriel Mendelberg

 

Uriel Mendelberg | Buenos Aires, Argentina sept. 17 2020

Fundación Rioplatense de Estudios

Desde el 31 de diciembre del 2019, fecha en la cual China informó a la OMS de la existencia de un peligroso brote viral en la ciudad de Wuhan, hasta el 11 de septiembre del 2020, día en el que escribo este breve artículo, han pasado exactamente 255 días, de los cuales gran parte de los argentinos hemos vivido los últimos 175 en cuarentena.

El coronavirus, que rápidamente se convirtió en PANDÉMICO y golpeó a todos los rincones del mundo, fue enfrentado de distintas formas en cada lugar al que llegó. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, simple: que no todos tuvieron la misma suerte que los argentinos de tener un gobierno que nos quiera y nos proteja tanto.

Los suecos, por ejemplo, nunca debieron hacer una cuarentena estricta y al día de hoy tienen 86.500 casos de coronavirus y menos de 6.000 muertes en total, para una población de 10.26 millones de personas (en comparación con los 45 millones de argentinos que acumulamos 525.000 casos y 11.000 muertes registradas, aunque esos números en realidad sean mucho mayores porque se registran muertes con hasta dos meses de retraso). Resulta interesante, entonces, preguntarse qué explica las diferencias en las estrategias de los gobiernos nacionales para enfrentar al COVID-19. ¿Hay otros factores, además de los pura y exclusivamente sanitarios, que puedan llevar a un gobierno a establecer una cuarentena más estricta o a buscar otras soluciones?

Un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford (1) se tomó el trabajo de formar un índice que mide la respuesta Estatal al coronavirus, ordenándolas de 0 a 100 (de menos restrictiva a más restrictiva). Ese indicador promedia 9 variables, entre las cuales se encuentran cierre de escuelas, cierre de lugares de trabajo, prohibiciones de viajar y restricciones al movimiento. Hacia principios de septiembre, aunque el presidente Fernández asegure que la cuarentena ya no existía, la Argentina era el segundo país con más restricciones en el mundo, con un puntaje de 91 y solo por detrás de Surinam con 96. Así se veía el mapa de las respuestas de los distintos países del mundo según Oxford en ese momento:

Usando estos mismos datos, Eduardo Levy Yeyati y Luca Sartorio (2) encontraron que hacia finales de junio, 29 de los 30 países con las cuarentenas estrictas más prolongadas del mundo eran países emergentes o en vías de desarrollo, a excepción de Israel. Según ellos, existe un claro factor económico que determina las estrategias de los gobiernos. Además, sugieren que en estos países las cuarentenas estrictas no son cumplidas en la realidad, producto de la alta informalidad en el mercado laboral y de la necesidad imperiosa de las sociedades por evitar empobrecerse aún más. De esa manera, los contagios y las muertes se multiplican pero los gobiernos no quieren levantar las restricciones y se empecinan en prolongar cuarentenas insostenibles porque no quieren o no pueden buscar soluciones más efectivas en contener al virus y que al mismo tiempo protejan a la economía.

Otros autores (3) encontraron que en algunos distritos de Estados Unidos con fuerte cultura individualista (por motivos históricos relacionados a la expansión hacia el oeste durante los siglos XVIII y XIX) los gobiernos locales no quisieron establecer cuarentenas fuertes porque hubieran sido rechazadas por sus ciudadanos. Además, tuvieron problemas para imponer el uso del barbijo y hacer respetar la distancia social. Es decir, encontraron una fuerte correlación entre factores culturales y la imposibilidad de implementar medidas rígidas y estrictas dictadas desde el Estado para enfrentar al coronavirus. Según estos autores, la estrategia a nivel nacional en los Estados Unidos, que consistió en restringir la menor cantidad de libertades individuales posibles y mantener los lugares de trabajo abiertos, se explica principalmente por motivos culturales. Y agregan otro factor no menor: las instituciones. El entramado institucional estadounidense, de corte liberal, habría sido fundamental para permitir este tipo de respuesta. En otras palabras, un gobierno limitado por los controles de los Poderes Legislativo y Judicial, un fuerte federalismo, la economía liberal de mercado y la protección de los derechos individuales llevaron a los Estados Unidos a una cuarentena no tan prolongada ni estricta, excepto en algunas ciudades en particular.

Las conclusiones a las que se llega en aquel paper corresponden únicamente a los Estados Unidos y no tienen validez externa porque los autores no investigaron lo que pasaba en otros países, pero de todos modos nos sirven para pensar si ese mismo esquema puede ser aplicado en otras partes del mundo.

En definitiva, ¿podemos pensar que la cultura y las instituciones son importantes a la hora de definir la estrategia para luchar contra el coronavirus? La cultura es algo muy difícil de medir, cuantificar y comparar. Sin embargo, para saber qué tan liberales son las instituciones de un país (incluyendo su economía, su diseño de gobierno, los derechos que tienen sus ciudadanos, etc.) existen indicadores bastante confiables como el índice de libertad económica de Heritage (4), que ordena a los países de 0 a 100 siendo 0 nada libre y 100 totalmente libre, y contempla variables tanto económicas como judiciales, gubernamentales y de derechos civiles. Comparando ese índice con el de Oxford, encontramos que entre los 35 países con cuarentenas más estrictas del mundo hoy por hoy, solo 3 obtienen puestos altos en el ranking de libertad (Irlanda, Chile y Australia). Es más, si descartamos países que no imponen cuarentenas estrictas porque no tienen la capacidad Estatal para hacerlo (países en guerra civil o Estados fallidos del África subsahariana, por ejemplo), casi la totalidad de los países que menos restringen a sus poblaciones en la actualidad según el índice de Oxford también rankean alto entre los que más respetan la libertad en términos generales. Y no son necesariamente países ricos y desarrollados: Uruguay, Botswana y Bulgaria son Estados respetuosos de la libertad de sus ciudadanos y han logrado enfrentar satisfactoriamente al coronavirus sin recurrir a estrategias de encierro estricto y prolongado como la Argentina.

Hemos escuchado, durante meses, a los funcionarios del gobierno de Fernández asegurar que su país es un ejemplo para el mundo en la lucha contra el COVID-19. Como si fuera poco, se dieron el gusto de criticar a gobiernos extranjeros para legitimarse ante su sociedad civil, tensionando las relaciones bilaterales de forma injustificable. Al final del día, como era de esperar, la Argentina se encuentra con su economía arruinada por una cuarentena excesivamente larga y restrictiva y con números altísimos de cantidad de muertos y contagiados por millón de habitantes.

Es momento de preguntarnos si había otra opción menos dañina para enfrentar la pandemia que nos ha tocado sufrir. En la falsa disyuntiva entre salud y economía, el gobierno argentino se decidió por la salud, atentando contra las libertades de todos sus ciudadanos. Pudieron hacerlo porque las instituciones argentinas, desacreditadas y desatendidas durante años de desgobiernos, no sirvieron para frenar el avance del gobierno sobre los derechos de la población. Parafraseando a Winston Churchill: les dieron a elegir entre no tener salud y no tener economía; eligieron no tener economía y ahora tampoco tendrán salud.


Referencias:

(1) Oxford COVID-19 Government Response Tracker (2020), Blavatnik School of Government, University of Oxford. El gráfico también es obtenido de ahí.

(2) Levy Yeyati, Eduardo y Sartorio, Luca (2020), “Take me out: De facto limits on strict lockdowns in developing countries” Covid Economics: Vetted and Real-Time Papers, Centre for Economic Policy Research.

(3) Bazzi, Samuel, Fiszbein, Martin and Gebresilasse, Mesay (2020), “Rugged Individualism and Collective (In)action During the COVID-19 Pandemic”, Boston University — Department of Economics — The Institute for Economic Development Working Papers Series dp-351, Boston University — Department of Economics.

(4) https://www.heritage.org/index/ranking


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