08.OCT.20 | PostaPorteña 2153

Hoy como ayer… censurar la historia real y sustituirla por un dogma

Por Ricardo

 

Allende y las Fuerzas Armadas

 

“El 11 de septiembre de 1973, las fuerzas armadas fascistas de Chile bombardearon con aviones la casa de gobierno con su presidente adentro, resistiendo al levantamiento urdido entre las clases privilegiadas de ese país y el gobierno de Estados Unidos. Después de una campaña de desgaste económico y mediático, los sectores económicamente privilegiados de Chile, junto a las directivas y apoyo total de Estados Unidos, concreta junto a las fuerzas armadas chilenas de corte aristocrático y profascista, el derrocamiento del presidente constitucional, fruto de elecciones históricas, Salvador Allende. El presidente Allende murió defendiendo a su pueblo y a la democracia…” De la audición radial de CRYSOL, sindicatos de presos políticos del Uruguay.

Esta simple frase es un condensado de falsificaciones históricas típicas de la izquierda burguesa, que busca oponer al demócrata Allende al “fascismo” de las fuerzas armadas chilenas y yanquis. No es una casualidad que haya sido el mismísimo discurso de los agentes del imperialismo “socialista” ruso o checoslovaco como, Vivian Trías cuya Fundación sigue reivindicando hoy al “compañero Allende”.

Basta con responder que Allende mismo, decía todo lo contrario. Defendía que las fuerzas armadas chilenas eran democráticas y acatarían la constitución. Allende agregaba además que quienes la dirigían eran, sus amigos personales y gozaban de su total confianza.

En realidad, el esquema, que difunde CRYSOL, fue construido para falsificar y desfigurar la historia, en función de los intereses del capital y el Estado. 

Ya en otras circunstancias probamos (particularmente en contribuciones publicadas por Posta Porteña desde hace varios años), que es otra grosera falsificación venirnos a contar que “el Gobierno, el Estado y las fuerzas armadas yanquis son fascistas”, cuando en la historia real, fueron la esencia misma del antifascismo democrático  (Ver:primera nota  “el antifascismo mata más que el fascismo"  aquí ) y de la dirección política y militar del antifascismo, junto al lenino/estalinismo internacional, que triunfaría en la Segunda Guerra Mundial.

En realidad, CRYSOL lo que está es recitando el credo estalinista,  en que los criminales de guerra occidentales eran “demócratas” cuando se aliaban con el estalinismo (y “olvidaban” los crímenes estalinistas, ellos olvidaban los crímenes del campo democrático durante toda la historia), pero en la guerra fría, cambiaban como por milagro y se hacías “fascistas”.  ¡Lenin y Stalin, a su vez, pasaron, como por arte de magia, de ser niños mimados del aparato de propaganda yanqui (Hollywood, periodismo, literatura, universidades…) y grandes héroes nacionales rusos, a ser “los enemigos comunistas”! El estalinismo, al romper el pacto de impunidad mutua que tiene con el imperialismo occidental, rompe también con la verdad histórica de lo que realmente es el fascismo y construye un monstruo ideológico que no tiene ni un átomo de realidad histórica. El “fascismo de los yanquis” es puro dogma estalinista, útil para la movilización a favor del Estado y el capitalismo soviético.

Lo del democratismo de Allende en oposición al Ejército de su propio Estado, también nos parece puramente ideológico y en total discordancia con la realidad. La constitución política de su gobierno era fundamentalmente leninista y estalinista.

No solo fue notablemente represivo, sino que defendió la continuidad histórica represiva anterior, no dudando en utilizar el terrorismo de Estado para ello. El propio Allende no solo había designado como ministro al famoso apologeta de Stalin, Pablo Neruda (ver: “Loas a Stalin”), sino proclamado que su proyecto era construir, por otras vías (pacíficas), el “socialismo de Lenin”. Nos disculpará CRYSOL, que asimilemos aquí el proyecto socialista estatista de Allende, el de los partidos y sindicatos de la Unidad Popular, con lo que realmente fue ese “socialismo”: el sistema más siniestro de terrorismo de Estado y campos de concentración de la historia del siglo XX.

Pero dejemos este paréntesis conceptual para volver a la verdadera historia de la lucha de clases en Chile. Allende, y su gobierno, no solo no estuvieron de acuerdo, con decir que las fuerzas armadas de Chile eran aristocráticas y “fascistas”, sino que reprimía violentamente a todo el que dijera algo parecido. ¡Y más aún a los pobladores, a los revolucionarios, a los ocupantes y los grupos políticos revolucionarios que se desarrollaron antes y durante su gobierno, que se proclamaban claramente por la “lucha armada”, por “organizar y armar el pueblo” contra el Estado!

En efecto, el triunfo de la contrarrevolución en Chile y la consecuente masacre de seres humanos, no hubiese sido posible, sin el desarme organizativo y político del proletariado en ese país y paralelamente el restablecimiento de la confianza en el ejército chileno como garante de la democracia. Esos fueron los mayores logros del Gobierno de Allende.

En efecto, Allende y su gobierno, dedicaron todas sus energías a domesticar al pueblo para que no siguiera diciendo que, el ejército chileno, era un ejército (aristocrático) de asesinos al servicio del capitalismo. Y la verdad sea dicha, Allende y su gobierno, tuvieron muchísimo trabajo para defender a las Fuerzas Armadas de Chile diciendo que no eran represivas, ni “fascistas” como gritaba el proletariado en Chile, cada vez más masivamente cuando él asumió el Gobierno.

La cuestión no era nada fácil. La fama de “pacos asesinos” de todos los milicos de Chile (¡desde los carabineros al ejército!) tiene una larga historia, que se remonta a los orígenes mismos del Estado Chileno (como, en realidad de todas las fuerzas armadas de la región, y del mundo), agravada de sobremanera por la lucha de clases de la última década antes de Allende y por la represión brutal que había hecho el gobierno demócrata cristiano de Frei. 

Ya entonces, la tendencia del proletariado a autonomizarse, organizarse y armarse, era la [1] principal preocupación del Estado Chileno y de la represión internacional e imperial. Su punto culminante fue la masacre de Pampa Irigoin, en Puerto Mont (marzo de 1969, durante el desalojo de una toma de terrenos, murieron 10 pobladores, incluido un bebé de 3 meses) y quien asumió su responsabilidad por ese hecho fue el Gobierno mismo de la Democracia Cristiana y en particular, el repugnante sujeto Edmundo Pérez Zujovic, ministro del Interior y vicepresidente de la República.

Allende como parlamentario socialdemócrata y frentepopulista, si bien había condenado la masacre y “los excesos” de la represión (tentativa de declarar inconstitucional a Pérez Zujovic), siempre se había opuesto terminantemente a las luchas autónomas del proletariado y condenado las ocupaciones de tierras, la autodefensa proletaria y la acción directa de autodefensa. Como hombre de Estado, si bien Allende había cambiado bastante, pasando de ser un convencido partidario del marxismo-leninismo (invento de Stalin) y la dictadura “del proletariado” (¡en realidad contra el proletariado!), a un tibio socialdemócrata y pacifista, siempre había sino un decidido baluarte en la defensa del monopolio de la fuerza por parte del Estado.

Por supuesto que, cuando se hizo del Gobierno fue todavía peor. Desde el mismo, se organizó el sistemático desarme político y organizativo de las expresiones autónomas que, con lucha y sacrificio, se habían ido constituyendo en las poblaciones, y se reprimió sistemáticamente las ocupaciones de casas, de tierra y de toda tentativa, por más pequeña que fuese, de autodefensa proletaria.

Allende no hizo uno o 10 discursos denunciando las poblaciones y ocupaciones de tierras y de casas que enfrentaban cotidianamente a los pacos y llamaban a armarse y organizarse, sino que todos, absolutamente todos sus discursos, llamaban a desarmar al pueblo y a confiar en el carácter absolutamente democrático de todas las fuerzas armadas de Chile.

Proletarios heridos, huelguistas atacados, marineros torturados, manifestaciones brutalmente reprimidas y sobretodo criminalización de las tomas de casas y tierras por parte de la población, caracterizaron al Estado chileno durante la Unidad Popular. Nadie puede decir que, fue la Unidad Popular la que generalizó la represión y la tortura, porque la misma había existido siempre y se había agudizado con la Democracia Cristiana, pero es también falso el decir que empezó con la caída de Allende.

Recordemos, además, que el modelo Allende hacia el “Socialismo” (en realidad, la “masacre programada”, que los Cordones Industriales denunciarían unos días antes del Golpe de Pinochet), fue promovida por intelectuales prestigiosos, sindicatos y partidos de todo el mundo.  Son los mismos que hoy son partidarios de la mentirosa “pandemia” (bautizada, por los oprimidos como “Plandemia de los banqueros”) de hoy.

Desde Alain Touraine, a Martha Harnecker, todos llamaban a confiar en los milicos democráticos de Allende, como hoy los sindicatos y partidos de izquierda aceptan la pandemia como una realidad y apoyan el tapado de bocas, el distanciamiento y hasta el confinamiento.

Cómo en todas las experiencias populistas de la historia, desde el estalinismo al fascismo, desde la República española de la década del 30, a los diferentes gobiernos de Perón, la confluencia criminal de las fuerzas represivas y las milicias armadas por la izquierda burguesa es total. Las milicias de los partidos populares que realizan el trabajo más sucio de represión, interrogatorios, tortura y exterminación de revolucionarios, serán decisivas como colaboradoras de las fuerzas de represión oficial, servicios secretos, gendarmes, militares.

En Chile, ese pacto siniestro entre las fuerzas armadas oficiales y las milicias de la Unidad Popular (del Partido Socialista y del Partido Comunista de Chile, así como de las fuerzas sindicales) estarán representadas por dos amigos personales e íntimos de AllendePinochet y el Coco Paredes. Esos dos personajes siniestros, responsables directos de la represión de los pequeños grupos de proletarios que no aceptaban el sistemático desarme efectuado por la Unidad Popular, serán los jefes de los torturadores de los servicios represivos del presidente Allende, que confluyeron en la exterminación de la “VOP” (Vanguardia Organizada del Pueblo).

El proletariado pagará con miles de torturados y asesinados el haber confiado en Allende, sus amigos personales, el Gobierno de la Unidad Popular y en las democráticas Fuerzas Armadas de Chile.

 ¿Quién condujo al pueblo chileno a la mayor masacre de la historia sino el mismísimo Gobierno de Allende y la Unidad Popular?

Los dejo con la sentencia de los Cordones industriales solo algunos días antes del Golpe de Estado: será responsabilidad histórica de este gobierno llevado al poder y mantenido con tanto sacrificio por los trabajadores, pobladores, campesi­nos, estudiantes, intelectuales, profesionales, a la destrucción y desca­bezamiento  quizás por qué plazo y a qué costo sangriento, de no sólo el proceso revolucionario chileno sino también el de todos los pueblos lati­noamericanos que están luchando por el socialismo.

Ricardo


[1]  Esta condena burguesa de la represión no fue patrimonio del entonces Senador Allende, ni de la izquierda, sino que también los partidos de derecha la hicieron, para lavarse las manos de tanta sangre pobre (¡hasta de niños!), vertida por el Estado Chileno, para aplastar la organización autónoma del proletariado y los sistemas elementales de autodefensa creados. También la Juventud Demócrata Cristiana, partido claramente de derecha y hasta, de forma más velada el propio Partido Nacional …apoyaron la búsqueda de chivos expiatorios para lavarse las manos. En realidad, todos los partidos burgueses estaban de acuerdo en que no se podía permitir que el proletariado resistiera al Estado y pudiera un día poner el monopolio de la violencia en cuestión y solo cuestionaba los asesinatos a mansalva de los pacos. 


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