17.NOV.20 | PostaPorteña 2164

El FIT, El Impuesto A La Riqueza Y El Kirchnerismo

Por Eduardo Sartelli

 

EL “PROYECTO”

 

Un debate muy insulso, completamente insustancial, plantea una supuesta disyuntiva entre votar o abstenerse en relación a la ley que impondría, por única vez, a los grandes contribuyentes. En el kirchnerismo se hace una intensa propaganda con la iniciativa, sin que se vea que, efectivamente, tenga algún valor real. Según la oposición burguesa, dependiendo quién hable, el asunto va desde la confirmación del comunismo más rabioso que se escondería tras La Cámpora y su patrona, hasta una mala señal a los inversores, al atentar contra la “seguridad jurídica”.

Sin embargo, ninguna de esas acusaciones se acerca siquiera al núcleo de la cuestión, a saber: la Argentina está metida en la que puede ser la peor catástrofe económica y social de su historia y todo lo que el “progresismo” se anima a hacer es pedir una “contribución” que, al cambio blue, no llega a los 2.000 millones de dólares a gente cuya fortuna personal “declarada” arranca en los 200 millones de pesos.

Dicho de otro modo, este hecho pinta de cuerpo entero el alcance del “reformismo” K: según la letra del proyecto, fortunas que lleguen hasta 3.000 millones de pesos deberán aportar entre el 2 y el 3,25% de sus bienes; más allá de los 3.000 millones, 3,50%. Pero no sobre el total, sino sobre el “excedente” de un mínimo no imponible más una suma fija: si alguien tiene 210 millones de pesos, paga el 2% de los 10 millones “excedentes”, más 4 millones de pesos, un total de 4.200.000$. O lo que es lo mismo, un 2,1% del total de su fortuna.

Pero, el “impuesto” es justiciero, porque a los más ricos les cobra más… Si alguien gana 3.000 millones de pesos, tendrá que aportar 39.750.000, o sea, el 1,35% de su fortuna, más el 3,25% sobre el excedente de 1.500 millones, unos 48.750.000 pesos más. En total, 88 millones 500 mil pesos. O, un 2,95%. Como sea, mientras la inflación saca tajadas de a 20 o 30% de los jubilados, mientras los propios futuros “grandes aportantes” les han sacado a sus obreros, sindicatos mediante, reducciones salariales de hasta el 35% en sus salarios, ellos, en el mejor de los casos, deberán aportar un magro 2% “por única vez”.

¿A qué se destinará esa recaudación, según la promesa que figura en el proyecto? Un 80%, a subsidiar a la burguesía: 20% a pymes, 25% a Vaca Muerta, 15% a urbanización, es decir, a la renta urbana en la compra de terrenos y a las empresas de construcción, y un último 20% a pagar las vacunas que hagan posible que la explotación recupere su ritmo “normal”.

El resto, apenas un 20%, a planes Progresar. El problema no es, entonces, que este proyecto subsidie el “fracking”, sino que es un “subsidio” de la burguesía a sí misma.

La clase obrera recibirá, de todo esto, apenas unos 350 millones de dólares. Es decir, nada. O, si se quiere, la mitad de los dólares con los que se acaban de hacer PIMCO y Templeton mediante el canje de su deuda en pesos que les facilitó Guzmán. Mucho menos si se recuerda la eliminación del IFE, el aumento de tarifas a partir de enero, etc., etc. Incluso, si se quisiera verlo con buenos ojos, el gobierno estaría tratando de relanzar la economía obligando a la burguesía a aportar una cifra ridícula para las magnitudes de inversión necesarias a una tarea de este tipo. Recuérdese que, solo para desarrollar Vaca Muerta, se necesitan unas 10 a 15 veces el monto que recaudaría el “impuesto”. O que, solo por retenciones a la soja, apenas entre enero y junio del año pasado se recaudó el doble (y en dólares…) de lo que espera el gobierno con esta iniciativa. Este proyecto, entonces, no sirve ni como aporte “a los que menos tienen”, ni como tabla de salvación de la economía nacional.

¿Por qué lo hacen, entonces? En realidad, no lo “hacen”. Se trata de una iniciativa del kirchnerismo, no de toda la coalición de gobierno. Ni Alberto ni Massa están interesados. Ni mucho menos los diputados y senadores ligados a las grandes fortunas (incluyéndolos a ellos en más de un caso). Tiene una función sencilla: construir una cortina de humo mientras se lleva adelante un ajuste bestial.

Darle algo de qué hablar y poder defender a la alicaidísima tropa kirchnerista que ya no sabe cómo digerir tanta magnitud de carne de batracio, mientras su gobierno no da pie con bola con nada, su ala “progresista” incendia ranchos y su jefa despliega tropelías sin igual en puro beneficio propio. Y de los grandes capitalistas del país, por supuesto, porque la caída de la causa de los cuadernos significaría el salvataje de todo el Club de la Obra Pública, desde López y Báez hasta Caputto y Macri (de eso hablaba Cristina cuando aludía a la “unidad nacional” en su famosa carta).

Como parece que el proyecto sobre el aborto está siendo transportado desde la Quiaca por el General Alais, hasta que llegue, algo hay que hacer, sobre todo porque es muy probable que, de arribar finalmente al Congreso, no se apruebe. No hay mucho más que decir, sobre esto. Salvo que desnuda, una vez más, las tremendas contradicciones que atraviesan a la coalición “de Todos”: a nadie se le escapa que esta es una tarea que Cristina le exige a Massa para aceptar las modificaciones al presupuesto que pasó a Senadores, modificaciones que tienen que ver con plata para la tropa propia (de Mazza) y que el hincha de Tigre más famoso coló entre gallos y medianoche. También se trata de un pase de factura a Alberto por su evidente cambio de alineamiento con relación al ajuste, que pone más en peligro todavía su impunidad, al no garantizar la victoria en octubre del año que viene.

En medio de esta debacle del frente en el gobierno, Cristina busca salvarse confirmando que la que manda es ella (si la ley sale) o que este no es su gobierno (si la ley no sale). Como sea, el súbito renacimiento de la ley se vincula a sus necesidades políticas. Si la ley no sale, no será precisamente por la abstención de los dos diputados del FITU, sino porque su frente se ha roto y su autoridad comienza a ser destruida desde dentro. La histeria K contra la izquierda se debe, entonces, a la desesperación del ala que responde a Cristina, por su pasaje a la impotencia política.

El FITU Y EL ETERNO PROBLEMA DE LA POLÍTICA ELECTORAL

El FITU ha tenido siempre problemas a la hora de hacer política parlamentaria. Esos problemas son el reflejo de su dependencia ideológica del peronismo y de su claudicación ante el nacionalismo burgués, magnificados ahora por un parlamentarismo rampante que lo vuelve más temeroso todavía de “ofender” a las bases a las que pretende seducir con el mismo discurso que sus jefes naturales.

Esta vez, parece, ha decidido, correctamente, abstenerse. Digo correctamente, porque el proyecto es exactamente lo contrario de lo que se vende y porque la izquierda ha presentado uno propio. Podemos debatir si es la acción más adecuada al momento, pero no podemos poner en duda que no tiene sentido presentar un proyecto y no pelear por él. Si al kirchnerismo le faltan dos votos (lo cual es improbable, puesto que si el Frente de Todos no se fracturó, le sobran manos, y si se rompió, no le alcanza con dos extras), puede perfectamente votar el proyecto del FITU, si es que realmente quiere “joder” a los ricos. O negociar: quitar de su proyecto los subsidios a la burguesía y volcar toda la “joda” a favor de la clase obrera. Hay muchas variantes posibles que harían aceptable para la izquierda el proyecto y tiene muchos instrumentos a su alcance como para “seducir” a Del Caño y Del Plá con algo que ellos puedan votar. Sin mediar ninguna de esas consideraciones, el FITU no tiene por qué rescatar al kirchnerismo de su miseria, convalidando una estafa que se presenta como medida “redistributiva”.

El problema no es ese. El FITU hace bien en abstenerse en este caso. Votar en contra sería negarse a sacarle un peso a la burguesía. Votar a favor, ayudar a que la burguesía sea subsidiada. Lo que el FITU debiera hacer, debiera haber hecho, es desarrollar una intensa agitación por su proyecto. Movilizar masas a las puertas del Congreso en defensa de su proyecto. Armar un plan nacional de lucha por ese proyecto. Con esto no estoy diciendo que este proyecto deba ser el mascarón de proa de la lucha contra el ajuste en marcha, digo que perfectamente puede ser parte.

Hay dos razones por las cuales el FITU no ha hecho esto: por empezar, porque no vincula la lucha parlamentaria con la lucha en las calles; por otro lado, porque no ha utilizado toda su energía para oponerse al ajuste que se descarga contra las masas.

Es cierto que se impidió sesionar al Congreso en aquel diciembre del cascoteo contra Macri. Pero fue parte de una acción validada por el kirchnerismo y no por un proyecto propio. Es cierto también que la izquierda ha llevado adelante movilizaciones por este o aquel problema. Pero lo que es más cierto que todo eso es que el FITU no se organiza como frente de lucha. En todos lados donde interviene, lo hace a título de sus partes componentes, frecuentemente enfrentadas por el poroteo más mezquino, como sucedió recientemente en Guernica. No es un frente de lucha obrera.

¿La izquierda puede movilizar masas? Por supuesto que sí. Basta ver lo que juntó el Partido Obrero oficial ayer en la plaza para darse cuenta de todo lo que se podría juntarse, si todo el FITU convocara a toda la izquierda a una gran manifestación en Plaza Congreso. Y podría juntar toda una masa gigante por un programa mucho más amplio que este proyecto impositivo que, así como está, solo pretende correr discursivamente por “izquierda” al kirchnerismo, para ver si consigue un voto más en octubre.

Porque, hay que decirlo, ese acto tan revelador del PO fue un acto para la interna. Para la interna del FITU, donde ya se están disputando candidaturas y las agrupaciones hacen lo imposible para “figurar”, como el PTS, que veinte años después del Argentinazo acaba de descubrir a los desocupados y se desespera por morder algo de Guernica (si es que, esperemos que no, no se trata de acomodarse en otra interna…). Para la interna del propio PO, para demostrar que la Tendencia no ha hecho mella en su capacidad de movilización y desarrollo. Como sea, se trata de un acto aislado del movimiento de masas y del resto de la izquierda, justo cuando un programa mínimo de reivindicaciones asoma como una necesidad urgente frente al avance burgués. Ese programa podría recoger todo lo que la crisis tira: el proyecto cajoneado del aborto, un plan de viviendas nacional, un programa de salud a la altura de la pandemia, un seguro de desempleo generalizado equivalente a dos canastas básicas, la nacionalización de empresas quebradas, la eliminación de subsidios a la burguesía, etc., etc. Ese no sería un programa socialista. Apenas sería un conjunto de reivindicaciones inmediatas para darle vuelo a un movimiento de masas obreras. Pero sería un punto de reagrupamiento y relanzamiento de la lucha de clases, la base de una intensa agitación socialista que debe, necesariamente, acompañarlo

El formato mismo del FITU le impide llevar adelante esta tarea. Es un frente electoral. No sirve más que para eso y en función de eso. Para progresar debiera darse un instrumento más amplio en el cual juntarse con la clase en lucha. Un instrumento que supere el momento electoral y, sobre todo, lo subordine. Ese instrumento ya existe en la experiencia histórica de la clase obrera argentina: la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados. Convocarla es una tarea urgente, aunque comience siendo apenas “un alma grande en un cuerpo pequeño”, como se dijera, en su momento, de la Primera Internacional. No se trata de restarle votos al kirchnerismo sino de superar a la burguesía mediante una acción independiente de clase.

Si el FITU no es capaz de rescatarse en este sentido, seguirá agotándose a sí mismo en el país de la chicana y el meme. Y la clase obrera seguirá careciendo de armas en una guerra en la que vienen por todo.

Eduardo Sartelli - El Aromo 15/11/20


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