14.DIC.20 | PostaPorteña 2171

Ajuste a la Cubana : hambre para los pobres , unificación monetaria

Por Communia

 

CUBA INICIA UN PLAN DE AJUSTE Y ABRE UN NUEVO PERIODO DE MISERIA PARA LOS TRABAJADORES

 

Communia 13 dic 2020

Día tras día van apareciendo en la prensa cubana listas de alimentos básicos que se dicen garantizadosprecios oficiales para el comercio minorista y comentarios educativos al aluvión de normas que han ido apareciendo esta semana en números especiales de la gaceta oficial.

Son las primeras consecuencias de la Tarea de reordenamiento, nombre oficial del proceso de reconversión general de la economía cubana que dio oficialmente comienzo el pasado jueves con el anuncio de la unificación de la divisa entorno a su valor de mercado a partir del próximo día uno de enero. El movimiento, apenas comentado por la prensa internacional, fue presentado al alimón por el presidente Díaz Canel y el jefe del ejército, Raúl Castro.

La jugada del siglo

Aunque en 2018 se presentara el ascenso a la presidencia de Díaz Canel como la entrega del poder a un civil, la realidad es que el ejército controla, según Bloomberg, entre el 50 y el 80% del magro PIB cubano. Durante las últimas dos décadas, la burguesía de estado cubana se ha atrincherado y colocado sus activos principales en empresas militarizadas o militarizables, asegurándose un control autoritario sobre los trabajadores aún más estrecho del ya asfixiante ejercido por el aparato civil del estado.

Esta concentración extraordinaria de poder revela por sí misma la incapacidad de la burguesía de estado cubana para superar las formas de una dictadura militar. Tiene sin embargo un significado más profundo que el miedo de la burocracia a perder las riendas del control social.

Si hoy Díaz Canel escenifica normalidad y optimismo paseando entre pañales vietnamitas por la Zona especial de Mariel es porque el modelo al que quiere marchar el sector del estado que representan Castro y él, es un remedo del que China emprendió a partir de 1989: captar capitales internacionales, vender la disponibilidad de mano de obra barata y propiciar una reindustrialización acelerada orientada que produzca low cost para los países amigos de América del Sur, Europa, Rusia y México.

Pero para poder generar las condiciones de posibilidad de una reestructuración semejante, es decir, para hacerse atractivos al capital internacional necesitaban emprender al menos tres transformaciones internas de calado:

1) Hacer posible la fluidez no solo de entrada sino de salida de los capitales y las rentas generadas por estos.

De ahí el pesado proceso de reformas legales que se simbolizó y se promocionó urbi et orbe con la aprobación de una nueva Constitución en febrero de 2019. El momento actual, que arranca precisamente asegurando a los capitales externos una divisa convertible y por tanto precios marcados por los mercados internacionales, quiere ser la fase final de ese proceso de normalización de las condiciones del capital externo.

2) Mejorar las infraestructuras logísticas y el capital fijo para tener un punto de partida que sirva de lanzadera a las nuevas explotaciones. Esto es inalcanzable en el conjunto de la isla con los recursos actuales del capital cubano. Por eso la creación de zonas especiales ligadas a puertos. Es la receta china. Pero aunque China contaba con unas empresas estatales relativamente atrasadas también tenía recursos para ponerlas al día… y con un mercado interno masivo al que los capitales exteriores aspiraban a llegar y por el que estaban dispuestos a apostar.

3) Crear un marco estable de acuerdos comerciales y de movimiento de capitales.

El atractivo para el capital internacional de Cuba, un país con poco más de once millones de habitantes, reside únicamente en su capacidad de funcionar como una plataforma off shore en la que producir a bajo coste y desde la que exportar. Y para exportar no solo hacen falta puertos, sino cada vez más, capacidad para realizar acuerdos comerciales. Es decir, relaciones preferentes con algunos de los imperialismos en competencia en la región. De ahí que el régimen pusiera toda la carne en el asador de la distensión con EEUU durante el gobierno Obama, que luego invitara a los principales grupos empresariales españoles a asesorarle durante la era Trump -un movimiento que luego amplió a Francia y Alemania- y que la relación con China y Rusia sea ahora más intensa que en los años sesenta. En sí mismo este eje está en contradicción con el modelo que pretendía seguir: China pudo obtener inversiones masivas para la industria exportadora sin bajar sus defensas arancelarias porque ofrecía acceso a su mercado interno a los que se instalaran. No tuvo que preocuparse por ganar nuevos mercados porque lo hizo en un momento en el que se producía un desarme arancelario global para facilitar a los grandes capitales internacionales deslocalizar sus cadenas de producción. Cuba depende de quién invierta le abra sus propios mercados y el desarrollo de su mercado interno es poco más que calderilla (moneditas de poco valor) en términos internacionales.

Resumiendo, la jugada del siglo, el reacomodo de Cuba en el mapa global del capital tras el periodo especial, parecía depender de un capital del que no disponía, de una capacidad exportadora destruida y del acceso a unos mercados que no tenían ningún interés especial en la isla.

Pero desde sus orígenes y a consecuencia de ellos, la burguesía de estado cubana ha sido de las más capaces del mundo a la hora de rentabilizar su política imperialista. De la parte aparentemente menos provechosa, la inversión durante décadas en la izquierda latinoamericana, llegó el gran premio, la carta oculta que le dio la mano a la burocracia cubana en el arranque de siglo y le ayudó a salir del periodo especial. El 30 de octubre del año 2.000, unos meses después de llegar Chávez a la presidencia venezolana, firma los famosos acuerdos de cooperación integral con Cuba. Los acuerdos suponen en la práctica una donación de capital, permanente y fluida, bajo la forma de petróleo que se prolongará durante más de quince años.

Tras el colapso venezolano

El colapso venezolano llegó demasiado pronto, se lamentaban en la Habana. Para 2019, la práctica destrucción de la industria petrolera venezolana había dejado literalmente sin combustible a la burguesía cubana: más cortes de energíanuevos racionamientos y la paralización de los transportes calentaban el ambiente social y ponían en evidencia frente a los capitales exteriores la fragilidad de la oferta cubana. Solo quedaba huir hacia delante.

A pesar de las consabidas promesas de no dejar nadie atrás y de que el nuevo plan -un plan de choque- no incluirá terapias de choqueDíaz Canel fue explícito en el objetivo del Reordenamiento: aumentar la productividad del trabajo con lo que hay.

Es decir, aumentar la explotación en términos absolutos. Con un nuevo salario mínimo, el más común, de poco menos de 80 euros mensuales por 40 horas de trabajo semanales y el fin de buena parte de las subvenciones a la producción esencial, el mantenimiento temporal de las libretas de racionamiento es el único asidero que se da contra la hambruna que amenaza y cuyo ariete será la inflación. Inflación que el propio gobierno confiesa ya que será mayor que la prevista en sus propios documentos. Las pensiones, primera víctima, aumentan nominalmente 5,24 veces… lo que significa que, medidas en CUCs pierden más de la mitad de su capacidad de compra. Y esto no va a parar…

Confesión y paradoja

La argumentación del Reordenamiento y sus medios son los mismos que los de cualquier plan de ajuste cíclico y típico en cualquier país semicolonial. No hay diferencia entre el discurso de Díaz Canel hoy, los del plan de estabilización franquista del 1959 -que hizo convertible la peseta- o el de Duhalde revocando tras el corralito el uno a uno menemista.

Se favorece al sector exportador al recibir mayores ingresos en CUP por los productos exportados. Se propicia la corrección de precios, lo que permite que los bienes nacionales, si se producen con eficiencia, resulten menos costosos que los importados. Crea incentivos para elevar la eficiencia y la competitividad en el sector empresarial. Propicia la sustitución de importaciones y los encadenamientos productivos de manera eficiente y permite mayor transparencia en la contabilidad

NdePosta: Cuba cuenta con dos monedas desde hace 26 años. El peso cubano (CUP), utilizado por el estado para pagar salarios y cobrar los servicios básicos; y el peso convertible (CUC), cuyo valor es igual al dólar y equivale a 24 CUP. Con esta medida las autoridades buscan eliminar algunas distorsiones de la economía y desigualdades sociales.

El problema es que los bienes nacionales, con un capital fijo obsoleto y sin mercados, no pueden producirse con eficiencia sin hambrear a los trabajadores que los producen, que los nuevos incentivos son precisamente los de una escasez aún más extrema y que las importaciones, sin producción alternativa, son insustituibles en los consumos básicos. ¿No es absurdo todo esto entonces por una mayor transparencia en la contabilidad? El propio Díaz Canel explica con claridad a qué se refiere esta costosa transparencia y por qué es crucial para el capital cubano:

La adecuada estructura de costos y precios facilita, significativamente, la evaluación de los proyectos de inversión extranjera directa y crea las condiciones para establecer comparaciones en base a parámetros internacionales

No podía esperarse una confesión más clara. Carente de la financiación que las ayudas venezolanas suponían, el capital cubano acelera la marcha y multiplica los costes de los trabajadores para poder atraer capitales exteriores.

En el núcleo del Reordenamiento, el fin de la obligación de participación cubana mayoritaria en sectores como el turismo, biotecnología y comercio mayorista. La burguesía cubana renuncia a quedarse la parte del león en las ganancias del capital foráneo y abre una nueva cartera de 503 proyectos a la inversión exterior.

¿La paradoja? La medida se viste, como siempre, de retórica socialista y de cantos a la independencia nacional. Pero no es más que la enésima constatación de que el capitalismo de estado no tiene nada que ver con el socialismo y que, tras sesenta y un años, su versión cubana no ha conseguido un desarrollo independiente del capital nacional a su cargo; lo que, por otro lado, era imposible en la fase actual del capitalismo.


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