14.DIC.20 | PostaPorteña 2171

19 venezolanos se ahogaron en un naufragio entre aguas de Trinidad y Venezuela

Por posta

 

Los cuerpos de los venezolanos ahogados fueron hallados en las costas del estado Sucre

 

Infobae: Al menos 19 migrantes venezolanos murieron en un naufragio tras intentar llegar a Trinidad y Tobago El bote salió hace tres días desde el estado Sucre, con destino a la isla vecina. Se desconoce el número de tripulantes que viajaba en la embarcación

Funcionarios de la guardia costera hallaron en el mar a al menos 19 migrantes venezolanos, entre ellos dos niños, ahogados, quienes intentaban huir de Venezuela en un bote hacia Trinidad y Tobago en busca de un mejor futuro.

“Guardia costera encuentra 19 adultos y niños ahogados, a 6.3 MN de las costas de Güiria. Nuevo naufragio mortal de un bote desparecido hace 3 días. Murieron buscando libertad y un mejor porvenir para sus familias, huyendo de Venezuela en forma insegura”, escribió la abogada Rocío San Miguel, defensora de Derechos Humanos, en Twitter.

El padre Jesús Villarroel, párroco de la ciudad de Carúpano, en el estado Sucre, (este de Venezuela) informó que hasta el momento han encontrado 12 cuerpos en alta mar según publicó el medio digital El Pitazo. El sacerdote lamentó el hecho y acompañó a los familiares en su dolor.

Los cuerpos fueron hallados flotando en el mar a 6.3 millas náuticas de las costas de Güiria, en el estado Sucre, lugar desde donde salió con destino a la isla. Se desconoce el número de tripulantes de esta embarcación.

El comisionado de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, David Smolansky, señaló que allegados de estas personas denunciaron que ellos salieron el domingo 6 de diciembre en un peñero desde Güiria hacia Trinidad y Tobago.

“(El peñero) fue devuelto de la isla y habría naufragado. Se han encontrado cadáveres flotando en el mar, muy cerca de las costas venezolanas”, escribió el político en la red social.

Entre los fallecidos hay mujeres y niños.

El hecho ocurre tres semanas después de que un grupo de migrantes venezolanos, incluidos 16 niños, fuese expulsado de Trinidad y Tobago, permaneciera 48 horas en altamar, y luego retornaran amparados en una orden judicial.

En ese entonces, autoridades de la isla caribeña reiteraron que las fronteras se encontraban cerradas por la pandemia del coronavirus y que cualquier inmigrante ilegal sería una persona indeseable.

El 9 de diciembre, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó medidas cautelares a seis niños venezolanos involucrados en el caso.

El régimen de Nicolás Maduro no se ha pronunciado directamente sobre los hechos.

El 26 de noviembre el canciller de la dictadura, Jorge Arreaza, dijo que convocarían a Trinidad a “una necesaria reunión” para revisar temas que incluían la movilidad humana.

También, según indicó, debatirían sobre seguridad, lucha contra la delincuencia y narcotráfico.

 

A los náufragos de Güiria no los mató el mar

 

POR Willy McKey Prodavinci 13/12/20

Cadáveres flotando hasta las costas de Güiria. Uno. Dos. Once. Diecinueve. ¿Importa el número? Hasta la costa de la Península de Paria llegan cadáveres nuestros, muertos nuestros, flotando.

De ahí la corriente, mientras brazos anónimos los levantan en peso y los ponen a secar sobre las losas de concreto donde escurren de muerte ahogada, otra deriva los lleva hasta las pantallas de nuestros teléfonos, al WhatsApp, al cardumen que somos en las redes sociales.

Flotan.

No hay periodismo capaz de alcanzar el tamaño de la noticia.

Flotan.

Y aquello que flota se asoma porque no puede mantenerse oculto: sube, se pone a la vista, evidencia su volumen.

Muertos en el mar.

Nuestros muertos en el mar.

Muertos como los balseros cubanos del Período Especial. Muertos como los africanos que no sobreviven el paso final del Mediterráneo. Muertos y náufragos de una embarcación y de un país y de una esperanza que el mar transformó en duelo.

Muertos con sus caritas comidas por los peces y la sal, porque hay niños en este horror que indigna.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Huían de un país que los ahogaba, donde los hijos le dicen a los padres que tienen ganas de irse porque están flaquitos. Huían de un país que la política ha convertido en un peñero a la deriva y a punto de estallar contra la primera roca que lo hiera. Huían de un país donde no hubo lugar para vivir con la dignidad que alguien le prometió y ahora son alimento de los peces.

Ahora, en el paisaje de nuestra Historia contemporánea, tenemos niños muertos con sus caritas comidas por los peces.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Se lanzaron al agua buscando tan solo su derecho a una vida normal, atando esa misma vida a un hilo que ahora tiene que dolernos porque nos está apretando en la garganta, en el pecho, en las manos.

En la culpa.

En una geografía de aguas inversa a la cubana, tenemos muertos que desde tierra firme intentaron alcanzar la isla que les quedaba más cerca, sin importar los problemas del idioma ni del desprecio, si aquello significaba poder comer y vivir honestamente del trabajo.

Y el gobierno de esa isla, con una crueldad que no podemos permitirnos olvidar, los devuelve al agua como quien se quita de encima un problema ajeno, convirtiendo la política exterior en una de esas planchas que en los barcos piratas equivalía a la pena de muerte.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Es una afirmación que debemos repetirnos como una oración, como un mantra, como un rito sonoro que nos ayude a soportar la pena de ver los cuerpos secándose a la intemperie, el día que en la Península de Paria se pescó la muerte de tantos.

Una península.

Viene a la memoria, de manera automática, la definición en tono escolar, con olor a tiza: una península es una porción de tierra rodeada de agua por todas partes, excepto por una que la une al continente.

Virgilio Piñera, poeta cubano, alguna vez se atrevió a definir las angustias de una isla como «la maldita circunstancia del agua por todas partes».

Hoy, después de los náufragos de Güiria, somos menos que ese verso de Piñera.

Somos una península a la que llegan nuestros muertos flotando y comidos por los peces.

¿Cuál es el brazo de tierra que nos mantiene pegados al continente, a eso que nos contiene?

¿Qué nos contiene?

¿Cómo se pide, en una mesa de redacción cualquiera, que se midan porcentajes de abstención o participaciones populares después de que estos muertos flotan hasta nosotros?

¿Cuál es la noticia que puede jerarquizarse por encima de este horror sin desenlace?

¿Qué estamos muertos?

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

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