02.ENE.21 | PostaPorteña 2175

CUBA : El caballo de Troya de la burocracia

Por Alina López Hernández

 

Si San Isidro no fuera el protector de los labradores, la burocracia pudiera adoptarlo como su Santo Patrono. Y pensándolo bien, uno de los milagros más reconocidos del santo mozárabe, nacido en Madrid en 1080, era la curación de los miembros de la familia real que, enfermos de gravedad, se encomendaron a él.

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

La Joven Cuba 01 enero 2021

En el Movimiento San Isidro (MSI), que nuclea a intelectuales y artistas disidentes, nuestra burocracia ha encontrado un remedio temporal a sus males. Las declaraciones favorables de algunos de sus miembros al bloqueo, a la violencia y a la hostilidad de EEUU hacia la Isla, hechas en medio de una agudización de la crisis, han servido para:

1  potenciar un escenario de terror psicológico entre la ciudadanía, al vincularlos con actividades terroristas (para lo cual sirve lo mismo un tren descarrilado que un tiempo atrás se informó en la televisión como un accidente, que la denuncia por parte de un funcionario en las redes sociales de un asalto al hospital conocido como Maternidad de Línea sin información verificable al respecto);

2  asociar cualquier crítica o disenso —como ha ocurrido con los manifestantes del 27-N— con actividades terroristas y anexionistas financiadas desde el exterior, en el intento de restarle credibilidad y apoyo;

3  acudir al tradicional asesinato de reputación con el fin de desprestigiar a intelectuales que pueden liderar opiniones con sus análisis sobre Cuba, como han sido los casos de Julio Antonio Fernández Estrada y Julio César Guanche;

4  revivir un discurso de odio con actos de repudio masivos, lo que justifica aumentar la presencia policial en las calles;

y, sobre todo, desviar la atención de la enorme crisis que existe en el país.

La tesis de que en Cuba se intenta «un golpe blando» contra el socialismo, casi de manual, oculta la realidad. Yo comprendo perfectamente que las redes sociales se prestan a convocatorias, y que por detrás de ellas existen intereses hegemónicos de cambio de régimen. Y ello no se manifiesta solamente en países como el nuestro, con sistemas incómodos para el unilateralismo mundial –recordemos que así se consiguió que triunfara el Brexit en el Reino Unido. No obstante, reducir todo lo que sucede en la Isla a una teoría de la conspiración me parece muy simplista y justificativo.

Si voy a asumir una teoría, prefiero ser consecuente con el método de la dialéctica materialista y valorar el rol de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción como centro de un proceso de cambios. Nunca es ocioso resaltar que cuando se derrumbó el campo socialista no existían las redes sociales y sí esa contradicción, fundamental según Marx.

La teoría marxista es muy aplaudida cuando se trata de aplicarla al análisis del sistema capitalista, pero no se acepta para examinar el declive del socialismo. En estos casos le ocurre a Marx lo que a Casandra, la profetisa troyana que predijo el engaño de los griegos con el caballo de Troya y no fue creída. No puede perderse de vista, sin embargo, que tenemos aquí un enorme caballo de madera.

El MSI, el 27-N, la prensa alternativa y cualquier forma de disenso que surja en Cuba, será presentada siempre como una amenaza al socialismo que proviene del exterior y es financiada por intereses foráneos. Pero es precisamente en momentos en que la noción de plaza sitiada se fortalece, cuando se enmascaran determinadas condiciones que apuntan a una transformación de la sociedad desde dentro.

Lo que hay que dilucidar es hacia dónde se moverán dichos cambios: ¿hacia un socialismo inclusivo, democrático y participativo o hacia un definitivo capitalismo de Estado? Examinar cada una de esas condiciones requerirá un gran espacio, por ello aquí trataré las dos primeras y en un próximo texto concluiré el análisis.

Condiciones económicas

Un concepto no crea la realidad, solo la define. La nombra, no le da vida. «Revolución energética» fue un concepto; la realidad es que la ineficiencia de la generación eléctrica la sufren nuestros bolsillos depauperados. «Rectificación de errores y tendencias negativas» fue la denominación de una campaña de los años ochenta del pasado siglo; la crisis de la economía cubana muestra que aquel concepto fue, apenas, un nombre. «Medida justa y revolucionaria» es una bella frase utilizada por el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, para referirse a la creación de tiendas en MLC; la realidad es que son, por ejemplo, niños que lloran frente a las vidrieras por confituras, padres quejosos y un gerente que resolvió el conflicto colocando los dulces en un lugar más discreto de la tienda.

El término «socialismo» es un concepto que no siempre se ajusta a la realidad. Hitler, por ejemplo, denominó a su partido «Obrero, Nacional y Socialista». Pueden ofrecerse muchas definiciones, pero el socialismo solo será si se produce la real socialización de los medios de producción fundamentales, de ahí deriva el vocablo.

Hasta hoy, en los países en los que ha triunfado una revolución que se ha proclamado socialista, a lo más que se ha llegado es a la estatalización de los medios de producción. Cuba no es una excepción. Un amigo me comparte una antigua fotografía de inicios de la Revolución. En la fachada de la Compañía Cubana de Electricidad hay un enorme cartel en el que se lee: «Este edificio es propiedad y está ocupado por trabajadores que están dispuestos a dar la vida por la soberanía nacional». Propiedad obrera y soberanía nacional fueron una unidad en aquellos momentos. No se explicaba la una sin la otra.

A lo largo del proceso, la idea de la soberanía nacional se desplegó con mucha fuerza. La política hostil del imperialismo norteamericano ayudó a ello. En cambio, la noción de propiedad de los trabajadores sobre los medios de producción se difuminó ante una realidad en la que el control obrero y la posibilidad de designar a los que administran directamente tales medios no se conquistaron.

En el ensayo «El manto del rey: sentido de propiedad, estatismo y participación en el socialismo cubano», contenido en su libro El manto del rey. Aproximaciones culturales a la economía cubana, (Ediciones Matanzas, 2019), el investigador Mario Valdés Navia argumenta:

«Al interior del mundo simbólico es importante tener en cuenta en la construcción del sentido de propiedad socialista que el hecho de ser un productor directo es solo una faceta de la persona que vive en esa sociedad en transición. Un avatar más de un individuo polifacético, que no es un simple tornillo en la gran maquinaria social, sino un animal político (zoon politikon), dueño de su libre albedrío, portador de una voluntad que aspira a ser respetada y tenida en cuenta como la de cualquier otro ciudadano de una república. Por ello, intentar enajenarle esos derechos a participar en la conducción de los asuntos económico-sociales relativos a la gestión de un conjunto de medios de producción de los que se considera co-propietario, a favor de una casta de burócratas que supuestamente lo sabrían todo y pensarían por él, ha sido un precio que la historia del siglo XX demostró que los pueblos no estaban dispuestos a pagar y que condujo a la desaparición del socialismo real en Europa».

La pérdida del sentido de propiedad es la muerte anunciada de un modelo socialista en el que la burocracia se convierte, de hecho, en la administradora de los medios de producción que deberían ser sociales. La falta de democracia política consustancial al modelo es consecuencia directa de la falta de democracia en la gestión y administración de la economía.

En su Fundamentos de la crítica de la Economía Política, Marx afirmaba: «La apropiación efectiva no emana primeramente en una relación mental, sino en una relación real y activa con las condiciones objetivas de la producción, estas representan verdaderamente las condiciones de la actividad subjetiva». Entonces, razona Valdés Navia en el referido ensayo:

«(…) la propaganda de las bondades de la propiedad socialista debe partir de los elementos reales de participación que, en el entramado económico más directo (gestión empresarial, mercados de consumo, toma de decisiones que afectan a todos), formen parte de la socialización real. Es en la realidad económica primero, y en el trabajo político-ideológico después, donde se logrará promover el sentido socialista de propiedad, y no al revés».

La burocracia aprovechó la nueva Constitución para deslizar astutamente un término que no contenía su predecesora. En el artículo 22, al estipular las formas de propiedad, explica en el inciso a) que la socialista de todo el pueblo es aquella «en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario».

En consecuencia, no bastándole ser administradora de hecho, ahora nuestra burocracia lo es también de derecho. Pero un administrador tiene que rendir cuenta a los dueños y esta es una deuda pendiente. En las asambleas de trabajadores, cuando excepcionalmente se celebran, se anuncian disposiciones verticales. Así fue con una decisión de la magnitud que tuvo el desmontaje de la industria azucarera, cuyas consecuencias reales aún están por determinarse.

Además, como expliqué en el artículo «Economía militar en Cuba», una parte sustancial del patrimonio económico nacional está sustraído al control popular y se encuentra bajo la égida del Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), empresa adscrita al Ministerio de las FAR:

«Siendo mucho más importante en términos económicos que varios ministerios juntos, ¿no debería GAESA rendir cuenta de su desempeño ante la Asamblea Nacional del Poder Popular como es obligatorio por ley? Lejos de ello, se sabe que las propiedades bajo control militar no se subordinan a la Contraloría General de la República ni pueden ser auditadas por este órgano. Los métodos y grupos de auditoría que utilizan son internos y no se ofrecen los resultados públicamente».


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