11.ENE.21 | PostaPorteña 2177

De Mujica para Mujica: Solo le Pido que Arrime Verdades

Por Haberkorn/Amodio

 

En diciembre, pocos días antes de fin de año, se cumplieron 49 años del asesinato del peón rural Pascasio Báez 

 

Leonardo Haberkorn  Observador 09 de enero de 2021

Se dice que su homicidio ocurrió el 21 de diciembre de 1971, aunque esa fecha no esté confirmada de forma oficial. Lo que sí es seguro es que su cuerpo fue encontrado recién siete meses después, el 22 de junio de 1972.

Quienes asesinaron a Pascasio Báez lo hicieron “desaparecer”. Solo el testimonio de un arrepentido permitió ubicarlo. Con el asesinato de ese desgraciado trabajador, el MLN-Tupamaros cayó en todo lo que hoy se repudia en materia de derechos humanos: el uso de la violencia armada sobre civiles inocentes, el asesinato de un prisionero indefenso, la crueldad de ocultarle el cuerpo a sus deudos.

¿Qué había hecho Pascasio para merecer un final tan horrible? Nada.

En cumplimiento de sus labores de pobre asalariado rural, Báez se topó por casualidad con un escondite tupamaro, la tatucera “Caraguatá”, construida por la guerrilla en la estancia Spartacus, en Maldonado. Y pagó esa suerte con su vida.

Eso ocurrió porque la violencia hizo del MLN algo mucho más complejo y oscuro que el carismático Robin Hood que construyó la leyenda complaciente.

“El concepto era que una cosa, como podían ser una tatucera o una caja de balas, valían más que una vida”, admite Luis Alemañy, quien supo ser uno de los más adiestrados comandos militares del MLN, en el libro “Historias tupamaras”.

En lugar de abandonar el Caraguatá y construir una nueva tatucera en otro lado, el MLN decidió asesinar a Báez, el prototipo del hombre por el cual sus líderes y militantes decían haberse levantado en armas.

Luego escondieron el cadáver, para nunca jamás admitir el crimen. La misma lógica que otros asesinos tomarían luego en los cuarteles. La familia Báez buscó a Pascasio con desesperación y su padre enloqueció en esos siete meses.

La historia oficial tupamara suele culpar por este crimen a los militantes que estaban en el Caraguatá y/o a Mario Píriz Budes, un integrante de la dirección al que acusan de traidor.

No han faltado quienes –en un abismo ético deplorable - han intentado denigrar a Pascasio, inventándole historias: que era borracho, informante de la policía y otras infamias. Patético y vergonzoso.

Pero todas esas explicaciones cómodas y fáciles chocan con múltiples testimonios y evidencias que indican que el destino del desdichado peón rural fue discutido por la propia dirección del MLN y que fueron sus integrantes –los líderes de la guerrilla- quienes tomaron la decisión de asesinar a Báez, incluso con la oposición de algunos de los militantes que estaban en el Caraguatá.

En las últimas ediciones de la revista digital “Posta porteña” se publicaron dos testimonios en ese sentido.

El MLN hasta ahora ha guardado silencio. No hay una versión oficial –mucho menos una autocrítica o disculpa sincera de la Orga- por este cruel e infame asesinato.

Pasa lo mismo con muchas otras víctimas de la guerrilla: Roque Arteche, Jaime Orosa, Juan Andrés Bentancor, por poner solo tres de decenas de ejemplos.

En mi libro “Herencia maldita” reconstruí cómo y por qué el MLN asesinó a Bentancor, otro humilde laburante, en este caso urbano, capataz de la fábrica de plásticos Niboplast.

También por haber cumplido con su trabajo, lo emboscaron en una esquina de Brazo Oriental, lo mataron en plena calle mientras volvía de ganarse el jornal, lo dejaron tirado junto con unos volantes infames.

Hace poco, cuando en el Senado se votó la posibilidad de desaforar a Guido Manini Ríos, el expresidente José Mujica se reservó la última palabra de esa histórica sesión. Le dijo a Manini:  “Lo que más me preocupa decirle, comandante, general, senador: se nos va el tiempo la vida, vamos quedando demasiados pocos de aquellos años; no le pido justicia, le pido que arrime verdades”

Lo notable del caso es que lo mismo que con razón Mujica le pidió a Manini Ríos, se le puede pedir a él mismo.

Ya va siendo hora de sincerar lo ocurrido con Pascasio, con Arteche, Orosa, Bentancor y tantos otros.

En octubre, pocos días después de aquella sesión del Senado, tuve la fortuna de poder entrevistar a Mujica junto con mis compañeros de “Desayunos informales”.

Le pregunté: ¿Acaso no le parece que lo mismo que le pidió a Manini se le puede pedir a usted mismo?

Le puse el ejemplo concreto de Bentancor y de cómo para sus familiares conocer la verdad es tan importante como para aquellos que tienen víctimas del terrorismo de estado de la dictadura.

Mujica dijo que él podría averiguar alguna cosa y me invitó a la chacra para conversar ese asunto. “Si lo quiere averiguar conmigo, venga y hable. Yo le puedo dar algún rumbo”.

Han pasado casi tres meses y a pesar de múltiples intentos, aun no pude agendar la cita, que supongo en algún momento cercano podrá concretarse.

Mujica sabe la importancia de predicar con el ejemplo. Por todo lo que el expresidente representa, en Uruguay y fuera de fronteras, un gesto suyo podría dar un gran impulso al tan esquivo proceso de “arrimar verdades”.

Y si no resulta, al menos podrá decir que hizo todo lo posible.

 

Para un Namberuán no hay rivales

 

Comentario a nota de Haberkorn

 

Impecable, verdad? Pero como es norma en el autor, falta a la verdad en varios aspectos que paso a señalar, también gustosamente.

1) La tatucera donde fue asesinado Pascasio Báez no fue señalada por ningún arrepentido. La señaló un preso torturado, Horacio Ramos, “El gorila”, que también señaló el lugar en que había sido enterrado y la chacra de Pando situada en el Cno. Las Piedritas.

2) La historia oficial tupamara intentó culpar a Mario Píriz Budes, del asesinato, mentira en la que participaron cientos de tupamaros, unos por acción y otros por omisión, nada más que porque Píriz Budes había sido uno de los que se opusieron en su momento a la instalación del segundo frente mediante las tatuceras.

En su momento Zabalza no solo lo acusó sino que dijo que el crimen era de lesa humanidad, pese a que su socio en la historia oficial, Rosencof, declaró que la orden de la ejecución la decidió un Ejecutivo del que Píriz Budes no formaba parte y que la transmitió Engler, el actual suegro de Zabalza y su médico de cabecera. Hace mucho que Zabalza no culpa a Píriz Budes de nada, porque también lo perdonó.

3) Dice “Namberuán "Pero todas esas explicaciones cómodas y fáciles chocan con múltiples testimonios y evidencias que indican que el destino del desdichado peón rural fue discutido por la propia dirección del MLN y que fueron sus integrantes –los líderes de la guerrilla- quienes tomaron la decisión de asesinar a Báez, incluso con la oposición de algunos de los militantes que estaban en el Caraguatá. En las últimas ediciones de la revista digital “Posta porteña” se publicaron dos testimonios en ese sentido."

Pues bien, Namberuán sabe que una de esas notas es anónima y la otra la escribí yo, porque va con mi firma. En ella digo lo que Namberuán recoge sin nombrarme, que hubo quienes se opusieron. Para qué, para eso es el Namberuán.

4)  En su libro Herencia maldita, cuando se refiere a la muerte de Juan Andrés Bentancor Carrión –Bentancur según la policía- no reconstruye nada.

Se limita a transcribir un trozo de una entrevista de Clara Aldrighi a Juan José Domínguez, según el cual Sendic se habría manifestado contrario a la muerte ejecutada por el MLN. En primer lugar, Clara Aldrighi ha sido una de las voces oficiales del MLN y ha contribuido a convertir en historia lo que es una patraña. Precisamente el libro que se cita, Memorias de insurgencia se escribió con ese fin y que desmiento en Mentiras tupamaras.

Y si este señor fuera realmente un periodista de investigación habría comprobado que el JJ Domínguez y la misma Aldrighi mienten, porque Sendic fue el impulsor de las acciones de represalia contra quienes colaboraran con la policía, por ser considerados delatores/colaboradores policiales y por lo tanto antitupamaros.

5)  A Namberuán le gustan las faenas sencillas, y por eso le pide una entrevista a Mujica, sobre todo ahora, que ya está retirado y casi todos le perdieron el miedo.

No te metás, acordate del Ronny Scarzella..., se le susurraba antaño a quien osara oponérsele, sobre todo si lo que estaba en juego era una chacrita, de esas que se compraban ahorrando unos pesitos y con lo que la Lucía sacaba en la cantina de arquitectura.

Yo también estoy esperando una entrevista, pero no con Mujica, sino con Namberuán, desde una tarde de agosto de 2016, cuando con un amigo común lo citamos en la casa de Marius, para ofrecerle la documentación que demostraba que la versión conocida de mi manuscrito de 1972 era falsa.

Vos y yo tenemos que hablar, le dije entonces. Sí, ya te llamaré, fue su respuesta. Han pasado más de cuatro años.

Que aproveche ahora que es pluriempleado y demuestre que miento. Para un Namberuán no hay rivales.

A menos que me diga lo que un íntimo suyo, cuando le pedí que desmintiera una noticia falsa que había divulgado: no puedo, tengo cinco laburos…!!!

Antes que se me olvide, Namberuán.

Llamaste al coronel Alberto  Grignoli Guarnieri ?

Héctor Amodio Pérez

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