La Posta Porteña acompaña el dolor ante la muerte de este entrañable compa, que por más de una larga década participó enviando notas y comentarios para este medio
Juan Luis Berterretche Viñas había nacido en Rivera Uruguay el 28/9/1941 y vivía desde hace muchos años en su “lugar” Isla de Santa Catarina, Brasil
Fue antes que nada un militante internacional; escritor, periodista y analista político uruguayo y latinoamericano
Nuestro homenaje se hace presente en el reconocimiento por el desarrollo de cada nota concreta, de sus importantes aportes y de su invalorable presencia, ante la incertidumbre y las dudas frente a los acontecimientos… Juan Luis siempre estaba ahí, para dar su opinión; por eso frente al dolor es una una alegría reconocer en compañeros como vos, la posibilidad real de luchar una vida entera por la dignidad de quien no baja sus banderas y y sigue en la lucha
Un Hasta Siempre querido compa Juan Luis!!!
Ricardo de posta
Buenos Aires , 14 ene 2021
La tristeza es muy grande, el dolor inmenso, es una noticia inesperada e irreparable. El cofundador de Portal Desacato y Cooperativa Comunicacional Sul, escritor e histórico activista de la izquierda latinoamericana, Juan Luis Berterretche, falleció anoche.
Gran abrazo a Cristián, Gabriel, nietos y todos y cada uno de los miembros de la familia.
La edición de hoy de DESACATO está impregnada de este dolor.
Juan Luis, ¡Presente!
Sus compañeros del portal y la cooperativa
Ernesto Herrera
Profunda tristeza. Ayer, 13 de enero, murió el compañero Juan Luis Berterretche Viñas. Tenía 79 años. El cáncer que le agredía resultó insanable. Sus familiares más queridos lo acompañaron hasta el final, en la ciudad de Florianópolis, donde residía.
Ensayemos un repaso de memoria. Su aventura militante comenzó por los años ’60, en las filas de una generación temeraria, dotada de un coraje feroz, esperanzada en el cambio social radical, permanente. Que había borrado de su diccionario de vida revoltosa la palabra prohibido.
En 1968, junto a un pequeño núcleo de activistas del Magisterio y jóvenes sindicalistas combativos, organizó el Partido Revolucionario de los Trabajadores (años después Partido Socialista de los Trabajadores), que en 1971, estuvo entre los fundadores del Frente Amplio.
Ya por entonces se peleaba con los aparatos estalinistas y las bandas fascistas. Sin ofrecer ni reclamar tregua. Sostenía activamente las luchas del proletariado cañero. Mientras que polemizaba sin titubeos con la guerrilla tupamara y su opción de “lucha armada”.
Recorría fábricas y asambleas estudiantiles divulgando “Tendencia Revolucionaria”, el mensuario del partido hecho a mimeógrafo. Dialogaba, buscaba convencer. Esgrimía razones. En un piquete mañanero, en la puerta de Benas, la compañía metalúrgica fabricante de tubos de oxígeno y garrafas de gas, fue que nos conocimos.
Eran tiempos “pre-revolucionarios”. Violentos, insurgentes, represivos, peligrosos, de “todo o nada”. Sin embargo, no dudó un segundo cuando tuvo que acoger, en su casa de la época, en la calle Nueva Palmira, en Montevideo, a Roberto Mario Santucho, el legendario dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en un viaje clandestino a Uruguay. Nunca se vanaglorió de tal actitud. Al revés, la consideró como “una tarea más”, sencilla y habitual. En todo, asociada “al deber” solidario de un revolucionario internacionalista. Por encima de cualquier divergencia táctica y estratégica.
El golpe de Estado de 1973, lo encontró en la trinchera de la resistencia popular a la dictadura militar. Así continuó hasta 1974, cuando por una resolución política colectiva, pasó a residir en Argentina. No se fue a un exilio de refugio. Se integró de inmediato al Partido Socialista de los Trabajadores (PST), la principal organización trotskista de ese país. Fue miembro de su dirección central poco después. Vivió en la ciudad de Rosario, anduvo por Villa Constitución, en la célebre huelga de los trabajadores metalúrgicos. Salteó muros, atravesó matorrales, evadió ratoneras policiales. Volvió a Buenos Aires, montó “oficinas” clandestinas para el funcionamiento del partido, gestionó campañas financieras, distribuyó en fábricas y centros de estudio el periódico Opción Socialista, bajo el régimen genocida de los militares.
Pero no solo eso. Desde la otra orilla del Río de la Plata, junto a otros compañeros uruguayos, también militantes del PST argentino, aseguró el apoyo a las familias de los presos políticos del PST uruguayo, detenidos en cuarteles primero y en los penales de Libertad y Punta Rieles después. De igual manera, fue parte de un equipo que dio un apoyo político y material decisivo al puñado de militantes que, en condiciones de extrema clandestinidad, reconstruían el partido en Uruguay, y resistían junto a otras fuerzas de la izquierda.
En 1980, retornó al país. Lo hizo desde Colombia, donde había estado en una conferencia internacional. Munido de su pasaporte argentino falso, al que bautizó irónicamente “libreta de almacén” (por su precariedad técnica), desafió aduanas siniestras: en cada cruce de frontera, solía decir, “envejecía diez años”. Se reintegró a la dirección del partido y a la redacción de Unidad Socialista, el órgano clandestino de prensa.
A principios de 1982, la represión volvió a golpear. Varios compañeros y compañeras cayeron presos. Otros tuvieron que exiliarse en Brasil. Allí recibieron la solidaridad de la corriente Democracia Socialista (DS), integrante del Partido de los Trabajadores (PT), y vinculada por entonces a la Cuarta Internacional-Secretariado Unificado.
De nuevo el apoyo a los camaradas que se mantuvieron en Uruguay, en su mayoría jóvenes trabajadores y estudiantes. Otra vez la militancia en un país extranjero, vuelta a los viajes impredecibles con su gastada “libreta de almacén”, muchas veces hacía Argentina, cuando la guerra de Malvinas y la restauración democrática. En San Pablo organizó “cursos de formación” y reuniones, elaboró documentos, hizo de conferencista. Mientras, hacía changas como pintor de brocha gruesa en distintos locales sindicales.
A mediados de 1984, poco antes de las elecciones presidenciales que marcarían el fin de la dictadura militar, pudo regresar a Uruguay. Se reintegró al secretariado de un PST renovado en su composición militante, fogueado en la lucha contra la dictadura y en el proceso de reorganización sindical y estudiantil. Pasó a dirigir La Unidad, publicación mensual del partido.
En febrero de 1985, representó como delegado al PST en el Congreso Mundial de la Cuarta Internacional- Secretariado Unificado. En 1987, asistió a uno de los seminarios anuales del Instituto Ernest Mandel en Ámsterdam y a otras actividades.
En 1989, estuvo entre los fundadores del Movimiento de Participación Popular (MPP), un frente político integrado entonces por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN), el Partido Por la Victoria del Pueblo (PVP), el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), el propio PST, y militantes independientes. Formó parte del equipo que elaboró los documentos centrales para el primer congreso, hizo de orador en varios actos públicos, y hasta 1992, fue una referencia política ineludible en la dirección del MPP.
Sentía un orgullo militante por el PST, aunque en pocas ocasiones lo trascendiera. Reivindicaba su papel de “vanguardia” en temas decisivos de la lucha socialista: el feminismo, la cuestión homosexual, la legalización de la marihuana. Cuando el resto de la izquierda, miedosa y retrógrada, los consideraba asuntos tabúes o inocultables “operaciones distorsivas” montadas por la derecha y el imperialismo.
A finales de 1990, comenzó a replegarse. Sin estridencias. Sin inventar diferencias artificiales. Daba por cerrada una larga etapa de su vida política. Dejó de ser un “cuadro profesional”. Volvió por un tiempo al trabajo asalariado. Para luego lanzarse en un desafío que lo motivaba: investigador-militante. Con rasgos de periodista y escritor. Pasó meses estudiando y consultando archivos en la Biblioteca Nacional. Escribió un libro referencial, fuente insoslayable para militantes, historiadores y documentalistas: “El comisario va en coche al muere”. Una magnífica novela histórica sobre los anarquistas “expropiadores” en los años 1920-1930, editada por Banda Oriental y prologada por Omar Prego Gadea.
A inicios del 2000, decidió radicarse en la ciudad de Florianópolis, donde ya vivían dos de sus hijos: Gabriel y Cristian. Estuvo en los primeros intentos de organizar el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) en el estado de Santa Catarina. Se hartó de los burócratas y de sus burdas maniobras fraccionales. En 2007, participó en la creación del portal Desacato, se volvió uno de sus principales animadores. Lo asumió con alegría, volvió a sentirse cómodo y útil, desarrollando actividades socio-culturales, colaborando con entidades barriales y sindicales.
Sus innumerables notas, reportajes y análisis han tenido amplia difusión. Los temas abarcan política, economía, luchas sociales, medioambiente, historia, cultura. Diversas publicaciones y portales alternativos (Desacato, Posta Porteña, La Haine, Rebelión, Sin Permiso, Viento Sur, A l´encontre, Correspondencia de Prensa, entre muchos otros), han reproducido cantidad de sus trabajos.
Aunque si diera para elegir, serían, justamente, los dos menos conocidos. “La dictadura financiera. Economía del Uruguay 1973-1983”, un riguroso estudio -insuperado hasta hoy- de la política económica durante el régimen dictatorial: “hecho desde el campo de los trabajadores y para los trabajadores”. Lo firmaron Juan Robles (su nombre de guerra) y Jorge Vedia (seudónimo de Aldo Gili); fue escrito en las catacumbas e impreso por una fantasmal “editorial Letro” (en alusión de León Trotsky). Y el todavía inédito “Vale Todo. El Uruguay de la posmodernidad”, una fenomenal mirada antropológica de la sociedad de los años ‘90, en el contexto socio-político de la contrarrevolución neoliberal y el derrumbe de la estafa estalinista.
Culto, insaciable lector de la obra de Jorge Luis Borges, fanático de la novela policial. Sabedor de arte, música, cine. Apasionado de los museos. Refinado en gustos de gastronomía.
Estudioso sistemático de Marx, logró entenderlo en su esencia misma: la de un científico “predictivo” y no como profeta doctrinario de una religión salvadora. Fue un crítico mordaz del inútil “determinismo vulgar” que alimenta a buena parte de la izquierda.
En los últimos años, (re)pensó antiguas certezas. “Descubrió” nuevos autores: Iván Meszaros, Robert Brenner, Zygmunt Bauman. Slavoj Zizek.
Se distanció de los posicionamientos más radicales, “vanguardistas y sectarios” según él. Arrimándose más al llamado “campo antiimperialista”, sobre todo a las experiencias “nacional-populares” de Venezuela y Bolivia. Aunque, simultáneamente, condenó sin vacilaciones al régimen terrorista de Ortega-Murillo en Nicaragua.
Sin descartar el horizonte anticapitalista, agudizó los cuestionamientos teóricos al leninismo. En su agenda, ya no estaban el “partido de vanguardia” ni el clásico “programa revolucionario”. Fue poniendo el énfasis en los “movimientos sociales-políticos” como vectores de la transformación social.
Su transitar fue vigoroso, pedagógico, interpelante. Con los mismos chanfles humanos de cada uno de nosotros. Como militante e intelectual marxista de fuste, fue un diferente, con sobrados argumentos.
Nadie, cualquiera hayan sido las divergencias cercanas y lejanas con él, podría borrarlo de la foto. Recordaremos su coraje sin límites y su opción de vida: la apuesta incierta (y riesgosa) de los socialistas revolucionarios.
A sus hijos e hijas, las condolencias y el abrazo fraterno en este doloroso momento.
No lo despedimos con el litúrgico “hasta la victoria siempre”, porque le molestaría. Sabido es: Juan detestaba los rituales fetichistas, tanto como los relatos épicos. Lo divertía mofarse del “determinismo histórico”.
En todo caso, por donde andes, sigues con nosotros.
Montevideo, 14 de enero 2021. ( Correspondencia de Prensa)