11.FEB.21 | PostaPorteña 2185

Moneda en la Rusia soviética, 1917-1930 (1)

Por ASTARITA

 

En entradas anteriores sostuve, en polémica con concepciones voluntaristas y subjetivistas, que incluso en la Unión Soviética, con la economía centralizada, fue imposible manejar a voluntad los precios y la moneda.

Rolando Astarita 10 02 2021

En esta entrada amplío el argumento, centrando la atención en el período 1917 – 1930.

El objetivo es mostrar que incluso un gobierno revolucionario no puede manejar a su antojo el valor de la moneda, los precios relativos, o el nivel de precios. Como tampoco puede desconocer la relación entre las formas de financiar sus déficits, y las funciones de la moneda (medida de valor, medio de cambio y de pago, medio de atesoramiento). El mercado y el dinero son creaciones sociales – esto es, tienen objetividad social – y están condicionados, entre otros factores, por el nivel productivo; las relaciones de producción y distribución; las relaciones de fuerza entre las grandes clases sociales; y las restricciones asociadas a la inserción de la economía en el mercado mundial. Es propio del fetichismo estatista pensar que estas constricciones puedan ser evitadas, o eliminadas, con meras medidas administrativas dictadas desde las alturas del Comité Central de un partido socialista, por más revolucionario que se considere.  En este respecto, la experiencia de la Rusia Soviética es ilustrativa. Dada la extensión de la nota, la he dividido en partes.

Etapas

En el período 1917 – 1924 distinguimos cinco etapas: 1) desde la toma del poder por los bolcheviques hasta el inicio, a mediados de 1918, de la guerra civil; 2) la guerra civil y el comunismo de guerra; 3) desde el inicio, en marzo de 1921, de la Nueva Política Económica, hasta noviembre de 1922, período que Nenovsky (2015) considera “economía inflacionaria”; 4) el período posterior, de doble circulación, que termina en la reforma de 1924, cuando la circulación monetaria fue unificada en base al oro; 5) la ruptura con la reforma monetaria, entre 1925 y 1926, y el giro hacia la colectivización forzosa, a fines de la década (sobre la colectivización forzosa, y la industrialización acelerada, véase la nota que se inicia aquí).

De octubre 1917 a junio de 1918

La orientación más general de la política económica de los bolcheviques luego de la toma del poder fue expresada por Lenin en el famoso folleto “El izquierdismo, la enfermedad infantil del comunismo”. En ese escrito el líder bolchevique planteó que el capitalismo de Estado no era el enemigo principal del socialismo, sino la economía pequeñoburguesa (campesina o artesanal), más el capitalismo comercial privado, que enfrentaban al capitalismo de Estado y al socialismo. Es que el capitalismo de Estado era un medio para organizar la economía y para que la clase obrera, y el Estado, avanzaran en la socialización de los medios de producción. El mercado, los métodos de la contabilidad burguesa y la convocatoria a antiguos directores de empresas y bancos para organizar la economía, eran ejemplos de ese peculiar capitalismo de Estado que, en el enfoque leninista, estaría controlado por los soviets y el gobierno revolucionario.

Planteada en esos términos la estrategia, entre las cuestiones más urgentes que enfrentó el gobierno revolucionario estuvieron el presupuesto y la estabilización de la moneda. Tengamos presente que durante la guerra el zarismo había financiado buena parte de los gastos estatales con emisión monetaria. Luego, el Gobierno Provisional que surgió luego de la revolución de Febrero de 1917, profundizó esa política. De manera que, tomado de conjunto, el déficit pasó del 39% del gasto total en 1914, al 81% en 1917. En 1917 la reserva de oro continuó en baja, y aumentó la circulación de los kerenki, los billetes emitidos por el Gobierno Provisional. La inflación se disparó: el índice de precios para toda Rusia pasó, entre enero de 1917 y enero de 1918, de 3 a 23,5 (Efremov, 2012). El encarecimiento de la vida, el desabastecimiento y el hambre en las grandes ciudades llevaron, primero a la revolución de Febrero, y luego al triunfo bolchevique en octubre.

Precisemos que la alta inflación, entre 1919 y 1924, fue generalizada en Europa Central y del Este. Además de Rusia, la padecieron Alemania, Austria, Hungría y Polonia. “Las causas de la inflación son fácilmente identificables y se debieron en gran medida a las consecuencias de la Gran Guerra y las políticas subsecuentes. Con pocas excepciones, todos los países enfrentaban las consecuencias del excesivo gasto de guerra, grandes déficits presupuestarios, destrucción física, colapso de la producción y pérdidas de territorios y población. Como resultado de los problemas económicos y presupuestarios, los gobiernos de estos países recurrieron a crecientes emisiones de papel moneda sin respaldo, para financiar sus gastos” (Efremov). Por eso también la agitación revolucionaria, por caso, en Hungría y Alemania.

Volviendo ahora a Rusia, la situación fiscal siguió agravándose después de la Revolución de Octubre. El desorden y la desintegración de la economía limitaban mortalmente la recaudación fiscal. La industria nacionalizada, fuera central o local, estaba en crisis y exenta de tributación. Además, en la medida en que se eliminaban las grandes rentas burguesas, desaparecía la posibilidad de gravarlas con impuestos. Por eso el debate sobre si los impuestos debían ser indirectos o directos y progresivos, se hizo cada vez más abstracto. Además, dado que el gobierno revolucionario anuló (febrero de 1918) las deudas con el exterior,  no había posibilidad de financiarse tomando créditos externos (en el plano interno tampoco había financiamiento). “De aquí que el imprimir papel fuera la única fuente importante de renta posible para el Gobierno soviético” (Carr, p. 152). La inflación continuó en alza: entre enero de 1918 y enero de 1919 el índice de precios para toda Rusia pasó de 23,5 a 164; y en enero de 1920 llegaría a 2.420 (Efremov). En mayo de 1918 Lenin admitía que esa situación no podía durar (citado por Carr).

Se abrió entonces una discusión al interior del partido Bolchevique sobre la moneda, y la necesidad, o no, de estabilizar el rublo. El ala izquierda sostenía que el dinero debía ser abolido. A través de Rosentuk, propuso un sistema monetario “basado en una contabilidad social centralizada” (Nenovsky, p. 4), articulado en tickets de trabajo y bonos de empresas estatales. Como complemento, el ala izquierda sostenía que  la depreciación del rublo apuraba la desaparición de la moneda, y ello era acorde con el programa socialista. El ala izquierda tampoco veía problema en que no hubiera presupuesto, ni que fuera deficitario “con tal de que el capítulo de salidas favoreciese objetivos deseables”.

Sin embargo, la mayoría del partido no acompañó esta propuesta. Lenin, en particular, sostuvo que la desaparición del dinero no podía llevarse a cabo con medidas coercitivas. Así, el punto de vista oficial fue defendido por Gukowski, y era de corte “ortodoxo”: mientras hubiera moneda en circulación era esencial que el oro respaldara la emisión de billetes. El Narkomfin (Comisariado del Pueblo para Hacienda) debía restringir gastos y ajustarlos a las entradas. Aunque no había posibilidades de aplicar realmente ese programa; ni siquiera de elaborar un presupuesto basado en datos reales (véase Carr). En el primer Congreso de Economía Nacional de toda Rusia, realizado en mayo de 1918. Sokólnikov, expresando el punto de vista mayoritario planteó los peligros de la excesiva emisión de moneda, y que no podían evitarse manteniendo fijos los precios. El Congreso, sin embargo, no tomó una resolución (ibid.).

En ese contexto, surgieron fuentes descentralizadas de emisión. Por ejemplo, cooperativas y consorcios de bancos privados (bancos de menor tamaño no habían sido estatizados) emitieron dinero. Este movimiento fue favorecido porque hasta mediados de 1918 se intentó establecer un intercambio de bienes basado en precios fijos, lo que llevó a escasez de bienes y a que se utilizaran las monedas de emisión descentralizada (véase Nenovsky).

Comunismo de guerra

Naturalmente, con la guerra civil y la intervención de las potencias capitalistas, la situación económica empeoró. Hubo que recurrir a más y más emisión. Desde 1919 y hasta 1924 se emitieron los sovznaks. Estos circulaban junto a los kerenki, rublos del zarismo y diferentes valores; además de oro, plata y moneda extranjera.  La moneda continuó depreciándose, al punto que dejó de cumplir sus funciones elementales de medida de valores y medio de cambio o pago. Como señala Carr, la caída del valor del rublo “finalmente acabó con la buena voluntad de los vendedores para aceptar billetes casi ya sin valor en pago de sus productos; de tal modo que la moneda perdió su función de facilitar los procesos normales de comercio y cambio” (Carr, p. 258).

El gobierno bolchevique intentó entonces con los impuestos para estabilizar las cuentas y la economía. Estableció un “impuesto revolucionario extraordinario” a ser aplicado a quienes tuvieran ingresos superiores a un cierto mínimo; y un impuesto en especie, a los campesinos. Pero esas medidas fueron inefectivas, y la recaudación no mejoró. El impuesto en especie incluso desembocó en requisas. De hecho, los presupuestos de Estado eran una formalidad vacía: “… durante los años 1919 y 1920 la progresiva devaluación de la moneda y el abandono del dinero contante hicieron que dejase de tener sentido cualquier clase de presupuesto” (Carr, p. 262). La recaudación se transformó en inútil. Siendo la emisión la única fuente de financiamiento, hubo una elevada inflación. En el partido Bolchevique nadie ponía en discusión que el financiamiento del déficit vía emisión depreciaba la moneda y por lo tanto impulsaba la suba de precios. Pero no había forma de evitar esa emisión.

Paralelamente, aumentó la emisión de dineros locales, a la que ya nos hemos referido. Algunos calculan que hubo unas 200 monedas, otros elevan la cifra a 6000 (Nenovsky). Unos 60 tipos de monedas fueron emitidos solo por gobiernos locales; también emitieron restaurantes y cafés; hubo incluso moneda religiosa en Turkestán; asimismo emitieron firmas privadas, y grupos de Guardias Blancos). El Tesoro (Narkomfin) reconocía, a fines de 1918, que no se debería permitir la emisión local, pero la inaplicabilidad de ese criterio obligaba a retroceder.

Una consecuencia del colapso del rublo, señalada por Carr, fue una creciente diferencia entre los precios oficiales, que no se elevaban de acuerdo a la depreciación del rublo, y los precios del mercado libre. La distancia entre ambos “se ensanchó hasta alcanzar proporciones fantásticas” (p. 272). En consecuencia, en sectores en los que regían los precios oficiales aparecieron formas de trueque y de pago en especie. Nenovsky llama al período febrero/marzo de 1920 a marzo/agosto de 1921 (cuando se instala la NEP) “intercambio mercantil (no monetario) socialista”. Debido a la inflación y los diferentes poderes de compra en las regiones, aparecieron los “vendedores ambulantes de paquetes”, que viajaban de lugar en lugar vendiendo bienes y especulando con las diferencias de precios. También, y de forma espontánea, se empleaban medios de cambio como monedas extranjeras, oro o alguna forma de dinero mercancía. Así surgían formas dinerarias por fuera del control del Estado. Lenin llegó a considerar que esta podía ser una forma de seleccionar el sistema monetario y de intercambio más apropiado (Nenovsky, p. 12).

Inevitablemente, se extendió el trueque. Por ejemplo, los proveedores de materias primas a la industria nacionalizada, que debían facturar a los precios oficiales, recibían como pago los productos de las fábricas. A los obreros también se les pagaba con productos de la propia fábrica, que utilizaban para su uso o los cambiaban en trueque. Además, la distribución de productos racionados a precios fijos “se fue acercando cada vez más a una distribución gratuita” (Carr, p. 272). En octubre de 1920 se dispuso suprimir el pago por parte de las instituciones soviéticas o de sus obreros de los servicios públicos (correos, teléfonos, telégrafos, agua, etcétera). Hasta se contempló la posibilidad de eliminar todos los impuestos. Y surgió un extendido mercado negro para los productos agrarios.

Además de los gastos de guerra, una parte significativa del gasto estatal se destinaba a subsidiar la industria nacionalizada. Es que la industria estaba descapitalizada, y la productividad derrumbada. En 1921 la producción industrial promedio fue un tercio de la producción en 1913. La mayor parte de las fábricas eran deficitarias. El quiebre era tan profundo que desde marzo de 1919 las empresas nacionalizadas recibían los fondos para la producción y salarios directamente del presupuesto estatal que, como vimos, se cubría con emisión. También se imprimía, aunque en menor medida, para comprar productos a los campesinos (Efremov, pp. 19-20). De manera que no había forma de sanear el presupuesto. De acuerdo a un cálculo de Kresinsky, citado por Nenovsky, el déficit representaba el 98% del presupuesto oficial (ingresos por 150.000 millones de rublos, gastos de 1,15 billones). Katzenellenbaum, también citado por Nenovsky, calculaba un déficit, en 1920, equivalente a casi el 87% del gasto total. El valor de la moneda se hundía irremediablemente.

Empujado por las necesidades de la guerra civil, el gobierno soviético introdujo más medidas para asegurar la distribución por fuera de los mecanismos monetarios. Se racionó la comida a precios fijos, y se establecieron pagos en bonos en especie para los trabajadores. Debido a que muchos campesinos se negaban a vender su producción a los precios oficiales, se apeló a la requisa, esto es, la quita compulsiva. Tampoco estaba en el programa bolchevique, pero también las requisas fueron consideradas medidas “inherentes a la dictadura del proletariado” (Lenin) y parte del “ataque frontal al capitalismo” (véase Bettelheim, 1976, p. 323). El colapso provocado por la intervención y la contrarrevolución fue gigantesco. “El centro bolchevique perdió varias regiones industriales y agrarias en manos del Ejército Blanco a finales de 1918 y no las recuperó hasta 1920. La pérdida de las tierras trigueras y petroleras de Ucrania fue particularmente dañina para la quebrada economía rusa, así como las del Cáucaso Norte” (Efremov, p. 18).

Discusiones sobre el dinero

Carr también observa que este colapso de la economía monetaria no formó parte de ningún plan originario de los bolcheviques. No es cierto lo que afirma Efremov, que los bolcheviques –por lo menos la mayoría de ellos- quisieran eliminar la moneda y el mercado inmediatamente después de la toma del poder. El quiebre de la economía monetaria se impuso por la vía de los hechos. Aunque sí es cierto que con el paso del tiempo “se hizo de la necesidad virtud y se puso de moda la teoría de que la destrucción de la moneda había sido un acto de política deliberada” (Carr p. 273). Por eso, y de acuerdo con Preobrazhenski, muchos dijeron que la gran emisión de moneda “era un método de expropiar a la burguesía en beneficio del Estado” (ibid., p. 274). En el mismo sentido, se sostuvo que la inflación llevaba a la desaparición del dinero en la futura sociedad comunista. Otro ejemplo lo da Efremov: durante una reunión partidaria, en 1919, el Comisario de Finanzas, N. Krestinskii dijo que su trabajo no tenía razón de existir en una sociedad socialista; el cálculo presupuestario apenas existía. Nenovsky también registra estas ideas. Por caso, cita a Trotsky en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, realizado en julio de 1923:

“La emisión de papel moneda continúa escalando a velocidad creciente. Mientras que en Rusia Soviética la creciente cantidad de papel moneda y su devaluación, junto al desarrollo de la economía pública, la redistribución planificada de productos y la creciente naturalización de los salarios emerge solo como el resultado de la declinación de ‘las relaciones mercantiles y dinerarias”, en los países capitalistas la creciente cantidad de papel moneda es un signo del caos económico creciente y del colapso inevitable” (p. 8).

Sin embargo, años después, en La revolución traicionada, Trotsky reconoció la imposibilidad de suprimir por decreto el dinero: “El dinero no puede ser “abolido” arbitrariamente, no podrían ser “eliminados” el Estado y la familia; tienen que agotar antes su misión histórica, perder su significado y desaparecer. El fetichismo y el dinero sólo recibirán el golpe de gracia cuando el crecimiento ininterrumpido de la riqueza social libre a los bípedos de la avaricia por cada minuto suplementario de trabajo y del miedo humillante por la magnitud de sus raciones” (pp. 61-2). La idea de que el mercado y el dinero, como el Estado, no se pueden eliminar por medidas administrativas, “desde arriba”, estaba en la tradición marxistas; véase, por ejemplo, el capítulo “La distribución”, sección tercera del Anti-Dühring, de Engels (un texto clave en la formación de los marxistas de fines de siglo XIX, principios del XX).

El quiebre de la moneda no solo afectó a las transacciones – no cumplía sus funciones de medio de cambio y medio de pago – sino a la misma posibilidad de expresar valores. Por eso se planteó el problema de que no había unidad de cuenta. Se barajaron varias propuestas. Entre ellas, que hubiera una medida del valor basada en energía, humana y de las máquinas. También se propuso medir el valor en base al trabajo socialmente necesario. Otros, incluso, plantearon eliminar toda medida (véase Nenovsky, p. 9). Como prueba del espíritu imperante, Nenovsky cita una carta del 19 de mayo de 1919 en la que Lenin habría acordado con la perspectiva más o menos inmediata de una economía sin dinero.

Textos citados:

Bettelheim, C. (1976): La lucha de clases en la URSS. Primer período (1917 – 1924), México, Siglo XXI.

Carr, E. H. (1982): La Revolución Bolchevique. 2 El orden económico, Madrid, Alianza Editorial.

Efremov, S. M. (2012): “The Role of Inflation in Soviet History. Prices, Living Standards and Political Change”, Electronic Theses and Dissertations. Paper 1474. https://dc.etsu.edu/etd/1474.

Nenovsky, N. (2015): “The Soviets monetary experience (1917 – 1924) through de perspective of the discussion on unity and diversity of money”, CRIISEA, University of Picardie Jules Verne, Amien.

Trotsky, L. (2001): La revolución traicionada. Qué es y adónde va la URSS, Madrid, Fundación Federico Engels


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