09.MAR.21 | PostaPorteña 2191

TEORÍAS Y PRÁCTICAS DEL “SOCIALISMO”

Por El Remolachero

 

Dicen algunos teóricos y propagandistas de la revolución que el socialismo es una teoría, o una utopía, o una idea, o una ilusión, algo que está allá lejos en un ”horizonte insurreccional” que siempre se percibe cada vez más inalcanzable, sobre todo si ya se intentó y la propuesta implica reincidir en el fracaso.

Entonces no hay que darles mucha “pelota” y revisar cuidadosamente cada afirmación a la luz de la historia y de la experiencia. En cambio un punto de vista contrario sostiene que el socialismo debe ser una práctica cotidiana o no será más que un amague, una mera intención o peor, una pose. Lenin decía que sin teoría revolucionaria no había práctica revolucionaria. Si esto significa que hay que postergar la práctica del socialismo hasta tener una teoría acabada del mismo, parece un trastoque del orden lógico y natural de las cosas, incluso contradictorio con su filosofía. Primero la práctica y de ahí, recién después, la teoría; siempre ejemplificada en las experiencias propias. Y evaluadas otra vez, y otra, sistemáticamente. Cada evaluación significará una teoría parcial y provisoria. Nunca un dogma.

Conviene, antes de continuar por este rumbo, que definamos la palabrita diferenciándola del llamado “socialismo real” (el que hubo) y adjudicándole como primera aproximación, una cierta oposición al capitalismo corriente y en consecuencia, una postura práctica diferente a la impuesta por el sistema dominante.

Así observamos que la gente vive y practica un relacionamiento social “no capitalista”, una especie de “socialismo criollo” (por ej. en la solidaridad, la mano tendida, la gauchada recíproca, el canje, la donación) de una manera natural desde siempre, sin saber nada de economía o sociología. No se trata de desmerecer el valor y la importancia de la teoría, sino anotar que la explotación y la consiguiente lucha por la sobrevivencia contra el sistema así como su rechazo y la fraternidad y solidaridad que ello genera, es condición previa y conocida por los laburantes no precisamente en teoría. Es porque la vida misma es dialéctica y no es imprescindible saberlo para vivirla. Pero sí la inversa. (Como si los que no lo supieran lo hicieran mecánicamente y los que sí, no).

Cabe anotar también que mientras vivamos en el capitalismo pensaremos con cabeza capitalista y produciremos involuntariamente frutos acordes, aun cuando premeditadamente y con las mejores intenciones ideemos y pongamos en práctica experimentos de vida “socializantes” (como por ej. las cooperativas de viviendas y de producción y consumo). Pero será inevitable que también, coherentes con el origen socioeconómico, seamos portadores de las “virtudes” culturales que echen a perder esos experimentos, con el consiguiente reforzamiento del sistema que decíamos combatir. Los fracasos de las ocupaciones de tierras y de las fábricas recuperadas por sus obreros dan prueba de ello. Porque siempre estará presente la “viveza criolla”, quien “primerea” en cada ocasión, el “ventajero” que se “descansa” en el esfuerzo de los demás o le echa mano a lo que quedó “en banda”, anteponiendo en cada caso su provecho individual al bien común.

Tampoco van a faltar los justificadores que con tolerantes argumentos afirmen que no tenemos que ser tan drásticos porque “con esa gente vamos a tener que hacer la revolución”, dejando corromper el relacionamiento comunal y la secuela de descreimiento resultante. Hay que estar vigilantes y atentos sobre todo a la sustitución del vínculo orgánico por el “amiguismo”, esos círculos de afinidad que dan origen a las “roscas” internas que “envenenan” el relacionamiento interno y acaban matando una organización social. En la práctica se trata de la educación del “hombre nuevo” que decía el Che resultante de la nueva sociedad, quien será el único a su vez capaz de perfeccionarla. Ésta es una relación dialéctica de teoría y práctica que se irá dando en aquella construcción cotidiana. Si no, no.

Esa nueva sociedad fue definida por un viejo barbudo como una asociación voluntaria de productores libres e iguales. Es decir, gente que labure y se complemente mutuamente con sus producciones, sin otra pretensión que satisfacer sus necesidades, Por consiguiente, bajando a esa práctica, el canje de un zapallo por dos o tres boñatos es revolucionario, es la construcción práctica de un “socialismo de nuevo tipo”, porque escapa a las leyes de mercado capitalista y construye en los hechos una relación nueva (o tan vieja como la tribu humana). En cambio, vender el zapallo y luego comprar los tres boñatos es una práctica capitalista (nueva en la historia) que refuerza las relaciones de intercambio en las que estamos inmersos y que nos dominan. Por otra parte, regalar el zapallo o recibir el obsequio de los boñatos puede construir relaciones personales afectuosas y amorosas e incluso hasta una sociedad cristiana basada en el amor fraternal (que no estaría mal) o también paternalista (que no estaría tan bien). Pero acá se trata de la construcción de relaciones de intercambio “socialistas de nuevo tipo”. El ejemplo es nimio, pero ¿qué pasaría en una sociedad capitalista donde nadie compre ni venda nada?, ¿eh, eh?

La dificultad radica en que la parte capitalista todavía pesa mucho en nuestras vidas, mucho más que la parte “socialista” por mucho que nos definamos fanáticamente en ese sentido y esta realidad está generalizada, muy extendida, y más acentuada entre la gente citadina (perdón, sin ofender), donde el sistema mercantil está más desarrollado y por eso mismo todo adquiere precio (en cambio en el campo el capitalismo es más atrasado). El quid de la cuestión está en tomar conciencia de que hay aspectos de nuestras relaciones interpersonales que se pueden desarrollar en los intersticios o por fuera de las relaciones capitalistas, escapando a las leyes de mercado que nos rigen. Porque todavía la comercialización de las relaciones humanas es predominante y “pa`pior” considerada culturalmente como cosa buena y exitosa.

La toma de conciencia de que hay otras relaciones humanas más humanas (valga la redundancia) es el primer paso. Conciencia que surge necesariamente de la práctica (como no podía ser de otra manera).

El segundo es la disposición voluntaria y expresa de construirlas concientemente, como una nueva militancia, extendiéndolas a la mayor parte de nuestras relaciones humanas.

Si a estos dos pasitos le agregamos otro, la disposición personal de producir ese zapallo o esos boñatos o cualquier otra cosa que nos sirva como valor y medio de cambio para obtener cualquier otra cosa que necesitemos, dejaremos de ser meros consumidores y nos convertiremos en productores útiles de la riqueza social en vez de vividores de la producción ajena, conformando así el material humano básico necesario para crear un nuevo sistema económico-productivo mejor y a la medida del hombre. Con el paso del tiempo nos daremos cuenta que es mejor hacerlo de manera comunal que individual, si nos place.

Que eso es un procedimiento muy lento no es cierto, porque se está efectuando, en vez de continuarse predicando durante otros 100 años “endemientras” seguimos esperando a que llegue “la revu”. Por otra parte es el único método efectivo, pues sólo la toma de conciencia generalizada en una nueva sociedad (y no su imposición mediante la prepotencia del fusil revolucionario) puede cambiar las relaciones sociales capitalistas de producción por otras más libres, menos impuestas, mas al gusto de cada cual.

La vieja versión de que primero hay que cambiar el Estado (o tomar el poder) para después instaurar las nuevas relaciones sociales es otro error muy extendido entre los “revolucionarios” que sueñan con imponerles “a prepo” a los demás “su” idea de cómo deben vivir. (Además cuesta más y se paga principalmente en sangre humana).

Hay que defender por encima de todo la libertad de vivir cada uno como se le dé la gana y mejor le acomode. Ya se verá a su debido tiempo cómo se cambiarán las instituciones, los organismos de gobierno, las administraciones, las burocracias; cómo será una arquitectura jurídico-política e ideológica resultante de su construcción sobre otros cimientos, sobre otros fundamentos mejores que le sirvan de base. Pero esta construcción de una nueva sociedad seguirá siendo pura prédica literaria, no más que mera proclama declamatoria, si no damos esos tres pasitos concretos y divulgamos la conciencia del cambio por toda la sociedad capitalista (conciencia que, repito, nace sólo de la práctica).

De lo que haga cada uno de nosotros dependerá que sea factible o no. Como dijo otro viejo barbudo, cualquier paso dado en la realidad vale más que una docena de programas.

El Remolachero

15 enero, 2021

  fuente Patancha


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