20.MAR.21 | PostaPorteña 2193

Policía uruguaya: ¿Trabajadores de uniforme o lacayos del poder?

Por Voces

 

La mesa representativa del PIT-CNT definió por un voto (14 versus 13, y 6 abstenciones) la suspensión del sindicato policial. El hecho generó revuelo en la interna del movimiento obrero y en el resto de la sociedad. Aunque algunas reacciones llevaron a que la resolución sea sometida a revisión varias preguntas quedan planteadas. ¿Esta suspensión fue producto de prejuicios con la policía? ¿Cuánto pesa el número de afiliados del sindicato policial, teniendo en cuenta el congreso de la Central que se aproxima? ¿Son grupos minoritarios o es un sentimiento generalizado? ¿Corresponde que el sindicato policial integre el PIT-CNT? ¿Cuánto pesa la postura sobre la LUC en esta decisión? ¿La lucha de tendencias sindicales pone de rehén a los trabajadores policiales? ¿Hay dogmatismo anti policía o memoria de palazos?

(extractos de algunas de las opiniones Voces 14 marzo 2021)

Sindicatos policiales en el Capitalismo

por Gonzalo Abella (Montevideo, 26 de diciembre de 1947 maestro, escritor, político e historiador uruguayo, Unidad Popular)

Un funcionario policial es un trabajador con uniforme. No es clase obrera porque no produce plusvalía para el patrón estatal: pero integra el sector de trabajadores de servicios, lo mismo que un oficinista o un enfermero. Bajo el Capitalismo, el policía  cumple dos funciones: por un lado garantiza el funcionamiento de la sociedad, impidiendo la prepotencia y el abuso no estatales; por otro lado,  reprime a los oprimidos y garantiza el orden injusto que emana de la propiedad privada de los Grandes Medios de  Producción.

Como trabajador,  el policía tiene el mismo derecho a sindicalizarse que un obrero de la industria militar o el de una empresa química que produce gases lacrimógenos. En estos dos últimos casos, la naturaleza represiva del producto que elaboran no es su responsabilidad directa,  pues simplemente venden su fuerza de trabajo. Pero en determinadas coyunturas, el simpe hecho de mantener la producción puede ser un problema ético. Para el trabajador – policía, el conflicto ético se plantea mucho más frecuentemente.

La lucha ya tricentenaria de los trabajadores asalariados nos enseña   a diferenciar entre un sindicato y una mera organización de ayuda mutua y asesoría laboral. Desde un punto de vista clasista, un sindicato debe asumir claras definiciones de políticas públicas (no políticas partidistas, pero sí políticas públicas) en defensa de sus integrantes y de sus hermanos de clase. Un sindicato debe asumir una actitud solidaria con los demás trabajadores, pues no hay avances duraderos en sus conquistas sin la unificación de las luchas.

Pensemos en un  sindicato policial clasista. ¿Qué debe decir sobre las ocupaciones de fábrica en defensa de la fuente de trabajo? ¿Qué debe decir cuando se da la orden de desalojo de familias pobres? ¿Qué debe hacer cuando se reprime una manifestación pacífica o hay un caso de abuso de la fuerza?

Desde un punto de vista de clase, los policías tienen derecho a formar un sindicato, pero bajo el Capitalismo, si es un sindicato policial consecuente, parece poco probable que  no termine siendo clandestino.

Esto se vuelve más complejo en las peculiares condiciones de nuestro país, donde las cúpulas de los sindicatos principales han renunciado a la lucha contra el Capital, y sólo aspiran a “mejorar” un poco  el Capitalismo. Estas cúpulas imponen una lucha parcial contra la Ley de Urgente Consideración  renunciando a cuestionarla en aspectos básicos, pues no desean tocar al gran capital y sus privilegios. Por la misma razón, frente a una Reforma de la Seguridad Social altamente regresiva, tampoco desean enfrentar el falso argumento del Banco Mundial de  que  a mayor longevidad, más recortes; porque cuestionar esta tesis exigiría tocar los privilegios del capital trasnacional que nos oprime.

Al desdibujarse así la esencia clasista de las cúpulas sindicales, al renunciar a su confrontación de clase, muchas más organizaciones pueden llamarse sindicatos.

Bienvenida toda forma organizada de proteger a los  trabajadores, aunque sea sólo una caja de ahorro, una cooperativa  o una asesoría laboral; pero el sindicato es  otra cosa. Un sindicato se juega por principios mucho más trascendentes.

Mucho más complejo aún es conformar un sindicato de soldados, y supongo que debe ser mucho más hermético en su reserva para no ser disuelto.

En cuanto a los sindicatos policiales, la vida dirá hasta dónde podrán ir, pero eso también dependerá de muchos otros factores de la lucha social que nos espera.

¿Esta policía del 2021 es la misma de los 70, 80 y 90?

 por José Legaspi escritor  colaborador en UyPress

Los prejuicios de la izquierda con la policía y el papel de la misma en el Estado, como “brazo” encargado del cumplimiento de la ley y el orden establecido, era notoria. Y motivos había. La policía, como institución, había reprimido y colaborado en la represión durante la dictadura.

Los 15 años de gobierno del Frente Amplio significaron un cambio muy importante, tanto en las condiciones de trabajo de los policías, como en su retribución y su relación con la sociedad.

Una vez que se asumió la condición de trabajadores de los funcionarios policiales, se los organizó e integró al movimiento sindical, lo que significaba, aparentemente, superar ese “atavismo” de la izquierda más ortodoxa, con “el aparato represivo” del estado capitalista, en este caso el Ministerio del Interior, y por ende, la condición de “represores” de quienes allí trabajan.

Desde la central sindical se daba una clara señal: la lucha de clases “entra” en todos los espacios, y la conciencia de los trabajadores, de su condición de “explotados” era posible que se generara entre los funcionarios policiales.

Cabía y cabe preguntarse: ¿Esta policía del 2021 es la misma que los años 70, 80 y 90? La respuesta es no. No es la misma. Esta policía del siglo XXI está mejor capacitada técnicamente y entiende la necesidad de su inserción en la sociedad y la función que debe cumplir: proteger a la ciudadanía del delito.

Llama “poderosamente” la atención que esta suspensión suceda en este momento. ¿Quiere decir que los funcionarios policiales, sometidos ahora a “una dirección de derecha” vuelven a ser “represores” y dejan de ser trabajadores? ¿No es simplista ese razonamiento? Lo es, pero no me cabe duda que en el seno de la central haya sectores que así lo entiendan. Si vuelve a ganar el Frente en el 2024, ¿los volverían a aceptar? Además de significar un manoseo inaudito de los trabajadores policiales, concluiría en una concepción “seguidista” de los vaivenes políticos electorales, impropios de una central de trabajadores que debe velar por los intereses de “todos” los trabajadores.

Seguramente haya sectores de la sociedad uruguaya, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, que consideran justa esta suspensión y desearían que fueran expulsados definitivamente. Nos consta a todos. Pero las sociedades deben avanzar en la conquista de derechos, en la visión integral de sí mismas y de los trabajadores en particular. Se construye mejor sociedad incluyendo a todos los ciudadanos, en pleno uso de deberes y derechos. Excluir a los funcionarios policiales como trabajadores organizados no favorece al sindicalismo, ni a la sociedad en su conjunto. Todo lo contrario.

Nadie se salva solo

 por Jorge Pasculli periodista, Voces, UyPress

Cuando se crearon los primeros sindicatos policiales se levantó polvareda, lógicamente. Como cuando se crearon los primeros sindicatos de lo que fuera, aquí y en el mundo. Porque existía –fuertemente instalado- el prejuicio de que los policías no merecían ni voz ni voto en el cumplimiento de tan delicada labor. Tenían que arriesgar su vida, obedecer sí o sí, ganar chirolas, y encima recibir el desprecio burlón de muchas personas.

En los 3 gobiernos del Frente Amplio se estabilizó el accionar de los sindicatos policiales. Se dignificó muchísimo su salario y su situación, se trató de transparentar y dar garantías –a ellos y al resto de la ciudadanía- en el cumplimiento de su necesaria tarea. Por primera vez en muchos años se buscó mejorar en todo sentido su realidad. En ese marco fue muy importante que los sindicatos policiales se integraran al Pit-Cnt. Era terminar con aquella discriminación a priori. Que los aislaba y dejaba expuestos exclusivamente a los gobiernos y jerarcas de turno. Era reconocer su condición de trabajadores, para luchar juntos por los derechos de todos. Para mí, y para mucha otra gente, esos han sido pasos muy saludables. No hay motivos de fondo que demuestren que es imposible la integración de policías y pueblo, porque somos lo mismo, aunque desempeñemos distintas funciones. Por lo tanto, terminar con esa integración tan costosamente lograda es un retroceso injustificable. No siento que la posición mayoritaria de los trabajadores del Pit-Cnt sea excluirlos, al revés. Como así tampoco la mayoría de la ciudadanía.

A mi modo de ver hace muchos años que la mayoría de la ciudadanía –vote a quien vote- quiere una sociedad en paz, en respeto, en justicia, democrática, integrada e inclusiva, con diálogo sincero y honesto, progresista. Por supuesto que no hay unanimidades puras. Por algo somos “dos mitades” y con muchos matices dentro de cada una de ellas. Los 50 años del FA así lo demuestran, no es sencillo lograr la unidad, hacerla avanzar, crecer juntos. Pero es el único camino para lograr cosas. Así también lo entendieron los miembros de la coalición que gobierna y por allí vienen transitando con sus propias dificultades.

Que la mayoría de la ciudadanía quiere que estas “dos mitades” concreten en su accionar democrático un país que vaya hacia adelante, no tengo dudas. Los que tiran obstinadamente de los lados opuestos del mantel buscando derrotar al otro son minoría. Aunque sean los que hacen ruido. Tan es así que “sorpresivamente” muchos ciudadanos que votaron en octubre a la coalición multicolor cambiaron en silencio su voto para noviembre, buscando equilibrar las “dos mitades”. Nadie se salva solo. Mucho menos priorizando lo que nos separa. Mucho menos en este mundo de hoy. Y eso hace tiempo que lo sabe una gran mayoría de nuestra gente, sin necesidad de pandemia mundial. En plena crisis de los 70 el Gral. Seregni llamó a “la unión de todos los orientales honestos”, llamó a la “pacificación para el cambio; cambios para la paz”. Como parte de una fuerza constructora, no encuentro otro camino.

Sindicalismo de Estado vs “de oposición clasista”

 por Oscar Mañán, Sociólogo y Economista; Dr. en Estudios del Desarrollo, Profesor, asesor COFE, miembro Red de Economistas de Izquierda del Uruguaya (REDIU)

Platón ponía en boca de Sócrates: «…y ahora no sé qué es la virtud; tú quizás lo sabías antes de hablar conmigo, pero ahora eres ciertamente igual a uno que no sabe». Galileo, a su vez, sostenía que «el problema con la verdad son sus muchas variantes». Un juicio inapelable serviría menos que exponer las contradicciones de la realidad.

Abordar las contradicciones de la sociedad capitalista en particular, resulta un desafío ya que siempre aparecen fetichizadas. Es imposible, y menos deseable, abordarla de manera ascética o desprendida de los intereses. No siempre es posible discernir los intereses en cada momento histórico, porque a menudo se percibe una imagen distorsionada de tales contradicciones.

El movimiento sindical, si se define clasista, pone los intereses de la clase obrera en el centro de su actividad. Cuando tiene un sentido estratégico, sintetiza esos intereses y busca expresarlos en un programa político de cambio social. En ocasiones, los intereses de la clase se confunden con las políticas que coyunturalmente benefician tales intereses, o con las instituciones que las lleva adelante (Estado, gobierno, partidos políticos, etc.)

Hoy un conflicto entre intereses de corto plazo en posible contradicción con otros de largo plazo resulta un dilema sindical. Los policías, trabajadores recientemente incorporados al PIT-CNT, tienen condiciones de trabajo particulares y su tarea los enfrenta en ocasiones a sus iguales. La misión de seguridad interna podría implicar la represión a sus compañeros de clase (ya sea en movilizaciones, ocupaciones de espacios públicos por reclamos de derechos, etc.)

Los trabajadores policiales reclaman mayor protección jurídica a sus intervenciones en la tarea de resguardar el orden, cuestión que exige la cohesión física directa en el ejercicio de políticas de seguridad por las que el Estado ejerce el derecho al monopolio de la violencia legítima. Sin embargo, es habitual que ese monopolio de la violencia física camine en el borde de la legalidad, y muchas veces carente de legitimidad social.

El Estado es la organización que se da la clase dominante para sustentar la dominación; y en las democracias liberal-burguesas, la policía resguarda por la fuerza el orden vigente. Para tal tarea los trabajadores de la seguridad interna exponen su físico. Ante reclamos de condiciones de trabajo y respaldo jurídico a sus intervenciones, el sindicato policial entiende que la LUC fue una respuesta valorable del poder político. Pero la mayoría del movimiento sindical opina que tanto la LUC, y especialmente los incisos sobre seguridad, son una escalada autoritaria que cercena derechos.

El conflicto objetivo está en que desde el PIT-CNT se promueven plebiscitos contra la LUC y los trabajadores policiales ven en ella una herramienta que respalda sus acciones y condiciones de trabajo. El conflicto formal, está en la aceptación de la democracia sindical que decidió ir por la anulación de la LUC.

Los trabajadores del Estado, tanto los policías como los de la administración, son los que gestionan ese pacto dominante que sostiene la organización burguesa en su forma liberal. El problema es confundir al Estado con una institución ascética, neutral, “escudo de los pobres” o “promotor de bienestar general”, esta ideología opaca los intereses que defiende y pretende empatarlos con los de la clase trabajadora.

Cabe señalar, que existe inexperiencia de trabajadores recientemente sindicalizados, por lo que la contradicción planteada es posible discutirla y avanzar en una nueva síntesis, no para defender al Estado sino para buscar otra organización política para los intereses de los trabajadores. La resolución esperable sería el debate fraterno, formador, para que el sindicalismo policial se politice (en sentido analítico) y pueda discernir cuándo su intervención es legal y legítima y cuándo la represión no lo es.

Crónica de una salida anunciada

 por Rodrigo De Oliveira Torres, Profesor adjunto  en Centro Universitario Regional del Este

Se votó, entre gallos, medianoches y con un quórum dudoso, la suspensión del sindicato policial de filas del órgano sindical del Frente Amplio, es decir el Pit-Cnt. También es su fuerza de choque políticamente correcta, aunque la corrección en el estilo no haya sido su fuerte algunas veces. Las salidas de tono de algunos ultras del movimiento que se abroga la representación de los trabajadores han dejado una y otra vez en descubierto a su ala más dialogante, encabezada por Marcelo Abdala y Fernando Pereira (ambos votaron por la permanencia del gremio de los de azul dentro del PIT, dicho sea de paso).

Sucede que lo ideológico pesa y mucho ahí dentro, basta ver como Aebu maneja y mide fuerzas en una interna dentro de la interna para conocer sus métodos. Cofe y Adeom, dos de los pesos pesados, tienen dinámicas diferentes y ello también quedó expuesto en este entuerto, donde hasta Soto (representante de Adeom en el PIT) quedó fuera de juego por votar a favor de la suspensión de marras siendo que los municipales no tenían opinión definida al respecto.

Seamos claros, nunca se quiso dentro de filas sindicales a los policías. Sólo algunas voces los pensaban dentro, como Richard Reed, viendo la totalidad de la «lucha obrera», como le gusta llamarla. Los demás tenían una actitud ambivalente, pero si podían dejarlos fuera mejor. Hasta hoy mismo, lo acotado de la votación de censura muestra la poca certeza existente sobre cómo actuar. Diferencias históricas con los grupos que detentan la ejecución de las órdenes de los sucesivos gobiernos los colocaban en situación poco simpática en la esgrimida (y falsa) dicotomía oligarquía/pueblo. Militares y policías fueron históricamente bastardeados por ser «brazos ejecutores de la burguesía»

Solo en febrero del 73 a la izquierda orgánica vernácula le cayó bien el accionar de algunos milicos, alineados con el peruanismo de Velasco Alvarado, y salieron a los vivas con los comunicados 4 y 7 de una dictadura recién instalada, aunque no formalmente aún.

A poco andar se vio lo que daban aquellos salvadores de los destinos nacionales. Hasta hoy mismo se siguen mirando con recelo, luego de haberse traicionado mutuamente varias veces. Eso de tratar con los cretinos útiles trae esas consecuencias, lección histórica que parece convenientemente olvidarse cada tanto. En el caso de la policía, siempre le tocó la parte de ir al choque y reprimir desmanes, por ende, han sido mal mirados y peor catalogados desde la militancia obrera organizada antes en la vieja CNT y hoy en lo que todos conocemos.

Tanto los citados Abdala como Pereira rescatan hoy el buen diálogo que mantiene el movimiento con el gobierno, en una buena relación de ida y vuelta. Y buena cosa es ello.

La decisión de los policías de no ir contra la LUC es algo que los ultras no estaban dispuestos a tolerar, menos aun cuando se pretende exigir a los demás gremios una participación mayor en la recolección de firmas para la derogación parcial de aquella. Viejos dolores y nuevos motivos se juntaron para sacar al Sifpom, aunque se está pidiendo por parte de los moderados que la medida sea revisada (léase modificada)

De obtusa podríamos calificar la medida de suspensión, pero ello sucede muchas veces cuando lo ideológico se pone por encima de lo racional. Nuevamente queda desencuadrada la movilización política de la actual oposición y esto no hace otra cosa más que acarrear agua al molino multicolor. Siguen sin encontrar caminos ciertos para enfrentar al aún joven gobierno y el tiempo les juega en contra. Novedades tendremos en breve, sin dudas.

Sin sentido

 por Celina McCall

“No tiene sentido que estemos ahí” manifestó ayer Blanca Rodríguez al vivo durante la transmisión del noticiero central de canal 10 que cubría la marcha feminista del #8M que tuvo lugar en nuestra principal avenida, después que las manifestantes impidieran a la periodista y al camarógrafo que registraran la movilización.

El hecho despertó inmediato rechazo en las redes sociales.  No debería haber nadie ni nada que impida a un periodista de realizar su labor. “Siglo XXI y tenemos manifestaciones ‘públicas’ con derecho de admisión y defensoras de los derechos que censuran la libertad de prensa”, escribió @KattyGorbaran, productora de TV.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el asunto en cuestión?  Pues que la misma frase se aplica al ahora suspendido sindicato policial, o sea, no tiene sentido que estén ahí si no los quieren.  ¿O sí? Hay una central sindical que excluye a los trabajadores que dice defender porque usan uniforme.

“No está bueno discriminar a alguien por el trabajo que tiene. Muchas veces dicen que somos represores, pero lo que nos discriminan e insultan son ellos”, dijo Patricia Rodríguez, la presidente del sindicato policial, una de las pocas mujeres que osó sentarse en la mesa “representativa” del PIT-CNT compuesta casi exclusivamente por hombres.   Vergonzoso. ¿Y cuál fue su pecado? ¡Decir que tenía diálogo con el actual Ministro del Interior!  Estoy segura que no hubiera habido suspensión si el presidente era varón. ¿Apostamos?

Nos enteramos que no se puede ser feminista y ser “de derecha” al mismo tiempo, de la misma forma que no se puede ser policial y ser sindicalizada porque el sindicalismo es “de izquierda”.  No te puede mover la injusticia sino la ideología.

Ya he visto de todo en esta vida, pero debo confesar que nunca he visto el grado de intolerancia, doble discurso, cinismo e hipocresía que se ve hoy.  La intersocial feminista, por ejemplo, no dijo una palabra cuando una mujer policía fue salvajemente golpeada mientras realizaba su labor.  Aparentemente hay mujeres de segunda, incluyendo quieren salimos a reprochárselo a nuestras supuestas defensoras.  No nos representan a la mayoría, aunque piensen que sí. Estamos hartas de un montón de iluminados e iluminadas (vale aquí ser paritarios, como diría Pérez-Reverte) se arroguen el derecho a decirnos cómo debemos actuar, cómo debemos pensar y que nos etiqueten a su antojo.  Finalizo respondiendo a la pregunta de Voces de si hay dogmatismo anti policía. Sí lo hay y también lo hay contra todo aquél que no piense igual.  Ya nada tiene mucho sentido.  Se dice una cosa y se actúa al contrario. Ese es el verdadero virus del siglo XXI. Y contra ese, no hay vacuna que valga.

Vieja modernidad

 por Fernando Pioli, profesor

Una de las cuestiones a desentrañar en el análisis histórico del ciclo progresista en el gobierno es la relación con la policía. Durante décadas fue usada como carne de cañón, mal pagada, mal preparada y mal equipada. Tuvieron sus protestas y hasta huelga en la década del 90. No se les permitió sindicalizarse, hasta que llegó el Frente Amplio al poder. En la actual pandemia se le vuelve a utilizar de modo arbitrario, siendo usada para disolver manifestaciones sin ningún respaldo legal. ¿Si en los enfrentamientos de plaza Seregni resultaba un civil herido, qué respaldo legal de su actuación tenían los policías? ¿Qué delito estaban combatiendo? ¿Con qué autoridad estaban disolviendo una reunión de personas? Y esta fue una situación que por un par de meses de 2020 se extendió por el país y por suerte nadie resultó herido de gravedad.

Sin embargo, la actitud del sindicalismo policial es, por lo menos, desconcertante. Parece sentirse muy cómodo con las actuales autoridades, que siguiendo prácticas de viejas épocas les baja el salario y les retacea recursos tecnológicos. Esta especie de síndrome parecido al de Estocolmo no es exclusivo del sindicato policial, pero este es el que lo lleva a sus últimas consecuencias. Este síndrome que consiste en ser más exigente y crítico con el que mejor te trata y más complaciente con el que peor te trata, es un auténtico misterio que hay que investigar y recorre amplios recovecos del accionar sindical. En este contexto se daña, en el seno de la central sindical, al único canal de comunicación que se podía tener con los trabajadores policiales, que ya sabemos que son mal vistos (a veces con razones justificadas y a veces no) pero que en definitiva son trabajadores y no van a desaparecer, van a seguir ahí con sus armas y sus chalecos, con sus excesos y sus aciertos. En definitiva, parece que estamos en una época en que la gente prefiere tener razón en sus prejuicios a mejorar su calidad de vida, supongo que no solo es parte del legado de los 15 años del Frente Amplio y debe formar parte de algo más grande que nos sobrepasa como sociedad. Se parece mucho a lo que en los 90 se le llamaba posmodernidad.


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