25.MAR.21 | PostaPorteña 2194

QUERIDO DESCONOCIDO

Por contra encierro

 

Aquí viene este canto de la vida que aún vive, de la razón que aun habla y de la ternura y el amor a chorros que no van a matar nunca. De cada lágrima sale un verso y de cada verso mil vidas.

¡Vida, amor y libertad!

(Contra el encierro de la gente y Posta Porteña  )

 

 

Canto al creyente desconocido

 

A ti te canto llorando,

creyente desconocido,

que quizá fuimos familia

o quizá fuimos amigos,

que quizá fuimos amantes

o quizá nunca nos vimos.

 

De llamar tanto a tu puerta

ya me sangran los nudillos.

Me estoy quedando sin voz

gritando entre tanto ruido.

Si apagas la tele y sales,

tal vez oigas mis quejidos.

 

Consiguieron separarnos

con encierros enfermizos;

obediente a los mandatos

aplaudiste al cataclismo

y te amarraron al miedo,

que es el peor de los grillos.

 

Te mandan llevar bozal

y obedeces con ahínco

creyendo que es por tu bien,

para que no te entren bichos,

y no entiendo que no entiendas

que es que hablar te lo han prohibido.

 

Cuando intento hablar contigo

siempre saltas con lo mismo:

“Y los muertos, ¿son mentira?

Yo sé de algún fallecido.

Los contagios, ¿no los hay?

Y las ucis... (CTI; Terapia intensiva), ¿no lo has visto?”

 

El gran discurso oficial

bien que te lo has aprendido,

cosa que no es de extrañar

porque te lo han repetido,

día a día y sin cesar,

todos los Medios vendidos.

 

Si intento que razonemos,

dices que estás ya aburrido

de hablar siempre de este tema;

te lo he dicho y te lo digo:

¡si no has hablado jamás,

si repites poseído!

 

Te he intentado hablar de muertos,

de índices, de negativos,

de hospitales, peceerres,

de protocolos seguidos,

de las autopsias prohibidas

y de tantos otros timos.

 

Te he intentado hablar de médicos

y epidemiólogos dignos,

de virólogos honrados,

de científicos instruidos;

de los virus y bacterias,

de microbios y organismos.

 

Te he intentado hablar de leyes,

de multas y de delitos,

de los derechos humanos,

de los boes (boletín oficial de España) que he leído,

del estado de excepción

y el de alarma, el elegido.

 

Te he intentado hablar también

sin usar sus eufemismos,

sin usar los terminajos

de su decir retorcido

y que el sentido común

te mandase algún aviso.

 

He intentado hacerte ver

que esto es el gran desatino,

que necesitan tu fe

y bien que la han conseguido;

y que esto no es saludable;

y que esto no es estar vivo.

 

He intentado que me escuches

pero no quieres ni oírlo.

Has tirado la toalla,

crees que ya está todo dicho

y has decidido acatar

mudo, sin decir ni pío.

 

Han conseguido que creas

que eres un grave peligro

para tu padre y tu madre,

para tu abuela y vecinos,

y que has de ser responsable,

que es lo mismo que sumiso.

 

Han conseguido que creas

que la gente es tu enemigo

y que por tu bien te apartas

de presuntos asesinos

aunque tengas que tomarte

mil pastillas deprimido

 

Han conseguido que creas

que, por el bien de tus hijos,

han de encerrarlos en aulas

-¡qué locura, pobrecillos!-

con las ventanas abiertas

aunque pasen mucho frío.

Y han conseguido que creas

que han de llevar el barbijo

y que deben separarse

de todos sus amiguitos

por no matar al abuelo,

al que no ven hace siglos.

 

Han conseguido que creas

que a tu padre retenido

en una cárcel de ancianos,

por su bien, le dan asilo

y no dejan que te vea

ni siquiera los domingos.

 

Han conseguido que creas

que, para que acabe el circo,

han de pincharte un veneno

que -lo dicen Ellos mismos

no evitará ni que enfermes

ni que contagies al primo.

 

Han conseguido que creas

que has de seguir el camino

que desde Arriba te ordenan

y, a base de numeritos,

te mantienen cada día

acobardado y dormido.

 

Han conseguido que creas

que has de esperar calladito,

que ya te irán diciendo Ellos

si os podréis juntar ya cinco

y podréis ir a comer

al restaurante más pijo.

 

Han conseguido que creas

que, si te tienen en vilo,

no es porque Ellos quieran, no:

es porque los positivos

son como la lotería

que ha de marcar tu destino.

 

Han conseguido que creas,

sabiéndote mortecino,

que son los irresponsables

los culpables y malignos;

que tu vida es una mierda

por culpa de esos mezquinos.

 

Han conseguido que creas

que debes ser obsesivo,

sicópata con los tuyos,

practicar el masoquismo

y encerrarte en tu burbuja

hasta que pases al nicho.

 

Y no consigo entender

que en todo esto hayas creído,

que es de sentido común,

no de tontos o de listos,

darse cuenta de los fines

macabros y perseguidos.

 

Y no consigo entender,

sufriendo lo que sufrimos,

que es de extrema gravedad,

que no hayas dado un respingo

y hayas gritado bien fuerte:

“¡Se acabó ya este mutismo!

 

¡Se acabó esta sinrazón!

¡Se acabó tanto sadismo!

¡A la calle, y a la calle!

¡Fuera bozales dañinos!

¡Vida, amor y libertad!

¡Vomitemos lo podrido!”

 

Y apenada me pregunto

que qué pasará contigo

el día en el que descubras

la mentira enloquecido.

Ojalá que el fin no sea

terminar en el abismo.

 

La tristeza, la impotencia,

la amargura y el hastío,

la pena, la rabia atroz

y el asco hacia los malditos

que no nos dejan vivir,

me han hecho llorar a gritos.

 

Y he llegado hasta a pensar

-no sin cierto escalofrío,

cuando al recuerdo me vienen

nuestros muertos conocidos,

que me alegra que no sufran

este cruel sinsentido.

 

Agotada de la rima,

creyente desconocido,

intentaré con la prosa

seguirte hablando al oído

sin andar con miramientos,

por si te hiero un poquito,

aunque siempre con cariño,

querido desconocido.


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