04.MAY.21 | PostaPorteña 2202

Covid-19. La Respuesta Autoritaria y la Estrategia del Miedo

Por PazFrancés/Loayssa/Petrucceli

 

La gestión de la crisis del coronavirus se asienta en puras lógicas autoritarias, con medidas desproporcionadas (y a espaldas de la evidencia científica) impuestas por las autoridades y asumidas por una ciudadanía aterrorizada por la irresponsabilidad de los gobiernos y medios de comunicación. En esta obra, tres autores —médico, historiador y jurista— nadan contracorriente de la «ortodoxia covid» y analizan el extraño fenómeno de sociedades enteras obsesionadas y patológicamente atemorizadas por un problema sanitario real, pero en modo alguno catastrófico.

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por Paz Francés, José R. Loayssa, Ariel Petruccelli

Con la colaboración de: Federico Mare, Alexis Capobianco, Alberto Pardos Cañardo, Juan Simó Miñana, Adrià M., Iñaki Moreno Sueskun y Roberto Colino Martínez

 

Prólogo

 

Las tres personas que firmamos este libro nos conocimos (o reconocimos) en 2020, tras la declaración de pandemia en el mundo. Antes de este evento, sólo de manera coyuntural, dos de nosotros habíamos coincidido en distintos proyectos políticos. Por lo demás, poco o nada sabíamos los unos de los otros. Se puede decir que la covid-19 cruzó nuestros caminos cuando, desde distintos territorios, convergimos en la imperiosa necesidad de pensar, desde lógicas que fundamentalmente rompían con el discurso que predominaba en la práctica totalidad de los partidos políticos y los medios de comunicación, qué estaba sucediendo en torno al «fenómeno covid-19»

Aunque suceda con poca frecuencia, resultó que tres personas con edades, formación y experiencias vitales distintas (aunque con una conciencia política similar), nos encontramos y nos sentamos a trabajar con total confianza, generosidad y respeto mutuo, como si nos conociéramos de toda la vida. Cuando Ariel Petruccelli escuchó las primeras noticias de un extraño virus que provocaba graves neumonías en China, casi no les prestó atención. Era verano en Argentina, y se encontraba en las montañas de la Patagonia norte, en el corazón de Wallmapu, donde pensaba mudarse desde tiempo atrás. Lo mismo le sucedió a Paz Francés. Estaba terminando el invierno en España y acababa de ser madre; hacía apenas tres semanas que había nacido su primera hija cuando se decretó el estado de alarma en España. Entre toma y toma, recibió la cuestión con la ligereza de quien ya había vivido los distintos shows mediáticos de las «vacas locas», la «gripe aviar», la «gripe porcina», el Ébola en Europa… 

 Ambos convergíamos ya entonces en la sensación de que se trataba de una crisis sanitaria de rango medio, aunque en todo el mundo se estuviera reaccionando como si se tratara de un auténtico Apocalipsis zombi. Esto nos llevó a escribir por separado (aún no nos conocíamos) varios textos y reflexiones en prensa o revistas desde nuestra formación, en Historia y en Derecho y Criminología, respectivamente, planteando interrogantes y tratando de buscar otros interlocutores. José Ramón Loayssa siguió la evolución de la epidemia en China con un interés relativo: los precedentes anteriores también le llevaron a pensar que se trataba de otro bluf. Cuando China tomó las medidas de cierres y confinamiento comenzó a tomarse más en serio la pandemia, debido al precio económico y político de las medidas tomadas en el país asiático. Esa atención se volvió preocupación cuando en el norte de Italia se produjo la diseminación viral explosiva y las víctimas, ya era innegable, empezaban a preocuparse. De la preocupación pasó a la zozobra e incluso el miedo, que trató de no expresar directamente, en concordancia con su estilo personal. La incertidumbre abstracta sobre el impacto del virus se tornó inseguridad personal y preocupación por la salud de su familia y amigos.

Vivió días, a principios de marzo, de cierta angustia. Las estimaciones oficiales ya eran más preocupantes y contenían suficientes datos para que no se pudieran obviar. En esos días comenzaron a aparecer probables enfermos de covid-19: su trabajo como médico de urgencias le hizo tener contacto directo con personas gravemente afectadas, algunas de edades medias. Personas con insuficiencia respiratoria severa que no respondían al tratamiento y que pasaban a un estado crítico. Comenzaron a divulgarse las primeras infecciones entre sanitarios, y se intuía que hospitales y centros de salud eran un foco significativo de contagio. Comenzó a adoptar algunas precauciones en casa, como dormir en una habitación separada. En aquellos momentos las mascarillas escaseaban y sólo se disponía de unas pocas FFP2 y mascarillas quirúrgicas.

En marzo, su padre enferma y muere sin tener que ingresar, afortunadamente, en el hospital. Su reacción fue escarbar en la información disponible: encontró datos que permitían una cierta y relativa tranquilidad. A sus compañeros y amigos les dijo: «Vamos a tener una epidemia hasta principios/mediados de abril seria, y va a haber entre veinte mil y cincuenta mil muertos en España». Aciertos bastante casuales, pero  con algún fundamento: los experimentos involuntarios del crucero Diamond Princess y los datos del personal sanitario italiano (en ambos casos con contagios masivos) mostraban que la letalidad de la covid-19 era mucho menor de lo que se afirmaba. Había un problema sanitario importante, pero no estábamos ante una catástrofe.

Cuando se iniciaron los confinamientos, Loayssa ya tendía a pensar que la magnitud del peligro no justificaba arrojarse a semejante vacío, y que las medidas adoptadas no tenían justificación sanitaria suficiente, que era dudoso que fueran a contener la diseminación del virus y que estaban inscritas en una línea de acción autoritaria que siempre le había repelido. Más aún, consideraba que podrían ser un remedio peor que la enfermedad.

También él publicó distintos textos en la prensa y se mostró abierto a participar en entrevistas y debates. Su postura crítica con las medidas adoptadas por los gobiernos y su defensa de estrategias alternativas conllevó un aislamiento de sus compañeros de trabajo, aunque manteniendo relaciones cordiales. Pero nadie quería escucharle ni contrastar datos. Sus colegas preferían evitar cuestionar las decisiones de las autoridades políticas y sanitarias. Se convirtieron, en su gran mayoría, en fieles creyentes de la «ortodoxia covid»

Si alguna vez trataba de expresar sus opiniones o compartir artículos y datos, se le ignoraba y se le señalaban de forma indirecta los casos trágicos que veíamos, como diciendo: «Mira este paciente y luego atrévete a decir que esta epidemia no es tan grave». Fue desde los escritos públicos de cada uno de nosotros como entramos en contacto* I. Había en nuestros textos una clara sintonía en aspectos claves.

El primero, que la letalidad del virus SARS-CoV-2  a nivel global no era tan grande ni justificaba que la humanidad se embarcara en un experimento sin precedentes para enfrentarlo.

El segundo,que los abordajes frente a la situación sanitaria se habían hecho desde puras lógicas autoritarias, con medidas desproporcionadas (y a espaldas de la evidencia científica disponible) impuestaspor las autoridades y asumidas por una ciudadanía aterrorizada por la irresponsabilidad de los gobiernos y medios de comunicación

Los tres reparábamos en que las consecuencias, políticas, económicas y sociales de las medidas adoptadas frente a la pandemia serían mayúsculas, y que eran mucho más que «daños puntuales y colaterales», como se trataba de mostrar (y se sigue insistiendo) en todo momento y en todo lugar. Lejos de esa idea, ya entonces los tres coincidíamos en que la manera de lidiar con esta crisis sanitaria podría acarrear más daños de los que se proponían evitar, y se explicaban en el marco ideológico capitalista, securitario y patriarcal ya existente, si bien en sí mismo, y a su vez, el fenómeno de la covid-19 venía a reconfigurar de manera importante nuestras sociedades, agudizando y acelerando transformaciones que ya se venían produciendo en el amplio marco del capitalismo.

Frente a esto, y he aquí la última coincidencia importante, asistíamos atónitos ante la falta de mirada crítica de la izquierda y de los feminismos, que asumían que la crisis sanitaria era mayúscula y aceptaban casi sin crítica las severas medidas impuestas, incluso la más grave de la reclusión domiciliaria.

 En este recorrido surgió la propuesta de Ediciones El Salmón de elaborar un libro. Les estamos enormemente agradecidos por confiar en que podríamos hacerlo. Las personas que firmamos este libro no infravaloramos una epidemia global que se ha difundido con rapidez por todo el planeta. Pero cabría decir que no hemos sucumbido al acomodamiento forzoso a la cultura covídica oficial. Hemos sabido mantener cierta autonomía y hemos acudido siempre a las fuentes primarias de cada dato ofrecido por uno u otro gobierno, contextualizándolos y contrastándolos. Hemos recurrido a los análisis científicos disponibles en cada momento sobre los distintos temas en liza y, por supuesto, no hemos abandonado ejes de análisis importantes para nosotros: la clase, el género y una perspectiva global o, por decirlo a la vieja usanza, internacionalista. Todo ello no quiere decir que pensemos que tenemos la verdad y que estamos acertados en todas nuestras apreciaciones.

*I En El Salto, José R. Loayssa publicó: « ¿Hay alternativas al estado de alarma y al confinamiento?», 27 de marzo; «Confinamiento total: un golpe brutal e injustificado», 6 de abril; «No se puede matar el covid-19 a martillazos», 22 de mayo; « ¿Políticas gubernamentales más peligrosas que la covid-19?», 4 de agosto. Ariel Petruccelli publicó en La Izquierda Diario los artículos: «Paradojas virales», 25 de marzo; «La política del terror», 10 de abril de 2020; «Contra la arrogancia y la omnipotencia sanitaria: entrevista a Juan Gérvas», 25 de junio; en Rebelión, publicó: «Paranoia e hipocresía global en tiempos de capitalismo tardío» (con Federico Mare), 31 de marzo; «Shock pandémico y posverdad», 2 de septiembre; en Contrahegemonía, publicó: «Covid-19: estructura y coyuntura, ideología y política» (con Federico Mare), 19 de mayo; «La encerrona» (con Andrea Barriga), 3 de julio; en Hemisferio izquierdo, publicó: «Cientificismo posmoderno» (con Alexis Capobianco), 31 de julio. Loayssa y Petruccelli firmaron conjuntamente «Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada», en El Salto, 27 de octubre. Por su parte, Paz Francés publicó «Expresiones punitivas en la emergencia de la Covid-19», La Marea, 20 de abril, ampliado después para el libro colectivo Pandemia. Derechos Humanos, Sistema Penal y Control Social (en tiempos de coronavirus), Ed. Tirant Lo Blanch. Además, el 31 de julio presentó una denuncia ante el Defensor del Pueblo frente a los protocolos del Ministerio de Sanidad y Educación en centros educativos para el curso académico 2020-2021 por vulneración de la Convención de los derechos del niño

Lo hemos hecho así pese a que, personalmente, Paz Francés se encontraba en su particular diada con su hija. Pero precisamente por ello, incumplió sistemáticamente, día tras día, las restricciones del estado de alarma en España, particularmente del confinamiento. ¿Cómo iba a privar a su hija de tres semanas de la luz natural, del aire, de un paseo relajante las dos juntas? ¿Qué peligro había en todo aquello y a quién ponían en riesgo?

Los peligros sólo se concretaron en algunos insultos del vecindario, varios controles de la policía y, desde entonces, sostener el estigma de «negacionista» en su comunidad cercana, todo lo cual le llevó a estudiar con más ahínco todo lo que iba aconteciendo. Mantuvimos el espíritu crítico y el escepticismo metodológico a pesar del enorme peso social de un omnipresente sentido común covídico.

Nos convertimos, pues, en disidentes. Con plena conciencia de ser parte de una minoría que no compartía el clima de histeria dominante, contemplamos atónitos el extraño fenómeno de sociedades enteras obsesionadas y patológicamente atemorizadas por un problema sanitario real, pero en modo alguno catastrófico. Nos indignó la hipocresía general que rodeaba la covid-19: ¿Por qué no había tanta preocupación por los más de seis millones de niños que mueren cada año, en su mayor parte por causas asociadas al hambre?

Nos noqueó la crueldad ante miles de duelos sin cerrar, porque se prohibía a los familiares despedirse de sus seres queridos con un beso y un abrazo en el último aliento de sus vidas. Con estupor, presenciamos impotentes el colapso educativo en Argentina (también en España, aunque en menor medida debido a la llegada de las vacaciones de verano), con millones de niños sin clases.

Con no menos perplejidad asistimos al curioso fenómeno de que todas las soluciones que se proponían para abordar la educación durante la crisis coincidían sustancialmente con las propuestas educativas del capitalismo digital, como si los trabajadores y trabajadoras de la educación hubieran perdido capacidad imaginativa y dejado a un lado su tradicional voluntad de resistencia. Por insólito que pareciera, para la gran mayoría, los problemas de la desigualdad educativa parecían reducirse a tener o no tener internet.

El aumento de la pobreza, el desempleo y la miseria, así como la resignación con que todo ello era asumido por la mayor parte de sus víctimas, nos llenó de desazón, aunque apoyamos y festejamos cada acción de protesta o reclamación de las clases populares durante el aislamiento. No menos desazón sentimos al ver que casi todas las condenas públicas a los confinamientos compulsivos provenían de la derecha ultra y neoliberal, con la que, a excepción del aprecio por la libertad (entendida aun así de diferente manera), no nos une ningún acuerdo filosófico sustantivo. Acostumbrados a estar en minoría, pocas veces nos sentimos tan minoritarios.

Acostumbrados a nadar contracorriente, nunca antes enfrentamos una marejada tan grande. Pero no nos callamos. Algo más hay que decir: el acuerdo entre autores y colaboradores no es absoluto. En una obra colectiva de tantas páginas, donde se abordan un sinfín de temas candentes con implicación política e ideológica, un consenso unánime sería imposible. Existen aquí y allá diferencias. No obstante, sopesando todo en la balanza intelectual y ético-política de nuestras conciencias, entendimos y asumimos que los acuerdos superan con creces a las diferencias. El nivel de consenso alcanzado nos pareció el suficiente para converger en un mismo libro, tanto más aún por tratarse de una intervención pública de parresia urgente, frente un problema mundial demasiado grave —y un adversario demasiado poderoso— como para sacrificar sin más, en el altar de la perfecta armonía de opiniones y el preciosismo retórico, toda la energía contradictora que encierra el esfuerzo mancomunado de mentes y voces disidentes.

En las actuales circunstancias, en este duro trance del mundo, comprendimos que no podíamos darnos el lujo de renunciar a la potencia sinergética de la heterodoxia coral.

El lector encontrará aquí un libro totalmente alejado de las teorías conspiranoicas y simplistas de lo que ha sucedido. Al contrario, se ha procurado ofrecer siempre un análisis que trata de complejizar todos y cada uno de los temas propuestos: relación del modelo socioeconómico dominante con las pandemias; las características fundamentales del nuevo virus (SARS-CoV-2) y de la enfermedad que provoca (covid-19); el análisis de las medidas adoptadas por las autoridades políticas y del discurso detrás del clima social de miedo en el que se han justificado todo tipo de medidas autoritarias y represivas; las restricciones de derechos o el desigual impacto de la pandemia (ejes geográficos, clase, género, edad…).

Con todo, muchos temas se han quedado fuera, y esperamos que sean objeto de futuros trabajos. El texto finaliza con algunas cuestiones en las que hemos querido poner especial énfasis. Nos preguntamos cómo fue posible haber llegado hasta aquí, y planteamos algunas alternativas a la gestión autoritaria y neoliberal de esta pandemia, interpelando específicamente a la izquierda, que ha cedido toda la crítica y defensa de los derechos y las libertades a la derecha libertariana*II, dejando el campo abonado para más austericidio, autoritarismo y capitalismo. De este modo, el trabajo pretende, ante todo, poner algunas cuestiones en el debate público y en la agenda de la izquierda, bastante olvidadas en este último año de histeria colectiva.

*II En términos filosóficos, la perspectiva «anarcocapitalista», que se autodenomina «libertaria», tiene su obra clásica en el libro de Robert Nozick Anarquía, estado y utopía. Sin embargo, dado que la perspectiva de Nozick y de sus seguidores es rotundamente procapitalista, a diferencia del anarquismo —que muchas veces se llamó a sí mismo libertario y desarrolló una perspectiva comunista «antiautoritaria»—, optamos por llamar «libertariana» a esta corriente individualista de derechas inspirada consciente o inconscientemente en Nozick, conservando el término libertario para la izquierda antiautoritaria

 

Introducción

 

El año 2020 fue vivido y será recordado como el año de la pandemia. Para la inmensa mayoría de la humanidad la lucha contra el coronavirus ocupó casi todas las energías psíquicas y materiales, absorbió una enorme cantidad de los recursos estatales y privados, trastornó la vida de casi todas las personas y ocupó sin competencias la atención de los medios de comunicación. Durante meses vivimos en un clima apocalíptico: la muerte instalada en las pantallas, el miedo convertido en una especie de obligación moral, el pánico asomando en las miradas. Durante meses vivimos en una perenne sensación de catástrofe, histeria y angustia existencial, con miles de millones de personas confinadas en sus casas: algo nunca antes visto.

Ni siquiera las dos grandes guerras mal llamadas mundiales afectaron a tantos países ni cerraron tantas fronteras. En 1942, cientos de millones de personas ignoraban por completo que las potencias industriales estaban propinándose mutuamente matanzas inauditas, y otras tantas tenían un vago conocimiento de las mismas, sin que ello las afectara mayormente, las ocupara o las preocupara. La crisis del coronavirus fue diferente: sólo un estricto ermitaño podía llegar a ignorar su existencia, y su impacto afectó en mayor o menor medida a la inmensa mayoría de los habitantes del planeta.

De China a Canadá, de Chile a Senegal, de Andorra a Vietnam, de Sudáfrica a Islandia, millones de personas vieron sus vidas fuertemente afectadas. No hizo falta afirmar que la humanidad afrontaba una catástrofe inaudita o la más peligrosa de las pandemias jamás vividas (algo que, de haberse afirmado, habría sido fácilmente refutado), porque se consiguió que, sin decirlo, la mayoría de la población de todo el mundo se sintiera amenazada por un germen como nunca antes*III

La pandemia de la covid-19 que asola nuestras vidas (en gran medida por las medidas adoptadas para su control) hizo su aparición en diciembre del 2019, aunque es probable que el virus circulara ya en meses anteriores en China, y no es descartable que también en otros países. En un inicio fue acogida mayormente con actitud expectante. Fiascos previos como la gripe A del 2009, o la falsa alarma desencadenada por el SARS en el 2003, no inducían a repetir una vez más escenas de pánico injustificado. En los dos casos precedentes, a pesar de los anuncios premonitorios de que estábamos a las puertas de una descomunal epidemia mortal que podía extenderse por todo el planeta, a la postre no sucedió nada: la gripe A de 2009 provocó menos de 20.000 decesos en todo el mundo, en tanto que el SARS causó unos 800 en 2003.

Pero la actitud de relativa prudencia en los primeros dos meses dio lugar a una alarma creciente conforme se asistía a su evolución en China, con miles de afectados e ingresados, cientos de víctimas mortales y, sobre todo, drásticas medidas de confinamiento domiciliario y paralización de la vida económica y social. Una alarma que se disparó hasta límites inesperados con la difusión en Italia y los primeros casos en otros países europeos. En cuestión de quince días la situación evolucionó a histeria y pánico generalizado. Uno tras otros los países europeos fueron adoptando un discurso cada vez más dramático que se acompañó de medidas en la línea que China había adoptado previamente y que parecían contener la epidemia en la provincia de Wuhan. En pocos días les seguirían la mayor parte de los gobiernos del resto del mundo. El giro de los gobiernos desde una posición de actuar en función de la evolución de la epidemia en su país, a una línea de actuación que se basaba en un escenario de difusión sin control, de incontables víctimas y desbordamiento de servicios de salud (en la mayoría de los casos no confirmado por los datos posteriores), se fundó en la sensación de pánico motivada por el temor a lo desconocido e incentivada por pronósticos catastróficos formulados por modelizaciones matemáticas que, a la postre, se revelaron erradas. Prevenir a cualquier precio un desastre terrible parecía casi de sentido común. Se impuso la actuación urgente, sin medir o evaluar consecuencias futuras.

Insistimos: lo dicho no significa que infravaloremos esta epidemia global, cuya gravedad no es despreciable. Sin embargo, sobre todo en los primeros momentos, su letalidad fue sobrestimada. Esto tiene una importancia capital, dado que las medidas no farmacológicas adoptadas por una gran cantidad de países supuestamente se basaban en este dato «duro». Sin embargo, como veremos, se fundaban más bien en un clima de temor cuyo fundamento excedía a los datos, pruebas e indicios.

Cuando un cúmulo imponente de investigaciones demostró que la letalidad del nuevo virus no era a fin de cuentas tan grande, siendo capaz de generar un problema sanitario considerable, pero en modo alguno tremendo, el clima de pánico global ya estaba instalado y el tipo de respuesta basada en intervenciones de alto impacto social, económico, educativo e incluso sanitario no se revirtió. Al contrario. Tampoco modificó sustancialmente el abordaje público de la pandemia la acumulación creciente de indicios sobre la muy escasa eficacia de las medidas de confinamiento para detener a largo plazo la expansión viral, allí donde el virus ya estuviera circulando por encima de cierto umbral. La presente es una pandemia en la que confluyen cuatro factores principales: un microorganismo virulento; la escasez de inmunidad en la población; la carencia de una vacuna; y la facilidad de transmisión de persona a persona por secreciones respiratorias, básicamente de forma directa pero a veces también a través de aerosoles en el aire y por superficies contaminadas

Se trata de un virus no exento de peligros cuyo origen no es ajeno a nuestros hábitos de producción y consumo (como veremos más adelante). Nuestras formas de vidas urbanas, metropolitanas y globales han facilitado la difusión acelerada por los mismos caminos que transita el capital.

*III En un trabajo fundamental publicado en el Medical Anthropology Quarterly, «What Went Wrong. Corona and the World after the Full Stop», Carlo Caduff escribía con plena justicia: «Lo que hace que esta pandemia no tenga precedentes no es el virus, sino su respuesta». Años antes, en 2015, Caduff había publicado The Pandemic Perhaps: Dramatic Events in a Public Culture of Danger, un libro en el que revela anticipadamente los presupuestos intelectuales que llevaron a muchas personas a estar esperando la emergencia de un virus apocalíptico, sentando así parte de las bases para respuestas no sólo desproporcionadas, sino fundamentalmente contraproducentes y, en consecuencia, irracionales.

Para comprender adecuadamente lo que hemos vivido y continuamos viviendo es imprescindible colocar la presente pandemia en su dimensión histórica. La pandemia del SARS-CoV-2 es una más dentro de una larga serie, como se verá en el capítulo I, redactado por Federico Mare. Lo que la distingue del resto no es la letalidad del nuevo virus, sino la reacción de las autoridades. No menos necesario resulta explorar la relación que tienen las pandemias con el modelo socioeconómico dominante, y en especial con la crisis ecológica y el agrocapitalismo. Dado que este libro no es un texto divulgativo de virología, en el capítulo II comentaremos someramente las características fundamentales del nuevo virus (SARS-CoV-2), y mostraremos que es errado concebirlo como una amenaza que «viene del exterior»: los saltos zoonóticos se han incrementado en los últimos años, y esto tiene que ver con el modelo de agroindustria impulsado en las últimas décadas por el capitalismo. En el capítulo III nos ocuparemos de la enfermedad que provoca (covid-19).

Afortunadamente, el SARS-CoV-2 posee grandes similitudes con otros virus con los que hemos convivido desde hace mucho tiempo, y la enfermedad que produce no es propia y exclusiva de este virus, aunque sí presenta algunos rasgos propios, tanto en su patogenia como en su morbimortalidad (los síntomas, secuelas y los trastornos en el funcionamiento del organismo que provoca o facilita y eventualmente pueden llevar a la muerte). Trataremos con un poco más de detenimiento algunos aspectos polémicos de la trasmisión del virus: en concreto, el papel de las personas asintomáticas y de los aerosoles (la trasmisión por el «aire») en la difusión. También analizaremos la evolución de la pandemia en diferentes «olas» u «ondas» en las diferentes regiones planetarias (capítulo IV).

Con mucho mayor detenimiento abordaremos las medidas que han tomado las autoridades políticas con el respaldo de algunos expertos sanitarios, evaluando tanto su justificación científica previa como los resultados obtenidos a posteriori (capítulos V y VI). Se trata de medidas impuestas en casi todas partes de manera compulsiva, por medio de la represión y el autoritarismo, apoyándose en un control casi total de los medios de comunicación y una manipulación informativa sin precedentes en el campo de la sanidad. Veremos que existen serias dudas respecto a la eficacia de los confinamientos y los cierres para disminuir la transmisión viral a largo plazo, y lo mismo ocurre con la prescripción de mascarillas fuera de determinados lugares.

Mostraremos con detalle y recurriendo a las mejores investigaciones disponibles, que las severas medidas adoptadas carecen de base científica: se han impuesto con un clima de intimidación y en medio de la promoción del miedo colectivo, produciendo la indefensión de la sociedad y causando enfrentamientos entre ciudadanos en casi todos los países. En el capítulo VII analizaremos el andamiaje discursivo sobre el que se ha sostenido un clima social de espanto y temor, y justificado todo tipo de medidas autoritarias y represivas.

El impacto de la pandemia ha sido muy desigual en las diferentes regiones geográficas. Un rasgo característico es que ha afectado en mayor medida a los países altamente «desarrollados»: los países más pobres de Asia y África casi no han experimentado mortalidad por covid-19, aunque casi todos ellos han sufrido (dada su situación, incluso en mayor medida) las consecuencias sociales, laborales y educativas de las medidas de confinamiento y aislamiento social. Estas medidas, además, han tenido una repercusión desigual según las clases sociales, y han tenido un impacto especial en determinados grupos, como las mujeres, los ancianos, los jóvenes y los niños (capítulo VIII).

Un capítulo específico estará referido a distintas cuestiones que apelan a la falta de perspectiva de género en el abordaje de la pandemia y la ausente crítica feminista, algo sorprendente, cuando las medidas tienen un marco tan patriarcal (capítulo IX). La puesta en cuestión de los derechos humanos, el retorcimiento de las leyes para permitirlo y la materialización de auténticos estados de excepción permanente, merece otro capítulo (el X). Un capítulo especial (el XI), escrito por Alexis Capobianco, está dedicado a las consecuencias de la pandemia en la educación: uno de los sectores más afectados y en el que se han abierto amplias puertas a las perspectivas educativas patrocinadas por el gran capital.

En el capítulo XII Alberto Pardos reflexiona sobre la necesidad de un enfoque sanitario basado en la participación comunitaria, en contraste con el abordaje vertical y autoritario dominante. En el capítulo XIII se aborda la difícil explicación del porqué de una respuesta completamente exagerada en relación a la amenaza, sin justificación científica previa, sin resultados positivos y curiosamente sostenidos a pesar de las crecientes pruebas de que el virus no es suprimido ni los confinamientos reducen a largo plazo la mortalidad por covid-19.

Para explicar este extraño fenómeno social y político es necesario recurrir a un complejo cóctel de causas y razones difíciles de asir y calibrar. Ello ha facilitado el recurso a explicaciones simplistas, propiciando la proliferación de teorías conspirativas de todo tipo. Aquí intentaremos ofrecer un esbozo de explicación alejada de cualquier simplista teoría de la conspiración, atenta a las condiciones de posibilidad de larga data que han operado y a los desencadenantes circunstanciales, pero atento también a los elementos actuantes en lo que hace a rentabilidad política y oportunidades para grandes corporaciones de la economía capitalista farmacológica y digital. Al final de la obra nos preguntaremos sobre las alternativas a la gestión autoritaria y neoliberal de esta pandemia (capítulo XIV).

Conscientes de que es posible que asistamos en el futuro a situaciones similares a las que hemos vivido en este último año, plantearemos algunas claves acerca de cómo podría ser posible una gestión distinta, donde los ejes no sean los que han determinado la presente. En el epílogo ofreceremos un puñado de reflexiones sobre el futuro que ya ha llegado, desde una óptica política anticapitalista, internacionalista y feminista

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