24.JUN.21 | PostaPorteña 2213

¡QUÉ LÁSTIMA!

Por R.J.B.

 

“¡Qué lástima que yo no pueda entonar con una voz engolada esas brillantes romanzas a la gloria de la patria! ¡Qué lástima que yo no tenga una patria!”  León Felipe

Patria, Banda, provincia devenida en país. Pedacito de tierra clavado entre dos gigantes que no tuvieron más remedio que dejarlo crecer. Nacido a contraviento de la Historia, bastión inexpugnable de la sencillez. Cuna de caudillos austeros, de mujeres indomables y hombres que eligen el sacrificio como virtud. Generoso y contradictorio, con su paisaje de verdes praderas y los inmensos latifundios que ningún gobierno quiso suprimir. En su nombre perviven los pájaros que pintaban el cielo en voz guaraní y el tiempo, de tanto en tanto, se anima a enlentecer su paso para recorrer las orillas de un río salpicado de mar.

Así es y así se siente este rincón desafiante -joven, terco y rebelde- marcado por las cicatrices de su pasado reciente.

¿De quién es esta patria con su pasado y sus historias, con su presente? ¿Quién enuncia su verdad? ¿Hay una sola o el relato se bifurca en decenas de caminos?

Versiones que se oponen, senderos que nos alejan a los unos de los otros.

Todas las heridas duelen en este país. Las de un lado y las del otro. No se trata de afirmar que las nuestras son más dolorosas y mucho menos es cuestión de callar -o soslayar- esas que, por tenebrosas, demuestran que en todos los bandos hubo lugar para la crueldad. Es cierto que resulta incalificable el feroz repertorio de infamias que pesa sobre las espaldas de los integrantes de los organismos de represión y que ha sido escasa la justicia, siendo mucho lo que resta por saldar. Pero con la misma lógica que, hasta hoy, se exige el castigo para los responsables de todos esos crímenes, debería reconocerse que el accionar de los grupos insurgentes también dejó un saldo de víctimas inocentes a las que la Izquierda se empeña en ignorar.

Si fue siniestro el papel que les cupo a Cordero, Gavazzo y tantos más, igual de terrible fue el desempeño de quienes, con absoluta sangre fría, decidieron ejecutar a aquel pobre peón de campo al que el Destino le tendió una trampa mortal en el Caraguatá. Como todos los desaparecidos, el hombre tenía nombre y una familia que lo echó de menos. Su error, en aquel diciembre del setenta y uno, fue meterse en un campo ajeno buscando un caballo -que ni siquiera era suyo- y ver lo que no debía ver.

“Sé que la Historia es la misma, la misma siempre, que pasa desde una tierra a otra tierra, desde una raza a otra raza,  como pasan esas tormentas de estío desde aquella a esta comarca.” León Felipe.

La historia siempre es la misma y la muerte también. La Parca no tiene banderas y administrarla como solución a un problema, es injustificable y atenta contra toda noción de dignidad.

A menudo nos toca escuchar -o leer- ese terrible eufemismo al que se recurre con liviandad: “daños colaterales”. Vil jerga de asesinos para quienes las “bajas” no cuentan y son el inevitable resultado de una solución. Víctimas y victimarios, ahí está la cuestión.

Desde donde se lo mire, lo de Pascasio Báez Mena -por premeditado- fue criminal y resulta extraño que a los responsables no se les condene y sus nombres hayan alcanzado un inmerecido prestigio en la consideración popular. No sólo me refiero a quien le administró la inyección letal -Ismael Bassini-, sino a los cuatro integrantes del ejecutivo del MLN, que tomaron la resolución. A saber: Henry Engler, Donato Marrero, Adolfo Wassen y Mauricio Rosencof.

Obviamente, en la infame lista de victimarios deberían figurar Manera Lluveras, Ramos, Canzani, Fernández Cábeles, Ataliva Castillo, Sclavo -propietario de la estancia Espartacus- y todos los que estaban en aquel local. Tampoco quedan exentos de culpabilidad aquellos que se han dedicado a ignorar lo ocurrido o a disfrazar los detalles de esta verdad, achacando la responsabilidad a quienes nada tuvieron que ver - léase Píriz Budes, por aquello de que “poco le hace una mancha más al tigre”-.

Acaso sea hora de entender que la verdad -si es que existe en singular- se compone de todos los relatos, de todas y cada una de las experiencias y que nunca será tal si es impuesta o excluyente. No puede ser patrimonio exclusivo de  determinado grupo social.

Como dije antes, todas las heridas duelen, vengan de donde vengan. En tanto eso no sea asumido y nos neguemos a aceptarlo, mucho más difícil  será edificar una sociedad justa y solidaria. Es el legado que merecen las nuevas generaciones: verdades y más verdades, nunca versiones parciales que omitan parte de lo que pasó. 

R.J.B.


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