30.JUN.21 | PostaPorteña 2214

Argentina: La Izquierda en Caída Libre

Por Eduardo Sartelli

 

¿Qué pasa en la izquierda? Un proceso de dispersión propia de una estructura incapaz de enfrentar la crisis. Nos vamos acercando a un nuevo 2001 y, lejos de estructurarse con más solidez, la izquierda se dispersa, se desorganiza, se desorienta y, sobre todas las cosas, se corrompe, políticamente hablando.

Por Eduardo Sartelli  Razón y Revolución – RyR -  29/06/2021

 

La crisis del PO (Partido Obrero) fue solo la primera parte de una crisis más general. La izquierda que domina el escenario, la izquierda trotskista, se dispersa en toda la geografía política, desde los bordes del macrismo hasta el patio trasero del kirchnerismo. En efecto, desde un MST que supo hacer acuerdo con Luis Juez, hasta el Partido Piquetero, lamebotas K, el trotskismo ocupa todo el arco ideológico posible. ¿De dónde salió esta izquierda tan ubicua?

Simplificando mucho, el trotskismo nace en la Argentina entre los ’30 y los ’40 bajo la forma de pequeños grupos, sobre todo, intelectuales. Dejando de lado la experiencia posadista, el «trotskismo de masas» es un invento de Nahuel Moreno.

El morenismo nace bajo la impronta propia de toda la izquierda argentina marcada por el ascenso del peronismo: el síndrome 17 de octubre. El peronismo es el continente del «pueblo», cuando no, de la clase obrera. Hay que estar allí o, al menos, no chocar de frente. Paralelismo, entrismo y otros ismos, fueron estrategias para lidiar con ese supuesto problema: como acercarse sin diluirse. Todos fracasaron y todos esos fracasos tenían una explicación simple: la traición de la burocracia y del nacionalismo burgués, hasta que, al final, Milcíades Peña, le dio forma a su excusa típica: el problema es la propia clase obrera, que es «quietista» y «conservadora»

Esta izquierda trotskista, con ese planteo en la cabeza, no podía ser el continente adecuado para lo que se venía. Consecuentemente, en los ’70, el trotskismo tuvo poco que ver con el proceso revolucionario. Posiblemente por eso mismo, sería la única orientación capaz de sobrevivir a la contrarrevolución. Quienes tuvieron un protagonismo real, fueron masacrados, de modo que el «triunfo» del trotskismo posterior a 1983, que ha consistido, básicamente en ocupar el centro de la escena política de la izquierda, no tiene mucho que ver con sus virtudes, sino más bien con el vacío dejado por otros. Fue aprovechando ese vacío, que el trotskismo argentino se transformó en «la» izquierda argentina.

Las cuatro décadas que han pasado desde la caída del gobierno militar fueron ocupadas por un internismo interminable entre las diversas «corrientes» trotskistas, cuyas diferencias programáticas son inexistentes, porque en última instancia, el trotskismo carece de programa. El reverenciar documentos de época como el Programa de Transición o la Revolución permanente no equivale a tener un programa revolucionario para la Argentina y poder cumplir con la fórmula famosa de Trotsky según la cual, la revolución es nacional por su forma, internacional por su contenido. El trotskismo, carente de todo programa, se ve liberado al oportunismo más amplio y a la lucha de aparatos

La aparición, en el proceso que culmina en el 2001, de algunas fracciones de la clase obrera que encuentran en estos partidos algún tipo de referencia y, por lo tanto, le dan cierto volumen, ha creado una nueva complejidad, que se mezcla con el mecanismo pergeñado por la burguesía para resolver su propia dispersión, las PASO(elecciones primarias, también llamadas primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias : PASO)

Las PASO han tenido un doble efecto: por empezar, liquida el viejo juego de las elecciones para establecer jerarquías en el interior del trotskismo, porque si no se supera el piso del 1,5, se acabó el juego; por otro, porque crea posibilidades objetivas para conquistar un lugar en el Congreso. Las PASO catalizan algo que estaba dormido en el trotskismo, su pasión parlamentarista. El FIT( Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad ) es, entonces, el punto de llegada de esta conjunción oportunista que encuentra el medio idóneo para desplegarse. Lo que vemos hoy es la crisis de esta perspectiva. El trotskismo no tiene éxito ni siquiera electoralmente.

La crisis del PO fue la expresión temprana de esta situación actual. Paradójicamente, uno de los resultados de esa crisis, la aparición de la Tendencia, pareció hacerle creer a muchos de la masa crecientemente harta con esta izquierda, que era posible reconstruir el trotskismo «verdadero». Como si Nahuel Moreno volviera a la vida y se dispusiera a recomponer la unidad y la pureza de su corriente, Altamira proclamó un «venid a mí, trotskistas», que mucha gente creyó. El lamentable espectáculo que ofrece la Tendencia por estos días, aliada a lo peor de lo que criticaba, al solo efecto de poder presentarse a elecciones, su electoralismo feroz, al punto de poner a todos sus militantes a juntar firmas en medio de una catástrofe social, es decir, la reproducción de todo lo que caracteriza al trotskismo, demuestra dos cosas:

1. que Altamira no mentía cuando convocaba a los trotskistas; 2. que el trotskismo es esto.

 Dicho de otro modo, la única conclusión productiva para la vanguardia honesta y con ganas de militar, es que el problema es el trotskismo mismo y que romper con cuatro décadas de fracaso sistemático, es romper con el trotskismo.

Salvo que suceda algo que cambie el rumbo actual de la militancia de izquierda, la crisis va a seguir el mismo derrotero que sigue siempre en estos casos:

 1. una parte se proclamará el «trotskismo verdadero de verdad verdaderamente trotskista» y creará nuevos agrupamientos para reproducir la misma historia; 2. otra parte, probablemente la mayoritaria, se fundirá y se irá a su casa, no sin algún que otro invento «teórico» de por medio; 3. otra sacará la conclusión de que el problema son los «partidos», sin distinción de programa ni de historia, etapa que es normalmente un momento de pasaje para la opción 2; 4. otra conformará nuevos maleamientos de inútiles autonomistas seudo-anarquistas que se prometen reconstruir todo desde cero sin tomarse el tiempo y el trabajo de investigar la realidad, cuya agitación termina siempre en nada, no sin antes destruir cualquier intento serio de organización. Por lo general, estos agrupamientos, cuando presentan alguna idea seria, es porque la han robado a quienes se han tomado el trabajo de producirla. Esta historia ya la vimos y es consecuencia de suponer, de dar por sentado, que trotskismo e izquierda son sinónimos, que trotskismo y partido son sinónimos. Y no. Lo que vemos es la debacle de una experiencia histórica. No sacar las conclusiones de esta experiencia es condenarse a repetirla.

El trotskismo no es toda la izquierda. No solo porque hay comunistas, guevaristas, maoístas y varios más. Sino porque hay quienes, en lugar de comprar un programa llave en mano, lo han construido en un terco y tedioso proceso de investigación y estudio sistemático de la realidad. Hay un agrupamiento que sacó esta conclusión hace 20 años, que tomó la decisión de construir un programa para la Argentina y de construir un partido para ese programa. Se entiende que quienes se pasaron todos estos años en que RyR fue señalando este proceso de debacle, insultándonos, tomándonos a broma, ninguneándonos, no tengan ahora la capacidad para reconocer que teníamos razón. Se entiende que quienes no se tomaron en serio el tema, suponiendo que un concejal en Palpalá es un gran triunfo, no estén hoy en condiciones de iniciar ningún proceso de discusión serio con quienes acertaron en señalar las causas, las etapas y las consecuencias de esta crisis. Se entiende que quienes no quieren militar sino simplemente satisfacer su ego robando ideas ajenas, no vean en RyR un continente adecuado. Esa gente no es recuperable, en su mayoría.

Pero aquellos que realmente están interesados en la militancia honesta, tienen una oportunidad para sacar conclusiones de la experiencia y ampliar la mirada. El problema es el trotskismo. Pero el trotskismo no es toda la izquierda. Los que no se miran eternamente la cara en el espejo, como narcisos de las redes, los que no se disponen a un acto simplemente payasesco para justificar su fundición, los que no quieren repetir la eterna historia del autonomismo inútil y conservador, tienen mucho para mirar fuera del trotskismo. Tienen a otras variantes de la misma izquierda, por supuesto. Y tienen a RyR.

 

Un debate esclarecedor

 

Publicado 30/06/2021 Eduardo Sartelli RyR

Las propuestas de debate siempre deben ser bienvenidas, porque, dado que la izquierda privilegia las ideas, no hay mejor forma de construir un partido que debatir ideas. Lógicamente, la calidad de un debate se mide no solo por la calidad de los oponentes, sino por la de las ideas. A veces, aun malos disertantes pueden dar lugar a un buen debate si lo que discuten es profundo, importante y viene al caso, simplemente porque el intercambio creará resultados mejores. Sobre esta base, debemos juzgar la propuesta del NMAS(Nuevo MAS), aceptada calurosamente por el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas)

Manuela Castañeira propone

«Creemos que la discusión no puede partir de una unidad vaciada. Necesitamos un debate sobre el rol de la izquierda, qué propuestas tener para las y los trabajadores, las mujeres y personas LGBTT y la juventud, cómo renovar la izquierda y qué caminos para abrir una vía anticapitalista.»

No se entiende a qué se llama «unidad vaciada», porque el párrafo propuesto es el vacío mismo. ¿Dos, tres, cuatro partidos que se dicen trotskistas necesitan un debate sobre «el rol de la izquierda»? ¿Hay otro «rol» que la revolución? Parece que sí, porque se trata de preguntarse «qué caminos para abrir una vía anticapitalista».

Es decir, el debate no debería partir de un consenso elemental, a saber, el objetivo final, el socialismo, puesto que, no solo no se lo menciona, sino que se da a entender implícitamente que hay otras posibilidades, siempre y cuando sean «anti-capitalistas».

No se sabe que tiene en mente Castañeira con esta expresión, puesto que incluye a los señores feudales, ciertamente muy anti-capitalistas, a los esclavistas del sur de EE.UU., y a cualquiera que, simplemente, no quiera vivir en esta sociedad, como los jipis del Bolsón. Pareciera, entonces, que no se trata de una «salida» positiva, concreta, sino de cualquiera que nos saque de esta sociedad, aunque sea a una peor.

Evidentemente, si ese es el punto de partida, el debate va a ser largo. O no, porque en realidad, la enumeración que esboza Castañeira es el corazón del discurso electoral del FITU y del PTS en particular.

No se entiende, entonces, qué van a debatir. Entre otras cosas, porque no hay un sujeto al cual hablarle, que tenga una primacía ontológica dada por su posición en la producción social. Eso sucedía antes, supongo, cuando existía la clase obrera. Ahora que los partidos trotskistas han descubierto que esta ya no existe, tal vez haya que debatir con los «nuevos» sujetos, que son por lo menos cuatro y en aparente igualdad de jerarquía, sin nada que los una más que la contigüidad: los trabajadores (cualquiera que ejerza la actividad de trabajar, es decir, el ser humano mismo, todo el mundo, burgueses incluidos), las «mujeres» (que no sufren de ningún clivaje clasista, son ellas mismas un sujeto social homogéneo), los jóvenes (que, igual que las mujeres, se diferencian del resto solo por la edad, no por su lugar en la propiedad/no-propiedad de medios de producción) y la comunidad LGBTT (que, por supuesto, tiene la misma importancia como sujeto social que la clase obrera, o en realidad más, porque la clase obrera ya no existe, mientras que, por el contrario y por suerte, tenemos a las «diversidades» para liberarnos de los  «binarismos»)

Sorprendente propuesta de debate entre «trotskistas» en la que no figuran ni la clase obrera, ni la revolución ni el socialismo. Con este temario, estimo que los oradores centrales serán Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Evo Morales no, porque se ha «excluido» a los pueblos originarios, igual que a otras «identidades» (gordxs, marrones, etc.). Están a tiempo, no se olviden que esa gente también vota…

Párrafo aparte merece el objetivo del cruce dialéctico que se propone: «qué propuestas tener…» ¿»Propuestas»? ¿El trotskismo va a las elecciones a llevar «propuestas», «tips» para una sana vida «anti-capitalista», o para exponer ante las masas la naturaleza catastrófica de la situación presente y explicar con todo el detalle posible que su naturaleza no se encuentra en este o aquel gobierno, sino en el dominio social de una clase que hay que destronar, en la lógica íntima de funcionamiento de un conjunto de relaciones sociales que hay que destruir?

¿No son las elecciones un momento privilegiado, en tanto tribuna millonaria en espectadores que están pensando los problemas que los aquejan, para, precisamente, exponer la miseria capitalista, explicar la imposibilidad de toda reforma y señalar que la única solución real a todos los problemas es el cambio de esas relaciones sociales, el socialismo? ¿No se va a las elecciones a explicarle al proletariado que debe pensar en el poder, porque fuera del poder todo es ilusión? ¿O eso era antes, cuando existían las clases sociales? Supongo que era antes.

Ahora que no hay clases sociales, se trata de pensar «recetas» para este o aquel problema, y ofrecer un conjunto de gestores honestos para llevarlos a cabo. Creo que hasta Juan B. Justo se revuelve en su tumba.

La respuesta del PTS no se detiene en estas precisiones, no reprocha a Castañeira el carácter puramente reformista y posmoderno de su política, es decir, de su liberalismo. No. Se limita a retrucar «tenemos que ponernos a organizarlo ya mismo, si sirve para lograr el objetivo de la unidad en las próximas elecciones». Es decir, no importa qué discutir, cuál es el contenido del debate. No solo porque, como ya señalé, no hay nada que discutir porque lo que el NMAS supone novedoso es el mismo discurso que el propio NMAS robó al PTS, sino porque todo sirve de cara al «objetivo», la «unidad en las próximas elecciones». Por eso, el PTS propone extender la invitación a «todes», incluyendo a Zamora y Altamira (dicho sea de paso, va a resultar interesante ver a la Tendencia tratando de explicar su alianza política con el NMAS, ¿o es que Jorge ya se compró calzas fluorescentes y está dispuesto a ir a las urnas como «Jorja», a fin de ponerse a tono con sus compañeros/as/es/is de fórmula y evitar que lo dejen afuera por «hetero cis»?).

Está claro como el agua clara que todo esto es una payasada impulsada por la desesperación electoral: si el New More no aporta sus tres votitos, si Altamira rasca algo por aquí y allá, si Zamora vuelve a hacer la suya, el FITU corre el riesgo de no conseguir ninguna banca.

Un verdadero revolucionario en una coyuntura como esta se preguntaría ¿y eso, qué carajo importa? Pero no. Los trotskistas solo se preguntan cómo llegar a sentarse en el Congreso, a como sea. Incluso, a costa de la clase obrera, la revolución y el socialismo.

El verdadero contenido del debate debería ser otro, a saber, ¿cómo es que el trotskismo ha llegado a esto? ¿Cómo fue que los supuestos hijos del revolucionario que supo conmover imperios termina de esta manera, pidiendo la pelela al portero del Congreso? O tal vez, no, tal vez este sea un problema interesante solo para anticuarios y coleccionistas, porque el trotskismo está muerto como corriente revolucionaria, si es que, a excepción del Jefe del Ejército Rojo y de muchísimos honestísimos y valiosos militantes que se cobijaron bajo esa manta aparentemente roja, alguna vez fue, realmente, tal cosa. El problema es el trotskismo. El que quiera un debate serio sobre lo que hay que debatir, tiene mejores opciones que esa. Tiene a RyR, por ejemplo.


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