19.JUL.21 | PostaPorteña 2219

El Poder y la “Ampliación de Derechos”

Por Eduardo Sartelli

 

¿Qué es la «ampliación de derechos» sino la continuidad del «derecho burgués»? En este texto lo explicamos.

 

13 de julio de 2021 por Eduardo Sartelli en  https://lalineadesombra.com.ar

 

 

¿Cómo se construye el poder social?

 

Desde una perspectiva “politicista”, es siempre el resultado de la conjura de un puñado de personas, normalmente dueñas de medios de comunicación a los que se imaginan todopoderosos, que, desde las sombras digitan sus intereses en contra del resto de la sociedad. Y al que se porta mal, palo. Es la imagen del poder propia del kirchnerismo, el chavismo y otras conspiranoias.

 El poder es un “discurso” que se impone y genera “hegemonía simbólica”. Mucha de esta gente pretende apoyarse en el pobre Gramsci, convertido en una especie de Marshall McLuhan marxistoide. Por esa vía, mucha de esta gente, otra vez, cree que “somos lo que vemos” es una expresión tan perfectamente marxista como “ser es ser percibido”.

 Este cóctel es, en realidad, la quinta esencia de lo contrario de lo que el marxismo concibe acerca del poder social. Este cóctel, para peor, suele amenizar veladas donde el plato principal termina siendo Michel Foucault y su universo absurdo donde todo es poder, no existe centro de la dominación y hasta la víctima resulta ser poderosa. Lo que lleva al posmodernismo de la “mala víctima” y a festejar que Thelma y Louise se tiren por un barranco.

En este festín subjetivo, terminan elevándose a categoría de revolución, seudo-rebeliones individuales, que van desde una gran matanza de gatos hasta la body politics, pasando por la apología de la “sabiduría” ancestral de aborígenes y campesinos sojuzgados que, si la tuvieran, no lo serían.

El poder, en esta perspectiva, resulta inexplicable, sobre todo porque no hay forma de entender por qué la inmensa mayoría de sojuzgados permanece tal y no se rebela. Al punto que termina uno creyendo que se lo merecen por estúpidos o por masoquistas presos del Síndrome de Estocolmo.

El poder, por el contrario, se asienta en la función social. El poder reproduce materialmente la sociedad y lo hace satisfactoriamente. El poder es, en consecuencia, una fuerza progresiva del desarrollo humano en tanto garantiza la supervivencia y la expansión de la vida. Esta es la razón por la cual es tan difícil “destruir” el poder.

No solo porque para hacerlo hace falta construir poder, sino porque nos revela que el “poder” no es más que un conjunto de relaciones sociales que tienen la capacidad de reproducir la vida. El “poder” son esas relaciones que unen no solo a los dominadores entre sí, sino (y sobre todo), a los dominadores con los dominados. Esas relaciones hacen que estos últimos quieran, deseen y necesiten la dominación. Solo cuando esas relaciones se quiebran y exigen otras, se hace posible la destrucción del “poder”… para la construcción de otro. La discusión no es “EL PODER” sino cuál, de quién, para qué. No hay sociedad sin poder, porque el poder es la expresión misma del hecho social.

El “poder”, entonces, no existe en el vacío. Por el contrario, surge de y expresa esas relaciones sociales. Luego, no existe EL poder, sino el poder concreto que se construye en tales y cuales relaciones: el poder capitalista, el poder feudal, etc. Sin la especificación, la noción de “poder” adquiere un carácter metafísico.

 Cuando especificamos contra qué poder luchamos, recién allí comprendemos de qué estamos hablando. Y suele suceder, entonces, que lo que parece “lucha contra el poder” se revela su contrario, es decir, la defensa del “poder” existente. Precisamente, la desmaterialización del poder de la que hablamos más arriba, es funcional a la inversión ideológica, según la cual lo que es, en realidad, defensa del orden existente (es decir, del “poder existente”) se nos presenta como su contrario.

Eso es la “ampliación de derechos”: no una lucha contra el poder (capitalista) sino una defensa del poder (capitalista). Modificaciones menores para que la estructura siga en pie. Dejar salir un poco de vapor, para que la caldera no estalle.

Así, lo que parece una estrategia de visibilización del poder, es, en realidad, la mejor forma de ocultarlo.

El “ser es ser percibido” tan caro al queerismo, a la política de la identidad y a la “defensa de las minorías y los excluidos”, se muestra como la mejor forma de ocultar la explotación de clase, de alejarla de toda posibilidad de percepción.

Esta es la razón por la cual el posmochavismo K nunca ha luchado contra el “poder” y no puede hacerlo: porque ya es poder, el poder de las relaciones existentes. Su “lucha” es apenas una agitación espasmódica que tiene la función de conseguir un mejor lugar en el mundo existente para algunos miembros menores de la cofradía del “poder”.

Por eso necesita construir vastas constelaciones discursivas para tapar con palabras los espacios vacíos que dejan sus acciones reales. Luchar contra el poder capitalista es luchar por otras relaciones sociales, es decir, por construir otro poder. Por eso resulta tan importante hablar de socialismo, aunque sea de vez en cuando…


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