19.JUL.21 | PostaPorteña 2219

CUBA: El pueblo del 11-J

Por Mario Valdés Navia

 

La violencia política desatada en las calles y plazas cubanas en estos días —usual en otras realidades, muy rara en la Isla— no se resolverá con la represión gubernamental y el miedo a la Covid-19.

 

por Mario Valdés Navia – La Joven Cuba 17 julio 2021

 

En la historia posterior a 1959 es difícil encontrar momentos similares a este del 11-J. Para acercarse a algunos habría que remontarse a la lucha de clases de inicios de los sesenta, los sucesos de la embajada del Perú/éxodo del Mariel (1980), y el   Maleconazo/crisis de los balseros (1994). Este constituye su antecedente más cercano, pero sus diferencias con lo acaecido el 11-J son sustanciales y las soluciones de entonces no valen ahora.

−I−

Cuando ocurre el Maleconazo de 1994, hacía cinco años había comenzado el Período Especial en tiempo de paz. La pobreza, desnutrición y mortandad asolaban a la mayor parte de la población cubana. El USD, que estuvo a siete pesos en el mercado negro en 1990, llegó a rebasar los ciento cincuenta. Cantidad enorme de dinero en la calle y muy poco que comprar, dispararon una inflación de cuatro dígitos.

No obstante, aquel verano caliente del 94, las manifestaciones de carácter masivo y los encuentros violentos quedaron circunscriptos a una parte de Centro Habana y Habana Vieja y surgieron después de que fuera in crescendo durante semanas la emigración ilegal mediante el robo de embarcaciones. Aunque provocada por la desesperada situación existente, el Maleconazo era aupado desde el exterior por la Ley de Ajuste y la existencia de flotillas aeronavales de rescatistas que esperaban a los balseros en el estrecho de La Florida.

La reacción del gobierno fue reprimir con grupos de respuesta rápida y policías de civil. La presencia de Fidel en el centro de los acontecimientos terminó de aplacar los ánimos con relativa prontitud. Días después, se firmó un nuevo acuerdo con Estados Unidos que amplió la emigración legal y se aplicó un paquete de medidas liberalizadoras que incluían la creación del Mercado Libre Agropecuario, la ampliación de las ventas en USD y el impulso a la joven industria biofarmacéutica.

−II−

Lo ocurrido el 11-J une nuevamente el grito de los obstinados de las poblaciones y barriadas más empobrecidas de las ciudades y poblados con el conflicto Cuba-EEUU y su expresión mayor: el recrudecimiento del bloqueo en medio de la crisis pandémica. Pero ya no está Fidel para persuadir a las masas y convertir el revés en victoria con su ascendencia política. Tampoco hay política de “pies secos, pies mojados”; por el contrario, es interés del gobierno de los Estados Unidos disminuir la emigración ilegal, y los capturados en el intento son retornados a Cuba.

Los que clamaron ese día por la intervención humanitaria, a sabiendas de que eso significaría la destrucción del país, no pueden hacerse ilusiones. El propio Bob Menéndez dejó establecido que Estados Unidos no pretende intervenir ni permitir un éxodo masivo desde Cuba. Las soluciones tendrán que ser encontradas y aplicadas entre cubanos.

En este inédito escenario, dos preguntas se hacen los que conocen poco, o mal, al pueblo y gobierno de Cuba:

– ¿por qué una población sale de pronto a las calles a expresarse políticamente, de manera clara y terminante, en rechazo a una política gubernamental que parecían acatar?

– ¿por qué las fuerzas del orden la emprendieron con violencia y saña contra manifestantes pacíficos, mientras brillaban por su ausencia cuando grupos violentos saqueaban tiendas y volcaban carros patrulleros?

Esta semana tuve la desdicha de escuchar a una periodista extranjera referirse despectivamente a los protestantes en Cuba como: «marginales, delincuentes y alcoholizados». Entre ellos pudo haber algunas personas así, pero predominaron estudiantes y profesores de nivel medio y superior, profesionales e intelectuales, obreros y campesinos, empleados y desempleados, jóvenes y viejos. ¡Más respeto, por favor, para el pueblo del país que la acoge!

Hace tres días fue 14 de julio, fecha de la toma de La Bastilla, no puedo menos que recordar a los pares de esos hombres y mujeres del 11-J: los sants culottes de los barrios pobres parisinos de 1789 y sus heroicas compañeras, que dieron la clarinada histórica para poner fin al viejo régimen aristocrático y servil. Parece que otra vez le ha tocado a los sectores del pueblo que sobreviven en la inopia y a los jóvenes rebeldes salir a la calle a gritar por todos los que aún no se atreven a usar su voz.

Es que ese pueblo cubano empobrecido, mal vestido, de habla vulgar, ocupante de casas pequeñas y humildes barbacoas, que tanto gustan de fotografiar los turistas extranjeros, hace mucho que anhela expresar sus convicciones políticas libremente. Si no lo hacía con vehemencia antes era por el respeto y magnetismo que irradiaba Fidel y por el vasto y eficaz sistema de control de las expresiones políticas que estableció. Dicho sistema, aunque aún funciona, ya no puede conservar el monopolio de la información y la comunicación ante la extensión de internet y las redes sociales.

Si el pueblo no lo hizo de esta manera durante la conducción de Raúl fue porque este abrió un proceso de eliminación de prohibiciones anacrónicas, promovió debates colectivos y proyectó reformas que dejaban un atisbo de luz al final del túnel y revivían las esperanzas de que sobrevinieran cambios.

Sin embargo, la posposición de las transformaciones de un año para otro, la presencia activa de la población en las redes sociales y el fiasco de constatar que la Constitución 2019, el VIII Congreso y la dirección del nuevo secretario/presidente serían solo continuidad de lo anterior; hicieron al país llegar a la crisis actual del sars-cov-2 con un extraordinario potencial conflictivo. Las consecuencias predecibles de la aplicación de la redolarización plástica y de la Tarea Ordenamiento hicieron el resto.

En la jornada del 11−J confluyeron tanto la ira popular como el temor del gobierno a perder el poder. Los obstinados salieron a gritar sus consignas improvisadas sobre la marcha, y desfilaron sin orden ni concierto, mientras filmaban lo que hacían con sus móviles para mostrar al mundo que habían perdido el miedo a hacerse escuchar.

Cuando lo ocurrido en San Antonio de los Baños se hizo viral en las redes sociales, las manifestaciones se extendieron espontáneamente. Las piedras llovieron sobre las odiadas tiendas en MLC, muchos aprovecharon para saquear y destruir —como ocurre en medio de acontecimientos como estos— y las autoridades comprendieron que era hora de cortar la internet e iniciar la represión porque: «La calle es de los  revolucionarios».

Los efectos de esa confrontación fratricida fueron vistos en todo el mundo y estremecen hoy a los que apenas estamos recuperando el servicio de internet. Restañar las heridas de estos días y sobrepasar este momento difícil exigirá valor, mesura y tacto político al gobierno y a sus oponentes. La hora actual de Cuba es más para el diálogo y la persuasión que para las redadas y los encarcelamientos.

Los extremismos han de ceder el puesto a las posiciones consensuadas, pues no creo que haya regreso posible al diez de julio. El pueblo tuvo su 11-J y la gran mayoría de los que gritaron: «¡Libertad!» y «¡Patria y Vida!» no estaban pagados por el imperio ni ignoraban la trascendencia de lo que estaban viviendo. El gobierno debería hacer control de daños y poner en práctica cuanta medida conduzca a un diálogo nacional.

El Gobierno/Partido/Estado tiene que entender que el pueblo exige cambios en la economía, la sociedad y la política. Para que continúe el socialismo y la independencia, habrá que romper definitivamente con el inmovilismo y la soberbia burocrática.

Mientras termino el post se anuncian nuevas medidas flexibilizadoras por parte del gobierno a la entrada de medicinas y alimentos y la estimulación empresarial. Buena señal. El poder del pueblo del 11-J, ese sí es poder.

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Comentarios sobre nota de Fernando López D'Alesandro

 

 

http://infoposta.com.ar/notas/11882/la-crisis-del-sistema-cubano/

 

 ¿El CHE está en el entierro del olvido para siempre?

 

Es cierto que la Constitución cubana aprobada en 2019 tiene enclaves capitalistas ¿No han reparado que esta es la primera forma de fagocitosis  y obstáculo para la consolidación del socialismo? 

Y otra pregunta: ¿Ante el magnífico diseño  constitucional de participación popular en el seno de la Asamblea Nacional del Poder Popular, se justifica el Partido Comunista? La Asamblea es de participación democrática directa ¿Por qué los ciudadanos militares de hoy no se integran como ciudadanos a esta Asamblea?

Al pueblo se le pide que sean revolucionarios, pero a los militares se le asignan tareas en la hotelería turística como bien de capital  ¿Que laya de revolucionarios son estos militares actuales? ¿Qué habría pensado el CHE de esta justificación? ¿O ya el CHE está en el entierro del olvido para siempre?

José de la Fuente Arancibia

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Cuba: el fin del encantamiento social de la "Revolución"

 

El encantamiento social represivo que mantenía pacificado al museo de gran parte de la izquierda internacional se ha desvanecido. Debajo de la “Revolución Cubana”, y a contrapelo de su benigna imagen, ha brotado públicamente, en toda su crudeza y grandilocuencia represiva, el “Estado cubano”.

El mismo Estado cubano creador — para enfrentar al imperialismo yanqui — de una policía política omnipresente que combate a la sociedad mantenida bajo su control.

El mismo Estado cubano destructor — en nombre del socialismo — de todas las organizaciones populares y obreras que, con sus historias de lucha, hicieran realidad cotidiana las declaradas conquistas socialistas.

Ese mismo Estado cubano que ha convertido la solidaridad en una marca de identidad internacional, sobre la base de mantenernos hundidos en la desconfianza y el miedo entre vecinos.

El mismo Estado cubano que — en medio del recrudecido bloqueo yanqui — construye más hoteles para turistas extranjeros que infraestructuras para producir comida, frutas y leche. El mismo Estado cubano que ha producido las únicas vacunas en Latinoamérica contra la covid-19, pero mantiene a su personal de salud en una condición de asalariados de la policía política.

Ese Estado cubano en estos días de julio de 2021 ha mostrado lo que es: una oligarquía común y corriente, celosa de mantener a toda costa su poder absoluto; una cleptocracia vulgar con ínfulas humanistas e ilustradas; una pirámide de poder tan sólida y desproporcionada como las pirámides de las teocracias egipcias, pero rodeada de arenas de playas paradisíacas.

Sostener ahora argumentos geopolíticos sobre el lugar de Cuba en la estrategia imperial global, argumentar que las protestas antigubernamentales en Cuba son inevitablemente pagadas por la derecha cubana de Miami, esgrimir que los protestantes son simples delincuentes en busca de saqueos, que el verdadero pueblo revolucionario está con su gobierno — esos son todos argumentos que describen una parte significativa de la realidad, pero no la agotan en un punto. El pueblo de Cuba tiene tanto derecho y tanto deber a la protesta como el de Colombia y el de Chile.¿Cuál es la diferencia? —

¿que son oligarquías con orígenes distintos?, ¿con prácticas más o menos brutales?, ¿con maquillajes ideológicos más o menos diferenciables?, ¿con posturas más o menos serviles con el gobierno de EE.UU.?, ¿con ideales más o menos sublimes para justificar sus privilegios?

Todas esas inmensas diferencias entre las oligarquías colombianas, chilenas y cubanas se reducen a cero cuando en una bella mañana de domingo descubres que, además de las oligarquías mafiosas en Colombia y en Chile, la oligarquía cubana también — frente a un pueblo sin armas — está armada hasta los dientes, un poco más o un poco menos, para triturarte a ti y tus hermanos, a tu cuerpo y a tu mente, si solo se te ocurre cuestionar de palabra la normalidad que ellos gestionan.


Todo lo que el Estado cubano ha hecho por producir unas vacunas nacionales contra la covid-19, todas las subvenciones laborales, todo las mejoras salariales que ofreció a muchos sectores en medio de la pandemia, de golpe se evaporan, no solo por la espiral inflacionaria y el desabastecimiento alimentario endémico en Cuba, sino también porque se hizo visible que todo ello formaba parte del entramado macabro de la “tolerancia represiva”, algo que ahora puede descubrir cualquier persona decente en Cuba, sin tener que leer ningún brillante libro sobre contracultura.

A quienes vengan ahora a edulcorar esa tolerancia represiva en este país y levantar sobre ella el espejismo de la concordia militarizada, podemos definirles serenamente como el nuevo rostro de lo que no debe tener cabida en nuestro futuro.

Quienes en nombre de una futura democracia o del buen funcionamiento de la economía, vengan a desacreditar las afinidades y las fraternidades y las energías que brotaron en las protestas, o reduzcan a “simple vandalismo de la crápula social” lo ocurrido en estas jornadas, hablan en nombre y con el lenguaje de las decrépitas oligarquías que otra vez levantan sin vergüenza la voz en nuestro país.

Las “masas” otra vez se han convertido en “pueblo”, con todas sus luces y sombras, al dejar de obedecer las pesadas cadenas de mando, y volver a confiar en los afectos, las afinidades y las mínimas capacidades de hacer y pensar juntos, que han resurgido en la desobediencia y en la solidaridad entre iguales, en medio de la espiral de la violencia, la pandemia y el desabastecimiento.

Esa es la nueva realidad que ha nacido en Cuba en estas jornadas de julio de 2021, y de esa nueva realidad, como anarquistas en Cuba, queremos sentirnos parte.

Taller Libertario Alfredo López (TLAL) de Cuba  -publicado en Tierra Nueva -


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