25.JUL.21 | PostaPorteña 2221

Élites y Crimen Organizado en Nicaragua (2a) : El caso de Henry Fariñas

Por InSight Crime

 

El asesinato de un prominente cantante de música folclórica en territorio guatemalteco puso al propietario de una discoteca nicaragüense en el centro de la atención pública y permitió conocer una red de tráfico de drogas ilícitas que se extendía desde Colombia hasta México. Esta red era facilitada por la policía de Nicaragua, un juez y un prominente abogado vinculado a la familia más poderosa del país.

15 JUL 2021 InSight Crime y Expediente Abierto

 

Segunda parte

 

Las preocupaciones de EE. UU. sobre Palacios

Desde antes del crimen de Cabral, Washington ya había mostrado preocupaciones sobre el subdirector de la policía. Un cable diplomático de Estados Unidos en el año 2007, difundido por WikiLeaks, menciona una fuente sandinista que describe a Palacios como "un corrupto déspota del FSLN"Otro cable de diplomáticos estadounidenses en Nicaragua se refiere a Palacios como "un hombre leal a Ortega que tiene supuestos vínculos, aún sin comprobar, con el crimen organizado y la corrupción en Nicaragua".

Durante el juicio surgieron nuevas evidencias de los vínculos de Fariñas con la policía, cuando Guillermo Terán, distribuidor de motos Harley Davidson en Nicaragua, quien fue declarado culpable de formar parte de la red de Fariñas, testificó que Fariñas había llegado a su distribuidora en un centro comercial de Managua, en enero de 2012, escoltado por un grupo de policías.

El gerente del club nocturno Élite en Managua, y mano derecha de Fariñas, Hugo Jaén Figueroa, también testificó en el juicio, diciendo que los empleados del club eran amigos de los policías, especialmente de los del Distrito 5, y que los solían invitar a bebidas cuando iban al bar.

En el mes de junio, la familia Fariñas publicó fotos de las hermanas de Henry Fariñas (Karla y Alicia) socializando con Luis Barrantes, director de la policía estatal y ex subdirector de la policía de Managua. La familia sostenía que tenía evidencias adicionales, como fotos y videos de jefes de la policía con el costarricense Jiménez, y que la policía estaba tratando de apoderarse de estas evidencias para evitar que se volvieran públicas.

En efecto, fuentes de la Fiscalía General de Nicaragua, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que al interior de la policía había una división interna enfocada en cómo responder a las acusaciones de la familia Fariñas. Una estrategia, según una fuente de la judicatura, consistía en intentar llegar a un acuerdo: a cambio de otorgarles clemencia a otros miembros de la familia, esta no revelaría más fotos públicamente. (Sin embargo, después de que Karla Fariñas fue enjuiciada, y condenada por "falsedad ideológica", por su papel en ayudar a proporcionarle a Jiménez una identificación nicaragüense falsa, no está claro si dicho trato se llevó a cabo).

Otra estrategia, según Henry Fariñas y su familia, consistía en amenazar directamente a Fariñas. Este dijo que dicho plan fue maquinado por una estructura paralela al interior de la policía, que, según él dijo, estaba relacionada con el traficante costarricense Jiménez. Dijo además que, cuando estaba bajo custodia, lo habían torturado, e incluso dio el nombre de un comandante de la policía que lo había amenazado con una "muerte lenta".

“Los intereses son obvios”, declaró al autor en una entrevista publicada en Confidencial. “Hay un trasfondo en todo esto, me han presionado, presionan a mi familia, imagínese usted quién es el beneficiado de que yo no haya declarado en Guatemala”.

El motivo de la disputa entre Jiménez y Fariñas que condujo al asesinato de Cabral pudo también haber estado relacionado con las conexiones de Fariñas con la policía. Una fuente de alto nivel de la policía nicaragüense que habló bajo condición de anonimato dijo que Palacios había participado en un plan con Fariñas para robar cargamentos de droga de otros narcotraficantes. Según la fuente, Fariñas arreglaba la compra de las drogas, y luego le decía a la policía dónde estaban los cargamentos. La policía confiscaba las drogas para luego venderlas y repartir las ganancias con Fariñas.

No hay documentos oficiales ni testimonios que permitan sustentar esta teoría. Sin embargo, los robos de droga, o "tumbes", como se conocen en la región, son comunes en Nicaragua y constituyen una constante fuente de fricción entre los grupos criminales. La policía y otras autoridades llevan a cabo tumbes por cuenta propia o en colaboración con grupos criminales de toda Centroamérica. En el caso de Fariñas, numerosos investigadores han vinculado las fricciones entre él y Jiménez al robo de un cargamento de droga, y este alto exoficial de la policía dijo que Palacios era un socio activo en dicho plan.

Pocos días después de las afirmaciones de Fariñas acerca de una estructura paralela al interior de la policía, las autoridades arrestaron a un juez suplente del Consejo Supremo Electoral (CSE), llamado Julio César Osuna. Su nombre había aparecido en la prensa más de tres semanas antes, como el socio de un líder de Los Charros, pero la policía no lo detuvo hasta después de que las acusaciones de Fariñas se hicieron públicas. Este arresto, como se muestra a continuación, fue otro aspecto crucial de esta historia y volvió la atención pública hacia Osuna, donde permaneció hasta que el caso desapareció totalmente del discurso público.

Fariñas y un magistrado del CSE

El Consejo Supremo Electoral (CSE) es una rama del gobierno que administra los procesos electorales y expide los documentos de identificación. Ha sido blanco de fuertes críticas en los últimos años por el control que ejerce el presidente Ortega.

Dicha relación fue particularmente evidente durante las elecciones locales de 2008, cuando el CSE desempeñó un papel central para asegurar el poder de Ortega. En vísperas de las elecciones, el CSE retiró el estatus jurídico de dos partidos de la oposición y retiró al líder de otro —el que había ocupado el segundo lugar en las anteriores elecciones presidenciales—. También tomó la deplorable decisión de negar la acreditación a grupos nacionales e internacionales de observación electoral. Además de todo, el CSE retrasó las elecciones en la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) debido a daños causados por un huracán, lo cual, según los críticos, hizo parte de la estratagema sandinista para evitar perder el control de la región, donde el apoyo al gobierno había disminuido debido a deficiencias en las ayudas después del huracán.

Osuna era poco conocido en Nicaragua antes de su arresto. Su hermana María Haydee Osuna es una importante figura de la política, que por mucho tiempo fue aliada del expresidente Arnoldo Alemán, quien ascendió en el Partido Liberal Constitucionalista y se convirtió en su presidente poco antes de la detención de Osuna.

En el año 2001, María Haydee le consiguió a su hermano Julio César un trabajo en la división del CSE encargada de expedir los documentos de identidad y, gracias a las influencias de ella, fue elegido juez suplente en el año 2005. A pesar de estos vínculos familiares, el nombre de Osuna solo llegó a estar en la arena pública cuando él fue vinculado a un escándalo, acusado de amenazar a un contratista del CSE y dispararle. (Más adelante, dicho contratista sería un elemento clave en una investigación de El Nuevo Diario, que presentó pruebas de que el presidente del CSE, Roberto Rivas, había sido parte de un plan para malversar dineros del gobierno).

Según las autoridades, las actividades criminales de Osuna mientras estuvo en el CSE consistieron en emitir documentos de identificación falsos y lavar dinero. Osuna dirigió una red que proporcionaba documentos de identidad nicaragüense falsos a extranjeros, con la ayuda de su hermano, José, su secretaria, Carolina González, y su abogado, Jorge Acevedo. Según el expediente, este grupo buscaba en los periódicos los nombres de personas cuya identidad podría ser robada, buscando específicamente los informes de la muerte de alcohólicos o de personas con problemas mentales. Además de proporcionarle un documento de identificación a Jiménez, Osuna probablemente les expidió identificaciones a otros grupos criminales, como las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) (como ocurrió con las evidencias que apuntaban a la policía, los fiscales ubicaron las conexiones entre Fariñas y los insurgentes colombianos de las FARC, pero luego las abandonaron, por razones que no son claras).

Las FARC y el FSLN han tenido una larga relación, que se manifiesta, en parte, en los casos de expedición de identificaciones falsas para los guerrilleros. En 2008, una investigación de La Prensa presentó evidencias de que un miembro de las FARC, el ciudadano colombiano Alberto Bermúdez, alias "El Cojo", había adquirido en el año 2007 un documento de identidad nicaragüense con un nombre falso, mediante un amigo en la oficina de relaciones públicas del CSE. Dicha transacción fue discutida en las comunicaciones entre líderes de las FARC que se encontraron en las computadoras del comandante guerrillero Luis Edgar Devia Silva, alias "Raúl Reyes". El presidente del CSE, Roberto Rivas, prometió adelantar investigaciones, pero nadie fue acusado en este caso.

Aun así, durante mucho tiempo el gobierno de Estados Unidos ha considerado al FSLN más como un oportunista que como un ideólogo cuando se trata de las relaciones con actores ilícitos. En la década de los ochenta, el régimen Sandinista le dio refugio a Pablo Escobar luego del asesinato de un alto funcionario colombiano, y permitió el transporte de cocaína por su territorio a cambio de pagos en efectivo para el gobierno. Dicho acuerdo llegó incluso a los altos funcionarios del régimen: mediante una cámara oculta, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) obtuvo videos de Escobar con funcionarios del Ministerio del Interior cargando drogas en un avión (por lo que para los sandinistas fue difícil refutar estas afirmaciones).

Cuando WikiLeaks divulgó cables diplomáticos de Estados Unidos que contenían estas alegaciones, los sandinistas los rechazaron. El fallecido exministro del Interior, Tomás Borge, quien fue mencionado en uno de los cables por haber coordinado el envío de cargamentos de droga de Escobar, dijo que dichas afirmaciones buscaban desacreditar al partido. "Esas son informaciones que pasan embajadores que contratan personal para que pasen ese tipo de información", dijo. "Es información dirigida a hacerle daño al Frente Sandinista".

También hay información —según se afirma en otro cable de la Embajada de Estados Unidos en 2006—, en que se ha señalado al FSLN de haber utilizado ganancias de drogas incautadas para comprar jueces. Las sumas de dinero eran sustanciales: el cable menciona un caso de una incautación de US$609.000. También señala que los sandinistas aceptaron contribuciones para sus campañas de parte de narcotraficantes internacionales, a cambio de veredictos de "no culpabilidad" en los casos que involucraban a los emisarios de los traficantes. Estos casos también tocaron a los altos funcionarios del régimen: según el cable, el mediador de estos negocios era Lenin Cerna, exdirector de seguridad estatal del régimen de Ortega, a quien le fue leal por mucho tiempo. Tras la publicación de los cables, varios funcionarios y exfuncionarios del partido sandinista dijeron que los cables no tenían fundamento y que hacían parte de un intento por desacreditar el régimen.

Específicamente, con respecto a las conexiones del caso Fariñas con el CSE, es difícil establecer el alto nivel de participación del FSLN. Las autoridades nicaragüenses dicen que Osuna le consiguió un documento de identidad al traficante costarricense Jiménez, exsocio de Fariñas, quien dio la orden de asesinarlo. Pero cómo se dio el proceso de verificación del documento de identidad sigue siendo un misterio. Uno de los testigos que supuestamente confirmó la identidad de Jiménez ante la corte en el año 2008 era un pescador analfabeto que vivía en un rancho en medio del lago de Managua, el cual le dijo a los reporteros que él nunca había comparecido ante ningún tribunal. Otro testigo, Leonel Treminio Jarquin, quien aparece como el padre de Jiménez, había de hecho muerto 50 días antes de su supuesta comparecencia ante la corte, una táctica que concuerda con el ya mencionado modus operandi de Osuna y sus socios.

Sin embargo, el caso involucró a otras personas además de Osuna. Guillermo García, un juez de orientación liberal conocido de la familia Osuna, dio el visto bueno para el documento de identificación de Jiménez. Karla, la hermana de Fariñas, también aparece como testigo en el proceso del documento de identificación de Jiménez en la corte de García, pero dijo que hizo su declaración en la oficina de Osuna. García fue finalmente destituido de su cargo después de que las autoridades revelaron que había expedido un certificado de nacimiento con el nombre falso de Jiménez. Al igual que Palacios, el comandante de la policía, García no fue procesado ni tampoco testificó en el juicio.

El documento de identificación que Osuna y García le expidieron a Jiménez fue muy útil para el traficante. Los registros de aduanas muestran que utilizó su identidad falsa, "José Fernando Treminio Díaz", para entrar y salir del país 42 veces entre 2009 y 2012. En 16 de esas ocasiones llegó por el aeropuerto internacional de Managua.

Las actividades de lavado de dinero de Osuna son también reseñadas en el expediente Las autoridades dicen que Osuna viajaba a Costa Rica dos veces al mes y que le entregó al menos US$700.000 en efectivo a un panameño que hacía parte de la organización de Fariñas. Durante la investigación, un funcionario de fronteras en la oficina de migración de Peñas Blancas identificó a Osuna y dijo que el magistrado viajaba con un hombre conocido como "Don José" —identificado más tarde por la policía como el narcotraficante José Reyes Gamboa, alias "Chaperón"—. Osuna y su chofer Francisco Somarriba organizaban el viaje. Los dos se reunían a menudo en Guanacaste —la misma plaza comercial en la que se encontraba el almacén de motos de Guillermo Terán— antes de partir hacia el sur para hacer la entrega. Somarriba también fue declarado culpable.

Osuna tuvo estrechos vínculos con otros narcotraficantes además de Fariñas y Jiménez. El magistrado suplente era amigo cercano de Chaperón y socio de la esposa de este, Angélica Leticia Sánchez, en una empresa llamada Yihad S.A., a través de la cual el grupo de Fariñas lavaba dinero. Las autoridades descubrieron que Osuna y Sánchez tenían una cuenta de ahorros en compañía, en la que tenían unos US$27.000. Osuna también era socio de dos miembros de Los Charros, David Patrón Arce y Manuel de Jesús Herrera, en una empresa llamada América Central, América del Norte Importaciones y Exportaciones S.A.

A pesar de estas posibles alianzas con otros operadores de las élites, los fiscales y la policía presentaron a Osuna como un lobo solitario y no investigaron otras pistas en torno al CSE. El día después del arresto de Osuna, el presidente del CSE, Roberto Rivas, y otros altos funcionarios de la institución tomaron distancia del magistrado, diciendo en una conferencia de prensa: "Nosotros no tenemos por qué estar metidos en un problema que no es nuestro. Si la policía tomó por sorpresa a un magistrado suplente, es un problema del magistrado suplente, no es un problema nuestro".

Por su parte, Aminta Granera, la directora de la Policía Nacional de Nicaragua, afirmó días después que la red criminal de Osuna fue un caso aislado y que "el crimen organizado va a seguir luchando por penetrar una base social y las instituciones, pero yo no diría que ha penetrado las instituciones de Nicaragua. Creo que los que se han dado son casos aislados".

Pero las evidencias permiten suponer que Osuna necesitó tener algunos cómplices por fuera de su oficina en el CSE con el fin de poder operar tales sofisticados esquemas por tanto tiempo. Él y su conductor hicieron varios viajes a Costa Rica en un vehículo oficial del CSE, y dichos viajes fueron autorizados. En al menos un caso, los investigadores encontraron un documento en el que el mismo Rivas, ahora ya fuera de la institución, autorizó que el vehículo del CSE saliera del país (entre los papeles de Osuna, los investigadores encontraron el documento, fechado el 16 de septiembre de 2009, en el que Roberto Rivas autorizó que el vehículo Toyota Prado saliera de Nicaragua).

Rivas tenía conexiones con los más altos niveles del régimen sandinista, y está entre los que permanecieron en sus cargos después de que terminó su mandato, gracias a un decreto presidencial del año 2010. Además, ha enfrentado acusaciones de corrupción. La prensa lo ha analizado durante años, en parte por lo que los medios de comunicación caracterizan como su riqueza inexplicable. El presidente del CSE era además un protegido del cardenal Miguel Obando, un aliado clave de Ortega hasta su fallecimiento. Estas conexiones permiten explicar cómo Rivas ha evadido las investigaciones.

Hay más razones para sospechar de teorías de conspiración por el hecho de que Osuna fue detenido antes de ser despojado de su inmunidad. En circunstancias normales, el Congreso habría celebrado una audiencia pública para considerar quitarle su inmunidad. Dicha audiencia hubiera abierto la posibilidad de que Osuna diera su versión de los hechos.

Otros críticos de la investigación sobre el CSE van más allá. "Pareciera muy probable que estén más personas involucradas dentro del CSE", dijo en su momento Rosa Marina Zelaya, expresidenta del CSE.

Fariñas y el 'operador' del régimen de Ortega

El círculo de negocios de Fariñas incluía personajes de las élites económicas. Estas élites están conectadas a los más altos niveles políticos y, en un caso, estuvieron involucradas en acuerdos entre entidades privadas. Además, dicha red está sorprendentemente cercana al presidente Ortega, y ello se suma a la intriga que rodea el caso.

Fariñas construyó su red económica alrededor de sus negocios lícitos, especialmente en torno al club nocturno Élite y sus actividades de promoción de conciertos. Según la fiscalía nicaragüense, dicho club estuvo íntimamente implicado en las actividades de la red ilegal de Fariñas. Por ejemplo, el estadounidense Gerald James Shackelford, propietario de Élite y radicado en Panamá, fue nombrado en la misma acusación que Fariñas y acusado de crimen organizado, lavado de dinero y tráfico de drogas. El juez del caso le ordenó a la policía que intentara arrestar a Shackelford a través de Interpol. Sin embargo, el diario panameño La Estrella informó en abril de 2012 que no había ningún proceso legal ni ninguna orden de captura contra él en ese país, y las autoridades nicaragüenses retiraron los cargos dos años más tarde, en mayo de 2014, por razones que se desconocen.

En Nicaragua, en los círculos de Fariñas participaba Walter Zavala, el difunto presidente del Riding Club, de Nicaragua. Después del ataque en la ciudad de Guatemala en el que murió Cabral y Fariñas quedó herido, Zavala defendió a Fariñasdijo que no estaba involucrado en ningún crimen. La policía detuvo más tarde al hermano de Fariñas, Pedro, el presunto segundo al mando de la red, en la casa de Zavala.

La conexión más prominente de Fariñas con las élites de ese país fue con José María Enríquez Moncada. Descrito a menudo en la prensa como un "operador" de Ortega, Enríquez Moncada trabajó alguna vez para una compañía de electrodomésticos llamada Comercializadora Panamericana S.A. (Copasa) y fue el director de un equipo de béisbol de Managua, Los Indios del Boer. En 2009, una empresa de telecomunicaciones rusa, Yota —de la cual Enríquez Moncada era un socio local—, ganó un contrato del gobierno para ofrecer servicios de banda ancha en Nicaragua. Hubo sospechas de que el proceso de licitación fue manipulado, dado que se sabía que el otro socio nicaragüense de Yota, José Mojica Mejía, era empleado de los Ortega y socio cercano de la familia.

El negocio de Yota fue uno de los tantos que tuvieron Enrique Moncada y Mojica. Ambos estuvieron vinculados al imperio de negocios de Ortega mediante un acuerdo que involucró a la mayor gasolinera del país, la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo (DNP). El grupo económico venezolano financiado por el régimen de Ortega, Albanisa, le compró DNP al consorcio suizo Glencore en el año 2009, y el gobierno dijo que estaría dirigida por la gasolinera estatal Petronic. Sin embargo, una investigación de La Prensa en el año 2012 reveló que Albanisa había transferido sus acciones a Enríquez Moncada y Mojica, quien a su vez había formalmente delegado el poder sobre la empresa a Yadira Leets Marín, nuera de Ortega. En efecto, se alegaba que ambos actuaban como testaferros, permitiendo que la familia del presidente controlara a DNP tras bambalinas.

Enríquez Moncada y Mojica también aparecen como representantes legales de estaciones de televisión a cargo de los hijos de Ortega. Enríquez Moncada figura como el representante de Celeste, la compañía que administra Canal 13, dirigida por tres hijos de Ortega: Luciana, Camila y Maurice. Mojica es el representante de la Televisora Nicaragüense, la compañía que administra Canal 8, dirigida por el hijo de Ortega, Juan Carlos, que se cree que fue adquirida por la familia con dineros del petróleo venezolano.

Según los investigadores, los vínculos de Enríquez Moncada con Fariñas fueron directos y abundantes. La Dirección de Investigaciones Económicas (DIE) descubrió que Enríquez Moncada había participado en la creación de 7 de las 15 empresas a través de las cuales el grupo de Fariñas lavó US$39,9 millones entre 2005 y 2012. Enríquez Moncada fue el abogado que supervisó la creación de cinco de las empresas. Era socio de otra, llamada Servicios Profesionales (Sepro), y aparece como signatario alterno de dos cuentas bancarias en otra, Multiservicios Integrales. Estas dos empresas fueron creadas con la ayuda de la abogada de Enríquez Moncada, Reyna Anais Socorro Araica, quien también supervisó la transferencia de DNP a la nuera de Ortega. Según datos obtenidos de la policía, Multiservicios Integrales registró movimientos por US$2.154.752 en el Banco de Finanzas (BDF).

Después de que se supo, en mayo de 2012, que Enríquez Moncada había sido el representante legal en la creación de J&E Entertainment, la entidad legal que administraba a Élite, Enríquez Moncada negó cualquier vínculo con el promotor de la discoteca y le dio a la prensa comentarios despectivos sobre Fariñas: "No tengo nada que ver con ese rollo", dijo, como señaló Confidencial. Enríquez Moncada dijo que había hecho el trabajo legal en J&E Entertainment a nombre de Guillermo Terán.

Terán, un descendiente de una de las familias que en los años noventa era uno de los grupos empresariales más importantes del país, tenía un concesionario de Harley Davidson en Managua y testificó acerca de los contactos de Fariñas con la policía. Fue acusado de haber jugado un papel clave en la red de Fariñas y condenado a seis años de prisión por crimen organizado —pero fue absuelto de lavado de dinero y tráfico de drogas—. Empezó a cumplir su sentencia bajo arresto domiciliario, debido a problemas de salud, pero fue liberado varios meses más tarde, después de una apelación.

Y así como las autoridades no lograron llevar la investigación hasta los vínculos de Fariñas con la policía y la comisión electoral, tampoco investigaron el papel de Enríquez Moncada en la red criminal. La jueza Adela Cardoza, una fiel militante del FSLN, rechazó una petición del abogado de Fariñas para que Enríquez Moncada fuera llamado a testificar en el caso, y señaló que era responsabilidad de la Fiscalía General decidir si levantaba cargos contra Enríquez Moncada.

En septiembre de 2012, Henry Fariñas fue declarado culpable de lavado de dinero, tráfico de drogas y crimen organizado. Fue condenado inicialmente a 30 años de prisión, aunque la sentencia fue reducida más adelante a 18 años, después de una apelación. De los 24 acusados en el caso de Fariñas, 23 fueron declarados culpables, entre ellos Osuna. Solo un miembro del grupo, William Vargas Conrado, gerente de Élite, fue declarado no culpable. Muchos otros —como hemos visto— ni siquiera fueron interrogados.

Conclusiones - Control desde arriba

Nicaragua ha sido señalada como un refugio para la corrupción y la violencia del narcotráfico que afecta a otras partes de Centroamérica. La muerte del folclorista argentino Facundo Cabral expuso más esa imagen, dando pie a una investigación que, al menos en parte, permitió revelar los fuertes vínculos entre las élites y el crimen organizado. Aún más, las evidencias examinadas en este estudio de caso permiten suponer que, así como el FSLN como partido gobernante ha puesto todas las ramas del poder en Nicaragua bajo su control, también puede controlar el crimen organizado.

En esencia, la investigación en torno a Fariñas indica que los operadores del hampa en Nicaragua pueden estar dentro del mismo gobierno. En el caso de Fariñas, ello incluye las altas esferas de la policía, una parte clave de la élite burocrática en Nicaragua. Aunque el gobierno nicaragüense lo encubrió, la relación de Palacios y Enríquez con la red de Fariñas era estrecha y puede haber ido más allá de simplemente encubrir sus actividades y cobrar pagos para el grupo. De hecho, al menos un expolicía dijo que Palacios administraba el esquema de tumbe, como el que condujo al asesinato de Facundo Cabral.

La forma en que las autoridades judiciales manejaron la información con respecto a las acusaciones en el caso también plantea la posibilidad de que haya encubrimientos en los más altos niveles, y muestra el estado operativo de la rama judicial del gobierno. En primer lugar, las autoridades no arrestaron a Fariñas cuando él regresó a Nicaragua tras el asesinato de Cabral. Y por otro lado, se eliminó la información y se ignoraron los posibles testigos. La más evidente omisión consistió en no llamar a Palacios y a Enríquez a testificar.

Los comisionados de policía de alto nivel consultados para este informe dijeron que los intentos del gobierno por controlar el flujo de información fueron un esfuerzo directo de la administración Ortega para evitar que la colusión entre los traficantes y los altos funcionarios públicos se hiciera del dominio público. Hasta antes del levantamiento ciudadano de abril de 2018, la policía seguía siendo un medio muy importante de recopilación y mantenimiento de capital social en el país, y empañar su reputación podía tener enormes implicaciones.

Por su parte, Aminta Granera, la exdirectora de la policía, no se pronunció mucho sobre el caso de Fariñas hasta junio de 2012. En una entrevista con InSight en Washington DC, Granera confirmó que Palacios y otros de sus funcionarios de mayor confianza tenían vínculos con Fariñas, el hombre acusado de tráfico de drogas y lavado de dinero. La exdirectora de la policía dijo que Fariñas había patrocinado a la selección de fútbol de la policía y que sus hermanas habían salido con varios oficiales, pero negó que ello significara que la policía estaba implicada en las actividades criminales de Fariñas.

"Hay otros jefes de policías que visitaban el club Élite como lo visitaban empresarios nicaragüenses, como lo visitaban editores de medios de comunicación. Lo visitaban funcionarios del gobierno, del Ejército", dijo. "¿Solo porque vas al Club Élite significa que eres un criminal que trabaja con Henry Fariñas?", preguntó ella. "No necesariamente".

Los comentarios de Granera resonaron por toda Nicaragua, mientras la ciudadanía trataba de entender el caso. En un lado estaba Fariñas, un supuesto traficante y blanqueador de dinero, que junto con su familia hacía duras acusaciones sobre corrupción y colusión de la policía. Y en el otro lado estaban las autoridades policiales y judiciales, que al parecer intentaban desviar la atención pública de estas acusaciones. En gran parte, el régimen de Ortega lo logró: el caso de Osuna hizo que la atención se desviara de Palacios y de la policía. Las acusaciones de Fariñas y su familia se debilitaron, el caso dejó de resonar y prácticamente la gente lo olvidó.

El régimen de Ortega también impidió una investigación más profunda sobre Palacios y el magistrado Guillermo García, quienes abandonaron sus puestos, pero no enfrentaron cargos criminales ni interrogatorios. La investigación se interrumpió cuando tocó a un abogado que tenía vínculos estrechos con el presidente: José María Enríquez Moncada. Nunca se estableció si el problema de Osuna se limitó al personal que laboraba para él, o si también estuvieron involucrados otros magistrados. Ni Enríquez Moncada, ni Rivas, ni García fueron llamados a declarar en el juicio de Fariñas. Como resultado, el proceso dejó muchas preguntas sin respuesta, incluyendo el tema de la profundidad de los vínculos de Fariñas con la policía, el grado de corrupción en el Consejo Supremo Electoral y el papel que desempeñó el socio de Ortega, Enríquez Moncada, para establecer el esquema de lavado de dinero de Fariñas.

Al final, la lección parece ser que en Nicaragua —donde el presidente controla la policía y el sistema de justicia y donde no hay ninguna oposición política efectiva— el partido gobernante puede impedir las investigaciones en torno a miembros de la élite acusados de tratos con el crimen organizado. Parte de este control surge de la naturaleza centralizada del régimen de Ortega. Este régimen puede garantizar la impunidad para sus aliados gracias a su control sobre todas las instituciones del Estado, en particular la policía y los tribunales. El sistema centralizado tiene la capacidad de cooptar incluso a sus críticos acérrimos.

El resultado del control del sandinismo sobre los tribunales es que la justicia funciona regularmente cuando se trata de los ciudadanos del común, mientras que los intereses del FSLN entran en juego en casos que involucran intereses económicos o políticos sensibles, como lo señalaron los expertos consultados para este informe. "Los poderes fácticos determinan qué podés ser ", dijo Roberto Courtney de Ética y Transparencia, el capítulo nicaragüense de Transparencia Internacional. "Las cortes están allí para los roba-gallinas y para los que no tienen padrino. Si no estás robando gallinas y tenés padrino, las cortes pueden o no estar ahí para procesar tus fechorías. Son cosas típicas en el mundo. La igualdad ante la ley es de los primeros principios que se vulneran".

Las revelaciones en el caso de Fariñas también presentan una paradoja con respecto a la violencia. Las tasas de homicidio de Nicaragua han diferenciado al país de sus vecinos. Pero parte de este logro, según se desprende del caso Fariñas, puede también estar relacionado con el control vertical de la violencia desde el ejecutor más poderoso de Nicaragua: el Estado. Los grupos del crimen organizado que tienen un control absoluto suelen ejercer menos violencia en ese territorio, dado que la violencia es contraproducente para sus negocios y porque pueden obtener el apoyo de la comunidad si mantienen bajos niveles de delincuencia. Lo mismo podría decirse de cualquier gobierno. Y en el caso de Nicaragua, la violencia es contraproducente para el negocio más grande de todos: el negocio de gobernar.

En otras palabras, la red criminal descubierta en el caso Fariñas demuestra que la violencia relacionada con la actividad criminal transnacional puede estar controlada por medios más infames. Específicamente, las relaciones entre los comandantes de policía de alto rango y una importante red de tráfico indican que esta relativa tranquilidad se puede deber no solo a una efectiva función de las fuerzas de seguridad, sino también a algún tipo de arreglo, es decir, mantener un bajo nivel de violencia a cambio de la tolerancia oficial de las actividades de narcotráfico o de ejercer algún papel en esas actividades.

Es difícil determinar de qué manera esto podría funcionar en la práctica, pero el caso Fariñas ofrece al menos una posibilidad tentadora: un comandante de la policía se alía con un narcotraficante para concertar una incautación, que es en realidad un robo que se transforma en beneficios para las diferentes partes involucradas. El interés del gobierno por ocultar los hechos de este y otros casos demuestra que tiene una alta tolerancia ante la corrupción policial, como dijeron los agentes de la policía consultados para este informe.

Por su puesto, este alto nivel de tolerancia se da a cambio de mantener la violencia en niveles bajos. Este quid pro quo se remonta al menos a la administración de Edwin Cordero, predecesor de Aminta Granera, durante cuya gestión se presentaron varios escándalos, incluyendo el caso Polanco, que fue ilustrativo de su mandato. El caso de Fariñas, al parecer, es el Polanco de Granera. Al menos para uno de los funcionarios, aunque quizá los dos comandantes de la policía tenían motivaciones diferentes, ambos siguieron el protocolo establecido por la élite burocrática del partido Sandinista y de su propia institución.

En ambos casos, los comandantes de la policía han seguido el ejemplo de sus superiores. Como señala Courtney, el carácter centralizado del Estado así lo exige. "Uno puede decir que esto tan sistémico e histórico solo puede ser así si es del agrado y conveniencia de los que manejan el país", dijo.

En síntesis, este caso demuestra que la extrema centralización del poder en Nicaragua puede facilitar la formación de vínculos entre actores del crimen organizado y grupos de élite que están cerca del centro del poder y quizá cuentan con la protección de las autoridades judiciales. En un sistema tan centralizado, los vínculos entre los grupos de élite y el crimen organizado deben ser en cierta medida aprobados en los niveles más altos del poder. En esta situación, una baja tasa de violencia puede indicar no la ausencia de vínculos entre las élites y los criminales, sino más bien la naturaleza profundamente establecida e institucionalizada de estos vínculos. Un gobierno fuerte y con pocos controles sobre su autoridad, que tiene un estricto control sobre las instituciones de gobierno, puede controlar el crimen organizado manejando la criminalidad por su propia cuenta.


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