11.AGO.21 | PostaPorteña 2225

UNA “CATASTROFE SIN PRECEDENTES” PARA JUSTIFICAR MEDIDAS SIN PRECEDENTES...? (1)

Por AsambleasDelPueblo

 

CAPITULO 1.

 

Más o menos así fue definida, desde sus inicios, lo que sería la pandemia del COVID 19 tanto por la OMS como por todos los demás componentes de una extraña alianza dominante que se había ido construyendo ante nuestros ojos, pero sin que la percibiéramos.

Desde la OMS a las universidades afines (en primer lugar la John Hopkins, Oxford y el inefable Imperial College), las publicaciones médicas más difundidas y respetadas (The Lancet, por ejemplo), los grandes grupos de poder y economía asociados en el Foro de Davos, los medios de difusión más importantes sin excepciones, las poderosas ONGs detrás de las que se esconden los  concentrados intereses globalistas, las academias médicas y, por supuesto los intereses globales vinculados a la salud y a los laboratorios se unieron en un grito unánime y universal:“estamos ante una pandemia sin antecedentes, de letalidad temible y, en consecuencia, debemos utilizar medios excepcionales para combatirla”.

El fin justifica los medios y el que los critique es un agente de la epidemia!

El carácter inédito de la peste habilitaba, de este modo, el empleo  de métodos excepcionales, drásticos, dictatoriales,  aplicados enérgicamente desde los poderes sanitario-estatales y que emanaba del máximo organismo global de la salud, la O.M.S., y que deberían ser aplicados sin reservas a nivel internacional.Sin que, sugestivamente,  nadie lo advirtiera, denunciara o reclamara, se llevó a cabo un inédito despojo de soberanía –sanitaria y política, de vigilancia y de normas de conducta sociales- por parte  de un organismo global, sujeto a los oscuros factores del poder globalizado que lo financian y corrompen,  no electo por ninguna ciudadanía y que no rinde cuentas de sus actos ante ningún electorado ni tribunal. 

En efecto, todos los países debieron acatar las disposiciones de la OMS so pena de ser demonizados por los medios, las academias, los poderes del negocio médico y transformarse en estados parias y/o genocidas.

Básicamente, la ordenanza establecía, tal como todos sabemos y hemos sufrido, una cuarentena estricta de toda la población (no de los sectores en riesgo de contagio), la  consecuente paralización de toda la vida económica, social, cultural, deportiva, religiosa y familiar hasta tanto, según la OMS,  los laboratorios pudiesen elaborar una vacuna para inmunizar a  todos, sanos y enfermos. Se soslayaba, de este modo, que el encierro iba a ser muy largo dado que los propios protocolos de la OMS establecen largos plazos de prueba y experimentación en grandes grupos poblacionales para aprobar una vacuna.

 O tal vez se anticipa, tal como sucedió, que se proponían autorizar la aplicación inmediata  de medicamentos experimentales –no vacunas-  utilizando como material de prueba a seres humanos  argumentando la urgencia de una “catástrofe sin precedentes”.

En tanto se cerraron las fronteras, se cancelaron los viajes, se clausuró el tránsito entre barrios y ciudades, la educación dejó de existir y todas las actividades económicas quedaron reducidas a sus mínimas y “esenciales” manifestaciones, se erradicó el saludo y la amistad, se prohibió  -por primera vez en la historia de la humanidad- despedir a los difuntos.

 La vida política fue proscrita, así como las ceremonias religiosas y el festejo de hechos tan nimios como entrañables, como los bautismos, los casamientos, los cumpleaños, los paseos en las plazas, los niños en las hamacas, los abrazos entre amigos…

 Las calles fueron patrulladas por policías y gendarmes, la delación estuvo a la orden del día y fue aplaudida en cadena nacional, se consideró delincuente a todo ciudadano que osase incumplir con la ley marcial universal dictada por un organismo ajeno a la ciudadanía y conducido por un desprestigiado y corrupto ex ministro etíope de salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus (1),  en cuyo prontuario destaca la acusación de haber cometido crímenes de guerra en el conflicto civil de su país, en el manejo de una epidemia de cólera y en ser presidente de una ONG globalista y vacunadora llamada The Global Fund, portavoz de los grandes laboratorios.

El mundo que conocíamos y en el que habíamos vivido hasta unas semanas antes de marzo de 2020  se desvaneció, pasó a ser interdicto, no está más. Los gobiernos –y nuestro elenco de lacayos también- destruyen la economía y los ingresos populares bajo la bandera de “estamos cuidando la salud del pueblo”.

 Finalmente, ya lo veremos, destruyeron la salud y arruinaron la economía de los pueblos. Y no porque fueran más  incapaces o más corruptos que los macristas, todos, los unos y los otros cumplían órdenes,  era el mandato que obedecían y por el que se harían acreedores del premio al mejor lacayo del mes o de la cuarentena.

Aparecieron decenas de cagatintas, transformados por arte y magia de pertenencia al elenco de la plandemia en  expertos en inmunología aunque fueran obstetras o proctólogos o veterinarios, repitiendo el discurso del terror, la obediencia, el llamado a la delación y la larga espera a las vacunas. 

Todo lo demás, cualquier sugerencia, crítica, medicamento o tratamiento alternativo era considerado pensamiento profano, “fake news” y confesión del delito de atentar contra la salud pública

. Miles de científicos fueron proscritos de las redes y los medios, muchos fueron llevados a juicio y condenados y la “verdad científica” de la OMS necesitó, como en épocas de Giordano Bruno, de los gendarmes y la hoguera para imponerse como única verdad. Extraña ciencia, ésta,  que para imponer su sabiduría requiere de persecuciones militares a los críticos, de censura a colegas, de prohibiciones y milicos. 

“Verdad”que exige suprimir el acceso a las redes a los disidentes,  difamarlos,  borrarlos de cualquier mención,  expulsarlos de foros y debates. Esta zaga de  persecución remite, inexorablemente, a terribles escenas de “Farenheit 451”, la inolvidable novela de Ray Bradbury, en la  que los libros estaban interdictos, eran, apenas, material inflamable y quienes los ocultaban y leían eran ejecutados por criminales. Sin embargo, al final, -siempre hay un final y un cisne negro (2)- el ex bombero Montag, un ex incendiario   hace justicia con la verdad,

Al final de esta serie de  artículos haremos una breve enumeración de profesionales,  médicos, virólogos, inmunólogos y demás especialistas,  muchos de ellos Premios Nobel, periodistas, investigadores, filósofos, que han sido censurados, segregados, difamados o, directamente, llevados a juicio o a los comités de ética de las academias de la plandemia para ser expulsados o sancionados. Algunos han sido arrestados y enjuiciados. Esperamos no estar en esa lista y haber podido llegar a unos cuantos compañeros que, como nosotros, aman la libertad y saben que las ideas no se matan y que libertad es la que se conquista.

Pero todo esto, este gran golpe de estado contra la humanidad toda,  fue llevado adelante bajo el argumento de que estábamos ante una situación excepcional, que carecía de antecedentes y que podría llevar al exterminio a la humanidad.

 Ahora, cuando el terror languidece, puede parecer una exageración, pero invitamos a los lectores a repasar los pronósticos instalados por la conspiración globalista  en aquellos primeros y aciagos meses y a compararlos con los resultados conocidos hasta ahora. En especial, deberíamos volver a mayo de 2020 y leer los pronósticos emanados del Imperial College de Londres, en la voz de Neil Ferguson, Jefe del Programa de Modelos Matemáticos del ICL y que eran replicados por todos los medios hegemónicos. Eran pronósticos elaborados allí y presentados al mundo por el Profesor Ferguson. Auguraba millones de muertos antes de fines de ese año, a menos que se escuchase el consejo de la OMS: encierro, cuarentena, distanciamiento social, mascarilla, estados policiacos, medidas de excepción, destrucción de las garantías constitucionales, etc. etc

Según Ferguson solo en Gran Bretaña habría unos 550.000 muertos y en EE.UU. más de tres millones antes de diciembre pasado. Pasaron casi 18 meses y en GB está casi toda la vida civil  rehabilitada y los muertos llegan, ahora,  a poco más de 130.000. En EE.UU. está sucediendo algo parecido y los fallecidos rondan los 600.000. Los algoritmos no parecen ser el fuerte del ICL y el Profesor Ferguson. Pero si lo es su poder de lobby al servicio de los laboratorios y los grandes pulpos de la salud (3).

 

El prestigioso infectólogo Anton Erkoreca(4), de la Universidad del País Vasco,  ha dicho que en las epidemias, al igual que en las guerras, la primera víctima es la verdad”. Y esa afirmación viene a cuento del primer concepto falso utilizado por los globalistas para justificar medidas restrictivas de la libertad –basadas en el terror al virus- como nunca se aplicaron, y que fue decir que estábamos ante una inédita situación de emergencia sanitaria universal que amenazaría a toda la humanidad y que habilitaba procedimientos por encima y fuera de cualquier legalidad. El estado de excepción deAgamben(5) legitimado por el terror sanitario. Una mentira más que necesaria, un terror imprescindible.

Sin embargo, hace ahora algo más de 100 años, la humanidad  enfrentó una pandemia (aunque aún  no se las llamaba así) que puso a toda la raza humana, desde EE.UU. a Europa, de China a India y desde Alaska a Ushuaia al borde la extinción.  Pero lo que no sucedió fue la utilización de ese gran drama para llevar a cabo un tenebroso plan de reordenamiento social y de instauración de regímenes dictatoriales subordinados al poder global, como está sucediendo ahora.

La llamada gripe “española” atacó en 1918, justo al fin de la gran guerra, y se extinguió en 1920. Se llevó una cifra de  muertos que nunca se pudo determinar con exactitud pero que  los investigadores ubican entre los 50 y los 100 millones de muertos, es decir alrededor del  5 % de toda la población mundial (1.800 millones) y mucho más que los muertos en la terrible guerra que estaba concluyendo sumados a los que morirían en  la siguiente guerra.

 Aparentemente tuvo sus inicios en Kansas, EE.UU., donde se reunían los soldados yanquis que iban a ser enviados al frente europeo. Allí aparecieron los primeros casos, pero en cuanto las tropas llegaron a España la peste se disparó, se bautizó como  “española”  y en tres oleadas sucesivas diezmó –literalmente- a la población europea y azotó al mundo entero. La influenza se ensañó con los más pobres, como siempre sucede, pero no hizo distingos de clases y se llevó o enfermó seriamente a algunos burgueses y gobernantes, incluido el presidente de Brasil,

Francisco de Paula Rodrigues Alves,  el pintor Edvard Munch, el artista noruego que pintó “El Grito”, y otros, como el austríaco Gustav Klimt y su discípulo Egon Schiele no sobrevivieron. Tampoco el poeta Guillaume Apollinaire y Edmond Rostand, quien escribió "Cyrano de Bergerac".

También falleció por la gripe Sophie Freud, la hija mimada de Sigmund Freud. Otros contagiados pero sobrevivientes fueron Franklin Delano Roosevelt, el Rey de España Alfonso XIII (y casi todo su gobierno), Mahatma Ghandi, Kemal Atartuk y  Kafka. Como curiosidad vale relatar que  Frederick Trump, un inmigrante alemán que comenzaba a tener logros económicos en inversiones inmobiliarias en EE.UU., falleció a causa de la gripe, pero, ante el avance de la peste había adquirido una importante póliza de vida. Su viuda y su hijo no se quedaron en la calle. Invirtieron con éxito la importante suma en inmuebles. Fue la base de la fortuna de su nieto, Donald Trump.

 

LA MUERTE BLANCA

 

La investigadora española Laura Spiney (6), en un trabajo publicado en 2018 se detiene largamente en documentar la extensión universal de la peor tragedia del siglo XX. Desde Europa a EE.UU., América del Sur, Argentina, Oriente Medio, Rusia, el Sudeste Asiático y la China continental. La escritora ha reconstruido la extensión de la epidemia de 1918 hasta llegar a los rincones más recónditos y singulares del mundo, como algunas pequeñas islas del Pacífico, un pequeño pueblo de Alaska o el corazón de África, deteniéndose en  el impacto en las comunidades que más sufrieron el azote de la epidemia, como los ítalo americanos y los judíos de Nueva York y los casi exterminados  pueblos  yupik e inuit de Alaska y los habitantes de la ciudad santuario persa de Mashhad.

 Spiney analiza detalladamente las tres olas en las que la epidemia se presentó en gran parte del mundo: una primera ola durante la primavera de 1918; una segunda ola, la más mortífera de todas, durante el otoño siguiente; y una tercera ola, descendente,  a comienzos de 1919. Algunos autores sugieren la existencia de un cuarto brote de gripe en el hemisferio norte en el invierno de 1919-1920. La primera ola de la pandemia fue relativamente leve, similar a la gripe estacional, sin embargo, durante la segunda ola de gripe la enfermedad mostró sus terribles peculiaridades: elevada tasa de mortalidad entre los adultos jóvenes de 20 a 40 años de edad, elevado contagio, efectos secundarios graves (delirio, depresión, piel coriácea, visión borrosa, miembros agarrotados) y propensión a la complicación con otras dolencias más graves, en especial, como sucede con el COVID,  neumonías  mortales. Por supuesto que las condiciones de miseria que la guerra dejaba, así como la extrema vulnerabilidad en la que se encontraban los soldados hacinados en barracas o inmovilizados y hambreados en trincheras o precarios campamentos fue un aliado fundamental del virus y fue allí donde más exitosa fue su cosecha de seres humanos.

Por otra parte, la insuficiencia de los sistemas de salud y la escasez de conocimientos favorecieron el desarrollo de la epidemia. 

El primer país del mundo en tener un Ministerio de Salud Pública fue la URSS, en 1921, y hasta ese momento la salud de la población era ajena al interés del estado. Los médicos, también perseguidos por el clima de terror imperante, se enfrentaron a la gripe  con un enorme  desconocimiento en torno a la enfermedad y al patógeno causante de la misma, pues en 1918, a los virus, nadie los había visto y aunque se admitía su presencia y peligrosidad no había prueba material alguna de su existencia. Junto a este desconocimiento, la deficiente formación de los médicos y la escasez de medicinas que se podían utilizar para paliar los efectos secundarios que ocasiona la enfermedad potenciaron el desastre.

Por supuesto que las condiciones de miseria que la guerra dejaba, así como la extrema vulnerabilidad en la que se encontraban los soldados hacinados  y hambreados en trincheras o precarios campamentos fue un aliado fundamental del virus y fue allí donde más exitosa fue su cosecha de seres humanos.

En épocas en las que no existían medicamentos anti virales y en los que no se podía identificar al agente infeccioso, los pocos médicos que se atrevían a atender a los enfermos  eran impotentes y muchos de ellos morían víctimas de la peste. Además, hace falta decirlo por si hubiera alguna coincidencia con la actualidad, no existía ningún sistema de salud pública, no había médicos al alcance de los ingresos de la población y la salud y los  medicamentos eran privilegios de los amos y los ricos en momentos en que la humanidad se sumergía en la miseria post-bélica.  En las naciones industrializadas, las más ricas del planeta, la mayoría de los médicos trabajaba de manera independiente y a pago privado o era financiado por instituciones benéficas o religiosas. Y la inmensa mayoría de las personas no tenían acceso a ellos.

 Es de imaginar lo que sucedía en materia de atención sanitaria en el resto del mundo… Fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos ocasionales eran los síntomas propios de esta enfermedad. La mayoría de las personas que fallecieron durante la pandemia sucumbieron a una neumonía bacteriana secundaria, ya que no había antibióticos disponibles.

Se utilizaron remedios improvisados, tales como limpiar y desinfectar la boca y las fosas nasales con peróxido de hidrógeno o una mezcla de aceite y mentol o ingerir altas dosis de aspirina. Se recomendaba evitar  reuniones o concentraciones en lugares cerrados y el contacto directo con personas enfermas, comer una dieta saludable, caminar a menudo al aire libre, ventilar hogares…Algunos países impulsaron las máscaras y el alejamiento social y las restricciones a viajeros de los países más afectados. Pero, en la confusión, el desconocimiento y el miedo al contagio no se pudieron establecer criterios comunes ni  medidas acordadas, salvo para lamentar las muertes. El origen de la enfermedad y las medidas sanitarias más apropiadas para combatirla eran razón de arduo debate en los diarios, en los medios y en las academias.

Sin embargo a nadie se le ocurrió a apelar a  medidas dictatoriales como las impuestas por la OMS y sus amigos;  no hubo –salvo excepciones aisladas- cuarentenas violentas, inapelables, policíacas; no hubo cerco a las ciudades ni clausura de las actividades económicas, sociales, políticas, culturales ni siquiera bélicas (la URSS siguió librando su guerra civil contra las tropas zaristas).

En ningún país, salvo algunas raras excepciones,  se aplicaron medidas restrictivas de las libertades ni encierros obligatorios. Finalmente, al cabo de un año y medio, la enfermedad comenzó a ceder y a los dos años estaba casi desaparecida.

No fue el alcanfor, la ruda con caña, la aspirina, las purgaciones ni  los gendarmes y los ucases dictatoriales los que la extinguieron. Fue la eterna arma que ha tenido la humanidad a lo largo de la historia registrada la que lo exterminó: fue la inmunidad de rebaño lo que neutralizó el virus de la gripe española

Es decir se había producido un nivel de contagios –se estimó en un 40/50 % de la población mundial- que terminaba actuando como un escudo protector del resto de la sociedad. Esa inmunidad se fue extendiendo con el tiempo y ampliando su red protectora de generación en generación y el virus fue marginalizado de la salud, aunque versiones menos letales y contagiosas siguieron haciendo esporádicas apariciones durante décadas. Ese escudo protector funcionó y el virus ya no fue un problema. Es necesario tener en cuenta que el primer antibiótico solo fue descubierto en 1928 y la primera vacuna para la gripe solo estuvo disponible en los años 40.

Pero, además del dolor, la tragedia y la miseria que la epidemia dejó originaron una serie de cambios en la vida social que trascendieron a su tiempo. “Aunque la epidemia no causó cambios radicales en la estructura social -no tan grandes como la caída del feudalismo por la peste negra en el siglo XIV, por ejemplo-, sí fue fundamental para inclinar la balanza de género en muchos países”, dice la investigadora de la Universidad de Texas Cristine Blackburn (7).

Ella indicó, por ejemplo,  que la merma en la fuerza laboral en EE.UU. producida por el virus y la guerra les abrió varias puertas a las mujeres en la vida económica  y mejoró el nivel de salarios de toda la clase trabajadora. Así es que para 1920, las mujeres eran el 21% de todos los empleados en el país y que ese mismo año  el Congreso de EE.UU. ratificó la decimonovena enmienda de su Constitución, que otorgaba el derecho a voto a las mujeres. Una escalada de  aumentos salariales resultó  la consecuencia inevitable de la escasez de mano de obra. En Estados Unidos, por caso, los datos del gobierno muestran que los salarios en el sector manufacturero aumentaron de US$ 0,21 la hora en 1915 a US$ 0,56 en 1920.

Lo cierto es que la mayor amenaza a la existencia de la humanidad en los últimos cuatrocientos años no fue derrotada por policías y encierro, censura en redes y medios, persecución de críticos, criminalización de contagiadores, gendarmes con máscara de friselina, ni  por alguna vacuna misteriosa, cara y oportuna…Fue la inmunidad de rebaño, el escudo protector de nuestra especie a través de los milenios y las epidemias, lo que terminó con la gripe española.                                                                                                                                

Fue la esencia del ser humano, una de las mejores evidencias  de su carácter de construcción social la que edificó, contagio a contagio, muerto tras muerto la herramienta de la supervivencia de la especie, aun al costo de millones de individuos a manos del virus más mortal que hayamos conocido.

 

UNA BÚSQUEDA MUY RARA.

 

Casi cien  años después se llegó con certeza a la identificación del virus causante de la gripe española. Ahora sabemos que fue un brote de la familia de influenza-virus A, del subtipo H1N1. La secuencia genética de la cepa del virus se determinó en 2005 en raras circunstancias que vale la pena relatar.

Cuando parecía que ese virus era cosa del pasado, en el año 2005, el Centro para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC) emprendió una extraña, costosa e inexplicable búsqueda del asesino de 1918. Se trataba de obtener el virus y, según ellos y sus auspiciantes,  aislarlo para “estudiarlo en profundidad y evitar que reapareciera o estar prevenidos si eso sucediera”. 

Después de mucho trabajo un grupo de investigadores yanquis obtuvo una muestra de tejido pulmonar de   un soldado víctima de la peste cuyo cadáver quedó preservado bajo el hielo de Alaska desde aquellos años aciagos. Aislado, el virus resultó ser, como ya dijimos,  una variedad extremadamente agresiva, contagiosa y letal del virusA, subtipo H1N1. En una prueba “experimental y controlada”, una versión atenuada del mismo fue inoculada a ratones y simios. El resultado fue aterrador: en los ratones infectados el virus se reproducía 39.000 veces más rápido que una gripe normal y mataba  1.000 veces más que la influenza común. Los estudios con monos revelaron, además, que el virus tendía a disparar lo que se conoce como tormenta de citoquinas, una complicación que aparece a causa de una respuesta inmunitaria exagerada, sugestivamente muy similar a lo que sucede y mata con el COVID.

Todo eso es muy preocupante y genera desconfianza el interés supuestamente sanitario sobre el H1N1 de 1918, sobre todo cuando se conoce que el instigador y financista de esta operación de “resurrección” fue la Alianza GAVI, una súper ONG  global  de “vacunadores seriales” fundada por Bill Gates en el año 2000 y que no está sujeta a ningún tipo de control oficial sino que es manejada directamente por sus principales accionistas, empezando por los Gates. Este ente supranacional integra a ONG, el Banco Mundial, la UNICEF,  el Foro de Davos, laboratorios, científicos afines, publicaciones médicas, universidades privadas de EE.UU. y Europa, “filántropos” privados como Soros o Warren Buffet, fundaciones, asociaciones civiles, partidos políticos y gobiernos que coinciden con el gran objetivo de GAVI, la vacunación masiva y compulsiva de la población contra cuanto virus o bacteria ande suelta o pueda aparecer. El “extravagante”  interés de Bill Gates en el tema vacunas se refleja en una cifra:su ONG le aportó a GAVI -donde es dominante-, entre marzo del 2019 y marzo del 2020 (COVID) la friolera de 1560 millones de U$S, además de otros 750 millones de U$S aportados en la década anterior.

Durante décadas no se había tenido noticias del H1N1 ni de alguno de sus familiares, pero en la primera década de este siglo volvió a circular e incluso hizo un conato de pandemia en 2009 que quedó en 1,6 millones de personas afectadas oficialmente y, también "oficialmente" casi 300.000 muertos (8).

 Es decir, bastante  menos que los fallecimientos que ocurren, en todo el mundo, en las gripes estacionales. Sugestivamente, este pequeño rebrote se produjo casi ochenta años después de su virtual desaparición, pero apenas cuatro años después de su resurrección a manos del CDC yanqui y la Alianza GAVI de Bill Gates y  sus amigos y solo once años antes de la irrupción del COVID. Extrañezas que se suceden, sobre todo cuando ahora se sabe que el misterioso laboratorio de Wuhan, de donde se habría escapado el virus del COVID, también habría trabajado –y recibido financiación- de la GAVI y de la ONG de Anthony Fauci (9) para sostener sus investigaciones.

*************                            .

 Nada de lo que hemos escrito era un secreto o estaba oculto bajo siete llaves. Sí,  hubo un precedente terrorífico del COVID  y sí asesinó a decenas de millones de personas en todo el mundo. Pero no hubo ley marcial ni persecuciones militares ni clausura de la civilización.

 La humanidad lo derrotó mediante la inconsciente utilización de un mecanismo característico de su esencia social, la inmunidad de rebaño, esa solidaridad sanitaria propia de los pueblos y absolutamente ajena a las corpo médicas y sus mentiras pseudo científicas.

 La ciencia no ha sido, no es ni será nunca neutral, es siempre parte y soporte de la dominación. El alineamiento sin fisuras y sin admitir disensos, amparado en las bayonetas, no es propio de una ciencia al servicio de la humanidad sino de sus apropiadores. Pero olvidan que, como decía Napoleón, “las bayonetas sirven para todo, menos para apoyar el culo en ellas.” Ya lo recordarán.

                                                                *********

 

"LA HISTORIA OCURRE DOS VECES: LA PRIMERA VEZ COMO UNA GRAN TRAGEDIA Y LA SEGUNDA COMO UNA MISERABLE FARSA" (10)

Las lecciones de la Gripe Española  se conocían  desde hace décadas. Fueron ocultadas para presentar al Covid como la síntesis de todos los jinetes de los apocalipsis juntos. Solo así el terror podría ser impuesto a nivel  universal en tiempo record y sin objeciones. El mundo entero quedó en un calabozo de terror, ignorancia, vigilancia y desolación. El comercio, la vecindad, los lazos personales fueron criminalizados y proscritos y reemplazados por las relaciones virtuales y la transacción on line.

 No es de extrañarse que Amazon, por ejemplo, creciera exponencialmente –al igual que Mercado Libre y sus pares, centralizando la mayoría de las relaciones comerciales, ahora virtuales,  a la par que financian o son propietarios de los medios de comunicación más cerradamente “cuarentenos”. 

La economía, las naciones, la sociedad, los más caros y dignos valores humanos, sus más preciadas libertades  quedaron en el piso para que de allí los amos recogieran frutos o pisotearan a  muerte a los pocos sobrevivientes.

Casualidades? No, en el capitalismo globalizado no existen las casualidades, existen las causalidadesy allí es donde hay que preguntarse porque se intenta vendernos esta pandemia como la espada del fin del mundo. Se impone indagar por qué los amos insisten en el carácter excepcional, inédito de una pandemia que no le llega ni a la punta de los dedos del pie a la influenza española.

Es obligatorio –para  entender lo que pasa- examinar el porqué de la cuarentena anti científica y del cese obligatorio de los derechos civiles. Y, finalmente, preguntarnos el porqué de la obligatoriedad de vacunas que no son vacunas, que no han sido aprobadas como tales ni siquiera por la OMS y que no han cumplido con las etapas de prueba y ensayo exigidas por la propia OMS.

La respuesta es  que se trata de  imponer sin impedimentos y sin el costo de una riesgosa guerra civil universal, con pueblos obedientes y permanentemente aterrorizados las medidas autoritarias–tan inútiles sanitariamente como eficaces políticamente- desde las que se podrá poner en marcha una gobernanza universal en manos de sujetos y ONGs y Foros y Fundaciones (caretas del poder globalizado) para dominar sobre una humanidad derrotada y rebajada a un inmenso rebaño de animales sin derechos.

Para hacer esto se requiere, entre otras cosas -que ya señalaremos- erradicar la historia, eliminar los antecedentes, borrar las enseñanzas de aquella verdadera tragedia porque esa experiencia demolerá su discurso. La inmensa solidaridad humana que derrotó a la gripe española era una mala propaganda y había que suprimirla. Apropiarse de la historia adversa o peligrosa, ahogarla, adecuarla, maquillarla  y reescribirla o relegar al olvido es uno de los preceptos de la dominación. Ellos saben que un  pueblo que no tiene historia carece de futuro y padece el presente. Y eso es un gran beneficio en la contabilidad hegemónica.

Notas.

1) Tedros Adhanom Ghebreyesus es un médico etíope perteneciente a la minoría Tigray (6% de la población) que mediante el Frente Popular de Tigray se apoderó del poder en el país en 2001,  e instauró un régimen dictatorial que recientemente fue derrocado. Tedros era miembro de su máxima dirección y ejerció diversos cargos ministeriales en esos gobiernos. En lo referente a la salud su gestión estuvo centrada en su región natal, dejando de lado a la inmensa mayoría del pueblo etíope  y sus demás etnias. Así fue como, siendo ministro de salud ocultó una epidemia de cólera que dejó miles de muertos. Un detallado informe de The Human Rights Watch,  de octubre 2010,  denuncia cómo la ayuda internacional en varios sectores -entre ellos, el sanitario que lideraba Tedros- fue usada como un arma de represión política condicionando el acceso a servicios gubernamentales básicos al apoyo al partido y la etnia gobernantes. En ese mismo año el frente liderado por Tedros organizó una farsa electoral en la que obtuvo el 99,5% de los votos y que fue severamente cuestionada por todos los organismos de DD.HH. También fue acusado  por los manejos de 10 millones de dólares del Fondo Mundial para la lucha contra el VIH, que nunca fueron rendidos.  La auditoría internacional sobre el tema exigió la devolución de 7 de esos 10 millones, los que se evaporaron en la gestión Tedros. Aunque todos estos antecedentes eran conocidos  y lo descalificaban, su amistad y cercanía con el mayor inversionista en su país y en toda África, la República Popular China,  fue suficiente para que esta armara una importante red de apoyos en todo el continente y lo proclamara su candidato africano, con casi un centenar de votos y suficiente dinero para obtener la nominación.  Aupado al puesto por la Unión Africana y China, Tedros cometió un sonado desliz, que revela su identidad,  al nombrar como embajador de buena voluntad de la OMS a Robert Mugabe, un dictador  presidente de Zimbabue y acusado de múltiples delitos de lesa humanidad y corrupción. En síntesis, Tedros fue el candidato de la billetera china y de la corrupción africana. Este personaje dirige la OMS y dicta las medidas de acorralamiento y cuarentena que encarcelan a la humanidad, incluso contra la opinión de buena parte del plantel científico de la propia organización. Billetera mata galán y silencia oposiciones.

2)  Cisne Negro. La teoría del cisne negro es una metáfora que, en el ámbito económico, social o político, describe  sucesos que ocurren por sorpresa, que ningún analista había previsto ni tenido en cuenta porque, a priori, eran improbables y que, para bien o, generalmente, para mal, terminan teniendo un gran impacto y repercusiones determinantes y que, a posteriori, se puede rastrear su presencia anterior  a los estallidos, aunque nadie los tuviera en cuenta previamente. Fue elaborada por Nassim Taleb, un  ensayista, investigador y economista  libanés,  miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York.

3)  Imperial College Londres/Neil Ferguson es un controvertido epidemiólogo que dirige el área respectiva del I.C. y  fue jefe de asesores del gobierno británico hasta que tomaron estado público sus affaires amorosos violando las medidas draconianas de encierro que él mismo impuso. Se hizo famoso por imponer sus predicciones catastróficas y erróneas, ampliamente difundidas por la prensa globalista sobre posibles cantidades de víctimas por Covid. En mayo del 2020 hablo de 550.000 muertos en G.B. y más de tres millones en EE.UU. En base a  esas predicciones –avaladas por la OMS, Gates y Cía.- se impusieron las feroces cuarentenas. La trayectoria de Ferguson al servicio de estos oscuros intereses arranca de largo: a principios de la década de 2000,  predijo hasta 136,000 muertes por enfermedad de las vacas locas, 200 millones por gripe aviar y 65,000 por gripe porcina. La cifra final de muertos en cada caso fue de apenas cientos. Sin embargo, el ICL y su celebridad Ferguson, siguen diciendo disparates que solo sirven para aterrorizar a las poblaciones y consolidar el dominio globalista desde lo sanitario.

4)  Anton Erkoreta, “Una nueva historia de la gripe española. Paralelismos con la covid-19” (Editorial Lamiñarra- País Vasco-2020).

5)  Giorgio Agamben es un reconocido filósofo italiano cuyas obras, centradas muchas de ellas en la defensa de la libertad y el rechazo a los autoritarismos, especialmente los solapados y excusados por grandes emergencias. El denominado “estado de excepción” tendencia dominante de las democracias occidentales fue puesto al descubierto por sus obras de denuncia. Profesor universitario, filósofo reconocido, intelectual de consulta y periodista de renombre, paso al ostracismo,  el destierro, la condena y la descalificación personal (“es senil” fue lo menos que le dijeron al octogenario profesor) cuando, a ´principios de 2020 publico un valiente artículo en el que denuncia que la pandemia es una gran excusa para implantar el estado de excepción permanente y destruir a la sociedad confiscando sus libertades.

6)  Laura Spinney, escritora científica española,  autora del libro "El jinete pálido: la gripe española de 1918 y cómo cambió el mundo".

7)  Christine Blackburn es subdirectora del Programa de Pandemia y Bioseguridad de la Universidad

8)  Anton Erkoreta, idem.

9)  Anthony Stephen Fauci es un médico yanqui, eterno lobista de los laboratorios y sus patentes que, pese a sus 80 años sigue siendo el director del Instituto Nacional de Alergia e Infecciones de los EE.UU., cargo en el que está atrincherado desde 1984.   Desde allí se arroga y ejerce el control nacional de la salud pública. Ha tenido serios problemas con varios presidentes yanquis, el más importante con Donald Trump, pero ninguno de ellos pudo sacarlo del cargo, dado el sólido respaldo de todas las corpos de la industria farmacéutica y médica. En relación a la  plandemia se trata del más importante sostén en EE.UU. de la versión,  medidas, cuarentenas y vacunas recomendadas desde la OMS.

10)   Esta conocida frase de Carlos Marx, inspirada en un pensamiento de W.Hegel, encabeza su libro “El 18 de brumario de Luis Bonaparte”, dedicado al golpe de estado que el sobrino de Napoleón consumo en 1851 intentando emular a su tío y proclamándose, también él, emperador.

Asambleas del Pueblo 11 agosto 2021


Comunicate