27.AGO.21 | PostaPorteña 2228

CABEZA DE TURCO (7 y 8)

Por AMODIO

 

Cabeza de turco 7

 

De dicha célula se integraron al grupo Tupamaro Elsa Garreiro (68)Alba Bordoli, Eraclio Rodríguez Recalde y Edith Moraes Alves (69). Eraclio y Edith habían conocido a Teresa y sabían del modo en que se había dado nuestra relación y el dolor que el rompimiento me había causado, mostrándose en todo momento dispuestos a ayudarme a superarlo.

Sí, es posible. A lo mejor tenés razón y yo no estuve en condiciones de casarme, pero mucho menos lo estaba para aceptar la ruptura, que era a todas luces incomprensible, ya que había asumido casi al completo la resolución de todos los problemas, con los costos, tanto materiales como de orden moral. Liquidar las pocas cosas que teníamos y dividir los pocos pesos que conseguimos tras tantos sacrificios e ilusiones fue un golpe muy duro.

 En casa de mis padres me aceptaron de vuelta sin condicionantes de ningún tipo, pero yo creía adivinar, sobre todo en mi madre, algo de reproche, algo así “como ya te lo decía yo”, que se hacía más evidente los días, escasos, en que Teresa se acercaba a recoger a Daniel para estar unas horas con él. Sí, Teresa aceptó sin discutir que Daniel viviría conmigo, en casa de mis padres. En esos encuentros, inevitablemente, terminábamos discutiendo y yo perdía casi totalmente el control, cegado por el resentimiento, el dolor por todo lo perdido y el desapego que ella mostraba por su hijo, ese hijo que había constituido todo lo mejor para los dos. Pero lo que más me dolía era seguir queriéndola.

Elsa era por entonces un torbellino de veinte años. Hija de exiliados españoles asistía a la Facultad de Humanidades junto con Alba Bordoli. Ignoro en qué momento iniciaron su amistad, que se cortó cuando Elsa pasó a la clandestinidad en 1967. Alba ya se había separado de los Tupamaros unos meses antes, todavía en 1966, cuando vislumbró que la mano vendría más dura de lo que ella estaba en condiciones de soportar, aduciendo discrepancias de orden político.

La diferencia de edad, el puesto que yo ocupaba en el Partido y el que se suponía que tenía entre los Tupamaros hizo que Elsa en alguna medida me idealizara. Fue ella la que propició un acercamiento que en lo personal me era muy necesario. Yo trabajaba, me ocupaba de mi hijo, militaba en el Partido, en el Sindicato de Artes Gráficas y en el Coordinador. Todo mi tiempo estaba dedicado a responsabilidades que muy poco tenían que ver con lo personal. Eso me llevó a que en la relación con mi hijo buscará satisfacer sus necesidades en todos los aspectos, intentando así suplir las carencias que la ausencia de Teresa pudiera causarle.

Así que los ratos que pasaba con Elsa eran un remanso en mi vida. Cuando se me asignó la responsabilidad de estudiar el rescate de los cañeros del tren que debía trasladarlos a Artigas la elegí a ella para acompañarme. Hicimos varios viajes en el tren, situados a escasos pasos de los presos y sus custodias, simulando ser una pareja de novios, besos y caricias incluidas, que cesaban inmediatamente una vez que llegábamos a destino.

Pero estábamos tan compenetrados del papel que representamos, que una vez que el tren llegaba a su destino retomábamos nuestro papel de compañeros. Sí, reíte, pero era así. En ninguna de las noches que dormimos juntos en la pensión se nos ocurrió que algo sexual podía haber en esos momentos.

Elsa se comportaba como lo que era, una chiquilla inquieta que lo miraba todo a través de sus ojos miopes, riendo franca y abiertamente mis bromas, con su risa a media voz, como si se avergonzara de ella, sacudiendo la cabeza arriba y abajo, como si afirmara algo, llamando la atención de los demás viajeros que terminaban riendo cuando ella lo hacía, actuando como si nuestra presencia en ese vagón fuera por puro divertimento. Unas veces simulaba dormir apoyada en mi hombro mientras yo le acariciaba la cabeza, haciendo como que jugaba con su pelo y ella hacía como que se enfadaba y se iba sola, a otro asiento, para volver luego a mi lado, como si el enojo se le hubiera pasado.

Al final la operación fracasó porque la compañera que debió avisarnos del traslado, la esposa de Leonel Francis, secretario del partido Socialista no lo hizo. Claro, se supo, al menos en el Ejecutivo del Partido nuestro intento de rescate, y tuvieron miedo de las repercusiones que tendría. Fue a partir de ese momento que tomé consciencia de lo importante que Elsa estaba empezando a ser en mi vida. Empecé a extrañar su compañía, su olor a tabaco negro y en la primera oportunidad que estuve con ella a solas, se lo dije. Habíamos acabado una reunión en el Centro Caramella, cuando ya estaba en la calle Batoví y me ofrecí a llevarla a su casa. Era de las primeras veces que Elsa montaba en moto y se agarró a mí con una fuerza que su pequeño cuerpo no dejaba traslucir.

Recuerdo que le dije extraño los viajes en el tren, contigo. Es como si me faltara algo, ¿sabés?, no me lo explico, pero es así. Me gustaba jugar a los novios... Me abrazó un poco más fuerte. A mí no me importaría seguir jugando. Si querés seguimos, me respondió. Claro que quiero, le dije mientras le acaricié sus manos, que seguían  aferradas a mí. Fuimos al bar que estaba frente a su casa, en San José y Río Branco, a escasos metros del colegio en qué trabajaban sus padres.

Ella comió y bebió sonriente, mientras yo empecé a ponerme cada vez más serio.

En un momento se quitó los lentes, cerró los ojos y me sacó la lengua, en señal de burla. ¿Qué te pasa? ¿No tenés hambre? No hacés más que mirarme, me dijo, mientras le daba fuego a un La Paz suave.

Tengo miedo, eso es lo que me pasa, le respondí. ¿Miedo? ¿A qué tenés miedo? A mí no será... Se quedó esperando mi respuesta, envuelta en la nube de humo del cigarro. A vos no, le tengo miedo al fracaso, nada más, recuerdo que le dije. La acompañé hasta su puerta, al otro lado de la calle San José y nos dimos nuestro primer beso. Después habría algunos más, pero no muchos, como si le costara hacerlo. No estoy preparada, me dijo un día ante mi insistencia, deshaciendo el abrazo.

Una noche me estaba esperando en el hall de entrada en el BP (70), resguardándose del frío. Tengo que hablar contigo, me dijo, y salimos. Fuimos al bar que estaba en la esquina de San José y Paraguay. He vuelto a ese bar muchas veces, pero está muy cambiado. Sentada frente a mí empezó a llorar. Tenés que perdonarme, me dijo. La culpa es mía. Sé que te hago daño, pero no puedo seguir.

Parecía un pollito recién salido del cascarón y sentí tanta pena por ella como por mí. No pasa nada, no te preocupes. ¿Seguimos amigos? Sí, me respondió. Amigos y compañeros. Eso es lo importante, le dije, haciéndome el fuerte. Las reuniones de la célula se hicieron más serias, menos cordiales, como consecuencia que dos de sus miembros dejaron de comportarse con la espontaneidad que lo habían hecho anteriormente. Recuerdo que una noche, terminada la reunión, cuando yo estaba preparando para cerrar el local, Alba volvió sobre sus pasos. Tengo que hablar contigo, me dijo. No puedo, entro a las nueve, le contesté. Nos vemos mañana, a las tres, aquí.

Como te dije antes, Elsa y Alba eran íntimas amigas y habían compartido las peripecias de nuestra corta relación. Alba conocía detalles que a mí me habían pasado por alto, tal era el grado de confidencias entre ellas. Seguro que en lo personal estás dolido, pero tenés que dejar lo personal de lado, oí que me decía. Lo importante es lo que tenemos entre manos... no te antepongas al grupo... Es lo que estoy tratando de hacer, pero me cuesta mucho, le dije. Ni siquiera fue mía la iniciativa, o a mí me lo parece, agregué. No puedo dejar de sentirme engañado, es así como lo veo. Vos también tenés que entenderme, ya sabés por lo que estaba pasando y ahora esto... es demasiado.

Al día siguiente, como habíamos convenido, llegó Alba, pero Elsa venía con ella. No puedo seguir en el grupo, dijo Elsa. Estoy incómoda y vos también lo estás. Es mía la culpa, pero no podemos seguir así. Tampoco quiero abandonar la militancia. Seguro que habrá otra célula para mí, ¿no podés arreglarlo? Muchos años después, cuando había competencia para ver quién decía lo peor sobre mí, Alba dará una versión diferente sobre este encuentro (71), para hacerme aparecer decidiendo yo la separación de Elsa.

Hablaré con Sebastián (72). Veremos qué puedo hacer, les dije. Sí, Sebastián era el ingeniero Jorge Manera, el hombre de confianza de la Dirección del Partido Socialista. Era quien me había reclutado, por indicación de Félix Vitale y José Díaz. Nos veíamos en la calle, a bordo de su Land Rover la mayoría de las veces y otras en su oficina de UTE. Siempre sentí un profundo respeto por él, ya que incluso en sus errores actuó de buena fe. A casa de mis padres fue pocas veces y siempre me esperaba en la calle, pero eso no impidió que mi madre lo reconociera cuando su foto salió en los diarios como atracador del banco en Larrañaga y San Martín. Antes nos habíamos llevado la dinamita de la cantera Nueva Carrara, en Pan de Azúcar, las armas de un coleccionista amigo suyo por la calle Médanos, hoy Javier Barrios Amorín (73) y las de la armería Botta (74), en el Reducto. Otras veces quedamos en el bar de San José y Paraguay (75), cuando a mí me tocaba hacer el turno de la tarde.

Claro, todos esos operativos los dimos como miembros del grupo socialista. Sí, éramos muy activos e imaginativos, pero tengo que reconocer que eran otros tiempos…  no teníamos dónde esconder la camioneta y la tuvimos escondida entre unos matorrales por Solymar y circulaba por Montevideo con una plataforma de madera que iba sobre el techo… no, era un cajón y dentro iban los compañeros que entraron por el balcón… y la camioneta estacionada debajo, junto a la vereda, los tres minutos escasos que tardaron Tabaré Rivero (76) y Eraclio en entrar, descolgar las armas y meterlas en el cajón… mientras la gallega Elsa y Alba Bordoli, que oficiaron de campanas conmigo, literalmente se mearon, por los nervios. Y sí, era su debut.

El posible cambio de grupo de Elsa lo resolvimos en ese bar, sentados en una mesa mientras “Titito” Heber (77) tomaba café con su chofer en la barra. Sebastián sabía de mi situación personal pero ignoraba lo sucedido con Elsa. Al principio yo había pensado usar una excusa cualquiera, pero sentí que no le podía mentir y aunque omití detalles le relaté lo sucedido, disculpándome porque un problema personal interfiere en el funcionamiento del grupo. Ya me había ganado la mística del funcionamiento, la militancia sobre la vida personal, lo colectivo sobre mi persona.

Acordamos que Elsa se integraría en el grupo de Ismael, Tabaré Rivero, ya que en esa célula no había ninguna compañera. Elsa dejó de participar en la nuestra, pero siguió participando de las reuniones del Partido, por lo que nos veíamos de vez en cuando. Ese distanciamiento hizo que la tensión entre nosotros desapareciera y la relación volviera a la cordialidad. Unos meses después, Ismael y Elsa iniciaron relaciones de pareja, relación que se cortará poco después, provocando uno de los cismas internos de los Tupamaros y que pondrá en evidencia lo difícil que nos sería llegar a ser el “hombre nuevo” que el Che vaticinó. 

Mis padres y mi hermana Dafné desconfiaban de mis andanzas, de las furtivas llamadas de teléfono y de las ausencias, ausencias que casi siempre coincidían con sonados hechos policiales. Yo me empeñaba en desmentir sus sospechas, cosa que me era cada vez más dificultosa, sobre todo después que Manera y Marenales (78) ,  dos miembros del Partido Socialista, fueran detenidos y procesados. Yo nunca había sido ni de barra de amigos ni de frecuentar boliches, pero aunque lo hice escasas veces, de pronto eso lo corté radicalmente. Incluso en casa, en las reuniones con mis hermanos y sus novias, con los amigos con los que compartía asados, mate y caña, mi participación en los juegos, en los cantos y en los bailes que se montaban fue desapareciendo. Al principio tuve la excusa de la separación, pero era evidente que algo en mi vida estaba cambiando.

Pensá en tu hijo, me decía mi madre. Pensá en tu hijo, me decía mi hermana. Ya lo creo que pienso, les respondí a las dos. Mi hijo tenía por entonces cuatro años. Más de una vez me había planteado qué pasaría el día que yo, por alguna circunstancia, le faltara. Este tema empezó a convertirse en prioritario, a medida que nuestra organización iba creciendo y las acciones se fueron haciendo más frecuentes.

Una tarde que Teresa llegó a recoger a nuestro hijo, me dijo que tuviera cuidado con la gente que iba al apartamento (79). Yo mantenía el alquiler a mi nombre y lo estábamos usando como ocasional lugar de reuniones y de enterradero de Sendic en Montevideo. Cuando Teresa me dio el aviso, Sendic estaba usando el apartamento para reunirse con la dirección de UTAA (80), cuando una de las marchas a Montevideo, sin que Manera y yo estuviéramos enterados.

Héctor Amodio Pérez

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68  María Elsa Garreiro Martínez nació el 14 de octubre de 1945 en Pontevedra, España. A sus 4 años se radicó en Uruguay junto a sus padres y a los 19 años, en marzo de 1965, obtuvo su “Carta de Ciudadanía”, convirtiéndose en ciudadana legal uruguaya. Integrante de las Juventudes Socialistas se integró al grupo Tupamaros en 1964, siendo estudiante de Psicología. Pasó a la clandestinidad en 1966, como consecuencia del fallido asalto a Funsa el 22 de diciembre de ese año. En 1967 solicitó la baja del MLN para trasladarse a la Argentina junto a su entonces compañero Andrés Cataldo, para integrarse al Ejército Revolucionario Peronista (ERP). Posteriormente conoció a Raimundo Villaflor, con el que contrajo matrimonio y empezó a militar en las Fuerzas de Acción Peronistas junto a su esposo. Tuvo dos hijas: Elsa Eva y Laura. El 4 de agosto de 1979, a la edad de 34 años, fue detenida con su familia en la vía pública. Sus hijas fueron dejadas en la calle cerca de su domicilio y fueron entregadas a sus abuelos por los vecinos. Fue conducida a la ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada) donde fue vista por última vez, según testimonios de sobrevivientes, en marzo de 1980. Continúa desaparecida.

69  Eraclio Rodríguez Recalde y Edith Moraes Alves, miembros de las Juventudes Socialistas formaron parte de los grupos de autodefensa del partido Socialista desde el año 1963. En 1964 se integran al grupo Tupamaros, pasando ambos a la clandestinidad  como consecuencia del fallido atraco a Funsa en diciembre de 1966. Ambos formaron parte del grupo que dio nacimiento a la columna 15 del MLN, del que fueron destacados militantes. Eraclio fue, además de integrante de varios grupos de acción, un importante miembro del sector Servicios y de destacada participación en la fuga del Penal de Punta Carretas en setiembre de 1971 y fue, junto a Alicia Rey Morales y a Héctor Clavijo Quirque, responsable del equipo exterior en la fuga del mismo Penal en abril de 1972. Edith formó parte junto a Alicia Rey Morales, Graciela Jorge Pancera y Jessie Machi Torres del grupo que organizó en el interior de la cárcel de Cabildo la fuga del 31 de julio de 1971.

70  BP Color fue el continuador de El Bien Público, diario fundado en 1878 por el poeta y diplomático Juan Zorrilla de San Martín, que había dejado de imprimirse en 1963. Fue el primer periódico impreso en offset y a color en América Latina. La edición de lanzamiento del diario en su nueva versión significó un golpe de efecto singular. Convocados los directivos de las agencias de publicidad fueron fotografiados en la puerta de entrada. Mientras recorrían las instalaciones, todo el innovador sistema se puso en marcha y al llegar los directivos a la sala de impresión se les entregó un ejemplar del diario con la foto tomada minutos antes. Su sede estuvo en la calle San José 1116. Anteriormente estuvo en ese lugar la sede de Cromograf y en la actualidad se encuentra la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y Ciencia.

71  En el libro La piel del otro, de Hugo Fontana.

72 Primer seudónimo de Jorge Amílcar Manera Lluveras. Nació en Salto, el 18 de noviembre de 1929. Es un ingeniero civil uruguayo que tuvo una destacada actuación en el grupo Tupamaros y en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Inició su militancia política en el partido Socialista en 1950 y en 1962 participa en la formación de los grupos de autodefensa del partido y fue el hombre de confianza de la Dirección Socialista en el llamado Coordinador, junto a otras fuerzas políticas. Fue detenido en 1964 tras el fallido asalto a una sucursal del banco de Cobranzas. Pasó a la clandestinidad tras los hechos del 22 de diciembre de 1966 y en 1967 participa de la fundación del Movimiento de Liberación Nacional, MLN, junto a Raúl Sendic, Julio Marenales Sainz, Eleuterio Fernández Huidobro y Héctor Amodio Pérez. Detenido nuevamente en 1969, participa de la fuga masiva del penal de Punta Carretas en septiembre de 1971. Tras la fuga es nombrado responsable del Sector Servicios del MLN y del local llamado Caraguatá, en el departamento de Maldonado y participa en la muerte y enterramiento del peón rural Pascasio Báez Mena. Detenido nuevamente en mayo de 1972, participa en el grupo de presos que negociará la rendición en la llamada primera tregua, en junio de 1972. A partir de 1974 integró el grupo conocido como “los rehenes”, los que fueron distribuidos en grupos de tres en distintas unidades militares para evitar una posible fuga conjunta, al desbaratar un plan para rescatarlos del Penal de Libertad ese mismo año. Tras el fin de la dictadura ocupó cargos en el llamado grupo de los 17, y junto a Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Julio Marenales Sainz y Jorge Zabalza Waksman estudiaron la posibilidad de retomar las armas. En 1989 renunció a sus cargos y abandonó el MLN.

73  La casa estaba situada en el 1531.

74  La armería Botta estaba en la calle San Martín 2530.

75 El bar estaba en la esquina de San José y Paraguay. Hoy está en ese lugar el bar El Candil.

76  Tabaré Euclides Rivero Cedrés, conocido como Ismael, nació en Montevideo en 1936 y falleció también en Montevideo en 2019. Integró el primer Comité Ejecutivo del grupo Tupamaros en 1965. Fue el creador de la leyenda de mi participación en el caso Cukurs.

77  Alberto Heber Usher, apodado Titito, nació en Montevideo, el  1 de mayo de 1918 y falleció el 19 de enero de 1981. Fue un  político uruguayo perteneciente al Partido Nacional, Presidente del Consejo Nacional de Gobierno (Jefatura de Estado y Gobierno colegiado) entre el 1 de marzo de 1966 y el 28 de febrero de 1967. Su domicilio particular estaba en la finca contigua al bar, calle Paraguay 1113.

78 Julio Ángel Marenales Sainz. Nació en Canelones, Uruguay, el 24 de enero de  1930 y falleció en Salto, Uruguay, el 14 de mayo de 2019. Afiliado al Partido Socialista, ingresó al grupo Tupamaros en 1964 y fue detenido tras el fallido asalto a una sucursal del banco de Cobranzas en 1964. Pasó a la clandestinidad tras los sucesos del 22 de diciembre de 1966. En enero de 1967 integró el grupo que fundó el Movimiento de Liberación Nacional, MLN, junto a Raúl Sendic, Jorge Manera Lluveras, Eleuterio Fernández Huidobro y Héctor Amodio Pérez. En 1968 integró el Ejecutivo del MLN en sustitución temporal de Manera Lluveras, siendo detenido por segunda vez el 8 de octubre de ese año. Integró el grupo de fugados del Penal de Punta Carretas en septiembre de 1971 y volvió a ser detenido en julio de 1972. Estando detenido participó de las reuniones que mandos militares realizaron para conseguir la rendición “honrosa” de Raúl Sendic en agosto de 1972. A partir de 1974 integró el grupo conocido como “los rehenes”, los que fueron distribuidos en grupos de tres en distintas unidades militares para evitar una posible fuga conjunta, al desbaratarse un plan para rescatarlos del Penal de Libertad ese mismo año. Tras el fin de la dictadura ocupó cargos en el llamado grupo de los 17 y como tal impulsó algunos intentos de retomar las armas, junto a Jorge Manera Lluveras, Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro y Jorge Zabalza Wacksman. Fue uno de los impulsores de la formación del Movimiento de participación Popular, MPP, que llevará a la presidencia de Uruguay a José Mujica Cordano, del que acabará distanciándose. Ricardo Perdomo, en su libro Soy Rufo y no me entrego,  dice que Marenales fue el creador de la rendición honrosa de Raúl Sendic.

79  Se refiere al apartamento que había sido nuestro domicilio en la calle Justicia.

80  Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas, en esos momentos acampados en el solar situado frente al Mercado Agrícola, en la calle Cuñapirú, hoy Juan José Amézaga.

 

Cabeza de turco 8

 

Le agradecí a Teresa el aviso ya que si no hubiese sido por ella los vecinos habrían terminado llamando a la policía. Surgió el tema del hijo, inevitable cada vez que la posibilidad de que fuera preso se planteaba. Tenés que pensar en tu hijo, me dijo. Esa frase hizo que soltara todo el dolor y rabia contenida que desde meses atrás me tenían enfermo. Largué todo lo pasado, las ilusiones, los proyectos realizados y los perdidos. Claro que pienso en mi hijo, por eso está conmigo y no con vos!!! porque no te importa nada, y me venís a decir que piense en mi hijo...

Pasados unos días me llamó y quedamos en vernos en el apartamento. Tuvimos una larga charla y me pidió hacerse cargo del hijo. Estás loca, para que se críe entre borrachos, no. No, ella no bebía, pero Jorge, su nueva pareja y sus padres, sí. Vos vas a terminar muerto o en la cárcel, me dijo. Es posible, pero ahora estoy aquí y me ocupo de él. Se ocupa tu madre, vos le das la plata, nada más, me respondió.

Algo de cierto había. Yo me reprochaba lo poco que estaba con él, aunque atendía sus pedidos, sus deseos. De pronto me oí diciéndole yo todavía te quiero, tengo un buen trabajo, ¿por qué no lo intentamos otra vez? Recuerdo que lloré como nunca había llorado. Lo tengo que pensar, me dijo y se marchó. Al día siguiente repetimos el encuentro. De acuerdo, me dijo, pero tenemos que empezar de cero: sin amigos, sin compañeros, sin Partido ni sindicato, de cero. ¿Y vos que dejás?, pregunté. Lo dejo a él, me respondió. Lo dejaba a Jorge.

Sobre la marcha empezamos a hacer planes: yo alquilaría un apartamento en otro barrio, lejos, donde nadie nos conociera. Nos trasladaríamos allí a empezar de nuevo, como si nada hubiera pasado. Quedaban cosas de nuestra primera casa, las demás, las compraría yo, ella no podía colaborar, no tenía trabajo. A mí no me importó. Daniel tiene un perrito, si él quiere se viene con nosotros, Claro, a mí no me importa, me dijo.

A la mañana siguiente anuncié a mi madre y hermanas el nuevo intento. Me desearon suerte. A Daniel se lo dije mientras comíamos. ¿Querés que Mamá viva con nosotros? Sí, aseguró. Ese mismo día empecé a organizar mi nueva vida. Fui a la UTE a ver a Sebastián. Tengo que dejarlo, le dije. Mi mujer y yo hemos llegado a un acuerdo para vivir juntos otra vez y lo tengo que dejar. Se lo prometí. Está bien, dijo Sebastián. Pero ni una palabra a nadie. Ni siquiera a ella. Tranquilo, podés estar seguro, le dije.  Renuncié al cargo en el Partido y el Sindicato. Cuestiones personales, dije.

El apartamento en Pérez Gomar (81) lo alquilamos enseguida y el resto lo fuimos comprando por aquí y por allá. Cuando todo estuvo a punto, era un sábado, nos fuimos nosotros, junto con el perro, Spencer. Mientras comíamos seguimos con nuestros planes de futuro: la escuela frente a casa, la cercanía de la playa, incluso un hermanito...

A la mañana siguiente Teresa se levantó la primera. Se había vestido para salir y una valija la esperaba junto a la puerta de entrada. Me tengo que ir, fue todo lo que dijo. Y se fue. Cuando tomé conciencia, desperté a Daniel. Vamos a desayunar, le dije. Buscó a su madre y al final preguntó por ella. No está, le dije. Se ha ido y nosotros también nos vamos. Cuando recogíamos algunas cosas, eché en falta el dinero. Aquí dejo la guita, le había dicho. Usá lo que necesites. Sí, me hizo caso al pie de la letra.

Volvimos a casa de mis padres y aunque no hubo explicaciones, todos supieron lo que había pasado. Yo me encerré en mi cuarto y allí estuve hasta la hora de irme al BP. Daniel pasó la tarde jugando con sus amigos, de los que se había despedido unas pocas horas antes. Esa tarde tomé  la decisión de volver a la militancia, en todos los frentes y con todas las consecuencias.

Sí, es posible que al principio, por mi militancia, ella se sintiera desplazada, pero ella había asistido junto con el resto del grupo a las conferencias multitudinarias que el Che y Fidel habían dado en Montevideo y aparentemente estaba de acuerdo con lo que el grupo hacía, pero de cuyas actividades se negó a participar. Claro, cuando me despidieron de Cromograf la situación familiar se hizo difícil. Por eso es más inexplicable el nuevo abandono, cuando la situación económica nos era favorable.

Claro, mi entrada a trabajar en el BP Color cambiaba todo. Me debe haber traicionado el subconsciente y no te lo dije. Se iba a producir la salida y el máximo accionista de la empresa que me despidiera tenía un contrato con la empresa Juan XXIII, editora del diario para el montaje de la sección de Fotomecánica. Sí, Mario Campiglia (82). El diario era una aventura empresarial arriesgada y Campiglia no conseguía la gente adecuada para cumplir su parte del contrato. A través de mi padre me pidió que fuera a verlo a su oficina en el banco Mercantil, del que era consejero. Así lo hice. Me planteó entonces sus necesidades, esbozó un plan de futuro y me preguntó si me consideraba capacitado para llevarlo adelante. Es lo que estuve haciendo en tu empresa, le contesté tuteándolo. Me extraña que me lo preguntes; deberías saberlo.

Olvidemos lo pasado, me dijo. En la vida cometemos errores y de lo que se trata ahora es de ponerles remedio. Yo te ofrezco ser el segundo encargado, trabajarás seis horas y con un sueldo de tres mil quinientos pesos. Te ofrezco de segundo porque no les puedo decir a los del diario que el encargado de la fotomecánica va a ser un guacho de 27 años. De encargado estará Mateo Carrano (83). Vos lo conocés y si aceptás él está de acuerdo en dejarte hacer. De acuerdo, respondí. Pero el despido de tu empresa me causó muchos problemas, debo mucho dinero, mi mujer está trabajando por una miseria y no quisiera empezar pensando en que voy a tener que trabajar para vos para pagar las deudas que por tu culpa tuve que contraer. 

¿Cuánto necesitás? me dijo. Doce mil, respondí. Marcó un número en su teléfono y ordenó a alguien que fuera a su despacho. Hay que darle un crédito a este hombre por quince mil pesos a tres años, sin intereses. Prepará el contrato, lo firma y le das el dinero. No, eso no, así no acepto. Necesito doce mil, no quince mil. Pero no quiero un crédito, quiero los doce mil. Me miró unos segundos durante los que sostuve su mirada. De un cajón sacó una libreta de cheques y extendió uno al portador por los doce mil. Pagáselo, le dijo al recién llegado. A vos te espero mañana a las nueve en el diario.      

Con los doce mil en el bolsillo salí del banco que no cabía en mí. Fui directamente a casa de mi madre y le conté con todo detalle la entrevista mantenida y los planes de futuro que a toda marcha pensaba poner en práctica. No me quiso aceptar mil pesos a cuenta del dinero que le debía. No me debés nada, era mi deber ayudarte, dijo a modo de justificación. Fui a buscar a Teresa y le mostré el sobre con el dinero recibido. ¿De dónde lo sacaste? fue su comentario. Le conté la entrevista a grandes rasgos, puse énfasis en lo que para mí era lo más importante, ganaría lo suficiente para que ella pudiera criar a nuestro hijo sin necesidad de trabajar, podríamos tener vacaciones, podríamos hacer tantas cosas... Cuando llegamos a casa, fue a visitar a la vecina que hacía de portera junto con su marido, y que vivía una planta encima de la nuestra. No tardo nada, me dijo.

 Cuando volvió, no me gustó ni la expresión de su cara ni la forma en que esquivaba mi mirada. Teresa, ¿qué te pasa? Se acabaron los problemas, ya no tendremos que ir de aquí para allá peleando por la guita, ¿te das cuenta lo que significa eso? Sí, me doy cuenta, me contestó. Ahora que tenés trabajo, me voy. No quise irme antes para no dejarte en la vía y que todos pensaran que soy una ingrata. Pero sí, me voy. Ya está decidido.

No lo podía creer. No puede ser, repetí ciento de veces. Cuando Inés volvió, me encontró llorando. Teresa no estaba. Había subido otra vez, a casa de la vecina. Le conté lo sucedido y al acabar fue en busca de su hermana. Ya sé que estás loca –le dijo– pero quiero que me expliques, si tenés valor, lo que está pasando. Primero se negó a hablar. Luego, ante nuestra insistencia, me dijo: ya no te quiero. Es más, creo que nunca te quise, y no me fui antes porque me das lástima, porque de alguna manera estoy en deuda contigo, pero se lo había prometido a Jorge y ya subí para decírselo. ¡Sos una hija de puta!, le dijo Inés.

Han pasado casi sesenta años y todavía me acuerdo. Durante dos días intenté convencerla para que recapacitara, pero fue inútil. Daniel se queda conmigo, le dije. No me respondió, pero su actitud demostró el nulo interés que tenía en discutir mi decisión. Lo que con tanto esfuerzo habíamos conseguido se desmoronó en un pif paf. Peleó por los muebles, las sábanas, las frazadas, por todo menos por su hijo. Cuando ya no quedaba nada que vender o repartir, cerré la puerta y me marché. Mientras todo eso sucedía, haciendo de tripas corazón había tomado posesión de mi puesto de trabajo. Cuando me encontré con Campiglia, éste me preguntó ¿qué tal van las cosas con tu señora? ¿Se resuelven las cosas? Estamos en eso, le respondí.

El trabajo me valió para desalienarme. Aunque básicamente era igual al que había desempeñado antes, técnicamente todo era nuevo. A la semana, tal como habíamos acordado, tuvimos una reunión con los responsables del diario, tanto a nivel técnico como económico. El accionista mayoritario era el padre de quien pocos años antes fuera entrenador de baloncesto de mi hermano Miguel (84)Larre Borges, al que todos llamábamos El Oso (85) y participaba en la reunión en representación de su padre, general retirado y presidente del directorio de Funsa. Sí, el viejo Tydeo (86), no recordaba el nombre.

Allí nos fueron presentados quienes formaban el equipo técnico (87) y el Secretario de redacción, Eduardo Navia (88). Sí, Navia falleció hace poco. Me hubiera gustado hablar con él, pero no quiso. Cuando me llamó Ronzoni (89) por lo del Infidente (90) insistí otra vez, pero fue inútil. Sí, Ronzoni me llamó y me adelantó su intención de publicar el libro que tenía entre elaboración. Quiso hablar conmigo para saber si el MLN había tenido en alguna oportunidad alguna evidencia sobre la implicación de Batlle en la infidencia.

Yo estaba en España, había vuelto por el permiso que la Corte me había otorgado y tenía hacia Ronzoni cierta animadversión por el tono de algunos comentarios que había hecho sobre mí, nada más que basándose en lo que decían los que eran claramente mis adversarios. Pero me dejé llevar por mi decisión que la verdad sea la que prevalezca y le dije claramente lo que yo sabía: el MLN nunca tuvo ninguna evidencia que involucrara a Jorge Batlle y se hizo eco de los rumores que se pusieron en circulación. Tené en cuenta que en esos momentos yo era el responsable del Servicio de Información y centralizaba la información que llegaba desde la prensa. Teníamos varios periodistas conectados a través de Blixen (91), con el que me reunía asiduamente en el local de Felipe Sanguinetti 2519.

Héctor Amodio Pérez

 

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81 Pérez Gomar 4240, situado frente a la escuela Japón.

82 Mario Campiglia Zapattini, fue accionista mayoritario de Cromograf, S.A

83 Mateo Carrano fue un antiguo empleado de Campiglia y Sommaschini, convertida en Cromograf tras la fusión con Bertazzoni y Lorio. Su conocimiento del sistema offset era nulo, pero contaba con la confianza de Campiglia. Desde el primer momento aceptó las directivas que recibió de parte de Campiglia y delegó en mí la conducción técnica. Acompañó todas las medidas de orden laboral que se tomaron por parte del personal sin tener una participación activa.

84 Miguel Ángel Amodio Pérez fue jugador de basquetbol en el club Albatros. En Memorias de Insurgencia, de Clara Aldrighi, Miguel Ángel Olivera dice que yo no lo delaté porque éramos amigos del basquetbol. Me confunde con mi hermano. Así se escribió la historia…

85 Tabaré Larre Borges Gallarreta fue un exjugador de baloncesto uruguayo. Fue medalla de bronce con Uruguay en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. Abandonada la práctica del deporte se distinguió como entrenador.

86  Tydeo Larre Borges, nació en Paysandú, el 25 de setiembre de 1893 y falleció en Montevideo, el 1 de septiembre de 1984. Fue un militar y aviador  uruguayo, alcanzando el grado de Brigadier General. Fue pionero de la aviación en América Latina y el mundo. Entre otros logros, fue el primer aviador americano en cruzar el Atlántico Sur, volando sin escalas junto con el piloto francés Léon Challe el 15 de diciembre de 1929 desde Sevilla, España y aterrizando el 17 de diciembre en las cercanías de Maracajaú, Brasil, hazaña por la que ha recibido el apodo de Conquistador del Océano Atlántico Sur. Previamente había realizado un intento, infructuoso, en 1927, junto con su compañero de curso Cap. José Luis Ibarra; su hermano, el Cap. Glauco Larre Borges, y el Alf. José Rígoli. También tuvo actuación en la aviación comercial del Río de la Plata, siendo el fundador en 1936 de la Compañía Aeronáutica Uruguaya S.A. (CAUSA), y su Director.

87  El equipo técnico lo formaban Moisés Jácoby, Edgardo Sajón y Luis Albín. Edgardo Sajón fue secretario de prensa del dictador argentino Alejandro Lanusse, desde  el año 1973, a la edad de 38 años. Fue secuestrado el 1 de abril de 1977, según evidencias, por la policía bonaerense, al mando del coronel Ramón Camps. El ex policía Carlos Hours, llamado a declarar por el asesinato de Sajón, dijo que Vestido con pantalón y camisa, fue amarrado con sogas de colgar cortinas sobre la mesa de billar mojada y uno de los terminales de un cable eléctrico fue atado al dedo meñique de uno de sus pies y el otro introducido en su boca. Hours aseguró que presenció la muerte del periodista como escarmiento por haber denunciado secuestros.

88   Eduardo Navia Sienra. Nació en Montevideo el 9 de octubre de 1930 y falleció también en Montevideo el 11 de mayo de 2019. Comenzó su labor profesional en El Bien Público, en 1958, ocupando cargos de responsabilidad en La Mañana, El Diario, BP Color y El País. Entre 1976 y 1979 fue director de informativos de Canal 12 de Montevideo. Luego de la apertura democrática en Uruguay, fue nombrado por el presidente electo Julio María Sanguinetti como director de la Secretaría de Información de la Presidencia de la República (SEPREDI) entre 1985 y 1987.

89   Raúl Ronzoni, nació en Montevideo, el 24 de mayo de 1943. Es un  periodista  y  autor uruguayo. Su labor periodística comenzó en la sección deportes de Época. También escribió en Hechos, Ahora, Sur,  El Debate,  El Día y el semanario Búsqueda. Se ha desempeñado como corresponsal de la agencia de noticias Inter Press Service y de los diarios Clarín, Folha de São Paulo y la revista Mercosur. También produjo programas de televisión y participó en el programa radial En Perspectiva. Actualmente reside en España.

90  El Infidente, libro de Raul Ronzoni, publicado por la editorial Fin de Siglo, en 2018, trata el tema de la filtración de la devaluación del dólar en abril de 1968, a través del diario BP Color, el día 28 de ese mes y vigente desde el 29, con la firma de Alberto Astesiano. Desde el primer momento se culpó a Jorge Batlle de la filtración, sin que se aportaran pruebas en ese sentido. Estas sospechas motivaron la detención de Jorge Batlle por parte de miembros del Batallón Florida, en octubre de 1972, con la intervención directa en la decisión de presos del MLN, encabezados por Fernández Huidobro, que día antes habían inducido a la detención del actuario Ramón Queiruga. Según Ronzoni la noticia de la devaluación y su difusión fueron obra de Alberto Astesiano, aunque en la página 107 plantea una serie de incógnitas todavía sin resolver.

91 Samuel Blixen y yo fuimos compañeros en BP Color, entre 1964 y 1967. Blixen, como cronista policial, tenía cercanía con el comisario Alejandro Otero y otras autoridades de Inteligencia y Enlace. Su aspecto bonachón y el diario que representaba le permitió ganarse la confianza de Otero y de ese modo supimos de la orientación de algunas de las investigaciones policiales. Aunque recién ingresa oficialmente como colaborador en 1968, su labor como informante es anterior a esa fecha. Fue a través de Blixen que yo conocía las investigaciones sobre el caso Cuckurs y ese conocimiento dará pie luego a la leyenda tejida en torno al asesinato del ex agente nazi y mi participación en el mismo hecho. Juntos redactamos el comunicado publicado por La Mañana como pago de parte del rescate exigido para la liberación de Gaetano Pellegrini Giampietro. Tras las detenciones que comenzaron el 9 de agosto de 1970 ocupó durante unos pocos días la Dirección del MLN, junto a Manuel Marx Menéndez y Lucas Mansilla, siendo detenido como supuesto colaborador. Liberado viajó a Chile en uso de la opción legal vigente y luego a Cuba, de donde regresó a finales de 1971. Participó en el asesinato de Guzmán Acosta y Lara el 14 de abril de 1972, y aunque fue condenado como el ejecutor material, Rodolfo Wolff, también integrante del grupo ejecutor, se adjudicó la autoría del disparo mortal, ante la tardanza de Blixen. Es autor de varios libros, entre ellos una supuesta biografía de Sendic, en la que se hace eco de la historia oficial del MLN. Actualmente forma parte del semanario Brecha

 

 


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