13.SEP.21 | PostaPorteña 2231

CABEZA DE TURCO (13,14 y 15)

Por AMODIO

 

Cabeza de turco 13

 

Marquetalia cumplió lo que en esos momentos era fundamental: preservar la organización y demostrarnos que pese a las dificultades nuestra moral no menguaba. Pero ese reconocimiento no evitaba que sintiéramos cómo los acontecimientos políticos se precipitaron, el gobierno de Pacheco Areco radicaliza su actuación mientras nosotros nos contentamos con permanecer.

El Ejecutivo fundamenta esa inactividad en la necesidad imperiosa de consolidar la infraestructura interna, reducida a su mínima expresión tras la caída de Nell Tachi. Sin embargo, en ningún momento ese Ejecutivo hizo un análisis de las causas que nos habían hecho retroceder en nuestra capacidad interna, causas que pudieron haberse evitado si nuestras prevenciones se hubieran tan siquiera tenido en cuenta.

Marquetalia fue también el arquetipo de la forma en que tanto Manera como Marenales entendían la organización, totalmente vertical y con nula o escasa aportación por parte del resto de los militantes.

Algunos fines de semana acudían a Marquetalia Fernández Huidobro y su compañera, Graciela Jorge. El carácter abierto del Ñato permitía que los temas a tratar fueran variados y se hablara de forma distendida, sin estar expuestos permanentemente a los juicios de valor que Marenales casi de forma permanente realizaba. Puede decirse que esperábamos su llegada como una manera de aliviar la tensión psíquica que poco a poco se iba apoderando de los militantes.

El Ñato también tenía un comportamiento más cercano hacia todos y era posible plantearle a él temas que eran tabú, tanto con Manera como con Marenales y que nos preocupaban a todos: cuándo, cómo y de qué forma saldríamos de aquella inactividad.

En esos momentos Fernández Huidobro, si bien no aportaba respuestas concretas, su actitud personal y su predisposición al diálogo con todos contribuyó en mucho a hacernos sentir que nuestras opiniones podían tener algún valor.

Así, yo mantuve con él varias conversaciones sobre aspectos organizativos y de formación que tenían como base nuestra corta experiencia en Lagomar y lo percibido en Marquetalia. También pude expresarle nuestra extrañeza acerca de la escasa atención que el Ejecutivo había manifestado hacia nuestros planteos sobre el funcionamiento del grupo que nos fuera asignado, máxime teniendo en cuenta los resultados que ese funcionamiento había tenido.

El Ñato se mostró en todo momento receptivo a mis planteos, pese a que en algunos aspectos mostrara discrepancias. Trató de justificar la actitud del Ejecutivo por la necesidad de atender y resolver múltiples cuestiones, lo que tenía como consecuencia que muchos problemas no fueran estudiados con la necesaria profundidad. Estamos sobrecargados, me decía.

Alicia, por su parte, además de incidir en algunos aspectos organizativos planteaba la necesidad de trabajar políticamente con la gente que perteneciendo a nuestro entorno, tanto familiar como amistoso, nos permitiera dejar la saturación que pesaba sobre los locales. En esos momentos, y nada más que poniendo como ejemplo Marquetalia, su caída significa la pérdida de muchos militantes, a lo que había que sumar la pérdida de materiales, con el altísimo costo político y propagandístico que eso traería aparejado.

Alicia y yo, aunque tuviéramos discrepancias en algunos puntos concretos, ya estábamos funcionando como equipo, lo que contribuyó en mucho para hacer que nuestra relación personal, aunque carente de toda intimidad, también se viera reforzada. Poco sabíamos el uno del otro, pero eso no era impedimento para sentirnos más unidos. Yo sentía que la relación con Alicia era la que estaba buscando desde hacía tiempo: compañeros en la militancia y en la vida. ¿Qué más podía pedir?

La receptividad que Fernández Huidobro nos mostraba nos afirmó en nuestras certezas y nos animó a buscar un mayor acercamiento a Manera y Marenales, con relativo éxito. Ambos siempre tenían una tarea urgente que realizar y dedicaban poco tiempo a escucharnos. Los demás compañeros de Marquetalia, animados por nosotros, hicieron lo mismo, y al final conseguimos la promesa de realizar reuniones de intercambio de ideas entre la base y la Dirección, con la presencia de Fernández Huidobro, que a su vez las transmitiría a Sendic, cuya presencia en el interior era permanente.

Ninguna reunión de ese tipo llegó a realizarse. Una vez más se impondrá la lógica de los hechos y nos veremos obligados a actuar con improvisación. Confundiendo necesidad con virtud, la improvisación fue un método de trabajo que más adelante se mostrará totalmente negativo, hasta alcanzar cotas altísimas en 1972, pero que en 1967, al no tener consecuencias negativas, se entendió válido.

Fue como consecuencia del primer secuestro de Pereira Reverbel (127), en agosto de 1968. A primeros de julio, un grupo reducido de compañeros fuimos convocados a una reunión que se produjo en la misma Marquetalia y a la que concurrieron compañeros clandestinos que vivían en otro local y un compañero aún en la legalidad, Carlos Tikas (128), “El Pelos”, apodo que le endilgara Mario Robaina, entre bromas y risas, una tarde en el taller de Gustavo Gallinal y José L. Terra.

El motivo de la reunión no era otro que conocer los detalles de una operación decidida a tenor de los acontecimientos políticos últimos, ya que éramos los elegidos para llevarla a cabo. Secuestrar a Pereira Reverbel.

Previamente, se nos fundamentó la decisión. El gobierno de Pacheco Areco estaba actuando con dureza contra el movimiento sindical y estudiantil, influido por Ulises Pereira Reverbel, en esos momentos presidente del directorio de UTE, cuyo personal había sido militarizado recientemente. La propuesta fue recibida con sorpresa, a tal punto que nos mirábamos unos a otros sin que nadie pronunciara palabra.

Qué dijo el Ñato, autor del informe, ¿qué les parece la idea? La idea me parece buena, dijo el Beto Falero (129), pero muy complicada. Secuestrar a un tipo es para conseguir algo a cambio, dijo Bassini. ¿Que esperamos conseguir? No está decidido, terció Manera. Veremos cómo evolucionan los acontecimientos. Me parece muy arriesgado, opiné. Según todos los informes dados hasta ahora por ustedes la situación interna es muy débil. En un país como el nuestro, un secuestro político va a levantar mucha polvareda, se va a desatar una movida muy grande y podemos quedar otra vez a cero...

Tenés razón, dijo el Ñato, pero hay momentos en que es necesario actuar aunque el riesgo sea mayor. El momento político nos lo exige. No podemos estar ausentes, en estos momentos. Los contactos con otras organizaciones y la opinión de la gente lo hacen necesario. Era evidente que la decisión ya estaba tomada por la Dirección, Sendic incluido, se aseguró ante una pregunta en tal sentido.

 

Cabeza de turco 14

 

El secuestro se realizó sin grandes contratiempos y la repercusión tanto o mayor que la esperada. La movilización policial, cercana a alguno de los locales nuestros, obligó a una liberación apresurada. Los volantes dejados en la Rambla Wilson y el hecho de la liberación en un Montevideo atiborrado de policía tuvieron más importancia que el secuestro en sí mismo.

Previamente a la liberación se entendió prudente distribuir a los clandestinos que atestábamos los locales en otros conseguidos por ellos mismos, bien a través de familiares o colaboradores. Así, Alicia y yo fuimos a cobijarnos en un apartamento de la calle Rizal, muy cercano al Batallón Florida.

En ese apartamento conocí a los hermanos Bentancour, Rutilio (130) y a Yolanda, apodada Modigliani, por su parecido con la mujer del retrato de Margherite. Vivía allí también Julia Armand D’Ugón. Julia creo que murió en 1972 y Rutilio lo hará en Catamarca en 1974, en Capilla del Rosario. Todos ellos eran colaboradores de Alicia, como consecuencia de una larga amistad que se remontaba a sus años estudiantiles.

Así, forzados por los acontecimientos, se pondrá en marcha una iniciativa planteada por Alicia y que el Ejecutivo había descartado por considerarla poco viable: que los clandestinos vivieran en locales cedidos por colaboradores legales, que proporcionarán la cobertura. Lejos quedaba aún que fueran los clandestinos su propia cobertura.

A raíz del éxito conseguido por Alicia, otros compañeros, al reflujo de las repercusiones propagandísticas del secuestro y posterior liberación de Pereira Reverbel, se decidieron a intentarlo. La Dirección, que se había mostrado reacia a autorizarla, terminó aceptándola e incluso alentando, a tal punto que terminó apropiándose de la iniciativa.

Sin embargo, aunque esos colaboradores plantean una y otra vez la necesidad de pasar a un grado de integración mayor, el Ejecutivo se mostró reacio a hacerlo, argumentando problemas de seguridad. En esos momentos el MLN consideraba que la infiltración era la única arma que se debía temer. Era un Ejecutivo totalmente centralizador y que pretendía abarcarlo todo, controlarlo todo y nada era válido si no contaba con su aprobación.

Comienza a producirse entonces un efecto desmoralizador, tanto por parte de los colaboradores como por quienes los habían reclutado. Las razones aducidas por el Ejecutivo se entienden pero no se comparten, máxime cuando se empieza a conocer que se producen incorporaciones por reclutamientos realizados por los miembros del Ejecutivo, que solo responden ante sí.

Comienza a gestarse entonces, primero en Marquetalia y luego en otros locales, una corriente que comienza a criticar la forma en que la Dirección trata y considera a sus militantes, y al no contar estos con cauces orgánicos para plantear sus críticas y sus dudas, lo hacen de manera horizontal, en los corrillos entre mate y mate, generando así mayor desconfianza aún.

Ni Alicia ni yo participamos de esa forma de actuar, aunque la conocíamos. Llegó un momento en que creímos necesario informar al Ejecutivo de esa situación, ya que empezamos a ser dejados de lado en la convivencia diaria y fuimos acusados de ser obsecuentes con el Ejecutivo. En este sentido destacaron Tabaré Rivero y María Elia Topolansky.

Para sorpresa nuestra, el Ejecutivo no solo sabía de esta situación, sino que su aparente pasividad era meditada, para ver hasta dónde los descontentos eran capaces de llegar. En esas reuniones que mantuvimos, participaba Marenales como un miembro más de la Dirección, en sustitución de Manera, que había viajado a Cuba. Posteriormente, Alicia y yo fuimos convocados a una reunión en la que Fernández Huidobro y Marenales nos plantearon la posibilidad de que fuéramos nosotros quienes realizáramos un planteo crítico acerca de los comportamientos detectados para, nos dijeron, no hacer más conflictiva la situación.

Nuestra aceptación fue uno de los primeros grandes errores que cometimos.Lo hicimos dando por válidos los argumentos de los compañeros de la Dirección, cuando en realidad lo que querían era quedar en un segundo plano, sin comprometerse.

Hicimos el planteo y tanto Fernández Huidobro como Marenales se mantuvieron al margen, casi sin participar en la discusión, como si la cosa no fuera con ellos, por lo que los demás compañeros vieron refrendada su idea de que éramos defensores a ultranza de una Dirección pacata e insegura. A esas alturas yo ya estaba funcionando en el local de Documentación, el sótano en la calle San Fructuoso 1525, hoy Carlos Reyes, de lunes a viernes, cuando me recogían para llevarme a Marquetalia, así que la que más sufrió el aislamiento a que nos sometieron los compañeros fue Alicia.

El local de Documentación, el sótano, era un antiguo local, alquilado por el hermano de Tabaré Rivero, Alfredo, que tenía como fachada un estudio de publicidad, pero que ya había servido de depósito de armas, dinamita y dinero. Durante el día era posible moverse con libertad, salir a la calle, escuchar música y usar el agua corriente, pero llegada la que se suponía la hora de cierre, se debía mantener el silencio más absoluto. La dueña del local vivía en el mismo edificio, y el techo del sótano era el suelo de su casa. Era un barrio de costumbres fijas, por lo que me era relativamente fácil salir, cerrar la puerta como si echara el cierre, y poco después volver sin que nadie lo advirtiera, con la comida para la cena.

Fueron momentos muy difíciles para Alicia, sobre todo porque era una actitud completamente equivocada. Y era, además, dolorosa. Sin embargo, siguió cumpliendo con sus tareas como si nada de eso la afectara. Los sábados por la mañana tanto ella como yo informábamos de nuestros avances o retrocesos a los compañeros de la Dirección y recibimos de ellos información interna: contactos con otras organizaciones, repercusiones provocadas por nuestro accionar o nuestra simple presencia y éramos consultados acerca de la organización interna. Este aspecto era en el que más incidíamos y rara vez estábamos de acuerdo, y aunque Fernández Huidobro se mostraba más receptivo, la presencia de Marenales, cerradamente centralista, hacía que las opiniones del Ñato quedarán en un segundo plano

 

Cabeza de turco 15

 

Alfredo Rivero había sido compañero mío en el BP Color, ocupando un sitio en la sección de diagramación, y su mesa de trabajo estaba a pocos metros de la del cronista de policiales, Samuel Blixen. A través de él, Alfredo y yo estábamos al tanto de muchos dimes y diretes que se manejaban en Jefatura. Por entonces Blixen era un informador muy útil. Su vinculación con el comisario Alejandro Otero era relevante, porque manejaba datos internos de Jefatura que después se corroboraron en la práctica, acerca de traslados y cambios en los departamentos. Pero lo que más nos interesaba era el estado de algunas investigaciones que tenían que ver con nosotros o con hechos de gran repercusión pública. De esta forma estuvimos siempre informados del caso Cukurs e incluso tuvimos en nuestras manos su documento de identidad, del que emanaba un olor nauseabundo y del que pudimos hacer copias, ya que era un documento brasilero del que no teníamos modelo. 

Alfredo Rivero no era solamente un técnico. Era, además, un gran trabajador y un gran compañero. Como técnico tuvo una aportación fundamental: sus conocimientos en serigrafía, lo que conocíamos como planograf. Para mí esa fue una aportación fundamental, ya que era una técnica que desconocía y que me abrió un panorama enorme en cuanto a la falsificación no solo de documentación, sino también de papel moneda.

Ni la policía ni las FF.AA. dijeron nunca que el sistema de impresión usado para la falsificación de los documentos era el planograf. El secreto estaba en la emulsión fotográfica y en conseguir que la tela de malla de seda fuera de muy buena calidad y lo más fina posible. Es decir, que tuviera muchos hilos por centímetro. La tinta era elaborada por nosotros, en base a pigmentos y caseína. Nada de inversiones en maquinaria. Todo eso lo aportó Alfredo.

Como compañero formó parte de esa enorme cantidad de militantes que ocuparon puestos secundarios pero sin cuya labor nada era posible. Más adelante, en 1968, junto con Alicia y conmigo realizará el planteo acerca de la descentralización, y cuando ya el servicio de documentación adquirió su mayor desarrollo, pasó a integrar uno de los grupos de acción de la Columna 15, en la que destacó por su trabajo, siempre sin alardes, lejos de las actitudes narcisistas de su hermano.

Sí, el pasaje de un servicio a un grupo de acción, a un grupo armado, se le daba la consideración de la adquisición de una mayor responsabilidad, No, no era en desmedro del trabajo en los servicios, a los que se les daba una gran importancia, pero desde el punto de vista personal, estoy seguro que era gratificante. Alicia ya tenía a su cargo un número considerable de “periféricos”, muchos de los cuales querían participar de forma más intensa y comprometida.

El Ejecutivo, presionado desde varios frentes en ese sentido, resolvió que otros militantes salieran también a hacer su labor de reclutamiento, y se encontró con que no tenían los rudimentos para hacerlo. Alicia era la única que podía transmitirles su experiencia y el Ejecutivo no tuvo más remedio que convertirla en instructora de los posibles reclutadores.

Así, otra vez forzados por las circunstancias, los compañeros de la Dirección reconocían en la práctica lo que pretendían negar con su teoría, cayendo en una contradicción que servía de freno al desarrollo, ya que pretendía supervisar todo, controlarlo todo, e impidiendo que los compañeros de base, clandestinos la inmensa mayoría, adquirieran la experiencia necesaria.

En el invierno de 1968 nos enfrentamos prácticamente a la misma situación que un año antes; es decir, una Dirección desbordada por los problemas del día a día, que se niega a delegar responsabilidades en otros militantes, alegando falta de experiencia de estos, sin comprender que esa experiencia no la van a conseguir si no se hacen cargo de responsabilidades.

Para romper ese círculo vicioso Alicia, Alfredo Rivero y yo presentamos un plan de descentralización que propugnaba la creación de grupos más pequeños y autosuficientes en lo material, bajo la dirección de un responsable militar y otro político, coordinado con un estamento superior que enlace a su vez con el Comité Ejecutivo para el control de la línea política a seguir y un plan de finanzas para hacerlo viable.

Pero Alicia da un paso más: en su opinión, los compañeros de Dirección adoptan en la vida interna del MLN las mismas concepciones machistas de la sociedad que se pretende cambiar, manteniendo actitudes paternalistas hacia las compañeras, a las que consideran menos capacitadas que los compañeros hombres. Y anuncia que renunciará al MLN si esa actitud no es abandonada.

El planteo nuestro coincide en el tiempo con otro que el Ejecutivo debe resolver: la renuncia a la Dirección presentada por Sendic, cansado, dice, de ser postergado en las acciones militares: no quiere ser dirigente de una organización político-militar sin participar en su aparato armado. Se siente, dice también, dejado de lado en la toma de algunas decisiones importantes, como la liberación de Pereira Reverbel. Sí, tu razonamiento coincide con mi apreciación anterior. El mismo Sendic consideraba prioritario participar del accionar armado.

Ante la situación planteada, el Ejecutivo reunió en Marquetalia a la totalidad de los clandestinos. Asistieron también dos compañeros legales: Violeta Setelich y Andrés Cultelli (131). Violeta acudió a la reunión con su hijo Jorge, el que fuera director de AFE y cuyo padre fue Sendic. A Jorge lo llamábamos Eoeo, porque era capaz de estar un buen rato entonando esos sonidos, hasta que se quedaba dormido. Para ayudar a Violeta, tanto Alicia como yo lo bañábamos y cambiábamos, cuando vivimos todos juntos en un rancho en El Pinar.

En la reunión, que luego se conocerá como el Simposio de Octubre, Fernández Huidobro realizó el informe inicial, en el que hizo una pormenorizada historia de los planteamientos de ambos renunciantes, pero considerando que tenían causas y razones distintas y debían ser considerados por separado y propuso que la renuncia de Sendic se considerara en primer lugar.

Aceptado esto, realizó un planteo durísimo contra Sendic, sin duda el primero que este recibiera ante un grupo de compañeros tan calificados. Entre otros elementos, le reprochó haber puesto en conocimiento de los compañeros del interior su deseo de renunciar antes de haberlo planteado a sus compañeros de la Dirección. Por ese motivo lo llamó chantajista y divisionista.

Sobre la renuncia de Alicia dijo que fue planteada precisamente por la compañera que actuaba con la mayor confianza de la Dirección, y daba, como prueba de ello, los varios grupos de periféricos a su cargo.

En un principio se pensó que un fin de semana sería tiempo suficiente para discutir y adoptar las resoluciones que se creyeran oportunas. Pronto se vio que eso no sería posible. Los temas a tratar, el desconocimiento que la mayoría tenía acerca de los planteos expuestos, el tono del informe de Fernández Huidobro acerca de Sendic y las afirmaciones de Alicia acerca del machismo de los miembros del Ejecutivo, constituían un temario demasiado denso.

Pronto se vio que la renuncia de Sendic coincidía con la de Alicia en cuanto la crítica al carácter centralizador del Ejecutivo y nada más. Mientras Sendic abogaba para que los grupos actuaran con autonomía del Ejecutivo, el de Alicia propugnaba una organización descentralizada pero dependiente, tanto en lo político como en lo militar, del Ejecutivo. Para ello era necesario que los compañeros de la Dirección comenzaran a delegar responsabilidades que les impedían atender sus funciones específicas y eran también generadoras de la desmotivación que muchos compañeros estaban sufriendo, al verse impedidos de desarrollar sus posibilidades.

Durante las discusiones se dio la paradoja de que los mismos compañeros que eran relegados por la Dirección justificaban que eso fuera así por su escasa experiencia y formación, sin entender que su escasa experiencia y formación se fundaba en que eran relegados.  Otra paradoja fue que criticaran duramente a los renunciantes pero al mismo tiempo se reconocía que tenían razones para hacerlo.

María Elia Topolansky le manifestó a Alicia estar totalmente de acuerdo con su planteo crítico, pero que no lo iba a acompañar porque se le había prometido que pronto empezaría a trabajar con un grupo periférico y temía que su opinión la perjudicara. Violeta Setelich no solo apoyó el planteo de Alicia sino que se puso de ejemplo de mujer al servicio para todo.

Violeta no era una militante del MLN, pero su grado de compromiso no era menor que el de ninguno de nosotros. Colaboradora desde los días del Coordinador, aunque siempre sin una integración orgánica, asumió todas las responsabilidades que Sendic, por sí y ante sí, le encomendara desde que se conocieron en 1964. Su casa de la calle Rivera y Arrascaeta, su sueldo como maestra, el uso de su nombre para la compra de terrenos, eran muestras de su colaboración y los elementos que la convertirían en clandestina con un hijo a cuestas, caso único en aquellos momentos.

Su intervención en apoyo del planteo de Alicia estuvo impregnado de un sentimiento autocrítico, por no haberse revelado ante lo que ella llamó “las obligaciones de la mujer del líder”, obligaciones que se suponía le eran de obligado cumplimiento por su condición de compañera de Sendic. La mayoría de nosotros sabíamos cuánto de cierto había en sus palabras y pudimos aportar más elementos para apoyarla, pero no lo hicimos, quizás porque Violeta dejaba un mensaje entre líneas: yo me resigné, es inútil luchar contra los prejuicios machistas, tomar ejemplo de mí.

Héctor Amodio Pérez

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127 Ulysses Pereira Reverbel. Nació en Artigas el 14 de diciembre de 1917y falleció en Montevideo, el 29 de junio de 2001. Fue maestro, abogado y político perteneciente al Partido Colorado. Participó en actividades políticas desde muy joven y fue elegido diputado por el Batllismo para el período 1955-1959. En 1967 es nombrado presidente de la UTE, cargo al que renuncia en 1972 al no prosperar en el Directorio de ese organismo estatal su prédica pro construcción de la Represa de Palmar. También presidió la Comisión Técnico-Mixta de Salto Grande (1969-1972). Pereira Reverbel fue la mano derecha de Jorge Pacheco Areco durante su período en la presidencia de la República. En UTE aplicó "mano dura" con los trabajadores, enfrentando varias huelgas y apelando incluso a su militarización para romper las movilizaciones obreras y los piquetes organizados a fin de interrumpir los servicios del ente que presidía. Lo unía una estrecha amistad con Pacheco Areco, lo cual lo llevó a ser un decidido soporte de éste durante su presidencia y su intento reeleccionista. Fue secuestrado dos veces, en 1968 y 1971, por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En 1968 fue puesto en libertad tras cuatro días de secuestro, permaneciendo en la segunda ocasión más de un año privado de su libertad.

128 Carlos Tikas Plechas, “El Pelos”, fue quien proporcionó los datos para el robo de la Carpa de FUTI, el 18 de febrero de 1966. Participó en el primer secuestro de Pereira Reverbel como chofer del vehículo de apoyo. Su mayor militancia la desarrolló como enlace del Ejecutivo hasta que en 1969 solicitó la baja, aduciendo críticas hacia la seguridad interna que no fueron tenidas en cuenta. Actualmente reside en Barcelona.

129 Gabino Falero Montes de Oca. Más conocido como Beto y Alejandro, fue de los primeros integrantes del grupo Tupamaros, en 1963, como integrante del Movimiento de Apoyo Campesino, MAC. Pasó a la clandestinidad tras los sucesos del 22 de diciembre de 1966 e integró el grupo de los fugados en septiembre de 1971. Detenido nuevamente en 1972 escapó del cuartel en que estaba detenido, viajando a Europa de forma clandestina. Participó de los grupos que en Europa procesaron diversos asaltos a instituciones bancarias

130 Rutilio Bentancour, nació en Rosario, departamento de Colonia, Uruguay, el 12 de julio de 1950 y falleció en Capilla del Rosario, en la provincia argentina de Catamarca, el 12 de agosto de 1974. Haciendo uso de la opción institucional se dirigió a Chile en 1971 y de ahí viajó a Cuba. En 1972 viaja a Argentina y se Integra al Partido de los Trabajadores, PRT.

131 Andrés Cultelli Chiribao. Integrante del Partido Socialista, del que fue edil, participó de la crisis que culminó con la formación del Movimiento de Unificación Socialista Proletaria, MUSP, en 1965. Se desempeñó como administrador del diario Época. Colaborador del grupo Tupamaros ingresa al MLN en 1968, como asesor de Fernández Huidobro e integrará el comando de la columna 1 como responsable del sector político. Participó en la llamada toma de Pando, en la que falleció su hijo. Tras la derrota del MLN participó de la formación conocida como Corriente Proletaria, que abogó por la adopción de la ideología leninista ortodoxa.


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