22.SEP.21 | PostaPorteña 2233

Testimonio de Erlinda María Vázquez Santos

Por Erlinda Vázquez Santos

 

Yo Erlinda María Vázquez Santos, quiero por este medio dar testimonio del secuestro que fui víctima, en la ciudad de Bs.As. en el año 1978.

El 11/10/1973 llegué a Bs.As. Comencé viviendo en un hotel de la calle Juan Bautista Alberdi casi Av. de la Plata (actualmente no existe).
En mayo del 74 alquilé un departamento de Emebe en la calle Venezuela 649 y Perú.
Este departamento lo compartía con otra uruguaya. Mabel Mintegui.

En esa época conocí muchos uruguayos que por una razón o por otra hicimos amistad, entre los que se encontraban “Cacho” quien hoy sé que se llamaba Castro Gallo y su compañera Aída Sanz y una prima de ella Marta Enseñat y su compañero Miguel Ángel Ríos.

No tenía ninguna duda que todos ellos eran de izquierda pero no exactamente cuál era su militancia ni qué grado de compromiso.
Esto que puede parecer muy extraño no lo es si uno vive con el criterio de “mejor no saber”, porque saber es peligroso y de otro modo no se podría tener amigos uruguayos.

 En una madrugada de fines de diciembre de 1977 recibo una llamada de teléfono de Cacho avisándome que al llegar a su casa estaba “la policía”; que su compañera. Aída Sanz y su madre fueron “detenidas” y que él logró escapar. Él opinaba que yo tenia que abandonar mi departamento porque esta gente secuestra o mata y después pregunta.
Ellos abandonaron el país por razones políticas, Cacho por su actividad sindical y Aída tenía un hermano que era prófugo del Penal de Punta Carretas. En ese momento. Aída trabajaba para mí en su casa razón por la cual teníamos un encuentro semanal mínimo.

Con mucha inseguridad comienzo a preparar un bolso con las cosas necesarias para pasar unos días en casa de alguna amiga. Mientras preparo las cosas recibo otra llamada de otra amiga, “la Negrita” que hoy sé que llamaba  Miriam, quien me relata que al no volver su compañero la noche anterior había ido a la casa de otro compañero, Miguel Ángel Ríos (hoy desaparecido) y solo encontró cenizas donde hubo una cabaña de madera. Preguntó a los vecinos y dijeron que llegaron al lugar coches Falcon nuevos y autos de la policía que luego de balear la casa procedió a quemarla.
“La Negrita” era amiga de Aída y como no vivía en Bs. As. usaba mi casa o mi taller para almorzar o tomar unos mates.

Quizás aquí deba aclarar que a Miguel Ángel Ríos lo conocí en oportunidad en que yo había alquilado una enorme habitación en Venezuela 647 l er. piso que quedaba pegada al departamento y otro muchacho y él se encargaron de hacerle las refacciones de albañilería necesarias.
Así fue como conoció a Marta, que ya separada de Ruben estaba nuevamente viviendo un tiempo en mi casa.
Tiempo después se fueron a vivir juntos.

Retomando mi relato, con la noticia de que algo muy serio pasaba termino con mis dudas y dejo el departamento.
Este departamento estaba ubicado en la calle Venezuela 649 Ap.2 P1, Capital Federal, y mi taller en Venezuela 647,  1er  piso.

No pude volver nunca más y dejé abandonado mi taller de artesanías en cuero con todas su herramientas, máquinas y muebles. En mi casa, muebles, heladera, ropa, equipo de audio. TV y todos los útiles de cocina.

Siendo aún de noche me fui a la casa de una amiga. Allí estuve unos días, luego en otra, también de gente amiga argentina y por último, me vine a Uruguay como de vacaciones a la casa de otros amigos en la zona de Punta Gorda.

Llamando por teléfono a la encargada del departamento pegado al mío, supe que estuvieron y que levantaron pisos y un recubrimiento de una pared del dormitorio.
En el mes de febrero, vuelvo a Bs. As. y me instalo definitivamente en la casa de mi amiga.
Viendo que no iba a poder volver, compré toda la herramienta nuevamente para empezar a trabajar en la casa de mi amiga. Cuando creí que la pesadilla había pasado, en la madrugada del 22 de abril de 1978, golpearon la puerta de mi casa gritando amenazas.

Esa noche habíamos invitado a dos amigas a cenar.
Entraron, nos separaron en distintas habitaciones y comenzaron a interrogarme acerca de diferentes direcciones que ellos ya sabían.

Revisaron toda la casa dejando todo tirado, robaron libros espirituales, relojes de bolsillo de una colección que habían pertenecido a Don José Fernández, padre de Beatriz (la dueña de casa) y comieron y bebieron todo lo que encontraron.
Mientras uno nos aleccionaba que la única justicia era su metralleta otro bromeaba desde la cocina lo bien que cocinábamos.
En determinado momento dijeron que nos iban a llevar, que nos sacáramos las alhajas y tomaron toallones del placard y procedieron a hacerlos tiras con los que nos vendaron los ojos y nos ataron las manos a la espalda.
Nos sacaron abrazándonos por los hombros a los distintos coches que esperaban afuera.

Quiero volver a reiterar acá que jamás fui requerida por ninguna fuerza policial ni uruguaya ni argentina.

En el momento de la detención se llevaron también a mis amigas, Beatriz Fernández, Alicia Montenegro y una amiga de esta última que ya no recuerdo su nombre y que en las declaraciones realizadas para distintos organismos jamás mencioné sus nombres para no comprometerlas de ninguna manera ya que creo suficiente el mal momento que pasaron y saber que nunca mas sus vidas fueron iguales ya que eran personas que confiaban en las fuerzas de seguridad y comprobaron realmente cómo son y cómo se desempeñan.
Estas personas fueron liberadas esa misma mañana en el Camino de Cintura.

Yo permanecí en lo que después supe que era el enterradero de Quilmes.
Allí sufrí lodo tipo de tortura y vejámenes.

Todo empezó con numerosos interrogatorios, un piso más arriba de donde estábamos todo sentado que evidentemente esa noche éramos muchos.
Ellos me preguntaban por “la Negrita” y dado que yo no sabía cómo se llamaba ni donde vivía, dije que no la conocía.
Grave error porque cuando interrogan a Nelson Mezquida dice que yo supe por “la Negrita” lo de la casa de Marta y como yo sabía que Cacho había dormido en su casa la noche del 24 o el 25 de diciembre creí conveniente avisarle.

Es así como lo que no pasaba de interrogatorios intimidantes pasan a los hechos.
Me toman de un brazo, me llevan a una habitación, me tiran en una parrilla de cama, me atan estirada de pies y manos, me tiran un balde de agua y comienzan a darme picana con el fin de que hablara de “la Negrita”.
Después se fueron todos y quedé con uno de ellos que me ayudó a vestirme y quedé de plantón empapada y temblando.
No puedo saber las horas que permanecí así hasta que entró alguien y me tomó a golpes “porque me quería escapar”.
En realidad yo estaba de frente a una pared y a mi costado izquierdo llegaba una brisa y canto de pájaros que me decían que había una ventana abierta.

Estaba esposada, con los ojos vendados, el físico en la ruina, no sabía si había alguien en la habitación y conociendo historias de Uruguay donde habían matado gente por la espalda por “intento de evasión”, ni se me ocurría, pero igual me llevé la golpiza. Después todos querían conocer a la que se quiso escapar.

Me sacaron de esa habitación y me sentaron en una silla en el garaje de la planta baja donde estábamos la noche que llegamos. Cada tanto venia alguien y nos preguntaba algo y si no le gustaba las respuestas nos tomaba a sopapos, por la voz supe que a mi izquierda estaba Alberto lllarzen. Él era sordo de un oído y operado, no recuerdo de cual, entonces les pidió que no lo golpearan de ese lado. Por supuesto que todos los golpes fueron ahí.
Después de muchas horas quedé sola.
No sabía a donde llevaron a los otros.
Llegó un auto y volví a interrogatorio. Comenzó con golpes y preguntas, era “Saracho”, en determinado momento me tiraron al piso y se sentó sobre mí, me bajó como pudo un poco los pantalones y me quemaba las nalgas.
Siendo de noche me llevaron a una celda. Noté que había alguien, era Alberto también temblando como yo y casi no hablaba del miedo.

Esa noche aprendí algo más. Necesitaba ir al baño y llamaba la guardia.
Después de un rato me contestó otro preso, diciéndome que nadie viene, que buscara en los rincones que debía haber una botella de plástico como de lavandina, eso era todo. Realmente cada día se aprendía algo.

Un día me sorprendió que un cura estaba dando misa como si estuviéramos en la iglesia. Me asqueó la hipocresía. Nos negaban y nos daban misa. No les importaba nuestro cuerpo ni nuestros derechos solo el alimento para nuestras almas. En las celdas sólo había piso y paredes, todo muy húmedo. Tuve llagas y me las curé quemándomelas con el mate cocido de la mañana porque con tanta humedad podría ser peligroso permanecer con fiebre.

Me trasladaron de celda a otra que quedaba sobre la sala de tortura, otra tortura.
Allí estaba con lvonne y Mary. Cuando alguien venía a lo que fuera, venían golpeando rejas y candados como locos.

La comida del día consistía en el mate cocido helado si éramos los últimos o hirviendo si éramos los primeros. Al mediodía nos daban un bol con polenta y una cuchara de madera. La polenta unas veces era sin sal o salada; otras veces con salsa exagerada y picante o sin nada.
Aprendí también que después de recibir picana no se puede comer porque hay riesgo de muerte.

Cuando me llevaban a interrogatorio de noche, por las escaleras sentía manos que me tocaban por todos lados y solo rogaba “por favor”.

Pasamos un 1 de mayo que creíamos que iba a ser tranquilo porque no iba a haber tortura. Pronto vimos lo equivocado que estábamos. Los guardias empezaron a tomar desde la mañana y estaban haciendo un asado a las brasas sus voces se hacían cada vez más espesas.
El miedo de violación aumentaba entre las mujeres.

Comencé a cantar para todos y luego poco a poco otros se sumaron. No pasó nada sólo que almorzamos de noche oscura.

En ese lugar había mucha gente uruguaya y argentina, entre ellos gente que no volvió nunca más a la vida y gente que fue liberada y vive actualmente en Suecia donde yo los reencontré durante el exilio como ser Ivonne Cappi y Nelson Mezquida, su esposo; Alberto lllarzen y Mary Serantes, su esposa; o el caso de Washington Rodríguez que no lo conocí pero supe que fue liberado del Pozo de Quilmes en esos días y se radicó en el sur de Suecia.

También quiero mencionar acá a los uruguayos que vi y recuerdo sus nombres pero que nunca más se les vio con vida como mi amiga Aída Sanz, Guillermo Sobrino, María Asunción Artigas de Moyano, Andrés Carneiro Da Fontoura, Jorge Martínez, Beatriz Severo de Martínez, Carlos Severo Barreto, menor de edad, Ary Severo Barreto, Beatriz Anglet De León de Severo, Alberto Corch Laviña y otros.

Tengo conocimiento que la madre de Ivonne Cappi supo de mi secuestro, su nombre es Alda Olivera de Cappi y que al hacer denuncias del secuestro de sus hijos también mencionó mi nombre.

Mi madre Erlinda Santos de Vázquez tuvo conocimiento del hecho por B.F. que la llamó por teléfono y viajó a Buenos Aires y presentó recurso de Habeas Corpus (alrededor del 26 de abril de 1978) al cual respondieron negativamente.
No se cómo mis captores tuvieron conocimiento del viaje de mi madre ya que me lo dijeron a mí en uno de los “interrogatorios”.

Volviendo al lugar de secuestro, recibí amenazas si me presentaba ante ACNUR, ya que ellos tenían personal de vigilancia permanentemente y no dudábamos ya que supimos que otra amiga Marta Enseñat se encontraba en un refugio en el barrio de flores (Fray Cayetano 649) y ellos hacían guardia permanente en la puerta a la espera que saliera por alguna razón y la raptaran.


¿Cómo nos enteramos? Estaban tan seguros de que nadie se salvaba que mientras que uno te interrogaba, otros programaban en la misma habitación lo que iban a hacer.
En el caso de Marta en particular, llevaban a Alberto lllarzen para que la señalara. En otro momento sacaron a Aída a señalar a alguien y la persona que estaba cuidándola le dijo que esa noche ella y yo recibiríamos Pentotal. La llevaron, la trajeron y yo me preparaba psicológicamente, pero la experiencia no sucedió. Después Aída me dijo que no les dio resultado con ella.

Una noche me llevaron a interrogatorio y frente a mí se peleaban “Saracho” y “el de la embajada”. Saracho no quería liberarme.
No creí nada de esto, no entendía porque el teatro. Esa noche también me golpeó con tanta fuerza que me sacó de la silla del golpe.
Unas horas más tarde vino un muchacho joven hasta las celdas y desde el patio mencionó los cinco nombres, se arrimó a cada celda y nos dijo que nos preparáramos que íbamos a ser trasladados, pensé ”se acabó todo” y corrieron dos lágrimas silenciosas.
Él dijo algo así como que era la primera vez que alguien lloraba porque lo iban a liberar. No le creí.

Nos sacaron los cinco esposados unos a otros. Bajamos las escaleras, pusieron mi documento único en mis manos, nos subieron a una camioneta que salió por un camino de muchos pozos. Después de dar varias vueltas, pararon, nos sacaron las esposas y nos dijeron que corriéramos sin damos vuelta.
Yo solo esperaba oír los disparos y sentirlos en mi espalda.


Estábamos en los quemaderos de Quilmes.
Estábamos vivos, llovía, había que volver a nuestras casas.
Nadie tenía dinero, mugrienta, desgreñada y mal oliente fui hasta una terminal de colectivos. Pedí plata para el boleto diciendo que me habían asaltado y me dieron.
Entre todos decidimos que lo usaran lvonne y Nelson que vivían en Florencio Varela. Cuando se fueron nosotros comenzamos a caminar, los pies se me llagaron.
Fuimos a la casa de una parienta de Mary y Alberto. Se asustaron mucho, nos lavamos un poco, nos dio un café y dinero para el colectivo.
Tomamos uno que pasaba por Bernal donde ellos vivían, yo seguí para Barrio Norte en Capital.
Al volver a mi casa en un estado indescriptible en lo físico y en lo emocional, pasé varios días sin poder dormir ni de día ni de noche.

En el último “interrogatorio” que tuve me dijeron que iban a poner una guardia frente a mi casa por si aparecía una chica que buscaban, cosa que hicieron.
El ver aquel Falcon con los dos hombres permanentemente frente al edificio nos aterraba aún más. Un día nos vestimos de manera de no ser reconocidas y nos alojamos en un hotel de la zona de Constitución. Mi amiga que sufría de asma y no estaba acostumbrada a este tipo de persecuciones, presa del miedo y la inseguridad sufrió un ataque tal que tuve que internarla en un hospital.
A pesar de todo volvimos a casa y al tiempo desaparecieron.

Fue ese el momento elegido para empezar a buscar casa para mudamos y así lo hicimos. Yo tenía dificultad para continuar con mi trabajo por el temblor que me quedó en las manos, pero no podía plantearme cambiar de trabajo.
Alquilé un local en Avellaneda que fue un desastre en lo económico, con la ilusión de que al ser lejos de casa podría funcionar. No fue así.
Intenté con un corretaje y luego compramos una venta de pan en la zona de Ramos Mejía.
Fue allí donde una noche me encontraba cerrando el negocio cuando pasó un Falcon negro con individuos que ya conocía pasando muy lentamente y mirando para la casa donde estaba parando. Dispuesta a no volver a vivir la experiencia decidí esa noche abandonar el país.
Tuve que malvender las máquinas del negocio para obtener el dinero para irme.

Una vez más con un bolso dispuesta a preservar mi vida y volver a empezar de cero,
Más fácil es pensar que encontrar pasajes hacia Brasil en diciembre.
Cuando me encontraba al borde de una crisis de nervios, entro en la última empresa que me quedaba para conseguir pasajes. Hago una cola y no es, me mandan a otra. Cuando llego al mostrador tampoco era, no pude controlarme y grité.
Un jefe o algo así me tomó de un brazo muy amablemente. preguntándome que necesitaba. Le dije. Él consultó a otra empleada, esta dijo que no quedaba nada hasta dentro de dos semanas.
Él se volvió hacia mí y me preguntó si quería que abriera otro micro para esa noche. Le dije que sí, siguiendo la broma sin saber cómo terminaba eso. No era broma.
Abrió un micro, no me cobró pasaje del niño y salimos esa noche hacia Río de Janeiro (único lugar que tenía conocimiento que había ACNUR), con Cristina Lastreto y su hijo Gonzalo Figueiro.


Después de interminables horas de viaje. llegué a Río de Janeiro. ACNUR no atendía hasta los primeros días de enero. Después de un par de interrogatorios recibí el status de refugiada.
Viajé a Suecia y me dediqué a estudiar para el mercado de trabajo pero tuve que trabajar en lo que se consiguiera, que no tenía nada que ver con lo estudiado en Uruguay ni en Argentina ni en Suecia.

En Uruguay fui a la Universidad del trabajo, me recibí de Profesora de Corte y Confección. Trabajando en eso seguí otro curso, de Perita Contable en la misma institución.
Como es lógico cambié de trabajo porque los números me gustaban más. Cuando terminé recién ahí comencé el Bachillerato hasta ingresar en Facultad de Medicina.
Cuando quise seguir la carrera en la UBA., me entero que no había ningún papel mío en la Facultad, fue (mi hermana) a otro instituto que llamábamos Preparatorios de Medicina (5o. y 6o.), allí le dijeron que el trámite era personal y en ese momento ni se me ocurría ir a Uruguay en plena dictadura, hasta que al final lo obtiene del Secundario y con falta de exámenes dados, es decir incompleto.
Sin darme cuenta, esta fue parte de otra persecución.

Terminé el secundario de Bs.As. y después estudié Técnicas de Interpretación de Test, como ayudante de psiquiatras o psicólogos.
En Suecia hice cursos de idioma sueco, Curso Básico de Electrónica y otro de Reparación y Regulación de Maquinarias Computarizadas, Neumática o Hidráulica.

En esa época soñaba con poder acercarme a Uruguay trabajando en alguna empresa sueca como ser en San Pablo. Cuando me presente en Asea S.A. me dijeron que solo trasladaban ingenieros, así que salí de allí y me fui a inscribir.
Hice Ingeniería Electrónica, pero un año antes de terminar, salía para Uruguay.
Al volver la democracia en mi país regresé, para poner a prueba mi capacidad de empezar nuevamente una vida con más años, con una columna lesionada en la tortura y el ánimo algo deteriorado.

Hoy miro para adelante, cansada de una jornada de trabajo de 8 a 22 horas y sin muchas posibilidades de vivir de una jubilación con el deterioro económico que estos países tienen y la poca conciencia social.

Así, doy fin a mi relato a los 20 días del mes de abril de 1999.

 

__________________

 

Comentario :CASO INSÓLITO EN EL 2021

 

Que trascienda este importante testimonio, de una víctima, que no sabemos si fue tomada en cuenta , en distintas causas en el Uruguay

 Ahora resulta que un un grupo de DD.HH  argentino, creemos que es  Juicio Banfield / Quilmes /Lanús busca saber si un testimonio es  legítimo?

Se trata del testimonio de ERLINDA VÁZQUEZ sobre los pozos de Banfield y Quilmes  y los desaparecidos uruguayos  en Argentina, donde da nombres de personas, que en algunos casos fueron trasladadas convida al Uruguay

Los responsables de la NO difusión de esos testimonios son del frente amplio.

Parece que los testimonios son como los panchos que el FA repartía juntando firmas, te lo daban  envuelto en un pan-

Cuando se entrega un documento se debe entregar con todo, porque no es un rollo de serpentina que lo tiras y se desenvuelve solo

Pero así es como durante 15 años el FA trato los archivos.

Los borroneaba bien borroneados los tachaba con negro.

Oficiarlos era eso. Quitarles el contenido. Y otra veces como la fiscal Guianze le arranca hojas…

El testimonio de Erlinda es muy importante, Porque no cuenta con todos los sellos y firmas correspondiente.

No hay duda que los desaparecidos continúan desaparecidos

No hay duda que los archivos militares los esconden, los tachan ,los queman y los tiran a la basura.

Ahora están dando un paso más No hay duda que el manoseo de los testimonios es brutal

Y no hay duda que hay una política de hacer desaparecer los testigos y sus testimonios.

Ese fue el trabajo del FA durante 15 años.

 

Algunos de los lugares mencionados en el testimonio

 

Pozo de Banfield

Funcionó en dependencias de la Brigada de Investigaciones de Banfield. El edificio se encuentra ubicado en las esquinas Siciliano y Vernet de Villa Centenario, Lomas de Zamora.

Pozo de Quilmes

Funcionó en dependencias de la Brigada de Investigaciones de Quilmes. También se lo conoce como “Chupadero Malvinas”. El edificio se encuentra ubicado en las esquinas de Allison Bell y Garibaldi de la ciudad de Quilmes. Su desafectación ha sido progresiva y desde el año 2017 funciona allí un Espacio para la Memoria..

El Infierno

Funcionó en Dependencias de la Brigada de Investigaciones de Lanús. El edificio se encuentra ubicado en la calle 12 de Octubre 234 de la localidad de Avellaneda. Fue inaugurado como Espacio Municipal para la Memoria en el año 2016. 


Comunicate