26.SEP.21 | PostaPorteña 2234

Tráfico de personas entre Cuba y Uruguay en el sube y baja

Por Dalby/Urvwcz

 

Crece la ruta de tráfico de personas entre Cuba y Uruguay

 

 

CUBA/ 20 SEP 2021 POR CHRIS DALBY - InSight Crime

 

Uruguay desarticuló un grupo dedicado a introducir ilegalmente migrantes cubanos a ese país, lo que puso en evidencia el auge de esta ruta de tráfico de personas.

En el marco de una operación conjunta con Interpol, fueron detenidos 34 cubanos, según un anuncio del Ministerio del Interior de Uruguay el pasado 13 de septiembre.

Esta red presuntamente captaba a cubanos residentes en La Habana para desplazarse en un primer trayecto hacia Guyana, país que no solicita visa de ingreso a los cubanos. A partir de allí, los migrantes recorrían Brasil hasta las ciudades de Chuy y Santana do Livramento, en la frontera con Uruguay, donde eran llevados ilegalmente al otro lado de la frontera. Una vez en Uruguay, algunos solicitaban asilo como refugiados y otros pagaban entre US$ 6.000 y US$ 7.000 para seguir el trayecto hacia el norte en dirección a Estados Unidos.

La red al parecer tenía contactos que facilitaban la travesía de los cubanos por la región, pues los investigadores hallaron transferencias de dinero a Ecuador, Honduras, México y Perú.

Además del tráfico de personas, doce de los detenidos están acusados de falsificación de documentos, ya que se les encontraron visas falsas italianas, mexicanas, austriacas y españolas.

Esta no es la primera vez que Uruguay es blanco de traficantes de personas que trafican migrantes cubanos. En 2018, una investigación de Interpol develó una red que seguía un modus operandi casi idéntico, pues trasladaban cubanos por Guyana y Brasil por tarifas que oscilaban entre los US$ 3.000 y US$ 4.000 por persona.

Y en 2020, una red de explotación sexual que usaba mujeres cubanas también fue desmantelada en Montevideo, capital de Uruguay.

En 2019, los cubanos se convirtieron en la mayor población de migrantes en Uruguay, por encima de los venezolanos.

 

Análisis de InSight Crime

 

Desde que en 2017 Estados Unidos cambió la política fronteriza que otorgaba tratamiento preferencial a los cubanos si llegaban a suelo estadounidense, han proliferado los traficantes de personas que capitalizan el deseo de los cubanos de irse de la isla.

Se ha denunciado la situación de vulnerabilidad extrema de miles de migrantes cubanos en algunos de los peores cuellos de botella en Latinoamérica, incluidos el Tapón del Darién entre Colombia y Panamá y la frontera entre México y Guatemala. En comparación con estas rutas inciertas y llenas de peligros, Uruguay se ha erigido como un destino de preferencia por ser más seguro.

Durante la pandemia, cientos de cubanos han presentado solicitudes de asilo en Uruguay, lo que llevó al gobierno a investigar hasta qué punto los traficantes de personas han aprovechado esta demanda.

Según funcionarios de migración uruguayos, ciudades limítrofes en ambos lados de la frontera entre Brasil y Uruguay, como Chuy y Rivera, son pasos que se suelen utilizar de manera regular. Allí se han encontrado conductores de taxis y agencias de alquiler de vehículos involucrados en las operaciones de tráfico de personas. Los coyotes o traficantes en esa frontera cobran alrededor de US$ 1.200 por persona para ayudar a cruzar al otro país, según el testimonio de un migrante entrevistado por Voice of America en 2020.

Una investigación interna halló que incluso hay sospechas de que algunos agentes de policía uruguayos permiten el paso de cubanos sin sus papeles en regla.

Y aunque este paso es menos riesgoso que otros en la región, no está exento de peligros. Varios migrantes cubanos han muerto a lo largo de esa frontera; por otro lado, en la ciudad uruguaya de Rivera hay una oleada de homicidios motivada por disputas entre pandillas brasileñas.

 

Cubanos antes llegaban por miles y ahora se van: la odisea de alcanzar EE.UU.

 

 

Por primera vez en diez años son más los que salen que los que entran a Uruguay

 

TOMER URWICZ -El País Montevideo Domingo, 26 septiembre 2021

 

La terminal de ómnibus de Tres Cruces es, desde hace varios meses, el punto de partida de una odisea que, si se sobrevive, acaba con unos US$ 8.000 menos de ahorros y sentado ante una autoridad migratoria estadounidense rogándole el asilo político para no ser deportado. Los cubanos dejan de a miles Uruguay con un norte: Estados Unidos, aunque la aventura se cuente en vidas humanas.

En los últimos diez años fueron más los cubanos que llegaron a Uruguay que los que se fueron. Desde 2017 empezaron a ser muchos más: el gobierno de Donald Trump había restringido el acceso de los migrantes a Estados Unidos y la “ruta sur” -de Cuba a Guyana, luego a Brasil hasta entrar a Uruguay por la frontera noreste- se había convertido en la vía de escape de la isla.

Pero durante lo que va de este 2021 -cierre parcial de fronteras por la emergencia sanitaria mediante, e impacto en las condiciones de vida de los recién llegados- son más los que abandonan Uruguay. En los ocho primeros meses ingresaron por puestos migratorios 1.816 cubanos y salieron 2.687, según consta en las estadísticas de la Dirección Nacional de Migración

“El éxodo siempre existió, en cuenta gotas, porque el cubano lleva la migración a Estados Unidos en sus genes”, explica Yoendris Lastre Bello, unos de los referentes de la comunidad cubana en Uruguay y cara visible del punto de atención a migrantes que instaló el Ministerio de Educación y Cultura en Montevideo.

Pero la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, con un discurso más “promigrantes”, despertó la esperanza de los cubanos para el retorno de la política de “pies secos, pies mojados” (esa que garantizaba el ingreso legal de cualquier cubano que pisara suelo estadounidense, que los beneficiaba con una vivienda, ayuda por un año y seguridad social, pero que Trump suspendióen 2017).

En la pandemia, a su vez, la esperanza se mezcló con necesidad. “Para los cubanos que ingresan a Uruguay, como también sucede con los dominicanos, se les exige unos trámites, dineros y garantías que se les hace muy difícil. Incluso es complicado para aquellos que son universitarios, porque no tienen cuentas bancarias y a veces ni siquiera traen los títulos profesionales apostillados. Del poco dinero que traen, casi todo se les acaba en el trayecto durísimo que hacen en el camino por Guyana y Brasil. Las redes de tráfico les van quitando todo. Y por eso en Uruguay terminan viviendo en condiciones precarias, hacinados en pensiones y trabajando en los servicios peor pagos”, explica Silvia Rivero, investigadora de Trabajo Social en la Universidad de la República.

Un tercio de los empleados de una de las principales empresas de delivery en Uruguay, antes de la pandemia, eran cubanos. Sin embargo, “muchos han dejado de brindar el servicio y el porcentaje (de cubanos trabajando) disminuyó”, reconoce un jefe de la compañía que prefirióel anonimato.

Yoendris, quien lleva cuatro años escuchando las historias de los cubanos en Uruguay, lo resume así: “El cubano admira la democracia, la libertad y la gente uruguaya. Pero al cubano siempre le costó adaptarse al clima del país y dejar parte de su familia (en la isla). A eso se le suma que Uruguay es un país caro, que muchas veces no alcanza con un único ingreso, y que con la pandemia se agravaron las penurias económicas”

Fin de un trampolín.

La estadía del Luis S. en Uruguay demoró menos de lo que esperaba. Era 2019, llevaba menos de seis meses en su nuevo hogar, y pese a sus estudios en administración solo conseguía trabajo en un taxi. Sus familiares en Miami lo tentaban para que se fuera a Estados Unidos. Por eso cuando se enteró que la embajada de Nicaragua estaba dando visas de ingreso a los cubanos, inició los trámites, se subió a un avión hasta Managua y desde ahí escaló hasta al norte en vehículos hasta que los últimos coyotes le hicieron cruzar el río Bravo, tras el pago de casi US$ 2.000.

El “trampolín” de Nicaragua le evitó haber tenido que cruzar la temida selva del Darién, conocida como la zona más peligrosa de América Latina. Porque detrás de ese tupido bloque de vegetación que comparten Colombia y Panamá, se esconden todo tipo de insectos venenosos y poderosas redes de crimen organizado.

“Violaron a unos amigos míos en la selva, los han medicado, no sé dónde están”, cuenta con voz asustada un cubano que salió de Uruguay y hace un mes envió este audio a Yoendris.

La “suerte” que tuvo Luis S. de saltearse ese tramo de la odisea yendo directo a Nicaragua ya no la tienen los nuevos emigrantes. La embajada de Nicaragua  abandonó Uruguay y la sede más cercana es en Chile. “La quita de esa sede diplomática solo hizo que aumentara el riesgo de caer en las redes de explotación”, se queja Yoendris, quien reconoce que -por esa vía o por la actual- “el 95% se arrepiente del viaje”.

Cuando Luis S. llegó a Estados Unidos estuvo 29 días en “las heladeras”, unas piezas que compartía con 20 hombres, turnándose para dormir, y con el aire acondicionado “al máximo”. Tras la entrevista del “miedo creíble” (como se conoce al encuentro con la autoridad migratoria), le fue rechazado el asilo político. Ni siquiera un juez dio un giro a su caso. Fue deportado a Cuba. Unos días antes de la pandemia volvió a cruzar Sudamérica y llegó (por segunda vez a Uruguay) donde espera cuál será su destino final. “No sé si aguantaré aquí mucho más... está muy caro”, dice.

 

Palabras de Lacalle Pou “fueron una bisagra”

 

Cuando no se respetan los derechos humanos, debemos decir con preocupación lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

Estas palabras que pronunció el presidente Luis Lacalle Pou en la cumbre de la CELAC, hace una semana, “calaron profundo en muchos jóvenes que viven en la isla cubana”, dijo Yoendris Lastre, uno de los referentes del colectivo cubano en Montevideo.   “Sus dichos fueron una bisagra y es probable que cuando se abran las fronteras, en noviembre, haya muchos jóvenes cubanos que se quieran venir a vivir a Uruguay”. La llegada más masiva de cubanos se había dado el año previo a la pandemia. Por día entraban unos 33, cifra que convirtióa ese colectivo como el más numeroso en la inmigración que Uruguay absorbió en 2019. “Por más que sea difícil separar la política de la economía, puede decirse que el cubano salía en busca de un futuro mejor, de prosperidad y no necesariamente como oposición al régimen”, explica Yoendris. “Pero tras las manifestaciones del 11 de julio todo se ha politizado, también parte de la organización en Uruguay (nucleados en el colectivo Cubanos Libres) y las palabras de Lacalle cayeron en ese contexto de efervescencia


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