30.SEP.21 | PostaPorteña 2235

CABEZA DE TURCO (26, 27 y 28)

Por AMODIO

 

FE DE ERRATAS

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 Nota de Posta : por error de edición se omitió en la  ultima entrega de estas referencias que son de Cabeza de Turco 25 AQUÍ   Por ser de importancia en el desarrollo de la historia y pidiendo disculpas las ponemos en esta entrega

174 Con este nombre de conoció el conjunto de operativos contra los integrantes del llamado escuadrón de la muerte o comando cazatupamaros señalados como tales por Nelson Bardesio.

175 Víctor Castiglioni Herrera. Director del Departamento 5 de Inteligencia y Enlace bajo la jefatura de Alejandro Otero, fue nombrado Director de la Dirección Nacional de Investigación e Inteligencia en mayo de 1971, cargo que mantuvo hasta el 12 de enero de 1982. Acusado por Nelson Bardesio como integrante del llamado Escuadrón de la muerte o comando cazatupamaros, tuvo activa participación en las muertes de Jorge Candán Grajales, Gabriel Schoeder Orozco, Armando Blanco Katras y Horacio Rovira Grieco tras los atentados del MLN la mañana del 14 de abril de 1972. Según Gavazzo, Castiglioni fue el único jefe policial que actuó en coordinación con las FF.AA. por propia voluntad y sobrepasando las obligaciones legales de su cargo.

176 Emilio Raña 2413. Fui detenido el día 21 de febrero de 1972. El local había sido alquilado por Rodolfo Daniel Rolando Vieira, mayor retirado de la Fuerza Aérea y estaba en poder de la policía desde el día 17. Rolando Vieira, Manolo o el Gordo Manolo, responsable del local, faltaba al contacto del intercolumnas desde el día de su detención el día 17, sin que nadie me informara de tal anomalía. NI Rolando ni su compañera estaban presentes en el momento que llegó la policía y fueron detenidos   Pedro Dubra, Raúl Hernández, Pablo Harari y Tabaré Curbelo.

177 Juan Amiratti Nieto.

178  Manolo, el Gordo Manolo, eran los alias de Rodolfo Daniel Rolando Vieira.

179 Teo era el alias de Domingo Manuel Rolando Vieira, hermano de Manolo.

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Según me dijera Gavazzo (180), Castiglioni había detectado que entre sus hombres había alguien que era amigo de Teo. Lo apretaron y el tipo dijo que sí, que se conocían y le dio el nombre de Teo y la dirección de la farmacia. En lo de Manolo había un almanaque de propaganda de la farmacia y empezaron a atar cabos. Según Gavazzo esa fue la punta de la madeja que llevará hasta las casas de Amazonas y Pérez Gomar (181)

Sí, el Ñato Fernández Huidobro dirá, años después, que los teléfonos los llevaba yo en una libreta, pero en 1972 todo el mundo sabía que yo nunca tuve nada que ver con esos locales. No, no, esa es una confusión que se dio porque en Jefatura estaba detenido González Guyer (182), del comando Acodike(183) y en la prensa se mezcló lo que le encontraron a González Guyer con la caída del local de Emilio Raña, que estaba totalmente limpio. El caso es que en esa época se actuaba a decretazo limpio, y yo temía que se me encarcelara en un lugar desde donde las dificultades para una fuga fueran mayores. O imposibles, tenés razón.

Imaginate mi estado de ánimo, sabiendo que la fuga estaba en marcha… si me quedaba en Jefatura no salía más… Empecé a sentirme más tranquilo cuando el Juez me anunció que sería remitido al Penal, lo que no se produjo hasta después del cambio de Gobierno. Mi llegada a Punta Carretas vestido con el uniforme de PLUNA con el que me movía por Montevideo, fue mucho más llevadera que la primera vez, seguro que porque ya conocía los trámites y el ruido de la puerta al cerrarse detrás mío fue el inicio de la cuenta atrás qué sabía acabaría con una nueva fuga. Zabalza ya había tomado las medidas necesarias para que fuera conducido a su celda, que compartía con Pedro Dubra (184). Pedro no estaba incluido en la lista de los próximos prófugos, pero estaba al tanto de los planes.

Desde el primer momento se me integró al equipo de la dirección dentro del Penal, el C1 (185), al que informé de la situación interna en base a la información que yo tenía, sin poner ni quitar coma motivada por mi criterio personal. El C1 recibió la información con aparente conformidad, sin casi formular preguntas ni precisiones, lo que yo consideré, equivocadamente, como una aceptación. Esa aparente conformidad no era más que una pantalla para cubrir lo que estaba en juego: el descalabro organizativo que se estaba gestando en el exterior de la cárcel y del que me enteraré alrededor del 20 de marzo, ya concluido.

En La piel del otro, el libro de Hugo Fontana, Zabalza dice que tras recibir el informe le escribió una carta al Ñato, a través de la que era su esposa, Raquel Fernández Marzico, diciéndole que “Amodio es un peligro”. Sí, claro, era un peligro porque mis argumentos contra los planes de ellos eran contundentes, pero yo estaba absolutamente convencido de que actuaban con buena fe. Solo que estaban equivocados. Además, date cuenta el grado de violación de las normas de funcionamiento. Estaban conectados entre sí compañeros que nada tenían en común en manera de militancia: eran “amigos”. Ese fue otro problema, descubierto años después: el Ñato iba de visita, de local en local, sólo porque los conocía y conocía a sus habitantes. Un dislate total.

Como anteriormente, la correspondencia oficial se gestionó a través de Inés (186), mi abogada y yo fui el responsable desde el Penal. Al recibirla no podía terminar de creerme lo que se nos decía: la renuncia del Comité Ejecutivo, los elegidos para sustituirlos, el desmantelamiento del Comando General de Montevideo, la ubicación que para sus ex miembros se había decidido y el desmembramiento de los principales grupos de acción para ser enviados y distribuidos por las diferentes columnas, mayoritariamente del interior, para elevar el grado de la lucha, se decía, a modo de justificación.

 

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Al informar al C1 acerca de los cambios organizativos fui el único que puse objeciones, ya que los consideré equivocados y adelanté lo que será poco más adelante una de las causas de la debacle: el caos organizativo.

Meses después, con el MLN en proceso de desintegración, empezaré a darme cuenta de la relación existente en esos momentos si no entre la totalidad del C1, por lo menos de sus dos principales integrantes, Zabalza y Mujica con Fernández Huidobro y Raúl Sendic, sospechas que a lo largo de los años los mismos irán confirmando con sus propias palabras. Tanto es así que tanto Zabalza como Mujica, que nunca tuvieron ningún cargo de Dirección, conocían los planes que tendrían comienzo en cuanto la fuga se hubiera concretado, planes a los que Mujica dice haberse opuesto, cosa que tampoco es verdad. Los conocían porque eran informados desde el exterior a través de contactos que ellos tenían establecidos, de manera irregular.

Alicia siguió siendo la responsable de la fuga desde el exterior del Penal y en la correspondencia que mantuvimos por esa razón, nunca mencionamos lo que era nuestra gran preocupación, el caos organizativo que desde la misma dirección de MLN se estaba propiciando. El mismo día 12, poco después del mediodía, me avisaron que estuviera preparado, que Pablo (187) vendría a recogerme. El aviso era innecesario; llevaba más de una hora preparado para el traslado. Me había duchado y dejado en una bolsa la ropa usada para la fuga. Comprobé los documentos que se me habían preparado y memoricé el nombre: Gustavo Silva Casares. Los guardé en la billetera que me entregaron, en la que encontré algo de dinero en billetes pequeños.

Tuve tiempo de despedirme de quienes me habían acompañado en la fuga. A la mayoría de ellos no volví a ver. Especialmente afectuosa fue la despedida con el flaco Zabalza. Juntos habíamos planificado la fuga hasta el último detalle y ahí estaba el fruto de nuestro trabajo y de nuestro ingenio. Mujica me agradeció la ayuda que le presté durante el recorrido por las cloacas. Sí, estaba convaleciente de una operación en el abdomen, practicada por el servicio de sanidad a raíz de las heridas el día que lo detuvieron en el bar La Vía, en Monte Caseros y Larrañaga. Casi todo el recorrido lo hizo agarrado a mi cinturón, hasta que en un momento le pedí que se agarrara de otro.

Todo parecía en orden, todo era normal. Yo todavía ignoraba que me habían situado en el lado de los defenestrados y que ellos dos eran, pese a los abrazos y las congratulaciones, dos destacados miembros del sector responsable de la inminente debacle.

Pablo llegó con su carrozado y durante el recorrido fuimos comentando algunas incidencias y me fue poniendo al día de algunas cosas que ignoraba. Cuando llegamos, la Negra me esperaba, todavía con su yeso y su bastón, radiante de alegría. Encontrarme otra vez a su lado, abrazarla, reír y llorar juntos me hizo olvidar, por unos momentos al menos, mi gran preocupación. Enseguida supe que también la de ella. Sí, fuimos al local de Pablo y Sofía, pero yo todavía ignoraba su ubicación. No lo supe hasta el 2016, en prisión domiciliaria.

¿Hacia dónde vamos, Negra? No lo sé, me respondió. Nos miramos unos segundos, en silencio, como esperando que la respuesta surgiera por arte de magia. En un largo monólogo que inició a continuación me puso al tanto de todo lo sucedido desde mi detención, las críticas que se me hicieron por la forma en que había sido detenido, la imposibilidad de que el Ejecutivo tomara en cuenta mi advertencia acerca de las intervenciones telefónicas, el secuestro de Bardesio y las informaciones que había proporcionado, el acoso al Ejecutivo y su posterior renuncia, la disolución del Comando General de Montevideo, su nuevo encuadre así como el de otros compañeros desplazados de su lugar natural de militancia para ser enviados al interior, el papel secundario al que Montevideo quedaba relegado... Esto es un disparate, Negra, vos lo sabés tan bien como yo. En este momento no hay Orga, no existe. Estamos colgados del pincel...

Ya lo sé, fue su respuesta. Discutí todo lo que pude, pero no hubo caso. Nepo y Mauro no daban más, Hugo está desconocido y Leonel tragó cualquier cosa, reconoció apesadumbrada. Pablo, el compañero que junto con Sofía daban cobertura a ese local, llegó con uno de los médicos. Venía a quitarle el yeso a Alicia. Tanto hablar y hablar y de una buena noticia no me decís nada, Negra, le dije simulando una sonrisa.

El médico recién llegado no fue el que la enyesó. No tuvo mal ojo, comenté, señalando las zonas de las fracturas, con evidentes cicatrices pero los huesos casi en su sitio. Una pequeña curva en mitad de la tibia era señal de que ahí quedaba un recuerdo para toda la vida, como si la experiencia se pudiera, alguna vez, olvidar.

Seis meses con el yeso habían dejado la pierna del grosor de los brazos y con unos pelos que fueron motivo de bromas. Intentar moverla o flexionarla era inútil. Es muy pronto, dijo el médico. Poco a poco, no te apures, ya verás cómo se recupera. Pero será muy lento, hacete a la idea. No vas a poder salir a la calle hasta que la puedas mover bien. Nada de masajes, fue su despedida.

Al quedarnos solos nuevamente, retomamos nuestro diálogo. Ahora era yo el que narraba mi detención, el desarrollo de la fuga, las dificultades que nos encontramos en los caños, los intentos que hice para quitarme un emplaste de una muela y así poder justificar mis idas al dentista de la cárcel y cómo terminé rompiéndomela, lo listo que fue el Negro Viñas (188), que estando cagando, nos vio pasar camino del hospital y con los pantalones a medio poner corrió hasta alcanzarnos y salir con nosotros...

La vamos a llamar la pobrecita, le dije mientras le acariciaba la pierna herida. Horas después llegó Sofía, trayendo la compra para la cena. Yo la hago, le dije. Estando solo en la cocina comencé a pensar en mi situación, sin encuadre aún y un sinfín de dudas. Las tengo que plantear, me dije. Busqué en el armario donde antes se guardaba el vino, me serví algo en un vaso y a modo de brindis, me lo bebí de un trago.

Poco después Pablo volvió con más compañeros: Wassen, Blanco Katras (189) y Schoeder (190). Los tres mantuvieron una reunión y luego se quedaron a cenar. El ambiente de la cena no fue bueno. Siempre, cada vez que coincidíamos, era común gastarnos bromas acerca de cualquier cosa, por nimia que fuera, sobre todo si La Negra estaba presente y a la que muchas veces la agarramos de punto. Nos gustaba hacerla enojar con nuestras guarangadas y hacerla rabiar era una forma de demostrarle nuestro cariño. Creo que ella lo sabía y participaba del juego.

 

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Pablo se marchó con los tres. Salvo a Wassen, que encontraré luego en el Florida, a Blanco y Schoeder los perderé dos días después. Sí, fue la despedida, pero no lo sabíamos. A la mañana siguiente, Pablo salió y a la vuelta escuché cómo los recién llegados pasan al dormitorio. Uno de los recién llegados fue Candán (191); lo supe porque fue el único que me dirigió la palabra. Luego de las bromas acerca de mi pelo y el bigote que lucía, me informó de mi nuevo encuadre: responsable del servicio de Información. Sí, ya lo era, pero se pretendía darle otra orientación, más específica, que sirviera tanto para lo militar como para lo político. Eso, que pudiera prever acontecimientos.

Sí, Candán salió de la reunión y vino donde nosotros. Mirá Negro, me dijo, estamos en una etapa de endurecimiento político, y hemos decidido elevar el nivel de los enfrentamientos y creemos que vas a ser más útil al frente del Servicio de Inteligencia que en el de documentación ¿no te parece? Te necesitamos en Inteligencia. No podemos procesar la información que manejamos, y todos opinamos que sos el más indicado para dirigirlo. ¿Qué me decís?

No hace falta que te responda, le dije, pero antes me gustaría aclarar algunas cosas. En estos días lo resolvemos, me dijo. Fue la última vez que lo vi. Como era costumbre, La Negra y yo nos sentamos cerca de la ventana que daba a la calle, en función de vigilancia, mientras le dábamos al mate.

La situación interna volvió a ser nuestro tema de conversación, solo dejada de lado para comentar lo tenso que se notaba el ambiente, la ausencia de camaradería en las reuniones... Sí, me dijo Alicia, pero no es de ahora. Es desde el cambio, desde hace un mes.

¿Qué pasó el 14 de abril? Esa mañana estábamos en la casa Alicia y yo, solos. Sofía había marchado a su trabajo y Pablo estaría con sus tareas. Era costumbre tener la radio conectada con El Espectador, ya que cuando se producía una noticia relevante, cortaba la programación para informar acerca de ella. Cuando se dieron las noticias y los nombres de los muertos en los atentados, Alicia me dijo que eran los que Bardesio había vinculado con los escuadrones de la muerte. ¿Esto que es, la guerra? Sí me respondió Alicia, contra el Escuadrón. Después se dieron las detenciones y muertes de compañeros, así como las sospechas acerca de atentados fallidos.

Montevideo estaba colapsado, nos dijo Pablo una de las tantas veces que volvió. Además de colapsado, conmocionado. Nunca, ni siquiera cuando Pando, se había producido una situación similar. Por la tarde empezaron a llegar las noticias de las reacciones que los atentados provocaron: el anuncio de la declaración del Estado de Guerra, la muerte de nuestros compañeros y las detenciones de otros. Yo no pude tragarme las lágrimas. A varios no los conocía, pero a Martirena (192) lo conocía de la militancia compartida en el Partido Socialista y en Época, y con Candán, Blanco y Schoeder habíamos trabajado juntos en la 15.

Por la noche llegaron Becca y Wassen. Marenales había llegado por la tarde, pero no hablamos demasiado. Años después sabré que esos formaban parte del Comando General. Se reunieron y poco después Alicia, Pablo, Sofía y yo fuimos llamados para escuchar un informe acerca de la situación. Se habían dado otras muertes y detenciones que todavía no eran conocidas. El tono de Marenales fue grandilocuente y cuando mencionó las muertes de Marcos y Joaquín no lo pude soportar y empecé a llorar. Lloré como no lo había hecho nunca ni lo he vuelto a hacer jamás.

Pasamos la noche escuchando la emisora policial. Yo empecé a ver que la situación era mucho más grave que lo que la dirección, por boca de Marenales, nos hacía querer ver.  Así se lo dije en un momento en que nos quedamos solos. Esto no me gusta nada, le dije. Me parece que desatamos algo que no vamos a poder controlar. Puede ser, me respondió.

A primeras horas de la mañana se marchó con Pablo. Antes me preguntó cómo veía la situación. Muy mal, empiezo a creer que no se previeron las consecuencias. Martirena estaba fichado desde siempre y su casa base de operaciones y enterradero de compañeros importantes. Nos cargamos a media docena y nos reunimos como si nada hubiese pasado. Una cagada, todo una cagada.

Alicia asintió varias veces. Luego nos quedamos solos y elaboramos un plan con las medidas que creíamos era necesario tomar. Sin embargo, cuando por la noche regresó Marenales siendo portador de nuevas directrices, supimos que nuestro planteo iba a ser desestimado, ya que se había decidido realizar acciones de represalia y nosotros proponemos lo contrario: replegarse para salvar lo que fuera posible. En los días sucesivos y por diferentes circunstancias fueron pasando por nuestro local diversos compañeros que coincidieron con nuestro planteo, pero ninguno lo admitirá más adelante.

La razón me la dará Jessie años después: según el Ejecutivo, yo había caído en un estado negativo y derrotista al que había arrastrado a Alicia y no se atrevieron a apoyarnos. Prefirieron contribuir al “suicidio colectivo para no ser tachados de patrinqueros”, como le dijera Jessie a Aldrighi (193) en julio de 1992. El MLN entró así en una dinámica que será irremediable. Se adoptaron medidas que no se pudieron poner en práctica porque los encargados de ejecutarlas habían sido detenidos sin que nos enteráramos de ello, los locales iban cayendo uno tras otro, nos fuimos quedando aislados, no solo políticamente, sino también en lo material, se nos cerraron las puertas que antes se nos abrían generosamente, se tomaron unas medidas en Montevideo contradictorias con las que Sendic tomaba en el interior. Todo ello creó un estado de cosas que ni los más pesimistas pudimos prever.

Héctor Amodio Pérez

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180 José Nino Gavazzo Pereira. Nació en Montevideo, el 2 de octubre de 1939 y falleció en la misma ciudad el 26 de junio de 2021. Fue educado por su padre, general retirado, debido a la enfermedad de su madre, a la que casi no conoció, pese a que falleció cuando Nino tenía 12 años. Ingresó al ejército el 1 de marzo de 1956 en el arma de Artillería. Hacia 1960 integraba el Grupo de Artillería N.º 5. En 1966 con el grado de capitán cumplió funciones como instructor en la Escuela Militar. Recibió cursos de contrainsurgencia en 1970 en Estados Unidos, donde había viajado junto a otros militares uruguayos. Al año siguiente logró el grado de mayor y pasó a desempeñarse en la Región Militar IV cuya sede se encuentra en Minas, departamento de Lavalleja. Formó parte de los servicios de  inteligencia militar de la División de Ejército I entre 1972 y 1973 y posteriormente actuó en el Servicio de información de la Defensa, SID, bajo la jefatura del coronel Ramón Trabal.  En 1972 fue subjefe en el grupo de Artillería 1, designado por el general Esteban Cristi para poner fin a las llamadas comisiones de los ilícitos En su actuación en el SID mantuvo estrecha relación con Mario Antonio Píriz Budes, al que trasladó al grupo de Artillería 1 al convertirse en su segundo jefe. Fue comisionado por el general Cristi para acabar con los robos que miembros del Servicio de Coordinación de Actividades Antisubversivas cometían en los procedimientos. De activa participación en el desmantelamiento del accionar del Partido para la Victoria del Pueblo, PVP,  en Buenos Aires, tras los acuerdos con los ex militantes de ese grupo Pilar Nores y Carlos Goessens Meré. Éste último acabó su vida siendo funcionario del SID. Gavazzo fue procesado en 2006 por múltiples delitos, varios de ellos tipificados como de lesa humanidad, de acuerdo al tratado de Roma vigente desde el año 2002, pese a que de haberse cometido, la mayoría de ellos estarían prescritos, y de no estarlo, les sería de aplicación el principio de irretroactividad de aplicación  de la ley. Gavazzo me admitió que varias de las acusaciones que se formularon debieron ir dirigidas hacia subordinados suyos, por lo que entendió que debía admitirlas como suyas.

181 Amazonas 1440 y Pérez Gomar 4392.

182 Julián González Guyer. En febrero de 1972 fue detenido unos pocos días antes que lo fuera yo el día 23. Estuvimos ocupando celdas del cuarto piso de jefatura, en esos momentos a cargo del comisario Romasanta, a quien convencí de que nos dejara las puertas abiertas, ya que no estábamos incomunicados. El mismo comisario se encargó de proporcionarnos tabaco y comida, que fue abonada con el dinero que me había sido requisado. Julián González Guyer en febrero de 1972 se mostró muy agradecido por mis muestras de compañerismo, según me dijera entonces. Sin embargo, años después, dirá que el que tenía la puerta abierta era solamente yo, lo que consideró como una muestra de mi colaboración con la policía y se olvidó que durante tres días fui solidario con él y con sus acompañantes. Al comisario Romasanta, hasta mi detención por la FF.AA. en mayo de 1972 se le hacía llegar dinero para atender a los presos del MLN y que estuvieran a su cargo en Jefatura, en virtud del acuerdo que yo alcancé con él luego de mi detención en febrero de 1972.

183 El comando Acodike, fue un grupo de simpatizantes que estaban intentando incorporarse al MLN y tenían entre sus planes realizar un atentado contra la casa presidencial, haciendo explotar una garrafa de supergas. De ahí su nombre. En las informaciones de la prensa se dijo que los datos acerca del posible atentado estaban en mi poder.

184 Pedro Dubra Díaz, hijo de Arturo Dubra Naranjo, ex diputado del Partido Socialista y hermano de Arturo Dubra Díaz y de Elsa Dubra Díaz, ambos miembros del MLN. Arturo participó en la llamada toma de Pando, siendo detenido y Elsa fue enlace entre el coronel Ramón Trabal, Eleuterio Fernández Huidobro, Enrique Erro, Wilson Ferreira Aldunate y Raúl Sendic durante las conversaciones por la primera tregua del mes de junio de 1972. En 1967 tras un accidente de tránsito Pedro Dubra logró huir del Hospital de Clínicas al haber sido detenido con volantes del MLN. Algunas versiones de la interna del MLN lo vinculan, junto a su hermano Arturo,  en la muerte de Rony Scarzella.

185 C1 era el nombre del organismo de Dirección de los presos en el Penal.

186 María Inés Capuccio, abogada de Alicia Rey y Héctor Amodio Pérez fue el enlace oficial entre el C1 de Punta Carretas, el similar de la cárcel de Cabildo y el Ejecutivo del MLN.

187 Pablo, del que nunca supe su nombre, estaba casado con Sofía y ambos daban cobertura en el local, el que era conocido por esos nombres. Era el ubicado en Juan B. Morelli 3727.

188 Ovidio Adalberto Viñas y su hermano Evelio, conocidos como los hermanos Viñas, llegaron a Montevideo en 1961. Aquí participaron en hechos que ocuparon las primeras planas de los diarios durante semanas. En Punta Carretas estuvieron en celdas de aislamiento durante años, hasta que las gestiones de los presos del MLN que ya estaban en dicho Penal consiguieron que se les levantara el aislamiento. Desde ese momento los hermanos Viñas fueron avalistas y garantes de los tupamaros presos. El 12 de abril de 1972, Adalberto se encontraba en las letrinas del Penal, cuando vio la fila de presos del MLN que se dirigían hacia el hospital penitenciario, reconociendo entre ellos a los considerados pesados. Sin dudarlo se unió a nosotros, que también sin dudarlo le fuimos haciendo sitio. Una vez concretada la fuga pidió ser considerado un Tupamaro más y dado sus antecedentes se lo incorporó al Collar. Falleció el 28 de diciembre de 2004.

189 Armando Hugo Blanco Katras. Nació en Montevideo el 5 de agosto de 1951 y falleció en la misma ciudad el 14 de abril de 1972, en la casa de Pérez Gomar 4392. Conocido como Ariel y Marcos, fue estudiante de medicina e ingresó al Movimiento de Liberación Nacional, MLN, en 1968. Integrado en el sector militar de la columna 15 se destacó por su capacidad de análisis y responsabilidad en el cumplimiento del estilo de trabajo de la columna. Integró su comando en varias oportunidades. Hasta su muerte fue el compañero sentimental de Lucía Topolansky.

190 Gabriel María Schoeder Orozco. Nació en Montevideo el 7 de septiembre de 1950 y falleció en la misma ciudad el 14 de abril de 1972, en la casa de Pérez Gomar 4392. Conocido como Joaquín, fue estudiante de medicina e ingresó al Movimiento de Liberación Nacional, MLN, en 1968. Integrado en el sector militar de la columna 15 se destacó por su capacidad de análisis y responsabilidad en el cumplimiento del estilo de trabajo de la columna. Integró el Estado Mayor de Montevideo tras mi renuncia en diciembre de 1971 hasta la reorganización decretada el 16 de marzo de 1972.

191 Alberto Jorge Candán Grajales. Nació en Montevideo, el 5 de abril de 1942 y falleció en la misma ciudad, el 14 de abril de 1972. Hugo fue el seudónimo con el que ingresó como colaborador del MLN en 1967. Es, por tanto, unos de los primeros periféricos. Participó activamente en varios estudios de operativos antes de su paso a la clandestinidad el 8 de octubre de 1968, como consecuencia de la pérdida de un rollo de fotos de clandestinos, realizadas en su casa de la calle Ganaderos 4898 bis. Dichas fotos, encontradas por un vecino, llegaron a manos del comisario Alejandro Otero, quien dispuso una vigilancia en la zona. Dada su condición de fotógrafo, su casa fue considerada como sospechosa rápidamente y sobre ella se concentró la atención, llegando a establecer un puesto de venta de pescado en las inmediaciones. Así fue identificada la Kombi que era conducida por Julio Marenales, quien fue detenido junto a sus acompañantes, Carlos Rodríguez Ducós y Leonel Martínez Platero. Integrado en la columna 15, a partir de marzo de 1969 formará parte del comando de la columna, junto a Alicia Rey Morales y Alberto Cocco Pérez, puesto que ocupará hasta el 30 de junio de 1970, en que pasará a formar parte del Comité Ejecutivo, hasta su detención el 9 de agosto del mismo año, en la calle Almería. Integró el grupo de fugados el 7 de septiembre de 1971 y pasará a formar parte de la columna 70 para encargarse del reclutamiento y aportes en infraestructura proveniente del frente de masas, junto a Mauricio Rosencof y Donato Marrero Abero. Tras el 15 de marzo de 1972 integró el Ejecutivo y como tal fue responsable de la puesta en marcha del plan Hipólito.

192 Luis Nelson Martirena Fabregat. Nació en Montevideo el 29 de octubre de 1932 y falleció en la misma ciudad el 14 de abril de 1972. Periodista, fue corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina. Afiliado al Partido Socialista participó de la fundación de Época y fue colaborador asiduo. Dada su activa militancia política y sindical, su ingreso al grupo Tupamaros fue descartado ya en 1964, considerando que sería blanco fácil para la policía. Sin embargo, el 14 abril de 1972 su casa particular fue usada como base de comunicación entre los diversos grupos que participaron ese día en el llamado plan Hipólito, al tiempo que la casa era usada como enterradero para dos miembros allegados a la dirección del MLN. Su muerte fue ejecutada por la policía al mando del comisario Campos Hermida, junto a la de su esposa, Ivette Rina Giménez Morales. En el libro Amazonas 1440, de Esteban Perroni, se da un detallado relato de todo lo sucedido el día de esas muertes, así como de acontecimientos previos, lo que pone en entredicho los criterios de seguridad que el MLN practicó en esos momentos.

193 María Clara Aldrighi Cavani. Nació en Bolonia, Italia, el 19 de noviembre de 1952 pero desde el año de edad residió en Uruguay, adoptando la nacionalidad uruguaya. Estando casada con Joaquín Lázaro Constanzo Ruiz, alias Raúl, daba cobertura al local conocido como El Complejo, que fue usado como cárcel del pueblo, ubicado en Av. Lezica 5808. Si bien el local era de la columna 10, Clara Aldrighi fue una militante de la columna 70. Escudada en su condición de historiadora ha desarrollado una intensa labor en la difusión de la historia oficial del MLN, publicando en cada momento lo que creía más conveniente a esos fines. Sobre este aspecto es de destacar las diferencias que existen entre la primera edición de Memorias de insurgencia y la publicada en 2016 en el reportaje a Jessie Macchi Torres.  Ha sido una de las divulgadoras de la acusación en mi contra acerca del fracaso del intento de fuga de un grupo de presos en el Florida. Según dicha versión yo habría informado al capitán Calcagno tras enterarme de ese intento por boca de Arturo Dubra. En el extenso reportaje que Aldrighi le hace al mismo Arturo Dubra, este no dice una sola palabra sobre ese supuesto. Invitada a concurrir a la presentación de Palabra de Amodio declinó la invitación. Al igual que otros “historiadores y  periodistas famosos” como Lessa, Caetano, Blixen, Haberkorn, Israel, Rugiero, Marcelo Pereira, Roger Rodríguez, Tagliaferro, Buscaglia, Valenti, Andreoli, Cotelo y un largo etcétera que han sido tan locuaces en sus intervenciones contra Amodio Pérez no se ha atrevido a confrontar sus acusaciones con mis dichos.


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