06.OCT.21 | PostaPorteña 2236

CABEZA DE TURCO (29 y 30)

Por AMODIO

 

Cabeza de turco 29

 

La Dirección estaba en manos de quienes siempre habían despreciado lo organizativo y que dieron más valor a la opinión de algunos exintegrantes de las FF.AA. que propusieron acciones directas contra el ejército para parar las torturas, ya en esos momentos real y efectiva pero no generalizada, como lo será a partir del 18 de mayo.

Tenemos que seguir, no nos podemos parar... ¿qué se va a decir de nosotros... que iniciamos una dinámica que no pudimos controlar, que fuimos unos aventureros...? se nos decía. ¿Y acaso no era esa la situación?, ¿y con qué vamos a seguir, con quiénes y desde dónde? respondíamos.

Sí, es así, la suerte estaba echada, pero no lo sabíamos. Todavía creíamos que todo el desastre era fruto de errores de apreciación, no de soberbia ni de ineptitud.

Un mes después, con el MLN diezmado, los mismos dirigentes que se negaron a admitir nuestro planteo, lo harán suyo, casi textualmente, para justificarse y justificar las negociaciones por la tregua fallida de junio y julio de 1972.

El 19 de mayo por la tarde una patrulla de la Fuerza Aérea llegó al local donde estábamos refugiados, la casa en Manuel Haedo, la misma a la que habíamos llegado cuando la fuga del 12 de abril. Yo siempre creí que había sido la Marina, pero un integrante de la Fuerza Aérea (194) me señaló que probablemente haya sido esa fuerza la que realizó el allanamiento. La forma en que llegaron fue tan rápida y violenta que apenas nos dio tiempo de cerrar el berretín y quitar la tapa que nos comunicaba con las cloacas. Íbamos Mujica, Wolff (195), Rodríguez Ducós, Alicia, Graciela Dri, hija de la dueña de la casa y yo.

Yo traté de desandar el camino de la fuga guiándome por las señales que todavía quedaban en los caños. Algunos estaban inundados y las señales casi no se veían, por lo que estuvimos dando vueltas y vueltas sin sentido durante más de media hora. La que peor iba era Alicia, con la pierna casi a rastras y tuvimos que esperarla más de una vez. Cuando vi que sus manos y rodillas estaban en carne viva creí que así no podíamos seguir y propuse buscar un sitio donde pudieran estar a salvo y que Wolff y yo saliéramos a buscar ayuda.

En Comandante Facundo, la supuesta biografía de Mujica escrita por Walter Pernas, aparece Mujica siendo el “comandante” de la huida, cuando en realidad estaba más perdido que gato panza arriba… No, Mujica no abrió la boca para nada. Fui yo quien le dije a Wolff “tenemos que salir a buscar ayuda…” No tiene ningún mérito mi apreciación: era evidente, Alicia no podía seguir así… te lo digo nada más que para que veas cómo se le han adjudicado méritos que sí lo fueron fueron de otros y no suyos.

Logrado el acuerdo y encontrado el sitio, salimos por una boca en pleno Pocitos, en Miguel Barreiro y la Rambla. Entonces estaba ahí la parada de los ómnibus cuyo destino es Pocitos y pegada una de taxis. Nos metimos en uno y le hicimos creer al conductor que íbamos armados. Lo hicimos recorrer algunas calles hasta que Wolff le hizo detener el auto y bajarse. Conduciendo Wolff fuimos a casa de Estefanell (196), donde pasaremos la noche. Al día siguiente, por las instrucciones que recibí, llegaré al Santiso. Allí informaré de lo sucedido y se montará un grupo para ir a la búsqueda de los compañeros. Recuerdo que en ese grupo iban Efraín, Eraclio Rodríguez y el “Canario” Long (197)

El Santiso estaba cerca del Mercado Agrícola. Cuando llegamos al sitio convenido, en Pocitos, no encontramos a nadie. Hicimos el camino inverso para intentar averiguar qué había sucedido, pero nadie pudo darnos noticias. A mí me perseguía la imagen de Alicia andando a gatas por aquellos caños, con las manos y rodillas ensangrentadas y resolví volver. Albergaba la esperanza de encontrarlos a todos juntos en esa nueva oportunidad. Efraín y Eraclio no me dejaron volver solo y acepté su compañía.

El resultado volvió a ser el mismo: ni rastros de los compañeros. Hicimos el camino de regreso y en el Santiso estaban todos, menos Alicia. Mujica abandonó el grupo en el que estaba y se acercó a mí, en silencio pero con los ojos inundados de lágrimas. Es otra de las imágenes que no se me han borrado. Mientras me abrazaba, me dijo: “La Negra se entregó para salvarnos. Los milicos entraron en los caños y nos descubrieron. Hirieron a la compañera y nos hizo seguir mientras ella se entregaba”

Yo había pasado veinticuatro horas en los caños, sin dormir dos días y apenas había comido. Estaba duro de frío, con la ropa empapada. Pese a lo terrible de la noticia, allí me quedé, parado en medio de un grupo de compañeros que se esforzaban por animarme. Algunos me trasladaron junto a una estufa y me cubrieron con una frazada. De la cocina del bar trajeron un tazón de sopa que alguien puso en mis manos. Yo empecé a cuestionarme la decisión de haber dejado a Alicia y salir a buscar ayuda. Empecé a sentir que la había abandonado y que ahora ella se estaría enfrentando, por mi culpa, al miedo, al dolor y seguramente a la tortura.

Yo no sabía que horas antes habían llegado al Santiso Sendic, Marenales y Engler y que Mujica ya les había contado mi deseo de solicitar la baja y ser enviado a Chile. ¿Y la Negra? me había preguntado Mujica. La Negra hará lo que crea más conveniente, le había respondido yo. Ella todavía no sabe nada. No, todo eso lo hablamos todavía en la casa de Manuel Haedo.

Entre dos compañeros me llevaron al baño y después de dejarme desnudo y meterme bajo la ducha me ayudaron a vestir con la ropa que había en el ropero comunitario. La ducha y la ropa seca me hicieron sentir mejor. Cuando poco después el Ejecutivo me convocó para discutir mi pedido de baja, el rencor ya se había apoderado de mí hasta convertirse en el sentimiento que predominará cada vez que recuerdo ese momento.

Mantuvimos una discusión terriblemente violenta, en la que no escatimé los insultos. Sí, claro, con el Ejecutivo. “No te podemos dar la baja”, me dijeron. “A alguien que ha ocupado los puestos que vos ocupaste, no se le puede dar la baja” Son unos hijos de puta, les respondí, pero no por mí, por los compañeros muertos, por los presos, por los que están ahí afuera, por todo lo que han destruido. Aunque parezca mentira no fueron capaces de decir una sola palabra acerca del gesto de Alicia. En esos momentos se decidió mi destino. Un auto me esperaba para conducirme al local donde seré detenido un par de días después.

Años después y por boca de quienes decidieron convertirme en traidor aún antes de que fuera detenido, sabré que temían mis reacciones por todo lo sucedido, por la detención de la Negra y expondrán acusaciones que se me hacían, dirán, desde hacía muchos años, acusaciones que no impidieron que fuera cooptado para la dirección por los mismos que me convertirán en traidor, para esconder sus irresponsabilidades e ineptitudes.

El mismo Marenales se jacta, en La piel del otro, que al verme al volver de las cloacas tras la búsqueda inútil, mi aspecto le dio asco y cuenta que eso fue lo que le dijo a Sendic. ¿Sabés Bebe?, me da asco… ¿A vos te parece que con esa gente podíamos crear el hombre nuevo…?

 

Cabeza de turco 30

 

Sí, los que contaron mi traslado hasta el local de Planimetría fueron Wolff y Estefanell. Los dos dicen que a ellos les dijeron que yo estaba dado de baja, pero lo cierto es que a mí me dijeron otra cosa, que no me la podían dar. No, y mandarme a Chile, tampoco.

En la madrugada del 23 de mayo una patrulla del Florida llegó al local de Planimetría, en la esquina de Maldonado y Gaboto. Era un tercer piso. El edificio está tal cual, con las ventanas bien visibles en la ochava. Nos despertaron los golpes en la puerta y supimos que había llegado nuestra hora. Le pregunté a Wolff acerca de resistirnos y aprobé su negativa. Yo acudí a abrir la puerta del local y Wolff se dirigió a poner la señal de alarma.

El capitán Camacho (198) estaba al mando y me encañonó con una M1. Detrás de él se encontraban el teniente Grignoli (199) y el capitán González (200), este de particular. Varios soldados estaban en la escalera. Me pusieron de cara a la pared, con las manos en alto, custodiado por un soldado de apellido Gómez (201), que además de registrarme los bolsillos, me quitó el reloj. Antes me habían preguntado por las armas y el dinero. No tenían ni idea de a quién o quienes se encontrarían, y en un primer momento ni siquiera nos preguntaros los nombres. Lo que sí sabían era la ubicación del berretín y la forma de abrirlo, pero no lo consiguieron hasta pasados unos minutos. Sacaron de él todo lo que había de valor y lo amontonaron sobre uno de los sillones. Sí, lógico, buscaban armas pero sobre todo, dinero. Oí que abrían y cerraban muebles y al no encontrar nada de lo que buscaban comenzaron a amenazarnos si no les decíamos dónde estaban.

Yo no tenía ni idea, porque de todo se encargaba Wolff y al otro, a Estefanell, lo conocía por Aramís. Pero eso no lo sabré hasta el 2013, cuando las cartas. Por los ruidos y los gritos que llegaban hasta mí pensé que a Wolff lo estaban golpeando. Traté de mirar hacia donde estaba, pero Gómez me lo impidió. Oí que se lo llevaban y enseguida me pusieron una capucha. No, no me esposaron. Alcancé a ponerme el saco que estaba en una de las sillas y entre varios me bajaron a la calle, me hicieron entrar en un camello y me sentaron junto a una compañera, evidentemente la que señaló el local. En 2017 sabré su apellido, Zipitría. Hace poco el mismo Grignoli me dijo que la habían detenido por Maroñas, junto al petiso Leguizano, un preso común reclutado en Punta Carretas.

Sí, el saco no lo revisaron, podía tener un arma, pero lo único que me interesaba era el tubo de Valium. Salimos y al rato el camello se detuvo y nos hicieron bajar a la compañera y a mí. No sé a dónde la llevaron, pero a mí me dejaron en una habitación, sentado en una silla, con la capucha puesta. Lo único que se oían eran motores de camiones y el ruido de las órdenes en el patio. Mirando hacia abajo pude ver que ya estaba amaneciendo. Alguien entró y apagó la luz. Ese simple hecho me hizo ver que estaba completamente indefenso. Durante horas nadie se acercó por allí, por lo que me animé a quitarme la capucha, al menos lo bastante para tratar de ubicarme. Directamente al frente, había una mesa y sobre ella, colgado en la pared, el escudo del Florida.

Lo único que me faltaba para aumentar mi angustia, era saber que estaba en el Florida. Sí, ya en esos días había ganado mucha fama. Terminé de hundirme moralmente. Me convencí que me esperaba lo peor, y lo peor, para mí, era la tortura. No puedo discernir durante cuánto tiempo hice un repaso de los últimos meses, de los varios desvaríos a que nos habíamos visto empujados la mayoría y que culminaron así, como estaba yo, presos, aislados, desmoralizados, sentados en una sala inmensa, esperando que alguien viniera a buscarnos.

En un momento escuché ruidos atrás mío y alguien comenzó a hablarme desde muy cerca, por mi derecha. Arrastró una silla y supongo se sentó a mi lado. Me preguntó el nombre sin que hiciera ningún comentario. Minutos después empezó el trabajo de ablande, si sabía por qué estaba preso, organización a la que pertenecía, si tenía hijos. Yo creía que al decirle mi nombre todo lo demás estaba sabido, pero el tipo, nunca supe quién fue, no hizo ningún comentario.

Otros, supongo que oficiales, fueron llegando, a juzgar por las voces y los ruidos de sillas. Voces que pedían bebida a los cantineros, o que les llevaran la comida o cigarrillos. Se turnaban haciéndome preguntas sin ton ni son, al voleo. Pero hubo uno que puso el dedo en el sitio correcto, y me preguntó por las causas de la muerte de Morán Charquero (202). Por torturador, le respondí. Después de unos segundos me preguntó qué opinaba yo sobre la tortura y le dije que era un acto de cobardía. Me preguntó por qué pensaba así y si prefería que en vez de estar detenido me hubieran pegado un tiro. No tenían por qué, les dije. Nos entregamos. Otras voces se dejaron oír y me di cuenta que estaba provocando reacciones que en nada me beneficiarían. Estaba actuando como si estuviera en el cuarto piso de Jefatura, por lo que decidí que lo mejor era callarme.

Héctor Amodio Pérez

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194 El Cnel. (Av.) Enrique Ribero. En el Observador del 20 de febrero de 2020, Leonardo Haberkorn dice que “El presidente Tabaré Vázquez homologó este  miércoles el fallo de un tribunal de honor de la Fuerza Aérea que determinó que el coronel aviador retirado Enrique Ribero sea pasado a situación de reforma por haber incurrido en una descalificación por falta gravísima, que afecta el honor de las Fuerzas Armadas, aunque se trató de un hecho aislado. Ribero cumple una pena de 19 años de cárcel como responsable del asesinato del militante comunista Ubagésner Chaves, ocurrido en 1976 en dependencias de la Fuerza Aérea. Su condena ha sido ratificada por la Suprema Corte de Justicia. Ribero siempre ha negado tener relación con la muerte de Chaves Sosa pero de acuerdo al fallo sus descargos no han sido eficientes para modificar la condena penal firme recaída en su contra, razón por la cual dicho Tribunal arribó a la absoluta convicción moral respecto de la responsabilidad ética del Oficial Superior enjuiciado, lo que es compartido por parte del Poder Ejecutivo. Sin embargo, como Ribero acusó ante el tribunal a otros oficiales de la Fuerza Aérea de estar implicados en la desaparición de Chaves Sosa, el presidente Vázquez determinó que se impone la remisión de un testimonio completo de estas actuaciones a la Fiscalía Especializada en Delitos de Lesa Humanidad, a los efectos que ésta estime pertinente. El 16 de noviembre, El Observador informó que Ribero había entregado documentos a la fiscalía y al tribunal de honor acusando con nombre y apellido a quienes habrían sido los responsables de desaparecer a Ubagésner Chaves. En esos documentos, acusó a la Fuerza Aérea de proteger a los verdaderos culpables. De acuerdo a esos documentos, el 7 de junio de 1976 Ribero estaba en la base de Boiso Lanza hablando con el mayor Abelardo Ríos: Dicho jefe se encontraba en el costado de la calle interna y en ese momento ingresa a la unidad un vehículo de patrulla, bajando el teniente segundo Gustavo Urban, dirigiéndose a hablar con el mayor Ríos, por lo cual el suscrito se aleja prudencialmente, escuchando que (Urban) le dice (a Ríos): compramos dos bolsas de cal y un litro de ácido, ¿la boleta se la entregó al teniente López?  A lo cual el mayor Ríos le contesta: No, rómpala. Ribero cuenta que luego Urban se le acercó y, pensando que ya estaba enterado de la situación, le comentó: Le puse una piedra de cal en cada mano y otra en la boca. El mayor Ríos nos dio una botella de whisky. Dicho oficial se encontraba muy nervioso, y con una ansiedad muy notoria”, relata Ribero en el escrito. Concluye que Urban fue el responsable del entierro de Ubagésner Chaves. Consultado en noviembre sobre esta acusación, Urban dijo desconocerla y no tener nada que declarar. Los restos de Chaves Sosa fueron hallados en noviembre de 2005 en una chacra de Pando de la Fuerza Aérea. Ribero no es el primer integrante de la Fuerza Aérea que acusa al oficial retirado Urban: también lo hizo el exsoldado Elicer Perdomo”. En El Observador del 19 de noviembre de 2019, el mismo Haberkorn informa que “Fuerza Aérea quitó beneficios a oficial retirado que denunció ocultamiento en caso de Chaves Sosa. Luego de que El Observador informara de denuncia del militar condenado, le quitaron el auto oficial que lo trasladaba en salidas transitorias y ayuda de alimentos.

195 Rodolfo Wolff Valente. Miembro de la columna 15, era conocido como Héctor. Ocupó varios puestos de responsabilidad en la columna. Recién nos conocimos personalmente el 19 de mayo de 1972, en que llegó a la casa de Manuel Haedo 3082. Posteriormente seremos detenidos el 23 de ese mismo mes y conducidos al cuartel Florida. Me proporcionó los datos para llegar al bar Santiso y desde allí organizar el rescate de los compañeros que nos habían acompañado en la fuga por las cloacas. Participó junto a Wassen en la reunión que mantuvimos para la entrega de la cárcel del pueblo de la calle Juan Paullier 1190 y se ofreció para participar como negociador ante los ocupantes del local, dada su condición de responsable. Seriamente cuestionada su conducta en ese y otros momentos de su detención, sin que fueran tenidos en cuenta sus intentos de suicidio y las torturas sufridas, participó de la creación de la historia oficial del MLN, quien le levantó las sanciones que pesaban contra él, en pago a su cambio de actitud. Escribió un libro de cuentos, en uno de los cuales titulado El traidor, tergiversa completamente el desarrollo de la reunión mantenida entre los tres a instancias de Wassen y trata de hacerme aparecer como el promotor de la entrega.

196 Marcelo Mario Estefanell Galbiatti. Nació en Paysandú, Uruguay, en 1950. Conocido como Aramís, nos conocimos la noche del 19 de mayo de 1972, cuando conducido por Wolff llegué hasta su casa en busca de ayuda, tras huir por las cloacas desde la casa de Manuel Haedo 3082. Pese a los años de pertenencia a la columna 15, sólo tenía referencias sobre él a través de Candán Grajales. Tras la discusión que mantuve en el Santiso con Sendic, Marenales y Engler fue el encargado de mi traslado y el de Wolff al local situado en la esquina de Maldonado y Gaboto, un tercer piso en cuya ventana situada en la ochava del edificio estaba colocada la señal de alarma. Pese a que mantiene la historia oficial acerca de mi traición, es quien mejor ha analizado mi regreso a Uruguay, seguramente porque como le ha reconocido a Gerardo Tagliaferro en su Cantando las 40 del 25 de agosto de 2015, todo lo que digo en Palabra de Amodio se ajusta a la realidad. Quien no se ajusta a la realidad y su entrevistador tampoco lo hace, es Estefanell, quien se refiere a Wassen y a Huidobro como “las víctimas de Amodio”, sin tener en cuenta que ambos fueron detenidos varios días antes que yo.

197 César Long Damboriano. Oriundo del departamento de Colonia, fue integrante de la columna del Interior. Participó en las dos acciones más espectaculares realizadas por esa columna: el asalto al Casino de San Rafael y al local de la Marina. Integró el grupo de los fugados del Penal de Punta Carretas el 7 de septiembre de 1971.198 Tabaré Camacho Pastorini. En el cuartel Florida estaba al frente del grupo de operaciones.

199 Alberto Grignoli Guarnieri. Formó parte del grupo de operaciones del batallón Florida. Fue citado por Enrique Rodríguez Larreta, un integrante de la microfracción, como quien dirigió el operativo que lo detuvo dentro del cine Arizona, en Montevideo. Esta versión ha sido recogida por Leonardo Haberkorn, quien la ha publicado y manifestado en varias ocasiones para tratar de desmentir mi versión acerca de los señalamientos callejeros. El mismo Grignoli me ha dado la versión de ese procedimiento, en el que nada tuve que ver y sí un sargento que formaba parte del grupo que lo detuvo y conocía la militancia de Rodríguez Larreta.Haberkorn se ha negado a hablar con Grignoli. Además, en su blog El informante, de fecha 6 de agosto de 2015, dice:“Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)”, pero omite decir que en el libro estoy transcribiendo una comunicación de Mauricio Rosencof, que sí lo conocía, tal como se desprende del relato.

200 José Luis González. No pertenecía al Florida pero sí al arma de Infantería. Actuaba siempre de particular. Fue el encargado de conducir a Fasano al mismo cuartel desde la casa de mis padres, la noche en que nos entrevistamos.

201 Carlos Gómez. Soldado asistente del capitán Calcagno, jugó un papel muy importante para que Alicia y yo pudiéramos cumplir el acuerdo con el Gral. Cristi, entregándome los partes acerca de las detenciones que se producían en todo el país y que debían ser puestas en conocimiento de los S2 de cada unidad. Estos encargados, absorbidos por la tarea diaria, hacían caso omiso de esas comunicaciones, lo que provocaba que se buscara las detenciones de militantes que llevaban meses detenidos y que se allanaran locales por distintas reparticiones, muchos de ellos en varias oportunidades e incluso con bajas producidas por “fuego amigo”.

202 Héctor Morán Charquero. Fue asesinado por el Movimiento de Liberación Nacional, MLN, el 13 de abril de 1970, en represalia por las torturas sufridas por dos detenidos del MLN, uno de ellos de nombre Rodebel Cabrera. Morán Charquero pertenecía al departamento de hurtos y rapiñas y fue puesto al frente de una brigada especial, secundado por los subcomisarios Villar y Besón, para combatir al MLN. Se trató de dar un cambio fundamental, en esos momentos, al modo en que Inteligencia y Enlace, al mando del comisario Alejandro Otero, conducía ese combate. Se trató, lisa y llanamente, de aplicar la tortura que hurtos y rapiñas practicaba contra los delincuentes comunes, la que no solo era aceptada sino que se consideraba normal. Entre los argumentos que se manejaban, estaba el que si los miembros del MLN eran asaltantes y asesinos, por qué no se los consideraba como tales por las fuerzas policiales. Más claro no se podía decir. El MLN tenía datos de un domicilio de Morán Charquero, pero la vigilancia sobre ese lugar no consiguió ubicarlo. Sí lo hizo en la sede de la Asociación Cristiana de Jóvenes en la calle Colonia, porque un colaborador era asiduo al lugar y en varias oportunidades lo había visto. De Villar y de Beson no había información de ningún tipo. Se descartó la sede de la Asociación y se lo trató de seguir desde Jefatura, ya que el Opel rojo que usaba era muy identificable. Fue así que se llegó hasta la calle Ellauri, en Punta Carretas. Mientras todo esto sucedía, un colaborador que trabajaba en Sanidad Policial, Abel Ayala, le entregó al MLN el fichero de esa repartición totalmente actualizado. Se comprobó entonces que el domicilio de Morán coincidía con el seguimiento y se obtuvieron los domicilios de Villar y Beson. En un principio se pensó en ejecutar a los tres, pero resultaban de muy difícil coordinación, por lo que se resolvió actuar solo sobre el jefe de la Brigada. Las denuncias por torturas que hicieron los detenidos en sede judicial tuvieron repercusiones parlamentarias, lo que fue aprovechado por Federico Fasano, que entonces dirigía De Frente, para buscar rédito político y popular sumándose a las denuncias contra Morán Charquero, y publicó una foto del comisario en su primera página. Tras la muerte de Morán Charquero, el diario fue clausurado, pero nada tuvo que ver ni De Frente ni el mismo Fasano, que consiguió así su minuto de gloria. En Mapa de un engaño, de Álvaro Diez de Medina, página 226 dice: Se identificó de inmediato, entre los responsables del crimen, a integrantes de la llamada Columna 15 que operaban en ese momento bajo el comando militar de Candán Grajales: Henry Willy Engler Golovchenko (a) Octavio, el mallorquí Antonio Mas Mas (a) El Gallego y Esteban Pereira Mena (a) Negro Alejandro ¿Quién condujo el vehículo desde el que se asesinara a Morán? Muy probablemente Aurelio Sergio Fernández Peña. En 2014, empero, Esteban Pereira Mena declaró en un reportaje radial a CX36 que el chofer había sido Juan José Valdez Pieri (a) Pepito Valdez; según Pereira, contaba en esa época con 16 años, y pertenecía a una acomodada familia vinculada a la exportación de harina de pescado a Perú. Amante de la velocidad y con pleno dominio de vehículos, “era por lejos el mejor (chofer) que teníamos”. Partícipe, en la misma condición de conductor de vehículos, del homicidio del subcomisario Oscar Delega y del agente Carlos A. Leites, así como de las graves heridas recibidas por otro agente policial, una vez detenido, Valdez fue liberado por ser menor de edad,  se exilió  en España. Allí se dedicó al negocio editorial, vinculandose con militantes del Movimiento 26 de Marzo. Restablecida la institucionalidad en Uruguay, regresó al país, sumándose a la vida editorial mediante la publicación de una Guía del Ocio similar a la distribuida por el Grupo Prisa en España, así como a la campaña electoral del grupo frenteamplista formado en torno a José Mujica y Eleuterio Fernández. En 2014, la jueza de Crimen Organizado Adriana de los Santos lo procesó por el delito continuado de estafa, supuestamente perpetrado a través del programa Telechat, emitido por Canal 12 y VTV. Fuentes militares han identificado a Valdez entre los prisioneros que habrían colaborado activamente en el interrogatorio de los profesionales y empresarios vinculados por detenidos y militares a los llamados “ilícitos económicos”, al igual que al también partícipe en el asesinato de Armando Acosta y Lara, Raúl Jorge Méndez Moreira (a) Pombo, hoy residente en Brasil.


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