23.OCT.21 | PostaPorteña 2240

EL RELATO PANDÉMICO

Por Nicolás Ponsiglione

 

 El Relato Pandémico

 Medioevo 2.0: Supersticiones, Dogmas e Inquisición

 

de Nicolás Ponsiglione

 

(Comenzamos  a publicar este libro de reciente aparición Primera edición: Agosto de 2021, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina)

 

"¡Poderosa e imponente es la mente humana! Es tan capaz de construir como de destruir. (...) Durante la epidemia de la gripe que estalló en la Primera Guerra Mundial, el alcalde de Nueva York tomó medidas drásticas para comprobar el daño que las personas se estaban haciendo a sí mismas con su inherente temor a la enfermedad. Llamó a los periodistas y les dijo: "Caballeros, siento la necesidad de pedirles que no publiquen ningún titular alarmante sobre la epidemia de la gripe. Si no cooperan conmigo nos hallaremos en una situación incontrolable". Los periódicos dejaron de publicar noticias sobre la gripe y en un mes la epidemia estaba exitosamente bajo control. Mediante una serie de experimentos dirigidos hace varios años, quedó demostrado que las personas pueden enfermar por medio de la sugestión /1 “

NAPOLEON HILL (1883-1970). Escritor estadounidense, asesoró a presidentes como Franklin D. Roosevelt. Lo anterior fue escrito en el año 1937.

 

 "No es el hambre, ni los terremotos, ni los microbios, ni el cáncer sino el hombre mismo el mayor peligro del hombre y para el hombre, por la sencilla razón de que no existe una protección contra las epidemias psíquicas, las cuales son infinitamente más devastadoras que la peor de las catástrofes naturales /2”

CARL JUNG (1875-1961). Médico psiquiatra suizo.

 

PRÓLOGO

 

UNA ALARMANTE PÉRDIDA DEL OLFATO

 

El olfato ha sido siempre el sentido más vinculado a nuestra capacidad de intuir situaciones tras el velo del engaño, de conocer espontáneamente la verdad de las cosas. Cuando percibimos intuitivamente que algo no anda bien, decimos que "huele feo" o "huele mal". No decimos que "se lo ve feo", o que "tiene un gusto feo" o que "se escucha mal". También usamos la expresión "acá hay gato encerrado" cuando detectamos inmediatamente que algo más se esconde detrás de las apariencias, y en dicha expresión queda claro que el sentido interviniente cuando un gato quedó encerrado en un lugar es el olfato, ningún otro, pues la frase está inspirada sin dudas en el penetrante e inolvidable olor que tienen las heces felinas. Se sabe que el olfato está fuertemente vinculado al hemisferio derecho del cerebro, el encargado de las funciones intuitivas, imaginativas, subconscientes; y este conocimiento siempre ha sido utilizado por los fabricantes de perfumes.

También está ligado a los instintos, es tal vez el sentido que aun preserva vivas las etapas del desarrollo en que fuimos animalitos y vivíamos en armonía con la naturaleza. En la pandemia del covid19 se dijo una y otra vez que uno de los síntomas clave consistía en una acuciada pérdida del olfato. Más allá de que sea un síntoma tan común en todo tipo de resfriados o cuadros gripales, siempre me llamó la atención su alto valor simbólico.

La gente realmente ha perdido el olfato. Vivimos una auténtica epidemia de personas que han perdido la facultad de intuir, de conocer de forma instantánea, directa y pre-racional la verdad de las cosas.

Esto por supuesto es la contracara de una hipertrofia de la lógica, de los datos caóticos y arbitrarios que no dicen nada, de la mente racional y sensorial, del hemisferio izquierdo. El asunto es que dicho crecimiento unilateral y exagerado no hizo a las personas más inteligentes, sino todo lo contrario.

La verdadera inteligencia deviene de saber utilizar ambos hemisferios del cerebro, en un equilibrio dinámico y delicado, dejando que cada uno aporte su peculiar modo de entender las cosas. Y no suprimiendo uno a expensas del otro. La atrofia generalizada de la capacidad de intuir o de saber instintivamente, es otro síntoma más de nuestro desarraigo de la naturaleza. En otras palabras, es una pérdida endémica de sentido común. Y es condición necesaria, para creerse el relato pandémico, haber ya perdido el olfato.

 

NADA CIERRA, PERO NO IMPORTA

 

¿Por qué tengo el atrevimiento de nombrar a esta pandemia como un relato? ¿En qué me baso para emitir tamaña declaración?

Pues me baso, no en el cientificismo que hoy se declara como oficial, sino en la ciencia. Le pido la debida paciencia al lector. Trataré de explicarme. Desde el inicio mismo de esta pandemia que absolutamente nada ha cerrado. Nos dijeron que era un virus cuya tasa de mortalidad era incluso menor a la de la gripe estacional. Nos dijeron que sólo afectaba seriamente a las personas dentro de los sectores considerados "de riesgo", a los ancianos y los enfermos crónicos, como siempre sucedió con todas las enfermedades en general.

Nos dijeron que los niños no eran afectados ni contagiaban, que eran completamente inmunes. Luego cuando vimos los números, las estadísticas reales, vimos que la gente muerta era increíblemente ínfima, nada justificaba tamaña paranoia generalizada.

Nos preguntamos todos por qué no se había tratado antes con este nivel de obsesión a enfermedades que sí tenían niveles alarmantes de muertes en todo el mundo, como la epidemia del cáncer. Nos preguntamos por qué, si era más inofensivo que la gripe común, no se había cerrado hasta entonces un país entero, o clausurado un mundo entero por la gripe de cada año, o por cualquier otra enfermedad que sí estuviese justificada. Encierros que destruyeron economías, matrimonios, proyectos de vida, sumiendo familias enteras en la quiebra material y anímica.

Nos preguntamos por qué el remedio estaba siendo infinitamente más dañino que la enfermedad, y por qué contra toda evidencia seguían insistiendo en él. Y siguen insistiendo.

Nos preguntamos por qué no se hacía cuarentena de los grupos de riesgo para protegerlos a ellos, mientras generábamos la inmunidad de rebaño que cualquier médico sabe que es infalible y sin contraindicaciones, simplemente viviendo nuestras vidas con normalidad. Y asunto resuelto. Y con respecto a los médicos y científicos, nos alarmó la manera en que grandes expertos de todo el mundo, con largas trayectorias y experiencia sobrada en el campo de la epidemiología, no eran tomados en cuenta, cuando eran los más aptos para analizar la situación y proponer salidas constructivas de la misma.

Más aún, empezaron a ser censurados y difamados en medios, plataformas y redes. Se buscaba imponer una única voz oficial. Pero esta voz no nos cerraba por ninguno de sus puntos

Para colmo, nos sorprendió constatar que el discurso perpetrado era exactamente el mismo, sin modificación de un punto ni una coma, en los distintos países del mundo, como si se tratara de un autentico libreto cuidadosamente planificado.

Vimos cómo todo este circo apuntaba a una sola y misma cosa: la vacunación masiva (unido a la implementación del pasaporte sanitario). Y no entendimos jamás por qué haría falta vacunar a todo el mundo contra un virus cuya letalidad es mínima, y que además como es mutable y estacional la vacuna dejaría de servir al siguiente año.

Ahora empiezan a vacunar incluso a los niños más pequeños. Tampoco les cerró a muchos médicos por qué se insistía tanto en la panacea de una vacuna siendo que había otros tratamientos al alcance de la mano sumamente efectivos, ya corroborados, más baratos y menos contraindicados (como la Ivermectina)

A pesar de que nada de esto cerraba, muchos decidieron esperar, para ver el tan esperado despliegue del temible virus. Tal vez había algo que aún no hubiéramos visto. Pasaron semanas, luego meses, ahora ya van casi dos años. La pandemia aniquiladora y apocalíptica nunca llegó. Pero algo sí se instaló, no en el cuerpo sino en la mente de las personas —gracias a la campaña propagandística, al terrorismo mediático llevado a cabo con increíble perseverancia. Percutieron en la imaginación de las personas con tanta insistencia, que al fin lograron insertar el relato pandémico.

 

ORDENAMIENTO DE LA EXPOSICIÓN

 

En este ensayo voy a intentar demostrar la increíble semejanza que posee el relato sobre la pandemia del covid con los viejos relatos de las religiones mayoritarias del pasado.

Esto que para mí es una realidad contundente, y que el lector podrá conocer con detalle en la segunda parte del libro, nos demuestra la desagradable verdad de que aún no hemos dejado atrás el oscurantismo medieval, la época retrógrada del absolutismo basado en el poder que emana de los relatos oficializados. Nos muestra con un esplendor sin precedentes el hecho de que la democracia o los derechos humanos son hoy una completa ficción, pues todo sistema de gobierno basado en el control totalitario es incompatible con la democracia.

Pero tal vez lo peor es que nos demuestra el nivel extremadamente bajo y precario de la mentalidad de la población en general, cuya infantilidad e ignorancia los deja por completo a merced de la tiranía. Pero este ejercicio tiene su parte positiva. Porque descorrer velos tramposos nos permitirá advertir cual es el camino a adoptar con el fin de avanzar hacia una civilización democrática basada en los derechos humanos que realmente merezca dicho nombre. Cuando la tiranía o el despotismo se reinventan, es porque ha llegado el momento de que la democracia también se reinvente a sí misma. Y las posibilidades reales y actuales que brinda la situación, por más adversa que sea, son realmente maravillosas. Los presentes son tiempos de grandes cambios. Si para bien o para mal, eso está por verse

Como hemos mencionado, nada jamás cerró ni cierra en el relato propio de la pandemia, por ende sólo nos queda asumir que es una cuestión de fe. No de ciencia.

Porque con la ciencia basada en evidencias nada de la actual pandemia tiene justificación razonable. El relato pandémico es, pues, una creencia, una entelequia mental, una superstición. No se le pide a la gente que entienda sino que crea.

Pero antes de abordar la pandemia como relato, es imprescindible ante todo que presente los argumentos científicos y médicos que ponen en tela de juicio los elementos clave de la "emergencia sanitaria" actual. Habrá lectores que ya conocen dichos argumentos, mientras otros los desconocen por completo o parcialmente.

Ambos por igual necesitan de esta primera parte. Porque es necesario reunificar toda esa información desperdigada, tomada de entre los escombros de censuras y prohibiciones, simplificarla y dejarla claramente al alcance de la gente. Y separar también el trigo de la ciencia objetiva de toda la cizaña de teorías, opiniones o conceptos impertinentes, no ingresando en áreas claramente dudosas que acaban oscureciendo en lugar de aclarar el panorama real. Lo que veremos a continuación en la primera parte, pues, no es mi voz, sino la voz de muchísimos médicos y científicos que se han tomado el trabajo de investigar cada uno de los elementos de esta pandemia, dando con resultados científicos contundentes.

Es mi humilde manera de hacerles honor. Una vez presentados los pilares fundamentales que demuelen en su base toda esta falsa pandemia, luego en la segunda parte abordaremos un análisis de lo precedente a la luz de lo que evidentemente es: un mega-relato en el que estamos todos sumidos en este momento por decisión en gran parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

Allí veremos un paralelismo entre la antigua religión utilizada como mecanismo de control social y la moderna medicina oficial que actualmente es esgrimida por las autoridades, la cual cumple exactamente el mismo rol en el siglo XXI que el que cumplían los relatos religiosos en el Medioevo.

Finalmente, en la tercera y cuarta partes, trataremos de dilucidar una salida constructiva a todas estas cuestiones. Es realmente muy irónico que justo cuando la gente empezaba a jactarse de haber superado y trascendido todos los ingenuos relatos y cosmovisiones del pasado, ya en pleno siglo XXI se haya descorrido de pleno el telón de tamaño relato pseudo-científico. Un relato que no obedece ni a la ciencia ni a la razón, sino al mito y a la superstición de masas. Uno que —como cualquier otro mito— no sobrevive ni medio minuto cuando se ponen los datos sobre la mesa.

Algo que, por ende, no se encuentra en ninguna otra parte más que en la mente de las personas. Y que si no revertimos esto a tiempo mediante un despertar generalizado, mediante una genuina toma de conciencia y un compromiso activo, pero fundamentalmente mediante un debate científico libre, objetivo y desinteresado, existe el grave peligro de que lo imaginario acabe convirtiéndose en realidad (continuará)

enviado por Osvaldo Buscaya

 

1 Napoleon Hill, Piense y hágase rico, pag 294, Ediciones Diamante, Aimee SBP.

2 The Spirit in Man, Art, & Literature (Collected Works of Jung Vol. 15), pag. 339, Princeton University Press


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