09.NOV.21 | PostaPorteña 2245

Cabeza de turco (60,61,62,63,64 y 65)

Por AMODIO

 

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No, no sabía nada de composición y en esos años la fotomecánica nada tenía que ver con lo que él había conocido. Rápidamente contactó con uruguayos y gente del cómic, ambiente nocturno en general, lo que le hacía llegar tarde a trabajar y muchas veces, sin dormir. Esa circunstancia y la actitud displicente con la que atendía los trabajos encomendados provocaron muchos problemas, que terminaban en duras discusiones. Esta situación se agravó cuando nos mudamos a Cobeña.

Nosotros veníamos pagando dos alquileres: el apartamento en que vivíamos y otro para la oficina y taller. Estuve un par de meses buscando en las cercanías de Madrid una casa que nos sirviera de vivienda y lugar de trabajo. Para peor, los padres de Celia, debido a la enfermedad del padre, estaban viviendo con nosotros.

Era una situación insostenible. En 2005 nos mudamos a Cobeña y la relación con Daniel empeoró. Creo que no llegó una sola vez a la hora acordada y muchas veces pareció que venía directamente de algún tugurio de los que frecuentaba.

Un mediodía, mientras Celia y yo comíamos de pie para poder atender unas urgencias del trabajo, Daniel permaneció leyendo el diario y fumando al sol, en el patio de la casa, ajeno a todo. Lo tuve que llamar varias veces, para que atendiera lo que era de su responsabilidad, lo que hizo de mala manera. A la mañana siguiente, llegó y no me saludó, pese a que era yo el que le abría la puerta. Pensé que era una actitud pasajera, pero a la segunda o tercera vez le dije que si al día siguiente no cambiaba su actitud no volviera.

Se marchó de inmediato y salvo en el sepelio del padre Celia, en enero de 2007, no nos vimos más. ¿Y sabés lo que hizo? Le dio el pésame a todo el mundo, menos a mí. La noticia de su muerte me llegó por mi hermana Ana, en marzo del 2017. Esa es otra historia…

Cuando la publicación de mi primera carta, en 2013, me llamó indignado y luego insistió en alguna otra ocasión, pero ya no atendí sus llamadas. Incluso Ivana cortó la relación que tenía con Celia. Hasta se mudaron de casa y no tuvieron el gesto de comunicárnoslo. Ivana no reanudó la relación con Celia hasta después de la muerte de Daniel, como si la muerte la hubiera liberado. Sí, fue un golpe muy duro.

Yo recién había vuelto de mi viaje a España, por el permiso que la Corte me dio para salir. Pese a todo, era mi hijo. Entonces yo creí que era la prueba más evidente de mi fracaso. No, hoy no lo creo.

Me reprochó haberlo abandonado y sin embargo también me reprochaba no acompañar los planteos revolucionarios de boquilla que él defendía. Y sí, admirador del Pepe Mujica, pese a que yo le había dado todos sus antecedentes. ¿Contradictorio? Más que eso. Precisamente, yo lo había abandonado para buscar una vida mejor para él, no fue un capricho así no más. Nunca lo entendió.

Un día, viendo una serie americana, oí que un personaje le dice a otro: Mira tío, si por la mañana te encuentras un estúpido, el estúpido es él. Pero si durante el día solo encuentras estúpidos, el estúpido eres tú. ¡Qué razón tiene!, me dije. ¿A vos qué te parece?

Cuando Celia y yo retomamos nuestra relación nos hicimos concesiones mutuas. En realidad, solo las hice yo, porque dejé de considerar al ciclismo como una cuestión fundamental y resolví acompañarla más asiduamente a ella a frecuentar sus amistades y familiares. Cuando nos fuimos a Cobeña, ya el padre de Celia estaba en silla de ruedas, por lo que se invirtieron los papeles. Eran los amigos y familiares que nos visitaban en nuestra casa.

Imaginate, doscientos cincuenta metros de casa, había sitio de sobra. Estancias de quince días, de parientes o amigos era cosa normal. Me construí un parrillero de chapas de hierro. Las hice cortar y las ensamblé con tornillos. Un lujo. Debí patentarlo. Después, cuando los tornillos empezaron a fallar me hice construir uno, pero soldado y desmontable.

Ir a nuestra casa a comer asado se convirtió en algo normal. Luego compramos la Thermomix y los platos que Celia elaboraba eran un complemento ideal. Toda Izquierda Unida de Cobeña pasó por casa. No, ya no me duelen ni el vacío ni el boicot. Lo he cambiado por un profundo desprecio.

 

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Creo que fueron mis mejores años. Teníamos trabajo, habíamos saneado la empresa y decidimos comprar la casa, ya que el dueño nos la había ofrecido en venta al firmar el primer contrato. Yo ya había aislado las paredes que daban al exterior, para obtener unas mejores condiciones de habitabilidad. No, muy sencillo. Con planchas de poliuretano y tableros de aglomerado. Los tableros primero los pinté y luego los entelé. También habíamos cambiado la cocina, incluso suelos, muebles y la caldera de la calefacción. Sí, mucho dinero, pero más que nada mucho trabajo. Pero me compensaba. Éramos felices.

 No, no llegué a comprarla, porque en esos momentos la burbuja inmobiliaria empezaba a desinflarse y los bancos tasaron la casa en menos euros que los que el dueño pretendía cobrar. Sí, nos salvamos, porque poco después explotó la burbuja y los precios cayeron un cincuenta por ciento. Me habría pasado lo que a muchos miles: firmaron hipotecas por cantidades muy superiores al precio del mercado. Una verdadera ruina.

Apenas llegados a Cobeña recibimos en casa una publicación de Izquierda Unida, La Clepsidra. Informaba acerca de las condiciones en que la villa se encontraba, tanto en lo social como en lo financiero.

Desde mi llegada a España, salvo la participación en alguna marcha anti OTAN,no había tenido ninguna implicación política. Como tantos, había festejado el triunfo de Felipe González, en la esperanza de revertir la situación de atraso en que el franquismo había dejado no solo la economía. La chatura social era deprimente. Poco tardamos en darnos cuenta que Felipe González y su partido, el PSOE, eran parte del sistema al que en algún momento prometió combatir y que todo seguiría igual… o peor aún.

Se dedicaron a destruir lo único positivo que el franquismo había construido, pese a las artimañas y las corrupciones de un empresariado industrial que usó como propios al mismo Estado. Destruyó el tejido industrial. Pudo haberlo depurado, pero tenía que seguir las directivas que desde los EE.UU. y desde el centro de Europa se le habían dictado y que fueron las que le permitieron llegar al gobierno con un amplio apoyo popular.

Muy pronto los socialistas demostraron que eran tan corruptos como sus antecesores franquistas. Sí, tal cual hizo el FA en Uruguay.  Es que por algo España es la madre patria. En materia de corrupción está todo inventado y lo único que nos diferencia es el monto de lo robado. En eso creo que nunca los podremos igualar. Así que yo no siquiera votaba.

Pero me interesó la política a nivel municipal. Los problemas que en aquella publicación se planteaban eran a otra escala, mucho más cercana a los vecinos: la escuela, el centro de salud, el transporte, en fin, las cosas que nos afectan a todos. En la última elección, muy reñida, un grupo local, el COIP, Cobeña Iniciativa de Progreso, había decidido ofrecer los votos de sus concejales al grupo municipal de Izquierda Unida, y el que encabezaba la candidatura, Eugenio González, fue nombrado Alcalde de la Villa.

 

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A través del mail del grupo municipal me ofrecí para trabajar en la confección de La Clepsidra, que se hacía de manera muy artesanal, poniendo nuestro taller al servicio de la publicación. Contra lo que era dable esperar, no recibí respuesta. Pasaron unos meses y la nueva orientación municipal empezó a notarse, sobre todo en la limpieza callejera, el cuidado de las plazas, los juegos infantiles… pero yo seguía sin poder colaborar. Claro, y eso me ponía mal…ya sabés cómo soy con los proyectos colectivos. Siempre estuve convencido que es posible hacer política a ras del suelo, para la gente común, los que pagan sus impuestos y viven de su trabajo. Obvio, quería ser parte de ese proyecto…

En una de las vueltas por el pueblo me encontré con el Alcalde. Eran las fiestas del pueblo, en octubre. No recuerdo bien mis palabras, pero le reproché no haber recibido respuesta a mi ofrecimiento. Se disculpó como pudo y me prometió que hablaría con el responsable de la Tercera Edad… ahí caí en la cuenta: yo tenía cerca de 70 y estos pensaron en qué va a colaborar este viejo de mierda… no, lo de mierda lo agrego yo, pero lo de viejo lo pensaron.

Lo sé porque cerca de Navidad, el tal responsable se apareció por casa. No, a verme a mí por el ofrecimiento no. Fue porque estaba visitando a todos los viejos del pueblo, para dejarles un regalito, un recuerdo por las Navidades. Estuve a punto de mandarlo a la mierda, pero lo escuché. Me llamó la atención que me visitara vestido de traje y corbata.

Después supe que es costumbre pueblerina vestirse así para ciertas ceremonias, y esa visita lo era. Yo era un integrante de la Tercera Edad, por la que Izquierda Unida y COIP luchaban para que tuviéramos mejores condiciones de vida, etc., etc. Me dio un mitin en la vereda… No le dije nada y lo escuché con respeto. Me llamó la atención su aplomo, pese a la tartamudez evidente, que no intentó en ningún momento disimular.

Lo hice pasar y le mostré nuestra oficina taller y ahí se le encendió la lamparita. Me dijo que recordaba que alguien le había ofrecido colaborar en la revista… fui yo, le dije, todavía estoy esperando respuesta… Y sí, imagínate. Juan Luis Fernández, que así se llama, quedó en evidencia. No me había tenido en cuenta porque ¿qué iban a esperar de un viejo…? Sí, los mismos prejuicios… el caso es que se marchó prometiendo volver. Tardó otro mes y la verdad, no recuerdo qué explicación me dio, pero alguna me dio. Siempre tuvo explicaciones para todo.

No recuerdo con precisión cuántos años trabajamos juntos en La Clepsidra. En lo técnico no se metía, me dejaba hacer. Y al principio me dejó meter baza en los textos, porque empleaba un lenguaje demasiado grandilocuente para el común de la gente y metía demasiadas comasno, no creo que la tartamudez influyera en eso, pero poco a poco se fue adueñando de la revista. Bueno, después de todo él la había creado, ¿no? Así que lo fui dejando hacer.

 

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Eugenio, el Alcalde, hizo mucho por el pueblo y eso se notó. Fue muy importante lo realizado en el entorno de la iglesia, en los parques, en la limpieza y en el ordenamiento municipal. En una reunión que se hizo entre los afiliados y simpatizantes me nombraron Coordinador del grupo municipal, por lo que empecé a vincularme con el resto de concejales. Así empecé a darme cuenta que entre ellos había ciertas rivalidades que incidían en el trabajo político. Personalismos, sobre todo. Yo traté de que el trabajo municipal fuera más de equipo, dándole más prioridad a la coalición que a las personalidades individuales. No, no lo conseguí nunca, pero me resigné. Después de todo, los resultados para el pueblo eran buenos. O eso nos creíamos…

A mediados del período de gobierno empezaron los problemas. Eugenio, que aspiraba a ser reelegido, Juan Luis, que quería ser Alcalde para cobrarse las afrentas sufridas por causas varias y Ángel Andrés Ginés, porque esperaba que se lo nombrara a él como candidato, para cumplir con una lógica alternativa: era del COIP y Eugenio fue Alcalde por Izquierda Unida por los votos prestados por COIP.

Ya sabés cómo son los pueblos. Las críticas internas trascendieron al exterior del grupo. Ya habíamos tenido problemas con la elección de quiénes serían los candidatos. Y uno de esos problemas fue la elección de Celia en vez de Milagros, que había tenido una gestión totalmente anodina, al punto de haberse dejado arrebatar uno de los puntos fuertes del trabajo municipal: la Asociación de la Lucha Contra el Cáncer.

El caso es que las mujeres de Izquierda Unida cerraron filas en defensa de Milagros, nada más que porque eran amigas. Celia la superaba en capacidad de trabajo, en iniciativas, en el trato vecinal… pero la elegida fue Milagros y empezaron las críticas hacia mi gestión como Coordinador. Sí, puede ser, pero yo no intervine para nada en la candidatura de Celia.

Se eligió a Milagros porque se creyó que lo actuado alcanzaría para renovar, pero no alcanzaron los votos. Lo peor fue que se perdió por una gran diferencia y como siempre sucede, el grupo entró en crisis y después de un corto lapso empezaron las críticas y se empezó a señalar responsables. El que salió peor parado fue Eugenio, que empezó a separarse del grupo, negándose a participar de los trabajos que nos eran comunes, la revista, el reparto en el pueblo, asistir a las reuniones, en fin, todo lo que antes nos había mantenido unidos.

Pasamos así más de tres años y se nos venía otra elección. Mi posición como Coordinador era cada vez más incómoda, ya que Juan Luis, Ángel Andrés, Pedro Arillo, Eugenia, Ana y quienes formaban su grupo de relaciones habían visto con malos ojos que yo defendiera a Eugenio ante algunas críticas que creía exageradas.

Eso acabó por aislarnos, al punto que dejaron de invitarnos a participar de reuniones amistosas. Siempre tenían alguna excusa para no hacerlo, pese a que tanto Celia y yo seguíamos militando en el grupo. ¿Por qué lo hicimos? La verdad que no lo sé… quizás para demostrarles que éramos más consecuentes que ellos… o más tontos, tenés razón.

Otra de las razones, costumbre pueblerina total, fue que se nos consideró con menos derechos que ellos, que o eran nacidos en Cobeña o llevaban muchos años residiendo allí. Sí, también puede ser. Nosotros éramos a lo sumo clase media baja…

En el año que faltaba para las elecciones, poco a poco, por la vía de los hechos, fui perdiendo responsabilidades. Las decisiones se tomaban por un triunvirato autonombrado, Ángel Andrés, Juan Luis y Pedro Arillo. Nosotros seguimos haciendo la revista en nuestro taller pero lo hacíamos sin gusto. Dejamos de plantear nuestras iniciativas y nos limitamos a seguir las directivas que se nos daban. Sobre todo yo, pese a que trabajé mucho en la propaganda callejera, acompañando a Ángel Andrés en todo momento, que finalmente fue elegido candidato a Alcalde y trabajó a tope. Yo lo hice pensando en Celia, que había sido elegida en asamblea en lugar de Milagros. Volvimos a perder.

 

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Influyó mucho en la nueva derrota la aparición de Podemos. Podemos entra en la política española con una fuerza arrolladora, aupada sobre el descontento generalizado contra el sistema político y los partidos que se sirven del estado para su existencia. El Movimiento llamado 14M fue un soplo de aire fresco, y como solo fue un soplo, así como llegó, se fue.

Antes lograron alianzas y forjaron acuerdos, forzaron algunas medidas de tipo popular,  pero como sucede siempre, o como ha sucedido siempre, el sistema se los tragó. Dijeron luchar contra la casta política y terminaron integrados a ella. Izquierda Unida, deslumbrada por sus movilizaciones y por la radicalidad de sus planteos aceptó unirse a Podemos y Podemos la fagocitó. Hoy no existe.

En Cobeña pretendieron entrar de la misma forma, pero los frenamos. Presentaron unos candidatos que nunca se habían interesado por nada y que creyeron que Podemos arrasaría en las generales y que lo mismo pasaría en el pueblo.

Fuimos designados para discutir con ellos, Pedro Arillo y yo. Nos propusieron ir en coalición, llevando ellos la candidatura a Alcalde. Fue la reunión política más breve que recuerdo en mi vida: duró lo que tardamos en bebernos las cervezas que habíamos pedido, y que por cierto, pagamos nosotros. Los votos de quienes votamos a la izquierda se dividieron y le hicimos el juego al Partido Popular.

Pero no perdamos el hilo…hasta 2013 nadie supo mi identidad verdadera.

Cuando mandé las cartas a los diarios, la edición América de El Mundo publicó las fotos que yo había enviado a Gabriel Pereira y un vecino, Juan Luis Noguero, me reconoció y se lo dijo al otro Juan Luis, Fernández. Sí, también formaba parte del grupo municipal. Juan Luis, el Fernández, se presentó en casa, muy alterado, preguntando si el de la noticia era yo. Yo sabía de la noticia de El Mundo porque un cliente me había llamado poco antes.Lo que había tratado de evitar, que mi identidad fuera conocida, había terminado en fracaso, por lo que no quedaba otra que enfrentar la situación. Después de todo, la edición internacional de El Mundo no era demasiado conocida, por lo que pensé que la situación la podría controlar.

El cliente, contable de una ONG de la que era proveedor desde 1990, conoció mi versión explicativa y actuó con cierta discreción y no tuve ninguna repercusión negativa hasta mi viaje en 2015, cuando desde Montevideo se recibió una comunicación pública, tan falsa como las denuncias falsas, hablando de mi traición, el acuerdo entre las entonces dictaduras española y uruguaya, etc.

La presidenta de la ONG, Francisca Sauquillo, había sido miembro de la ORT, una organización antifranquista y nos conocíamos desde 1975, cuando yo todavía era encargado en Gradosa, S.A., aunque su mayor repercusión pública la tuvo como Senadora europea por el PSOE. En la ONG, la mayoría creyó la versión que llegó desde Montevideo y presionaron para cortar las relaciones comerciales. No, no se cortaron precisamente porque creo que Paquita Sauquillo, la directora de la publicación de la que éramos proveedores, Teresa Rodríguez de Lecea, la responsable de la edición y el contable, Enrique Alcaide, se opusieron al corte.

En el pueblo pasó algo parecido.

Los dos Juan Luis recibieron mis explicaciones y aunque dieron a conocer la noticia, también difundieron mis argumentos, por lo que todo siguió igual, al menos en apariencia. Es más, cuando estábamos preparando la entrevista con Gabriel, yo alquilé una sala en un hotel en Barajas, un pueblo cercano a Cobeña. El hotel creo que ahora se llama Tach-Madrid, porque Gabriel estaría alojado en la calle O’Donell y el metro le quedaba muy cerca. Al Juan Luis Fernández le avisamos que un periodista uruguayo viajaría a Madrid para entrevistarme, y aunque no supo el lugar, sí estuvo al tanto de las fechas. Es más, me hizo prometer que si algún día daba una entrevista en España, la primicia debía ser para su sobrina, Paula, con la que entonces tanto Celia como yo manteníamos buenas relaciones. Sí, era una periodista recién recibida como tal y había trabajado con nosotros en las publicaciones municipales.

Pues esta Paula fue una de las que impulsó el aislamiento a que Celia fue sometida a partir de mi procesamiento, a tal punto que nunca retiró el libro Palabra de Amodio que nos había pedido y se negó a dar a conocer mi versión, tal como se había comprometido a hacer en la publicación en la que trabajaba. No, no recuerdo el nombre, pero da igual.

Cuando estábamos listos para el viaje en 2015, como seguía siendo coordinador de IU-COIP, avisé a Juan Luis Fernández que estaríamos ausentes durante tres días, porque viajaríamos a Montevideo para la presentación de un libro. Me pidió un ejemplar para él, así que Celia cuando volvió, trajo un ejemplar para cada miembro del grupo, incluido el de la tal Paula. Cuando Celia volvió a Madrid, intentó contactar con IU Federal, pero le fue imposible. Yo lo intenté desde Montevideo, vía mail, con cero resultados. Juan Luis, el Fernández, se ofreció a acompañarla a entrevistarse con la Secretaría pero nunca contestaron a sus solicitudes, y eso que ambos eran concejales. El otro Juan Luis, el Noguero, me había dicho que no le importaba lo que se dijera de mí, que me conocía y creía en mi palabra…sí, eso en el 2013, pero cuando volví en 2017 me negó el saludo. Bueno, no fue el único. La mayoría lo hizo.

 

Sí, en el 2017 volví por el permiso que me concedieron, allá por el mes de febrero. Fue entonces que comencé a enterarme del aislamiento de Celia, de los chismes que corrían de casa en casa y de tantas otras cosas jodidas que le habían pasado y que me había ocultado, para no desanimarme a mí. Fue cuando apareció la depresión.

Mirá, lo del permiso para el viaje tiene también su historia. Me lo concedió la Corte para viajar para las navidades del 2016, pero después se negó a intervenir cuando se supo que Migraciones, o sea el Ministerio del Interior me impediría la salida porque yo tenía la frontera cerrada por dos juzgados, el 14 y el 16, pero luego la causa se unificó en favor del 16. El 16, el de Staricco levantó el cierre, pero el 14, el de Maynard, que apenas intervino, no era necesario que lo hiciera porque la causa se había unificado.

Alguien de Migraciones, nunca supe su nombre, le avisó a un familiar mío y pusimos sobre aviso a la Corte, a la que le habría bastado con decir que con el levantamiento del 16 era suficiente, al haberse unificado la causa en un juzgado… sí, precisamente el juzgado que levantó la medida.

 

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Pero no, le dio parte a la Fiscalía, con lo que perdí el pasaje. Me agarró la Feria Judicial, el fiscal subrogante fue Cancela, que encajonónuestro reclamo hasta la vuelta de Díaz de las vacaciones… una zancadilla más… Después me hicieron otra. Creímos que Migraciones recibiría la nota del Juzgado y levantaría la orden automáticamente, pero no lo hizo. 

Me presenté  en Carrasco y no me dejaron embarcar… la culpa es de su abogado, me dijeron, que debió controlar el trámite… pude volar dos días después, gracias a que Iberia me cambió la fecha de salida, previo pago de 250 dólares.

No, nada de eso se recoge como daño sufrido en la sentencia por mi demanda al Estado. No, de eso no voy a decir nada. Pero lo que te voy a decir es que la bronca de Migraciones, es decir, del Ministerio del Interior, fue porque se sabía que yo viajaría con el pasaporte español, que Migraciones insistía en que no era válido, pese a que España dijo que era legal y laembajada me lo había renovado en el 2016.

Sí, claro, yo sigo teniendo ese pasaporte. La propia Corte lo admitió, ya que dijo “se autoriza a viajar a HAP que figura en el pasaporte español con el nombre de Walter Salvador Correa Barboza…”

El permiso fue por 45 días. Tuve que presentar una fianza, 1.500 euros, que me prestó una amiga. Recuperar la fianza me costó más de dos meses, entre la Corte y el Banco República. El banco me cobró una comisión de 543 pesos por devolverme lo que era mío.

Mi retorno fue muy extraño. Pese a que había añorado la vuelta, reencontrarme con Celia y con mi familia, encontrar que la casa que yo recordaba no era la misma…Hasta entonces no me había dado cuenta cómo cambian las cosas cuando uno está ausente. 

Además, estaba de paso, tenía que volver, así que todo era provisorio. Ni siquiera podía hacer la compra como lo hacía antes, porque el permiso de conducir había vencido, así que mi función fue la de acompañante, empujar el carro, cargar las bolsas… los paseos por el pueblo, antes tan añorados, tampoco eran agradables.

El vacío de unos y el abierto rechazo de otros fue más fuerte que las escasas congratulaciones que recibí.

Teníamos problemas económicos serios, sobre todo con un cliente al que le habíamos tratado de ayudar cuando entró en dificultades al estallar la burbuja inmobiliaria en el 2007 y que venía arrastrando una deuda desde entonces. En el 2010 llegamos a un acuerdo para el pago, que mientras yo estuve en España atendió irregularmente, pero iba pagando.

Y sí, cuando no pude volver dejó de pagar. Eso y algunos clientes que no se pudieron atender en mi ausencia nos estaba aproximando a la crisis que ya estaba establecida cuando mi vuelta a finales del 2017. Es otra de las razones de mi estancia actual en España, tratar de cobrar esa deuda, que no solo corresponde al trabajo realizado, sino que tiene otro componente, que es ético, ya que nosotros acudimos en su auxilio cuando él lo necesitó.

No, de nada sirvió ni la resolución del tribunal que anuló mi procesamiento ni la de la Corte que me exculpa de manera definitiva. Así que empezamos a pensar en mudarnos. Ya la casa nos quedaba grande, era muy cara y aunque habíamos hecho muchos gastos para mejorarla y había invertido muchas horas de trabajo, no la podíamos mantener, a menos que el dueño aceptara una rebaja en el alquiler. Nos dijo que no… y luego supe que la alquiló por menos dinero que el que yo le ofrecía. Pero lo más importante era que ya en el pueblo no teníamos sitio… no, decidimos que nos mudaríamoscuando yo regresara de manera definitiva. Al final lo hicimos en enero del 2018.

De eso no quisiera acordarme, porque fue un duelo. Durante 12 años habíamos acumulado muchas cosas, recuerdos, sobre todo. El apartamento al que nos mudamos era muy cómodo, pero no nos cabían todas las cosas que teníamos. Algunas las pudimos vender. Mi tocadiscos, mi colección de discos, el freezer, la cinta de correr, una de mis bicicletas, la de carretera y alguna cosa más… pero para mí lo peor fue desprenderme de las tejas que yo había dado forma de caras grotescas pero simpáticas, como de enanos gruñones. La mesa del comedor, hecha por mí, con su tapa de azulejos, mi barbacoa de hierro… pero nada comparable al dolor de desprenderme de los trofeos que había acumulado durante veinte años como ciclista aficionado… sí, ya ves, todavía me duele…

Vivir en Cobeña me permitió redondear mi proyecto de desmentir la historia, pero se dio de una manera inesperada, nada planificada.

Sí, ya ves, como para presumir de organizador… Ahí pude reunir toda la información de que disponía e incluso escribí lo que yo creía que era un desmentido a Hugo Fontana, por lo que había publicado en La piel del otro. A propósito de Fontana, se llamó. También escribí una novela, El año en que regresó Gustavo, en la que narro parte de la historia a través de las conversaciones que mantengo con un amigo, que en realidades la suma de varios amigos de mis años de militancia. Todo esto lo conoció Álvaro Diez y está en Mapa de un engaño.

Yo escribía y reunía información con la esperanza, cada vez más escasa, de darla a conocer, aunque en mi fuero íntimo sabía que me sería muy difícil. No, con mi familia y con mis amigos en Montevideo los contactos se habían cortado hacía años y sabía que con ellos no podía contar.

El otro inconveniente era que podía poner en riesgo mi seguridad y de rebote la de Alicia y mi hijo. Si publicaba algo sobre el MLN alguien podría preguntarse ¿quién es este tipo que conoce tan bien lo que pasó hace más de cuarenta años? ¿No será el mismo Amodio Pérez?


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