19.NOV.21 | PostaPorteña 2247

EL RELATO PANDÉMICO (7)

Por Nicolás Ponsiglione

 

El Relato Pandémico

 Medioevo 2.0: Supersticiones, Dogmas e Inquisición

 

de Nicolás Ponsiglione

 

(séptima entrega de este libro de reciente aparición Primera edición: Agosto de 2021, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina)

 

CAPÍTULO 2. PANDEMIA COMO RELATO

 

Un análisis psico-social de las políticas sanitarias implementadas

 

" ¿Cómo se hace para que la gente crea en un orden imaginado (...)?

 En primer lugar, no admitiendo nunca que el orden es imaginado.

 (...)

Estas órdenes imaginados son intersubjetivos, de manera que para cambiarlos deberíamos cambiar simultáneamente la conciencia de millones de personas, lo que no es fácil. Un cambio de tal magnitud sólo puede conseguirse con ayuda de una organización compleja, como un partido político, un movimiento ideológico o un culto religioso.

Sin embargo, con el fin de establecer estas organizaciones complejas es necesario convencer a muchos extraños para que cooperen entre sí. Y eso sólo puede ocurrir si esos extraños creen en algunos mitos compartidos / 86"

 YUVAL NOAH HARARI, historiador y pensador israelí

 

EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LOS SISTEMAS DE CONTROL

 

Antes de dar un primer paso en este siglo XXI, los sistemas de control de masas basados en la desigualdad más extrema, explotadores y esclavizadores, que responden a los intereses corruptos de unos pocos en detrimento tanto de otras personas así como del medio ambiente, este sistema que parecía obsoleto, ahora echa su último manotazo de ahogado.

 ¿Pero cómo?, si los relatos propios de las dictaduras más abyectas hoy no serían creíbles por gran parte de la población, y la huella dejada por las últimas dictaduras pareciera ser imborrable.

Eso es lo que parecía. Hasta ahora.

La llamada pandemia es sencillamente el rebrote, el nuevo formato de una antigua tiranía. Su último y más encantador disfraz asume los ropajes de un médico maternal y sonriente, pero esconde el rostro de la esclavitud y la muerte. Antes de dar el primer paso a la era moderna, este déspota se hace oír una vez más, en todo su esplendor. Y pareciera ser que ha puesto toda la carne en el asador.

Creíamos que estaba acabado, que era cosa del pasado, algo así como un lejano problema de otros, tal vez de nuestros abuelos. Pero no nuestro problema. La auténtica modernidad va a comenzar cuando realmente se respete la libertad de las personas, manifestada en dos enormes pilares: la libertad científica y médica, y la libertad religioso-ideológico-filosófica. Esto es: libertad en cuerpo y en espíritu. Hasta tanto esto no suceda, seguiremos cíclicamente cayendo bajo el dominio de sistemas totalitarios.

 Mientras esas libertades tan elementales no se respeten en la práctica, en los hechos concretos seguiremos siendo sociedades infrahumanas cuyos crímenes e injusticias son solamente síntomas de su enfermedad básica.

 Me refiero a que las personas sean absolutamente libres para investigar las ciencias. La medicina, la física, la química, la astronomía y todas las demás ramas de la ciencia. Y si lo que se descubre no conviene a un grupito empresarial... lo lamentamos mucho por ellos, pero la libertad investigativa es axiomática, porque está toda llena de dignidad, de belleza, de justicia innata, de valentía. Llena de Verdad, en definitiva.

Me refiero a que las personas sean absolutamente libres para investigar como ellas quieran las verdades no sensorias, las alturas del pensamiento, la realidad espiritual. Libertad para soñar a lo grande.

Se le llama: libertad religiosa, de culto, de pensamiento, ideológica o filosófica, etc. Todos sus nombres apuntan al mismo derecho natural de todo individuo en el planeta: el derecho a pensar libremente, y luego armarse una vida a medida de las propias convicciones y creencias, sin recortes, sin censuras, sin cercos electrificados, sin amenazas implícitas.

 Y si la libertad mental y espiritual de una persona (o la mismísima búsqueda de libertad) no le conviene a un grupito político amalgamado por intereses particulares... también lo lamentamos mucho por ellos. Pero así es la modernidad. ¿Por qué?

Porque la era de los cavernícolas brutos, o la era del "ojo por ojo, diente por diente", o la era oscurantista medieval, o la era del imperialismo salvaje o de los sistemas totalitarios, no pertenecen a la verdadera modernidad

 La era moderna va a llegar cuando seamos mínimamente civilizados como sociedad en su conjunto global, respetuosos, inteligentes, amorosos, valientes.

¿O se pensaban que por tener un Smartphone en el bolsillo, o por ver series en un televisor ultra moderno conectado a internet, o por ser libres para elegir de la góndola qué marca de cereales comprar ya estaban de lleno en la era civilizada? Lo lamento, pero no.

La pandemia ha sido desde el inicio el síntoma estridente de un mundo bárbaro, supersticioso, irracional, infantil y sumamente dócil a los sistemas de control patológicos, quienes se pasan de la raya buscando controlar áreas cada vez más íntimas y correspondientes a la sola jurisdicción del individuo.

La sociedad no ha cambiado en nada (o —seamos moderados— en casi nada). Somos una sociedad medieval con un finísimo barniz tecnológico, nada más que eso. Esto hablando en términos generales, como masa. Por supuesto que existen excepciones, y gracias a dios no son tan pocas como a veces la desesperación nos hace creer.

 

 EL DÍA QUE DIOS MURIÓ

 

Hablar de poder es hablar de control. Control de la sociedad, control de las personas.

El poder siempre y en todos los tiempos ha sido una moneda de dos caras: política y economía. El poder y la influencia son a la política como el agua al pez. Pero éstas siempre vienen aparejadas a la riqueza, bienes y recursos naturales. Quienes poseen las riquezas son los que tienen poder.

Ahora bien, es un hecho histórico que en la antigüedad el poder político-económico se alió a los sistemas religiosos. Los sedujo con el poder brindándoles el cetro de religión "oficial" avalada por ellos mismos, los poderosos de turno. La razón es bien conocida: la religión organizada funciona de maravillas cuando se quiere controlar a las grandes masas. Sus estructuras de relatos brindan el esquema de dominio, proveen las palancas de premio y castigo, digitan la moral que sea de utilidad a los intereses creados, sirven en bandeja la cosmovisión autorizada para de ese modo evitar que ciertas ovejas salgan del corral a investigar la vastedad salvaje de las verdades.

Como dispositivo de control social, la religión organizada es sumamente eficaz. Para colmo, ésta opera de tal forma que se introyecta en la cosmovisión de la sociedad, a tal punto que luego los individuos se autorregulan y controlan a sí mismos desde dentro con arreglo al orden establecido y a los parámetros morales de la religión. De manera tal que el poder de coacción ejercido sobre ellos pasa desapercibido por la mayoría.

Esto llevó a que Constantino en el siglo IV oficializara la religión cristiana, despenalizando su práctica. Desde la muerte de Jesucristo hasta entonces, los cristianos eran vistos como una peligrosa secta destructora del orden social (del imperio romano de entonces); durante más de 300 años todo cristiano fue visto como un mal social, discriminado, perseguido y muchas veces asesinado brutalmente. Pero con Constantino todo cambió para siempre. En parte debido al crecimiento exponencial del cristianismo en el imperio romano, este emperador vio las enormes posibilidades de aplicación en materia política e imperial que poseía el adoptar dicha religión como religión de Estado, es decir, como "religión oficial".

Algunos cristianos de aquel entonces accedieron gustosos al pacto. Se celebró entonces el primer concilio ecuménico universal en el año 325 DC (Concilio de Nicea), el cual fue presidido por el mismísimo Constantino en persona (o sea, por un emperador, por un político /87), y en el cual, entre otras cosas, se definiría nada menos que cual doctrina cristiana pasaría a ser considerada como válida y cuales dejarían de serlo.

Sentadas las bases de esta nueva religión oficializada (que quiere decir: politizada), se iniciaría la gran cacería de herejes, y más tarde de brujas, extendida por siglos y siglos, que inspiró y sigue inspirando miles de libros y películas. Así es como los nuevos católicos pasaron de ser perseguidos a ser perseguidores, de herejes a inquisidores, tras el hito fundamental de su oficialización y alianza con el poder mundano de la época. Esta es la génesis verdadera de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que no nace con Jesucristo sino con Constantino.

La importancia del concilio reside en que allí se estableció lo que se conoce como el Credo Niceno, cuyo objetivo fue el de consensuar una definición estricta y explícita de los dogmas de la fe cristiana. Tal delimitación expulsó todo lo que no calzara estrictamente en su visión del dogma católico. Allí comenzó a cristalizar pues un fanatismo que ni siquiera el mismo Jesucristo poseía, y nació una religión organizada que poco o nada tiene que ver con la figura del Maestro Jesús. El Credo Niceno permanece inalterado hasta nuestros días.

En el momento en que los seguidores de un Maestro ya muerto deciden organizarse para delimitar los cánones de su dogma, formalizando y oficializando así una nueva religión como institución, en ese preciso momento pasa de ser herética a ser inquisidora. Esto sucedió con el judaísmo, más tarde con el cristianismo, más tarde con el Islam. El fanatismo rígido, intolerante y desamorado que hace decir a unos "la nuestra es la versión oficial, la verdadera", se trastoca tarde o temprano en intolerancia, luego ésta en violencia: es decir, inquisición /88. La nueva era oscurantista medieval comenzaba, y el poder se establecía con base en esta alianza entre emperadores y reyes con papas, obispos y curas.

Ahora bien, siglos más tarde, este poder religioso "oficial" comenzó a resquebrajarse, en la medida en que perdían credibilidad sus relatos con la llegada del Renacimiento y la Ilustración. Y sin credibilidad no hay poder. Ya en el siglo XIX, la Iglesia Católica Apostólica Romana agonizaba en su lecho de muerte, o por lo menos es innegable que su continuidad en el poder se veía fuertemente amenazada. Perdiendo fieles a cada hora, endeudada hasta la médula y habiendo perdido numerosos territorios debido a viejos conflictos, la superviviente de un tiempo antiguo no supo o no pudo aceptar los cambios que trajeron la Revolución Francesa y luego la Revolución Industrial.

En un mundo que avanzaba a un ritmo cada vez más frenético hacia la consolidación de un universal materialismo utilitario, a principios del siglo XX la Iglesia logró no quedar excluida reactualizando la alianza que en tiempos de Constantino había establecido al "copular" con los representantes del poder. ¿Y con quién debían tranzar ahora? Nada menos que con un dictador fascista: Benito Mussolini. En el año 1929, este dictador otorga al Vaticano la calidad de Estado independiente en los llamados "Pactos de Letrán". Entonces se estableció una alianza conveniente para ambas partes: Mussolini —convencido del interés social y el vínculo comunitario que suscitaba la religión organizada— obtenía el visto bueno de la Iglesia a su partido político, mientras que la Iglesia lograba el codiciado reconocimiento oficial que elevaba al catolicismo al status de religión de Estado (cosa que prohibía a otras confesiones el realizar proselitismo en el país)

Pero la Iglesia también recibió 90 millones de dólares del dictador, además de algunos territorios perdidos y el reconocimiento de la posesión de un Estado soberano. Gracias a Mussolini, hoy el Vaticano es un país dentro de un país (de una superficie total de medio kilómetro cuadrado y cerca de 600 habitantes) y tiene su propia policía, legislación, banco y ciudadanía, y cuya forma de gobierno sigue siendo el de una monarquía absoluta, electiva y teocrática. Gracias a dicho pacto, la agonizante religión Católica Apostólica Romana logró asegurarse una posición de privilegio dentro del nuevo concierto de los tiempos.

Pero hoy la religión caducó como sistema de control de masas. Por lo menos, de las grandes masas en conjunto, porque es cierto que sigue sirviendo para gobernar ciertos sectores. Se observa que con cada nueva generación este poder se descompone a pasos agigantados. Lógicamente, en un mundo cada vez más materialista, los esquemas de relatos religiosos empezaron a sonar como cuentos infantiles, a provocar risitas cómplices en la comunidad de ovejas (perdón, de ciudadanos). A principios del siglo XX se hizo imperioso encontrar otro sistema de relatos que pudiera cumplir la función que antes cumplía la religión organizada. ¿Cuál podría ser el problema de perder dichos relatos? ¿Por qué no dejamos que muera aquel rancio poder, y listo?, podrían ustedes preguntarse, y con razón.

Porque ¿no estaríamos por fin ingresando en la era de las libertades, de las verdaderas libertades? Libertad sobre los relatos, sobre los manejos de poder, sobre la esclavitud real o figurada. ¡Siglo XXI, libertad carajo! Vaya problema para los detentadores de poder. ¿O ustedes pensaban que después de siglos y siglos de usufructo de un poder sin límites, los sectores enquistados iban a ceder de buenas a primeras el cetro al pueblo? No, ni ahí.

Y además, ¿por qué lo harían?¿Porque en las hojas de las constituciones dice algo sobre los derechos humanos? Sí, claro. "Dios ha muerto", le oyeron advertir a Nietzsche. "¿No me digas?", respondieron ellos, con evidente sorna. Y luego entre ellos se dijeron: "Más vale que hagamos algo urgente, porque un dios muerto no nos puede ayudar a controlar y dirigir las masas según nuestros criterios y conveniencia". "¿Y qué hacemos?", preguntó alguno. "Necesitamos un nuevo dios, un dios que se alce vigoroso e impactante, que agite los corazones, que meta verdadero miedo con sus sentencias y sus advertencias". Quedaba claro que las religiones ya no cumplirían más ese rol en los tiempos venideros. Era preciso, pues, la alianza con algún tipo de organización definida que pudiera, convenientemente manipulada y estandarizada, proveer sistemas de relatos omnicomprensivos, que actuaran desde dentro de las personas manipulando palancas psicológicas fundamentales como el deseo y el miedo.

Algo así como una especie de nueva religión que pudiera actuar como el armazón ideológico de la creciente globalización en tiempos de materialismo. Tal alianza produciría credibilidad y adhesión voluntaria de las grandes masas a los designios y mandatos que bajaran del poder.

Quedaba claro que ya no sería el catolicismo, tampoco el protestantismo ni otra religión mayoritaria conocida o nueva. ¿A quién recurrir pues? Para entender con quién se asociaron —cosa que estimo que el lector ya advirtió—, primero repasemos un poco cómo se llevaba a cabo el poder de control religioso del pasado. ¡Porque tan bien lo hizo! ¿A quién imitar, sino? Puede darnos una pista...

La iglesia monopólica lleva el estandarte de "religión oficial", "religión autorizada". Esgrimen, ante todo, una autoridad de tipo "espiritual" en virtud de una tradición proveniente del pasado, la cual la legitima ante la opinión pública. Desde dicho trono, el control se lleva a cabo mediante ciertos relatos complejos, basados en dogmas, creencias, premisas axiomáticas y supersticiones que más allá de que sean reales o no, o de que sean moralmente sanas o insanas, útiles o inútiles, más allá de cualquier consideración el hecho principal es que operan infaliblemente en la mecánica psicológica de los individuos, por ejemplo al manipular resortes como el miedo. Es el poder de la religión hegemónica, la que signa el discurso cosmovisionario considerado válido; desde su posición de Verdad incuestionable irradia su infalible poder. Oponerse, no es meramente oponerse a una institución más o a una ideología más como quien "no está de acuerdo", no. Oponerse, es oponerse a la Verdad, a secas. A dios, ¡nada menos!

Pero no es del todo correcto afirmar que la religión se alió al poder político. Fue, más precisamente, un determinado grupo o sector perteneciente a cierta institución considerada religiosa quien cedió al pacto, lo forjó y lo perpetuó en el tiempo.

A mi modo de ver, la alianza se estableció entre pseudo-religiosos con atribuciones de una autoridad inexistente, ansiosos de poder temporal, de riquezas y lujo, con los poderosos de turno, con el poder político y económico de la época, llámese emperador, rey, dictador o presidente. Estos religiosos de cartón vieron la oportunidad de sus vidas, y la aprovecharon.

Desde que se estableció el pacto, lamentablemente la religión cristiana pasó a ser de ellos. Qué locura, ¿no? Pero así son las cosas, si las llamamos por su nombre. El cristianismo puro y original, como ideología religiosa basada en el amor al prójimo y en los preceptos del Cristo, es una historia completamente aparte. Por lo tanto, haremos bien en no llamar "religiosos" a aquellos sujetos que se aliaron al poder, y en no llamar "religión" a sus instituciones oficializadas, ya que su alianza implica forzosamente mancharse las manos y las ropas con algo de mugre. Pero como dice el refrán, por la plata baila el mono.

Teniendo este relieve presente, no es cierto afirmar que los relatos contenidos en las religiones sólo existen para ejecutar un control de masas (como piensan los antirreligiosos); más bien, ese es el uso retorcido y taimado que le dio cierto grupo ávido de poder conformado por esta turba pseudo-religiosa amalgamada con el poder político/económico. La religión auténtica en su pureza navega por otras aguas.

 

NUEVOS DIOSES, NUEVAS ALIANZAS

 

"La mejor manera de conseguir la unidad de los reinos peninsulares vuelve a ser, como ya estaba intentándose en los estados católicos europeos, como hoy en día lo hace el sistema global, el establecimiento de un poder disciplinario que gobierne desde el interior de cada individuo, mediante la estructuración del pensamiento, estableciendo sus límites y encauzando su práctica, para aprobar, contener o sancionar las actuaciones sociales, morales, políticas o económicas. Ningún medio más adecuado que la religión y ningún arma más efectiva que el terror, encargado en este caso a la Inquisición/89"

 EMILIO RUIZ BARRACHINA. Escritor y director de cine español

Lo mismo ocurre hoy día con el nuevo aliado político, el nuevo y lustroso dispositivo de control: la ciencia, o más específicamente: la ciencia médica, la medicina. El poder político/económico la usa con el fin de controlar y manipular a las masas, porque hoy sus relatos son mucho más eficientes para tal fin. Si el lector piensa: "¿Relatos? ¡Pero si son la verdad objetiva, no relatos!", puede tener la seguridad de que está en manos de este gran poder apodado "ciencia oficial". Pero es necesario profundizar en esto, para que se aclare.

El mecanismo de control utilizado hoy día gracias a la ciencia oficial es casi idéntico al usado en el pasado con el obsoleto poder religioso.

Lo que cambió es el decorado externo, mientras la maquinaria es en esencia la misma. Los resortes psicológicos que se manipulan son exactamente los mismos y tienen como palanca fundamental, también, a la emoción del miedo. La ciencia oficial es absolutamente dogmática e intolerante y, en colaboración con los medios de comunicación y la política, llevan a cabo sus cruzadas inquisitoriales.

Una inquisición principalmente mediática, legal, tecnocrática y económica. Muchas veces también literal y sangrienta. De manera análoga a como señalamos con el caso de la religión oficializada, no es que toda la gente de ciencia o de medicina sirve a este propósito de control.

La ciencia verdadera —verdadera no porque alguien viene y nos dice que lo es, sino porque no responde a intereses creados o segundas intenciones, obedeciendo únicamente a la libertad de sus investigaciones y descubrimientos objetivos, y a nada más—, sólo la ciencia auténtica sigue avanzando como puede, a pesar de todo, en áreas completamente ajenas al poder.

Y así como hicimos la justa distinción entre los pseudo-religiosos con sus instituciones avaladas por la política, y la religión pura como simple sistema de religarse con lo espiritual, también queremos remarcar la distinción y darle a cada uno su nombre más adecuado para el caso de la ciencia. Ya mencionamos qué es la ciencia auténtica: búsqueda incansable, pura y honesta de las verdades naturales, ya sea en el cuerpo humano, en la naturaleza o el universo. Nada más, y nada menos, que eso. Cuando un grupo con intereses puntuales vinculados a la ganancia y/o al poder se apropia de la ciencia para organizar un sistema oficializado y cristalizado, ya no podemos hablar más de ciencia. Es pseudo-ciencia, cientificismo o —ya que está tan de moda ponerle nombres ingleses a las cosas— fake-science.

Todo lo relacionado a la pandemia del covid19, queridos lectores, es pura y completa fake-science. Pero no nos apresuremos. Volvamos a esta nueva alianza llevada a cabo en el mismísimo funeral del dios católico ya fenecido (¡dios lo acompañe!)

A principios del siglo XX se llevó a cabo una homogenización total de la medicina, primero en los Estados Unidos y luego exportado a todo el mundo; allí se implantó políticamente la supremacía de una sola corriente médica, que a partir de entonces pasó a ser considerada como la oficial, la verdadera. Antes de que la medicina alopática se convirtiera en el paradigma casi exclusivo en Occidente, no todos los médicos ni todas las escuelas de medicina trabajaban con químicos. Lo que hoy llamamos “medicinas alternativas” hace un siglo eran muy comunes. Los antiguos boticarios estaban repletos de medicamentos tomados de la naturaleza. Al menos la mitad de los médicos empleaban terapias no farmacológicas. Pero todo esto se terminó con el llamado Informe Flexner, escrito en 1909 y presentado en 1910.

Para hablar del informe Flexner, tenemos que hablar también de John D. Rockefeller y de la historia de la medicina. No siempre primó el paradigma de la medicina alopática en el mundo, el cual corresponde al enfoque médico que se vale principalmente de los fármacos para llevar a cabo el tratamiento de las diferentes enfermedades. Hacia principios de siglo XX, John D. Rockefeller era el principal magnate del petróleo en Estados Unidos, poseedor de aproximadamente el 90 % de la refinerías. Por aquellos tiempos, los científicos y tecnólogos descubrieron los petroquímicos y vieron que a partir del petróleo se podían elaborar numerosos productos, como las drogas farmacéuticas. Esto debe haber excitado la imaginación de varios empresarios. John D. Rockefeller, a través de la Fundación Carnegie, contrató a Abraham Flexner para que visitara las escuelas de medicina y luego hiciera un reporte acerca de su "idoneidad". El resultado de esa pesquisa médica llevada a cabo con la ávida lupa de un empresario poderoso, fue el famoso informe Flexner, publicado en 1910. Imaginen cual podría ser el peso político de estos personajes, que a partir de este informe la AMA (American Medical Association) y la AAMC (Association of American Medical Colleges) hicieron cambios radicales en la enseñanza y la práctica de la medicina, entre los años 1910 y 1925.Las facultades de medicina y los hospitales pasaron a estar obligados a adoptar todas las consignas del informe Flexner (todas las "recomendaciones"). Muchas escuelas de medicina estadounidenses no alcanzaron el criterio adoptado y, con posterioridad a su publicación, casi la mitad de estas escuelas se fusionaron o fueron cerradas por completo. Colegios de electroterapia se cerraron.

El informe también concluyó que había demasiadas facultades de medicina. Este cambio llevó a que el número de escuelas de medicina pasara de 650 a 50 (yo me pregunto cuales facultades fueron las que estaban de más y cuales las que se decidió preservar). Los alumnos se redujeron de 7.500 a 2.500.Dentro de las recomendaciones estaba, por ejemplo, la eliminación del servicio médico de las mujeres y las personas de color. Podemos decir que el informe Flexner es a la modernidad científica y materialista lo que el Concilio de Nicea fue para la antigüedad religiosa.

Mientras en este último caso el poder político-económico se valió de una determinada religión organizada para el reaseguro de sus propios intereses, en el primero y más moderno adoptó una cierta corriente científica con una determinada cosmovisión, más afín a las tendencias materialistas de los individuos modernos. En ambos casos se acabó instaurando férreamente una cosmovisión considerada oficial. Esta instauración excluye de cuajo a todas las demás corrientes, pues es dogmática e intolerante.

Esta intolerancia ya los pone en evidencia, pues no responde ni a la fe ni al amor (para el caso de la religión), ni a la ciencia basada en evidencia (para el caso de la medicina); responde sencillamente a estrictos intereses privados y segundas intenciones. Y la intensidad de su intolerancia demuestra el nivel de interés creado.

El informe Flexner estableció el "credo niceno" de la teoría y práctica médica, el cual introdujo tres cambios fundamentales que se mantienen inviolables hasta la actualidad. El primero es el énfasis biológico y materialista, en otras palabras: la separación de cuerpo y mente en los tratamientos. El segundo, la departamentalización de la medicina, es decir, su división por especialidades y subespecialidades, en oposición a la “medicina integral u holística"

Y el tercero, el uso de fármacos o cirugía como tratamiento de base para prácticamente cualquier enfermedad, cosa que convirtió a la medicina en una verdadera máquina de producir dinero

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86 Homo Sapiens, Yuval Noah Harari, Editorial Debate, pag. 132 y 137 respectivamente

87 Para que se entienda qué clase de sujeto podía llegar a ser Constantino: asesinó a uno de sus propios hijos (Crispus), y más tarde también mandó a su segunda esposa, Fausta, a que fue hervida hasta la muerte

88 Para quien guste en profundizar sobre estos temas, recomiendo el libro "PsicoHerejía. Inquisición en el siglo XXI"

89 Brujos, reyes e inquisidores. Emilio Ruiz Barrachina. Pag 137. Editorial Zeta

sexta parte  AQUÍ


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