05.DIC.21 | PostaPorteña 2250

El cepo argentino al turismo: UNA MEDIDA DESESPERADA CON UN GUIÑO AL FMI

Por F.Gutiérrez/Observa

 

Con las reservas del Banco Central prácticamente en cero, el gobierno argentino asumió una medida antipática para garantizar que los dólares de nuevos préstamos no se “fugarán” con los turistas a Miami

Fernando Gutiérrez, El Observador 4 dic. 2021

Poner trabas al turismo en el exterior es, posiblemente, una de las medidas de política económica más antipáticas que se pueden tomar en Argentina. Incluso un gobierno como el de la coalición peronista, que se precia de representar a los sectores más postergados de la sociedad, sabe que tiene una fuerte base de clase media que recibirá esa medida con desagrado.

El costo político a pagar será inevitable, sobre todo ahora que, levantadas las restricciones sanitarias, los argentinos se disponían a tomarse revancha por los casi dos años de abstinencia turística obligada. Esa ansiedad quedó demostrada en la forma acelerada en que creció la demanda por divisas para ir al exterior, como así también por el protagonismo absoluto del rubro turismo en las promociones de eventos de comercio electrónico, como el CyberMonday y el BlackFriday.

Lo cierto es que ese entusiasmo no disminuye, aun cuando el poder de compra de los salarios todavía están más un 4% por debajo que hace dos años, y aun cuando a los turistas se les aplica un impuesto de 30% por cada dólar que compran, más un 35% de adelanto por concepto de impuesto a las ganancias, y aun cuando se han agregado impuestos y tasas a los pasajes de avión, que terminan por duplicar el costo de la tarifa.

En la jerga de los economistas, se está notando una creciente “inelasticidad de la demanda” por servicios turísticos en relación al ingreso familiar. Traducido, que viajar ya no es visto como un lujo que debe ser recortado en tiempos difíciles. Hoy las familias eligen otras variables de ajuste, pero quieren seguir yendo al exterior, aun cuando el tipo de cambio les resulte muy desfavorable.

De manera que para que se haya tomado la drástica medida de prohibir la financiación con tarjeta de crédito a la compra de pasajes aéreos y servicios turísticos en el exterior, es porque la situación de las reservas del Banco Central es más acuciante de lo que se suponía.

Esa decisión del Banco Central, adoptada bajo la excusa de que no se podía “subsidiar” la financiación de la clase media cuando se necesitaban las divisas para fines con mayor prioridad, fue interpretada como un mensaje claro por parte de las autoridades: de ahora en adelante, sólo viajarán quienes sean lo suficientemente ricos como para poder pagar con tarjeta en un único pago, o quienes tengan dólares guardados “debajo del colchón”. Pero ya no quienes quieran vacacionar a costa de las reservas del Banco Central.

A fin de cuentas, el propio titular del BCRA, Miguel Pesce, había hecho una estimación sobre que en Argentina había US$ 130.000 millones en billetes físicos, lo que transformaba al país en el segundo, junto a Rusia, en cantidad de dólares atesorados, después de EEUU.

En doloroso contraste con esa cantidad de dólares escondidos en los domicilios o en cajas de seguridad, la cantidad de dólares del sistema financiero es una lágrima: US$ 15.000 millones de particulares en los bancos, y reservas netas del Banco Central tendiendo a cero.

La información oficial habla de US$ 42.000 millones en el organismo emisor, pero cuando a esas reservas se les resta los encajes bancarios, los créditos, swaps de monedas y tenencias en oro, lo que queda efectivamente como reservas netas para cancelar obligaciones negociables es una cifra inferior a US$ 2.000 millones. Hay incluso economistas que afirman que ya se está en terreno negativo, dado que el Central ha echado mano de dólares de los encajes, que deberá reponer.

Rascando el fondo de la olla

La realidad es que el turismo no les estaba generando el mayor de los problemas al Central. En septiembre, debió sacrificar apenas US$ 228 millones y en octubre US$ 265 millones. Cifras minúsculas en comparación con los momentos récord de salida de dólares por turismo: en el año 2017, por ejemplo, el promedio mensual fue de US$ 900 millones.

Pero lo que asusta al gobierno es la tendencia creciente. Para noviembre, hay indicios que permiten pensar que los gastos por turismo superaron los US$ 400 millones, lo que hacía prever un verano complicado. Es por eso que se tomó una medida de alto costo político y que, como si fuera poco, trajo zozobra a los bancos. Una ola de rumores viralizados en las redes sociales hizo que muchos ahorristas entraran en pánico y retiraran, en apenas tres días, US$ 600 millones del sistema

Además, el ruido político generado por el llamado “cepo al turismo” hizo que pasara casi inadvertida otra medida que desde hacía tiempo era reclamada por el ámbito empresarial: una flexibilización para la obtención de dólares al tipo de cambio oficial por parte de quienes importen bienes de capital.

Las interpretaciones de los economistas fueron todas del mismo tono: esta medida es una admisión tácita de que la situación es grave y que el gobierno tendrá problemas para pagar los US$ 8.500 millones por concepto de vencimientos financieros que le marca el calendario hasta marzo de 2022. 

“Raspando el fondo de la olla”, “gesto desesperado” y “manotazo de ahogado” fueron expresiones que vertieron los analistas más consultados en los medios de comunicación.

Paradoja de medida pro-FMI

Hay, sin embargo, otra razón poderosa por la cual el gobierno adoptó la restricción al turismo. Una razón inconfesable por parte de un “gobierno popular”: esta medida está pensada para allanar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

La razón oficialmente esgrimida es que deben cuidarse los dólares escasos para priorizar la continuidad de la recuperación económica. Pero la realidad es que al dejar de subsidiar el crédito al turismo, lo que el Banco Central está haciendo es cumplir con una clásica exigencia del FMI: que los nuevos dólares que ingresen no se “fuguen” de inmediato para ser gastados por los turistas argentinos en Miami.

Es, después de todo, algo que tiene lógica: el propio peronismo había criticado ácidamente cómo la mayor parte de los US$ 44.000 millones que ingresaron al país durante la gestión macrista como parte del acuerdo stand by se fugaron casi de inmediato del sistema financiero. Y la crítica no sólo estaba dirigida a Macri por no introducir controles cambiarios, sino que también incluía al propio FMI, por permitir que sus divisas —que por estatuto no pueden ser usadas para defender un tipo de cambio fijo— se gastaran en una pulseada diaria que finalmente ganó el mercado con una megadevaluación.

El punto fue motivo de debate interno en el FMI, que no quiere vivir otra vez la misma situación: si le tiene que dar dólares frescos a Argentina, quiere asegurarse de que vayan a reforzar las reservas.

Si se tratara de una situación “normal”, la exigencia del FMI sería que se dejara flotar al tipo de cambio hasta que alcanzara un nivel de equilibrio de mercado. Sin embargo, tanto los funcionarios macristas como los peronistas convencieron al FMI que en una economía bimonetaria, esa libre flotación es extremadamente arriesgada.

En definitiva, el FMI está resignado a que el cepo no se puede desmantelar de inmediato. Pero aun así, siempre puede haber resquicios por los cuales las divisas se escapen —algo que quedó demostrado por los US$ 2.500 millones que debió vender el Central para calmar al mercado en los días previos a las elecciones. De manera que esta prohibición funcionará como una vuelta de tuerca más al cepo. En otras palabras, una garantía al FMI de que los nuevos dólares que el gobierno argentino aspira a obtener quedará efectivamente dentro del Banco Central y no se fugarán en forma de pasajes a Miami. 


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