04.FEB.22 | PostaPorteña 2262

Canadá: La "Caravana de la libertad", protesta de cuellos rojos

Por Boris Kagarlitsky

 

Boris Kagarlitsky  enero 29, 2022 Rabkor.ru

A fines de enero de 2022, los canadienses pudieron ver en diferentes partes del país la misma vista impresionante. Miles de camiones adornados con banderas nacionales, lemas y, a veces, banderas de estados individuales, se desplazaron por las carreteras hacia la capital, Ottawa. Fue una protesta contra la vacunación forzada, llamada Freedom Convoy 2022 (Caravana de la libertad).

El motivo de la protesta fueron las nuevas normas obligatorias adoptadas por las autoridades de Canadá y Estados Unidos a principios de año. El caso es que, ante el temor de una nueva ola de la epidemia de coronavirus, los gobiernos de Canadá y Estados Unidos tomaron un conjunto de medidas que, según el plan de los funcionarios, eran para evitar un aumento en el número de casos. Estas medidas incluyeron vacunación obligatoria, presentación de testeos y cuarentena. En Canadá, las nuevas reglas entraron en vigencia el 15 de enero y en los EE. UU. el 22 de enero.

Los camioneros, que suelen viajar solos en la cabina, estaban asombrados e indignados por el requisito de vacunación obligatoria. Aunque, por supuesto, se mueven entre estados, no hay forma de considerarlos portadores activos de la enfermedad. El virus es mucho más fácil de contagiar en el transporte público que en una carretera vacía. Los camioneros percibían la vacunación forzada como una violación de sus derechos. El lema de la protesta fue el dicho: "Mis derechos no terminan donde comienza tu miedo".

Es fácil adivinar que toda esta historia no era más que un motivo de protesta que venía madurando desde hacía tiempo. De hecho, la escala del movimiento, el apoyo masivo que recibió en cuestión de días y la gran resonancia que causó, muestran que se trata de algo más que un conflicto profesional específico. Y los propios manifestantes no ocultan que su discurso tiene objetivos mucho más serios que simplemente lograr que se cancele la decisión tomada por el gobierno federal. Los camioneros dicen que se han levantado para devolver la libertad que les fue robada. Pero, ¿de qué tipo de libertad estamos hablando?

Las manifestaciones masivas de los últimos años, que comenzaron incluso antes de la pandemia de coronavirus, tienen dos puntos en común e inmutables. Por un lado, una crisis económica prolongada, el estancamiento, la pérdida de derechos sociales y la movilidad vertical bloqueada, cuando las personas que se encuentran en la base de la pirámide social tienen pocas posibilidades de escalar más alto, provocaron el descontento general con el sistema existente. La mayoría de los manifestantes tienen muy poca educación y están demasiado confundidos por la propaganda para articular claramente las causas del problema. Pero claramente sienten que algo anda mal con el sistema.

Por otro lado, existe un sentimiento plenamente justificado y confirmado a diario de que las élites, los círculos gobernantes, las autoridades políticas se han desligado del pueblo y no sólo le son indiferentes, sino que ya le son hostiles. 

Y si en Rusia esto fue encarnado por la imagen de Putin escondido detrás de francotiradores en los techos y escondido detrás de una valla de sus propios ciudadanos en el cementerio conmemorativo de Piskarevsky en el aniversario del levantamiento del cerco de Leningrado, entonces en Occidente, con toda la observancia de las formalidades democráticas, esta brecha, aunque no tan pronunciada, brillante y grotesca, se siente no menos aguda.

Sí, todavía existe la oportunidad de votar (y su voto será contado honestamente), pero ¿dónde están los políticos por los que tiene sentido votar? ¿No es toda la élite política, con todos sus matices, un único club cerrado donde los ciudadanos de a pie no tienen acceso?

Así, han surgido las clases bajas, los trabajadores duros, aquellos que llevan muchos años arrastrando el fardo de una economía que se derrumba y para quienes las historias sobre los éxitos de “empresarios brillantes” parecen una confesión más de corrupción (sí, eso es cómo se percibe no sólo en Rusia, sino también en el Occidente Libre).

Si se observa la composición de los participantes de Freedom Convoy, escucha las canciones que cantan, profundiza en sus quejas y evalúa sus pretensiones de poder, entonces involuntariamente se recuerda exactamente las mismas campañas en medio de la Gran Depresión de la década de 1930

La diferencia, quizás, esté solo en el poder de los camiones: durante 90 años, el equipo no se ha detenido. Son los mismos "rednecks" (cuellos rojos) trabajadores (campesinos, choferes, obreros de cuello "rojo" bronceado), que veremos si miramos, por ejemplo, la película "Las uvas de la ira" basada en la novela del mismo nombre de Seinbeck. Pero hay una diferencia muy importante. 

Tal movimiento a mediados del siglo XX sería percibido (y se percibiría a sí mismo) como de izquierda incondicional. Hoy, en las filas de los manifestantes, marcan la pauta los populistas de derecha, a quienes los intelectuales liberales de la capital tildaron inmediatamente de extremistas, racistas y tal vez fascistas. 

La razón de este estado de cosas hay que buscarla no en la estupidez, oscuridad y falta de cultura de los redneks (aunque entre ellos sobra gente salvaje y mal educada), sino en el esnobismo y el oportunismo de la propia izquierda, que prefieren la comunicación con refinados representantes del sistema establecido burgués metropolitano a trabajar con duros y aburridos choferes, leñadores, metalúrgicos o granjeros.

Por supuesto, si el movimiento se inspirara en los llamados a luchar contra la opresión de las minorías -raciales, religiosas, sexuales o incluso gastronómicas- la actitud hacia estos sería diferente. Pero incluso en este caso, los intereses económicos de las  personas que componen estas minorías no habrían despertado ningún interés entre los intelectuales. 

Después de todo, cualquier intento de abandonar las "guerras culturales" y en su lugar apelar a la solidaridad para resolver problemas sociales comunes se percibe como algo pasado de moda y sujeto a represión moral.

Hace bastante tiempo se publicó un libro del sociólogo estadounidense Tom Frank, What Happened to Kansas, que muestra cómo este estado, considerado un bastión de la izquierda liberal, se volvió conservador. No son los residentes del estado los culpables de esto, sino los propios liberales de izquierda, que abandonaron a los trabajadores a su suerte.

Mientras tanto, los camiones que se dirigen a Ottawa están enviando un poderoso mensaje, no solo al "establishment", los políticos y los magnates financieros, sino también a una gran cantidad de intelectuales que se consideran críticos del sistema: las uvas de la ira están madurando. Y por mucho que nos guste la apariencia que toma la protesta, se convierte en un producto natural de la crisis.

 Donde la izquierda no esté lista para trabajar con las necesidades masivas de la gente común, prefiriendo el filosofar de salón a esto, otros trabajarán. Y no es obvio que nos vaya a gustar el resultado.*

Fuente:  -  https://n0estandificil.blogspot.com/


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