11.FEB.22 | PostaPorteña 2264

Más SOBRE DEUDA y FUGA de CAPITALES

Por ASTARITA

 

A propósito de la entrada anterior sobre balanza de pagos y deuda (aquí), 

Me preguntan si es posible determinar cuánto de la deuda contraída por el gobierno de Macri se destinó a financiar fuga de capitales, y cuánto a pagar la deuda anterior

 

Rolando Astarita 9 feb 2022

 

En mi nota me limité a señalar que “el préstamo del FMI sirvió… para financiar salidas de capitales, tanto de fondos extranjeros de inversión que habían apostado a ganancias financieras rápidas, como de residentes argentinos”. Pero según estimaciones que cita un lector  Miguel, aproximadamente 11.000 millones (la cuarta parte del préstamo) habrían financiado la salida de capitales, y el resto se habría utilizado para pagar deuda anterior.

El tema presenta interés por dos razones principales. Por un lado, porque nos lleva a ahondar en los mecanismos que desembocan en las crisis recurrentes en la balanza de pagos y en el endeudamiento creciente. Y por otra parte, y más importante, porque varias de las estimaciones sobre fuga de capitales y su financiamiento enlazan con la defensa que hacen los economistas de Cambiemos de lo actuado por su gobierno.

En sustancia, vienen a decir “hicimos bien porque tomamos deuda con el FMI para pagar deuda anterior que no era con el FMI”. Pero es esta política la que debe ser cuestionada. Es que no hay forma de financiar déficits y pasivos crecientes aumentando indefinidamente el stock de deuda. Una cuestión que surge con claridad cuando se analizan las cuentas externas, que reflejan las condiciones en que un espacio de valor “nacional” conecta con el mercado mundial.  

Para ver la cuestión, empecemos con un ejemplo teórico. Supongamos que entra un capital de US$ 100 para colocarse en $ (moneda nacional) en un plazo fijo al 10%. Las reservas aumentan pues en US$ 100, y el Banco Central emite en contrapartida $. Si el tipo de cambio es $10/US$, emite $1.000, que van al plazo fijo. A su vencimiento ese capital es $1100. Si el tipo de cambio es $10,5/U$S la ganancia en dólares habrá sido del 4,8%. Si el inversor se retira, el Central deberá entregarle US$ 104,8. De manera que el Central pierde los US$ 100 que había recibido y US$ 4,8 adiciones. Por eso, si el Central pretendía superar, en un contexto de déficit de cuenta corriente, alguna escasez de reservas internacionales vía entrada de inversiones de cartera, la medida fue de corto alcance. Es que la salida de US$ 104,8 de nuestro ejemplo debe ser financiada con entrada de otras inversiones de carteras, o inversiones directas, préstamos bancarios (dado el déficit de cuenta corriente). Todo lo cual es sinónimo de aumento de los pasivos. Y caso contrario, habrá caída de reservas (caída del activo).

Naturalmente, en la medida en que siga habiendo una diferencia positiva entre la tasa de interés local y la tasa de depreciación de la moneda, los capitales financieros pueden seguir entrando y el Central podrá conservar sus reservas, o aumentarlas, incluso con el déficit en la cuenta corriente. Sin embargo, esa mecánica es altamente peligrosa, como lo demuestran las muchas historias de países dependientes: cuando los capitales financieros advierten que las necesidades de financiamiento llegan a niveles críticos, comienzan la disparada. ¿Qué sentido tiene entonces reivindicar el tomar deuda creciente para pagar una deuda que tampoco deja de crecer? Pero esto es lo que hizo Cambiemos y parecen reivindicar sus economistas.

Por eso, si ante el estallido de una corrida cambiaria el Gobierno o el Central toman préstamos, estos son más bien la consecuencia que la causa de la crisis.

Además, si los mismos se utilizan para parar la corrida, financian de hecho la salida de los fondos, así como de inversores “criollos” que se van al dólar. La alternativa es que los préstamos no sean utilizados para intervenir en el mercado cambiario. Pero en ese caso habrá peligro de una mega devaluación de la moneda y una disparada a la hiperinflación (más crisis bancaria y derrumbe económico).

¿O alguien piensa que con solo exhibir reservas prestadas se revierte una crisis cambiaria de proporciones?

No hay forma de evitar el desastre con maniobras de última hora. Por eso, el problema no es en qué se emplea un préstamo una vez estallada la crisis y la salida violenta de los capitales, sino la dinámica de financiamiento “Ponzi” –se pagan deuda e intereses tomando deuda a intereses cada vez más elevados- que termina en desvalorizaciones masivas de activos y hundimientos económicos catastróficos. En esas coyunturas, además, es casi imposible determinar cuánto de un préstamo financia salida de capitales y cuánto demandas de acreedores.

 

Dos Ejemplos De Los Tiempos Macristas

 

El primero es lo ocurrido entre 2016 y 2017, años de fuerte y creciente déficit en la cuenta corriente (véase la nota anterior). El gobierno y el BCRA tomaron entonces deuda con inversores especulativos (en su mayoría, grandes fondos de inversión). En consecuencia el pasivo del BCRA por inversión de cartera pasó de cero en 2015 a 5209 millones de dólares en 2017-IV; y el pasivo del Gobierno General, también por inversión de cartera, aumentó de 73.842 millones de dólares en 2015 a 107.585 millones en 2017-IV. De conjunto, un aumento de 39.000 millones de dólares por deudas de cartera en dos años.

Una parte de estos fondos incrementaron las reservas del Central. En 2015 se ubicaban en 25.500 millones de dólares, y a finales de 2017 sumaban 55.055 millones. Asimismo, permitieron financiar parte, al menos, del déficit de cuenta corriente. Pero además, incluso en esos años hubo salida de capitales: el stock (activo) de inversión de monedas y depósitos en moneda extranjera pasó de 154.472 millones de dólares en 2015 a 168.375 millones en 2017-IV. Un aumento neto de 14.000 millones en solo dos años. ¿Cómo es que los economistas de Cambiemos dicen que no tomaron deuda que sirvió para financiar salidas de capitales? Y a lo anterior hay que sumar el negativo neto (o sea, salida) de 3.505 millones de dólares en 2016 y 5.981 millones en 2017 por las rentas de las inversiones de cartera. Inversiones que, como dijimos, el Gobierno alentaba manteniendo elevados diferenciales de tasas de interés (y el tipo de cambio “retrasado”) y servían, en buena medida, para financiar nuevas bicicletas financieras.    

Vayamos ahora a la crisis de 2018. Todavía en el primer trimestre de ese año los pasivos por inversión de cartera se incrementaron en 16.532 millones de dólares (y en 41.424 millones para todo 2017). Pero a partir del segundo trimestre no solo se frenó el aumento de los pasivos de cartera, sino comenzó la retirada. Por eso, en los siguientes tres trimestres de 2018 los pasivos de cartera se redujeron en 3.442 millones de dólares. Y en 2019 disminuyen otros 5.022 millones. Esta salida tuvo que financiarse con reservas.   

Por otro lado, entre 2017-IV y 2019-IV el stock de inversión en moneda y depósitos en moneda extranjera (activo) se incrementa en 58.094 millones de dólares, desde 168.375 millones a 226.469 millones. La reversión de principios de 2018 se expresa también en las reservas del Central. En 2018-II sumaban 61.881 millones de dólares. En 2018-III se redujeron a 49.003 millones. Debido al préstamo del FMI, en 2018-IV aumentaron a 65.786 millones. Pero en 2019-IV se habían reducido de nuevo a 44.848 millones de dólares. Por supuesto, es difícil determinar cuánto del préstamo financió la salida de capitales, pero todo indicaría que fue bastante más de 11.000 millones de dólares.   

Para terminar, enfatizamos que no hay forma de superar las causas de fondo de una crisis cambiaria y financiera –causas que se vinculan, en última instancia, con la productividad relativa de la economía y sus posibilidades de insertarse en el mercado mundial- con meras ingenierías financieras, o confiando en especialistas “en negociación de deudas” y sus “sarasas” vacías de contenido.  

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“Política Obrera” sobre la naturaleza y teoría del valor

 

En la nota “La movilización contra el FMI: conclusiones, perspectivas”, Comité Editorial, 09/02/2022, editorial de Política Obrera impresa N° 37, se escribe: “La transformación de la energía humana y ambiental en valor es lo que caracteriza precisamente al capitalismo”. Más abajo, sostiene que el régimen capitalista es “extractor de la energía humana y natural, que aparece como plusvalía” (véase aquí).  

 

Rolando Astarita 9/2/22

 

 Pues bien, sostengo que esto no tiene punto que ver con la teoría del valor y de la plusvalía de Marx. Para decirlo de una manera directa: la naturaleza no genera valor. Por ejemplo, si una turbina eólica genera electricidad, el valor de esta última estará determinado por el trabajo humano invertido en la producción de la turbina; por el trabajo insumido en su mantenimiento y operación; así como por el trabajo que insume el transporte y distribución de la electricidad. El viento que mueve la turbina no genera un átomo de valor. Sí es vital para generar la electricidad, esto es, para que exista ese valor de uso. Pero no agrega valor a la misma.

En otros términos, la electricidad, en el capitalismo, es una mercancía que tiene un valor de uso y un valor. El primero surge de la unión del trabajo concreto con la naturaleza y sus derivados. El valor, en cambio, es producto del trabajo abstracto, del gasto de energía humana. Solo este es generador de valor. Y lo genera solo en condiciones sociales específicas, ya que el valor no es una categoría física, natural, o a-histórica.  

Para verlo con otro ejemplo, la abeja produce miel, y para ello gasta energía, pero no por eso produce valor. El buey que tira del arado ayuda a la producción del producto agrícola, y en ello también gasta energía, pero no genera valor (como pensó en algún momento Adam Smith y le criticó Marx). Por lo tanto, la plusvalía que obtiene el productor de miel no surge del “trabajo” de las abejas, sino del trabajo de los obreros encargados de recolectarla, envasarla, distribuirla, etcétera.

Lo mismo se aplica al trabajo del campesino que maneja el arado tirado por el buey. Y con igual criterio decimos que el capitalista dueño de la empresa de electricidad recibe una plusvalía que es generada por los obreros que contrata, no por el viento (o el sol, o la combustión de carbón, o cualquier otra fuente). Al viento no le extrae plusvalía alguna (o sobretrabajo alguno).

Enfatizo que el valor es una categoría social, no natural. Lo plantea Marx, entre otros muchos pasajes, en crítica a los fisiócratas, para quienes “la naturaleza del valor… no es un modo social definido de existencia de la actividad humana (trabajo), sino que consiste en cosas materiales: tierra, naturaleza y las distintas modificaciones de estas cosas materiales” (p. 39, t. 1, Teorías de la plusvalía). En consecuencia, el valor global del producto anual no es otra cosa que “trabajo social objetivado” (p. 1047, t. 3, El capital). Por lo que no tiene sentido preguntarse cuánto aportan al valor agregado total en una economía el viento, el sol, las abejas, los bueyes o cualquier otra forma de “energía ambiental”.

Lo anterior explica también por qué la tierra no produce la renta (una forma de plusvalía): “la fuerza natural [comprende la “energía ambiental”] no es la fuente de la plusganancia, sino solo una base natural de la misma, por ser la base natural de la fuerza productiva excepcionalmente elevada del trabajo” (p. 831, t. 3, ibid.). Es significativo incluso que Marx introduzca su teoría de la renta con el ejemplo de un salto de agua, una fuerza natural. Explica entonces que esa fuerza natural no puede ser la fuente de la renta porque no es la fuente del valor y de la plusvalía. La relación de explotación se aplica al trabajo humano, no a la naturaleza. El plusvalor es extraído de los obreros, no de la naturaleza (para una ampliación de la crítica a la concepción no social sino física del valor, véase aquíaquí).

Para terminar: Si se sostiene que el viento, el sol o la tierra son fuente de plusvalía, ¿qué queda de la teoría marxiana de la explotación? Respuesta: nada, volvemos a algo parecido a los fisiócratas.

Por supuesto, alguien puede decir, en defensa del Política Obrera que El capital no es palabra sagrada, y que la teoría debe ser ampliada para incluir a la naturaleza, o a las “energías ambientales” entre los explotados (sospecho que la idea cae muy bien en el nacionalismo pequeñoburgués, defensor de “nuestro querido suelo patrio”).

Pero en ese caso, hay que hacer explícita la diferencia con la teoría del valor de Marx. Lo que no es aceptable es que pasen gato por liebre, y sigan como si tal cosa. ¿Qué seriedad tiene esto? ¿Cómo es posible establecer una crítica científica de la Economía Política con procedimientos tan livianos?

¿O cambiar de teoría es tan sencillo como cambiar de camiseta?


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