11.FEB.22 | PostaPorteña 2264

LA FEDERACIÓN ANARQUISTA URUGUAYA (2)

Por Guillermo Reigosa Pérez

 

EL MOVIMIENTO CAÑERO

 

Guillermo Reigosa Pérez- 16 de noviembre de 2010

 

El origen del Movimiento Cañero de Artigas debe buscarse a mediados de la década de los 50, cuando el PSU comenzó, bajo el liderato intelectual de Vivian Trías, un lento proceso de renovación ideológica que lo iba a distanciar de las posiciones socialdemócratas de su fundador, Emilio Frugoni. Dentro de este proceso, el partido decidió superar su rol parlamentarista y convertir la organización de los asalariados rurales en una de sus prioridades, comenzando a enviar al campo a activistas destinados a este cometido. Entre éstos, merecen destacarse dos: Orosmin Leguizamón, muy activo entre los arroceros del Departamento de Treinta y Tres, donde impulsó el SUA, Sindicato Único de Arroceros; y Raúl Sendic, que inicialmente trabajó con los remolacheros del Departamento de Paysandú y estuvo detrás del nacimiento en 1957 del SUDOR, Sindicato Único De Obreros Rurales, y en 1959 de la URDE, Unión de Regadores y Destajistas del Espinillar (Departamento de Salto); sin embargo, el mayor aporte de R. Sendic al movimiento organizativo del campo vendrá a raíz de su traslado a Bella Unión, en el Departamento de Artigas: allí impulsó, en 1961, la fundación de la UTAA, Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas, donde aplicó las novedosas formas sindicales practicadas ya en las zonas arroceras.

La UTTA no tardó en nuclear un vigoroso movimiento reivindicativo que trasladó a la ciudad la desconocida y cruda realidad del campo uruguayo, convirtiéndose en símbolo del nuevo sindicalismo agrario, un sindicalismo de métodos radicales que chocaba con el empleado en las décadas de los años 30 y 40 en el ámbito urbano, y sacudiendo a la izquierda capitalina, forzándola a definirse, a implicarse en su lucha o a rechazarla, y ayudándola al replanteamiento de sus líneas de acción habituales. Entre 1962 y 1966 el movimiento de los remolacheros venidos del Norte se convirtió en uno de los grandes protagonistas de la lucha social: las sucesivas marchas a Montevideo y los campamentos levantados ante el Palacio Legislativo o el Ministerio de Ganadería, acciones rematadas con frecuencia en auténticas batallas campales en las que los trabajadores repelían las balas de la policía con palos y piedras, las ocupaciones de los latifundios improductivos, que eran más de 300.000 hectáreas, o de ingenios de la Azucarera Artigas, etc.

 Su papel como catalizador de la izquierda se hace visible en el nacimiento de la propia CNT, que surgió a partir de una convocatoria de la CTU hecha en torno a una injustificada carga policial contra un campamento cañero. La Marcha de 1962, organizada contra el despido de los huelguistas ya imagen y semejanza de la de los arroceros siete años antes, demostró la posibilidad de nuevas formas de activismo político: la llegada a Montevideo de los cañeros y sus familias actuó como aglutinador de las conciencias y energías revolucionarias, representando los valores con los que esa, todavía, embrionaria “nueva izquierda revolucionaria” podía identificarse, mostrando a los grupúsculos que comenzaban a  integrarla, aun no autodefinidos, sus diferencias respecto a la izquierda tradicional a la que aún pertenecían y permitiendo su confluencia.

Las gentes de la FAU estuvieron con el movimiento cañero desde el principio: la 1a. Marcha Cañera, organizada en mayo de 1962 contra el despido de los huelguistas, ya salió de Bella Vista acompañada de una delegación de las agrupaciones de El Cerro y La Teja, aunque la FAU no participó como organización, ya que las discrepancias internas le impidieron llegar más lejos. La colaboración de la FAU con los cañeros se mantuvo en los años siguientes a través del apoyo de no pocos grupos y dirigentes de la organización. El progresivo control de su dirección por la “corriente reformista”, que apostaba por la coordinación con otros grupos, permitió, ya antes de la ruptura, una mayor participación oficial de la formación anarquista, pero fue tras la escisión de los “ortodoxos”, cuando la FAU pudo implicarse sin cortapisa alguna. La 2a. Marcha Cañera, que se realizó en 1964 y contó una representación de la FAU, la campaña por la tierra de 1965, que contó con el apoyo de un manifiesto conjunto de la FAU, el FAR, Frente de Avanzada Renovadora, y el PSU, o la 3a. Marcha Cañera, que se organizó, con el mismo motivo, en marzo del mismo año y que contó con el apoyo explícito e incondicional de la FAU, y de toda la izquierda uruguaya a excepción del PCU, son buenos ejemplos de ello.

 

EL COORDINADOR

 

El Coordinador, llamado también por algunos de sus protagonistas Coordinadora, Coordinador de Grupos, Grupo Coordinador u Organismo Coordinador, nació a comienzos de 1963 como un espacio común de encuentro y debate de militantes y grupos revolucionarios, en su mayoría grupos de la nueva izquierda que en aquellas fechas aún se estaba conformando. No obstante, el Coordinador no se creó como tal hasta el invierno de 1963: hasta entonces funcionó como un espacio informal e inorgánico, un espacio de debate al margen de los rígidos ámbitos partidarios. En su origen, como no, el Movimiento Cañero como catalizador.

Los primeros contactos, realizados para ofrecer apoyo a los cañeros, datan de fines de 1962, cuando algunos de estos grupos todavía no se separaran formalmente de las estructuras partidarias a las que pertenecían. A comienzos de 1963 ya se distinguían varios grupos definidos: un grupo maoísta, que procedía de una escisión prochina del PCU y que en agosto fundaría el MIR, con gente como Jorge Torres, José Mújica, Julio Arizaga, Mario Etchenique o Rodríguez Belletti; otro vinculado a la FAU; un grupo de la Teja nucleado en torno a una disidencia de las Juventudes del MRO, integrado, entre otros, por Eleuterio Fernández Huidobro, Carlos Rivera Yic, Hébert Mejías Collazo Gabino Falero Montes de Oca y bautizado a partir de mediados de 1963 como MAC, Movimiento de Apoyo al Campesinado; y uno liderado por Sendic e integrado por gentes del interior, activistas cañeros relacionados en su mayoría con la UTAA. Además, algunos independientes entre los que destacaba el médico Mario Navillat, activista estudiantil y simpatizante anarquista en su juventud. Dada la división que vivía la FAU en aquellos años, con amplios sectores opuestos a la colaboración con otras fuerzas revolucionarias, la participación de la organización en el Coordinador fue “oficiosa”, a través de un pequeño grupo de dirigentes vinculados a la “corriente reformista” y encabezados por los hermanos Gatti, Juan Carlos Mechoso y León Duarte.

A mediados de 1963, el Coordinador dio un paso trascendental hacia su desarrollo como un espacio propio de la izquierda uruguaya, más allá de su relación con la UTAA, cuya lucha seguía actuando de todos modos como elemento aglutinador; fue también un paso trascendental hacia la clandestinidad y la lucha armada, que tuvo en el seno del coordinador los primeros episodios de su historia.

El desencadenante: el movimiento huelguístico de febrero de 1963, que incluyó la declaración de las Medidas Prontas de Seguridad y durísimos enfrentamientos entre los trabajadores y la policía y que elevó la tensión social hasta niveles pocas veces alcanzados. Esta conflictividad social aceleró el debate sobre la necesidad de adoptar medidas de autodefensa del movimiento obrero, la necesidad de armarse. Finalmente, el 31 de julio, los grupos del Coordinador ejecutaron su primera acción armada: el asalto a la armería del Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia, en el Departamento de Colonia, operativo en el que sin embargo no participó la FAU.

La acción buscaba obtener armas para apoyar la ocupación de tierras por parte de los cañeros, haciéndose con un botín de una treintena de fusiles, y desencadenó un fuerte acoso policial que forzó el paso a la clandestinidad de varios de sus autores, Sendic incluido; era un salto hacia delante, un acto que implicaba un compromiso personal mucho más profundo, provocando el abandono de algunos activistas disconformes con esta vía. La nueva situación requería formalizar y regularizar los contactos, impulsando su institucionalización: es entonces, coincidiendo con la conformación definitiva del MIR y del MAC, cuando nace orgánicamente el “Coordinador”.

Sus integrantes: los cuatro grupos ya mencionados; además, a lo largo de 1964 fue formándose un nuevo grupo integrado por jóvenes que llegaban, como Sendic, desde las filas socialistas, como Julio Marenales, Jorge Manera, Edith Moraes o Héctor Amodio Pérez. El Coordinador tuviera su origen en las movilizaciones de apoyo a los cañeros, pero ahora, por la propia dinámica de los acontecimientos, pasaba a representar un nivel organizativo que iba más allá de aquellas necesidades. El proceso se confirmó en los meses siguientes, avanzando hacia la creación de una organización de tipo armado que tendrá sentido por sí sola, con su propia razón de ser, más allá del apoyo circunstancial a luchas particulares. Al igual que ocurriera con el Movimiento Cañero, en la FAU , el avance de la “corriente reformista”, que se hizo con la dirección de la federación, permitió un mayor compromiso con el Coordinador, aunque la naturaleza clandestina de éste desde su mismo nacimiento impidieron en todo caso un reconocimiento explícito de la pertenencia de la organización anarquista al mismo. En este sentido, son reveladoras las declaraciones de la FAU ante el acoso policial contra los asaltantes del Tiro Suizo; publicadas en septiembre de 1963 a través de sendos artículos en el semanario “Marcha” (“Ante la infamia”) y en el diario “Época” (“El país cruje”), hacían una lectura política de los hechos en la cual la crítica a los colectivos implicados, dura pero forzada por las circunstancias, se empequeñecía ante el apoyo a los “verdaderos revolucionarios”, la defensa de la legitimidad de la autodefensa armada o los ataques a las fuerzas del orden, la oligarquía económica y política o la prensa “oficialista”.

 Dentro del Coordinador, militantes de la FAU participaron en algunos operativos armados conjuntos, como los de los “Comandos del Hambre”; estas acciones consistían en la apropiación de alimentos y ropas y su posterior reparto entre la población de los campamentos, la más carenciada; se iniciaron el 24 de diciembre de 1963 con el asalto por el Comando Juvenil José Artigas de un camión de reparto de Manzanares S.A., una compañía de supermercados, cargado de pollos y pavos destinados a las cenas navideñas, y su distribución en el cantegril Aparicio Saravia. Los anarquistas colaboraron también en operativos orientados al pertrechamiento de armas, como el robo de armas en la Receptora de Aduanas de Bella Unión en enero de 1964 o el asalto a una armería de la calle Galicia en enero 1965.

El Coordinador comenzó muy pronto, hacia 1964, a sufrir sus primeras divisiones, surgidas en torno a los operativos planteados ante la 2a.Marcha Cañera. Así como los había unido, la acción los iba a separar; la superación de la discusión teórica y el paso a la acción revolucionaria obligó a los grupos que lo integraban a definirse cada vez más y a dar un salto cualitativo, y ahí fue donde surgió la ruptura. Sencillamente, se vio superado por la propia dinámica que la práctica generaba.

En el fondo, el Coordinador era el reflejo del efecto catalizador de la Revolución Cubana en la izquierda uruguaya, el reflejo de una nueva identidad revolucionaria que cuestionaba el sistema y planteaba recurrir a la violencia como herramienta legítima de acción política para transformar el país; precisamente fuera por eso, por lo que tuvieran cabida en él grupos y tendencias tan distintas (anarquistas, socialistas, maoístas…), grupos y tendencias que coincidían en cuestiones básicas como el antiimperialismo, el latinoamericanismo o un vago socialismo, pero que también discrepaban profundamente en cuanto a la vía revolucionaria para ese cambio y, por tanto, en cuanto al tipo de organización a la que querían pertenecer.

Fue así, como a lo largo de 1964, se fueron conformando en su seno dos tendencias de difícil consenso: una tendencia, mayoritaria y encabezada por Sendic, que defendía la autodisolución de los grupos en un polo revolucionario, una nueva organización político-militar disciplinada y definida estratégicamente por el foquismo y el policlasismo; y otra tendencia, la de la FAU, que apostaba por una profundización de la coordinación y la búsqueda de coincidencias estratégicas, pero que rechazaba la necesidad de una nueva organización revolucionaria, ya que ella misma ya tenía ese carácter, apostando por el trabajo político en el frente obrero y por un órgano de coordinación que no se definiese políticamente y actuase sólo como el brazo armado de la izquierda. El debate en el Coordinador se enrareció poco a poco y la desunión y la desconfianza fueron ganando terreno, alcanzando un punto de no retorno tras el asalto a la armería de la calle Galicia y la desaparición de las armas requisadas, custodiadas por un grupo del MAC. Finalmente, aquel mismo mes de enero de 1965, el Coordinador dejó de funcionar. Pocas semanas después, algunos de los participantes en el Coordinador plantearon su reorganización, pero ya con la idea de crear una estructura organizativa propia, sólida. Con este motivo, se celebró en mayo la llamada Reunión de Parque de Plata (Departamento de Canelones), donde la FAU estuvo representada por Gerardo Gatti. Allí, la organización anarquista se quedó sola en su rechazo al nuevo proyecto. Los otros grupos acordaron crear una nueva organización; esa organización, fundada a raíz de la Reunión de Parque de Plata, surgió en fase embrionaria hacia julio de aquel año y se identificó inicialmente como “Tupamaros”, adoptando más adelante el nombre de MLN-T, Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, organización que se convertirá, junto a los Montoneros argentinos, en la principal guerrilla urbana del continente. Su composición definitiva se definió en la I Convención Nacional, celebrada seis meses después, en enero de 1966, cuando se retira la corriente mayoritaria del MIR, liderada por Mario Etchenique y Julio Arizaga y, a título individual, un nutrido grupo de activistas, en total casi el 50% de la militancia inicial. Por el contrario, alrededor del 30% de los “miristas”, encabezados por Washington Rodríguez Belletti y Jorge Torres siguieron en el proyecto.

 

LA OLAS Y EL DIARIO ÉPOCA

 

El tercer espacio de contacto de la FAU y los otros grupos de la “nueva izquierda” fue el del diario “Época”.

 Este periódico nació en 1962 y entre los directores que tuvo en aquellos años destacó Eduardo Galeano (1964-66). Fue una publicación independiente, aunque muy próxima a la izquierda no comunista, una publicación abierta a la participación y la colaboración de todas las tendencias de la “nueva izquierda” (anarquistas, trotskistas, maoístas, socialistas, independientes…).

En sus páginas, las diferentes organizaciones de esta izquierda encontraron un espacio de expresión donde expresar sus ideas; la FAU contaba incluso, al igual que otros de los grupos más significados (MIR, MRO, PSU, MUSP…), con una columna semanal reservada; además, la publicación estaba abierta, fundamentalmente a través de comunicados, a otros muchos grupos de la izquierda (el FAR, la Lista 41 de Enrique Erro, el Movimiento Batllista 26 de Octubre, la Vanguardia Revolucionaria, Avanzar, el PDC, Partido Demócrata Cristiano…) e incluso en ocasiones al FIDEL, la coalición electoral de los comunistas.

Pero el papel de “Época” como espacio de encuentro de la izquierda no comunista, no se limitaba a sus páginas: su consejo editorial y su local conformaban un importante escenario de contacto de los diferentes grupos de la izquierda, MLN-T incluido, un lugar clave en la formación de la izquierda revolucionaria uruguaya. Sin embargo, las dificultades económicas, un problema crónico solventado gracias a las campañas recaudatorias o al peso de las colaboraciones gratuitas, acabaron provocando a comienzos de 1967 su suspensión temporal, suspensión convertida en cierre al no lograrse los fondos necesarios para retomar la actividad.

El importante papel que el diario “Época” tenía para la FAU fue, junto a la división interna, causa de la desaparición de su propia publicación, “Lucha Libertaria”, que desde 1962 sólo editó cuatro números, los tres primeros aquel mismo año y un último número suelto en abril de 1965. “Lucha Libertaria”, la publicación heredera de “Voluntad”, desaparecía así, después de más 270 números editados. En 1966-67, la Revolución Cubana demostraba una vez más su influencia en la nueva izquierda uruguaya. Ese año, se celebraba en La Habana la I Conferencia Tricontinental, un llamamiento contra el colonialismo y el imperialismo que agrupara a los movimientos de liberación de todo el mundo; una de sus resoluciones fue la de crear la OLAS, Organización Latino Americana de Solidaridad, que pretendía agrupar a los grupos revolucionarios y antiimperialistas de América Latina, una especie de “nueva Internacional” liderada por Cuba.

La participación en la OLAS, celebrada en agosto de 1966, se realizó a través de comités nacionales; la formación del comité uruguayo fue el que mejor ilustró las diferencias existentes en aquellos años entre la izquierda revolucionara y la izquierda reformista. El PCU, dirigido por un Rodney Arismendi con gran influencia en la URSS y Cuba, lograra, en el Comité Preparatorio de la Tricontinental, celebrado en El Cairo en 1965, que el FIDEL fuera considerado como el representante de la izquierda uruguaya, excluyendo así a las otras organizaciones, FAU incluida; este hecho, consumado a espaldas de la Mesa por la Unidad del Pueblo, instancia de dialogo promovida por el propio FIDEL para alcanzar la unidad de la izquierda ante los comicios de 1966, ya provocara una gran polémica en el seno de la izquierda uruguaya, pero el desencuentro se haría mucho más profundo pocos meses después, a la hora de organizar el Comité Nacional Uruguayo para la OLAS. El PCU, designado en la Tricontinental como grupo encargado de la comunicación de la convocatoria al resto de la izquierda uruguaya y de la formación de la delegación, aprovechó el mandato para bloquear la asistencia de la izquierda revolucionaria ajena al FIDEL; la coalición del PCU argumentó para ello el incumplimiento por esta izquierda de uno de los condicionantes exigidos en la convocatoria: ser organizaciones con un espíritu unitario (el otro era su naturaleza antiimperialista). Ante la actitud del PCU, que se negaba a convocar reunión, la FAU hizo su propio llamamiento, pero la convocatoria fue rechazada por los comunistas, que no acudieron, y no hizo sino evidenciar el alejamiento entre el PCU y la izquierda revolucionaria. Las diferencias se acentuaron en los meses siguientes, arreciando las acusaciones. El PCU se mantuvo firme, no abriendo el comité a más grupos que los de su coalición, algunas organizaciones filiales creadas a comienzos de la década, como el Comité Obrero y el Movimiento de Trabajadores de la Cultura, y a última hora, y gracias a la presión de Salvador Allende y el PS de Chile, Partido Socialista de Chile, al PSU. La FAU quedaba fuera y junto a ella, el MIR, el MUSP o el MLN-T. Las diferencias continuaron en la propia Conferencia de la OLAS, donde, a pesar de las precauciones comunistas, la delegación uruguaya reflejó la polarización existente en la izquierda uruguaya: la “rebelión” de algunos de los miembros del FIDEL que rechazaban la actitud sectaria del PCU, y la presencia de los socialistas evidenciaron la existencia de las dos tendencias, la integrada por el PCU, las organizaciones vinculadas y sus aliados del FIDEL, mayoritaria dentro del Comité Uruguayo pero minoritaria en la Conferencia, y la del PSU y los críticos de la coalición comunista, esto es el MRO y el Movimiento Batllista 26 de Octubre. El proceso de la Conferencia de OLAS impulsó la acelerada polarización de la izquierda uruguaya, cada vez más dividida entre los “reformistas” del PCU y los “revolucionarios”, y contribuyó a la radicalización del PSU, que se acercó progresivamente hacia el bloque revolucionario. Este bloque revolucionario ya estaba claramente conformado a mediados de 1967, pero carecía todavía del más mínimo armazón orgánico; es aquí, donde el diario “Época” recupera su papel protagónico y reaparece como espacio de contacto y colaboración de la “nueva izquierda”: el 6 de diciembre de 1967, la FAU, el MRO, el PSU, el MIR y el MAPU firmaban el Acuerdo de Época, un verdadero hito en la evolución de la izquierda revolucionaria del Uruguay; fue aquel, un acuerdo para relanzar el diario, que comenzó a editarse al día siguiente, pero por encima de todo, fue un acuerdo político que desafiaba públicamente al sistema, recogiendo la voluntad de los firmantes por trabajar conjuntamente por la destrucción del régimen capitalista y en pos de la revolución uruguaya, rechazando, en clara alusión al PCU, las concepciones reformistas y haciendo suyas las resoluciones de la OLAS, que incluían la necesidad y legitimidad de la lucha armada. Solo cinco días después de la firma del acuerdo, el Ejecutivo de Pacheco Areco clausuraba el diario, al igual que el semanario socialista El Sol, ordenaba la detención de su Consejo Editorial, apresando a sus seis miembros, Gerardo Gatti incluido, e ilegalizaba a las cinco organizaciones firmantes, cortando de raíz la amenazante coordinación de la izquierda revolucionaria uruguaya

. La FAU intentó reflotar el acuerdo en la clandestinidad, pero su llamamiento para una “Alianza de la Rebeldía Nacional” sólo fue respondido por el MRO. Allí se acabó la coordinación con los otros grupos revolucionarios; a partir de entonces, la unidad de acción de la FAU con el resto de la izquierda revolucionaria se limitó a contactos y colaboraciones esporádicas con el MLN-T; con el resto de las organizaciones, algunos contactos de consulta, pero ya nada de proyectos comunes o de coordinación. Con la ilegalización, la evolución de estas organizaciones fue muy dispar: algunas desaparecieron, caso del MAPU, otras -FAU y MRO- mantuvieron sus posicionamientos y los desarrollaron en la clandestinidad, apostando definitivamente por la lucha armada y sumando fuerzas al MLN-T, y el PSU suspendió su actividad partidaria, limitándose, hasta su legalización en 1970, al trabajo sindical y alejándose entonces de sus posicionamientos más radicales (continuará)

Primera entrega

 http://www.postaportenia.com.ar/notas/12246/la-federaci%C3%B3n-anarquista-uruguaya-1/


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