27.FEB.22 | PostaPorteña 2267

UCRANIA - DALE GAS

Por RazónyRevolución

 

China levanta la apuesta

 

La guerra en Ucrania y la miseria de la socialdemocracia trotskista

 

 

Los enfrentamientos entre EE.UU. y China nos dan un nuevo episodio. Esta vez, con el agravamiento del conflicto armado en Ucrania, que amenaza extenderse al corazón de Europa. La población de Ucrania está por sufrir una nueva masacre y una nueva destrucción del país. Nadie ha movido un dedo y los revolucionarios que debieran poner en práctica su internacionalismo, deciden mirar para otro lado y diluir la responsabilidad del agresor.

A pesar de la gran información disponible, las conclusiones que se sacan son ridículas. Que los medios de comunicación levanten titulares para captar la atención, es entendible. Que la izquierda, otra vez, compre con el único objeto de desplegar el enlatado de siempre y para cualquier ocasión, fastidia.

En primer lugar, durante todo este tiempo se especuló con la posibilidad del “inicio” de una guerra. De hecho, Altamira ( del PO) llamó a “combatirla (a la guerra)”. Pues bien, Ucrania está en guerra hace al menos siete años.

En la región del Donbass, se enfrentan los separatistas y el Estado central. Los primeros, financiados por Rusia, quieren instaurar dos “repúblicas independientes” en las provincias Lugansk y Donetsk. El segundo, financiado por Europa y Estados Unidos, procura mantener la unidad territorial e integrar el territorio a la UE.

Lo que se discute en lo inmediato no es la guerra, que estaba antes de la invasión, sino la anexión definitiva de esos territorios por parte de Rusia, que no abarcan ni la mitad de esas provincias. Dicho de otra forma: Rusia no invade ahora, sino que intensifica su presencia militar con contingentes propios y extendiendo la agresión más allá del Donbass.

En segundo lugar, se habla de la OTAN. Lo cierto es que Europa se halla dividida frente al problema. EE.UU. y Francia presionan por una política más agresiva. En cambio, Alemania, España e Italia dependen del abastecimiento del gas ruso. En especial, la primera, quien construyó, junto a Rusia, el gasoducto Nors tream 2, que atraviesa el Báltico. Es cierto que Olaf Sholz anunció la suspensión de la certificación, pero es solo eso, un breve impasse. A nadie se le ocurre que Alemania vaya a cancelar una obra que duplica el suministro.

El tercer lugar, es más cómico y atañe, cuándo no, a la izquierda, que se la pasó gritando todo este tiempo “Fuera la OTAN”. La que está invadiendo es Rusia. EE.UU. llamó a “rezar” por las víctimas. A la luz de los hechos, no es solo una vergüenza, sino que debemos estar agradecidos que no hay ningún trotskista en la zona de conflicto.

Nuestra socialdemocracia (conocida como “trotskismo”) intentaba expulsar a quien no había siquiera entrado, mientras cerraba los ojos frente al invasor real que, reiteramos, ya estaba allí hace siete años.

No se trata de reivindicar a una organización imperialista y reaccionaria como la OTAN. No vamos a descubrir nada con eso. Se trata de ver la situación concreta. Ucrania no estaba invadida por ningún ejército “occidental”, sino por Rusia. Y no en un frente, sino en dos. Rusia ocupa, además de indirectamente la región oriental del Donbass, la península de Crimea, desde el 2014, y en forma directa.

Con esa última anexión, dejó a Ucrania sin Sebastopol, el segundo puerto del Mar Negro y paso obligado al Mar Azov. Cuando en 2013 la población se levantó contra el títere de Putin, Víktor Yanukovich, las tropas paramilitares comandadas por Rusia no tuvieron la mejor idea que cargarse la vida de 100 manifestantes en una tarde.

Por lo tanto, lo primero que hay que exigir, y para lo primero que se tienen que organizar las masas de la región, es la expulsión del invasor real, el que tienen hoy.

Mirar para otro lado, en nombre de lo que sea, es simplemente criminal. Pero la izquierda ya nos tiene acostumbrados: en Venezuela se hace la distraída con Maduro. ¿Por qué hace eso? Porque no le importa los problemas de la clase obrera en otros países. Escribe para el público “progre”, el público kirchnerista, local. Ese que cree en la alianza “antinorteamericana” con Rusia, China, Venezuela, Nicaragua y siguen las firmas…

Por último, un actor del que nadie (o muy pocos) hablan: China. Todos señalan a Biden detrás de la OTAN, pero pocos pueden ver a Xi Jinping detrás de Putin. El hecho de que sus declaraciones hayan sido medidas, no quita que sea el principal interesado en el despliegue de Rusia hacia occidente y en la ocupación de las rutas hacia oriente (el Mar Negro). Según El País de España, empresarios chinos compraron el 9% de la tierra cultivable de Ucrania.

Al perderse de vista la totalidad del escenario, no se calibra la envergadura del problema y su recurrencia. No es un conflicto puntual, sino uno más en el tablero entre EE.UU. y China. En el otro extremo, está Taiwán en un escenario inverso (es EE.UU. el que apoya a los separatistas) y en colisión directa con uno de los contendientes (China).

Para la izquierda, Putin es un “bonapartista” que enfrenta al “imperialismo”. Putin es reaccionario, claro, pero siempre es peor un “imperialista”. Como para ellos solo existe el imperialismo yanqui, siempre terminan del lado del otro opresor.

Como vemos, la guerra en Ucrania no es más que uno de los problemas que atañen a los estados de la Europa del Este y un episodio en el enfrentamiento entre EE.UU. y China. Luego de la caída de la URSS, esta región quedó en un impasse dentro de la Federación Rusa hasta que los estados más importantes fueron cayendo en la órbita militar de la OTAN, a medida que proyectaban su ingreso en la UE.

El problema con los países fronterizos (Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia y Georgia) es su poca viabilidad económica y su importancia estratégica. Son países que nunca lograron constituir un estado propio y que viven de la asistencia de Rusia/China, en muchos casos.

Por ejemplo, Ucrania, con una población similar a la Argentina, tiene un tercio de nuestro PBI. Su importancia reside en la producción de trigo (que emplea pocos brazos) y en ser reservorio de mano de obra barata para Rusia, ya que Europa recibe contingentes de casi todo el mundo. Ahora bien, toda esta región constituye un “anillo” que separa a Rusia de Europa occidental y es, en todo caso, un resguardo en términos militares. Pero, así como separa, une: al sur, es la ruta de acceso a Oriente y el Mediterráneo, por el Mar Negro; al norte, la ruta a occidente y América por el Báltico. Por lo tanto, su control resulta esencial.

El ascenso de China, y su alianza con Rusia, implican el combate diplomático, económico y militar por el control de la zona. Hasta ahora, EE.UU. intervino en alianza con movimientos políticos “pro occidentales”, ante lo cual, Rusia apeló a la intervención directa o a la balcanización (Georgia, Ucrania).

El caso estalla en Ucrania debido a que ella está por perder su carta económica más importante: el paso del gasoducto que alimenta a Europa.

La puesta en funcionamiento del gasoducto que conecta a Rusia con Alemania (Nord Strean 2, 1200 km) por el Báltico (es decir, que elude la región Ucrania y Bielorrusia), la dejará sin una de sus su principales fuentes de financiamiento y la obliga, lógicamente, a mirar otros financistas.(

El partido gobernante cambió la constitución en 2019 especulando con un ingreso a la UE, lo que obligará a un ajuste ortodoxo fuerte (no puede emitir moneda), pero también a un financiamiento para no dejar caer a un miembro. China y Rusia no quieren perder el control del otro paso del gas. A su vez, EE.UU. está interesado en la venta de gas licuado, puesto en Europa en barcos, que todavía tiene un precio muy elevado. En ese cruce de intereses estalla el conflicto. Los límites al agravamiento los pone Alemania, que media entre ambas partes y no quiere romper lazos. Pero también lo pone la propia economía: empresas yanquis en Europa y en Rusia, así como la necesidad de mantener los precios del gas en una coyuntura inflacionaria no hacen sencilla la tarea de pasar de los dichos a los hechos. Una guerra directa entre EE.UU. y Rusia provocaría una hecatombe en el seno de Europa, lo que rechazan todas las potencias del continente.

Además, Biden ya tiene experiencia sobre pelear tan lejos de casa. Si no pudo contra ejércitos pequeños o inexistentes (Vietnam, Irak, Afganistán), no hay que ser un gran analista militar para saber cómo le iría contra el segundo más poderoso del planeta. Por eso, ante los bombardeos, las matanzas y el despliegue de tropas más allá del Donbass, apela, por el momento, a medidas económicas y a las plegarias. Si la escalada avanza, estaremos ante un proceso que puede derivar en una destrucción con un impacto no visto desde el fin de la II Guerra Mundial.

Una salida adecuada y realista para las masas de la región no está en apoyar a uno u otro imperialismo.

Está, en primer lugar, en expulsar la invasión rusa y la balcanización del país.

Los trabajadores deben organizarse en comités militares en forma independiente. Comités que deben llevar adelante, no solo la acción militar, sino la administración de las necesidades cotidianas. En ese camino, deben requisar y expropiar lo que sea necesario para asegurar la integridad y la salud de la población.

En segundo lugar, el llamado a los compañeros del conjunto de los territorios vecinos, sometidos a las mismas presiones y que enfrentan los mismos problemas. Georgia está invadida y balcanizada, Bielorrusia intervenida con un régimen criminal y las repúblicas bálticas son el objeto del próximo conflicto.

En tercer lugar, un llamamiento de solidaridad obrera internacional, para hacer sentir la presión a Putin y debilitar su frente interno y externo.

Los revolucionarios debemos pronunciarnos de inmediato y trazar acciones de solidaridad. Eso implica el repudio de la reunión de Alberto y toda la camarilla con Putin y los acuerdos económicos y militares con China.

Los revolucionarios no combatimos un imperialismo para apoyar a su rival, ni saludamos a nuestros asesinos, solo porque no llevan la bandera estrellada.

Fuera Rusia de Ucrania

Por una acción obrera internacional de solidaridad con el proletariado ucraniano y de los países invadidos o amenazados por la dictadura de Putin.

Por una conferencia internacional de los partidos socialistas en contra de la guerra y por la expulsión de Rusia de Ucrania.

Razón y Revolución 24/02/22


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