15.MAR.22 | PostaPorteña 2271

Entrevista a Zabalza por Clara Aldrighi, en La Izquierda Armada (3)

Por AMODIO

 

publicación de las declaraciones de Jorge Zabalza a Clara Aldrighi en el libro La izquierda armada, segunda  reedición que hizo Aldrighi en 2016 con comentarios puntuales,  de Amodio Pérez tal como hizo en Mentiras Tupamaras. Esto esta extraido del Facebook del autor y corresponde als entregas 5,6 y 7

 

tercera entrega 

 

Aldrighi: ¿Qué opinaban en Punta Carretas de esa nueva orientación del MLN?

Zabalza:   En Punta Carretas había dos direcciones: la política, el C1, y la interna, el C2, que yo integraba. Participábamos en los análisis, se reunían las dos direcciones con otros compañeros, era lo que se llamaba “el troncal”. Nos reuníamos con total tranquilidad en la cárcel, no había dificultades. Se hacían análisis políticos, pero nunca oí que se aceptara el desarrollo, el crecimiento tal como se estaba dando afuera, el reconocimiento de que por ahí iba el camino. Se aceptaba. Llegaba al Penal gente más joven que nosotros. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

Amodio:  No hubo una nueva orientación a partir de Almería. Los compañeros que asumieron la Dirección lo hicieron desde posiciones de militantes de base y bastante tuvieron con reconstruir lo escaso que dejó la represión. La Dirección la ejercían, la debían ejercer, los que estaban en libertad. Los presos perdían el contacto real con la sociedad, decíamos, y aceptábamos que así debía ser. A lo sumo, nuestro papel era el de transmisión de experiencia y en ese tenor funcionamos durante agosto, setiembre y octubre de 1972, en lo que se dio en llamar Dirección compartida. Precisamente tras Almería y hasta inicios de 1971, el MLN no creció. Se limitó a consolidar lo que quedó.

 

Aldrighi: ¿Por qué eligieron fugarse en 1971 por un túnel, con una preparación tan compleja y arriesgada?

 

Zabalza:   No queríamos irnos de Punta Carretas con violencia, sino mediante la inteligencia: salir a los tiros hubiera sido posible y lo hubiéramos hecho antes. Porque comprar armas en Punta Carretas, con el grado de corrupción que había, e intentar tomar los muros para salir era realizable, pero siempre lo descartamos porque podía significar hasta la muerte de inocentes.

Veías a los guardias de Punta Carretas y te daban lástima: los que estaban en los muros eran todos mayores de sesenta años. Hasta había uno rengo. Nosotros teníamos lo que Raúl llamaba la regla de oro en el uso de la violencia: la gradación, de manera que la gente comprendiera. No necesariamente que compartiera, pero sí que entendiera que usabas la violencia dentro de un marco de reglas, a la uruguaya. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 189.

 

Amodio:   La salida por los muros se barajó pero se descartó. La preparación militar adquirida en Cuba no fue suficiente para hacerle entender que aunque a todos los guardias les faltara una pierna, desde el muro nos bajaban como pajaritos. Para acceder al muro había que reducir a la guardia interna y eso era imposible sin desatar la alarma. Otro intento era volar el muro, desde la calle García Cortinas, al fondo de la cancha de fútbol. Se descartó porque la explosión era incontrolable. Por eso se pensó en los túneles, de afuera hacia a adentro. Se estudiaron varias posibilidades y se eligió uno, el llamado Gallo, que fue descubierto por una subida de la marea, que sacó las herramientas y las arrastró hasta costa.

Que la corrupción era enorme, lo prueba el Abuso. Sin la corrupción de D’Albenas no hubiese sido posible. Que la historiadora crea que fue una operación compleja y arriesgada es su forma de ver las cosas. Pero para eso estamos los que colaboramos en hacerla posible, para sacarla de su error.

 El túnel era la única salida viable, y hacerlo desde afuera significaba cientos de metros de túnel y el MLN no estaba en condiciones de realizarlo. Sobornamos al jefe de la guardia interna y el túnel se hizo desde adentro. Complejo, claro está, pero era lo menos arriesgado.

Aldrighi: ¿Qué opinó de la táctica “Cacao” que provocó una cierta polémica división dentro de la organización?

Zabalza:    El “Cacao” salió de adentro de la cárcel. Cuando cae Almería, surge esa propuesta de la dirección política del Penal. Se pretendía, como decía una de las frases del Plan, que la burguesía no balconeara la lucha que se venía dando. Para eso era necesario golpear sus centros de vida social.

Cuando finalmente llega Raúl a Punta Carretas desde la Cárcel Central se opone totalmente, porque siempre creyó que el uso de la bomba provocaba rechazo en la gente. Sostenía que no se daba la cara, que así no se peleaba de frente, a lo gaucho. Allí hay una rediscusión del tema y se termina el “Cacao”. Afuera la dirección nueva lo había aceptado. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 190.

Amodio:   En las fechas por las que se publicó La izquierda armada, todavía Fernández Huidobro era defendido por Zabalza. Por esta razón es que no le cuenta a la historiadora toda la verdad. El Cacao fue una propuesta de Fernández Huidobro, discutida por el C1, que la aprobó con un solo voto en contra, el mío. Pese a que estuve en minoría absoluta, conseguí que se consultara al C2, organismo al que Zabalza estaba integrado. Si bien hubo quienes apoyaron la negativa, quedamos en minoría absoluta y Zabalza integró la mayoría de esos momentos.

 

Zabalza:    ¿Por qué se adoptó una táctica de estas características? Teníamos en la cárcel del pueblo a los secuestrados. Había pasado lo de Mitrione. Eran momentos de mucha tensión: cuando llegó esa propuesta de la dirección política, dentro del Penal todos aceptamos. Estábamos exasperados. Y fue Raúl quien detuvo un poco eso. También se plantearon discrepancias por el “Cacao”: no estuvieron de acuerdo la “Parda” Topolansky, el “Flaco” Rodríguez Larreta. Desde la cárcel vimos el problema de la Microfracción que se originó por esto como una ruptura de la disciplina. Pero cuando esos compañeros cayeron presos nosotros los recibimos a todos. Tenía muchos conocidos en la micro, por ejemplo el “Lechuga” De Vargas. Dentro del Penal la columna del interior no fue afectada por la división. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 190.

Amodio:   Zabalza dice todos aceptamos y no es así. De la misma manera que recuerda que fui el único en oponerme al “apoyo crítico” al Frente Amplio, podría decirlo también en este caso. Pero Zabalza tiene memoria selectiva, y recuerda solo lo que cree que le conviene. La dirección nueva, la que consiguió estabilizarse como tal después de Almería y sus secuelas, la aceptó porque creyó que al venir de Punta Carretas era la verdad revelada. La “Microfracción” ya venía funcionando desde Pando y aprovecharon las previsibles repercusiones negativas del Cacao para cuestionar a la nueva dirección, a la que hizo culpable del Cacao. En su disculpa, los compañeros dijeron que el plan les llegó de Punta Carretas, por lo que fue peor el remedio que la enfermedad. Sendic planteó las mismas objeciones que había planteado yo y las acciones del plan Remonte, para intentar contrarrestar lo negativo del Cacao, nunca lo consiguieron, porque carecían de una motivación política clara.

 

Aldrighi: ¿Cómo se desarrollaba la dialéctica interna en el MLN, la discusión de tesis contrastantes, la solución de los conflictos, la consideración de las opiniones de la base?

 

Zabalza: …   Pero después de la fuga también hubo momentos en que se discrepaba libremente: en el Interior pasó que me dieran una orden para hacer algo y decir que no. Por ejemplo, en Paysandú nos llegó vía pastilla la orden del Bebe de hacer una acción el 18 de mayo de 1972, y nos negamos. Porque la propuesta era nada más y nada menos que la de atacar un puesto de milicos con bolsas de arena, etcétera -el puesto de La Lata- que había en la entrada de Paysandú. Dijimos que no. Es historia eso. Consideramos que la situación allí no lo consentía. Además veíamos que la consecuencia iba a ser la de barrer con todos los compañeros de Paysandú, porque existía una organización muy expuesta. Que fue lo que ocurrió poco después. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 191.

Amodio:    La fuga fue en setiembre de 1971 y la acción del puesto de La Lata era en mayo de 1972, ocho meses después. Esos meses son cruciales en la historia, porque durante ellos culmina la división iniciada en el Penal a mediados de 1971 y en marzo de 1972 se produce el cambio del Ejecutivo y se ponen en práctica, por la presión ejercida por Sendic y Fernández Huidobro, los desgraciados planes del 72 y del Segundo Frente, que significaban “elevar el nivel de los enfrentamientos”. Estos planes preconizaban la realización de una serie de acciones para las que el MLN no estaba preparado ni las condiciones políticas eran las convenientes. Unas se realizaron por consenso, retrocediendo el Ejecutivo en la defensa de sus criterios y otras por la vía de los hechos consumados, como la declaración de guerra a los ricos que hizo Sendic en enero de 1972.

La del puesto de La Lata se quiso hacer coincidir con la de los cuatro soldados en Montevideo. ¡Cómo sería de descabellada esa acción que el propio Zabalza decidió no realizarla! Hay que tener en cuenta que Zabalza fue coautor de dichos planes y uno de sus más fervientes defensores. Sus confidencias a Hugo Fontana lo ponen claramente de manifiesto, así como sus planteos acerca de que Sendic y el propio Fernández Huidobro tenían que integrar el Ejecutivo. La situación de los grupos en Paysandú era caótica. Es una realidad. Lo que Zabalza no dice es que el resto de los grupos en el interior estaban en la misma situación.

Recomiendo leer las entrevistas que la misma Aldrighi le hace a Aníbal de Lucía –Domingo- en Memorias de insurgencia.

 

Zabalza:…   En la columna 15 también se negaron en cierto momento a hacer operaciones de desarme. Algunos compañeros discreparon con la acción de Pando. Y dentro de la columna 5 hubo mucha discusión, que llegó a implicar a todo un sector: parte del mismo después se fue con la Microfracción. Te estoy hablando de 1968, bastante antes de Pando. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 192.

 

Amodio:    Zabalza se confunde. En la 15 nunca nadie se opuso a las acciones de desarme. Lo que se discutió fue si valía la pena arriesgar vidas por un simple revólver de un guardia civil de seccional, que podían traerse de Brasil, nuevos y en mejor estado. Lo que se puso énfasis fue en la forma que los desarmes debían realizarse, para no dar lugar a enfrentamientos. Precisamente las acciones de desarme de guardias de la Metropolitana, son posteriores a Pando, como represalia por las muertes de los compañeros. Lo que es anterior a Pando es la “micro”, que había sido reclutada y estaba en las columnas bajo responsabilidad de Fernández Huidobro, y de lo que nos enteramos cuando decidimos liberar a Pellegrini Giampietro, después de Pando.

 

Aldrighi: ¿Conoció directamente o le llegaron ecos de conflictos de poder o políticos en el vértice del MLN?

 

Zabalza:   Sí. Por ejemplo, después del Abuso fui a militar a Paysandú y cierto día Yoldi me dijo: “me mandaron a vigilarte”. Él no era de Paysandú, no tenía nada que hacer allí, era de la 15.

 

Aldrighi: ¿Por qué razones debía vigilarlo?

 

Zabalza:   Porque en esos momentos existió una lucha por la dirección. La vieja dirección salió toda en libertad por la fuga, pero decidió dejar en su responsabilidad a la que ya estaba afuera, con Marrero, Wassen, Engler, Rosencof y Mercedes, la compañera de Amodio. Fue una actitud muy pensada, para que no hubiera competencia. Es así que cuando salimos de la cárcel, nadie disputó un solo puesto, nos fuimos todos a la base. Empezando por el propio Fernández Huidobro y por Sendic. Por supuesto que también en la columna del interior había gente nueva en la dirección que allí se mantuvo, como Piriz Budes y Marrero. Raúl fue al monte del Queguay y yo a Paysandú, y la tarea de Yoldi era vigilarnos para que no nos pusiéramos en contacto.

¿Por qué nos fuimos a la base? La nueva dinámica la veíamos relativamente como superior a lo que hacíamos nosotros, tal vez teníamos una organización más provinciana en la época anterior, más artesanal. Al salir pensamos que nos encontrábamos frente a una organización nueva de “producción industrial” y más cosmopolita. Nos equivocamos, por supuesto. Pero sentíamos admiración por lo nuevo que se estaba haciendo. Y salimos como vergonzantes de lo que habíamos hecho en el pasado. Con dudas, pero no suficientes como para retornar a la dirección. Naturalmente debería haber ocurrido eso: ciertos compañeros como Manera, Marenales, Fernández Huidobro, Raúl, debían integrarla necesariamente.

La organización anterior a Almería, que es la que yo conocí, tuvo determinado desarrollo, determinadas formas de actuar y de moverse y era muy distinta a la que se estaba gestando afuera, como después constatamos. La izquierda armada, Ediciones Trilce, págs. 193-194.

 

Amodio:    Toda esta larga perorata de Zabalza confirma que personalmente era partidario de que ocuparan la Dirección tras el Abuso quienes habían sido un freno al desarrollo del MLN, en todos los sentidos, tanto en lo político, que incluía el crecimiento y ámbito de influencias, como en el militar. Estas declaraciones son del año 2001. Pretende hacernos creer que ignoraba que no se fueron a la base de buena fe, como el mismo Fernández Huidobro ha reconocido en Memorias de insurgencia, en el 2009. Y que lo hicieron para poner en práctica los planes que se les habían rechazado. Yoldi no fue el único miembro de la columna 15 que terminó en el Interior y la tarea que se le encomendó fue vigilar que las directivas del Ejecutivo se cumplieran. Era una labor de control normal en todas las columnas, doblemente necesaria en las del interior, habida cuenta de los incumplimientos del tiempo en que Berreta estuvo en el Ejecutivo. Berreta perdió su puesto en el Ejecutivo como miembro de la columna del Interior por haber autorizado en su sector la puesta en marcha del Plan Tatú y la construcción de las tatuceras, plan que había sido rechazado por el Ejecutivo.

 

Zabalza:    Creo que la segunda generación, después de Almería, era más admiradora de los partidos a la cubana o soviética, de una estructura más organizada. También la composición mayoritariamente estudiantil la volvía proclive a establecer o aceptar una relación de poder, de mando, por no decir autoritaria, centralizada. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 194.

 

Amodio:    Zabalza continúa confundiendo el cumplimiento de las normas de funcionamiento básicas en una organización clandestina con autoritarismo. De eso se trataba, precisamente, de que la forma organizativa se respetara, como forma de supervivencia. Reivindicábamos la disciplina consciente, no la impuesta por el peso de una autoridad. Pero tampoco compartíamos el concepto que subyace en el planteo de Zabalza, del “amiguismo complaciente”, que desembocará en lo que Aníbal de Lucía definió como el “masomenismo”, donde nada estaba claro ni definido. En Memorias de insurgencia de Lucía dice que los máximos exponentes del “masomenismo” fueron Sendic y Mujica.

 

Aldrighi: - Por lo que me ha dicho, las relaciones entre los integrantes de la organización hasta la caída de Almería eran menos jerárquicas, con mayor margen de autonomía política y organizativa.

 

Zabalza:    Sí, era así. Por ejemplo, las distintas columnas tuvieron distintos desarrollos desde el principio. Por eso el Ñato termina sus tres tomos de historia en 1968, cuando se abren las columnas, porque desde entonces habría que hacer cinco historias. Cada una tenía sus particularidades y crecieron en forma desigual. En esto estamos todos de acuerdo, aunque cada cual tiene su experiencia personal marcada por la compartimentación. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 194.

 

Amodio:    El único que se condujo haciendo pesar su jerarquía como responsable de Marquetalia fue Marenales. Manera, pese a compartir con Marenales criterios de trabajo centralistas y cerrados sobre sí mismos, tenía un comportamiento personal abierto a recibir críticas y sugerencias. Que las tuviera en cuenta era otra cosa.

Pero a partir de 1968, desaparecida Marquetalia y el MLN embarcado en su propio desarrollo, los responsables trabajamos de acuerdo a nuestra impronta personal. El Ñato termina su historia en 1968 para que se siga ignorando los fallos organizativos que se cometieron, fundamentalmente en las columnas bajo su responsabilidad y en las del interior. El fallo no estuvo en el carácter más o menos abierto de los que estuvimos en la dirección, sino en la interpretación que cada uno hizo de lo que significaba la descentralización. Unos podíamos caer más antipáticos que otros, pero eso no afectaban a lo orgánico. La columna 15 destacó por sobre las demás por la unanimidad acerca del método de trabajo y por la capacidad de trasmisión de la experiencia adquirida.

Por eso se dio el desarrollo desigual, que vino a aumentar las lógicas diferencias naturales según el ámbito de captación de cada columna.

 

Aldrighi: -Las decisiones acerca de la vida política y privada de los militantes ¿se tomaban individualmente o colectivamente en el grupo, con el responsable?

 

Zabalza:   Según de qué decisión se tratara. Por ejemplo, en este tema de los hijos había una especie de norma: no tenerlos en la clandestinidad. Pero Raúl la rompió. Era transgresor hasta en ese sentido. Sus hijos con Violeta Setelich, Jorge y Alberto, los tuvieron estando clandestino; más tarde también Carolina. Y bueno, algunos seguimos el ejemplo. Pero eso fue discutido: por supuesto no formalmente. Yo no asistí a ninguna reunión para que me dijeran sí o no; pero sin duda era un tema de conversación. La izquierda armada, Ediciones Trilce, pág. 195.

 

Amodio:    Efectivamente, nunca hubo una regla estricta en ese sentido. Se dejó que la decisión cada pareja la adoptara en función de su sentido de la responsabilidad y la seguridad, tanto individual como colectiva. Afortunadamente, la mayoría de las parejas, constituidas formalmente o no, actuamos con un alto sentido de responsabilidad y cuando se produjeron embarazos “fortuitos” se recurrió a los compañeros de Sanidad. Creo que no hace falta extenderse en lo que significaba para las compañeras clandestinas no solo el período de gestación sino el del posterior traslado del hijo a los familiares para su crianza. Era, además, una contradicción evidente: haber aceptado la forma clandestina de lucha y pretender convertirse en padres dentro de esa misma clandestinidad.

Distinto fue el caso de Sendic, para quien Violeta nunca fue una compañera del MLN, pese a su indudable compromiso. Fue su compañera, el complemento necesario para que él, dentro de la clandestinidad, diera satisfacción a sus necesidades sin tener en consideración nada más. El mismo Zabalza lo considera un transgresor, pero lo grave es que lo dice en un tono elogioso, como si las transgresiones de Sendic, que fueron muchas, fueran merecedoras de elogio, en vez de nocivas. Se jacta de haberlo imitado.

Nada dice de la relación de Sendic con Yennia Itté, ya que menciona a su hija Carolina, prolongada a través del tiempo con su hermana Xenia.

Héctor Amodio Pérez

entrega anterior 

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(continuará) 


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