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LA FEDERACIÓN ANARQUISTA URUGUAYA (10)

Por Guillermo Reigosa Pérez

 

Guillermo Reigosa Pérez- 16 de noviembre de 2010( fin de las entregas)

 

La reorganización de la nueva FAU

 

En 1985, con el retorno de la democracia y la Ley de Amnistía, salieron a la calle los últimos presos políticos del Uruguay, en su mayoría presos condenados por su vinculación a organizaciones armadas. Entre aquellos que recuperaban su libertad, estaban los miembros de la FAU-OPR capturados a comienzos de los años 70, unos activistas que no participaran en el proceso fundacional del PVP en la Argentina de 1975 ni en la reorganización emprendida a partir de la Conferencia de París de 1977 y  que en muchos casos se sentían ajenos a la evolución ideológica hacia el marxismo vivida en la etapa final de la FAU, evolución culminada, aun con ciertos recelos, en el Buenos Aires del 75 y confirmada, ya abiertamente, sin complejos, dos años después en París; al abandonar la prisión, muchos de ellos, incluidos varios dirigentes históricos de la FAU, no se sintieron identificados con el nuevo partido y rechazaron incorporarse al mismo: algunos abandonaron el activismo político, como fue el caso de Raúl Cariboni, pero otros, como Juan Carlos Mechoso o Héctor Santa Romero, decidieron mantener para sí el nombre de la FAU y se volcaron en la reorganización de la vieja organización anarquista.

Así, la iniciativa partió de J. Carlos Mechoso y Héctor Santa Romero, que salieron del Penal de libertad el 10 de marzo de 1985 y que no tardaron en ultimar su renuncia a sumarse al PVP. Entendían que esta organización se convirtiera en un partido electoral clásico; en palabras del antiguo líder de la OPR, “el PVP se integrara en el Frente Amplio y estaba dispuesto al desarrollo de la práctica electoral y parlamentaria. No incluía nada por lo que habíamos luchado. Aquella no era la forma de adherirse al marxismo. La posibilidad de una conversión al marxismo sólo habría existido dentro de un marxismo revolucionario”.

Aunque liderada por activistas salidos de las cárceles del régimen, la reorganización de la FAU contó también con otros veteranos militantes alejados del proceso del PVP, llegados del exilio en su mayoría, militantes como Washington “Perro” Pérez, que se desvinculó, desde el principio, de todo el proceso refundacional de Argentina, el “Vasco” Roberto Larrasq, que sí estuvo en los primeros pasos del nuevo partido y se distanció después, Juan Carlos Pilo, viejo activista de la FAU y del SAG, Rafael Spósito, joven pero fogueado activista más conocido por su seudónimo de Daniel Barret y distanciado de la FAU desde comienzos de los 70, el payador Carlos Molina…; y contó también con una nueva generación de jóvenes militantes forjados en la resistencia de los últimos años de la dictadura, jóvenes como Andrés Medina, jóvenes procedentes de los sindicatos obreros, las asociaciones barriales y los gremios estudiantiles o de grupos libertarios independientes (Lucha Obrera, Resistencia Libertaria, Agrupación Anarquista Pedro Boada Rivas…), jóvenes de El Cerro, La Teja o Curva de Maroñas, jóvenes que tenían su referencia de lucha en la FAU de las décadas de 1960-70.

J. Carlos Mechoso, el Santa Romero y Roberto Larrasq estuvieron presentes desde las primeas reuniones, reuniones a las que también asistieron otros destacados activistas y dirigentes históricos de la FAU que declinaron participar en el proyecto, como Ivonne Trías, que fuera liberada también aquel 10 de marzo, después de 13 años de reclusión en el Penal de Punta Rieles, como Raúl Cariboni, que saliera a la calle en diciembre del 84, o como Mauricio Gatti, que tras el exterminio bonaerense del 76 mantuviera una ligazón muy tibia, cada vez más desapegada, hacia el PVP.

Después de un proceso de convocatorias, discusiones e intercambios de ideas, se alcanzó un acuerdo sobre la continuidad de la FAU. El proceso culminó en marzo de 1986 con la celebración del VII Congreso de la FAU, el primer congreso de su nueva etapa, que aprobó la Carta Orgánica de la FAU.

Gran parte de los debates congresuales tuvieron como eje central la reformulación de la línea estratégica, su necesaria adaptación al nuevo momento histórico, muy distinto al de los años 60 y 70. Así, se puso sobre la mesa la evidencia de un nuevo mapa social y la evolución y el debilitamiento, como actor social, del sindicalismo, que perdiera el papel que tuviera en el pasado como vanguardia de la clase obrera.

El congreso concluyó que el sujeto histórico ya no era únicamente el proletariado, puesto que buena parte de la clase trabajadora se encontraba excluida del ámbito del trabajo regularizado, y por tanto de su sindicalización.

Al hablar de la línea estratégica de la “nueva FAU”, es muy esclarecedora una consigna cada vez más repetida en la organización: “Ayer era la fábrica, hoy es el barrio”.

La FAU surgida del VII Congreso apostó por un“frente de las clases oprimidas, un conjunto mucho más complejo y amplio que el viejo proletariado, un conjunto que incorpora un espectro que está en el campo de las relaciones sociales oprimidas y explotadas. Se trata de una línea estratégica que toma como eje aglutinador al eje barrial, vinculando en los ámbitos zonales a los sindicatos de trabajadores con los gremios estudiantiles, las bolsas de desempleados, los ocupantes de viviendas y de tierras, los grupos de derechos humanos, las radios comunitarias y las minorías marginadas”.

A partir del proceso congresual, la “nueva FAU” se postula, ya no como una vanguardia de la clase obrera, sino como un motor de las movilizaciones, del movimiento social, un motor cuya labor fundamental es impulsar y mantener el concepto del poder popular, un poder apoyado en una estrategia de trabajo condicionada por las características de cada barrio o zona.

La nueva línea estratégica califica a esta FAU, dentro del anarquismo y según la terminología empelada por la mayoría de los autores, como una organización “especifista plataformista”: “especifista” en cuanto parte de la necesidad de la agrupación de los libertarios en una organización específicamente anarquista y “plataformista” en cuanto postula el accionar de la organización desde los movimientos sociales, limitándose, en el fondo, a dar continuidad al “dualismo organizativo” practicado desde siempre por el anarquismo organizado y revolucionario y buscando así, “la inserción social, el retorno organizado de los anarquistas a la lucha de clases y a los movimientos sociales”

Otros estudiosos del anarquismo prefieren calificar a esta corriente libertaria como “anarcocomunista”, “anarcoorganizacionista” o “anarcopartidaria”

En cuanto a las relaciones de la actual FAU con el PVP, éstas son inexistentes.

A pesar de su origen común en la vieja FAU, la evolución de ambas fuerzas no ha hecho sino separarlas, agrandando sus diferencias, tanto las de índole ideológica como las de tipo estratégico, y profundizando en su distanciamiento; frente al ideario marxista del PVP y su plena inserción en el modelo electoral y parlamentario, se contrapone el socialismo libertario de la FAU, y su firme rechazo a cualquier estrategia electoralista; no obstante,  a pesar de estas diferencias y de la ausencia de relación orgánica alguna, la palabra que mejor define la situación entre ambas organizaciones es la de respeto, un respeto crítico y mutuo que, probablemente, responde más a razones sentimentales, afectivas  o emocionales, que a motivaciones políticas.

La actitud de la FAU hacia el FA, en el cual se integra el PVP y la mayor parte de sus compañeros de viaje de la “izquierda revolucionaria” de los 60 y 70 (PSU, MLN-MPP, GAU-Vertiente Artiguista), es en cambio una actitud mucho más dura, sobre todo tras convertirse en el 2005 en una fuerza de Gobierno: además de definir a la coalición de la izquierda como una fuerza meramente reformista y electoralista, la organización anarquista, al tiempo que considera positiva la ruptura del tradicional monopolio bipartidista del poder, acusa a los gobiernos frenteamplistas de apostar sin pudor por el modelo capitalista y neoliberal, recordándoles el abandono de muchas de sus reivindicaciones históricas, como la reforma agraria, responsabilizándoles dela consolidación de la privatización de la seguridad social, con las AFAP,  rechazando su política forestal, con el polémico tema de las papeleras y unos monocultivos forestales de eucalipto extendidos a menudo sobre las tierras más fértiles, reprochándole, al tiempo que reconoce algunos avances, la tibieza de su política sobre derechos humanos y memoria histórica y así, un largo etcétera; la FAU entiende, además, que el entusiasmo y el despertar de la militancia más progresista generados por el triunfo electoral del FA acabarán dando paso, ante el conservadurismo de las políticas frenteamplistas, a la apatía y la desmovilización de las bases de la izquierda.

La posición de la FAU ante el modelo político y de partidos, respetuosa con su tradición y coherente con su ideario, explica su ausencia de todos los procesos electorales celebrados desde el retorno de la democracia y la diferencia nos sólo del PVP y del resto de la izquierda del FA, sino que la distingue también de la mayor parte de la “izquierda alternativa o radical” no anarquista, como Asamblea Popular, COMUNA y el MRO, el PT o el MAD.

Para la FAU, “la política debe ser entendida más allá del Estado. La política es mucho más que eso, pues da cuenta de las relaciones de fuerza en la sociedad y de la gestión de los asuntos sociales. Estas relaciones políticas de la sociedad incluyen las distintas fuerzas en juego y la principal fuerza es la lucha de clases, en la que el conjunto de clases explotadas (trabajadores urbanos y rurales, campesinos, colectivos precarizados…) entran en conflicto permanente con la clase dominante, que tienen el Estado uno de sus grandes aliados. El objetivo es aumentar la fuerza social de las clases explotadas y organizarlas para que incidan en el conflicto, para construir el poder popular y alcanzar la Revolución”. Juan Carlos Mechoso añade:“El poder popular debe ser ejercido por los trabajadores y el pueblo a través de organismos controlados por ellos, organismos ampliamente democráticos y participativos, apropiándose de las funciones tutelares ejercidas desde la esfera estatal. Por ello, la estrategia del poder popular debe tener como premisa esencial la construcción de estos organismos y por eso, la derrota del orden capitalista y autoritario, a manos de un auténtico poder popular, se está jugando todos los días, en relación a como se orienta y concreta el trabajo social y político cotidiano”.

Tras su refundación, y sin descuidar la tarea interna de reconstrucción y consolidación de su estructura, la “nueva FAU” encaró su reorganización a través del trabajo sindical, barrial y estudiantil. El resultado no fue, sin embargo, el esperado y las perspectivas no se cumplieron.

Para empezar, y a diferencia de lo acontecido en el Congreso Constituyente de 1956, el proceso refundacional iniciado en el Congreso de 1986 no condujo a la unidad del anarquismo uruguayo. La “nueva FAU” no consiguió abarcar a todas las expresiones libertarias del país, existiendo junto a ella, desde el principio, otros dos destacados espacios de actuación anarquista: la Comunidad del Sur, “experiencia libertaria integral” que, con sus altibajos, persiste desde su fundación en 1955, y el GEAL, Grupo de Estudio y Acción Libertaria, con su eje principal de actuación en la Biblioteca Luce Fabbri, uno de los principales centros de documentación anarquista del continente.

Además, y si bien inicialmente en la refundación del 86 confluyó casi todo el “anarquismo organizativo” uruguayo, en la última década la FAU debió compartir el espacio del “especifismo” libertario con tres nuevas organizaciones: la OLC, Organización Libertaria Cimarrón, nacida en 1998, la Organización Bandera Negra, fundada en el 2005, y la Federación Libertaria, surgida en el 2007, las tres con una militancia básicamente juvenil.

Además, y como bien dice Juan Carlos Mechoso, hoy “hay grupos libertarios resistentes a cualquier tipo de organización. Hay grupos de compañeros, la mayoría muy jóvenes, de extracción estudiantil, que no son partidarios del anarquismo organizado”.

Así, a la actividad de estas tres organizaciones, hay que añadir la de los libertarios “autónomos”, llamados así, por no participar enteramente de ninguno de los paradigmas históricos del anarquismo y representados hoy por colectivos como el Taller Anarquista, Bisagra, Santa Bárbara o Hijos del Estado, y el surgimiento en los últimos tiempos de varios grupos libertarios encuadrables en la tendencia contracultural”, como “Apátridas”, o en la llamada “corriente informalista o insurreccionalista”, como la Biblioteca Anarquista del Cerro o el Ateneo de Villa Española.

Además de su “fracaso” como proyecto unificador del anarquismo uruguayo, el relanzamiento de la FAU no alcanzó el desarrollo pretendido, encontrándonos a día de hoy con una organización extraparlamentaria muy minoritaria, una organización que debe compartir su espacio con otras organizaciones, alguna de entidad semejante a la suya, como la OLC, y cuya filiación apenas roza los 200 militantes, contando con no más de medio centenar de verdaderos activistas. No ha sido ajena a este resultado la crisis del movimiento social uruguayo en la última década, con la progresiva desmovilización de la sociedad, una crisis que ha volcado todas las esperanzas y perspectivas de cambio en el triunfo electoral del Frente Amplio, despojando a la izquierda revolucionaria y a sus propuestas de toda potencialidad como alternativa de transformación social.

No obstante, la actividad de la FAU y su base social, sus simpatizantes, así como en general los del anarquismo uruguayo, son mucho mayores de lo que puede esperarse al analizar la situación anteriormente descrita.

Hoy, y de acuerdo con la nueva línea estratégica diseñada en el Congreso del 86 y en posteriores instancias, el “plataformismo”, la FAU alcanzó una presencia notable en ámbitos de lo más dispar, sumando al trabajo sindical y estudiantil, una significada actuación dentro del asociacionismo barrial, en las escuelas, donde interviene a través de los consejos escolares, etc.…

Añadir a todo ello, la labor desplegada, a día de hoy, desde sus seis “radios comunitarias” y, dentro de la tradición anarquista, desde sus tres bibliotecas y sus cuatro ateneos libertarios. Destacar también, su decisivo apoyo al nacimiento de la UCRUS, Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos, o la intensa actividad de su imprenta, toda una referencia en la izquierda uruguaya y de donde salen la revista Lucha libertaria, centrada en temas que requieren un tratamiento más extenso y profundo, y, desde el 2005, el periódico Solidaridad, que recoge las cuestiones de más actualidad. Además, colabora activamente con el resto de las organizaciones sociales, impulsando para ello el Espacio Solidaridad y Apoyo Mutuo, organizando con estas organizaciones diferentes campañas y movilizaciones y participando con ellas en ámbitos de todo tipo, como en la Comisión de Presos Sociales, en cooperativas de viviendas sociales, en la coordinación de radios comunitarias, en la Comisión de Medio Ambiente, etc.…

Mencionar igualmente, por su simbolismo dentro de esta línea de inserción social, la Columna Cerro-La Teja del 1º de Mayo: todos los años, desde que en 1983 se retomó la celebración del “día de los trabajadores”, se organiza desde estos antiguos barrios obreros una marcha propia, de fuerte componente libertario, que recorre la ciudad hasta confluir en el acto central del PIT-CNT. La marcha, convocada por los ateneos, recibe cada año el apoyo de numerosas organizaciones sindicales, estudiantiles y sociales, como, en las últimas convocatorias, la FANCAP, la UCRUS, Unión de Clasificadores de Residuos Sólidos del Uruguay, el Sindicato del Macro Mercado, el SUNCA, sindicato único Nacional de la Construcción y Anexos, el SITQ, Sindicato de Trabajadores de la Industria Química, la FUCVAM, el PT, el MRO, las radios comunitarias, los gremios liceales de los dos barrios y las organizaciones anarquistas, esto es la FAU, la OLC, Fogoneros, etc.. Contando en los últimos años, también, con la participación de la TCC.

A destacar también, los esfuerzos de la “nueva FAU” por evitar el aislamiento internacional en el que cayera la organización tras el cisma de 1964, desplegando una intensa actividad en este sentido. Destaca así, su destacado papel como impulsora del anarquismo en la región, apoyando el nacimiento de organizaciones “hermanas” en Argentina y Brasil, como la FAG, Federaçao Anarquista Gaucha, que tiene su epicentro en el sur brasileño, en Porto Alegre sobre todo, y que se conformó a finales de 1995 a raíz delos contactos entre la FAU y la Juventud Libertaria de Porto Alegre; como la FACA, Federaçao Anarquista Cabocla, fundada en el 2001 en Belem de Pará, en el norteño Brasil amazónico; y como la FARJ, Federaçao Anarquista de Rio de Janeiro, creada en el 2003.

Otra de las iniciativas más destacadas de la FAU en el trabajo internacional fue el proyecto de la CALA, Coordinadora Anarquista Latino Americana, que aspiraba a ser una estructura orgánica referencial para el anarquismo organizado de la región, un espacio de cooperación donde adoptar estrategias comunes: la organización uruguaya fue su principal impulsora, organizando el I Encuentro de la CALA, que se celebró en 1996 en Montevideo y contó con la asistencia, entre otros, de la organización anfitriona, la FAU, y de la FAG, la Construcción Anarquista Brasileña, el Colectivo Peluche y la Expresión Libertaria, también de Brasil, el Grupo Anarquista de Rosario, argentino, y el Colectivo Koiotes, de Chile; a esta primera reunión de la CALA le sucedieron otras en las que cabe destacar el ingreso de varios grupos libertarios argentinos, entre ellos el colectivo CAIN, del que nacerá luego la OSL, Organización Socialista Libertaria; sin embargo, las expectativas no se cumplieron y la CALA se fue desinflando poco a poco: a día de hoy, su actividad es casi inexistente, aunque se resiste a desaparecer, sosteniéndola, a espera de tiempos mejores, la FAU y la FAG, las dos organizaciones fundadoras más estrechamente emparentadas; a ellas se ha añadido también el FAO, Foro del Anarquismo Organizado, un espacio coordinativo del “especifismo plataformista” brasileño integrado por la FAG y la FARJ, entre otras organizaciones, y creado en el 2002  con el objetivo de caminar hacia la constitución de una gran organización anarquista brasileña.

También se debe destacar, dentro de esta línea, la celebración de las “Jornadas Anarquistas de Porto Alegre”, conocidas como el “Microforo”, pues se organizaron en febrero del 2001, de forma paralela al FMS. Su organización fue impulsada por la FAU y la FAG como la alternativa libertaria a un acto, el FMS, que consideraban, meramente reformista, inserto en un marco de ejercicio de democracia formal, denunciando la asistencia de dirigentes y representantes de organizaciones políticas vinculadas a gobiernos con responsabilidades en el estado de injusticia contra el que el propio foro fuera convocado y reprochándole el veto, en cambio, a la delegaciones de “Madres de la Plaza de Mayo”, de las FARC o del EZLN o a líderes como Fidel Castro. El “Microforo” contó, además de con la FAU y la FAG, con la asistencia de grupos libertarios de todo el mundo, como la CGT, Confederación General del Trabajo, y la Red Libertaria de Apoyo Mutuo, españolas, la Luta Libertaria, la FACA y el Círculo de Estudios Libertarios, luego FARJ, de Brasil, etc.…

La inserción de la FAU en el anarquismo internacional se completa con su participación en la SIL, Solidaridad Internacional Libertaria, que nació en el 2001 a raíz de un encuentro internacional impulsado por la CGT española.

El SIL es una red mundial de federaciones y organizaciones anarquistas “especifistas”, “anarcosindicalistas” y “sindicalistas revolucionarias”, así como organizaciones sociales libertarias y “antiestatistas” sin ligazón partidaria, conformándose como una internacional alternativa a la IFA, Internacional de Federaciones Anarquistas, de orientación “especifista sintetista”, y a la II AIT, Asociación Internacional de Trabajadores, “anarcosindicalista”.

Actualmente, el SIL incluye a grupos procedentes de América, Europa, África y Oriente Próximo, si bien su implantación es mayor en los países occidentales del hemisferio norte y en América Latina, destacando entre otros, la CGT y la Red Libertaria de Apoyo Mutuo, de España, la CNT-F y la Alternative Libertaire, francesas, la italiana CIB, Confederazione Italiana di Base, o la NEFAC, North-Eastern Federation Anarcho-Comunists, de USA y Canadá; entre las organizaciones latinoamericanas, destacan en la actualidad el peso de Uruguay, con la FAU, Brasil, con la FAG y Luta Libertaria, y Argentina, con la OSL y la AUCA.

Hoy, en la FAU aún permanecen, cada vez menos, algunos de sus cuadros históricos, como Juan Pilo, actualmente Secretario Federal, o Juan Carlos Mechoso, el único miembro vivo del pequeño y escogido grupo de dirigentes que en 1964 se hiciera con el liderazgo de la organización, pero el paso del tiempo, con el fallecimiento de “históricos” como El “Vasco” Roberto Larrasq, Washington el  “Perro” Pérez o Santa Romero, o el envejecimiento de muchos otros, ha dado paso, necesariamente, a un relevo generacional, surgiendo, junto a los ilustres veteranos y a los “nuevos” del 85, nuevas caras, como, entre otros, Victoria Toja, del asociacionismo barrial, Nathaniel Clavijo, del gremio de la enseñanza, o Federico Steinhardt, uno de los jóvenes más prometedores de la organización.

 

Aunque muy lejos de su fuerza e influencia del pasado e inmersa en un tiempo político y social poco favorable a sus propósitos revolucionarios, hoy, la FAU sigue levantando la bandera rojinegra y luchando por el ideal del socialismo libertario, acogiendo a un pequeño pero comprometido grupo de activistas que beben del ejemplo de lucha de los compañeros torturados, encarcelados, asesinados y “desaparecidos” y que siguen apostando por la continuidad histórica de la vieja organización fundada en 195 - .FIN- 

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