25.MAY.22 | PostaPorteña 2285

TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN Y AMALGAMAS INTERESADAS

Por ProletariosInternacionalistas

 

Es recurrente ver la existencia de ciertos análisis de la realidad basados en una concepción subjetivista de la sociedad donde vivimos. Esos análisis consideran que la sociedad actual está dirigida por los seres humanos, aunque sólo sea por un reducidísimo número de ellos.

 Las llamadas “teorías de la conspiración”, parten de esa concepción subjetivista para explicar los diversos acontecimientos de nuestra época. Para esas teorías, todo está determinado por las decisiones que toman, principalmente en secreto, un reducido grupo de personas.

 Una élite que gobierna el mundo desde las sombras y dirige con sus decisiones y voluntad el devenir de la sociedad.[1]

La simpleza, superficialidad y vulgaridad sobre la que se mueve el análisis permite una fácil difusión, potenciada por las llamadas redes sociales. Reducir a enemigos concretos los males que sufre la humanidad es fácil de divulgar y no presenta dificultad de exposición ni comprensión. Por el contrario, comprender que tras “esos enemigos” concretos hay un sujeto emergido de la objetivización de las relaciones sociales, y que ellos mismos no son más que una de las múltiples formas que adopta ese sujeto, no es el resultado de una simple cuestión divulgativa, sino de un proceso de lucha que alcanza relevancia social en la afirmación del proletariado como clase revolucionaria.

 

Con la declaración de pandemia hemos comprobado cómo estas teorías subjetivistas han tomado impulso. Pese a que desde las mismas hay una heterogénea variedad de explicaciones sobre el surgimiento, desarrollo y devenir de lo que se enmarca en la “pandemia del coronavirus”, se mantiene el nexo común: todo está diseñado y planificado al milímetro en las cabezas pensantes de la pequeña élite.

 

Es evidente que si algunas de estas teorías adquieren cierta adhesión ello se debe a que tienen ciertas dosis de verdad. No hace falta saber gran cosa para percibir que algunos se frotan las manos con los cuantiosos beneficios de las vacunas en preparación, o que la enfermedad ha sido convertida en un gran negocio para los sectores farmacéuticos, o sirve para consolidar un control y vigilancia mucho más preciso, etc. Es más, cualquier proletario es consciente en mayor o menor medida de esta banalidad de base

 

Ahora bien, tomar una instantánea de alguno de esos aspectos y construir la secuencia de los acontecimientos en base a ella es crear una construcción ideológica que oculta la verdadera realidad social.

 

El problema de la sociedad actual queda reducido a una pequeña élite que gobierna desde las sombras el mundo. La liberación de la humanidad consistiría pues en revelar esta verdad oculta para que la humanidad desengañada extirpe a esa élite y acabe con su dominación. Una liberación propia de evangelistas.

 

Por supuesto, estos evangelistas que destacan por su capacidad para rastrear entre las sombras, permanecen presos en el mundo de los fenómenos y las apariencias al ser incapaces de percibir que hasta los centros de decisiones más importantes del capitalismo mundial están determinados, no por la voluntad de sus miembros, sino por las necesidades de valorización, por la dictadura de la economía, por el capital que transciende toda voluntad humana y transforma a toda la burguesía en un mero funcionario del capital.[2]

 

No negaremos que tiene una importancia decisiva comprender que una cosa es la crítica de estas concepciones subjetivistas que creen que el capital puede dirigirse, creyendo que la voluntad y decisión de ciertos individuos son los que dirigen el mundo, y otra muy distinta es defender la otra cara de la moneda: un objetivismo plano.

El hecho de que la burguesía esté limitada, constreñida, dirigida… por unas leyes que ella no domina, no puede llevarnos a olvidar que las decisiones también cuentan.

Hay una diferencia entre comprender que el capital es el sujeto determinante, que hace ascender y desplomarse a burgueses en base a que defiendan o no las necesidades del momento, con subestimar la acción y las decisiones de la burguesía para mantener su orden social.

 Si bien la conciencia burguesa está limitada por la propia naturaleza del capital, su papel como representación de este viene avalado tanto por su capacidad de contener y controlar al proletariado, de mantener la paz social, como por su capacidad de generar mecanismos para sortear —siempre temporalmente— las diversas contradicciones que va generando el propio capital, es decir, por su capacidad de mantener la buena marcha de los negocios. En última instancia esa es la verdadera vanguardia de la burguesía. Los revolucionarios nunca en la historia han subestimado esta cuestión.

 

Desde una visión objetivista, anticonspiracionista, toda crítica que denuncie los preparativos contrainsurreccionales y/o de saneamiento de la dinámica de valorización que realiza la burguesía, puede ser tachada de conspiranoica.

 

 La posición que diferentes compañeros y grupos defendemos de que la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial puede así ser asimilada a las teorías de la conspiración.

Se trata de una amalgama que sirve para reprimir la crítica revolucionaria, crítica que nada tiene que ver ni parte de la ideología de la conspiración.

 

De hecho, cualquier proletario que no esté totalmente sometido a la política del miedo del capital, puede comprobar en sus huesos que con el pretexto del coronavirus todo se ha convertido en una guerra contra él, contra su lucha, contra su organización, contra sus necesidades más humanas, contra su vida.

 

 El Estado, especialmente sus servicios contrainsurreccionales, saben perfectamente que es el momento propicio para llevar a cabo todo lo que necesita el capital: a nivel económico, social, de reajustes, de represión, de terror… No habrá otro momento mejor.

 Por eso, aunque en algunas zonas la misma burguesía está sorprendida por la poca oposición que se ha encontrado a la hora de imponer el estado de emergencia, lo cierto es que en otros países el proletariado ha tratado y trata, aunque a niveles relativamente pobres en comparación con el ataque recibido, de rebelarse de diversas formas, sea rechazando la unidad nacional, los sacrificios “sanitarios”, se toca, se abraza, se relaciona, rechaza la adhesión al Estado en la “lucha contra el coronavirus”, se junta, conspira, se manifiesta, saquea, hace huelga, generaliza la revuelta…

Si denunciamos esta amalgama es porque logra crear confusión en el seno de nuestra lucha, especialmente cuando se denigra como conspiranoico lo que en realidad es la acción de resistencia y lucha contra el Estado

 Esa pseudocrítica vulgar quiere amalgamar la lucha y posiciones
revolucionarias contra el Estado pandémico con las “teorías de la conspiración”.

 

Sabemos que algunos realizan dicha crítica para justificar su vergonzosa actuación sumisa, atenta a todas las recomendaciones y directrices del Estado, fieles cumplidores de todas sus órdenes.

Son aquellos que aceptaron encantados el confinamiento, el distanciamiento social, las mascarillas.

Algunos incluso se confinaron antes de que lo dictara la voz de su amo.

Sin embargo, muchos de los que se definen contra el Estado y el Capital tampoco levantaron la voz. En momentos como los que vivimos es difícil en algunos lugares impulsar o participar en la lucha, al nivel que sea, pero no es respetable actuar como agentes estatales escupiendo veneno sobre quienes nos negamos y se niegan al sometimiento. Quizás algunos denigran la práctica revolucionaria contra la acción del Estado y el capital para justificar su propia pasividad.

No, no es conspiranoico evidenciar que el Estado trata de desviar nuestra atención de los verdaderos problemas sociales que nos masacran (explotación, trabajo, represión, contaminación, comida tóxica, hambre, estrés, desposesión, guerras, destrucción de la salud que genera innumerables enfermedades y mortalidades, pérdida de los vínculos humanos, medicación generalizada, ondas electromagnéticas…) mostrándonos el Covid–19 como algo excepcional.

No, no es conspiranoico que denunciemos que el Estado practica una política del miedo y nos habla de la guerra contra un enemigo exterior, invisible, para apartar la mirada de los enemigos claramente visibles e interiores: los burgueses y sus perros guardianes.

No, no es conspiranoico constatar que la declaración de la pandemia ha servido para detener la oleada de luchas y de protestas sociales que amenazaban al poder del capital en muchas partes del mundo desde mediados de 2019.

No, no es conspiranoico ver cómo se quiere hacer recaer en un virus las causas y consecuencias de una crisis social y económica sin igual en la historia.

No, no es conspiranoico decir que el Estado generaliza el pánico al inundarnos con imágenes e informaciones de trabajadores sanitarios saturados, de enfermos, de contagios, de muertes… para favorecer la sumisión, algo que tienen cuidado de no hacer durante las gripes estacionales u otras enfermedades, para no mostrarnos que el hacinamiento y desahucio de los seres humanos es parte de la normalidad capitalista.

No, no es conspiranoico denunciar que bajo la cobertura del Covid–19 están dando un gran salto en la imposición de medidas de control y vigilancia de la población.

En resumen, no, no es conspiranoico afirmar que la llamada pandemia del Covid–19 sirve de tapadera al capitalismo mundial para hacer que todos los males y catástrofes que genera recaigan en un factor biológico, un virus.

Se descarga en un componente biológico la responsabilidad del empeoramiento exponencial de nuestras vidas y la aplicación de todas las medidas necesarias para impedir toda protesta que ponga en el centro el verdadero factor: la relación social capitalista.

 

No podemos hacer una versión policial de la historia, pero tampoco podemos olvidar que la policía interviene en la historia.

 

A ORGANIZAR NUESTRA LUCHA CONTRA EL CAPITAL Y EL ESTADO

 


Proletarios internacionalistas – Revista Revolución Nº 1 – Abril 2022

 


[1] Para profundizar en las variantes y la crítica de estas teorías aconsejamos “Contra las teorías de la conspiración. Más allá de nuestras propias narices”.

[2] Esta cuestión es fundamental para comprender que las instancias y centros de decisión del capitalismo, los cuales centralizan decisiones globales y se materializan en reuniones, lugares, organismos, personajes, etc. (como el FMI, BM, OMS, reuniones internacionales de burgueses…), no son entes autónomos que toman decisiones por su cuenta, sino productos del propio capital. Su existencia está totalmente condicionada a representar y defender los intereses globales del capital.


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