25.MAY.22 | PostaPorteña 2285

Aguafuertes Antioqueñas

Por R.J.B.

 

II

Tómese un tinto tempranero y asómese a estas coloridas calles antioqueñas para que sus ojos, los oídos y el olfato disfruten en plenitud.

No se amilane por el rápido trajinar de los paisas que, metidos en sus rutinas, le pasan por los costados ignorando que usted no es de aquí. Tome recaudos al atravesar la calle; los carros, los buses y los taxis surgen de todos lados para trepar cuestas imposibles de asimilar para un uruguayo que sólo sabe de llanuras para conducir.

Ni le digo de las motos que, como tropel de avispas furiosas, hacen increíbles piruetas a toda velocidad. No intente contabilizar las tiendas, los puestos de comida al paso, las boutiques, los centros de estética femenina, las barberías, los bares, los negocios de todo tipo que, por decenas, hay en cada cuadra.

Por si fuera poco, los vendedores ambulantes que, como titiriteros del sabor, ofrecen sus productos a viva voz: aguacate, piña, plátanos verdes y amarillos, bananos, papa pastusa y la criolla, manzanas, peras, uvas, mango, chontaduro y la guayaba agria o dulce.

Si se desata la lluvia, cosa de todos los días en el peculiar invierno de las ciudades del Valle de Aburrá, sabe que debe tomárselo con paciencia y esperar a que escampe para proseguir. Acaso lo indicado sea buscar refugio en alguna de las innumerables panaderías -que no sólo venden productos panificados- o en uno de esos pequeños locales que también le pueden ofrecer un perico (café con leche) o un tinto (café negro) al paso. Si gusta, lo puede acompañar con un palito de queso o una recomendable arepa con chócolo, que se sirve con cuajada y mantequilla.

No se sorprenda si, al finalizar una gestión comercial o adquirir un artículo, un empleado le dice “con gusto, mi rey” o la muchacha que lo atiende lo llama “cariño”; se trata de la cálida galanura que caracteriza a los de aquí.

Es la gentil esencia de esta gente, que se expresa con ese cantarín acento que a uno subyuga y denota cordialidad. Y si hablamos de acentos y el suyo lo denuncia, querrán saber de dónde viene y con generosa curiosidad, le preguntarán cómo se siente al estar acá.

Suba, baje, vuelva a subir. Levante la vista y pregúntese cómo es posible que una ciudad se trepe a las montañas para inundarlas de urbanidad. 

Casas, plazas y edificios, a contramano del vértigo, disputándole las alturas a los halcones, los gavilanes y los gallinazos -o buitres- de cabeza roja.

Palpite, disfrute, sienta toda esta inmensa variedad de emociones y cosas nuevas, que mucho le enriquecerán, pero no trate de medir o analizar lo que políticamente ocurre con ojos uruguayos, pues de poco le servirá.

 

Colombia y los colombianos parecen no encajar en el pasional esquema que predomina en los países del Sur y que carga de elevada temperatura el clima preelectoral.

Acá todos saben que se avecina una justa electoral que puede resultar histórica, pero en las calles no se instala el debate y si por ahí se desliza un comentario, este se vuelca sin estridencias y resulta tan fugaz como el vuelo de una paloma.

No habrá palomas en esta elección, pero sí unos cuantos halcones y un gavilán caminero al que, según parece, nadie puede alcanzar.

 

R. J. Benelli

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